ALCORAC

SALVADOR NAVARRO ZAMORANO

 

Dirigida a la Escuela de:

                        Mallorca

                        Las Palmas

                                                                                 

                                                        Circular nº 10  , año XV

                                                        Bunyola, 1º  Octubre de  de 2.009.

A.EINSTEIN – MÍSTICO Y CIENTÍFICO.-

Por ejemplo, Aristóteles cuando afirma que Dios es pura actividad sin pasividad, pura realidad sin acciones, lo que equivale a decir que Dios, la Suprema Realidad, es cualidad sin cantidad o, en términos científicos, masa sin volumen. También la célebre comparación de “rueda giratoria”, enuncia la misma verdad. En una rueda que recibe su impulso por el eje, la fuerza está en el centro y los movimientos en la superficie, y tanto mayor es el movimiento cuanto más distante está del eje, mientras que tanto mayor es la fuerza cuanto más cercana del centro; en el centro dinámico del eje hay fuerza sin movimiento, mientras que en la periferia es, invariablemente, una mezcla de fuerza y movimiento, de Realidad y Obras, del Uno y de lo Múltiple, de Esencia y Existencia.

Siglos más tarde, escribió San Agustín: “El centro de Dios está en todas partes, pero su superficie no está en parte alguna”, afirmando virtualmente la misma verdad.

Arquímedes de Siracusa afirma que si el hombre consiguiese colocarse en un punto fijo del Cosmos, tendría poder sobre todas las periferias movedizas, afirmando una vez más el principio fundamental de la relatividad.

Demócrito de Abdera, citado por Einstein con gran admiración, escribió la primera teoría atómica cerca de veinticuatro siglos antes de Einstein. Imaginó un átomo realmente atómico, esto es, indivisible, como quintaesencia del Universo, como puro Uno sin Multiplicidad, cualidad sin cantidad, anticipando la concepción de masa sin volumen, de la Realidad Absoluta, que es pura actividad, o sea, velocidad integral.

Milenios antes de la Era Cristiana, los grandes pensadores de India y China hablan de Brama y Maya, de Nirvana y Samsara, focalizando la concepción del Uno Infinito y del Verso Finito, de la Realidad y de los Hechos, del Absoluto y de los Relativos, que son una vez más la base de la Teoría de la Relatividad.

En último análisis, toda la metafísica y mística es equivalente a la matemática. Que es, a final de cuentas, matemática abstracta y consciencia de la Realidad. ¿Y que son la metafísica y la mística sino ese contacto consciente con la Realidad?

Por los sentidos y la mente, el hombre alcanza apenas el mundo de lo relativo; solamente la intuición espiritual lo aproxima al mundo de lo Absoluto. Por esto, Einstein insiste en afirmar que solamente la intuición es lo que alcanza al alma del Universo.

El estudio del material científico dejado por Einstein en la Universidad de Princeton, donde el gran matemático falleció en 1955, está revolucionando el mundo científico. Una de las controversias básicas gira en torno de la propia concepción tradicional del Universo.

Por medio de la correspondencia epistolar de Einstein con algunos de los personajes de la Era Atómica, período que alcanza cerca de 80 años, se verificó la discusión de dos tesis antagónicas la una de la otra. Einstein es un férreo adepto de la tesis tradicional de que todo el Universo está regido por una causalidad absoluta, que tiene como corolario la ley de la constancia de la energía, según la cual “nada se crea de nuevo y nada se aniquila, todo se transforma”.

Según este concepto no existe en la naturaleza un poder creador; nada existe hoy que no haya existido antes y que no continúe existiendo mañana. La suma total de los fenómenos que hoy existen, siempre existieron y siempre existirán; la suma total de los fenómenos es constante e invariable en su esencia, aunque sus formas existenciales puedan pasar por las más diversas mutaciones.

La otra tesis, presentada por Max Planck, Niels Bohr y otros, apoyada en recientes experiencias científicas. Se inclina para la opinión de que hay aumento y posiblemente disminución, de energías en el Universo; que la suma total de los fenómenos no es constante, sino mutable. Por ejemplo, un átomo puede emitir rayos luminosos u otras formas de radiación, durante millones de años, emitiendo nuevas energías que de forma alguna estaban contenidas potencialmente en ese átomo individual, pero que son creadas a través de él en cada momento. El átomo o núcleo atómico sería, pues, un creador de energía o radiación no existente antes que él.

Aquí comienza la gran bifurcación entre el concepto de una física estática y de una metafísica dinámica. Es matemáticamente cierto que ninguna causa puede producir un efecto mayor que ella misma. Así, por ejemplo, una causa equivalente a 100 no puede producir un efecto igual a 200, una vez que nadie da lo que no tiene; la cantidad 200 no está totalmente contenida en la 100.

Si como prueba la experiencia, un átomo (causa) puede emitir una radiación energética (efecto) durante millones de años, equivalente a algo incomparablemente superior al potencial del átomo, entonces ese átomo no puede ser considerado como la causa física y estática del referido efecto. Ese átomo debe ser considerado como una manifestación de algo no físico y no estático.

La citada ley de la causalidad mecánica y de la constancia de las energías es una ley física, derivada de experiencias empíricas de laboratorio y, como tal, tiene validez. Pero no tiene valor si se trata de algo no física ni material. Alto meta-físico no está encuadrado en la ley derivada de la física.

El verdadero átomo, el átomo indivisible, no es algo físico, material. Siglos antes de la Era Cristiana, el gran pensador griego Demócrito, concibió un átomo realmente atómico o indivisible, que no tenía carácter físico, cuantitativo, pero que era de dimensión metafísica, cualitativa. Como siendo la base y quintaesencia del Universo. El átomo de Demócrito era de iluminada potencia creadora, y podía ser la causa de efectos sin limitaciones. Quiero decir que ese átomo era antes un canal o una manifestación de una Realidad o Fuente invisible.

Cuando el gran científico inglés James Jeans escribió que nuestro Universo de hoy se parece antes como un gran pensamiento que como una gran máquina, aludía a esa base metafísica del Universo. El pensamiento, o sea, la Mente, el Logos, posee una creatividad ilimitada; no obedece a la ley de Lavoisier: “Nada se crea, nada se aniquila”. La Mente, en el sentido de Logos (Razón) de potencia creadora ilimitada, no es una causa estática, sino un factor dinámico; no se agota con determinado número o grado de efectos producidos, sino que por más que produzca no se agota y puede producir siempre nuevos efectos. La Mente, Fuente del Pensamiento, no tiene nada que ver con una cantidad física, sino que es una cualidad metafísica. Es representada antes por el Uno que por la cara física del Universo.

Los que extrañan que algo en el Universo pueda no ser causado, entienden por “Universo” solamente el “Verso” o aspecto finito, e ignoran el “Uno” que, evidentemente, no es causado sino causante, De ahí esa pregunta que siempre aparece de nuevo en diarios y revistas, de si el Universo es finito o infinito. Nosotros tomamos en serio la palabra Universo como causa y efecto, como finito e Infinito.

Llegamos así a la conclusión extraña de que el llamado átomo es antes una realidad metafísica-racional que un hecho físico-material, y que la visión genial de Demócrito no era una utopía, sino algo altamente real. Nuestras experiencias atómicas, teniendo como base un átomo divisible (no atómico) son falsamente realistas.

La Realidad no es material ni divisible sino mental e indivisible, como decía el maestro Thot en Egipto, el Hermes Trimegistos de los griegos, veinte siglos antes de Cristo, y como repitió el autor del cuarto Evangelio en el principio del primer siglo de la Era Cristiana, atribuyendo toda la Creación al Logos o la Mente.

Por Mente o Mental no se entiende una mentalidad humana, sino la suprema Mente o Mentalidad Cósmica, simbolizada por el Uno de la palabra Universo. La Mente es el Logos.

Parece que en los principios del siglo XXI, se está cerrando la gran curva que se abrió 2000 años antes de Cristo, y cuya primera mitad incide en la línea divisoria de esos 4000 años. El hilo de oro que atraviesa esos 40 siglos del pensamiento se llama Mente Cósmica, en el sentido superior del Logos.

La base del Universo es la Mente”, como afirma el primer principio hermético de Coth, el gran metafísico.

“En el principio era el Logos y por él fueron hechas todas las cosas”, repite el Evangelio.

La causa de todos los fenómenos es la Mente o el Logos Cósmico, el Uno Creador del Verso creado.

Tomando por punto de partida la ideología de nuestra espiritualidad, podríamos tener una controversia en los términos siguientes:

Siendo el Universo, “Uno” en su causa metafísica, el “Verso” en sus efectos físicos, se deduce que el Uno metafísico-dinámico puede producir siempre  nuevos aspectos del Verso físico-estático. El Uno, siendo infinita cualidad, puede producir siempre nuevos Versos de cantidades finitas, por cuanto la cualidad no se agota ni disminuye por la emisión de cantidades, porque la cualidad está en otra dimensión no alcanzable por las cantidades.

El verdadero átomo, el Átomo Metafísico, descrito por Demócrito, está siendo descubierto de nuevo y focalizado por científicos de la Era Atómica, y cualificado como algo que puede emitir efectos físico-estáticos sin limitación.

El mundo cosmos-mental es la base del mundo material.

La antigua concepción físico-material del Cosmos está pasando hacia un concepto metafísico-mental.

El verdadero átomo está justificando su nombre como siendo atómico o indivisible.

Lo indivisible es el individuo, cuyo centro y meta es la Mente, el Logos, del cual irradia todas las cosas del mundo material.

                                                        F i n

Con este material damos por concluido el estudio hecho sobre la figura de Albert Einstein.

En la Circular de Noviembre comenzaremos un nuevo estudio sobre otra figura universal: Agustín de Hipona, del cual damos las primeras pinceladas de su perfil humano y espiritual en esta Circular.

AGUSTIN DE HIPONA.-

El angustioso problema de Agustín no fue la lucha entre la carne y el espíritu, como los biógrafos nos hacen creer y como hasta el propio santo parece suponer. Esta lucha es más un problema de juventud, que notablemente fue atenuado en la edad madura.

Tampoco era el problema de conciliar la inteligencia analítica con la razón intuitiva.

El problema central de la vida del genial doctor de la Iglesia, y que perduró los 76 años de su existencia terrestre, era el problema: Cristianismo o Cristo. Siendo que toda el alma humana es crística por propia naturaleza. Agustín pasó toda su vida luchando, consciente o inconscientemente, por la cristificación de su alma, a despecho de muchos cristianos que le rodeaban.

En tiempos de Agustín existían algunas docenas de cristianismos, cada una de los cuales afirmaba ser el único mensaje auténtico del Cristo.

La mayor tragedia de un gran genio es tener discípulos después de su muerte que, de buena fe, se dicen auténticos continuadores del gran Maestro, sin alcanzar el vuelo de su espíritu. Ningún talento, por más aguzado que esté, tiene la visión cósmica del verdadero genio; todo el talento opera en el nivel horizontal del ego humano, mientras que el genio recibe sus revelaciones en la vertical de una invasión cósmica de la propia alma del Universo.

En los tiempos de Agustín había maniqueos, arianos, pelagianos, donatistas, gnósticos, písticos, monofisitas, nestorianos, católicos ortodoxos, católicos romanos, etc. En la ciudad imperial de Milan predominaba el cristianismo católico romano, representado por el Emperador Teodosio, el obispo Ambrosio y por Mónica, madre de Agustín. A los 32 años, el hijo de Mónica se decidió a aceptar el cristianismo católico romano, no como una solución definitiva de las luchas metafísicas de su espíritu inquieto, sino como la mejor experiencia del momento, especialmente para contentar a su madre, que oraba y lloraba por la conversión de su hijo predilecto.

Todas las obras de Agustín prueban que él nunca lanzó un ancla en un puerto definitivo; su genio navegaba en interminables odiseas, por todos los mares tempestuosos de los pensadores inquietos. Horrorizado por las decenas de cristianismos en litigio, vio la imperiosa necesidad de establecer cierta unidad  en medio de la caótica pluralidad de las teologías cristianas, cosa que solamente el propio Emperador prometía. Si esa unidad externa coincidía con la verdad interna, esto era otra pregunta; antes la consciencia individual que la conveniencia social.

Después de haber abrazado oficialmente el cristianismo dominante en Milan, continuó los restantes 44 años de su vida ansiando un encuentro personal con el Cristo. Si no hubiera sido un genio metafísico, habría identificado al cristianismo con el Cristo, como hicieron otros teólogos. Pero, para Agustín, la conversión oficial no era la llegada a una meta final; era sólo una etapa en la interminable jornada evolutiva rumbo al Cristo.

Esta es la dolorosa felicidad de los grandes genios; su felicidad está en la certeza de estar en el camino real; su dolor está en saberse lejos de la meta final, porque saben o vislumbran que todo lo finito es demanda de lo Infinito, siempre a una infinita distancia. La vida eterna no es una llegada, sino un incesante camino en línea recta.

¡Dios, que me conozca a mí mismo, para conocerte a Ti”. Palabras como estas marcan la salida del monoteísmo dual de la teología y la entrada en el monismo unitario de la espiritualidad cósmica.

“¿Dios, donde estabas tú cuando vivía en mis pecados? Pregunta Agustín. Responde Dios: “Yo estaba en tu corazón”. Replica Agustín: “¿Cómo podías tú, Infinita Santidad, estar en el corazón del mayor pecador?” Y Dios responde: “Yo estaba siempre presente en ti, pero tú andabas siempre ausente de mí”. Con estas palabras confiesa Agustín la inmanencia de Dios en todas las criaturas, y que el pecado no consiste en la ausencia de Dios, sino en la inconsciencia de su presencia por parte del hombre.

LA REALIDAD OCULTA.-

En el caso del hombre, como en el de los animales, las plantas y los microbios, la adecuación biológica se alcanza en parte a través de los cambios genéticos que tienen lugar en el curso de la evolución. Pero en la vida humana estos cambios sólo se manifiestan al cabo de mucho tiempo, con lo cual su importancia es ahora limitada. En condiciones normales, la adecuación de una persona, su aptitud, se basa principalmente en su adaptación a las fuerzas del entorno total: el mundo natural, el mundo creado por el hombre y su mundo perceptivo. La adecuación, entendida de esta manera, puede alcanzarse a pesar de la pobreza y de las penalidades físicas, tal como lo demuestra la excelente salud biológica, mental y cultural de ciertos pueblos primitivos. Pero la adecuación de estos pueblos primitivos sólo persiste mientras permanecen aislados y se aferran a su cultura tradicional. Por ejemplo, la población de indios americanos, de polinesios y de esquimales quedó diezmada poco después de entrar en contacto con el modo de vida, las normas sociales y las enfermedades del hombre blanco.

Algunas de las tragedias más espectaculares de la historia se han debido a las imposibilidades de adaptación de ciertos pueblos primitivos, pero por regla general, el género humano ha logrado adaptarse a las nuevas situaciones. El hecho de que el hombre moderno apareciera durante el peligroso período de las glaciaciones ilustra la prodigiosa adaptabilidad del Homo sapiens. Esta adaptabilidad que aún hoy resulta evidente, ha permitido a la humanidad propagarse por todo el planeta y capacitar a cualquiera para desempeñar con eficiencia sus funciones en cualquier tipo de condiciones sociales y climáticas. El blanco prospera en Escandinavia del Norte y en el África tropical, el negro está aclimatándose a todas las regiones del mundo, el amarillo regenta productivos negocios en toda gran ciudad del planeta; un budista puede ser monje en un templo de Laos  o secretario de cualquier oficina de Nueva York.

Aunque la producción y el consumo de alimentos sea uno de los rasgos más estables de toda cultura, la adaptabilidad del hombre se extiende también a sus hábitos alimenticios. Es cierto que cuando una familia emigra sus miembros cambian con facilitad de alojamiento, de ropa e incluso de lenguaje, pero la clase de comida que comen, la forma de prepararla y la nutrición psicológica que extraen de ambas suelen ser los vínculos que más perduran. Y, no obstante, los platos nacionales y los hábitos alimenticios cambian. Uno de los platos italianos más típicos consta de spaghetti y salsa de tomate, pero ninguno de sus dos componentes son de origen italiano. El primero fue introducido en Venecia en el siglo XIV por Marco Polo, que se había habituado a él en la corte del Gran Khan, en China. Los tomates fueron introducidos en Europa en el siglo XVII procedentes de América Central; por aquel entonces eran conocidos en Francia y en Inglaterra como “manzanas del amor” por atribuírseles propiedades afrodisíacas, idea que retrasó su aceptación en la mesa familiar. Hoy se considera indispensable por su contenido vitamínico. El maíz y la patata son asimismo de origen americano, como casi todas las hortalizas que más se aprecian en el mundo. El arroz tiene una historia complicada; procedente de la India, llegó a China hace tan sólo dos mil años y al Japón ochocientos años después. El cereal básico de las civilizaciones sumeria, babilónica, asiria y egipcia, fue la cebada, ingrediente principal del pan y la cerveza que allí se hacían. El trigo se propagó por todo el mundo desde las tierras altas de Etiopía. El vino de uva europea se convirtió en uno de los productos de mayor difusión de la civilización occidental.

Los hábitos alimenticios de los diversos grupos sociales o nacionales son notablemente distintos debido a que están condicionados por los primeros años de la vida, por el clima y por la cultura. Estos hábitos reflejan el hecho de que en la adecuación no sólo intervienen fuerzas psico-químicas y procesos biológicos ordinarios, sino también, y especialmente, influencias culturales.

La adaptabilidad cultural de los seres humanos de todo origen y color se hace evidente en la heterogeneidad de la población de todas las grandes ciudades del mundo. A pesar de los prejuicios resultantes de los accidentes del nacimiento y de la educación, casi cualquier hombre puede adaptarse a prácticamente cualquier país; el hogar lo determina el nacimiento, no el color de la piel, de los ojos o del cabello. Las personas de origen caucásico y nacionalidad griega, española, alemana, inglesa, italiana, francesa o norteamericana, no difieren en lenguaje, en conducta o en características biológicas a causa de su constitución genética, sino únicamente porque se ha adaptado a sus respectivos entornos nacionales. Los negros de París y Nueva Cork son diferentes aunque provengan del mismo país africano. En cuestión de pocas generaciones, los habitantes de los barrios chinos de cualquier ciudad americana tienen grandes probabilidades de convertirse en ciudadanos comunes con hijos más altos de lo que resulta habitual en su raza y ajenos a su cultura original.

Los cambios tienen lugar con tanta rapidez que pueden advertirse de una generación a otra. Los judíos nacidos en Israel son distintos de sus padres, que vivieron en la Europa oriental, y lo mismo puede decirse de la juventud japonesa nacida tras la Segunda Guerra Mundial. En otras palabras, el hombre tiene tal capacidad de adaptación que puede vivir en cualquier lugar; pero esta adaptabilidad es responsable de muchos de sus problemas actuales.

Exceptuando la primera parte del período neolítico, que al parecer fue plácida, la historia de la humanidad es una relación de guerras, revoluciones, hambre, epidemias y perennes conflictos entre familias, grupos sociales y generaciones. La diversidad y violencia de las luchas que tuvieron lugar durante la Pax Romana  y la Pax Británica sugieren que la paz no es de este mundo, ni siquiera en las mejores condiciones.

Sin embargo, el hecho de que los hombres hayan considerado siempre que su época es única en lo que respecta a la proporción y profundidad de los cambios experimentados resulta tranquilizador. El humanista francés Le Roy en el siglo XVI, así como el naturalista inglés Russel Wallace en el siglo XIX, e innumerables historiadores, filósofos y personas corrientes antes y después de ellos creían estar presenciando cambios tecnológicos y sociales de tal magnitud  que, en su opinión, la humanidad no tenía otra opción que cambiar o morir. Cada generación tiene su propio tipo de shock del futuro. Los acontecimientos han tomado tan a menudo tintes apocalípticos que el fin del mundo ha sido anunciado para numerosas fechas, todas ellas a buen recaudo en el pasado. A pesar de creernos instruidos y experimentados nos resulta difícil caer en la cuenta de que los mundos que hemos perdido nunca fueron tan buenos o tan malos como los describen los historiadores. Ni siquiera nos atrevemos a esperar que el futuro sea mejor de lo que nos tememos.

La adecuación perfecta como la salud perfecta, es un espejismo: a lo sumo es un sueño utópico cuya gran utilidad radica en su carácter incentivo, que nos anima a trabajar para alcanzar un modo de vida y un entorno mejores. Mi moderado optimismo proviene tal vez del hecho de que creo que los únicos paraísos verdaderos son los paraísos que hemos perdido. Pasamos nuestra vida tratando de hacer revivir una visión que es mucho más rica en nuestro recuerdo de lo que fue en realidad. En nuestra mente o en la conciencia colectiva de la sociedad cobran forma maravillosas fantasías. No obstante, la mayoría de la gente acaba, prudentemente pero con tristeza, dejando de avivar el rescoldo de las llamas juveniles y tratando de encontrar satisfacción cuidando un pequeño jardín.

Sigue en la Circular de Noviembre de 2009.

¿POR QUÉ EL DIABLO?

Los monjes, los obispos y los mismos reyes combaten el culto que al soberano tenebroso tributa el pueblo. Aun siendo fervientes católicos, los campesinos parten su devoción entre el Rey de los cielos y el Príncipe de este mundo. En Inglaterra, en Alemania, en Francia y en el Norte de España, las buenas gentes rurales ofrecen presentes a los espíritus de los campos, de las aguas y de las selvas. Gregorio III interdijo el sacrificar a las fuentes y a los árboles y las evocaciones que se hacían en los bosques a Júpiter, a Jano y a Belo.

Es natural; entre la Iglesia y el señor feudal se llevan la cosecha y ellos se la dan. Cuando una tempestad les arrasa los campos el cura les dice que aquella es un castigo de Dios, y en cambio ¡ellos nunca le castigan! Cuando Carlomagno dio el diezmo al clero, el pueblo no quiso pagarlo. Entonces los monjes amenazaron a los campesinos con una carta escrita de la propia mano de Jesucristo, en la cual Jesús les profetizaba la pérdida completa de las cosechas si no pagaban dicha gabela a los conventos. A pesar de ésta el pueblo se resistió.

En el año 795 aconteció una hambruna feroz a causa de una mala cosecha. Entonces los frailes predicaron que esto era el castigo de Dios. Pero pronto los monjes meten en la cuenta del Diablo todo lo que de malo sucede a los campesinos. Les dicen que el Diablo da bienes sobre la tierra para atormentar a los imbéciles que caigan en sus redes, en la otra vida; si en este mundo protege a algunos de los vivientes, en el Infierno tortura horriblemente a los muertos que caen en sus garras. Entonces es cuando el mísero pueblo tiembla de horror. ¡Vivir oprimido y pillado por el señor feudal para ir a sufrir después de la muerte un feudalismo peor en el infierno! Esto era horrible. Pero, ¿cómo hacerlo? La opresión era tan tiránica, tan insoportable en esta vida, que era preciso una pequeña compensación, un pequeño respiradero. ¡Qué horrible una vida sin un momento de gozo, sin un instante de comunión con la Naturaleza! Pero a cambio de unos instantes de expansión, de un pequeño beneficio, se presentaba la servidumbre eterna de un Señor mucho más cruel que los de la Tierra.

Entonces se recurrió a una leyenda, y a algunos libros de los Santos Padres, para dar una solución momentánea a ese problema, un remedio a este mal. Cuando una ley se opone a la naturaleza humana, el hombre halla inmediatamente el medio de conculcarla. En su misma formulación va envuelto el subterfugio. La gracia se hizo para las leyes arbitrarias imposibles de ser soportadas en toda su aplicación. Los mismos poderes exigen sólo que se cumpla con la letra aunque no con el espíritu. Así se dijo: “Siendo adicto a la Iglesia se puede impunemente servirse del diablo, y no pagarle la deuda. La mala fe es arma de buena ley para tratar con el maligno. ¿Fue otra cosa que un engaño lo que Jesús hizo con Satanás para redimir el linaje humano?”, se añadía refiriéndose a la explicación que de la Redención había dado Orígenes. Y para apoyarlo más, se contaba cómo San Teófilo, en un momento de orgullo, tentado por el Demonio ya prometió su alma bajo firma a cambio de honores, pero que luego arrepentido rogó a María y ésta arrebató al Diablo la abjuración firmada.

Pronto en corroboración de esta leyenda surgieron otras de igual tendencia. El rey Dagoberto, rey piadoso, se había entregado al libertinaje por las insinuaciones del maligno; pero como había edificado iglesias y enriquecido presbíteros y monjes, el día de su muerte un ermitaño, de nombre Juan, fue advertido de que el alma del Rey era presa del Demonio y que rogara por ella. En lo mejor de la oración se encontró transportado a la orilla del mar; en el océano iba una barca tripulada por diablos, con el alma pecadora del pobre rey Dagoberto, a la que aquellos molían a palos. La llevaban a Sicilia a precipitarla al infierno por las bocas del Etna. Entonces el ermitaño rogó a San Martín, a San Mauricio y a San Dionys, a quienes el Rey en vida había levantado abadías, que no desamparara aquella infeliz alma cautiva. Los santos compasivos vinieron a rescatarla y la subieron al cielo encima de una tela triangular que ellos sostenían por las puntas.

Dijeron también los monjes, que el alma de Carlomagno, a causa de sus pecados, hubiera sido llevada por los diablos, como fue la de Carlos Martel, pero que San Miguel, San Dionys y San Jaime apóstol llegaron a tiempo para rescatársela. ¿Por qué no rescataron la de Carlos Martel, preguntaba el pueblo crédulo? ¡Ah! Es que Martel había cometido desafueros contra la Iglesia y no se había arrepentido.

Carlos Martel, para mantener a las gentes que rechazaron a las tropas árabes de Abderramán, se apoderó del tesoro de algunos monasterios. No habiéndole querido procurar dinero o comida, se apoderó por la fuerza lo que le negaban de buen grado. Entonces los monjes dijeron que su victoria era debida al auxilio del Diablo.

A partir de este momento se le acusó de magia, y después de su muerte se predicó en las iglesias que se había condenado. San Encher afirmó que en oración había sido transportado al infierno y que allí había visto a Carlos Martel ardiendo en castigo de los santos que había despojado. Escribió a Bonifacio obispo de Maguncia y a Fulrad, archicapellán de Pepino el Breve, ambos enemigos personales de Martel, que fueran a abrir el sepulcro de éste. Ambos aseguraron que lo habían encontrado vacío, con su fondo quemado y que al abrirlo había salido escapado una serpiente en medio de una humareda apestosa.  Lo mismo hubiera sucedido a Pepino, por haberse apoderado de una villa que pertenecía al clero, si no se hubiera resignado a sufrir los azotes de San Remigio, y no hubiera devuelto a razón de ciento por uno lo que había tomado a los siervos de Dios.

Después de estos ejemplos no hay ya quien no engañe al Diablo: todos le prometen su alma; todos le fingen abjurar del Cristo para obtener de él lo que desean. En la Edad Media se creía que para hacer comparecer al Diablo, se debía hacer la evocación en una encrucijada formada por tres caminos. Esta creencia provenía de lo que el paganismo tenía sobre Hécate. Los antiguos creían que esta divinidad nocturna se aparecía de preferencia en tales sitios, por lo cual los griegos la llamaron Trioditi y los romanos Trivia. Entonces apela este a un medio con el cual cree poder remediar el engaño: “No entrego nada sino por medio de un pacto firmado con sangre del que me llame”, dice. Pero esta argucia del pobre diablo es nula. Se supone que la creencia en los pactos firmados con el Diablo nació en el siglo XII. Unos le hacen edificar catedrales, otros construir puentes, sin que ninguno le de en cambio su alma según indica el contrato. El alma de una loba, el agua bendita de un hisopo o el hueso de un santo en las narices, he aquí la paga que recibe el infeliz a cambio de sus esfuerzos. Llega a degenerar tanto el Diablo a los ojos del pueblo, que ya casi no da miedo. Todos se ríen de él y de sus astucias. Son tan groseras sus sutilezas que el más rudo patán puede burlarlas.

Es verdaderamente original el carácter que el Diablo en esta época adquiere entre el pueblo. La grosera imaginación de los campesinos y burgueses lo convierte en un pobre Diablo de veras. Es tan sencillo, tan humano, e interviene de tal manera en los asuntos domésticos de las buenas gentes, que llega a convertirse en un buen sujeto. Come, bebe, ríe, canta, vive la vida íntima de los plebeyos y protege a aquellos que luego por paga se burlan de él. Es el personaje bufo de toda leyenda; en muchas fábulas se le halla con el carácter de un verdadero payaso; apenas hay misterio en el cual no haga el papel de gracioso. En los países del Norte de Europa se alquila como criado en las casas; da el pienso a los caballos; va a sacar vino de las bodegas; limpia la ropa antes que se levante el dueño de la casa; hace todos los trabajos más vulgares con el mayor aseo y la mayor hombría de bien del mundo.

Sigue en la circular de Noviembre de 2009.

LA CARA OCULTA DEL TIEMPO.-

“La Noche parió un  hediondo lote. La Suerte negra y la Muerte parió el Sueño.

A continuación, el Escarnio y la Miseria llena de dolor.

Con ningún concubino divino parió la Noche tenebrosa.

Las Hespérides que vigilan más allá del ínclito Océano

Bellas manzanas de oro y árboles fructíferos,

parió las Partes y las Suertes que castigan sin dolor:

Hilanderas Inflexibles que los mortales

Después de nacidos dan los haberes del bien y del mal,

Ellas persiguen las transgresiones de los hombres y los dioses

Y jamás reposan las diosas de la terrible cólera

Hasta que encuentran con sus malignos ojos a aquél que peca.

Aún parió la Némesis, ruina de los perecibles mortales……….

De la Noche oscura proviene el Destino en cuanto a fatalidad, al cual los dioses no osan contrariar. Eris, la Discordia, madre del Olvido, tiene como hermanos la Muerte y el Sueño. Morfeo, hijo del Sueño, adquiriendo la forma humana, aparece en los sueños silenciosamente, y con sus alas conduce a los que duermen en un viaje alrededor de la Tierra. Estar adormecido, quedan inactivo, implica la dilución de las formas, su oscurecimiento, ausencia de presencia, la Muerte. El propio Morfeo figura con una amapola en la mano; de sus flores obtiene un poderoso narcótico, el opio que entorpece, produce amnesia, hipnotiza a quien reposa encantado, paralizado. En cuanto designan el Olvido, Sueño y Muerte se hermanan todavía más, en el mismo acto de perder el recuerdo, de dejar escapar de la memoria. El hombre, en cuanto mortal compuesto por Agua y Tierra, carga en sí el Olvido y la necesidad de recordar.

Conviene que retomemos la cuestión de la Memoria enfocada en lo dicho anteriormente, en el seno del contexto mito-poético: en su estrecha vinculación a Zeus y al Día. Hesíodo, en su Teogonía, habla de los casamientos de Zeus, metáforas para explicar su unión con los elementos que componen la totalidad, ordenándolos. El primero se dio con Metis, personificación de la Prudencia, hija del Océano y Tetis, que le concedió, juntamente con el poder sobre el Agua, la poción que haría a Cronos devolver aquello que había tragado. El segundo fue con Temis, personificación de la Justicia y la Ley eterna, hija del Cielo y de la Tierra, que en su aspecto telúrico concede este ámbito al marido. El tercero fue con Eurinome, hermana de Metis, retornando Zeus a la posesión del elemento Agua, caracterizado ahora por la belleza de sus hijos, armonía que concilia el Bien y el Mal, que las Moras, descendientes de Metis, separaran. El cuarto casamiento es con Deméter, su propia hermana, diosa de los granos, de la germinación y de la Tierra cultivada: diferentemente de la unión con Temis que resalta la fuerza terrestre, esta unión remite a la simiente enterrada en el suelo oscuro para germinar. Aquélla a quien la pareja dio la vida, Perséfone, raptada por Hades, su tío, es forzada a ir al Erebro. La Tierra se vuelve árida por la rebeldía de su madre, hasta que el padre, interviniendo, lleva a Hades a liberarla. El pacto de la pareja esta en una granada, comida por la joven. Por su intermediación, sin saberlo, vuelve a convivir con su madre, pero tendrá que abandonarla por un tiempo, en el cual retornará con su amante. La interpretación, a nuestro entender, más bella y apropiada de este pasaje que constituye los Misterios de Eleusis, podría ser descrita como las Primavera explotando con la ascensión de Perséfones a la Luz; cuando necesita regresar al mundo subterráneo, vuelve el Otoño y los granos son sepultados; el tercer momento vuelve con el llanto y la violencia cíclica de la señora de los granos del trigo; la Tierra se vuelve yerma y se hace el Invierno.

Sigue en la Circular de Noviembre.

 

 

 

I N T E R E S A N T E

Si estás interesado en leer alguno de los libros, Circulares atrasadas o cualquiera de mis escritos, puedes hacerlo contactando con  las páginas web de Internet, siguientes:

 

OBRAS PUBLICADAS

Entre el silencio y los sueños (poemas)
Cuando aún es la noche (poemas)
Isla sonora (poemas)
Sexo. La energía básica  (ensayo)
El sermón de la montaña (espiritualismo)
Integración y evolución (didáctico)
33 meditaciones en Cristo  (mística)
Rumbo a la Eternidad  (esotérico)
La búsqueda del Ser (esotérico)
El cuerpo de Luz  (esotérico)
Los arcanos menores del Tarot  (cartomancia)
Eva. Desnudo de un mito (ensayo)
Tres estudios de mujer (psicológico)
Misterios revelados de la Kábala  (mística)
Los 32 Caminos del Árbol de la Vida (mística)
Reflexiones. La vida y los sueños   (ensayo)
Enseñanzas de un Maestro ignorado (ensayo)
Proceso a la espiritualidad (ensayo)
Manual del discípulo  (didáctico)
Seducción y otros ensayos (ensayos)
Experiencias de amor (místico)
Las estaciones del amor (filosófico)
Sobre la vida y la muerte (filosófico)
Prosas últimas   (pensamientos en prosa)
Aforismos místicos y literarios (aforismos)
Lecciones de una Escuela de Misterios (didáctico)
Monólogo de un hombre-dios (ensayo)
Cuentos de almas y amor (Cuentos) Isabel Navarro /Quintín
Desechos Humanos (Narración) Ruben Ávila/Isabel Navarro
Nueva Narrativa (Narraciones y poesía)Isabel Navarro/Q
Ensayo para una sola voz (Ensayo)
En el principio fue la Magia   (ensayo)
La puerta de los dioses   (ensayo)
La Memoria del tiempo Cuentos,Poesía Toni Coll/Isabel Nav.
El camino del Mago Ensayo Salvador&Quintín
Crónicas Ensayo Salvador&Quintín

 

 

 

Próximas publicaciones:

Libro del Maestro (teoría y prácticas)    (manual doctrinal)

La historia de los dioses                      (las creencias de los pueblos)

Pensadores de todos los tiempos           (evolución del pensamiento)

 

  

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