P R O S AS L I B R E S | ||
Salvador Navarro Zamorano |
“Los pensamientos
son aire y van al aire“, pudo haber dicho el poeta, y estos son pensamientos
sueltos, volátiles, como el humo que se desvanece en el espacio, o como los
suspiros de un pecho que, oprimido, respira profundamente y parece renacer en
una dimensión distinta.
Es de destacar lo heterogéneo de los
temas, pero el lector ha de comprender que han sido escritos en diferentes
fechas, con distintos estados de ánimo y en lugares diversos. Ellos han ido
madurando, pero sus tiempos son variables, y apenas tienen un orden de
clasificación temática. El comprensivo lector sabrá disculpar estas “irregularidades“ y podrá gozar del humor, la tristeza, la cólera, la ironía y el
escepticismo, que me dominaron en cada momento; puede haber ideas con las que
hoy no comulgo totalmente, y otras que afirmaría estar cierto de que las sigo
pensando, pero en todas ellas estoy yo, con todas mis facetas, sentimientos y
pensamientos de toda una vida que he vivido intensamente, disfrutando de cada
momento, sea cual sea el color que dominara, la pasión que imperara o mis
circunstancias.
Para vosotros van estas prosas, que
apenas merecen este florilegio, pero que así las denomino porque es como las
pienso y siento.
Creo haber cumplido conmigo mismo.
Salvador Navarro Z.
Los hombres de hoy, parecen no amar la
poesía, y es sin duda, porque les faltan fuerzas para llegar hasta ella;
la aproximación al arte, da un sagrado
terror;
no se aborda la belleza, sino con un
estremecimiento de angustia;
el drama es lo infinito;
es el navío fantasma donde navega el
misterio.
Por todas partes se palpa lo absoluto;
hay como una fuga de lo humano ante los
ojos;
los hombres se borran; el Hombre aparece;
el Poeta y el Hombre, se contemplan;
el Poeta vence al Hombre, y le arranca
su secreto; le arranca el alma ;
de ahí surge el drama;
la epopeya de las almas;
hoy ese arte está en destierro;
sufre la suerte reservada a la Verdad.
Para el Poeta, la revelación de su Yo
mental está en el verso;
la lírica, es el vestido visible de las
cosas invisibles;
las metáforas, son la materia fluida que
cubre las formas desnudas del espíritu;
el misterio supremo, es: el Hombre;
todo lo que él expresa, está tocado de
oscuridad;
su más claro discurso es un balbuceo en
la sombra;
frente a la poesía, la condición fatal
del lenguaje, es resultar Ineficaz.
Vivir en la soledad, pero, salir de su
soledad, para decir a la aurora los secretos que la noche confió a su corazón,
en la vaga confidencia de sus voces siderales;
he ahí el deber de aquél a quien la
Eternidad hace transparente, aun las cosas más oscuras;
envolverse en su soledad, devorando la
interpretación de los grandes símbolos, revelados a su corazón por las tormentas
de su propio pensamiento;
y, callar . . . .
callar, sordo a la voz que en el fondo
del corazón grita imperiosamente: ¡En marcha, Pastor de Estrellas! En marcha, que el Sol ya va a venir y
devorará tu rebaño; puebla el cielo de astros, tuyo es su reino;
he ahí, la traición del que en el
silencio come su propia paz y devora sus propios sueños, sin piedad por las
divinas alas que quieren escaparse hacia la luz.
Pensar, sentir, soñar, volar sin tregua
ni descanso sobre los helados ventisqueros del pensamiento humano, y detenerse
luego, meditabundo, sobre las cumbres desnudas, en esa gran vertiente de los
crepúsculos, y contarse a sí mismo y a los otros, las peripecias mentales de
ese gran viaje a lo Infinito, y dejar caer una a una sobre la Tierra las gemas
resplandecientes de la Verdad, los fulgentes ópalos de la Luz, arrancados del
seno mismo de las tinieblas;
ahí está la roca de Sísifo, confiada a
los fuertes hombros del pensador, para subir y bajar con ella, sin descanso,
las agrias cuestas de la vida;
un viento de tempestad persigue al
pensamiento en esta caza a lo infinito, lo azota y hace vacilar su antorcha,
que casi se apaga, ante el vuelo errabundo de las estrellas;
es el viento enemigo de los cazadores de
astros, de los portadores de la gran lira sonora, que llena con sus acordes la
epopeya de la soledad;
pero nada detiene su misión a este tenaz
explorador del misterio y del abismo.
El trabajo de un Poeta es la
condensación de todas las formas vagas, indecisas y flotantes que hay en el
atomismo de las ideas, para ponerlas dentro del molde mágico del verso, lleno
de divinas sonoridades:
porque el Poeta bebe en las fuentes
altísimas y purísimas del misterio, su palabra es a veces confusa, llena de ecos
extraños, como estremecidas aún del contacto con todas las cosas indescifrables
e inexplicables que hay en los cielos sin fronteras de la Visión;
por ello, todo Poeta está solo y perdido
en medio de los hombres.
Todo Poeta es una luz;
un faro, colocado por el destino, sobre
costas inaccesibles, pero visibles, emergidas de los mares del misterio, en el
límite oscuro de la Tierra, donde rompen sus alas todos los huracanes;
se sabe encadenado a esa soledad por un
decreto inexorable, de algo superior a él y que se llama: el destino;
sabe que iluminar desde esa altísima
soledad es su misión:
y, la cumple;
que el viento ruge;
que la mar se encrespa;
que las olas amenazan devorarlo. . .
nada lo inquieta;
sabe que nada podrán contra él, todos
los elementos de la vida desencadenados en su contra; son los elementos
inferiores, que no alcanzan la altura de su destino;
sabe que el rayo que ha de pulverizarlo
duerme en otras manos; alto, muy alto. . .
por eso desprecia las fuerzas inferiores
que lo asaltan. . .
como desprecia el
islote la espuma de las olas. . .
nada tiene que temer de ellas;
el rayo viene de arriba;
el rayo baja, no sube;
es un orgullo que le viene al Poeta de
su Padre.
En todas las latitudes, sobre todos los
pueblos, en todas las horas de la Historia, veréis diseñarse en el horizonte la
Gran Montaña desnuda, donde medita un Pensador;
la cima es la misma, a través de todos
los siglos;
sólo el huésped cambia;
que sea Sócrates, Jesús, Buda. . .
siempre es el mismo espíritu sobre la misma cumbre;
es el Pensador;
todo el pensamiento de un pueblo, o de
una raza, condensado en un hombre;
todo el fluido vital de ese momento, se
aglomera e irradia en un hombre;
todo el furor animal de ese momento ruge
contra ese Pensador;
nada fatiga la ternura de aquel
proveedor estoico de luz;
él, continúa en darla al mundo, a
despecho de las tinieblas.
Si algo sobrenatural hay en la vida,
oscura y devoradora, es el Espíritu;
¿dónde están sus fuentes magnánimas y
luminosas?
¿de qué cumbres ocultas tras la movible
tela del tiempo, desciende hasta la Tierra ese río maravilloso lleno de un
sagrado misterio;
toda la oscuridad del dolor y toda la
luminosidad de la esperanza, vienen mezcladas en sus ondas tormentosas y
divinas;
de las entrañas de la Eternidad, sale
ese Espíritu soberbio y luminoso, cada una de cuyas olas es un mundo de
belleza, y vuelve a la Eternidad, después de haber fecundado ese prodigio que
es el alma y haber hecho florecer en ella todas las rosas del amor, hechas
sonoras por el viento musical que baja de las rutas celestes de la Inspiración,
donde rugen sin intermitencia los huracanes líricos del Verbo, salidos de los
labios del Abismo, que dijo el “ Hágase
la Luz” sobre el corazón informe de los mundos por nacer.
¿En dónde reside lo bello del mar?
¿En lo amplio?
¿En lo salado?
¿En lo profundo?
No podría decirse. . .
Es en su grandeza que reside su alma;
su belleza está toda en el misterio que
emana de ella.
El mito de las Tinieblas, odia según el
decir de su Leyenda; odia a Dios; y el odio es la forma negra del Amor; no se
odia sino lo que se ha amado, o se pudiera amar;
el odio, es una gran pasión, voraz.
Satán odia a Dios, con el odio del
vencido; porque él también pudo haber sido Dios, y no lo fue. . .
¿No era tan bello como Dios?
Sí;
pero Dios, fue más fuerte;
en la Leyenda de esos dos Mitos,
igualmente trágicos, el odio es elocuente, con una elocuencia de fatalidad;
cuando pensáis en la fábula de
Satán, ¿no pensáis también en la de
Abel, expulsado de la vida, por su hermano?
Dios y Satán, son los Hermanos Enemigos.
Todo hombre justo es un hombre libre;
porque no hay justicia fuera de la libertad;
hay vidas elocuentes, más que todos los
discursos, dichos por boca de los hombres;
la vida de un hombre libre;
he ahí, por qué ese espectáculo raro y
magnífico - un Hombre Libre - no lo soportan los tiranos, y es lo primero
que tratan de destruir y de suprimir a la vista de sus pueblos;
un hombre libre es más que un ejemplo,
es un peligro; suprimirlo es un deber de conservación en la tiranía;
cuánto más bello es un gesto, es más
temible, si se dirige contra el Mal;
y, ¿qué gesto más bello, que la actitud
de un hombre libre, indignado contra la tiranía?
Mientras más solo, más grande aparece el
hombre libre;
su soledad, no hace sino aumentar la
amplitud de su gesto;
el aislamiento es el cuadro natural a su
extraña forma de heroísmo, como el desierto es el cuadro natural del ascetismo;
cada verdad que brota sobre la Tierra,
no aparece sino sobre esa altura de la Libertad, que se llama los labios de un
hombre libre.
El poeta es incompatible con su tiempo e
incomprensible para su tiempo;
se aísla en el Evangelio de la belleza y
de la verdad, que guarda la palabra inarticulada que ha de salvar la Tierra;
dice las cosas profundas, en el canto
insondable de un pensamiento musical, raro, como una revelación de la Gloria;
da a la frase inusitada la intensidad y
el poder pictórico de un fresco eterno, que no han de afrentar los siglos,
porque la eternidad, se hizo no para el insulto del poeta, sino para su
consagración;
es la omnividencia maravillosa y la
expresión armónica, de una hora ciega y sin sonido, de un momento histórico,
brutal, de uno de esos momentos en que el pensamiento humano sufre la mudez producida
por la lejanía del ideal y el olvido de la comunión con lo bello, única
eucaristía de las almas;
es la profundidad inagotable, donde las
generaciones sedientas vengan a apagar su sed de belleza, apurando la onda
negra, que permanece pura en la soledad;
es un gran evocador y un gran creador;
es el sacerdote melodioso de un culto
que la apostasía condenó al olvido, y la gloria volverá al sereno esplendor de
su belleza;
he ahí el deber, he ahí la misión, de
esa personalidad exótica, de ese Hijo del Misterio, de esa figura heroica del
color, que es: un poeta.
¿Has visto un toro de lidia, alzarse
bajo la luz de la tarde, en su simplicidad descomunal?
¿no te parece al mirarlo, en la
inmensidad del paisaje de penumbras, que las entrañas de la fantasía se han
abierto para dar paso a ese cornúpeto enorme, pronto a lanzar sus mugidos
contra el cielo y a escalar los astros, para pisotearlos con sus pezuñas,
cubiertas del lodo de la Tierra?
se diría que, en la oscura virilidad de
sus ojos, yace todo el vértigo enloquecido de la noche; que en su garganta,
duerme el rugido de un mar; y se mira los lomos enormes, por ver si brotan de
ellos las alas descomunales, que se despliegan bajo las crines negros de los bueyes
taciturnos del Apocalipsis;
es la fuerza;
la fuerza enorme de la Naturaleza,
poderosa, arrogante y terrible.
¿Cuál es el color del alma
española? Negra y roja;
tiene el color de sus grandes cuadros,
el color querido a sus pintores que más profundamente la han interpretado;
negro con Goya; rojo y negro con Velazquez; negro y lívido con Ribera;
negro y rojo como sus poemas, sus
dramas, toda su prosa y poesía heroicas, antes de la anemia claustral que la
enervó, y de la aparición de esa literatura pálida, que marcó el cenit de su decadencia,
en la postrera mitad del siglo XIX;
el alma española, es heroica y claustral;
monástica y bélica;
el poema rojo de la guerra, y el salmo
negro del monasterio, se unen en ella, y la modelan:
su epopeya, es un grito enorme, de
violencia y de fe;
lo heroico, reside en ella, en dosis
inverosímiles; y lo piadoso, es una inmensidad;
lo trágico está en el fondo de su vida;
Dios llena toda la Historia de este
pueblo, con el mismo soplo de ferocidad con que llena Jehová, las páginas de la
Biblia;
Hay una extraña similitud entre estos dos
pueblos, guerreros, tenaces y rapaces, fanatizados por un terrible ideal,
impulsados por el fanatismo religioso y llevados por él a través de la
Historia, como por un huracán, estéril y fatal;
esa supervivencia de idolatría árabe, ha
sido el Alfa y el Omega de la Historia del pueblo español, a través de los
siglos y ha hecho el alma nacional, roja como las arenas del desierto, negra
como una montaña en la noche;
alma de califa y de monje.
Sacerdote y marcial.
Abderraman y Loyola;
bajo cada héroe hay un fraile, bajo cada
fraile hay un héroe;
en todos esos guerreros y esos monjes
que llenan las historias, las comedias y las pinturas de los siglos
florecientes del alma española, ¿qué nota impera?; la nota roja; la nota negra;
esos señores con gorguilla y ferreruelos,
que en el Museo del Prado emergen de las telas negras sus cabezas pálidas y
anormales, como obsesionados de un tenaz sueño de rapiña y de gloria, tuvieron
el alma roja como sus manos: fueron los hombres de Flandes y de América;
guerreros y conquistadores, hombres de presa: hombres de sangre;
esos obispos, esos abades, esos frailes,
que en el silencio de las sacristías destacan de las telas mal pintadas y del
gris opaco de sus sayales, sus cabezas de buitres pensativos, con miradas
torvas de asesinos, todos ellos tuvieron el alma negra; fueron los hombres de
la Inquisición;
el rojo de la espada;
el negro de la cruz;
he ahí el alma hispana;
yo no he visto alma más dolorosa, que
esa grande y dolorosa alma española;
toda la tristeza árida de sus campos
castellanos, se conglomera en ella; inconsolable y austera;
hasta su carcajada es triste;
¿hay algo más melancólico, que la alegría
que se desprende del Quijote?
el Quijote, bien leído, hace llorar;
es verdad que un ligero azul tiñe a
veces los cielos de esos cuadros, llenos de una mansedumbre de Infinito;
diáfanos al nacer el alba;
pero pronto se oscurecen;
el azul es un color italiano;
esos campos, esmeraldas en ocasiones,
con un frescor de primavera, donde florece una alegría de rosas;
pero pronto se descoloran, se entenebrecen,
entran en la sombra;
el verde es un color holandés;
su cultura varia, su pasión de arte, da
a veces a esos cielos tonos de un lila pálido;
pero pronto se diluyen y se esfuman:
mueren bajo la noche;
el lila es un color francés.
Místico, quiere decir: del misterio;
todos los poetas, obsesionados de
infinito, son místicos;
pero místico, no quiere decir
precisamente: religioso;
el misticismo y la religión, pueden hermanarse
y se hermanan, con una violencia sombría, que es como un estremecimiento del
dogma;
el poeta hace un culto del misterio, del
cual la belleza es la esencia.
El mundo es de los mediocres: sea;
pero la gloria es de los apasionados, de
los desmesurados;
lo excesivo reside en el poeta, como en
el mar;
un lago es limitado: el Océano, no;
¿qué mesura guarda la tormenta?
quitad al poeta la enormidad de la
pasión, y le habréis arrancado el corazón.
Plantemos para la eternidad;
plantemos el Árbol de la Vida;
la Vida es la Palabra;
de todo lo humano, la Palabra es lo
único eterno;
su sonido pasa;
su sentido queda;
profundo ha sido, profundo es, profundo
será, el sentido del Verbo;
el misterio se eleva melodiosamente del
fondo de la Palabra;
el culto de la Palabra, es el culto a lo
único proféticamente revelado: el símbolo divino; el Verbo.
Yo no he podido comprender el arte de escribir,
sino como una misión;
misión llena de dignidad, de seriedad;
he ahí el orgullo del escritor;
si he de hablar, lo hago de los grandes
cultos de mi vida: la Libertad y la Belleza;
y estos fragmentos hablan de mi alma;
permite que te lo diga con recogimiento,
como cuando se habla de cosas inmortales, hechas para embellecer este imperio
de las tinieblas que es la vida.
¿El milagro de crear?
fijar algo en el torbellino de las cosas
posibles y oscuras de la vida;
la vida, es un huracán de formas; un
tropel de símbolos;
fijar y descifrar, he ahí el hombre;
revelar la forma increada por medio de
la intangibilidad de la expresión;
descifrar el símbolo, fijándolo por la
humanización del vocablo; el aprisionamiento del ritmo; la traslación viva del
color; la fijación eterna del gesto;
inspiración y forma;
la energía misteriosa del pensamiento,
encarnada en la forma.
El poeta no es un temperamento;
el poeta, es una amplitud;
lo abarca todo;
todo cabe en él:
es lo ilimitado.
Admiración,
contemplación y meditación;
son tres rosas divinas estas palabras;
pletóricas de misterio;
admiración es comprensión;
es contemplando amorosamente, que se
llega a admirar apasionadamente;
por vía de iniciación;
es meditando con profundidad que se
llega a ver el corazón desnudo de la Verdad.
Yo soy un solitario a quien todo acto de
exhibición personal le parece innecesario;
no amo la publicidad cuando ella viola
mi soledad;
el enfrentamiento con el público no me
asusta, pero mejor si puedo evitarlo;
amo al pueblo como al mar, para
contemplarlo y agitarlo desde lejos;
pero no gusto de la caricia cercana de
sus olas;
ese monumento de eterna pasión dolorosa,
de ignorancias locuaces y vivaces, lleno de ultrajes y clamores, no atrae mi
ambición como para hacerme un pedestal;
mis palabras pasan sobre él, se posan
tal vez en él, como un ave viajera camino hacia lo ignoto;
pero no ama inmovilizarse en él, ser
esculpido sobre él, como una de esas águilas que ciñen sus alas como un casco a
las frentes bestialmente pensativas de ciertos Faraones de piedra;
la multitud, es el hoy, el mañana, el
siempre; llena de instintos insatisfechos, y de deseos inabarcables . . .
la faz de la multitud, esa faz inicial
de humanidad, modificada hasta lo infinito por el oleaje de todas las sangres y
de todas las desgracias, puede tener grandeza, pero carece de belleza;
una multitud, es un alma emanada del
número, un ser vago, movible, tenebroso: alma de eternidad y de crueldad;
la multitud, se doma, no se ama;
se la inmoviliza por el resplandor de
las antorchas;
los grandes domadores de multitudes,
provocan los rugidos, como los domadores de fieras;
la crueldad es el único encanto de la
multitud.
Cuando el salvaje
elemento de la envidia, cree haber devorado al poeta, organiza en su honor los
grandes funerales del silencio;
pero, el poeta como el mar, es más
grande que el silencio, y lo ahoga con sus versos;
y hace sonoro el silencio; sonoro como
la fama;
hace que el alma invisible y gigante del
silencio toque para él, las mil trompetas de la gloria;
el poeta, es siempre vencido por la
suerte, no es nunca aplastado por la crítica;
puede ser reducido a la impotencia, no
lo es nunca al silencio;
la voz del poeta es la pesadilla de los
mediocres;
¿qué no daría la insonoridad de la masa,
por reducir al poeta a la mudez?
ése sería su triunfo;
el pantano es el eterno envidioso del
Océano, como el crítico, es el eterno enemigo del poeta;
su cólera viene de su impotencia mental;
el alma de ambos es verde; verde como el
limo, lleno de reptiles.
El hombre es animal ingrato por
naturaleza y por temperamento; la carga que soporta menos es la de la gratitud;
es muy fuerte para sus hombros de insecto; perdona más fácilmente una ofensa
que un beneficio; por eso se le ve practicar más esa forma de la cobardía, que
se llama “ el olvido de las ofensas”, que esa forma noble de la memoria: “ el
recuerdo del favor “.
la ingratitud es la independencia del
corazón, dice el ingrato;
y el hombre, por vil que sea, tiende
siempre a la libertad.
El hombre, como todo animal bravío, está
hecho para ser dominado y explotado;
la mujer, como la multitud, es hecha
para ser cortejada, seducida, y abandonada;
el que no procede así, será el esclavo
de los hombres y el juguete de las mujeres.
Los siglos suceden a los siglos, las
generaciones a las generaciones, los amores a los amores, y el himno no se
cambia y el ritmo no varía;
el hombre y la mujer siempre los mismos;
la misma promesa, el mismo beso, la
misma posesión, el mismo hastío;
el mismo ayuntamiento, la misma
floración de carne germinando al calor de los abrazos y brotando a la vida, y
extendiéndose sobre este planeta, poblándolo de miserias y de sueños. . .
el mismo gemido eterno saliendo de la
arcilla miserable;
y Dios velando siempre la cópula, y
siempre sorprendiéndola y siempre castigándola;siempre condenando al hombre al
deseo, a la fecundidad, y al mundo del amor ;
“Creced y multiplicaos“;
y a ese conjuro la arcilla se fecunda,
hierve el lodo y al calor de ese fango brota el hombre.
En este momento el cielo se ha hecho
oscuro, lleno de nubes informes como un paisaje de humos, de flores
desmesuradas, de una ingenuidad primitiva, triste, como el fin de un sueño de
amor, con la tristeza infinita de las cosas, de donde se destaca una glacial
melancolía;
todo se hunde en la sombra. . .
El dolor es una fuerza; por el camino
del dolor se va hacia el amor.
Esta mañana, la silueta mágica de mi
hija Isabel, como un cisne blanco y melancólico, que semejaba en las losas
blancas y negras de mi casa lo albo de un pétalo en la onda turbia, atravesó
misteriosa y casta el silencio de la sala, llenándola con el resplandor de sus
ojos mágicos, con su sonrisa de luz, con la armonía cantante de su cuerpo, con
el rumor de su risa y sus labios, de los cuales se escapaba rumorosas sus
palabras, como el perfume de un jarrón de rosas.
Algunos pájaros se ocultan para beber,
porque obligados a hundir la cabeza en el agua, temen ser sorprendidos sin
defensa;
así el amor busca la soledad y ama el
misterio, porque teme ser sorprendido en el momento de apagar su sed en la onda
del beso; ciego con la ceguera del encanto;
ellos buscan la noche cómplice y
misteriosa, para confiar los secretos de su amor a la gran confidente negra, y
hablarse bajo su amparo y confiarse sus anhelos en el silencio inviolable.
Hay secretas armonías entre el fin y el
principio de un amor: una tristeza común los acompaña; los crepúsculos se
asemejan en la palidez melancólica de su luz;
el pensamiento tiene como la tristeza
grandes alas negras que proyectan su
sombra sobre la frente;
la posesión no vale lo que esta
misteriosa comunión de la quimera, esta fecundación del alma por el alma. . . es la ventura, que pasa la línea rosada de la
aurora cuyo día es oscuro; es el viaje hacia el amor, la peregrinación a ese
país ardiente.
Las islas están hechas para el amor;
lo dicen sus flores misteriosas y
sensuales como almas de mujer, llenas de aromas adormecedores y de efluvios
voluptuosos; sus pequeños bosques, sus arbustos con garbo de ninfas,
floreciendo bajo el palio de enredaderas tupidas, que los envuelven, los
abrazan, los coronan de flores y dejan caer sobre ellos su follaje como
cabelleras de cortesanas; la música de sus aguas como canción de náyades
dolientes; el murmullo desconocido de brisas y ramajes; la majestad exuberante
de su floresta, hecha para el beso enamorado de las almas;
en la noche, el viento pasa sobre las
islas, cargado con todos los perfumes de las montañas y los secretos del amor.
La castidad, es un hecho contra natura;
tiene la condición que hace imperdonable
un crimen: ser inútil;
es una rebeldía sin razón contra lo que
hay de sagrado en nosotros: la sangre y la pasión;
ser sensual es ser humano;
si Tiberio, Calígula, y otros personajes
siniestros de la historia, hubieran sido castos, habrían completado al
monstruo; por el amor y sólo por el amor fueron humanos; amaron la humanidad en
la carne tentadora, no apostataron de su origen, besaron la tierra madre,
sacrificaron en el altar de ese dios único: el placer. Rindieron culto al
fecundador eterno; fueron sensuales, es decir: fueron hombres; ésa es su
redención;
la castidad es hostil a la piedad;
la virginidad profesional es implacable;
la virginidad y la crueldad, son
hermanas;
¿hay algo más cruel que permanecer
virgen?
se principia en la propia tortura, para
acabar en la tortura ajena.
Las águilas heridas arrastran el ala
como las palomas; así las grandes almas tocadas por la flecha del amor se hacen
débiles como las almas vulgares;
el amor rompe la vida y todos los amores
no bastan para unirla luego; no se sueldan las alas de las águilas; destruir,
es el privilegio de esta pasión;
el amor como el águila desgarra el nido
que lo alberga; y aun cuando vuele, deja siempre las huellas de sus garras en
el nido abandonado;
de todas las pasiones, es el amor el que
más hondamente penetra en los raigambres del alma;
el hombre es un deseo perpetuo,
inagotable; la vida es una aspiración insaciable; este deseo y esta aspiración
hacen uno solo, cuando el rayo del amor los funde;
el amor se identifica con la vida y
apoderado de ella no la deja sino hecha cenizas como una llama a un árbol de
resina;
el amor quema, da la vida, mata, y sólo
se deja con la muerte.
Esta noche la Luna, como un pájaro
mitológico prisionero en una red azul con puntos de oro, ascendía al horizonte,
triste, como a lentos golpes de ala, en la quietud intangible del espacio, en
la gloriosa apoteosis del silencio;
las nubes, como cisnes con las alas
abiertas, encorvado el grácil cuello, la seguían en su ascensión, en la actitud
extática de esos serafines, que sostienen la hostia santa en los frescos
piadosos de Fray Angélico y en los misales de colores de viejos monasterios.
la noche tibia me envolvía en efluvios
de jazmines; de mi jardín escapaba por sobre la reja, trepador, con sus flores
blancas y fragantes, como vírgenes en el claustro, que salieran a mirarlos;
el perfume es enervante como el alma de
las flores, llenando la atmósfera cálida; un concierto extraño de armonías
desconocidas está en el aire, como si el alma de la noche sollozara, desgranándose
en los tonos de un ruiseñor enamorado.
Siento envidia por los valles
florecidos, en donde brilla el Sol, canta la vida y revienta espléndida la
floración carnal de los deseos;
mi alma puede aislarse en su soledad,
alimentarse de su grandeza, vivir absorta en su propia contemplación como los
dioses orientales, calentándose al calor de su genio, inabordables, implacables
. . .
pero los que estamos vírgenes del
desengaño de la vida, que sentimos, como una mariposa de oro la ilusión
jugueteando en el cerebro, la poesía como una estrella misteriosa iluminando
los limbos del alma soñadora, el sentimiento como una fuente de felicidad
brotando gota a gota, hasta hacer caudal de rumores en el corazón, antes lecho
seco, cauce ardido del hastío, y el Amor despuntando como un Sol del trópico
sobre el alma hecha un bosque en primavera;
¿ hemos de renunciar a la vida, a la
ventura, destruir nuestros ídolos, apagar todas las luces, pisotear todas las
flores, cerrar todos nuestros templos y correr a esos desiertos del alma, a
encerrarnos en nuestros gélidos templos del orgullo, solitarios y fríos , donde
extraños monjes maceran su corazón y predican el culto a la sensualidad, el
dominio del cerebro, el reinado animal del sexo, y la extirpación del
sentimiento como la más vergonzosa debilidad de nuestra vida?
¿La política? La desprecio;
ciencia corrompida y corruptora,
prostíbulo infamante, mercado de almas, feria vil de las conciencias, arena del
engaño, donde el cinismo es todo y el mérito es nada, madre de los audaces y de
los nulos, maldita ciencia del manejo de los hombres; yo sé algo de ella;
¿la literatura?
la conozco también; yo sé de esa feria
de la lisonja, y de ese mercado de la envidia hostil;
¿el periodismo?
cada diario es el templo de un hombre, y
de cada frase hace un incensario para el despotismo, una rosa abierta ante el
altar de la mediocridad gobernante.
La ingratitud mira el honor como un
desafío, orgullosa de ser imperdonable, y se alboroza con el horror de su
condenación;
el ingrato tiene necesidad de ser vil;
el remordimiento la persigue como un
aguijón, y se revuelve furioso, como un hombre empujado a una hoguera por manos
invisibles;
añadid a la ingratitud, la envidia, y
habréis hecho el ejemplar más completo de humanidad monstruosa;
¡raza melancólica, raza herida del universal
desprecio, raza de Caín!
Lo que hace la fuerza de las mujeres, es
que osan emprenderlo todo, persuadidas, con razón, del poder invencible de los
pequeños medios y del olvido universal.
En esta tarde gris, las campanas del
templo doblaban a muertos, y la vibración metálica pasaba sobre el camposanto
como la voz consoladora de una madre que pasa rezando cerca del lecho de sus
hijos dormidos;
una brisa suave acariciaba las rosas
blancas, como si besara el alma de los muertos;
estatuas de ángeles y cruces protectoras
tendían hacia mí, sus brazos desolados como diciéndome: ven, descansa a nuestra sombra; nuestros
brazos y nuestras alas cubren la única ventura, la de la Nada;
la materia es Dios;
ven, disuélvete en su seno infinito, en
la beatitud suprema del No-ser;
La muerte es la paz.
Conocí a un poeta;
había aprendido el lenguaje de los
dioses en coloquio con la naturaleza virgen de
la Isla de Gran Canaria;
abejas salvajes, más rumorosas que las
que pusieron su miel en los labios de Homero, colocaron en los suyos todo el dulzor
poderoso de las colmenas;
sus ojos habían sentido el éxtasis de la
belleza ante los horizontes infinitos de sus mares, en el fulgente esplendor de
sus auroras, en la indecible melancolía de sus crepúsculos;
extrañas voces le habían hablado al oído
en las nubes misteriosas y pájaros familiares le habían acaso enseñado el
secreto de los cantos y de los ritmos;
era un poeta libre;
había sentido nacer su inspiración en ese
alumbramiento doloroso de tristezas sin nombres, de anhelos incomprensibles, de
desesperaciones sombrías, de quimeras encantadas, de horas dolorosas, en que la
flor del sueño se abre en el cerebro de los hombres destinados al tormento
glorioso de la inspiración;
durante toda su vida, cantó como un
pájaro que trina en la rama de un laurel;
ha muerto, y su alma se engrandece en el
sueño, junto al recuerdo y el olvido.
Nada más complejo que un sentimiento;
se forma de tantas cosas, tiene de tal
manera oculto su raigambre en lo más oscuro del alma, que permanece casi
siempre inexplicable, y por eso nos engaña.
Por cambiar de objeto la pasión no
cambia de naturaleza, tiene siempre su causalidad y su fin en el limo de
nuestra carne, círculo cuyos extremos se juntan y se confunden no se sabe dónde;
las pasiones rompen brutalmente el
corazón;
la rebeldía engendra el odio;
la sujeción engendra el disimulo.
Cuando no
sentimos amor, rara vez se siente compasión;
y si de ese amor permanece un deber, el
odio lo substituye.
El amor es un duelo, el duelo de la
especie;
en ese duelo formidable entre el macho y
la hembra, el vencido es implacablemente devorado;
tal ha sido, tal es el drama, desde las
cavernas del hombre primitivo hasta los lechos perfumados del hombre actual;
varían las condiciones de lucha, pero la
lucha existe.
Lo que hace inconsolable la lucha del
amor, es el fondo de mentira permanente que vive en él;
es como un espejo sobre un pantano: no
hay de verdadero sino el fango;
el sexo, como la abeja, muere de su
victoria;
no sobrevive en él sino el deseo, el fantasma del amor.
En los pequeños bosques que rodean mi
casa duerme el silencio, y la sombra de las altas montañas caen sobre el valle
como las alas negras de un águila herida;
todos los colores de la tarde se funden
en un desvanecimiento ideal de tonos lánguidos, en una cristalización mágica de
azules, como si avalanchas de rosas y de violetas pálidas se deshojaran en el
horizonte, en la vaga irrealidad de un sueño;
en la placidez de la tarde, la luz se
alza como un ave roja en el fondo azul de una heráldica sagrada;
el paisaje se borraba bajo la caricia
inquieta de la sombra y del misterio;
en mi jardín, las rosas de otoño
agonizaban en una evaporación de holocausto; los jazmines abrían la impecable
blancura de sus pétalos, como grandes cirios ante el altar de dioses
invisibles y, bajo el cielo como un
ramo de pétalos, asomaban temblando las estrellas . . .
El sexo es siempre ridículo, muy raras
veces trágico, nunca sublime;
lo trágico del sexo son los celos, que
es una vulgaridad, y la venganza que es una imbecilidad;
en el más sombrío drama sexual, siempre
hay un punto risible;
la persona que se venga, es terrible sin
dejar de ser ridícula;
lo grotesco, es el alma del amor sexual;
las sorpresas o la infidelidad son
siempre monótonamente bufas, intolerablemente necias, como todo lo que tiene
relación con el sexo.
Perpetuar la vida por el amor, es el
único fin de la Naturaleza;
no pecar, es el único pecado en el Amor;
sólo quien no peca, ése es pecador;
sólo aquél que no da el Amor, y no se da
al Amor, es amante del mal.
¡Ay de quien ignoró el Amor!
Aquél que trazó fronteras sobre el campo
de la tierra, ése robó a sus hermanos;
fue el arado de Caín que marcó los
primeros límites de un campo, y es la sombra del fraticida la que se alza sobre
el término de todo predio;
él creó la propiedad;
y de la propiedad nació la servidumbre;
porque el propietario tuvo necesidad del
esclavo, y lo encontró como una larva, en los surcos de la tierra que labraba;
y el hombre fue esclavo del hombre, y
perpetuó su esclavitud, respetando la propiedad;
para sancionar ese robo nació la Ley;
para predicar la Ley, nació el sacerdote;
para aplicarla, nació el Juez;
para hacerla respetar, nació el verdugo;
el hombre desapareció y ya no quedó en
pie sino el esclavo;
de una lado la humanidad, del otro el
César;
y el crimen fue igual en el César y en
el esclavo, porque toda esclavitud es voluntaria.
En un desmayo místico de vagas
claridades, mueren los rayos últimos del Sol crepuscular;
azules diáfanos de calma y de silencio;
ternura de la hora augusta y maternal de
la tierra;
al beso de oros vírgenes de las flechas
del Sol, tiembla el follaje azul . . .
se estremecen los árboles al soplo del otoño,
que amarillea los campos;
el bosque es una feria de mil colores
pálidos, colores de agonía . . .
el vuelo de los pájaros reviste una armonía
extraña en el aire;
sus alas son líricas bajo la voz del
viento, que las hace sonoras;
en las penumbras soñadoras, se ve una
sombra pálida, inmóvil, extática, como una aparición;
¿es un melancólico rosal, abierto todo
en flores?
¿es un rayo de luna?
Estoy en silencio;
parece que un río de música secreta
extiende sobre la tarde, la sinfonía de sus olas;
una vibración musical, parece cantar en
todos los rincones;
sueño . . .
siembro la simiente del cielo, y los
pájaros de la noche la devoran;
no lograré una cosecha de estrellas,
porque la roca es más poderosa que el grano, y el grano será podrido en las
entrañas de la piedra;
no germinará;
he ahí que yo vine entre los hombres a
traer la Verdad, y ella no arraiga en el corazón tenebroso de mis hermanos;
aquellos que deberían creer no lo hacen,
porque nadie es profeta para aquellos que lo vieron nacer y, aquellos que
llevan mi sangre, serán los últimos en reconocer la supremacía del espíritu;
sordos y hostiles los moradores de la
casa que me vio nacer;
los míos me desconocen y me niegan;
aquellos que me siguen no me comprenden
y confunden o ignoran el sentido de mis palabras;
la libertad no reinará nunca sobre la
Tierra;
eternamente habrá amos y esclavos;
eternamente el hombre será el siervo del
hombre;
los sueños son estériles.
Para Dios, como espíritu creador, no
existe el pobre ni el rico;
el débil o el fuerte, ni el bueno ni el
malo;
bondad, maldad, pobreza, riqueza . . .
todo tiene un sentido social artificial.
Para Dios sólo existe el ser pleno;
la ola del mar actuando según sus
tendencias naturales;
obedeciendo a la ley escrita en el Libro
de la Vida.
Tus lágrimas valen más que las estrellas;
la lágrima es agua y dolor;
la estrella es sólo gas incandescente.
Quien ve no cree en la ceguera, del
mismo modo que un vivo no cree en la muerte.
Los vivos creen en la inmortalidad;
viven ignorando la muerte;
conocer la muerte es ya morir.
Saber y ser son una misma cosa.
El remordimiento no anula el crimen;
todo acto es indestructible.
¿Que vale echar abajo una casa si queda
en pie eternamente en el tiempo en que existió?
Queda en pie contra la voluntad de los
hombres y de Dios.
El tiempo en su profundidad es inmóvil y
se llama Eternidad.
El amor es hijo del dolor;
fue el amor el que transformó a los
dioses en Dios;
y pretende transformar a los hombres en
Hombre;
es un trabajo de relámpagos fundiendo
bronces;
volatizando en vida la materia;
golpeando la roca del egoísmo hasta que
brote de ella el agua
El amor es un ángel que se alimenta de
lágrimas;
el amor platónico es también un ángel,
abstracto y deslumbrante, que se alimenta de luz.
Encanta pero no conmueve.
El hombre prefiere la emoción a la
belleza, y el calor a la luz:
El hombre es un animal apasionado.
Ser feliz o desgraciado es una cuestión
secundaria;
lo que importa es ser.
Antes las llamas del infierno que el
hielo absoluto de la Nada.
El deseo del hombre es ser;
ser por lo menos un nombre grabado en
una piedra sepulcral.
¡Cómo se transparenta en esta
encantadora ingenuidad el horror al aniquilamiento total!
Quien cambia interiormente, cambia
también por fuera;
comparad el perfil de una estatua clásica
con una pintura medieval;
la primera es esculpida y la segunda,
pintada;
la pintura es radiación de color de la
escultura, es más un sentimiento que una forma;
la estatua surge a la luz del sol y el
cuadro en la penumbra;
volvamos a comparar estos perfiles con
el de este hombre actual, vestido de azul, y torturado por ideas fijas;
no se trata de una obra de arte;
es otro infierno;
la fábrica, construida de hierro y
cemento;
he ahí todo el paraíso de la Humanidad,
desde Homero a Ford.
La voz completa a la criatura;
enmudecida, se esfuma en el propio
silencio que la envuelve;
porque el silencio es hermano de la
sombra;
sombras y sombras que van a llevar una
luz a todo el mundo.
El sueño de la espera se prolonga
bastante;
la marea viva del espíritu retrocede a
los confines de la Inmensidad dejando pedruscos al descubierto, arenas y restos
de algas secas;
pero ha de regresar la nueva ola;
el hombre de hoy distraído con los
juguetes de la electrónica y la mecánica, volverá a cumplir su destino de
elevación perpetua hacia Dios;
el destino verdadero del hombre es
conocer y amar.
¿Alucinación? ¿Delirio?
La verdad se siente viéndola, porque
sentir es ver directamente;
pensar, es ver tan solo un retrato.
¿Qué importa que el Sol sea negro y frío
si el calor de sus rayos nos quema y su luz hiere nuestros ojos?
Razón y delirio derivan de la misma
fuente de donde brotaron los versos de Homero y las piedras de las Pirámides.
Todo es la misma energía esencial, la
misma vibración indefinida, a la que han puesto un nombre que no dice nada.
El hombre es cielo y tierra, espíritu y
materia.
Como espíritu, quiere la libertad contra
la fatalidad;
y la inmortalidad contra la muerte.
Quiere un absurdo y ha de alcanzarlo.
El hombre surgió de la lógica de las
cosas;
como si toda la lógica tuviese como
finalidad un absurdo;
como si la
Naturaleza, después de un trabajo inmenso, hubiese enloquecido;
y enloqueció, al engendrar al hombre.
Se transfiguran las almas y las cosas.
El dolor, el amor y la esperanza ganan
nueva fisonomía.
La palabra hermano es nueva, como las
estrellas cuando nacen;
dolor que vibra en luz de amor.
Todo se une del mismo modo que las olas
se tocan en aquel punto en que todas comienzan a ser mar;
el mar está en cada ola y las olas están
en el mar.
El mundo se transforma ocultamente en el
subsuelo.
El dolor enardece la sensibilidad
interna que, al exaltarse, gana misteriosos puntos de contacto con las fuerzas
universales.
El dolor despierta en nosotros el ser
profundo;
se percibe la palabra que resucita a los
muertos;
se escucha la palabra de los poetas;
¡Qué murmullo de luces en el
silencio!
Cada luz es una lágrima, y murmura
porque brota, nace . . .
el nacimiento del ser es un cántico de
lágrimas.
Dios está en las lágrimas y las
estrellas.
El fuego arde en cuanto haya combustible;
habrá vida en cuanto haya muerte -
leña;
habrá siempre vida, pues la vida es una lucha
continua:
no hay victoria, no hay lucha;
luchar es lo que realmente equivale a
vencer;
sufrir es vivir y vive todo lo que
existe sintiéndose existir;
la vida es una sensación de existencia.
La Creación es el antro del dolor;
matar y morir es toda la actividad de
los seres, que se devoran unos a otros para darse entre sí la sensación
terrible de que existen;
a fuerza de sufrir, esto es, de sentir
su existencia, el hombre alcanzó el estado consciente y social.
El sentido del tacto, el primero y único
sentido, fue abierto a fuego en carne viva y su conversión en consciencia.
Nos vemos en espíritu en el espejo de
nuestro llanto.
Vivir es matar y morir.
Los seres se devoran unos a otros para
que todos sientan la vida, se devoran por amor.
La ferocidad es sensualidad, amor
brutal, primitivo.
El león escoge la presa más amada, la
más revestida de carne a su gusto.
El hombre escoge la presa más querida y
se equipara a las fieras.
El hombre no es humano ( humano es Dios ), ni la propia luz es luminosa.
Pero la luz alumbra y el hombre revela a
la Humanidad.
En el fondo sólo hay amor, o de garras
afiladas o de manos erguidas en oración.
Hay una distancia enorme entre nuestro
ser verdadero y nuestra apariencia ficticia;
la apariencia esconde la aparición;
el cuerpo esconde el alma;
nuestro imaginar no ignora tal
distancia.
Todas las cosas están hechas de la
niebla que enturbia la pupila de los ciegos.
Pero la imaginación es la forma
libertada y trascendente de los sentidos;
observa la realidad tornada espiritual
por gracia de la memoria.
La imaginación es la flor etérea de los
sentidos con raíces en la tierra y se abre en pleno azul.
Ejercemos nuestra actividad en dos
campos distintos, en dos márgenes bañadas por un río desconocido;
en una de ellas está el cuerpo en que
existimos;
en la otra el alma en que vivimos;
en el centro, la corriente fantástica y
sin fondo, con nuestra figura reflejada, que somos nosotros mismos en cada
instante pasajero;
yendo en el instante que parte;
viniendo en el que llega;
emergiendo del futuro, desapareciendo en
el pasado, en tránsito perpetuo.
Morir es quedar en una de las márgenes.
¿En la de la vida como los ángeles o en
la de la existencia como los árboles?
La orgía y el placer, la castidad y el
ayuno, son formas de la misma insatisfacción enloquecida;
de ese deseo absurdo que hace desvariar
al hombre;
y a su cuerpo de fauno y a su alma
eterna de bacante, roja y encendida;
o apagada y color ceniza.
La Historia escrita por los hombres no
es hecha por ellos;
son meras sombras proyectadas en una
pantalla.
Está hecha por un espectro visible que
nos dirige;
con finalidades sólo por él conocidas.
La imagen del sufrimiento, al llegar a
nuestros ojos, desea conquistar nuestra realidad;
como todas las quimeras que se nos
encienden sobre la cabeza.
Quien busca el placer en el dolor ajeno,
acaba por encontrarlo en su propio dolor.
La contemplación conduce a la actividad;
ver sufrir es ya sufrir;
ver devorar es quedar bajo las garras de
una fiera;
contemplar el martirio, es empezar a ser
mártir.
El dolor es Eva seductora, porque sufrir
es vivir.
¿Y cuando sufrir es más que vivir?
Cuando el dolor se diviniza y nos da la
sensación de la vida eterna.
Sueños monstruosos, crueldad sibarítica,
abominaciones . . .
todo lo que Satanás idealice, gana
realidad en este mundo;
Es por eso por lo que el infierno y el
mundo se confunden.
¿Hasta dónde resultan todas las formas
unas de otras?
Si la mentira es infinita es estúpida la
pregunta;
pero si es finita, la respuesta
pertenece al Creador.
Las formas resultan unas de otras y
ninguna existe realmente;
pero el espíritu concibe una forma
propia y adecuada;
el espíritu es la definición de la materia;
una definición arbitraria en la que
comprendemos mejor lo definidor que lo definido.
La conversión del alma material en espiritual
es un tránsito misterioso;
como el del ser animado al consciente;
el alma material, caída en el
escepticismo y en el ateísmo, debería evolucionar dentro de una concepción
materialista de la existencia;
muertos los dioses clásicos surge un
dios romántico;
Apolo rompe sus líneas inertes y
perfectas de estatua, y en vez de morir, se reanima idealmente y de su mármol
mutilado sale el cuerpo vivo de Jesús.
Metamorfosis operada por ignotas
influencias, venidas del Más Allá del tiempo y del espacio.
El mundo fue de la poesía en los
primeros siglos de nuestra Era;
¿se repetirá ahora, en el próximo siglo,
el milagro?
¿Volverá a aparecer el dios de los
poetas contra el de los sabios que sólo creen la materia y con ella fabrica
explosivos, gases y máquinas?
En esta orgía industrial moderna,
parodia en hierro y electricidad, el hombre está muerto o separado de su
espíritu.
Existe, pero no vive.
Existe a mil kilómetros por hora, pero
con la vida parada dentro de él.
Vida inerte en una existencia delirante.
Seducido por el ruido y el movimiento;
dos facetas de esta civilización del
siglo XX;
integrado en un sistema mecánico, es
solamente un engranaje.
El ideal de la ciencia es la muerte
absoluta: la muerte del cuerpo y del alma.
El hombre, desviado de su destino, que
es ser consciencia universal, miente su propia naturaleza y pierde su razón de
ser.
De ahí la parálisis moral en que yace y
la velocidad que lo desvaría y lleva para el sepulcro.
Pretende eliminar el espacio y el tiempo;
convertirse en una entidad ficticia;
siempre imagen abstracta, perpendicular
a un sueño vertiginoso.
En el teatro clásico, la tragedia estaba
en la máscara;
terror abierto en el metal o en la
madera.
Había en ella una expresión fingida y violenta
de exageración macabra;
la psicología de máscara clásica es
infantil.
La Antigüedad es la máscara infantil del
miedo;
el niño aterrorizado ante todo;
la tragedia es un grito de niño perdido
en la noche.
La tierra natal es nuestra madre y
tenemos otras madres aún: nacemos o renacemos a cada momento, cambiamos de
vientre a cada instante y no conseguimos andar, aquí afuera, pastando al Sol y
apoyado en cuatro patas.
Sí, renacemos del Todo y de una Nada,
hasta de una frase oculta en el aire o posada en un papel, hasta de un harapo
de mendigo.
El hombre nunca sale de las entrañas
maternas, a no ser para la tumba.
Sólo los animales encuentran natural la
Naturaleza.
Ante un alma, las cosas se transfiguran,
porque tocadas de etérea claridad, se revelan íntimamente;
de la extrañeza del hombre ante el
mundo, nació la luz del mundo.
Así como el espanto es la primera acción
creadora del pensamiento, la última acción de éste es destructora;
crear para destruir, he ahí el destino.
De la acción y reacción de nuestras
herencias en conflicto, resulta nuestro carácter original, opuesto a los dos
elementos de que deriva;
el hijo contra el padre.
Cada animal de la tierra es un sentimiento
celeste caído de las alturas;
como los ángeles rebeldes, que fueron
los verdaderos;
hechos de una sustancia negra, pero real;
y no de ilusoria blancura, como los
demás.
Sus alas, ennegreciendo, ganaron peso y
se libertaron de la Nada.
Todas las cosas profundamente vividas
participan de la esencia de la vida;
el objeto de mi creencia existe, por lo
menos tanto como yo;
es una forma de mi vida, de la actividad
que el espíritu ejerce a través de los seres;
la idea de Dios en el hombre es el propio
Dios revelándose humanamente;
Jesús es un nombre cualquiera de Dios,
como Antonio, Silvestre. . .
un apellido del espíritu o del origen,
ese punto donde se propaga la sensibilidad planetaria.
El Universo es un sistema de vibraciones
sensibles que se conjugan en un todo armonioso y en una aspiración al estado
consciente;
conocer y adorar es nuestro destino
verdadero;
si lo traicionamos será inútil nuestra
existencia;
basta la de los otros animales para
llenar la tierra de estupidez.
La ciencia es conocimiento de la materia;
religión es conocimiento del espíritu;
ciencia y religión se desenvuelven como
dos paralelas que se tocan en el Infinito.
No somos el espíritu ni el cuerpo, sino
el encuentro del cuerpo con el espíritu;
el relámpago, el instante en que la
imagen se refleja en el espejo.
La patria, la ley, la tradición, pesan
en las almas como piedras; orgullo
y fanatismo, dos sentimientos de la misma naturaleza que las rocas;
el odio es hambre de antropófago: el
odio y el amor.
Lo que se exagera, muere;
el instinto de conservación de la
especie, exagerado, es prostitución.
El lupanar es un templo de Venus
monstruoso.
La comida exagerada provoca el vómito
porque el hombre es un chimpancé delirante, creándolo y destrozándolo todo.
El pecado es fecundo y tiene forma
carnal y de mujer;
de sus pechos mana la leche de vida que
se explaya por la bóveda de la noche.
Pero la virtud es estéril en su belleza,
cuerpo de santidad reseco en Dios, momia de altar.
Aparecer es una palabra que se enlaza
con el origen de las cosas y con nuestro deseo más íntimo, que es revelarnos en
el horizonte, rasgar las tinieblas con luz.
Aparecer es también un acto de vanidad.
Es la vanidad y auto-conocimiento,
embellecido instinto o recuerdo de una grandeza misteriosa, nosotros ante
nosotros;
sorprendidos infantilmente.
Ved al orangután, espantado de ser
hombre;
imaginándose capaz de ser dios;
o mejor aún, de crear dioses.
Pero hasta en la vanidad hay humildad,
aquel espanto. . .
Y he ahí el motivo por el cual no somos
dioses verdaderos;
o por lo que no somos en verdad.
A cada sí responde un no.
El sol del mediodía tiene un resplandor
universal;
a esa hora, el panorama es de una
realidad absoluta;
sólo existen la forma y el color.
Soy nada más que una mirada o contacto
doloroso con la existencia, que la acepta y nada ofrece a cambio.
Estoy delante de una roca, como Dios
delante de mí.
El aire suspende la respiración.
Sobre todas las cosas se cierne un
silencio extraño y en todas ellas se descubre un no sé qué de apariencia
última. . .
La sombra de una nube se ensancha, toda
negra sobre el camino, y ya se confunde con mi silueta en el suelo pedregoso;
las dos van a encontrarse: la nube del
cielo y mi espíritu de poeta;
un encuentro es siempre nupcial, hasta
el del verdugo con la víctima.
Todo encuentro es iluminado por la
antorcha de Himeneo.
¡La antorcha se enciende en pleno azul
del mediodía!
Es un resplandor maravilloso precipitado
desde las alturas y un grito incandescente.
Sufro como los niños al nacer, el
tránsito del calor del vientre materno al frío de aquí afuera.
Veo siempre delante de mí un perfil de
ángel, de color rojo sangre;
soy un vacío cruzado por llamas.
Y la luz que escucho es la que alumbra,
porque sólo existen ondas sonoras de la misma música infinita.
El desierto se ha convertido en vergel.
Busco los senos de la madre, la fuente
de la nueva vida;
me siento aéreo, sólo amor;
personajes fantásticos me rodean;
desde hoy, la claridad será lumbre, el
amor pasión y la razón, locura.
Estoy herido por ese golpe de relámpago;
es una llaga incurable.
Quiero perderme en la oscuridad, como una
rama cualquiera de un árbol;
la sombra lo devora todo.
De tiempo en tiempo, una estrella, un
grito en el silencio.
El sol se casa con la alegría y la
claridad de la luna con la tristeza.
Son dos puntos de unión entre el
Universo y nuestra alma;
en la alegría está el secreto de la luz;
en la luna, el de la melancolía;
como en la esfinge de piedra el secreto
anímico de las cosas.
La ausencia es más clara que la
presencia.
Estamos hechos de una sustancia que
cuando desaparece es cuando se nos muestra.
Las cosas se revelan en la memoria mejor
que a la luz del Sol.
La memoria es una prolongada
continuación de los sentidos;
está por eso en íntimo contacto con la
realidad.
Sólo existe lo que en ella se fija.
Si recuerdo un sueño es señal de que
existe como cualquier nube.
Quien no sueña está muerto.
El mundo, tal y como es, nada vale.
Es preciso que sea conforme a la
concepción de nuestra fantasía, creadora de belleza.
Este antagonismo entre el mundo y el
alma humana sería incomprensible si no viésemos en él la propia razón de
nuestra actividad moral:
el perfeccionamiento de las cosas, su
marcha para un fin.
El hombre es el único animal que no
coincide con el mundo;
su destino es dilatar el mundo hasta
donde alcanza su fantasía;
hasta el cielo.
El mundo es cielo materializado y
condensado;
para que las patas de los animales
encuentren un punto de apoyo en el Infinito.
El hombre es la definición de la
Naturaleza;
aislado en su existencia, es sólo un
esbozo indefinido;
integrado en la vida humana, se dibuja
como un todo armonioso;
es cuerpo y alma coexistiendo, a la
manera de dos esposos.
Sólo por intermedio del dolor, convivimos
con nuestra verdadera persona;
aquella de la que somos un ilusorio
simulacro.
La felicidad y el placer amortiguan los
puntos de contacto entre nosotros y nosotros mismos;
porque son movimientos dispersores,
hacia fuera.
Pero el dolor es una llamada a la realidad
interior de nuestro ser;
es, agravado, el sentimiento que tenemos
de nosotros mismos.
El deseo de partir. . .
ese deseo que levanta el polvo de los
caminos e hincha las velas de los navíos.
En el barco de vela no hay tan sólo
comercio;
hay otra cosa enamorada del viento, un
ala de ángel que vuela;
que arrastra un vientre cargado de
mercancías.
Los placeres sensuales inutilizan al
hombre para todo lo que no sea gozar la vida efímera de la carne;
y gozarla hasta el máximo, fuera de los límites naturales.
También el misticismo inutiliza al
hombre para todo lo que no sea la otra vida.
El hombre es siempre una fuerza
antinatural o sobrenatural, enloquecida.
Exagera todos los placeres y todos los
dolores;
es un loco seducido por la muerte.
Cada persona porta en su rostro la idea
que tiene de la vida;
los que no tienen idea alguna, recuerdan
antorchas apagadas, cenizas.
El gesto del niño y del ángel se
confunden en la misma quimérica realidad;
es la materia ilusoria en que se modelan
las risas y las estrellas;
la misma llama abrasadora y refleja.
Cada cosa no existe en sí, pues resulta
del encuentro de otras;
que de otras proceden, a su vez,
y así hasta una unidad tan sólo ideal.
El temor hizo a los dioses, cantó
Lucrecio;
el miedo es pagano;
la Antigüedad es la máscara del miedo;
el Hombre rasgó la máscara y descubrió
la faz del Amor.
La máscara del miedo oculta la faz del
Amor.
Entre el miedo y el amor hay un espacio
ascendente que se ilumina;
como entre el infierno y el paraíso;
espacio que liga y no separa.
Cuando el alma vence al cuerpo debilitado,
surge blanca y divina;
después de la desnudez del cuerpo, la
desnudez del alma;
la misma sinceridad o impudor.
La diosa madre del cuerpo es la
Primavera.
El hombre, cuando llega a cierta edad,
invoca la infancia;
desea conciliarla con la vejez;
este deseo es nuestro dolor.
La cuestión es que el deseo se haga
ardiente y convierta dos cadáveres en un nuevo ser vivo o nuevo Dios.
El alma es el valor de Dios;
como Dios es el valor del alma.
El alma sin Dios sería ala sin azul y
vela sin mar, un absurdo.
Por eso la ciencia no satisface al
hombre.
Nuestro ensueño va más allá,
insatisfecho, ávido de Infinito.
Esta avidez de Eternidad es la
característica humana;
porque el Infinito existe.
Nos rodea por todos los lados, como
rodea todas las formas de la existencia.
¿De qué sirve bajar los ojos, si las
estrellas, allá en lo alto, no se callan?
Hay una polvareda de gritos incandescentes,
esparcida en la bóveda de la noche.
Son gritos del Misterio;
es el misterio llamado por los poetas.
¿Quién no los oye espantado y pálido?
¿Cómo eludir el enigma de la Creación?
¿Cómo huir del Creador, si su sombra nos
persigue, dentro y fuera de nosotros antes y después de todo?
La luz nos da en los ojos estúpidos, que
no la ven;
sienten el contacto luminoso, pero no
abren los párpados.
¿Para qué sirve sentir?
¿Quién cree en el sentimiento, ese
fantasma ilusorio?
En la razón, sí, aunque derive de la
misma calavera;
donde nunca entró una antorcha encendida;
donde se crían dioses y monstruos.
Contemplo el mar azul, que mi nave
recorre, alada y caminante;
con un ala enorme y mis pies agitados,
hiriendo el suelo;
levantando partículas de polvo blanco;
del mismo color de la vela de mi alma
desplegada en el aire.
Más que a la muerte, tememos las sombras
de los muertos;
en la sombra de las cosas es en donde
está el alma tenebrosa;
el principio malo, aquel silencio
enigmático que emana de una boca feroz.
El hombre actual adquirió una ciencia
realista, coordinadora de los fenómenos naturales;
es un ser libre de prejuicios;
todo él contenido en su relieve material;
y, por eso mismo, teme más a la muerte
que a los muertos.
Perdió la creencia en los muertos para
creer sólo en la muerte.
Después de la música vaga y dispersa, el
ruido limpio como flecha de metal.
El silbido de las sirenas de las
fábricas, después del canto de las sirenas mitológicas.
Venus es la diosa de la sensualidad, que
es el instinto creador;
este divino instinto, cuando se exagera,
enloquece al cuerpo;
lo diluye en un exceso de placer en el
que se ante-goza la muerte.
Es una enfermedad innoble;
produce toda clase de vicios malolientes;
porque el hombre es un mono enloquecido;
en un sentido etéreo da el ángel;
en un sentido inferior da la bestia.
¿Quién reconocerá al amor en la castidad?
La castidad es el amor aislado en su
torre de marfil.
En esa torre se desespera e intensifica;
y, su energía, se hace infinita.
Expandiéndose, dilata el espíritu;
del mismo modo que la sensualidad
satisfecha multiplica la materia.
Hoy he visto un cuadro.
Un rebaño de ovejas en un otero, y un
pastor tocando su flauta;
un buey metido en la hierba hasta el
corvejón;
irguiendo su hocico a las nubes, con un
mugido triste;
pensativo, rumiando lo que le sube del
estómago a la boca;
como nosotros rumiamos ciertas penas
indigestas.
Y es otro cuadro eterno el de aquella
madre con un hijo al cuello;
con el mundo como pedestal bajo sus
pies.
La madre esculpida en el aire, y el
mundo asentándose en el Vacío.
El misticismo es acaso una forma trascendente
del instinto sexual;
porque el deseo es la propia esencia de
las cosas y de los seres;
el ígneo verbo;
una fuerza creadora opuesta a la muerte
y que mata por exceso;
es decir, elevado a un cierto grado de
locura.
Si el animal enloqueció para ser hombre,
el hombre enloqueció para ir más allá de
la Humanidad.
La prostitución es una especie de
misticismo febril del cuerpo;
y el misticismo es el alma entregándose
desnuda a todos los besos y abrazos de su divino Amante.
Pervertimos la vida de tal modo que
ridiculizamos su origen;
envenenamos la fuente.
Echamos a perder el amor, como la
comida,
exagerándola hasta la indigestión o
reduciéndola a las migajas del hambre.
En el sentimiento de la crueldad se
entrevé la imagen de la presa devorada entre los árboles primitivos;
todos tenemos en el fondo de la memoria
manchas indelebles de sangre derramada por nuestras uñas, que fueron garras
feroces.
¡Y cuántas veces nuestra alma se tiñe
aún en esa sangre y nos sube, roja, a los ojos!
¿Y el vientre de serpiente, no hincha el
tronco de ciertos hombres de negocios?
¿Y la risa del tigre no la vemos aún en
ciertas bocas?
El hombre es un ser perverso;
porque en él la bestialidad heredada
contagia su desenvolvimiento espiritual,
que toma aspectos monstruosos.
Adoro a Apolo, a la Aurora y al Céfiro;
el alma de las cosas hecha mariposa.
El Céfiro es el alma de las cosas y el
espíritu de Platón.
Vuela por entre las palabras del poeta,
como entre las hojas de los árboles.
Y es el amante alado de Psique, que lo
vigila durante el sueño con una lámpara en la mano.
En toda cuestión filosófica o religiosa,
por trascendente que sea, interviene en verdad el espíritu, emanado de las
alturas;
pero también, y a su lado, aparece la
voz existencial, gritada por un animal ridículo;
¡y este animal es el que ganó presencia
viva en nosotros;
a costa de un formidable esfuerzo durante
una eternidad!
¡Y lo extraordinario es este animal
ridículo!
Para poder entrar en la existencia,
¡cuántas luchas victoriosas, cuántos
azares favorables!
¡Y aún no está satisfecho, sino que
aspira a otra cosa!
La conquista milagrosa de la existencia no
le basta;
debo concluir diciendo que el sentido
común no es atributo humano.
Será siempre la letra contra el espíritu;
la realidad estéril contra la ilusión
fecunda.
La ilusión dominará a la realidad porque
es substancial,
y la realidad es sólo formal.
La ilusión es la esencia de las cosas,
viva, huidiza, inaprensible, en acción perpetua, brillando de ola en ola por
todo el mar indefinido.
La vida se traduce en una sucesión de
muertes.
Es un deseo siempre insatisfecho, que
nunca alcanza su objeto;
y por eso mismo en perpetuo movimiento o
inmortal.
Cambia de cara eternamente, porque no le
agrada ninguna;
pues la perfección no existe, o mejor,
es exterior a la existencia.
Si la presentimos vagamente es porque
tenemos el don de ultrapasar nuestra área en alas de la divina fantasía.
Todos queremos enmendar nuestra vida;
más: enmendar la Vida.
¿A qué aspira el criminal? A ser inocente.
¿Y el que sufre? A gozar.
¿Y el que muere? A resucitar.
¿Será posible? La razón dice que no.
El alma dice que sí. Y este sí es un
grito que agita y remueve todas las cosas.
Podemos dudar de una palabra;
pero de un grito nadie duda;
viene de una mayor profundidad que la
palabra y asciende más alto que ella.
Es el verbo divino de la locura, porque
todo acto creador es de locura;
desde el Génesis;
Ofende el orden establecido;
la armonía consagrada;
los dictámenes de la razón humana.
Toda actitud religiosa es anti-racional.
El poeta es un condensador de nebulosas,
un encendedor de estrellas.
Para él, evocar es materializar.
La evocación es dolorosa y el dolor es
siempre carnal;
por más etéreo que sea.
El dolor pertenece al cuerpo, aunque sea
el alma quien lo sufre.
El dolor es de este mundo y su poder
plástico infinito concibe ángeles y dioses que penetran en los dominios de la
existencia.
Dudar es pensar en línea quebrada;
como creer es pensar en línea recta.
La creencia es la más corta distancia
entre la Verdad y nuestro pensamiento;
o, tal vez, la ausencia de distancia
entre la Verdad y el Pensamiento.
Durante toda nuestra vida tenemos dos
miedos;
miedo al amor y miedo a la muerte;
los demás miedos son transitorios,
circunstanciales;
tienen tiempo y espacio.
Dolor, alegría, amor, odio, todo es la
misma esencia viva que gana forma;
que se individualiza a través del hombre;
porque la alegría quiere ser alegre;
el amor, amante;
el odio quiere odiar, y la primavera
eterna quiere ser flor que se mustia.
¿Y ser mujer no es el ideal de la
hermosura?
Quien tentó a Adán no fue Eva, sino la
belleza que en ella se hizo mujer.
La Belleza es anterior a las cosas
bellas;
es el Deseo creador, la tentación divina
del Pecado;
seduciendo al Espíritu Santo.
La muchedumbre se vuelve desencantada y
ofendida cuando se le desilusiona;
porque detesta la realidad y no perdona
a quien se la muestra.
¿No somos nosotros también una quimera?
Nuestro organismo es un tejido carnal o
ilusorio, que se deshace al menor hálito de la muerte.
Lo que se entiende nada vale.
Lo que tiene valor es lo que está más
allá del entendimiento.
Hay hombres que
van de tierra en tierra, amados y odiados;
sufriendo hambre y sed en las grandes
soledades que recorren;
son diferentes a los demás:
quien los encuentra en el camino mira
espantado para ellos;
los envuelve un aire desconocido que los
hace atrayentes y lejanos;
cuanto más lejanos, más íntimos;
y cuanto más distantes de nosotros, más
dentro de nuestro corazón.
Los anima un sueño sobrenatural.
Resplandecen a lo largo de los caminos
yermos;
o en las callejuelas de las ciudades.
Son siempre dioses o demonios.
La acción del espíritu es invencible y
sólo ella triunfa y se propaga.
El hombre, por más que lo maquinicen,
nunca será un mecanismo, sino un organismo vivo.
Y quien dice vida, dice espíritu
creador, emanado del más allá.
El hombre camina poniendo los ojos en el
infinito;
en los dorados límites del naciente . . .
Si le impusieren otro destino se
detendría.
El hombre aun cuando es joven, es
siempre un viejo enamorado de la infancia original.
El instinto y la razón coinciden a una
misma altura trascendente.
Se hermanan de algún modo, como los
ángeles y los animales.
En un perro, es faro visual lo que en un
ángel es fantasía y en un árbol es flor.
Para un perro es todo olor;
para un ángel es todo fantasía ( ¡él mismo! );
y para el árbol es todo flor;
pero el árbol tiene un don especial.
Sólo él continúa, en sus sueños,
carnalmente, hoja a hoja, pétalo a pétalo.
Hay espacios en mis Islas, en donde la
llanura lodosa y salada se acuerda aún de haber sido mar;
del mismo modo que recuerda de haber
sido fuego el más alto volcán;
pico de montaña como testa de buey
enorme, fuera del agua y babada de espuma blanca en sus orillas:
un monstruo de tierra enteramente en
seco y en su pico, la espuma cristalizada en forma de nieve, en los cortos
inviernos;
son islas extraordinarias cada una de
ellas;
en algunos pueblos blanquean santuarios,
donde se celebran ritos en las noches mágicas de luna, durante el plenilunio de
verano;
a veces, por sus vertientes corre el
agua dulce y cristalina, engastada en paisajes amargos y sedientos.
La alegría es la esencia de la Esperanza
y la Fe;
es una centella encendida que va a caer
en las almas hambrientas y secas por la sed;
como las estrellas, que son fuentes
sedientas o luminosas.
Y, es por eso, por lo que nuestra sed de
infinito procede de las estrellas.
La locura vive en el hombre, y en él
odia o ama, ríe o llora;
de ella se alimentan nuestros
sentimientos y pensamientos;
misteriosos personajes. . .
El movimiento y
el tiempo son fenómenos interiores del Cosmos;
inmóvil y eterno;
y más allá de él, está la región divina,
presentida tan sólo por nuestra fantasía que parece derivarse del más Allá y
acordarse.
El arte de los sabios es poner nombres
huecos a las cosas llenas de sentido;
¡ay del ángel que posase los pies en la
tierra!
Quedaría pronto desplumado.
Entrever una ninfa blanca por entre las
sombras negras de los árboles;
y el perfil de Neptuno en las brumas del
horizonte marítimo;
oír la flauta de Pan en una hora de
encantamiento campestre;
pobres manifestaciones de la divinidad,
meros sueños infantiles;
ahora, se trata de un sueño
extraordinario;
que es la noticia del paso del Dios
espiritual creador y redentor, por la tierra.
Esta es la Verdad absoluta, porque es
futura y hecha de la misma esencia de la esperanza.
Y es por intermedio de la esperanza como
la Verdad alcanza nuestra alma.
Sí, la verdad sólo existe en el futuro;
también la vida se anuncia en el futuro;
pues lo presente no existe y lo pasado
es un cementerio.
La vida es un destello de madrugada;
que muere al dibujarse claramente.
Nuestro dibujo definido es el esqueleto:
la piedra que queda abandonada, cuando
la niebla se disipa.
Definir, realizar, es matar;
y, vencer es fallecer;
¡ay de los que vencen!
la virtud consiste en luchar sin
victoria.
La virtud es buscar y no encontrar.
La virtud es tener hambre;
el crimen es el vientre repleto.
El alma, hija de Dios, se enamora del
Padre;
porque el incesto preside el origen del
sentimiento religioso;
es un crimen que ensombrece los poemas
griegos;
el Hijo rinde su alma en las manos del
Padre;
¿y no es él el novio y la novia de todos
los viudos y viudas;
de todos los solitarios, que aspiran a
la convivencia?
El ideal no es vivir, es convivir;
la religión es convivencia tornada
íntima e infinita.
De la Verdad, de la Vida y la Libertad
sólo huyen los llamados animales racionales;
los burgueses;
los que ostentan con prosapia un cero
enorme sobre los hombros;
los de la buena sociedad;
los de las ideas concretas, clavadas a
martillo en los sesos;
los que perdieron el paladar;
los envejecidos;
y los que cierran las ventanas al
viento, a los relámpagos y al aire fresco de la mañana;
que, al pasar por el paisaje, parece la
respiración de la vida;
infiltrándose en un cadáver.
Lo que realmente hay de asombroso en la
criatura humana es esta realidad irreal;
esta verdad mentirosa;
esta eternidad en un segundo;
lo infinito en un átomo;
el todo en la nada;
¡que es todo y nada a la vez!
Todo y nada, dentro de un ser divino y
miserable.
Humildad y no humillación.
La humildad consciente de su dignidad o
de su valorización.
La humildad es espiritual como es pagana
la humillación.
El recuerdo de mi ayer. . .
tristeza oscura y piedra negra mojada de
lágrimas. . .
se diluye en este anchuroso panorama lleno
de luz, que es mi presente;
en donde la Libertad parece divagar a
semejanza de una diosa mitológica.
Cuanto más me aparto de mi pasado,
entiendo mejor mi espíritu;
liberto y vagabundo al sol y a la lluvia;
sin un abrigo que le prive de la vista
del Infinito.
Así viven los animales salvajes y las
almas verdaderas.
La realidad se engendra en la fantasía;
la existencia se alimenta de la no
existencia;
la sombra humana deja huellas de piedra
(las Pirámides, el Partenón, el Coliseo);
en un mundo que fue sombra y fuego;
y, hoy, es carbón, petróleo, energía
eléctrica.
Voy a transfigurarme en aquella imagen
de la infancia que los poetas adivinan;
y con la cual me refugio en remotos
páramos de la Vida;
allí donde la tierra es casi cielo;
y todo lo que es hermoso comienza a
convertirse en la idea pura de la Belleza.
La Belleza nació de las cosas hermosas,
como el Árbol nació de los árboles.
Los viejos dioses lo fueron causando víctimas,
exigiendo sacrificios;
el nuevo Dios es el sacrificado;
lo que hay en la Biblia es el Génesis y
la Pasión;
el acto creador y el redentor.
Los misterios inquietantes, encubriendo
la concepción más trágica de la Vida.
El crimen y el remordimiento se adhieren
a la misma alma.
La criatura ignora al Creador, como el
espíritu y la materia se desconocen mutuamente;
¿Qué sabe Dios del hombre?
Es el hombre el que debe conocerlo;
y obligarlo a existir si es preciso.
El mundo está lleno de almas que ni ven
ni oyen; pero presienten la Voz y la Visión;
hay en todas una faz en donde se refleja
la luz futura;
claror lunar;
y otra en donde la luz que fue, brilla
aún como el último rayo del sol. . .
Es la gran Metamorfosis que se anuncia;
la señal del nuevo ciclo, previsto por
la Sibila.
Varios caminos se cruzan en el punto que
dudamos;
la vacilación se representa por varios
caminos que solicitan nuestras huellas;
y entona varias voces que nos llaman;
consultamos a las misteriosas corrientes
telúricas;
al aire que duerme en los árboles
somnolientos;
fantasía. . .
un mismo ser, hombre o fantasma, según
se nos aparezca en sueños o en la calle de una ciudad;
según se mueva en el plano de las cosas
materiales o en otro plano trascendente;
más allá de las últimas estrellas;
y en relación con nuestro espíritu que
es el mismo Espíritu infinito.
Lo que existe es el Espíritu infinito y
ciertas formas que él encuentra en el espacio;
iluminándolas, sembrando el espacio de
luces que son almas.
El hábito y el monje son hechos de la
misma soledad.
La soledad se adhiere al hábito del
solitario y lo impregna de tristeza.
¡Pobre lana de oveja, mojada por
nuestras lágrimas!
Contemplad las olas del mar. . .
¡Cómo se casan en ellas la realidad y la
quimera!
¡Cómo la quimera da color a la realidad!
Pinta de azul el mar.
Entre la realidad y la ilusión hay una
misteriosa intimidad;
las comprende la misma curva de la
existencia.
Mar azul, que es una tinta reflejada y
de ensueño. . .
La desilusión es un movimiento en el
sentido de la materia;
como la ilusión es un movimiento en el
sentido espiritual;
el Cosmos es Dios desilusionado en pleno
Vacío.
La transición de la ilusión para la
desilusión señala el origen mortal de las cosas;
formas y formas sepulcrales.
Por eso el sentimiento religioso es
siempre una tentativa de regreso a la ilusión original;
o como el alba antes de ser mañana de la
Vida, en que se oye tan sólo un canto de ave en el silencio;
el único silencio que nos enseña el oro
de que está hecho.
Nada me pertenece de la tierra, porque
ella no me interesa;
sólo nos pertenece aquello que nos
importa.
La tierra es de los animales como la Luna
es de los lunáticos.
Todos los locos reinan en aquellas
planicies desiertas;
donde cae la sombra de altísimas
pirámides;
sin la más leve mezcla de claridad, de
un negro absoluto.
También el cielo es propiedad de los
místicos:
aquel cielo azul en el que ciertas almas
se desdoblan indefinidamente;
en una ansiedad que es batir de alas
blancas, ascendiendo hacia Dios.
Soy de este mundo interior que envuelve al mundo y a los otros mundos;
y que nadie sabe en dónde acaba.
Voy hacia dentro, escucho también hacia
dentro;
pues dentro de mí, es cuando descubro
todo lo Infinito.
Mi memoria es universal y excede al
propio Universo,
cuando se alía con la fantasía creadora.
Toda alma que se renueva, renueva
también el mundo y el cielo;
porque ella es renovada por una onda de
la Fuente original.
Aparecer es un acto muy grave.
No hay dios que se contenga, cuando
aparece, sin bajar al nivel inferior de un animal.
El espíritu no se reviste de materia
impunemente.
Pone la máscara en el rostro y ya nadie
lo toma en serio.
¿Quién eres tú?
Un hombre como nosotros.
Ver la divina faz a través de la máscara
humana es la eterna aparición a través de la apariencia transitoria;
y la vida más allá de la muerte;
amar hasta ser el amor;
sufrir hasta ser el dolor;
dolor y amor personificados en el hombre
real;
pero no es para criaturas fijas y
estancadas en reducidos conceptos de la razón;
es para almas en flor de locos y poetas;
y tal vez, para ciertos animales del
crepúsculo;
idealizados en la penumbra;
como un can que aúlla a la luna transmigrándose
en sus aullidos. . .
Es difícil armonizar el alma y el cuerpo;
actuar como se piensa.
Es difícil, y la culpa no es del hombre,
que vive en dos mundos tan distintos.
¿Cómo ha de repetir en uno,
espiritualmente, lo que practica materialmente en el otro?
Mi vida, como la vida de las madres, es
un perpetuo drama para que existan nuevas almas.
Nuestra alma es engendrada en otra que
nos ama y sufre por nuestra causa.
Al amar a nuestros semejantes, los transfiguramos
idealmente;
los convertimos en nuevas almas.
El dolor engendra las almas
integrándolas en la existencia.
Bajo una fuerza angustiosa,
condensadora, un sueño se transforma en un objeto de los sentidos;
como esta roca o aquel árbol.
Sufro para que mis sueños sean una
realidad.
Pero hay personas que no soportan la luz
ajena y lanzan piedras al Sol.
Camino solo,
alegre y triste;
envuelto en la sombra dorada de un ángel
negro;
que me clava una espina en la carne en
ciertas horas.
Es el ángel del crepúsculo, volando
entre la noche y el día;
en ese fulgor de la distancia que arde.
Este ángel es tal vez mi fantasía;
que repite mi ser en otro plano de la
existencia;
solamente presentido.
Somos nosotros, delante de nosotros
mismos;
libres y en demanda del Futuro.
El arte no seduce al genio;
él es creador antes de la creación;
poesía antes del verso, entre
relámpagos.
El frío cristaliza, es geométrico.
Mis palabras son todavía el viento que esparce
la semilla por la tierra;
el viento y la lluvia.
Pero la cosecha no pertenece a quien
siembra, sino al animal que la roba y la come.
Amo y recuerdo . . .
es una figura evocada la que aparece;
y después de aparecida se conserva en el
mismo ambiente en que fue recordada.
Esta figura está aquí, ante mí y fuera
de mí, como si la tuviese en la memoria.
Sale de mi interior hacia el aire del
mundo;
y entra en el dominio de la realidad;
pero no pierde la naturaleza ideal que
le dio mi evocación.
Es un privilegio de las criaturas
perfectas de cuerpo y alma.
La creencia nace del ateísmo;
como la ciencia de la ignorancia y la
luz de la tiniebla.
¿Qué es la tiniebla sino no creer en la
luz?
La creencia en la luz es la que ilumina;
y la esperanza en la salvación es la que
nos salva.
Ser inmortal es esperar en la inmortalidad.
Esperar en Dios
es ser con él, en toda su gloria, eternamente.
Si la presencia de Dios se revela de
algún modo;
es en el sentimiento de la Esperanza.
De todos nuestros sentimientos;
es este el más exterior a nosotros;
el que viene de más lejos.
Y nada pierde de su frescura y limpieza
en la infinita distancia recorrida.
Parece como si lo bebiéramos en la
propia fuente.
El hombre, no habiendo alcanzado aún al
Creador, adoraba la creación.
Después, vislumbrando el Espíritu, como
fuerza anterior y exterior a todo;
dirigió sus ojos en un sentido opuesto
al de la Materia.
En todos nosotros hay un gesto
angustioso de querer asirse a la vida mortal que nos huye.
Ese gesto es la presencia en nosotros de
nuestros padres;
y nuestro instinto de conservación y
reproducción.
Lo que hay en nosotros de esencial
procede de los padres; es la herencia.
Lo más de nuestro ser, la personalidad,
deriva de acciones y reacciones accidentales de elementos heredados.
El hijo, antes de nada, es el padre, el
primer hombre esbozado en pleno Caos.
El amor es miedo a la muerte.
Comer y amar, esto es:
persistir en sí y en los demás;
he ahí el deseo, la sustancia viva de
las criaturas.
Por eso, amar es también comulgar al ser
amado.
El amado transmigra para el amante.
De este modo Dios se hizo hombre; y el
Amor se hizo Hijo.
El remordimiento es el recuerdo de la
inocencia más que el recuerdo del crimen.
Este recuerdo es el que nos duele ;
es el dolor verdadero del remordimiento
;
el deseo angustioso, por incapaz, de
eliminar el crimen cometido ;
sólo el hombre crucificado creería en un
dios crucificado.
La esclavitud igualó en el mismo
sufrimiento a todos los hombres.
Este sufrimiento fue la primera fuerza
unificadora de los pueblos.
De él deriva el ideal superior de la
Humanidad.
Lo entienden las doncellas ávidas de
amor;
las viudas, de luto en el desierto;
los ladrones escapados a la Ley que los
hizo bandidos;
los asesinos que arrastran la herencia
de Caín;
los sedientos y los ansiosos, dos llamaradas
de la misma hoguera:
una adherida al alma y otra al cuerpo;
los que vieron secarse en la tierra la
última fuente de agua;
las Magdalenas que huelen a podrido y a
flor:
charcos de lodo y de cielo;
las tristes feas que esconden su belleza
en el corazón;
los poetas incipientes, que se enamoran
de toda idea nueva:
alondras de todas las mañanas;
los místicos por naturaleza, pobres
lámparas de arcilla,
que ofrecen a Dios su claridad
melancólica. . .
En el principio es siempre el desorden;
son los elementos en lucha;
alcanzan de este modo, y por mutua
concesión forzada, una especie de entendimiento armonioso;
el canto de las esferas.
Pero esta armonía no es perfecta;
y así hay una estrella que gira en
sentido opuesto a la de las demás.
A veces, cuando estoy comiendo con mi
familia, creo sirven a la mesa dos genios invisible: Irene y Ágape;
o sea, la Paz y el Amor.
Agape sirve el mosto e Irene el agua.
Estos dos nombres encantadores me
recuerdan dos mariposas blancas aleteando alrededor de un signo lunar.
Siempre que nos sentamos a la mesa en
compañía de amigos, presentimos en el aire de la sala como un alborozo de
simpatía trascendente que se propaga a nuestra alma, la cual ve cosas
invisibles.
La ve y se alegra consigo misma.
Ve a Irene y Ágape, dos imágenes blancas
que aletean.
El Amor echa mosto en nuestra copa y la
Paz le mezcla agua cálida.
El deseo del hombre, es romper sus
propios límites;
y entrar en el dominio de la Divinidad.
El deseo del hombre es cambiar;
pues el deseo es la esencia de la vida,
que es cambio.
Somos hijos de la inconstancia femenina.
Y, por eso, cambiar es nuestra propia
naturaleza.
Hombres, nos transformamos en dioses o
demonios.
No permanecemos en nuestro ser;
tenemos que eludirlo.
Nuestro deseo es libertarnos de nosotros
mismos;
libertar el ángel;
también es el móvil de los suicidas.
Todo gesto de autodestrucción, como toda
actitud mística, se dirige contra el mono, contra el animal inmundo que
llevamos en nosotros mismos.
Es una venganza del espíritu.
El suicidio es un acto religioso;
una oración en lágrimas de sangre.
La Verdad no se demuestra, sino que se
afirma.
¿Al fin y al cabo, no es un producto de
nuestra experiencia?
Cuando siento que Dios existe, ¿no será este sentimiento un
momento vivo de mi ser formado de todos los elementos etéreos y terrestres,
desde el agua a la cal, al hierro y a las misteriosas vibraciones emitidas desde
el más allá de los astros?
Y este mi momento vivo, ¿no será una
parte de la Eternidad, del Infinito?
Cuando creo en Dios, no soy yo (el yo es tan sólo un signo) el que cree;
es el Universo presente en mí.
Es el propio Dios que se reconoce en mí,
o mejor:
Dios reflejado en mí, hecho imagen
transitoria como la del Sol en la onda.
Creo en Dios, luego Dios existe.
Creo en Dios como creo en este árbol, y
creo en el árbol porque lo veo, y en Dios porque lo veo también.
Creer es ver interior - mente.
La creencia y la visión representan dos
experiencias de igual valor.
Son dos momentos vivos en mi ser, de la
Eternidad y del Infinito.
El Eros sobrenatural nació de la
pobreza, madre del Amor;
nació por invocación angustiosa;
nació llamado por la noche, que es sed
de luz;
y por la sed de agua, que es el
desierto, hermano del remordimiento.
Pero en este desierto, que es el hombre,
ondulan las mieses eternas.
Todo hombre es un ser desorbitado.
Las resistencias que encuentra a su paso
lo desvían de su dirección inicial o natural;
y el desgraciado camina siempre a
encontronazos con la suerte;
no siendo él en realidad;
sino un espectro el que lo impele a
través de la noche.
El hombre no es él mismo;
es sólo la sombra vana de su destino.
Ser, sólo Dios.
En el poeta, el hombre alcanza una
altitud que sobrepasa la atmósfera más caliente.
Allá arriba nos helamos bajo una sonrisa
de estrellas.
Hay sólo nieves y Dios.
Para nosotros, simples mortales, es
agradable descubrir en estas criaturas ya divinas, un sentimiento más bien
humano, como la ternura.
El temor y la gracia se me aparecen como
una flor en un rostro infantil;
oigo murmurar mi nombre como un hilo de
agua en el alma;
escucho. . . solitario en altos picachos desiertos.
En esa montaña consagrada al cielo hay
un rincón verde;
con una fuente abajo.
Verlo, es una alegría para los ojos.
La altura es inquietante y dolorosa;
es el mundo que huye de nuestros pies;
que nos deja solos, como suspendidos en
el Vacío.
Lo que tiene valor es la inspiración;
pertenece a la Vida Universal, y la
recibo en el alma;
como mis ojos reciben la luz.
Lo que pertenece a la realidad es
aquello que experimento sintiendo.
Y lo que siento, como el dolor cuando me
hiere;
es mi existencia.
Todos tenemos un centro de atracción
misterioso;
un sol invisible y remoto;
alrededor del cual gravitamos confusos
hasta ser atraídos por él.
¡El espíritu resiste siempre!
Es como una onda sobrenatural emanada de
más allá de los astros;
el espíritu de la vida es sobrenatural;
lo que es natural es la muerte;
el dolor no deprime a los que viven,
sino que los fortalece;
deprime a los que están sólo animados;
porque hay vivos y animados;
el dolor fortalece a los vivos.
El hombre, el hombre nuevo, es un
templo, que no cárcel;
el ciudadano es una forma artificial e
ilusoria;
no pesa en ninguna balanza;
¿Qué importa el abogado, el comerciante,
el ingeniero, el pedagogo, el académico o el artista?
Lo que vale es el espíritu que habita en
el hombre;
en donde todas las cosas al reflejarse
originan la ciencia y la poesía.
Lo que importa es el hombre como ser
religioso;
en constante ascensión hacia Dios.
Siempre que un alma pasa por otra, se da
entre ellas un fenómeno misterioso;
en virtud del cual, se identifican las
do;
y, proyectan la misma sombra sobre el
camino.
Esta sombra es madre del amor.
Opongo a la adoración de la
creación (Paganismo) el culto al
Creador;
y la Revelación a la Ciencia.
Considero estúpidos a los sabios
racionales;
precursores de los gases asfixiantes, la
bomba atómica y las epidemias microbianas;
los doctores de la muerte;
a la ciencia materialista y destructora,
opongo la ciencia del espíritu;
creadora y reveladora de la Verdad.
A lo que existe;
contrapongo lo que debe ser para que
exista lo que deba ser;
el amor uniendo a las criaturas que se
arrastran siglos y siglos;
gimiendo y deteniéndose;
mordiendo el polvo e incapaces de mirar
al cielo.
La unión de las criaturas en el amor o
en la caridad;
esa es mi Iglesia.
Conozco al hombre ordinario;
conozco el valor de las palabras, porque
es el Verbo;
conozco por Tradición el valor del oro.
El hombre da la vida por una idea;
y por el oro es capaz de arrebatársela a
los demás.
Conozco al hombre vulgar;
arrastra consigo ese peso bruto.
Éste y el otro mundo, cuando se tocan,
lo hacen por momentos y sólo en un punto;
porque son dos esferas.
Crear al Hombre en los hombres. He ahí
mi verdad inmortal.
Todos queremos vencer a la fatalidad;
dominar las leyes de la materia.
Aspiramos a lo imposible;
y es esta aspiración nuestra actitud más
heroica.
La creencia en los milagros tiene un origen
sublime;
resulta de un deseo sobrenatural;
y no de la despreciable ignorancia;
que no existe ni en el hombre ni en los
animales.
Hay en el instinto animal un conocimiento
íntegro del Cosmos;
inexplicable racionalmente y, por lo
tanto, milagroso.
El instinto lo conoce todo;
y siendo él propio conocimiento
inconsciente;
lo ha realizado todo.
Conocer es ser;
estos dos verbos representan la misma
acción;
la esencia de las cosas es conocimiento;
y la ignorancia es el vacío.
La ignorancia sólo existe como origen de
la ciencia.
Las cosas saben ser lo que son y por
ello existen.
En ellas se nota una intención
constructiva;
que es su propia sustancia anímica.
Todo es conocimiento y actividad;
poesía que se traduce en verso.
Pero el conocimiento, al tornarse
consciente,
pierde la vida y queda reducido a un
pequeño y mísero esqueleto.
La creencia en los milagros tiene un
origen sublime.
Es una fuerza del alma contra la materia;
la Virgen aplastando la Serpiente.
En medio de unos niños, no distingo a
unos de otros;
veo solamente una imagen encantadora e
indefinida;
la misma infancia, la misma claridad de
mañana.
El individuo es una creación del tiempo;
que define o limita.
Es la calavera que se muestra para que
en ella meditemos;
somos un oasis de agua hirviente que al
saciarnos nos quema las entrañas.
El miedo y la risa son toda la máscara
del niño;
y cuando se conjugan violentamente dan
la máscara de la tragedia clásica;
que es la máscara de la infancia destrozada
por las garras del Destino:
el lobo que daña en sueños a los
corderos, un lobo mitológico;
como cualquier otro animal.
Cualquier animal es un mito idealizado y
concebido por él mismo.
La tristeza nos liberta del cuerpo, nos
vuelve espectros.
Es la imagen aún viva, pero ya pálida,
de la muerte.
Y el silencio es absoluto, un silencio
preñado de dolor;
una negra ilusión llena de negra
realidad.
Y el llanto, cuando cae, no produce el
menor murmullo;
se desliza, como las estrellas, por la
faz de la noche enmudecida.
Los pueblos en plena aurora viven su
vida:
cuando se debilitan, la copian.
El arte es vida copiada.
Toda obra de arte es sepulcral.
Las estatuas y las cruces son habitantes
de las necrópolis.
Vedlas lívidas y mudas en la Ágora de la
muerte.
El odio es egoísmo enloquecido.
Perdemos la razón a cada momento por
cualquier cosa.
Cada ser es un loco intermitente.
La locura habita en todos nosotros y
despierta al menor ruido.
Tenemos que andar de puntillas y hablar
en voz baja.
Y en esto consiste la virtud, la ley
moral o musical.
El odio, forma ígnea del egoísmo, cuando
despierta se entusiasma;
gritando y ahuyentando para lejos el
silencio.
La ferocidad, tiene su lógica;
obedece a una dirección intencional,
interior a ella misma;
y es ella en conocimiento de sí misma.
La ferocidad es un ser, como la locura.
Cada ser es el conocimiento de sí mismo;
realizado, o mejor, realizándose.
Este animal y aquel árbol son
autorretratos;
en los que el pintor no se distingue de
la pintura.
Mi obra es la de ser testigo y poeta;
mi entidad cósmica y profunda la que
recibe y propaga la expansión del Espíritu creador;
la onda emanada del Infinito.
En plano inferior vive mi persona que
desea redimirse: salvarse.
Es aquella nuestra personalidad que sólo
trabaja en provecho propio;
para sustentarnos en pie sobre la tierra;
osificándose, identificándose con las
piedras, teniendo una guadaña en la mano como defensa.
La vida es la muerte en pie;
con una hoz que siega y trabaja para sí.
La muerte es la caída del egoísmo;
el esqueleto tumbado al lado de la hoz
ya inútil.
La mujer antevé, porque no es
contemplativa.
La Razón no es mujer ni diosa, como
quería Robespierre;
es la negación de las diosas y los
dioses.
La mujer no se queda a observar un drama:
interviene en él directamente;
e interviene hasta el fin.
Lo que más le interesa es el desenlace,
la curiosidad satisfecha.
No admite seres abstractos ni
indefinidos.
El amor para ella no existe: lo que
existe es el corazón.
El hombre no le interesa de los hombros
para arriba.
Fue ella la que humanizó la Humanidad;
del mismo modo que humaniza en su
vientre las fuerzas misteriosas de la Naturaleza.
Los espectros encarnan en su vientre;
o los oriundos de la sombra de la Tierra
que devora a la Luna, como nosotros.
Hay hombres elegidos y enviados por la
Vida a este cementerio que es la Tierra, el que encierra imponentes mausoleos y
el mayor número de cuevas miserables. . . ¡Despierta, tú que duermes! Pero hay
muertos que no resucitan, completamente reducidos como están a una cosa inerte.
Y hay otros tan contentos de su muerte, que no quieren resurgir. Y el elegido
conoce a los vivos y a los muertos, a los cuerpos y a los espíritus. Conoce la
atmósfera que envuelve al planeta, el fluido azul donde se continúa más lenta,
acostumbrándose al frío para no sentir el Vacío de pronto. Y conoce la
atmósfera que envuelve a las almas, eléctrica y nublada, relampagueante de
instintos y deseos, pero nimbada de una aureola precursora de un nuevo Sol. Conoce
el Bien y el Mal o la sustancia y la forma. La sustancia es el bien. En la
forma reside el mal. La sustancia es la vida y la libertad; la forma es la ley
de hierro. El mal es la forma impuesta a la sustancia por la ley. Destruida la
ley, el mal desaparece. Queda el hombre entregado a su espíritu, el hombre
libre, iluminado por la gracia. El elegido lo conoce todo, porque antes lo fue
todo, desde verdugo a santo. Vive en la intimidad de la noche, como vive a flor
de luz. Y conocer es ser.
Nadie alcanza la meta en la carrera. No
hay destinos concluidos. Lo acabado es una quimera. Hay esbozos. Y por eso
persiste la vida, que depende de su incapacidad realizadora, de su esfuerzo
inútil y constante, en el sentido de la perfección.
El Universo es una mancha blanca
circular, y en ella todos los puntos son de partida y de llegada, principio y
fin, antes y después, a un tiempo.
Nuestro pensamiento no dirá la última
palabra. Esa palabra permanece en el silencio inviolable que es la sustancia
maravillosa en que forjamos nuestros sueños. Entran así en el dominio de la
existencia, pero en una recepción crepuscular, en donde la existencia se diluye
en lo Indefinido. El ensueño humano se adapta a la realidad, dilatándola en
nueva expresión idealizada. En este ámbito es donde vive Dios, orientando al
hombre y embelleciéndolo, como la eternidad ilumina las horas pasajeras. Es ahí
donde los ángeles se nos aparecen.
Hacerse humilde es una defensa del
pecador contra el pecado, una manera de desarmar al enemigo. La humildad es la forma
piadosa del remordimiento; remordimiento de crímenes, propios y ajenos o tan
solo imaginados. La caridad debe tener el mismo origen.
El dolor del remordimiento, alcanzando
la mayor altura, se dora de todo el encanto de la inocencia; es la alegría de
la aleluya. La resurrección es un prodigo de la muerte.
Hay siempre quien duerme, hasta durante
un cataclismo o en un naufragio. Hay siempre quien se ausenta de todo y fluctúa
en pleno alejamiento. La sensibilidad huye de nuestros nervios y forma a lo
lejos una neutralidad vaporosa, nube en la cual flotamos inconsciente de
nuestro ser, pero quizá en la conciencia del Infinito. Al despertar, percibimos
en nuestra memoria un vago recuerdo nocturno y constelado.
El poeta vive dentro de un cuerpo
inestable, pero su espectro divino es oriundo de más allá de los astros. Lo
rodea figuras de naturaleza etérea: el dolor y el amor, la alegría y la
esperanza. Pone los pies en este mundo y en el otro. Trilla piedras y estrellas.
Es el poeta de las alturas y el profeta del desierto. Poeta, sueña; profeta,
quiere realizar su sueño, porque el profeta es el pariente del orador. Su Dios
ha de ser el de la Humanidad contra el Despotismo.
Para Dios, como espíritu creador, no
existe el pobre ni el rico, el débil o el fuerte, ni el bueno ni el malo.
Bondad, maldad, pobreza, riqueza, poseen un sentido social artificial. Para Él
sólo existe el ser en pleno Cosmos, la ola del mar actuando según sus
tendencias naturales, obedeciendo, no a la ley escrita en una tabla, sino a la
ley escrita en el Libro de la Vida.
La Religión y el Hombre, han hecho
quiebra fraudulenta de su prestigio, durante los siglos de historia conocidos,
sobre la muda insolencia de las ruinas que acumularon.
y, sin embargo,
los dioses siguen reinando. . .
y el hombre, obedeciendo. . .
reyes y sacerdotes continuarán en
apacentar y esquilmar el rebaño idiota, vuelto a la mansedumbre. . .
postrado de rodillas, el hombre
continuará en adorar dioses tan bárbaros como él, que le impusieron la guerra
como deber en nombre de la Patria. . .
en nombre de la Libertad;
en nombre de la Civilización. . .
en nombre de todo lo que destruía y
aventaba lejos, con la punta ensangrentada de su bayoneta;
y continuará en servir esas divinidades
inferiores, a las cuales se sacrificó.
El Estado, a pesar de doctrinas y
partidos, continúa alzando la pesadumbre de su mole administrativa, encerrando
en su recinto todas las teorías y todas las paradojas de la opresión, cargando
al hombre de tributos y gabelas, llenando el aire con el ruido de sus asambleas
de sofistas, y la presión policial, dispuestos siempre a defender un Amo con
sus edictos y las puntas de sus pistolas, hechos los sostenes violentos del
Trono y del Altar;
y en nombre del Estado, el hombre
continuará siendo enemigo del Hombre.
La Libertad, traicionada por todos
después de la victoria en las elecciones o en la guerra, volverá a ser como
siempre, degollada sobre el altar del orden, y sus apóstoles proscriptos,
volverán al destierro o a llorar la derrota de todos sus ideales;
y en nombre del orden y de la Libertad,
el hombre continuará en ser el enemigo del hombre.
El hombre de hoy, en nada superior al
hombre de los tiempos más remotos, continúa y continuará en combatir y morir,
como en tiempos de Pericles y de Moisés, por los mismos dioses inertes y
feroces, por los muros de sus ciudades crueles, por las mismas esclavitudes
ascentrales, por las cuales murieron sus mayores;
si los dioses siguen en pie;
si la Patria queda en pie;
si el Poder queda en pie;
¿por qué extrañar entonces, que los
hombres se preparen siempre para combatir y morir por ellos o contra ellos?
si las fuentes del odio entre los
hombres quedan vivas, ¿por qué extrañar que ríos de sangre vuelvan a inundar la
Tierra?
desde los tiempos míticos, las guerras
entre los pueblos han tenido los mismos orígenes;
defender o imponer sus creencias
religiosas;
defender o imponer sus leyes;
defender o imponer sus amos;
por eso han sido;
por eso son;
por eso serán;
las guerras de ayer, de hoy y de mañana
. . . .
Estoy tratando de pensar y narrar la
marcha de los pueblos hacia la libertad, en esta noche sin senderos y sin
orientaciones fijas, donde las predicciones ante el nuevo siglo que está a
nuestras puertas, se rompen contra el escollo de lo desconocido en perspectiva;
pongo oído atento a la palpitación de
las arterias del mundo que se desangra entre la guerra y el hambre, tratando de
adivinar lo que siente ese mundo que va a morir . . .
trato de orientarme en el vuelo de las
ideas, que cruzan vencedoras o vencidas, por este horizonte de tragedia, escapadas
al crepitar de las hogueras;
era en las entrañas de sus víctimas,
donde los agoreros antiguos leían el porvenir;
ha sido en las entrañas de los
acontecimientos, donde los han leído los filósofos y los historiadores de todos
los tiempos;
los tiempos actuales son turbadores, y
los cielos poco serenos para el vuelo de las profecías.
El futuro es el hijo del pasado;
el presente, es un campo de
interrogaciones . . .
y, el mundo tiembla ante este
interrogante, inmenso como un pórtico de cielo.
Hoy he visto en
T.V. una multitud indignada, venida desde muchos puntos del planeta, para
protestar en Seattle ( EE.UU.), en la Conferencia Internacional del Libre
Comercio, ante las medidas liberatorias que se van a adoptar para esclavizar,
aún más si cabe, a los países pobres y dependiente de los más ricos. Con
amargura escribo estas reflexiones, mientras me afirmo en mis convicciones
sobre un planeta derrumbándose bajo las botas de los militares y el dinero
comprando conciencias y voluntades al más bajo precio.
¿Qué todo en la vida es símbolo?
Entonces. . . ¿dónde está la realidad?
la miserable o gloriosa realidad, que
buscamos en la vida . . .
no;
atrás la utopía;
miremos frente a frente: el hecho
. . . .
salgamos del mundo abstracto de los
fantasmas, y miremos al hombre;
suprimida por absurda toda idea de
dinámica clerical, es el motor humano el que actúa, produciendo
acontecimientos, desconcertantes es verdad para la débil visión inmediata de
ellos, pero no carentes de la lejana y abstrusa lógica de los siglos . . . .
imantados por la fatalidad, los
acontecimientos, que son como partículas dispersas y móviles de un Cosmos
invisible, se producen, se juntan, y hacen su aparición inesperada, a la hora
inmutable, que en el cuadrante de los siglos les estaba marcada desde la
eternidad.
Un tirano que cae
de su tribuna abatido por la cólera pública, y una hoja que cae del árbol
sacudida por la brisa;
un país que desaparece tragado por las
aguas de los huracanes, y una gota de agua que desaparece absorbida por el
calor de la tierra;
una civilización que muere y una flor
que se deshoja. . .
no hacen sino obedecer a las leyes
inmutables de la Naturaleza;
a la voluntad del Supremo Infinito que
rige el mundo . . . .
Es verdaderamente inútil hablar de la
Vida al mundo, cuando todos parecen haber renunciado a ella, para precipitarse
locamente, en los brazos de la muerte;
locamente . . . .
estérilmente . . . .
¿qué ha surgido hasta hoy de ese
hacinamiento de pueblos, caídos en el sepulcro?
nada
. . . .
hasta hoy, no ha habido, aparentemente,
sino un vencido: Dios;
los hombres y los acontecimientos lo han
vencido, dando cuenta de su bondad, de su misericordia, de su omnipotencia;
¿dónde están esos atributos, que no
vienen a salvar los hombres en esta hora de demencia, en que el mundo
desaparece envuelto en la tempestad de la guerra, el hambre, el vicio . . . . ?
¿han desaparecido arrebatados por este
torbellino de egoísmos criminales surgido del corazón abierto del Caos?
¿dónde están que no vienen a iluminar
este cielo de desastres, extendiendo sobre el Arco Iris de la Paz?
Lo primero que ha sido decapitado es la
Verdad;
y con la cabeza de la Verdad entre las
manos, se presenta el Poder al mundo para engañarlo;
y el rostro de la Verdad, muerta bajo el
hacha, enrojece de vergüenza;
de todas las soberanías que hemos
destruido, la más augusta ha sido la soberanía de la Verdad;
es necesario volver la Vida a la Verdad;
volver al reinado de la Verdad;
y que la primera palabra de la Verdad,
sea ésta:
la guerra, el hambre y el vicio, no han
sido nunca ideales ni principios;
fue y es: una guerra de intereses;
esa matanza de hombres, que ha hecho
desbordar el cántaro de la sangre en las manos del Ángel de la Muerte;
ese derrumbamiento de hombres y pueblos,
muriendo de hambre como el morir de olas sobre playas interminables;
ese espectáculo de drogas, prostitución,
alcohol y locuras, no tuvo por origen, y ni tiene por fin un ideal;
el alma de este hecho monstruoso, ha
sido y es, un interés material;
no hay guerra entre dos ideales, sino
una guerra entre dos intereses ;
no hay choques de culturas para dominar
el alma del mundo, sino un choque entre dos comercios para dominar los mercados
del planeta;
sobre todas esas banderas en que el
cándido idealista ha bordado leyendas de gloria, con la sangre de los hombres y
el hilo de luz de las estrellas, flota una bandera comercial, con esta única
inscripción : “ Made in . . . .”
y a la sombra y en defensa de esta marca
de fábrica, combate y muere el mundo.
Tenemos un mundo invadido por
cartagineses sin Aníbales y sin victorias, disfrazando con razones
sentimentales, las razones netamente comerciales, que los hicieron aspirar a
ser en la paz los árbitros del mundo;
a nadie engañan las prosas simoniacas,
empeñadas en arrojar, por medio de su diplomacia, a las narices de los pueblos
en paz, el polvo lacrimógeno de su elocuencia sentimental, para hacerlos llorar;
el mundo no se engaña;
al menos, los pensadores y los
escritores, que merecen el nombre de tales, no pueden engañarse ; no quieren
engañarse;
ellos saben que el nombre auténtico de
todas las guerras son “Guerras Comerciales“;
por eso, la paz entre las naciones, no
será nunca un hecho;
sobornan la victoria y se preparan a
sobornar el porvenir;
no hay que culpar al mundo, de que no
enrojezca aún de esta tentativa de pillajes futuros;
sírvale su dolor, de excusa a su
silencio;
¿esa es la civilización, esa la
libertad, que se nos ofrece?
¿es para hacerse siervo de Wall Street
de Nueva York, de la Bolsa de Tokio, que el mundo ha estado luchando durante
siglos?
mejor estaría convertido en un globo de
cenizas, que gimiendo en esclavitud bajo las botas herradas de los abanderados
del Sol Naciente o de la casaca estrellada del Tío Sam, hechos los nuevos
soberanos de la Tierra.
Cualquier política que no sea la de una
absoluta y tenaz oposición a esta invasión de intereses, será una política de imprevisión,
de política suicida;
ella nos llevaría a la desaparición . . .
¿cómo pueblos?
ni siquiera como tribus;
los historiadores no hallarían nuestras
nacionalidades en su camino, como los antiguos viajeros, hallaban los leones
crucificados en los caminos de Cartago
. . .
seríamos un pobre campo de bellotas,
aventadas lejos por el hocico de los cerdos;
eso;
y, nada más.
¡Qué triste es el hombre! A veces, lo veo como un buscador de abismos,
donde seguir hundiéndose más, en una caída cósmica, sin fin.
Echemos nuestra ciencia al fuego y nos
producirá al fin algo bueno, como la simplicidad de las cenizas. Las
sutilidades intelectuales son de poco valor con respecto al conocimiento del
mundo total.
La resignación es como la renuncia a la
Verdad y el Amor, pues nos mantiene en la miseria que nos separa de la Vida.
El sabio y el loco ignoran el miedo, sin
embargo uno domina a la muerte y el otro es su alimento. Lo absurdo libera de
sus prisiones al espíritu.
Es el exceso del amor que nos conduce de
nuevo a nuestro Dios interno; jamás la mediocridad satisfecha de ella misma.
El viviente va a los muertos para
hacerlos resucitar, pero éstos intentan estúpidamente matarle, pues no
reconocen la luz que habita el Universo.
La sabiduría última es como la inocencia
primera, con la sola diferencia de que una se conoce y que la otra se ignora.
Aquel que verdaderamente tiene razón jamás intenta probarlo, pues sabe que ni
la misma desgracia es comprendida.
Pocos hombres se perfeccionan en la paz,
pues muchos se aburren y se ablandan en ella; y pocos son enseñados por la
desgracia, porque casi todos se endurecen y se desesperan en ella.
Observemos el espectáculo del mundo
hasta reír o llorar, pero no participemos jamás en él seriamente, so pena de
perdernos en su noche.
El mal no tiene existencia intrínseca,
aparece como el freno de toda parcela de vida que se aleja de la fuente del
bien eterno, que es el Ser Dios. Corrección para los demás, injusticia para sí
mismo; tal parece la vida para el ignorante.
La Vida sonríe ante la rebeldía de los
hombres, pues sabe que el Tiempo los volverá más sabios y más amantes, después
de su migración en las tinieblas de la ignorancia. Aquél que conoce y posee la
Verdad, no se fatiga en tener razón contra cualquiera.
El sabio conoce muchas cosas, pero no
posee ninguna. Es subiendo y descendiendo que descubrimos el movimiento y el
reposo. Y adquirimos consciencia en la separación, en la ausencia y en el
retorno;
permanecemos en la unidad, pero somos
varios en el mundo, según los lugares y según los tiempos;
el hombre siembra y es la mujer quien da
a luz.
La realización del deseo está en función
de la precisión de la imagen concebida;
del poder de proyección del deseo;
de la regularidad paciente de la
voluntad.
La única perfección es ascenso, descenso
y reposo;
he admirado la paciencia luminosa de la
Vida;
y alabo al que la madura hasta el reposo
de la muerte.
Para los que no han visto, ni la han
oído, ni reconocido,
la sabiduría es como una maldición.
Me admira la inteligencia del agua;
y la memoria de la tierra;
las dos forman el cuerpo y el espíritu
del Universo.
Pero es el amor del fuego quien da el
alma viviente.
La expresión más realizada del amor, es
la generosidad;
y la paciencia hacia todos los seres de
la creación.
Tomemos ejemplo de la Vida que comemos y
que nos come,
enseñando la luz de la sabiduría a los
seres extraviados en la muerte.
La aceptación, el desapego y el olvido
de sí,
son la perfección del Amor.
El hombre que quiere evolucionar, debe
liberarse:
de las ligaduras del pecado;
de las cadenas de la virtud.
Los maestros han sido tratados de
orgullosos por aquellos que no podían seguirle;
pero ellos sonríen sin responder;
saben que se han olvidado de sí para
siempre.
Su sabiduría no ha empezado y no acabará
jamás.
El débil que dice sí y que no actúa
nunca,
amontona el desprecio de sus semejantes;
es como una tabla podrida:
no sirve ni al agua ni al fuego.
El intelecto es como una espada
llameante y que da vueltas;
nos prohíbe la entrada del jardín de
Edén;
el Árbol de la Vida está plantado en el
centro del jardín del paraíso,
pero el Árbol del Conocimiento del bien
y del mal,
crece a caballo sobre el muro de
separación.
Medita sobre la nada de donde ha salido
el todo.
Tú eres el término medio del Universo
graduado,
y la expresión de su mayor misterio.
Has sido hecho de la mejor parte del
cielo y de la tierra,
y si fueras limpiado de tu suciedad,
te verías resplandecer como las
estrellas,
como la Luna y como el Sol.
El “descubrimiento de la inmortalidad”
consiste en que tú mismo
debes encontrar y descubrir esta verdad;
pues si alguien no cree en una verdad
que tiene ante sus ojos,
en vano la buscará en otras personas.
La muerte no es otra cosa que la vida
misma;
y el ser humano no sólo no debe morir,
sino que además no puede hacerlo.
Cuando veo una boda;
la novia con el ramo de flores, y el
novio con la flor en el ojal;
me parecen dos víctimas adornadas
floralmente;
participando en un teatro;
obligados por la tiranía de las
todopoderosas costumbres.
Sea lo que fuere lo que quisiéramos
hacer o conseguir en esta vida;
sea lo que fuere lo que el destino nos
deparara;
todos los seres humanos caminamos en una
única dirección.
¡No podemos ir en otra dirección, sólo
en ésta,
que desemboca en la muerte!
Los seres humanos actúan como si todo
fuera a durar eternamente.
La mayoría vive como si nunca fueran a
morir;
como si las personas a las que aman
tampoco fueran criaturas mortales.
Sin reconocer que toda vida en común
aquí en la tierra,
es un regalo de escasa duración.
En mi conciencia está presente la
certeza
de que en el mismo momento en que tenía
algo,
ese algo ya estaba perdido,
pues tendría que tener un final.
Tampoco sabía,
que este estado en el cual el ser humano
se siente como en un desierto
y grita hacia el fondo de su alma
buscando ayuda;
es el primer paso hacia la liberación.
Cuando cese tu ceguera espiritual;
entonces también verán los ojos de tu
cuerpo.
Las sombras interiores
provienen de ver la muerte en todas
partes;
de no comprender el sentido de la vida
¡Busca una satisfacción duradera!
¡Busca una unidad verdadera, que dure
para siempre!
Busca la unidad en la cual tú y lo que
amas seáis idénticos.
Ansío la felicidad desde el momento en
que nací al conocimiento.
¿Por qué persigo un imposible?
Porque sé, porque tengo la certeza de
que existe, aunque no sé cómo.
¿Qué me impide alcanzarlo?
El cuerpo.
Añoro esa unidad. En alguna forma, ya he
gozado de ella;
pero la he perdido.
¿Puede ser posible que exista y haya
tenido que salir de esa unidad,
precisamente por el hecho de nacer en un
cuerpo?
La sexualidad es el más grande de los
engaños.
La naturaleza nos promete algo
maravilloso, grandioso,
la máxima dicha, la realización misma,
pero nos arrebata las fuerzas;
perdemos energías;
terminamos sintiéndonos como un mendigo.
“Hombres y bestias quedan tristes después
de hacer el amor “.
Cuando esa atracción se satisface surge
un vacío,
y cada uno vuelve a estar solo,
desesperadamente solo, eternamente
solo . . .
La religión habla del Más Allá,
pero los sacerdotes quieren que creas
ciegamente en dogmas;
y ni siquiera ellos mismos comprenden;
o explican cuentos de hadas sobre un
Reino de los Cielos;
y les parece suficiente para
satisfacernos.
¿Muerte?
¿Por qué veo sólo una cara de la
realidad?
¿Qué revelan los árboles y toda la
naturaleza en primavera?
¡Vida!
¡Siempre vida!
Vida y muerte se suceden cíclica,
eternamente.
La muerte es sólo la otra cara de la
vida.
La vida es el ser eterno: la fuente del
ser eterno.
La vida no cesa, se viste con un nuevo
cuerpo, sigue un ritmo eterno,
como todo lo que existe en el universo
vive y se mueve
siguiendo un ritmo;
desde el movimiento de los cuerpos
celestes
hasta la respiración y los latidos del
corazón de todo ser vivo.
El ser humano es capaz de asumir, sentir
y manifestar su propia voluntad,
extraída de los complejos aspectos
ocultos,
en lo más profundo de su subconsciente.
Esta es la razón por la cual tantos se
sienten engañados;
pues no tienen ni idea de sus propias
fuerzas latentes.
Pensemos.
Si la voluntad de un ser humano es capaz
de levantar el brazo de otra persona,
esto es, capaz de dominar la fuerza de
atracción terrestre,
¿cuáles son entonces los límites de lo
posible?
Depende de lo fuerte y poderosa que sea
la voluntad.
Cuando se me abren las puertas del alma
humana,
veo con espanto qué abandonados y
solitarios deambulan los hombres;
envueltos por las hondas tinieblas de la
ignorancia.
Cuando alguien busca algo seriamente
y concentra todo su ser en esta
búsqueda,
siempre recibe la ayuda de la
Providencia.
¿Dónde pueden encontrar ayuda?
¡Dentro de sí mismos!
Comprender que lo malo es que todos
esperan ayuda de fuera,
y como todos esperan auxilio y nadie lo
da, ninguno recibe consuelo.
Si todos dieran ayuda, cada ser humano
obtendría la ayuda que necesita.
Evolucionar significa deber y
sacrificio.
Estar siempre atento, ver de no dar ni
un solo paso contra las leyes eternas.
Todas las tentaciones que hasta ahora no
hemos resistido
nos volverán a acosar,
volverán a aparecer en nuestra vida,
y pobre de nosotros si no las resistimos.
Ningún mortal puede jugar con fuerzas
divinas.
Cuando quise dejarme caer conscientemente
en la Nada,
el espacio de pronto se dilató y el Infinito
se abrió ante mi atónita mirada.
En ese Infinito vi un larguísimo camino,
serpentino,
en cuyo final, más allá de todo lo
perecedero,
ya en la eternidad,
una figura apareció entre la luz
cegadora y extendió sus brazos hacia mí
con indecible amor.
Sobre el camino avanzaban lentamente
unas criaturas ovaladas,
semejante a huevos primero,
después la impresión de ser un rebaño de
ovejas sin ovejas,
solamente distinguía los redondos y
suaves lomos;
yo, de pie, en el comienzo del sendero,
les mostraba el camino;
ellas se movían
lentas, cadenciosas, hacia la figura luminosa que esperaba con los brazos
abiertos;
las que llegaban a Él penetraban en su
luz y desaparecían;
se fundían en ese resplandor.
El brillante sendero era como una
corriente infinita y eterna,
de figuras ovaladas, que me parecían
almas . . . .
yo les mostraba el camino . . . .
y nunca cesaban de fluir.
¿Qué es una forma real?
Únicamente el resultado y la envoltura
de fuerzas que modelan el cuerpo.
La fuerza es, pues, la causa;
el cuerpo material es sólo el efecto.
¿Cuál es más importante y real?
Una madre no cuida a su hijo por amor al
niño,
¡sino por amor a ella misma!
No es por amor a él sino por amor a sí
misma,
por la que tiembla ante la posibilidad
de perderlo.
¡Qué inocente es el ser humano,
ignorante!
Pero toda persona adulta puede caer en
el infantilismo
de querer salvar a los demás;
en lugar de salvarse primero a sí misma.
Aún no están curados y ya quieren hacer
feliz a la gente.
¿ Te has ejercitado alguna vez en el
arte desprovisto de arte?
Practica, practica, practica . . . . y
serás un artista del Arte Real,
del arte que está por encima de todas
las demás artes.
El demonio de la peste es un monstruo
negro:
por eso a la peste se le llama “la
muerte negra”.
El espíritu de una enfermedad
generalmente mortal
es un demonio amarillo:
por eso hay una enfermedad conocida como
“fiebre amarilla”.
El espíritu de la lepra tiene cabeza de
león;
es sabido que a los enfermos de lepra se
les reconoce por esa expresión.
La neumonía es provocada por un demonio
de color rojo, hecho de fuego.
Cada enfermedad proviene de un demonio
determinado.
El ser humano es un imán viviente
cargado de energía.
El foco de la energía vital es la
columna vertebral, la médula.
Para poner en marcha el proceso de una
materia,
el ser humano necesita de su energía
vital.
Pero cuando agota esta fuerza a través de
sus órganos sexuales,
hace que estos centros nerviosos
necesarios para irradiar la energía vital,
en su forma original, no transformada,
pasen a un estado latente.
Muchos piensan que la mayor felicidad
que se puede adquirir
es la satisfacción de los instintos
sexuales.
¿Cómo pueden conocer la enorme fuerza
que posee un ser humano
si ni siquiera lo intentan?
Esa fuerza no puede adquirirse ni con
dinero ni con poder.
El precio es la renuncia.
Pero quien paga ese precio descubre
luego que no ha renunciado a nada,
pues ha cambiado lo mortal por lo
inmortal,
la felicidad perecedera por la eterna.
Pero la razón no puede abarcar estos
misterios.
¡El Espíritu no puede ser comprendido,
sólo puede ser vivido,
sólo se puede ser el espíritu!
Las puertas están abiertas para
cualquiera que encuentre la llave.
Leer sólo sirve para saber qué es lo que
hay qué hacer.
Si quieres alcanzar tu YO, es necesario
actuar.
Dónde, hacia dónde y por qué, es la
cuestión vital.
Estoy en un proceso al que llamo vida,
pero no es más que apariencia y “sueño”;
aquí todo se escapa de mis manos;
no puedo disfrutar eternamente de nada;
todo es sólo un puente entre el pasado y
el futuro.
Pero yo quiero vivir el presente.
El presente que nunca será pasado y
nunca ha sido futuro.
Y quiero encontrar aquel “lugar”, o
aquel estado.
que nunca ha sido “allí” antes de mi
llegada a él;
pero que será llamado “aquí” cuando yo
entre en él;
y sin embargo no es “aquí” pues no estoy
en él,
pero si paso de largo volverá a transformarse
en “allí”.
Quiero vivir el presente eterno en el
tiempo y en el espacio.
Hoy recuerdo tus ojos.
Me parece verlos de cerca, tan verdes,
que me subyugan:
Son de un verde tan claro, que me parece
el agua del mar.
Cuando los miro, hay en mí una oscuridad
abismal, profunda,
infinita como la misma bóveda celeste.
Cuando observo los ojos de las hijas de
los hombres,
puedo ver fácilmente dónde terminan.
En sus ojos veo sus almas, todo su
carácter.
Veo ojos individuales.
Tus ojos son diferentes. No tienen final;
verlos es como perder la mirada en el
vacío de un cielo poblado de estrellas.
En estos tus ojos no hay nada personal,
nada individual,
tan sólo una profundidad infinita donde
la eternidad se detiene.
Todo el universo, toda la creación yace
en estos ojos.
Adquirir conciencia de las fuerzas
divinas y creadoras
en el nivel más bajo de la escala de
manifestaciones significa:
experimentar el amor carnal.
El amor también es la manifestación de
la fuerza creadora de Dios;
y, por tanto, es tan fuerte como Dios
mismo.
No puedes anularlo, sólo podrías
transformarlo.
Muchas veces experimento conscientemente
la energía vital,
la fuerza creadora del Ser eterno,
en cada una de las etapas de mi
evolución;
y, la vibración original, sin
transformaciones.
Debo aprender, lenta y cuidadosamente, a
preparar, despertar y dominar,
la energía vital que emana de mi columna
vertebral,
transformar sus vibraciones,
adquiriendo conciencia de un determinado
nivel
donde mi existencia se desarrolla.
El ser humano cree que siempre debe
tener un motivo
para estar alegre o ser feliz.
Siempre
imaginamos tener una motivación.
Todo estado de conciencia proviene de
nosotros mismos,
surge siempre de nuestro interior.
Cada uno proyecta hacia fuera su propia
actitud.
Mediante la concentración el pensamiento
pasa a ser un estado de existencia.
Lo creado vuelve al creador.
La concentración es un paso entre el
mundo proyectado y el Ser.
Tres son los caminos:
intelectual, sensorial y espiritual.
El pensamiento es el puente que lleva de
la ignorancia a la sabiduría.
Ampliar conocimientos radica
precisamente en el pensar.
No se piensa en aquello que uno mismo
es,
ni tampoco se siente,
porque uno es lo que es;
no se habla de lo que uno es,
sino que todo lo que uno dice, piensa y
hace
es expresión de aquello que uno es.
Piensa en lo que eres, después siéntelo
y, finalmente, ¡sé lo que eres!
Nunca has podido ser lo que eres.
Observa a la gente y te darás cuenta de
que no son como realmente son,
sino que se identifican con
pensamientos, sentimientos y
papeles de su rol en este planeta.
Han caído fuera de sí mismos,
son seres hechos sólo de apariencias.
Únicamente en los ojos de los niños se
puede reconocer aún el brillo,
la luz del auténtico Ser.
Hemos arrojado nuestro Yo al exilio del
inconsciente.
¡La razón es la culpable!
¡Tienes que ser lo que eres dentro de tu
verdadero ser!
Ser tu verdadero ser y saber callar.
La auténtica purificación es amar,
contemplar, conocer, poseer y reposar.
Los mediocres piensan que tienen miedo
de la muerte;
pero, en realidad, es la vida la que
temen por encima de todo.
Un poco de polvo deslustra una joya de
oro;
y, un pequeño defecto,
disimula a veces un gran hombre.
No puedo cambiar mi naturaleza,
pero he de aprender a saber purificarla
y madurarla plenamente.
La mediocridad es no dar y no recibir
libremente;
es no amar y no aumentar;
es no tener generosidad ni don alguno;
es odiar la grandeza, la belleza, el
genio, la pureza;
es estar separado de la gracia y privado
del amor;
es pensar y actuar con ruindad;
es ser débil y cobarde en todas las
circunstancias de la vida;
es oprimir el interior y ser aplastado
por el exterior.
Todo lo que hacemos con amor,
es d¡ferente;
y está exento de vulgaridad.
No hay reposo sin conocimiento.
No hay conocimiento sin amor.
No hay amor sin la gracia.
No hay gracia sin entrega.
La primera rebeldía nos exilió sobre la
tierra;
la segunda, nos llevó a instalarnos
confortablemente en ella;
la tercera , nos hará renunciar a este
mundo
y nos llevará de vuelta a la causa
original:
la casa del Padre.
Lo que fecunda tiene espíritu solar;
lo que alimenta, permanece en la tierra;
lo que libera se mueve en el cielo;
lo que unifica reposa en el corazón.
Dios no me pide que agrade a nadie;
me dice constantemente ser simple y
verdadero.
Corresponde a cada uno de nosotros
despertar a Dios en sí con su fe
particular;
ser paciente y dulce, intrépido,
voluntaria o incluso violentamente;
pero siempre animado por el fuego del
amor.
Incluso el sabio
que conoce la finitud del soporte de las
cosas de este mundo,
llora algunas veces como un niño
ante el dolor de las separaciones.
Lloré ante la presencia de mi madre
muerta,
aún sabiendo que su amor no era para
siempre.
Utilicemos modestamente los bienes de
este mundo
a fin de no privarnos de lo necesario;
y a fin de no ser excluidos de la
abundancia eterna,
por otra.
Los mediocres en el poder
derriban a un pueblo,
con más seguridad que podrían hacerlo
todos sus enemigos.
Despojemos de sus bienes
a los que nos recomiendan la miseria;
apaleemos a los que predican la
resignación,
para ver si dicen la verdad.
Aquél que no tiene la paciencia del
agua,
la constancia de la tierra,
la sutileza del aire,
y la pureza del fuego,
todo lo une y separa,
no conocerá la gloria de la vida.
El trabajo es una cadena y un grillete
impuesto al orgullo y a la rebeldía del
hombre caído en la materia;
el dolor es un bozal y una brida
puestos a la mentira y a la
desobediencia.
El pasado es como el tiempo de la locura;
el presente es como el tiempo de la
ignorancia;
el futuro es como el tiempo de la
ilusión.
Solamente la verdad es como la sabiduría
eterna.
La violencia puede dominar el mundo
durante un tiempo,
pero no podría convencer a nadie.
Aceptarla no es dejar caer las manos y
esperar;
es hacer bien lo que se debe,
sin considerar el resultado;
estar desligado del poder no es ser
insensible:
es dejarlo venir todo y dejarlo ir todo.
Reposar, es no inmiscuirse en la marcha
del mundo
ni en los asuntos de los hombres.
Recordemos a Lao-Tsé :
“Para recibir el reino, el único medio
es no hacer nada para ello.
Mientras se actúa para llegar a ello,
no se puede ganar el reino “.
No existe conocimiento si la unidad no
se divide en dos mitades:
una manifestada y otra,
su reflejo, no manifestada,
de modo que ambas se hagan perceptibles
mediante la comparación.
Cuando surge una montaña,
un valle debe nacer como su imagen
negativa.
¿Cómo es posible una montaña, si no
existiera un valle?
Nunca algo se puede hacer perceptible,
sin que al mismo tiempo lo opuesto
complementario,
esté presente.
Aunque permanezca no manifestado.
Creación significa:
una mitad separada de la totalidad,
cognoscible;
y, otra mitad oculta, complementaria.
Por eso nunca encontramos a Dios,
ni aún reconocerlo,
porque Él no tiene con qué compararse.
Comer algo, significa “hacerse idéntico”
a ese algo;
pues estás compuesto de aquello que
comes;
eres aquello que comes.
Por eso soy vegetariano;
elijo lo que quiero ser.
Has de ser siempre como tú eres;
tanto si te degradan como si te
glorifican.
Escoge siempre lo mejor;
que nunca te satisfagan las
mediocridades.
Debes ser capaz de distinguir lo bello
de lo feo,
lo bueno de lo malo,
lo verdadero de lo falso.
Quien carece de discernimiento es
instrumento inútil para cualquier obra.
Reconoce que no posees nada.
Tanto si vives en la pobreza,
como entre las mayores riquezas;
ten siempre presente que no posees nada
en ninguna parte;
administra lo que tienes porque nada es
de tu propiedad.
Solamente posees lo que puedes llevarte
después de haber muerto.
No ames a las personas;
ama lo divino que hay en ellas.
Una persona es un instrumento de
manifestación divina.
Ama a Dios en todo ser humano, así nunca
te atarás a nadie.
El amor más elevado y divino
es el amor absolutamente indiferente.
Lo bello no puede existir sin lo feo.
Así, ama a todo por igual.
El amor sólo puede actuar por amor.
La retórica es el mono de la oratoria
como la crítica es el macaco de la literatura;
ambos son hechos para hacer reír;
la retórica sabe como se pronuncia las
palabras, pero . . . . no sabe
pronunciarlas;
el crítico, sabe como se escribe un
libro . . . . pero, no sabe escribirlo;
ambos, son a la oratoria y a la literatura,
lo que un feto es a la vida:
un embrión.
Los dos son productos morbosos de la
impotencia intelectual;
el uno es la cristalización de la
fatuidad;
el otro, es la materialización de la
envidia;
ambos son el tipo completo de la
mediocridad.
Un hombre libre, es un libertador;
porque su ejemplo es bastante para
romper las cadenas,
aun las más pesadas de los hombres;
he ahí, por qué ese espectáculo raro:
un Hombre Libre;
no lo soportan los tiranos, los
déspotas, los mediocres,
y es lo primero que tratan de destruir,
y de suprimir de la vista de sus
pueblos.
Un hombre libre es más que un ejemplo,
un peligro;
suprimirlo es un deber de conservación;
cuanto más bello es un gesto, es más
temible,
si se dirige contra el mal;
mientras más solo, más grande aparece
este hombre;
sin amigos;
su soledad aumenta la amplitud de su
gesto;
cada verdad que aparece sobre la tierra,
no aparece sino en la cima, que se llama los labios de un hombre libre.
Se le lapida siempre . . . .
no se le prostituye jamás . . . .
y se complacen en insultar lo que no ha
podido sobornar.
Son raros en estas horas, son escasos
estos hombres,
pero, aparecen como meteoros, en el cielo
radiante de la historia,
y la libertad surge como un alba, de los
mares profundos de sus labios.
Lo que distingue a un Hombre de los
otros,
es el desdén del triunfo;
lo que distingue a la mediocridad, es la
sed del éxito;
amar el suceso, es la característica del
hombre vulgar;
obtenerlo, es su consagración definitiva;
por eso ama tanto el reclamo, que es la
voz asalariada de los factores de la celebridad barata;
¿por qué tienen los mediocres tal sed de
reclamo;
porque sin él, morirían en la oscuridad;
tienen necesidad de ser anunciados.
Un pantano, vive ahogado de silencios, y
necesita ser descubierto;
el mar, vive poblado de clamores, y él
mismo se delata, con el grito de sus olas.
Los mediocres obtienen la celebridad;
el Hombre, obtiene la inmortalidad;
los mediocres, pueden llegar hasta el
renombre;
el Hombre, llega a la Gloria.
Hoy he estado frente al mar . . . .
sobre las ondas de ese mar en duelo,
avanzaba una forma blanca y grave, como
un fantasma andado sobre las olas,
y llegó hasta la playa donde velan los
marineros,
como un rayo de luna sobre el valle,
a la hora melancólica en que duermen los
rebaños;
el mundo se iluminó de esa alba inquieta,
como un amanecer de fiebre;
una angustia profunda poseyó mi alma,
de las entrañas de esa hora, nació un
pensamiento:
es la hora de sembrar;
todo va a morir . . . . todo va a nacer
. . . .
seamos como alondras de esa aurora,
que anuncien al mundo esta hora de
renacimiento.
Afirmar, es crear;
se puede tener una filosofía, como se
tiene un yate, para hacer exploraciones por el mar de lo desconocido;
y como toda filosofía es personal, toda
verdad lo resulta también, por haberla visto a través de nuestra manera de
pensar, es decir, de nuestro temperamento;
hay hombres que filosofan como
pescadores en el misterio, que no aman sino los peces muy delicados, de escamas
multicolores, que caen en su red; los demás, los devuelven al mar tenebroso;
los tiburones los asustan y morirían de
miedo, si uno solo hubiese mordido en el cebo de su anzuelo;
creadores de hipótesis, gustan de
prolongarlas indefinidamente, y enviarlas lejos de sí, como quien coloca naves
de papel, sobre las ondas de un río . . . . y esperan que le volviesen
transformadas en verdades . . . . por
aquello del eterno regreso, que les es siempre tan amado;
el cómo de las cosas, es todo para ellos;
el por qué, de las cosas, les es casi indiferente;
¿es que la Naturaleza, nos lo revela?
sus soluciones, son quimeras convencionales;
las filosofías, sistemas personales;
toda idea, un juego de emociones;
el mundo está en nosotros.
¿Qué cosa es la verdad?
¿no sería mejor decir que no hay nada
verdadero sino lo bello?
y, ¿qué es la belleza?
¿la sientes? eso basta;
las cosas de esencia superior no se
definen;
la verdad, como la belleza, se llevan en
sí; nada, ni nadie, puede dárnoslas;
ellas reinan en átomos sobre nuestro
corazón, y lo dominan;
la verdad de cada uno, es la sola verdad;
la belleza, que
está en nuestro espíritu, es toda la belleza;
y el mundo, no es a nuestros ojos, sino
un reflejo de ambas.
La democracia es el reinado oscuro de la
incomprensión que asola, de la envidia vencedora y del odio ciego a toda
superioridad;
un hombre verdadero no puede ser
demócrata, sino por espíritu de sacrificio.
El hombre común de mi época, tiene la
facultad de mirar, pero no tiene la facultad de ver el lado bello de las cosas
que contempla;
lo sublime, escapa a lo limitado de su
comprensión;
tiene el horror de las cimas, porque la
facultad del vuelo le ha sido vedada;
todo esfuerzo hacia la altura lo fatiga,
y tiene una pasión de rumiante, por aquello que está a la altura de su hocico;
su torpeza de vaca ciega, no le permite
ver más allá de los lineamientos materiales de las cosas muy cercanas;
las lejanías del ideal escapan a su
vista; es incapaz de percibirlo, se conforma con negarlo;
todo lo desmesurado lo indigna;
su ética y su estética, a ras de tierra,
no tiene ojos sino para las cosas pequeñas y rutinarias;
la pasión de lo mediocre, lo posee como
una fiebre;
el hombre sin personalidad y la obra
vulgar, lo llena de un regocijo cándido y admirativo, que le viene de su propia
pequeñez;
lo admira porque lo comprende;
tienen la misma talla mental, y su
admiración, es una fraternidad;
tiene horror a lo grande y la idolatría
a lo convencional;
es una orfandad de luz, más profunda y
más espesa que la que rodea a aquellos que están privados de los ojos
materiales.
La cólera del tirano, se hace epiléptica
al ver que con el patíbulo, las ideas se podan y no se extirpan;
se encarniza contra los hombres, viendo
que no puede devorar las doctrinas; y queda anonadado de cólera, al ver que las
ideas no se guillotinan;
tiene el odio a la libertad, espontáneo,
y efervescente;
hace del oro su estilo, comprando
delatores contra la virtud;
buscador incesante de hechos pequeños,
para deducir pequeñas consecuencias;
es un buscador de alfileres en la noche;
empeñado en hacer odiosa la grandeza de los otros, no ha logrado sino hacer
repulsiva su propia pequeñez.
Entro en mi soledad, levantando mi
tienda en los mismos desiertos de la aurora, a la sombra de las alas de los
astros, bajo el beso nupcial de las estrellas;
y en el mismo rayo del Sol, prendo mi
corazón;
en la soledad, la vibración voluptuosa de
la luz, me llena de pródigas fecundidades;
las formas suaves de las nubes y de las
ondas, acarician mis ideas y les dan forma de aves, de soles, y de flores;
las ondas luminosas de mis sueños, van
en la noche descabellada, como una sinfonía de estrellas;
y ya no vivo sino para mi nueva amante,
la soledad, tan serena y tan tierna, tan melancólicamente bella, como una rosa
ajada por el Sol;
es un amor prodigioso y soberbio, que no
llora como los otros amores, que no gime, que no implora, pero en cuyos labios,
el oriente de la risa dibuja el juego de sus nubes escarlatas;
cerrados los ojos a los paisajes del
mundo exterior, solitario, vivo de la contemplación armoniosa de mi propio
corazón, y en las aguas quietas del silencio, contemplo la imagen de mi propio
Yo reflejarse, teniendo sobre su seno una águila dorada;
libre, como los astros y como los
vientos;
y me nace una estrella en cada punto de
mi horizonte donde antes nacía un deseo.
Hay seres que son como las alondras;
anuncian el Sol, pero no saben cantar
ante él;
su resplandor, las hace enmudecer;
¿debemos compadecer estas existencias
tristes, graves y calmadas, que no tienen las energías divinas del amor, que no
sufren los espasmos convulsivos de la pasión, y que huyen de las borrascas del mundo?
oigo, en el fondo de mi corazón, como
lloran sus almas en las desiertas vías que recorren;
viven en una claustrofobia fría,
amablemente agresiva, sin fuerzas para seguir el vuelo de sus sueños.
El color, es la lengua de los pintores,
para los cuales todo cuadro es un problema de luz.
Solitario, amo sin amor, como se
engendra sin deseo, porque el soplo de la verdad, desgarró ante mis ojos las
entrañas donde la vida nace;
sobre las cumbres de la contemplación,
ante las sombras fugitivas, sueño sobre las ruinas de mi corazón, que no siente
ya la necesidad de las caricias, y ha muerto para la vergonzosa mendicidad de
los besos;
despojado de esa carga, entro libre en
el mundo del vuelo, dejando atrás eso que llamamos necesidades, como una
crisálida en pedazos;
libre, como las estrellas y como los
vientos.
Hoy no hablo, sino que me hablo, en voz
muy baja; dialogo con mi propio corazón, y mis palabras bordonean como abejas
enamoradas sobre un prado de flores;
y se ve, que un cielo interior, lleno de
maravillas, presencia el vuelo de esas imágenes, suaves como el de una bandada
de palomas blancas, trazando curvas de ámbar en el topacio de la tarde pálida;
soñador, crepuscular, atravieso el mar
de mis quimeras, en la barca del silencio, y al suave esfuerzo de los remos, se
pueblan de perlas las riberas.
Algunos místicos buscan la calma en el
seno de la Naturaleza, porque no la hallan nunca dentro de su propio pecho;
los paisajes tentadores de las cosas
espirituales los obsesionan, y las calmas acariciadoras de ultratumba, no
alcanzan a serenar sus corazones, inquietos ante los huracanes del misterio y
empeñados en ver mundos subsecuentes más allá del horizonte final de la muerte;
su encierro frío, desdeñoso, el amor a
las abstracciones metafísicas, los hacen inhábiles para todo lo que no fuera
mirar en el abismo misterioso del corazón, y seguir el vuelo de los sueños, en
horizontes donde sobre el ritmo blanco de las ideas, las lágrimas hacen un arco
iris de esperanza.
Vi un pajarillo caído del nido y, que no
podía volar;
quise recogerlo,
y me picó ferozmente;
prefería morir a ser domesticado;
y vi que en la escala animal, había
seres superiores al hombre:
había animales libres.
Hay seres superiores, escogidos por el
Destino para un drama, sin otro escenario que su propio corazón;
seres extraños, a los cuales no pudiendo
comprenderlos, se conforman los otros con calumniarlos;
es fácil calumniar a esos seres pero, no
es fácil herirlos con la calumnia; ellos están más allá del dolor, del rencor y
de la vida;
la última simiente de los dolores,
germinó en ellos;
y los pies que ponen sobre la Tierra,
son dos astros, a los cuales el cielo quitó su lucidez, para no deslumbrar los
ojos de los hombres;
de estos hombres-dioses, no escucharéis
sino las palabras, cayendo como una catarata de estrellas sobre las soledades
de la noche;
un día desaparecen de la Tierra;
y, el cielo, huérfano por su ausencia,
es el único que llora, lágrimas de eternidad;
y, de cada lágrima nace una estrella. .
.
y de ese astro se hace una corona para
el Hombre.
En hombres como Sócrates, lo
verdaderamente admirable, no es la Vida, es la Muerte;
Sócrates, era inferior a los griegos de
la Grecia heroica;
fascinó a sus contemporáneos por su
dialéctica, porque surgió en una de esas épocas de decadencia en que un pueblo,
habiendo renunciado a la libertad, no pide sino ser consolado por el sofisma;
la triste y estéril razón, no tuvo un
cantor de su imperio, más armonioso que Sócrates;
y, ¿qué creer de la razón de Sócrates,
que moría recordando que debía un gallo a Esculapio?
Lo trágico que ponemos en los libros, lo
extraemos de aquel que llevamos en nosotros o, mejor dicho, lo dejamos
revelarse en ellos;
la época, no influye en la obra de un
hombre, ni siquiera dándole la forma esquemática de su estilo, porque él ha
plasmado ya el suyo, en los troqueles maravillosos de su pensamiento.
La Libertad es una flor latina;
el Orden, es un culto sajón;
por eso es que los latinos, por amar
tanto la Libertad, hayamos caído muchas veces en el libertinaje;
y los sajones, por amar tanto el orden,
no han logrado salir nunca de la servidumbre.
La mejor página del amor, es, el
recuerdo.
Hay algo de triste en mi espíritu,
cuando pasan sobre él, estremeciéndolo, las grises, las opacas memorias de
otros tiempos. . .
¿por qué en aquellos cielos sin
fronteras, brillan aún los astros del recuerdo?
¡tan pálidos, tan tristes, tan llenos de
silencios!
recordar es vivir, vivir la Vida,
misteriosa y, opaca de los muertos. . .
¿por qué esta regresión al pasado?
¿por qué tornan las nubes a los cielos?
monotonía terrible de la vida, madre del
tedio. . .
ella es el alma de la vida toda;
ella agita en nuestro espíritu el
recuerdo. . .
ella irisa las aguas de los lagos, bajo
el ala aterida del invierno.
El único amor que ha dominado mi vida,
ha sido el de mi madre;
y la amo, a pesar de que aún dura el
dolor de mi vida, ese dolor que ella me dio y, que aún sigue conmigo;
y la amo todavía;
del fondo de mi dolor, mi alma la besa . . . .
en un largo, apasionado beso de
perdón . . . .
¡ella me perdonó tantas veces!
Cuando se ha vivido en la tempestad, se
pierden por igual el miedo de las olas y el amor de las estrellas;
no nos importa ya escoger el naufragio
en que hemos de morir;
hoy. . . mañana. . .
aquí. . . más adelante. . .
el abismo nos espera. . .
¿qué importa la ola que ha de devorarnos?
yo la llamo y no viene;
¿por qué tarda?
el destino la soltará a la hora fija;
y sólo hallará para arrastrar consigo,
un náufrago, que hace mucho duerme sobre la ola, indiferente al mar, cerrados
los ojos a los cielos.
No palideceré ante la muerte. . .
el dolor me ha ahorrado esa última
emoción.
Si mi vida ha sido un cambio perpetuo de
lugares y de horizontes, ¿cómo pedir a mi corazón que ame algo, que arraigue en
algo?
los árboles aman la selva que los nutre;
los parásitos aman las rocas en que nacen, pero ¿qué queréis que amen las algas
marinas? . . . . ¿el seno de las olas que las llevan? ¿las nubes vagabundas como ellas? ¿el rayo de luna, que las hace parecer una franja de plata
tendida sobre el mar?
mi corazón tiene de las nubes y de las
olas, y sólo espera de las unas el soplo de viento que ha de disolverlo en el
espacio o, como las otras, la corriente que lo empuje a la playa en que ha de
romperse para morir.
Cuando escribo estas Prosas, con estas
notas fugitivas sobre mi vida, el recuerdo de mi adolescencia y el de mi
juventud, no me conmueven;
son paisajes tristes que quisiera borrar
de mi memoria.
Sólo la sombra de mi madre, vaga por
esos escombros lejanos, como una rayo de luna sobre un paisaje desolado. . .
sólo ella me conmueve;
lo demás de ese paisaje, ni lo amo, ni
me interesa;
si todo el pasado hubiera de naufragar,
yo no salvaría sino el recuerdo de mi madre.
Sabemos de qué están hechas las nubes y
sabemos de qué están hechas las lágrimas;
lo que no sabemos, es el misterio del
huracán que dispersa las unas bajo el cielo, y el misterio del dolor, que
empuja las otras hacia nuestros ojos.
Triste, como la sombra de un sauce sobre
un espejo, en el cual se ha fundido la última gota de azul del crepúsculo
pensativo, mi corazón se inclina sobre el recuerdo del ayer, de esa sombra
también crepuscular, donde unos labios jóvenes me besaron con amor.
Me estremece, como se estremecían a
aquella hora las aguas de mis sentimientos, sobre las cuales brillaba el sol,
como una gran caricia . . . .
Como se estremecía en silencio, el alma
de la noche, impregnada de azul, de un color de olas. . .
y pienso que hay momentos de locura;
y tengo piedad por la locura y por la
pasión. . . por esos dos gemelos, que vagan por el mundo, y se detienen también
a orillas del beso. . .
y se recrean en ellos. . .
como dos sauces en un espejo. . .
Voces conmovidas flotan, como pétalos
desflorados de los rosales del silencio, cual si brotara del corazón de los
jazmines abiertos en holocausto hacia la noche.
El gran himno imposible, de aquello que no
pudo seguir viviendo.
No hay vacío universal;
no hay más que lleno total;
pero es un lleno traslúcido que hace
creer en el vacío.
En este mundo, todo son vestiduras que
nos aíslan;
y posesiones que nos encadenan.
Es por esto que es preciso que nos
volvamos desnudos y pobres;
y así penetrar sin obstáculos en el seno
de la Madre eterna;
donde reposa el secreto viviente del
Todo.
Toda frecuencia de onda, actúa sobre los
niveles inferiores penetrando en ellos;
nunca causa efecto sobre los niveles
superiores.
Un ser humano no puede causar daño a
otro de un nivel superior;
quienes se encuentren en un plano
inferior pueden recibir su influencia.
Si te identificas con los
acontecimientos y no eres capaz de gobernarlos,
ellos serán una realidad para ti ;
y, seguirás viviendo tus sueños durante
todos los años de tu vida.
Estoy recordando que todo y todos viven
dentro de mí.
El universo está dentro de mí;
pues todo lo que existe vive dentro de
mí;
yo soy todo lo que existe;
en todo lo que amo, me amo a mí mismo;
sólo creo no amar aquello que aún no he
reconocido dentro de mí.
Vuelvo a mí mismo en todo lo que muere;
vuelvo al Yo eterno, divino, creador,
conservador, renovador.
Espacio y tiempo dominan la periferia
del universo que gira;
pero yo soy la eternidad sin tiempo ni
espacio.
Descanso en mí mismo y lleno con mi Ser
eterno el espacio;
y a todo lo que habita en él.
¡Yo soy la única realidad!
¡Yo soy la vida!
¡Yo soy el que soy!
FIN
OBRAS PUBLICADAS
Entre
el silencio y los sueños (poemas)
Cuando aún
es la noche
(poemas)
Isla
sonora (poemas)
Sexo.
La energía básica (ensayo)
El
sermón de la montaña (espiritualismo)
Integración
y evolución (didáctico)
33
meditaciones en Cristo (mística)
Rumbo
a la Eternidad (esotérico)
La
búsqueda del Ser (esotérico)
El
cuerpo de Luz (esotérico)
Los
arcanos menores del Tarot (cartomancia)
Eva.
Desnudo de un mito (ensayo)
Tres
estudios de mujer (psicológico)
Misterios
revelados de la Kábala (mística)
Los
32 Caminos del Árbol de la Vida (mística)
Reflexiones.
La vida y los sueños (ensayo)
Enseñanzas
de un Maestro ignorado (ensayo)
Proceso
a la espiritualidad (ensayo)
Manual
del discípulo (didáctico)
Seducción
y otros ensayos (ensayos)
Experiencias
de amor (místico)
Las
estaciones del amor (filosófico)
Sobre la
vida y la muerte (filosófico)
Prosas
libres (pensamientos en prosa)
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Navarro Zamorano
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