Manual del Maestro

 

 

AUTOR:

 

Salvador Navarro Zamorano

 

 

PORTADA:

Isabel Navarro Reynés

 

Presentación:

 

Quintín García Muñoz

 

 

 

 

 

 

ISBN: 978-84-613-7417-5
Depósito legal: M - 53700-2009
Impreso en Eimpresión.com
Registro de la propiedad Z-579-09

 

 

PRESENTACIÓN

¿Quién no ha anhelado en alguna época de su vida tener la posibilidad de consultar a un maestro?
¿Quién no ha necesitado que le indicasen el próximo recodo de su propio camino?

Creo que todos buscamos algunas palabras sabias que nos aconsejen cómo encarar los momentos de incertidumbre, en los que no somos capaces de discernir nuestro propio sendero.
En multitud de ocasiones permanecemos con la mirada perdida en medio de una espesa niebla, sin distinguir nada, ni siquiera el más mínimo atisbo de indicación o señal que nos guíe. No comprendemos nada de nada, y si intentamos extraer luz de nuestras observaciones de la realidad más cotidiana, sólo nos sirve para confundirnos todavía más, pues los hechos en los que los humanos permanecemos sumergidos son verdaderamente terribles y más aún si escuchamos o vemos las noticias que los medios de comunicación ponen a nuestro alcance.
En momentos cruciales necesitamos la ayuda de alguien o algo, y si tenemos la suerte de encontrarnos con un “desconocido” que nos tiende la mano, simplemente porque sabe que pertenecemos a una interminable cadena de almas encarnadas en hombres que se ayudan mutuamente, o porque siente un deseo altruista y espontáneo de entregar sus pequeños secretos sin pedir nada a cambio, simplemente como pago a los dones que la vida le ha concedido, entonces encontramos un maestro.

A veces se tiene la idea de que un maestro es un ser poderoso que despide rayos, que es extraordinario y está más allá de este mundo. Creo que es un concepto exagerado, pues, en mi opinión, aquella persona que nos indica el siguiente peldaño de la infinita escalera que lleva desde el pequeño trocito de tierra que pisamos, hasta las inmensas galaxias, los abismos espaciales y temporales, puede decirse que es un maestro para nosotros.

Por muy grande que sea alguien, mientras nosotros no estemos en un nivel de compresión cercano a su categoría, de nada nos servirá.
Como es natural y lógico, aquellos que pueden ayudarnos, son personas que recientemente han pasado por unos problemas similares, y están en condición de indicarnos la solución que a ellos les fue bien.
Imaginemos que escalamos una montaña, llegamos a un punto en el que no parece existir ni camino hacia arriba, ni retorno a la base, y la mano amiga de un escalador con pericia, que hacía poco tiempo que había pasado por la misma vía nos señala una pequeña abertura en la roca donde poder afianzar la posición lograda y tomar un nuevo impulso para proseguir nuestra ascensión.
Está claro que en ese instante alguien que ha marchado a escalar otras montañas, otros planos de la realidad, no está, por muy elevado que sea, en condiciones de ayudarnos.
Aunque… nunca hay que descartar las relaciones que en otra vida se tuvieron, así como los compañeros espirituales que, aun sin ser nosotros conscientes de ellos, nos tienen un aprecio especial y que, a lo mejor, como si se tratase de un salto cuántico y fuera de toda lógica, nos ayudan a encontrar el rumbo de la presente vida. Pero estas últimas frases se apartan de lo que verdaderamente puedo afirmar con seguridad, y como solamente deseo hablar de una forma “científica”, dejamos las influencias a través de nuestro Yo Superior, quien, como dice nuestro amigo Salvador, se expresa como un maravilloso descenso de beatitud o gracia.

 

Mi aportación más valiosa, en este prólogo, creo que es la de corroborar, dentro de mis limitaciones, algunas afirmaciones de este bello y útil libro, Manual del Maestro. Pienso que la mejor forma es narrar, brevemente, las experiencias con mis particulares maestros que hasta ahora he tenido la suerte de conocer y las coincidencias que se han producido con ciertas partes teóricas del mencionado libro.
Hasta los dieciocho años, mi vida, como la de muchos, transcurrió bajo la tremenda, y pienso que en términos generales positiva para un alma de cariz místico, influencia de la Iglesia Católica. Pero el dolor del mundo me convirtió en un total incrédulo en la existencia de Dios.

¿Hacia dónde debería ir? En ese instante surgieron mis primeros “maestros”: los libros de Herman Hesse. Para un buscador de tesoros espirituales, encontrar un filón de libros valiosos es esencial. Cuando todo lo que nos rodea no nos satisface, necesitamos acudir a nuestros compañeros de camino, a esas piedras preciosas que son las experiencias, en muchas ocasiones disimuladas entre los pliegues de los múltiples personajes, y en otras, expresadas claramente y sin rodeos.
Pero…tengo la impresión de que por el mencionado camino no habría diferido mucho de tener una vida similar a la de un hombre cultivado, de cierta tendencia política, e inmerso en alguna asociación humanitaria.
Sin embargo, tuve suerte. Hay personas que creen que la Vida está diseñada para que nosotros “individualmente” evolucionemos, pero me parece más razonable afirmar que la vida es, y su esencia se manifiesta a través de los millones de habitantes que son su vehículo, determinando las experiencias y la calidad de los hombres utilizados.

 

Pienso, sinceramente, que no estaba destinado a encontrar a un maestro, sino que… coincidió que ambos pasábamos por allí, la oportunidad surgió y fue aprovechada. Cosa que no supieron hacer algunos otros que también transitaban por el mismo lugar.

En algunas obras lo he narrado en forma novelada. Después de treinta y dos años de aquel acontecimiento, retengo en mi memoria la maravillosa sensación de escucharle por primera vez una noche de Septiembre.

Sus palabras me llevaron hacia mundos desconocidos, hacia aquello que siempre había pensado que eran quimeras de los antiguos; también me habló de Einstein, y cómo se podía viajar en el tiempo.... Aquella conversación, que duró unas cinco o seis horas, cambió mi vida para siempre. Un joven maestro de veinticuatro años de edad, con quien compartí los últimos cuatro de su vida, me llevó de los límites estrictamente locales y provincianos, de ideas que tal vez tenían su origen en angostas y aisladas poblaciones de hacía dos mil años, hasta las galaxias y el descubrimiento de un planeta de posibilidades imposibles.

Elevó hasta tal punto mis ansias de conocimiento que volví a buscar entre nuevos y extraños libros. En unos años, tal vez había avanzado lo que normalmente habría requerido una vida, pues los conceptos que me inculcó, todavía eran desconocidos para la mayoría de las personas y de la sociedad, que sólo ahora, recientemente, se ponen a la vista de las personas corrientes.

Está claro que si no hubiese existido un enorme anhelo de conocimiento, una devoradora sed de saber qué es el mundo, una profunda necesidad de adquirir luz, de nada habría servido voluntad de enseñar. Al final, toda su labor habría quedado sepultada por la común marcha de la vida; pues lo que nos puede enseñar un maestro espiritual tiende a ser olvidado y soterrado por la mecánica de los acontecimientos diarios. Hasta que la nueva tendencia no ha quedado marcada a fuego en nuestro corazón, y no hemos mantenido encendida la incipiente llama de sabiduría una buena cantidad de años, ésta desparecería en el olvido.

 

Así pues, dos factores son necesarios: por un lado el anhelo del discípulo y por otro la voluntad del maestro.

Sé que esto es evidente y obvio, pero no por ello menos esencial.

 

Mi primer maestro, el viajero de las estrellas y las galaxias, murió a los veintiocho años. En referencia a este joven maestro, deseo expresar que hay unas líneas en este estupendo tratado mágico que podrían definir su procedencia, pero por varias razones dejo velada la misma. Cuando acaeció tan lamentable desaparición, escribí todo lo que recordaba de sus charlas y reinicié la búsqueda de nuevas fuentes de sabiduría, que encontré por segunda vez en los libros. Gracias a ellos no se apagó la minúscula llama que ardía en mi mente y comencé el maravilloso estudio del Tratado sobre Fuego Cósmico, del que bebí durante veinticinco años. Fue mi segundo maestro, y con él se abrió un nuevo camino hacia el encuentro con la Vida.

 

Aunque todo parece lineal, hubo muchos, diría que demasiados, momentos de crisis, pero el estudio del mismo me llevó a practicar la visualización, algo que no estaba desarrollado en mis características originales. Una nueva oportunidad surgía.

Sin embargo, nada indicaba que lo visualizado, fuese algo más que simple imaginación.
Pienso que en este punto reside la sutil diferencia entre el discípulo y el maestro espiritual.
Un discípulo que no tenga una evidencia, aunque sea minúscula, acerca de la influencia de sus pensamientos y sentimientos, involucrados en sus visualizaciones, sobre la vida física, creo que no llega a ser un incipiente maestro.

La certeza para el propio discípulo, de que algunos de sus trabajos mentales tienen efectos físicos, es decir que es capaz de manejar con la mente la luz y con ella afectar los distintos vehículos de otros seres humanos, es la que establece la división entre uno y otro estado. Dicho de otra forma, entre el conocimiento y la sabiduría.

Espero no parecer engreído si me atrevo a afirmar algunas verdades que he deducido de mi propia, aunque corta, experiencia.

Después de treinta años de estudios, iba a comenzar una nueva etapa en la que lo experimentado me permite ahora, en este momento, aportar un poco de luz al lector que encare el Manual del Maestro.
Mi trabajo diario consistía en visualizar esferas, así como múltiples ejercicios de “imaginación” en los que me desplazaba hacia algún centro, ashram, en el mundo mental y me reunía con mis probables compañeros de camino. Pero no pasaban de ser meros ejercicios. Si bien es cierto que sobre mí descendía una gran paz después de cada uno de los trabajos mentales.

Como estamos en un mundo de magia, y en un libro para futuros maestros, confío en que seré comprendido.
Alguien me propuso comenzar unas pruebas telepáticas, a lo que accedí. Solamente durarían una semana. La otra persona, alejada a más de diez mil kilómetros, debería captar mi visualización. Es verdad que no percibió exactamente la figura geométrica visualizada, pero sí que es cierto que hubo un enorme éxito, pues captó muchos de mis pensamientos, incluso me atrevería a decir, detalles de mi entorno físico. No sé si vio a través de mis ojos o captó lo que yo estaba viendo y quedaba reflejado en mi mente. Ésa es una respuesta difícil de determinar y que nos llevaría más allá del propósito de este prólogo.

 

La prueba fue tremendamente exitosa y de una certeza aplastante, si bien no sentí una gran satisfacción personal y me olvidé de ella hasta pasados unos meses, en los que retomamos, a su ruego, las transmisiones y captaciones telepáticas. La prueba consistiría en que yo visualizaría mis meditaciones diarias hacia el centro espiritual y la otra parte intentaría seguirlas.
A partir de ése instante puedo asegurar que las visualizaciones adquirieron una energía extraordinaria. Y gracias al correo que manteníamos diariamente se podía comprobar que había una tremenda conexión. Me costó, más de un año y medio, darme cuenta de que no solamente se desplazaba el pensamiento, sino un algo más, un añadido de energía, al que no voy a poner ningún nombre, permitiéndome la pequeña licencia de no revelarlo.

Y poco a poco fui aprendiendo que la visualización de los centros de energía, o chacras, así como líneas onduladas, y ríos de luz, comenzaban a tener, digamos, consecuencias físicas, pues los rayos de luz que atravesaban mis visualizaciones, así como partes de mi cuerpo y de la persona participante, producían una especie de cosquilleo en la coronilla y en la espalda.

Llegué a la extraña conclusión de que la otra persona, con una capacidad extraordinaria de videncia, se aferraba a mis visualizaciones mentales, y a través del hilo de conciencia que une el corazón de los seres humanos (en este caso, el mío) con los centros de energía superiores, tal y como indica el Manual del Maestro era capaz de ascender hacia los planos espirituales.

 

En los mencionados desplazamientos mentales-espirituales, la vidente observaba los acontecimientos que allí se producían y de los que yo, constructor inconsciente no era capaz de percibir.
Muchas cosas me llamaron la atención, pero comentaré dos fenómenos particulares que corroboran todo lo que nuestro apreciado amigo Salvador propone en este manual.

Uno: La vidente observaba cómo progresivamente un cordón dorado, cada vez más fuerte, unía la cabeza y el corazón de ambos.

Dos: En nuestras incursiones algunos seres nos activaban los chakras coronario y cardíaco.

En ningún momento visualicé que alguien me tocase.

Mi tercer maestro (maestra) debía de tener razón en sus afirmaciones a juzgar por el fuego que en ocasiones parecía quemarme esos dos centros o chacras.

Aquí, como podrás comprobar, amigo lector, ya hemos entrado de lleno en el Manual del Maestro.

Pienso que en el transcurso de aquellas experiencias me comporté como un verdadero científico. Anotaba todo lo ocurrido, así como las consecuencias de las visualizaciones telepáticas, y ello me llevó a determinar que las visualizaciones tenían una consecuencia física: la tremenda afluencia de energía que no ocurría cuando meditaba individualmente, así como el fuego que comenzaba a sentir en distintas partes del cuerpo.

Afinando un poco más, diría que éste fuego, es más bien interno, aunque parece que se produce externamente.

La creatividad literaria se multiplicó. En nuestras meditaciones, se podía a veces tocar la materia mental.
A los tres años de aquella experiencia, podía asegurar que entre las dos mentes se transmitían los datos, que la energía luminosa tenía consecuencias físicas, y que algunos objetos se podían ver en la distancia a través de la otra mente. Como he sugerido anteriormente, no me atrevo a decir que la energía desplazada tuviese la suficiente sensibilidad para ver el entorno sin necesidad de que lo estuviese mirando el contactado.

Acerca del cuerpo etérico, que también se trata en el Manual del Maestro, digamos que la medicina moderna todavía tiene muchos secretos por descubrir. Y como nos adentramos en un terreno, a la vez que maravilloso y lleno de posibilidades para la salud, es mejor que cada discípulo lo descubra por sí mismo. Esta energía es susceptible de ser modificada por la luz que genera la mente de un mago. Esto es un hecho sin lugar a dudas para aquellos que hayan podido comprobar la realidad de tal aseveración. Para “demostrar científicamente” que en esta afirmación no hay fantasía, contaré un sueño que tuve hace unos años:

Estaba soñando y flotaba en la oscuridad en la que se distinguían múltiples formas blanquecinas que caminaban hacía algún lugar. Delante de mí había una figura humana de la que percibía su espalda, de aspecto que yo consideraba en el sueño, como de edad muy avanzada. No sé decir si era un anciano o una anciana. Anhelé abrazar la figura, y lo hice. Instantáneamente recibí una descarga eléctrica que me despertó sobresaltado con un fuerte fogonazo de luz en la frente y micro-descargas eléctricas que recorrían casi todo mi cuerpo. Permanecí varios segundos sintiendo cómo los hilillos de energía recorrían mi cuerpo.

Para mí, no hay duda de que es una prueba de cómo el mundo mental nos afecta, a través de las distintas densidades hasta terminar en el cuerpo físico, que tiene activado, - gracias a la meditación -, el cuerpo etérico de una forma extraordinaria.

 

A veces, las imágenes mentales se convierten, por alguna causa que dejaremos como un misterio sin resolver, en rayos luminosos que descendiendo de nivel se transforman en electricidad y que el sistema nervioso interpreta como minúsculas corrientes eléctricas. Las diminutas micro-corrientes eléctricas, pueden ocurrir también durante muy breve tiempo, después de que alguien ha pasado a otro nivel de conciencia, y su campo de energía se cruza con el nuestro.

Si te das cuenta, amigo lector, en pocas líneas estamos hablando de dos acontecimientos importantes: El primero se refiere a que la mente humana puede superar, gracias a sus facultades, las separaciones espaciales, aunque sean de miles de kilómetros; y el segundo se refiere a que, aunque sea por muy breve tiempo, más allá de la muerte clínicamente probada, perdura una determinada configuración energética fuera del cuerpo físico. Si bien en mi caso, únicamente detecté durante dos o tres días esa influencia energética que nos está diciendo de forma callada, que el mundo no es todo lo que la ciencia actual puede comprobar.

Creo que podríamos extendernos una gran cantidad de páginas en relación con el estupendo libro que tienes ante tus manos. Se habla de la columna vertebral. Referente a la misma voy a relatar algo interesante ocurrido durante los tres años que duraron las experiencias telepáticas o tele-energéticas, si tal palabra existe.

Debido al contacto telepático, del que fue iniciadora la otra persona, pues como he comentado tenía extraordinarias capacidades, paulatinamente sentí que al visualizar una espiral de energía que ascendía casi verticalmente a través de la columna, generaba una extraordinaria vitalidad.
Puesto que íbamos perfeccionando el sistema de comunicación, al cabo de unos meses, la visualización completa era: dos almas con los brazos en cruz dándose la espalda que ponían en contacto sus columnas etéricas, - repito -, a pesar de la distancia de doce mil kilómetros. Estoy casi seguro que los ríos de luz que ascendían tan arriba como me capacitaba mi imaginación, consiguieron en muchos instantes cambiar el nivel de las conciencias. Era como si ese estímulo luminoso prolongado abriese una puerta, para al final salir disparados en forma de figuras alargadas que flotaban en algún espacio mental.

 

Es decir, que la concentración mental, la respiración y la visualización, creaban un vehículo luminoso que tenía objetividad en el mundo etérico, astral y mental, y todo ello con plena consciencia.

Amigo lector, actualmente mis meditaciones diarias se basan en la visualización de círculos y líneas de luz que se cruzan en un punto, a varios metros y de altura de mi cabeza, teniendo la certeza, según las experiencias vividas, de que estoy construyendo una estructura luminosa-energética que será el soporte para una conciencia mayor. Ahora no entiendes por qué digo esto, pero pronto lo sabrás, cuando llegues a la página indicada en el Manual del Maestro. Esta meditación, la de utilizar un punto donde teóricamente permanece el loto egóico y la mónada humana, y luego atravesarlo con líneas en forma de elípticas, tiene extrañas consecuencias como proporcionar paz, y lo que es más importante para un escritor, inspiraciones creativas.

No deseo ser más el protagonista, pues únicamente intentaba corroborar con mis cortas experiencias de tres años, que el mundo espiritual existe, y que metódicamente utilizado es una fuente de amor, belleza, armonía y creatividad.

También me gustaría recordar la afirmación esotérica de que la esencia del mundo es anterior a su existencia, y que los creadores, a través de sus cantos mágicos o utilización de frases y palabras, hacen agruparse a los átomos y actuar entre sí, de acuerdo a sus propósitos.

Desde luego, cuando un mago ha comprobado que lanza un rayo de luz a través de su centro ajna, afecta a otro cuerpo de luz, y mediante sus sentimientos, impregna de diversas cualidades ese rayo… comienza a tomarse en serio la posibilidad de que anterior a la Evolución actual, ocurrió la Inmersión de la materia luminosa del mundo mental, originada por los Creadores, hasta descender o más bien aglutinar a la materia densa de los cuerpos físicos.
Si hablamos de que una mente, y todavía más, si dos mentes son capaces de crear figuras luminosas que son una prolongación de sus conciencias, podemos “entender” que los Siete Rayos son vehículos de luz que mantienen unidas miríadas de conciencias, formando Super-conciencias.
Los Siete Rayos de los que se habla también en el Manual del Maestro, son, y esto lo interpreto de forma individual, algo así como proyecciones de otros Seres que habitan en dimensiones de más energía y que compenetran con Su Luz, vehículo de Su Conciencia, Amor y Voluntad, el plano físico.

Amigo lector, te encuentras ahora con un estupendo manual. El tiempo dirá si es el tipo de conocimiento-sabiduría que se adapta a tus peculiaridades, pero lo más importante es que, al estudiarlo, te elevará hacia el mundo sutil con el que tanto necesitamos contactar, pues al fin y al cabo los seres humanos nos vemos precisados a extraer energías y recursos extraordinarios, que son los que estimulan y renuevan la pesada materia del plano físico donde residimos.

Desde aquí deseo agradecer a mi amigo Salvador la oportunidad que me ha ofrecido para poder relatar algunas de mis experiencias y que espero puedan servir para estimular al buscador de tesoros espirituales.

Mi más profundo agradecimiento a mi querido amigo Don Salvador Navarro Zamorano.


Quintín García Muñoz

 

 

 

INTRODUCCIÓN


Cada uno de nosotros tiene una música propia para cantar y una danza para bailar. A veces, en su sencillez, es obvio. En otras, es complejo y confuso, escondido en lo más recóndito de una esencia aún desconocida. Nosotros estamos aquí para hacer algo único, para expresar nuestra individualidad, el deseo por la perfección y por una vida más gloriosa.

Cuando descubrimos lo que eso significa, sentimos alegría, plenitud y nuestra evolución, así como el ritmo de nuestra vida, parece que se acelera. Somos felices unidos a la vida, sea tanto ejerciendo un oficio manual como administrando Empresas; siendo madre y ama de casa, barriendo una calle o haciendo compras en el mercado. En ese punto, todo el esfuerzo empleado con elementos dispares toma sentido; nos enseña el arte de ser señor de nuestra vida. Ocurre una integración. La ruptura en el mundo exterior parece coincidir con algún tipo de plenitud interior, como una lección aprendida. Es indiferente que no haya ningún ritual externo, el propio vivir ya es excitante. Tal vez no más fácil, pero es más armonioso y gratificante. De repente, la vida tiene un propósito y hay algo que decir. En ese punto, nos volvemos activos co-creadores con la Divinidad. La maestría completa es sólo cuestión de tiempo.

La vida no es un mar de rosas para nadie. Hay dolor. Estamos aquí para aprender algo. Si tenemos dinero, podemos no tener salud; si somos saludables, podemos no tener estabilidad emocional. Ante la vida como ante la muerte, todo se iguala; no hay privilegios. La vida nos da una historia interminable para ser administrada: el gobierno y control de nuestro Yo y nuestro mundo. Aprendemos las leyes de la vida por medio del lenguaje y diferentes símbolos y, entre las tentativas y los errores, aprendemos sus principios por medio de expansiones y contracciones, a través de los sistemas energéticos que gobiernan nuestro cuerpo, nuestra mente, las emociones, expresiones y manifestaciones físicas. El hombre es, de hecho, un microcosmo. Los antiguos sabían que “Así como es arriba es abajo”. Sabían que las leyes que gobiernan la Vida giran alrededor de principios de vibración. Vibraciones que constituyen la corriente principal de la Magia.

Tradicionalmente, la Magia está relacionada con el cuerpo de la literatura gnóstica y fórmulas que conjuran imágenes perversas, hechiceras y brujas. El Mago es visto como una persona sin edad, misterioso e invencible, como un Mago Merlín en el mejor de los casos. Pero, tras esa complejidad melodramática y de los simbolismos intrincados que ocultan los principios de la Magia, reposa el aplastante sentimiento de una fuerza enorme, un poder incorporado por el propio mago en su habilidad de extraer sustancia y energías primordiales de su medio ambiente y generar, orientar y transmutar esta energía y sustancia en otras formas. Ha habido mucho temor en torno a este Arte Real, generado por la ignorancia, la manipulación de la superstición y medias verdades contradictorias, legados de tiempos antiguos, cuando las leyes internas que gobernaban la Magia fueron mal empleadas. Recuerdos subliminales de distorsión y temor infiltrado hasta los tiempos actuales.

Pero la Magia es muy anterior a la Edad Media y al mismo Merlín, remontándose al inicio de los tiempos, cuando sucedió la aparición de las primeras encarnaciones del hombre. En aquella época era un conocimiento natural. En aquel tiempo, el hombre tenía consciencia de su papel especial como intermediario entre la realidad física y la sutil, entre lo humano y lo divino. Tenía consciencia, no sólo de su naturaleza dual, como inteligencia en la materia, sino de la dualidad de su sistema energético. Tenía consciencia de su poder o capacidad de crear, por medio de la manipulación de la energía y la sustancia. Sabía que la llave de ese poder estaba dentro de su propio estado de consciencia. Era la clave para la manifestación, precipitación, desmaterialización, levitación, etc. De hecho, todas las expresiones de los poderes naturales del hombre residen en la comprensión y uso de la consciencia. Es el propio estado de consciencia el que determina el uso de las leyes que gobiernan la energía y la materia. Tales leyes son misteriosas solamente en la misma proporción en que los estados de consciencia son inexplorados e incomprensibles para el Yo.

Esto que se ha expresado da pie para una mejor interpretación del texto que sigue y que se ha escrito para aquellos que desean ser maestros en el mundo del esoterismo, equivalente a un alto grado de espiritualidad, que se puede resumir en cuatro palabras: estudiar, comprender, osar y callar.

Y ahora, entremos en las páginas que siguen y vayamos desvelando los secretos más ocultos, escondidos solamente para aquellos que mirando no ven y oyendo no escuchan.

En el nombre del Padre.


Salvador Navarro Zamorano

 

 

 

 

 

LA CONSCIENCIA

La consciencia es un mecanismo de percepción. Puede expresarse de innumerables maneras que incluyen varios niveles de comprensión y comportamiento. Los orientales diseñaron claramente diferentes estados en una elaborada descripción de los caminos del alma después de la muerte. Tales estados, corresponden a los tipos de naturaleza humana y maximizan unas características salientes: envidia, cólera, apatía, orgullo, compasión y piedad. La verdad es que la consciencia puede ser intelectual o estar orientada por la sensación; puede estar habituada a las emociones o psíquicamente cognitiva; hasta ser espiritualmente concertada y alineada con fuerzas cósmicas. Puede ser cualquier combinación. Cada nivel de actividad en nuestro espectro humano, corresponde a un estado de consciencia, significando el centro desde el cual se origina la actividad. En cada estado se establece una vibración, una frecuencia energética. El hombre, en su facultad de consciencia, es un creador extremadamente sensible y complejo, de infinitas posibilidades de existencia.

La manera por la cual la humanidad aborda la vida es puramente casual. Si conseguimos tener éxito, eso ocurre por acaso, conseguido por medio de una persistencia obstinada y metodología aplicadas. No sólo perdemos la capacidad de compromiso, sino también la potencia total de nuestra energía, de nuestra fuerza. Más que una facultad central o fuente de poder, existe un estado de dispersión continua que crea una fragmentación de nuestras facultades. No solamente olvidamos que hay una unidad en relación a la Vida, sino que descuidamos la capacidad y el conocimiento de nuestra maestría inherente sobre materia y vibración. Quedamos presos bajo uno u otro sistema de nuestra propia creación. No recordamos qué fuimos y que siempre seremos creadores. Quedamos fascinados e identificados con nuestras creaciones. Caemos en la trampa de un nivel de realidad que concebimos como siendo el todo.

El proceso normal de la consciencia es la de expandirse e intensificarse. Eso puede ocurrir independientemente de nuestra cooperación. Sin ella, la disposición para renunciar a nuestras ataduras e identificaciones, provoca dolor y sufrimiento. Pero ellas no son parte intrínseca de la vida. Con nuestra cooperación, la consciencia fluye como un río, recorriendo diferentes permutaciones de sustancia y energía, de manera incesante y sin impedimento alguno. La vida es vista como un flujo, una actividad sin fin de fuerzas. El foco va siendo desviado de los efectos, tal como la distracción y ramificaciones de nuestra atención, hacia la causa o consciencia central. Quien percibe el cambio es la inteligencia suprema, el estado más alto de consciencia.

El proceso de la vida parece ser la reunión de elementos discrepantes, en los cuales nuestra fuerza es tocada y nos mantiene divididos. En esa reserva de elementos, la fuerza que estaba impulsando la energía hacia el exterior, pasa a acopiarla en sentido contrario, hacia dentro, en dirección a un punto de origen, aumentando en intensidad. Esa cantidad de movimiento en el interior de la reserva almacenada es todopoderosa. Místicos, magos y ocultistas la conocen. Pero la humanidad la ignora, prefiriendo invertir poder y autoridad externa en padres de los cielos, metafísicos, autoridades, doctrinas, enseñanzas y organizaciones.

Dentro de cada individuo reposa la Divinidad, un estado de consciencia a partir del cual todo Es posible. Porque la consciencia, como la energía, es neutra. Es una espada de dos filos. En manos del portador de la luz, es un poder divino; en manos de personas egoístas se transforma en un caos, llevando desarmonía y destrucción.

MAGIA INTERIOR

Las fórmulas mágicas originales fueron cubiertas por símbolos, para que su práctica fuese protegida contra la mala utilización por parte de personas impuras. Lo que ha llegado hasta nosotros, aunque inmensamente poderoso y capaz de transmutar la materia, es todavía inferior. Practicadas por nuestros ancestros más remotos, de las que hemos oído hablar por medio de civilizaciones, como la de los mayas y egipcios, es una acción de la Divinidad, un circuito directo con la fuente suprema de la Vida y la Luz. Practicar la magia divina es penetrar en frecuencias vibratorias más altas de las que podamos concebir. Esa frecuencia altera todos los niveles de realidad por debajo de ella. Alcanzando el más allá de la vibración del oro, se representa por sustancias cristalinas de la Tierra: las piedras preciosas, desde el cristal hasta el diamante.

La clave consiste en comprender la energía y la sustancia. La transformación y la transmutación final son posibles sólo por medio de la comprensión. No acontece accidentalmente. Materia es energía. Luz es energía. Todo es energía, en diferentes estados de concentración. La propia vida es sustancia; la sustancia es energía. La comprensión más profunda camina hacia aquella energía más fundamental: el sagrado soplo resplandeciente o luz cósmica.

Hay leyes que gobiernan todas las manifestaciones, hasta las espirituales. Éxtasis…gracia…milagros…todo eso ocurre por medio de acciones de las inmutables leyes de la Luz. El propio Dios, como era concebido antiguamente, es el “Donador de Forma y Medida”, “el Donador de la Vida”. A menos que conozcamos el dominio de la causa, la Esencia o Fuente, la Divinidad, estaremos para siempre mezclando efectos y nunca alcanzaremos la verdadera maestría.

No sólo hay una causa para todo lo que existe bajo el Sol sino que, además, esa causa es inteligente. Todo aquello que se manifiesta es una expresión de la fuerza vital energética y es inteligente. La energía responde a la actividad humana. Responde al pensamiento y a la orientación. Puede ser manipulada. El hombre tiene un papel único en esa creación. Es la única especie que tiene el poder de manipular las fuerzas de la vida, de crear. Es la única especie que posee las cualidades de un Creador. La encarnación física es la expresión de un compromiso con el planeta Tierra: el hombre toma de él su verdadera sustancia y se reviste con ella. Pero el hombre no es una entidad física. Es un visitante dentro de la materialidad. Es realmente una inteligencia, la luz de una consciencia con su potencialidad multidimensional. Una potencialidad que va más allá de su cuerpo emocional y mental. El hombre es una presencia dentro de la materia. Saber eso, aceptar esta identificación, le permite llegar directamente al voltaje de la Fuente. El uso consciente de esa energía obtenida por la identificación con la naturaleza Divina más que con la naturaleza material, da origen a la forma más elevada de manifestación.

PROPÓSITO Y MECÁNICA

El propósito de la Magia interior es simple. Procura elevar toda materia al nivel de espíritu o de luz. Intenta incorporar la consciencia de inmortalidad, crear un vehículo llamado alma, por medio del cual pueda continuar expresando maestría. La materia tiene diferentes niveles de densidad y vibración, inclusive el etérico y el psíquico, el sonido y las gradaciones ultravioletas de la luz y el color, oscilando en frecuencias infinitas. Además del magnetismo, que incluye energías físicas, mentales, emocionales y psíquicas, son más intensas y superiores las fuerzas o pulsaciones accionadas por el Yo Divino y no por la personalidad. Las consistencias de las cosas demostradas por la gravedad y la materialidad, son energías positivas, sólidas. La consciencia del Yo es el eje entre las polaridades del espíritu y la materia, el negativo y el positivo. Exactamente como toda fuerza superior controla la inferior, la consciencia, expresándose a través de la mente superior, actúa por mediación de una potencia que es superior en vibraciones a cualquier otra velocidad de naturaleza física. Como tal, es capaz de controlar toda naturaleza y procesos naturales, incluso la vejez y la muerte.

La consciencia de una mente superior es una facultad del Yo, alcanzando un estado de comprensión que está más allá del intelecto y abarca todo el conocimiento, porque es su fuente. No se ocupa con el método o proceso, sino con la causa, con el Ser. Es el Yo Divino, el Yo Soy. Una manera simple de concebir lo que es la mente superior, verla y sentirla como la Suprema Presencia de nosotros mismos: la consciencia del Todo y de la intensidad propia, cuando estamos completamente presentes en el momento, con todas nuestras facultades y energías, - incluso la física -, centradas y accesibles.


LA PRÁCTICA

El entrenamiento comienza con el Yo, con el estudio de los patrones de comportamientos y reacciones, con la comprensión de la dinámica de la energía humana y del cuerpo físico y, finalmente, con el entendimiento de purificación y refinamiento. La Magia que conocíamos se concentraba en los reinos vegetal, mineral y en las leyes esenciales y manifiestas de la Física y la Química, por medio del estudio objetivo. El mago tradicional poseía una capacidad de penetrar en la sustancia y modificar la frecuencia de la energía. Por otro lado, esa magia interior se centraba en el estudio del ego físico. A partir de los dominios de la in- materialidad el mago intentará penetrar en toda la manifestación. El resultado final es el mismo. Se necesita un salto metafísico hacia el interior de aquello que llamamos fe. Ese salto son las bodas alquímicas con la Divinidad, la verdadera fuente de toda vida y de todo poder, tanto en el macro como en el microcosmo.

Hubo otra manera de enfrentar esto, es decir que la Magia medieval utilizó fuerzas elementales, mientras que la Magia interna ligó el dominio humano no sólo con lo elemental sino también con el principio angelical. El reino elemental gobierna toda la sustancia; el reino angélico gobierna todo el sentimiento. Pero la dimensión angelical, a diferencia de la elemental, no puede ser contaminada, sino que si se asocian produce milagros más elevados de lo registrados por la Historia.

La Magia Interior también crea un puente con la Individualidad, entre su aspecto humano y su aspecto divino, entre materia y espíritu, entre la mente y la Mente Superior.

Al comprender que no somos ni cuerpo ni mente, sino una presencia dentro de la vida, podemos ver que el aspecto corporal es la expresión física de la mente y viceversa. Simultáneamente al estudio del comportamiento mental, que podría vincularse a la memoria de los pasos del individuo a su vida anterior y otras encarnaciones, en la magia interior es imperativo que el cuerpo físico sea mantenido en equilibrio y alineado con las intensidades vibratorias que se están desarrollando; esas intensidades se aceleran en serie y las formas-pensamientos solidificadas se disuelven en el proceso de purificación, liberando energía extra para el sistema energético. Coincidiendo con el proceso dual de alineación e integración, se encuentra la reestructuración de la propia mente. Actuando en conjunto con la purificación y el proceso de clarificación, está el descubrimiento sistemático y la validación de datos impersonales trascendentes, relativos a la naturaleza y la mecánica de la energía y la sustancia.

El resultado práctico es que ella enseña la capacidad de transformar energía destructiva en constructiva. El odio se transforma en amor; sexualidad y afán de posesión se transmutan en sensibilidad y libertad; el miedo se convierte en creatividad y alegría. De ese modo, la energía no es solamente conservada; ella es elevada a un modelo de vibración superior y se mezcla con un sistema que, gradualmente, va siendo preparado para mayores y más altas frecuencias.


LOS PODERES

El propósito de la vida no es sólo crecer, expandirse y retornar a la Fuente, evolucionada como Luz, sino también elevarse y crear. O mejor todavía, co-crear con los dioses. Desde la creación de los mundos a la manifestación de los síntomas físicos en el organismo, todas las manifestaciones necesitan seguir una fórmula que exige el uso de aquello que podríamos llamar los tres poderes creadores. En el hombre, tales poderes son: el pensamiento, el sentimiento y la palabra. Esos poderes son, de hecho, la base de toda Magia.

El poder del pensamiento es fácilmente comprensible. Tenemos la capacidad de pensar, de captar una forma o el proyecto mental de una idea o concepto, y de crear constantemente todo tipo de imágenes, consciente o inconscientemente.

El poder de sentir es más difícil de comprender. Tenemos la capacidad de sentir, y eso va mucho más allá de la emoción o sensación. El poder de generación y respuesta emocional es inmenso. En verdad, suministra todo el combustible para crear. El mundo es, de hecho, creado por el Amor. El Amor simple, es la mayor fuerza que existe. Contiene el momento máximo de energía, porque es una concentración de Pureza. ¿Y qué es la Pureza sino una forma de luz cósmica o tal vez, antimateria, que no solamente atrae sino que simultáneamente irradia? El Amor es, entonces, una fuerza que produce la cohesión y perpetúa una actividad instantánea o la realización de los deseos. Pero todavía no conocemos el poder o la fuerza del amor, principalmente porque no comprendemos el poder de la pureza.

El poder de la palabra crea el campo de resonancia para la manifestación o materialización. Raramente es visto como un poder y, con todo eso, la palabra hablada es responsable por la perturbación de nuestros mundos.

El mecanismo es el siguiente: el pensamiento o proyecto, como un negativo, es impulsado por el sentimiento y adquiere forma a través de la palabra. El sonido y la palabra, que es vibración en la forma, suministra el material para la creación. Consecuentemente, tenemos nuestro abracadabra y el ábrete sésamo, nuestras órdenes y decretos alquímicos, tal como la declaración bíblica “y la Palabra se hizo carne”. Decretos y afirmaciones son visualmente descritos por medio de símbolos. El arte específico de emplear el tono adecuado y entonarlo, así como una palabra para la cual el sonido se estableció, quedó olvidado durante miles de años, pero está ahora volviendo a ser descubierto por medio de los trabajos pioneros con ultrasonidos.

Entonces la creación comienza con una intención y adquiere forma con el uso de los tres poderes. Desde el pensamiento sutil a la materialidad, la manifestación de la realidad es gobernada por reglas o principios. Si conocemos las reglas, entonces seremos capaces de realizar la manifestación. El énfasis en la Magia Interior va más allá de las reglas para el individuo que las aplica. Dentro del propio hombre se encuentra la magia alquímica. Es él, con el uso de sus cinco sentidos y los cinco elementos, quien reúne la materia y altera toda sustancia. El propio hombre, en su consciencia, es la piedra alquímica. Las reglas eran simples orientaciones para ser aplicadas cuando no había autodominio suficiente en el Yo.


LA PRUDENCIA

La mala utilización de la Magia se dio por el empleo de reglas sin tener en cuenta la integridad personal. Por ejemplo: al colocar su centro lejos de la Divinidad, el mago tradicional comenzó a creer que la única fuente de la Vida residía en el interior del ectoplasma de un organismo vivo. Tal creencia y el deseo de transformarse en un dios y crear formas de vida, llevó a un número incontable de asesinatos de cosas vivas, desde antiguos sacrificios y destrucciones a experimentos que se han venido acumulando en los tiempos actuales.

Es necesario comprender que la Vida, como el Poder, no viene de fuera. Viene desde dentro, desde arriba. Presuponer el poder en fuentes externas, incluyendo reglas y métodos, es renunciar a nuestra verdadera naturaleza divina. La Vida es una sustancia que puede ser captada desde arriba, a partir de vibraciones sutiles, que se introducen y afectan a la materia. También puede ser recreada por medio del proceso de transmutación.

Pero quien procura alcanzar el Poder, tenga cuidado. Pues sólo un dios puede hacerlo. Y la estratagema es ser semejante a dios.

Para ser verdaderos magos, para crear armonía, necesitamos vencer aquellas tendencias hacia la mala utilización y creación. La errónea comprensión se transforma en norma en esa equivocada creatividad. Usamos nuestros poderes para crear la necesidad, la limitación, la enfermedad y la discordia. En vez de amor, generamos miedo, duda, odio, incertidumbre. Nuestro vocabulario se llena de palabras y conceptos negativos. Calificamos nuestro mundo, nuestras creaciones, por la proyección de nuestro estado de consciencia sobre ellos. Como siempre estamos creando, podríamos muy bien aprender a usar la Ley para crear conscientemente armonía, pureza, luz, riquezas, alegría y salud en nuestros propios mundos.

Las reglas exteriores existen para aquellos que no consiguen discernir lo real de lo ilusorio, el interior del exterior, el bien del mal. El estudio de la Magia interior promueve el discernimiento, porque eleva la consciencia. En el proceso, aprendemos a obtener información directamente de la fuente, sin necesidad de intermediarios. Llegará el tiempo en que las bibliotecas de todo lo que ha sido enseñado se vuelvan obsoletas. En estos tiempos algunos sellos ocultos están siendo rotos. Las antiguas leyes del ocultismo no volverán a esconder la verdad. En realidad, no habrá más necesidad de secretos, de la retribución individual, de la indulgencia, del sufrimiento, de marcas registradas de la era anterior. La tendencia será la de dirigirse hacia el dios interior. Los portadores de la Luz están proporcionando acceso a las reglas. Estamos preparados para el próximo paso: la Consciencia de Dios.

Comenzaremos con nuestra propia persona y, con el ejemplo, mostraremos a los otros lo que puede ser hecho. Cuando nos transformamos, alcanzamos un estado diferente de energía. Cuando transmutamos varias partes de nosotros mismos, por medio del uso de la Magia interior, realizaremos el más elevado acto posible en el hombre. Nos transformamos en una bendición de la Vida, simplemente por medio de nuestra presencia. Cualquiera que entre en contacto con nosotros o nuestro mundo, será beneficiado por la armonía y pureza de nuestro campo energético. Y a cualquier lugar donde vayamos, llevaremos un poco más de paz y luz o claridad.

.... cuatrocientas páginas

 

 

 

 

 

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