ALCORAC

SALVADOR NAVARRO ZAMORANO

 

 

Dirigida a la Escuela de:

                        Mallorca

                        Las Palmas                                                                                        

                                                                                 

                                                   Circular nº 11  , año XV

                                                   Bunyola, 1º  Noviembre de  de 2.009.

AGUSTÍN DE HIPONA – perfil de un doctor de la Iglesia.-

Incide la vida de Agustín en un período histórico, extrañamente caótico bajo todos los puntos de vista.

Bajaban sobre el Imperio Romano las primeras sombras del crepúsculo.

Vientos otoñales arrebataban del gigantesco árbol hojas marchitas, dispersándolas por todas las latitudes y longitudes del planeta.

Todos los organismos, fueran individuales o sociales, tienen su nacimiento y su evolución, alcanzando el apogeo de su vitalidad, y van declinando, decayendo, en virtud de leyes inherentes a su propia naturaleza, hasta desaparecer de la faz de la Tierra y ceder su lugar a nuevos fenómenos.

Roma se agotaba en orgías y bacanales.

Se enfrentaban en sangrientas guerras civiles los jefes del Imperio.

Roía la médula de la nación la gangrena de una lujuria sin freno.

La aristocracia romana degeneraba en su podredumbre moral y física, en salas de banquetes y lupanares.

El pueblo explotado y gimiendo bajo el peso de tributos cada vez más onerosos, esperaba impaciente por una ocasión para sacudirse el yugo y vengarse de la tiranía de los poderosos opresores.

Por las vastas fronteras europeas, asiáticas y africanas del Impero, acechaban godos, vándalos y hunos, pueblos salvajes, semi-bárbaros, pero llenos de audacia juvenil; ansiosos, aguardaban el momento para saquear los grandes centros del Imperio y arrasar una civilización milenaria.

El más funesto de los males era el paulatino estancamiento de los manantiales de la vida. Millares de familias romanas eran desiertos estériles, hogares sin hijos, bellos rincones con todo el lujo y comodidad de la época, pero sin la alegre sonrisa de una voz infantil y dotada de lo que el futuro puede esperar de una nación en cuyo seno el saldo de la muerte era mucho mayor que el de la vida.

Lentamente se suicidaba el gigantesco Imperio de los Césares.

Hacía tres siglos que el divino fermento del Evangelio se hallaba empeñado en una titánica lucha con las potencias adversas, que procuraban asustar su marcha y realizar el sacrílego vaticinio de Diocleciano: “¡Extinguid el nombre de cristiano!”.  Verdad es que en ese tiempo habían cesado los sacrificios humanos de Nerón; pero la propia corrupción interna se probó mucho más funesta al espíritu evangélico que todas las violencias externas. El cristiano estaba rasgado por las discordias. Tan abundantes y poderosas pululaban las herejías, que San Jerónimo, contemporáneo de Agustín, llegó al punto de afirmar que un día despertó el orbe terrestre y vio que era arriano.

El año 313, por el Edicto de Milán, el Emperador Constantino Magno dio libertad al cristianismo que después de tres siglos de vida en las catacumbas, comenzó a vivir en la superficie de la Tierra. Ni la mística de las catacumbas ni el martirio del Coliseo, fueron capaces de exterminar el mensaje de Jesús. Pero la libertad le fue más funesta que la persecución, porque juntamente con la liberación Constantino dio a los cristianos tres regalos griegos: armas, política y dinero; armas para matar a sus enemigos, política para engañar a los amigos y dinero para comprar y vender conciencias.

Dentro de un siglo surgieron algunas decenas de cristianismos, cada uno de los cuales afirmaba ser el verdadero y único mensaje del Cristo. Hoy, esas pocas decenas proliferan en centenares de cristianismos, pues todo el análisis de las cosas espirituales es desastroso y mortífero; toda y cualquier teología analítica, sustituyendo la vivencia intuitiva, es disolvente. La propia palabra griega análisis, quiere decir disolución.

Un siglo después, la libertad del cristianismo por decreto Imperial, el occidental cristiano del Imperio Romano, europeo, asiático y africano, se batían en controversias sobre el verdadero mensaje del Cristo.

En medio de esta atmósfera nace, en la provincia romana de Numidia, en el Norte de África, un niño de constitución débil, en un hogar que era el reflejo y la miniatura del triste estado mundial.

Era el jefe de la familia un hombre llamado Patricio, pagano, espíritu mediocre, cuya principal aspiración se cifraba en la posesión de bienes materiales y en el brillo de las glorias mundanas. Descendiente, tal vez, de un antiguo legionario romano, heredó de sus mayores una modesta propiedad en la ciudad de Tagaste y ocupaba un cargo en la Prefectura local.

Su esposa, Mónica, era el anverso de Patricio. Si alguna vez existió incompatibilidad de genio, entonces fue en ese matrimonio, tan profundamente heterogéneo. En ese tiempo era el novio escogido por los padres e impuesto a la joven, que no tenía voz activa en esta importante decisión de su vida.

Mónica, de estirpe púnica, hija de familia cartaginesa, era cristiana, y se nos revela a través de todo lo que de ella sabemos por los escritos de su hijo: inteligencia lúcida, alma de fuerte sensibilidad y un corazón dotado de una gran potencia afectiva.

Parece que la esposa de Patricio no encontró en la vida conyugal el necesario desahogo para la potencialidad de su alma femenina. Insatisfecha como mujer, se tornó sublime como madre. Procuró en el amor materno un sustituto para el deficiente amor conyugal. Concentró en uno de sus hijos toda la afectividad que no encontró en el corazón del marido.

Sabemos de dos hijos y una hija de este matrimonio. Navigius parece haber sido el mayor de los tres- ¿Por qué concentró Mónica tu amor precisamente en el segundo hijo y no en el primero o en la hija?

Insondables misterios de afinidad o si lo prefieren, de polarización de los espíritus. No sabemos cuales son los elementos que se atraen y cuales los que se repelen en el mundo psíquico. ¿Será como en la electricidad, donde polos iguales se repelen y los desiguales se atraen? En este caso, la llamada afinidad tendría precisamente por base la diferencia y diversidad de los caracteres, que se unieron como complemento el uno del otro.

Se ha dicho, y muchos casos históricos lo confirman, que los grandes genios de la humanidad son, generalmente, hijos de hogares profundamente desarmónicos.

En el caso de que así sea, se comprende el porqué de tal fenómeno.

El curso suave y plácido de la vida familiar rodea a los niños; la atmósfera de un bienestar, deja de herir ciertas cuerdas que dormitan en la profundidad del alma humana; las dolorosas tempestades provocada por la desarmonía doméstica sacuden y agitan con tal furor el espíritu del hombre en formación que le despiertan en las profundidades las potencias durmientes, arrojando a la pobre víctima de este terremoto espiritual en medio del campo de batalla de la vida humana.

El alma juvenil que despierta en un hogar infeliz se vuelve pronto para las realidades circundantes, en busca de un paraíso que la suerte adversa le negó en el seno familiar. Es una planta que, en vez de medrar pacíficamente en la suave atmósfera de un jardín cuidadosamente rodeado y cuidado, es obligado a luchar y soportar las intemperies de la naturaleza, clima propicio para la evolución de los grandes héroes de la humanidad.

Genio del bien o genio del mal…..

Sol vivificante o incendio arrasador.…

En un ambiente así nació uno de los hombres más humanos y más divinos que conoce la historia.

Sigue en la Circular de Diciembre de 2009.

LA REALIDAD OCULTA.-

El encanto de muchas poblaciones antiguas radica en su adecuación al entorno natural; en el calor seco de algunas regiones, las casas de adobe dan la impresión de ser frescas; los tejados empinados resultan tranquilizadores bajo las intensas nevadas. Pero la adecuación tiene determinantes culturales más sutiles e imperiosos. Toda forma de construcción de viviendas, de cultivo y de configuración del paisaje que haya logrado imponerse es la manifestación externa de una filosofía social subyacente; estas formas expresan las costumbres, preferencias y aspiraciones del pueblo que las crea.

La fábrica moderna sugiere precisión y eficiencia, pero la granja familiar tradicional también tiene su carácter; cada una de sus partes permitía una existencia independiente en determinadas condiciones climáticas y en cierto tipo de terreno. Ya sea su planificación consciente o inconsciente, a pequeña o gran escala, todo asentamiento humano alcanzará la adecuación sólo cuando logre simbolizar un modo de vida, una institución o un ideal; en otras palabras, sólo cuando logre dar una verdadera expresión estructural a las necesidades fundamentales.

Para que haya adecuación entre el hombre y su entorno, ninguno de los dos debe apartarse excesivamente de una posición de equilibrio. Las relaciones que se dan entre los componentes del sistema deben exhibir cierta estabilidad. Ahora bien, casi todo acontecimiento provoca cambios irreversibles en el sistema. A pesar de que las poblaciones, como los seres humanos, conserven su personalidad, casi toda experiencia vital los modifica irreversiblemente. Pero algunas de estas modificaciones son tan lentas que incluso los observadores expertos dejan de advertirlo. Se ha calificado a las civilizaciones polinesias de “civilizaciones detenidas”, porque opinaba que su aislamiento les había protegido de toda influencia exterior y las habían hecho inmutables. Pero sus habitantes no ven con agrado esta teoría. Estas aisladas islas del Pacífico no había dejado de evolucionar socialmente cuando, en el siglo XVIII, el capitán Cook y otros, introdujeron las influencias europeas.

La capacidad de evolucionar es fundamental para la existencia continuada de toda población humana. En el pasado, la adecuación entre el hombre y su medio ambiente total se desarrollaba espontánea y progresivamente en el curso de la vida cotidiana gracias a la acción auto-correctora continua de los procesos retroactivos. En la actualidad, la adecuación es más difícil de conseguir debido a que la aceleración del cambio tecnológico y social no está acompañada por el correspondiente desarrollo de los mecanismos de adaptación ecológica y social. Cuando el cambio alcanza el ritmo que actualmente impera en las sociedades tecnológicas, no hay tiempo suficiente para conseguir la adecuación mediante procesos de adaptación espontáneos.

Hace más de un siglo, William James señaló: “Las cosas cobran forma definitiva cuando encajan a la perfección; si hay holgura, no hay manera de conseguir resultados, y América está llena de holguras”.  En la época de W. James, la falta de cohesión que aquejaba a la vida americana se debía a las continuas y masivas olas de inmigración; muchas de las personas que vivían en los Estados Unidos no habían tenido oportunidad, tiempo o deseo de identificarse con las características distintivas de su nuevo país. Al mismo tiempo, la tecnología americana se estaba desarrollando a tal velocidad que los procesos de adaptación no tenían posibilidad alguna de mantener aquel ritmo de cambio continuo. Hasta cierto punto, este fenómeno sigue dándose más en ese país que en el resto del mundo, pero la adecuación está perdiendo terreno ante el cambio tecnológico y social en todas partes.

En las comunidades antiguas, la adecuación de las formas culturales al entorno natural se alcanzaba tras muchos siglos de lento proceso y mediante una serie de mecanismos que actualmente tienen muy pocas oportunidades de entrar en acción. Al principio, las decisiones que se tomaban y los cursos de acción que se emprendían eran casi subconscientes, porque los fines no estaban bien definidos. La meta a alcanzar era vaga y en la mayoría de los casos ni siquiera era consciente. El deseo heredado de cierta forma de culto, la necesidad biológica de cierta clase de vida colectiva y la búsqueda constante de seguridad y comodidad provocaron respuestas que al principio fueron más inconscientes que nacionales, pero que dieron lugar a importantes movimientos culturales.

En el caso de las grandes órdenes monásticas, por ejemplo, fuerzas oscuras llevaron a los benedictinos a construir sus monasterios en las colinas, a los cirtercienses a edificar los suyos en los valles, a los dominicos a sentirse más cómodos en los pueblos y a los jesuitas a mostrar una clara preferencia por las ciudades.

Otro tipo de fuerzas hicieron que entre los ingleses naciera un profundo respeto por los animales y las plantas, mientras que los franceses exhibieron bien pronto un vivo deseo de utilizar animales y plantas en sus creaciones formales. Y los americanos, que han infestado su continente de enormes aglomeraciones urbanas, siguen ensalzando las virtudes de la naturaleza y desdeñando la vida urbana.

Probablemente la mayoría de pautas culturales se deben a la aparición de una ligera tendencia en las actitudes, las formas y las técnicas que dio inicio casi accidentalmente a un proceso colectivo que a su vez adoptó una determinada dirección. En el curso del tiempo, esta tendencia se fue haciendo cada vez más consciente y cobró expresión de manera más definida, hasta plasmarse en criterios de pensamiento, de conducta y de preferencia que contribuyeron a definir las filosofías y las metas sociales.

Así pues, el alto nivel de adecuación alcanzado por los primeros creadores de herramientas, de estructuras sociales y de formas arquitectónicas probablemente no se debió a su capacidad para la concepción o a su visión de los fines, sino al propio proceso de creación en que estaban ocupados de forma práctica. . Los primeros creadores de formas contaron con la ventaja adicional de tener que enfrentarse al principio con situaciones bastante sencillas, lo cual les facilitó la tarea de crear formas adecuadas. En sus orígenes, al diseñar una pala o un martillo debió tomarse en consideración tanto su aplicación práctica como la sensación que producía en el usuario. Durante cierto tiempo, la tradición y el carácter directo de las respuestas a las nuevas necesidades mantuvieron la adecuación a medida que la cultura evolucionaba.

Así, los diversos tipos de viviendas y tejados, tan característicos de cada región climática y topográfica antes de la implantación de la construcción estandarizada, fueron una respuesta directa a las exigencias del entorno. Uno de los atractivos de viajar por los países con historia es que, gracias a su adecuación a las condiciones locales, sus edificios y tejados siguen expresando con gran intensidad el carácter del lugar. De esta forma y mediante procesos inconscientes, los campesinos han creado una gran variedad de entornos de un alto nivel de adecuación simplemente porque sus viviendas y sus útiles debían guardar relación con las condiciones ambientales. Esta es la razón de que el paisaje creado por una determinada sociedad en su pasado remoto constituya su más perdurable monumento, como el caso de los campos de labranza medievales en Europa, los arrozales de Asia o los campos cercados por muros de piedra de Nueva Inglaterra.

Sigue en la Circular de Diciembre de 2009.

¿POR QUÉ EL DIABLO?

Apenas pretende imitar a un santo, a un monje, o a un devoto, que ya está atado a un lazo o tiene que escaparse con el rabo entre las piernas. ¿Qué de malas pasadas no le juegan frailes y clérigos, y cómo se ríen de él las buenas gentes al verle prendido en la propia trampa que para otros preparara. Pedro el Venerable, cuenta que una vez el Diablo fue a tentar un monje de Cluny. El prior que estaba en la mesa y lo vio, hizo la señal de la cruz y el pobre diablo se vio obligado a hundirse en las letrinas. San Bernardo cuenta que San Malachías tenía un jergón sobre el que se acostaba. Un monje en cuyo cuerpo había entrado el Diablo, se acostó en el mismo lugar que el santo. Entonces el Diablo huyó refunfuñando, enfadado de que tan pronto lo echase de aquel cuerpo.

Llega a tal extremo el ridículo en que cae a los ojos del pueblo Su Majestad cornuda, que viene a ser el personaje más simpático del teatro en la Edad Media. En Francia llegó a originar un género de literatura cómica aparte; comedias grotescas degeneran a veces en obscenas, y en las que intervienen cuando menos cuatro diablos. Y en Cataluña motiva “el baile de los diablos”, en el cual éstos son siempre dispersados por San Miguel, con gran contento de las buenas gentes.

Todavía se conserva esta danza en el campo de Tarragona, en cuyos pueblos se celebra los días de las grandes fiestas. Los personajes, grotescamente vestidos, recitan versos, picantes las más de las veces, al son del tamboril y la dulzaina. Satanás está sentado en una gran silla, mientras los diablos le cuentan las jugarretas que hacen a los mortales por sus pecados, hasta que sale San Miguel, le tira a rodar la silla y Satanás echa a correr con sus diablos, que se defienden del Arcángel echando cohetes y petardos.

De tal manera se humaniza al Diablo, que muchas veces no exige ya el alma de aquel a quien hace un favor, sus pretensiones son más modestas, sólo le exige que no le injurie, que no le calumnie, o que no le represente feo y horrible. Cuenta la leyenda que a un monje joven que estaba al frente de los trabajos de ornamentación de una abadía, al ver que los escultores grababan sobre la muralla algunas escenas del infierno, en que varios diablos atormentaban a las almas, le vinieron ganas de hacer él también su diablo en uno de los bajorrelieves, y así lo llevó a efecto. Tan bien lo esculpió, a pesar de no haber aprendido nunca la escultura, que dicen que no se vio jamás diablo tan feo y que causara más terror. Se picó Satanás con tal ofensa, y a la noche siguiente se le apareció al novicio para echarle en cara el haber exagerado su fealdad y prevenirle que al día siguiente rompiera su escultura, ejecutando otra figura en su lugar menos fea y repugnante. Tres veces se le apareció al testarudo fraile sin que éste hiciera caso de sus advertencias, por lo que el Diablo cambió de táctica. Le inspiró una pasión violenta por una dama vecina, y le procuró que fuera correspondido. Los dos amantes, a instigación del maligno, iban a cometer la sacrílega acción de huir llevándose el tesoro del monasterio. Al ir a fugarse, el monje fue descubierto y metido en la cárcel de la abadía. Una vez encerrado, el Diablo se le volvió a aparecer y le propuso liberarlo a condición de que borrara su horrible imagen del muro y le representara de una manera más conveniente. El monje accedió y entonces el Diablo, tomando la figura de éste se puso en su lugar, liberándole para que se volviera a su celda a dormir como cada noche. Al día siguiente, el verle los demás frailes salir tranquilamente de su cuarto, y oír de su boca que nada le había pasado el día anterior, corrieron al calabozo y encontraron el buen diablo encadenado, el cual, al primer exorcismo, desatándose de sus hierros, desapareció, dejándoles convencidos de que todo había sido una intriga infernal. El monje agradecido, dice la leyenda, cumplió fielmente su palabra, y nunca más gentil diablo se vio esculpido en piedra.

Otras veces, el diablo es más bueno aún; protege a los que le invocan sin exigirles nada, o a los que le encienden una vela por mera cortesía. La tradición del marino que habiendo prometido a San Miguel alumbrar su altar si llegaba a puerto, y que después de haber llegado, para que la iluminación fuera completa encendió también una vela al Diablo, se remonta a la primera mitad de la Edad Media. Diversas son las versiones de los servicios que maese Satanás presta al  buen marino. Según unos lo transporta a lejanas tierras para que pueda adquirir pruebas patentes de la infidelidad de su mujer y castigarla. Según otros, le indica tesoros escondidos o tierras que descubrir, etc.

El carácter cómico del Diablo popular del siglo X al XIII, proviene de una parte de las leyendas del Norte de Europa. El clero cristiano, en lugar de enseñar a los bárbaros que convertía, que estos personajes de sus supersticiones populares eran imaginarios, les dijo que eran criaturas diabólicas, agentes del espíritu maligno para tentar a los hombres y tenderles emboscadas. Estos seres imaginarios, según la mitología alemana, intervenían generalmente en los asuntos humanos, con el carácter malicioso y burlesco antes descrito. Ellos fueron los que dieron al Diablo popular de la Edad Media este carácter entrometido y jocoso de que carecía en los primeros tiempos del cristianismo. Para ver la influencia de los espíritus del Norte en el Diablo, no hay más que ver sus representaciones y la manera como obra, en la época en que dejando de ser “Diablo bestia” adquiere el carácter de “pobre Diablo”. ¿Qué son sino esos diablo de bodega que vacían el vino de lo toneles, que roban el dinero de los tesoros, que rompen escaleras para hacer caer el que por ellas sube o baja? El diablo inglés, que San Olegario vio sobre el tonel que contenía el oro del tributo, no era tampoco más que un pobre diablo. Aunque de un carácter terrible, los escuderos del Cazador negro, que le siguen en tropel por los aires blandiendo saetas y lanzas, guiando la traílla de perros infernales, no son otros que diablos análogos a los anteriores, guardadores de las costas del mar Báltico. Estos personajes mitológicos, personificación de las nubes tempestuosas que el huracán arrastra y que Woden guía a la caza del lobo Fenría, convirtiéndose en devastadores de comarcas del Mediodía. Los bárbaros al entrar en las tierras del Imperio arrasándolo todo, prestaron igual carácter a sus personificaciones.

Woden es sinónimo de viento y de furor, que corre siempre. También viene a ser un derivado indirecto de Indra y de Rudra.

En otra parte, lo que hizo de él un personaje ridículo a los ojos de las gentes sencillas fue la facilidad con que podía romperse su pacto, gracias a la permisión de la Iglesia de servirse del maligno con tal de que fuera a la mejor gloria de Dios. Acostumbrado a engañarle para fines divinos, el pueblo continuó engañándole para fines puramente terrenales.

Al llegar el siglo XIII la creencia en el Diablo se generalizó tanto que se le ve intervenir en todo. Según el pensar de la época, lo maravilloso era lo común, tanto que formaba la base de la ciencia. El milagro era la explicación corriente de todo fenómeno. Los grandes afortunados, los guerreros victoriosos, los sabios, y todos los que eran un modelo de virtud, y hasta los poetas, eran considerados como encantadores.

Los Templarios fueron juzgados y condenados como agentes del Diablo, por la envidia de los monjes y de los clérigos. Su fortuna les perdió. En el Languedoc se hizo declarar en el tormento a tres comendadores, que dijeron haber expuesto una cabeza dorada con largas barbas y ojos de carbunclo, y que inmediatamente el Diablo se había aparecido en forma de gato. Entonces lo adoraron y él les hizo comparecer unos demonios en figura de hermosas mujeres y cada uno tuvo la suya para entregarse a toda clase de excesos. Se les imputó que en los juramentos secretos de la orden estaba el de renegar de Jesucristo, obligando al novicio a escupir a un crucifijo, después de lo cual se practicaba el delito de sodomía.

En Francia, bajo Carlos el Calvo, se dijo que los normandos habían triunfado con la ayuda del Diablo y fueron tenidos por brujos hasta que su jefe Rollón se convirtió al catolicismo. A Pedro III de Aragón se le atribuyeron sus victorias sobre los cruzados como pacto con el Diablo.

Alberto el Grande fue considerado como un mago por su saber. Se dijo de él que había trabajado durante treinta años para forjar una figura bajo los diversos aspectos de las constelaciones. Se añade que este androide era capaz de responder a toda pregunta que se le dirigía y que Alberto le consultaba en las más grandes dificultades. Su discípulo Tomás de Aquino, que no pudo soportar tal máquina diabólica la deshizo a palos. Este mismo, a pesar de haberlo canonizado la Iglesia, era considerado en vida por el pueblo como un hábil mago, a causa de su saber prodigioso. A los papas León III, Silvestre II y Honorio II, se les acusó también de haber tenido pacto con el Diablo y de practicar la magia y la hechicería. Al primero se le atribuyó un libro de conjuros, evocaciones y exorcismos, titulado “Enchiridión” y al tercero se le supuso otro titulado “Grimoire”.

Virgilio fue tenido por un mago durante tres siglos. Los ricos, los hábiles, los inteligentes y los genios lo eran con el auxilio del Diablo. La Historia se explicaba como un conjunto de aventuras prodigiosas que formaban una novela mágica. Nada sucedía en la sociedad ni en la Naturaleza que no proviniera del cielo o del infierno. Lo natural era sólo la manifestación sensible de lo sobrenatural.

Sigue en la Circular de Diciembre de 2009.

LA CARA OCULTA DEL TIEMPO.-

El quinto casamiento de Zeus, que nos importa más directamente, fue con la diosa Mnemósime, la Memoria, hija del Cielo y de la Tierra, con la cual Zeus solidifica su poder uraniano. La Memoria, como sinónimo de desvelamiento, de pre-santificación, instituye a Zeus en el ámbito mismo de la Verdad, puesto que ambos, en cuanto son divinidades celestes y diurnas, vigilan por el no olvido, antítesis de la Noche. Responsable por el elemento que da esencia a sus hijas del canto que inscribe, circunscribiendo al Ser, la Memoria y sus descendentes recrean musicalmente el Cosmos, lo instituye en el ámbito de la totalidad. En cuanto principio de nominación de lo real, el cántico que despierta es sinónimo del Ser. Una vez más las Tinieblas nocturnas se animan por el sonido de las Musas, por la danza circular y el ritmo cósmico se preserva.

La Memoria es el poder de conservación de la Verdad que fecunda el Hombre y ordena el Caos. Y esto es porque:

“…….por las Musas comenzamos, ellas a Zeus padre

cantan alegrando al gran espíritu en el Olimpo,

diciendo el presente, el futuro y el pasado,

voces uniéndose, infatigable fluye el sonido

de las bocas, suaves. Brilla el palacio del padre….”

“…….lanzando una voz imperecedera

el ser venerado de los dioses primero se glorían en el canto

desde el comienzo: los que la Tierra y el Cielo generan ampliamente”.

La Memoria instaura el conocimiento de la génesis, el secreto de los orígenes. A ellas y las Musas cabe revelar el inicio del Cosmos en cuanto obra divina; lo que fue – el pasado como fundamento de los ciclos, el acontecimiento primordial, por el cual solamente se comprende la mutación, el devenir. Lo que es – el presente es el momento de la rememoración. Lo que será – el futuro, lo que todavía no ha ocurrido, también es incumbencia de la capacidad premonitoria, anticipadora de su ordenación. Como lo que fue, es y será, designa el Ser por excelencia. Memoria y Musas están apostadas en su claridad, otorgando la luminosidad de sí propias a aquél que las escucha y penetra en el contenido de su canto: el poeta.

El poeta, inspirado por la Musas, entona el cántico divino, capta por la revelación de sus protectoras, la Verdad. Así se torna profeta, sabio y vidente, elevándose, como ellos, por encima de los mortales; la morada del Monte Helicón, la esfera de los sagrado. Cantando, presiente lo divino como tal, desdoblando su ser como poeta. Pero las Musas se vinculan también a Apolo, acerca del cual escribiremos algunas líneas.

Apolo, hijo de Zeus y Latona, es hermano gemelo de Artemisa. Hera, celosa, lanzó una profecía sobre la gestante, diciendo que ésta no podría concebir reposando en ninguno de los espacios de la Tierra, extendiendo también su poder a los lugares bañados por la luz del Sol. Aparentemente, sólo le restaría el río Erebro, cuando Neptuno, abrigándola, hizo que las ondas del Mar formasen de tal manera una concha alrededor de la parturienta que le permitiese generar sin que la luz penetrase en su refugio. Volvemos así al pasaje del Caos al Cosmos, el Agua posibilitando la generación del dios de la Luz, que coincide así, con el primer Día, adviento de la temporalidad. La misión concedida a Apolo es la de hacer nacer el Sol y recogerlo para que la Noche tenga su propio espacio. Su poder luminoso y celestial se extiende a la Tierra, por cuya evolución cela, pero su carácter uraniano e imprevisto, le hace lanzar la Muerte al mismo horizonte al cual protege. Apolo, como dios de la Verdad, es responsable del ritmo cósmico contenido en el orden inherente a la Música (canto) y al Arte, estando vinculado directamente a las Musas y a los instrumentos musicales. Sereno y contemplativo, la fuerte de la armonía y la Belleza, le compite todavía entrar en el ámbito de lo oculto, revelando el Destino, por su carácter profético. Como Día y Noche se completan, su hermana es la Luna y el Fuego, representado en la antorcha que empuña, la caza y la fertilidad de los reinos animal, vegetal y humano, en fin, de lo que es telúrico.

Sigue en la Circular de Diciembre de 2009.

 

 

I N T E R E S A N T E

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OBRAS PUBLICADAS

Entre el silencio y los sueños (poemas)
Cuando aún es la noche (poemas)
Isla sonora (poemas)
Sexo. La energía básica  (ensayo)
El sermón de la montaña (espiritualismo)
Integración y evolución (didáctico)
33 meditaciones en Cristo  (mística)
Rumbo a la Eternidad  (esotérico)
La búsqueda del Ser (esotérico)
El cuerpo de Luz  (esotérico)
Los arcanos menores del Tarot  (cartomancia)
Eva. Desnudo de un mito (ensayo)
Tres estudios de mujer (psicológico)
Misterios revelados de la Kábala  (mística)
Los 32 Caminos del Árbol de la Vida (mística)
Reflexiones. La vida y los sueños   (ensayo)
Enseñanzas de un Maestro ignorado (ensayo)
Proceso a la espiritualidad (ensayo)
Manual del discípulo  (didáctico)
Seducción y otros ensayos (ensayos)
Experiencias de amor (místico)
Las estaciones del amor (filosófico)
Sobre la vida y la muerte (filosófico)
Prosas últimas   (pensamientos en prosa)
Aforismos místicos y literarios (aforismos)
Lecciones de una Escuela de Misterios (didáctico)
Monólogo de un hombre-dios (ensayo)
Cuentos de almas y amor (Cuentos) Isabel Navarro /Quintín
Desechos Humanos (Narración) Ruben Ávila/Isabel Navarro
Nueva Narrativa (Narraciones y poesía)Isabel Navarro/Q
Ensayo para una sola voz (Ensayo)
En el principio fue la Magia   (ensayo)
La puerta de los dioses   (ensayo)
La Memoria del tiempo Cuentos,Poesía Toni Coll/Isabel Nav.
El camino del Mago Ensayo Salvador&Quintín
Crónicas Ensayo Salvador&Quintín

 

 

 

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La historia de los dioses                      (las creencias de los pueblos)

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