ALCORAC SALVADOR NAVARRO |
Dirigida a la Escuela de:
Mallorca
Las Palmas
Circular nº 11 , año XIII
Bunyola, 1º de Noviembre de 2.007.
VIDA DE SAN PABLO.-
Entre las víctimas que sucumbieron a la carnicería general, se contaba la mayor parte de los cristianos amigos de Pablo, los que habían ido a su encuentro en la vía Appia, así como una extensa serie de auxiliares que el apóstol menciona cariñosamente al final de su Epístola a los Romanos.
Pedro no fue preso porque no estaba en Roma, ni lo estuvo hasta esa fecha. También Pablo estaba ausente.
A partir del siglo IV se creó la tradición de que Pedro había sido el jefe espiritual de la Iglesia de Roma, así como jefe de la Iglesia universal. Históricamente consta que Simón Pedro, juntamente con Pablo de Tarso, viajaron para visitar a los cristianos romanos, cruelmente perseguidos por los verdugos de Nerón; que por algún tiempo predicaron el Evangelio en Roma y murieron mártires de la fe. Su llegada a la capital romana sería probablemente en la primavera del año 67, y sus muertes en el verano del mismo año; la tradición señaló el día 29 de Junio como día de sus muertes, aunque este dato parece incierto.
Cuando el año 58 Pablo escribe su gran Epístola a los cristianos de Roma, ignora totalmente la presencia de Pedro, durante su primer cautiverio romano del año 60 al 62. Pablo recibe la visita de todos los cristianos principales de la capital romana, como menciona en sus Epístolas escritas en la prisión, pero nunca menciona la visita de Pedro, porque éste no se encontraba en Roma.
En cuanto al alegato de Pedro haber sido nombrado por Jesús jefe de la Iglesia, ni el propio Pedro ni Pablo jamás se refieren en sus cartas a esa nominación y todavía en el siglo V, San Agustín, en su sermón 76, niega que las palabras del Maestro: “Tú eres Pedro …..” se refieran al pescador galileo, porque “la piedra angular de la Iglesia es Cristo”.
Actualmente, todo católico debe creer que Pedro fue el primer Papa, infalible, nombrado por el propio Cristo, y que residió en Roma cerca de 25 años como Pontífice.
En cuanto a Aquila y Priscila, parece escaparon de la muerte en el Coliseo; tal vez en ese tiempo no se encontrasen en Roma.
Los meses de Julio y Agosto del año 64 deben figurar en caracteres de oro en los anales del cristianismo, porque marcan el inicio de su “prueba de fuego” contra las potencias infernales.
La persecución del Emperador confirió al cristianismo su carta de independencia del judaísmo. Hasta ese momento, eran considerados por los poderes públicos como una misma religión. El año 64 trazó una nítida línea divisoria entre la Torah y el Evangelio. El Nuevo Testamento, aunque basado en la revelación que Dios hizo a Israel, no se puede confundir con la doctrina de Moisés. Tiene su cuño característico y personalidad propia.
Cristo continúa durante los siglos venideros, mientras que Moisés prosigue su odisea del judío errante, que parece haber llegado a su fin.
Por otro lado, está el divorcio del Evangelio de la política profana. Los príncipes de este mundo le declararon la guerra y hasta hoy siguen luchando, sea en la oscuridad o en campo abierto, sea por la sangrienta sinceridad de la tierra y el fuego, sea por la traicionera perfidia de una legislación permisora.
Así como su fundador y Maestro, hemos de vivir en este mundo pero sin ser de él. No mendigando favores a los soberanos políticos. Respetando las leyes cuando son justas, pero no tolerando jamás que se de al César lo que es de Dios.
Si el Imperio Romano hubiese comprendido que sus mejores ciudadanos eran los que transformaban en antorchas, ardiendo en los postes de madera e iluminando las vías públicas, otros juzgados en el Coliseo como comida para las fieras, tal vez otra hubiera sido la suerte de ese organismo mundial engendrado por el genio político de los Césares.
La cultura humana, como también la evolución espiritual de los pueblos, parecen acompañar el curso del Sol, moviéndose de Oriente para Occidente.
Desde muchos años nutría Pablo el deseo de visitar España, lo que a lo largo del tiempo equivalía a decir “el extremo límite occidental del Imperio Romano”.
Parece que en el año 65, terminada su gira por las Iglesias de Oriente, realizó Pablo su viejo anhelo.
Entretanto, esa probable expedición a España viene envuelta en el misterio. El principal testimonio es de Clemente Romano, que debe haber conocido personalmente al apóstol. Afirma él, en su carta a los Corintios, que Pablo “penetró hasta los límites de Occidente”.
Hasta hoy se encuentran en España muchas tradiciones locales que se refieren al paso del apóstol de las gentes por la Península Ibérica: por ejemplo, en Ecija y, sobre todo, en Tortosa, donde Pablo habría nombrado a Rufus como pastor local.
Faltó un escribano como Lucas para sacarnos de esta incertidumbre.
En esta misma ocasión debió el apóstol haber visitado la Galia, en caso de que sea exacta la grafía “Galia” en vez de Galacia, en la primera Epístola a Timoteo 4:10; fue Crescensio su compañero de viaje.
En la primavera del año 66, encontramos al viejo abanderado de nuevo en Oriente. Visita Creta, recorre el litoral del Asia Menor, como si fuese un joven vital; pide a Timoteo que persevere firme en Éfeso, y de camino a Macedonia se hospeda en Troade, en casa de su amigo Carpo.
En esta ciudad parece que Pablo debió escribir la primera Epístola a Timoteo, en previsión de que no regresase a Éfeso.
La Epístola a Tito y las dos a Timoteo revelan la índole y el estilo de un Pablo anciano. Si las cartas improvisadas durante sus grandes viajes apostólicos nos ponen ante los ojos a un arrojado teólogo y místico, las Epístolas escritas después de este período muestran al solícito sanador de almas, el bondadoso padre espiritual, rico de sabios consejos. En estas últimas cartas el fuego, la audacia, la genialidad de los escritos anteriores. El estilo es más calmo, suave, meticuloso; la exuberancia de los pensamientos no tala los diques, no atropella la gramática, ni quiebra una frase para comenzar otra, como sucede frecuentemente en la Epístolas maestras de Pablo.
Continúa en la Circular de Diciembre de 2007
LA REALIDAD OCULTA.-
Las respuestas al entorno incluyen además muchos factores que hace tan sólo unas décadas se ignoraban casi por completo. Se ha demostrado que los animales reciben información a través de medios tan poco corrientes como las ondas de ultrasonido en el caso de los murciélagos, las ondas infrarrojas en el caso de las polillas y las víboras y las sustancias conocidas como feromonas que muchos organismos excretan. A raíz de recientes descubrimientos se ha llegado a saber que los seres humanos somos sensibles a las ondas de radio y a los campos magnéticos y que el sistema nervioso autónomo, el mecanismo de coagulación de la sangre, la presión sanguínea y otros procesos fisiológicos, acusan las diferencias meteorológicas.
Es legítimo suponer que los seres humanos, como otros organismos, también nos servimos de las feromonas para lograr cierto tipo de comunicación subconsciente. Los parapsicólogos han llegado a sugerir que la percepción extrasensorial debería considerarse en realidad como una “respuesta criptosensorial”. Varios canales de comunicación, tan esquivos que fueron tachados de inexistentes y tenidos por imposibles, nos permiten pues adquirir información procedente del entorno físico y biológico y también de nuestros semejantes. Aunque del mundo externo percibimos más de lo que advertimos, ignoramos ciertos aspectos suyos que son evidentes para nuestro prójimo más inmediato. La expresión “entorno perceptual” tiene así matices altamente subjetivos. La percepción de las características raciales o nacionales varía de un grupo social a otro.; la afirmación, de que todos los chinos tienen más o menos el mismo aspecto, tiene su contrapartida entre los orientales cuando hablan de nosotros. La percepción de las desigualdades y las iniquidades sociales también varía de persona a persona y de época a época. La justicia universal puede ser un concepto planetario, pero en la práctica su conocimiento y su puesta en acción están condicionados por experiencias muy personales.
Además de los aspectos del entorno total que pertenecen al mundo exterior, hay otros que sólo existen en la mente del individuo y que constituyen el entorno conceptual y privado de la persona. El medio ambiente de los habitantes de cualquier isla de Oceanía incluye por supuesto el mar, la tierra y el cielo, pero también multitud de espíritus que acechan por todas partes. Aunque los espíritus del entorno no tienen existencia concreta, afectan profundamente a los isleños. Si no son tratados correctamente, se convierten en seres malévolos y provocan respuestas de conducta que pueden resultar más peligrosas que las heridas de un tiburón o por las anguilas venenosas.
El entorno efectivo de una persona dada debe, pues, distinguirse de las fuerzas ambientales manifiestas estudiadas por las ciencias naturales y sociales ortodoxas. El comportamiento humano y la evolución de las sociedades están profundamente condicionados por las respuestas del hombre ante su entorno perceptible y conceptual que incluyen mucho menos, y también mucho más, que lo que puede detectarse mediante observaciones objetivas y mediciones. He escogido la palabra “respuesta” en lugar de “reacción” para indicar que la interacción entre el hombre y su entorno no es una cuestión meramente pasiva, sino que a menudo implica por parte de aquél el ejercicio del libre albedrío.
En cada momento de la vida, las características biológicas y psicológicas de una persona concreta son, pues, las expresiones de pasadas experiencias que han llegado a incorporarse a su cuerpo y a su mente. De particular importancia son las respuestas del organismo en las etapas de su formación porque afectan a las características biológicas y psicológicas de toda su vida. Las estructuras anatómicas, el tamaño del cuerpo adulto, las funciones psicológicas y la longevidad, así como la capacidad de aprendizaje y las pautas de conducta, se ven afectadas en gran medida por las condiciones ambientales que hacen mella en el organismo durante la vida prenatal y durante las primeras fases de la vida después del parto.
La nutrición, las infecciones, la temperatura, la humedad, el tipo de vivienda, la intensidad y variedad de los estímulos, el grado de aglomeración que hay a su alrededor, los diversos tipos de asociaciones sociales o su falta, los recuerdos, las aspiraciones y las experiencias se cuentan entre los factores ambientales que en las primeras etapas de la vida afectan profunda y perdurablemente a las características biológicas y mentales.
Las experiencias de este primer período de la vida son de especial importancia porque el cuerpo y el cerebro del hombre no están desarrollados en el momento del nacimiento y, por lo tanto, deben alcanzar su expresión total mientras se hallan expuestos a los estímulos ambientales y responden a ellos. A los seis años de edad, el cerebro humano es tres veces mayor que en el momento del nacimiento y su arquitectura fundamental se desarrolla durante este período mediante una compleja aparición y distribución de dendritas. El lenguaje, la imaginación, la conciencia y el sentido de la propia identidad también alcanzan un gran desarrollo en ese tiempo. Así pues, algunos de los procesos más importantes del desarrollo tienen lugar en respuesta a las primeras experiencias, pero cualquiera que sea la naturaleza del entorno, todas las expresiones de la naturaleza humana se hallan profundamente enraizadas en el pasado.
Las aglomeraciones urbanas suelen ser comparadas con hormigueros y colmenas, pues los seres humanos que albergan parecen comportarse como insectos sociales: gran número de ellos desempeñan idénticos papeles en la comunidad, volviendo a sus celdillas cada mañana y cada noche como si no fuesen más que unidades intercambiables de una compleja colonia.
Se han descubierto generalizaciones que se aplican al hombre biológico, el hombre social, el hombre político, el hombre económico; es decir, al hombre en abstracto. Pero en el mundo real no hay dos seres humanos iguales, y todos aprecian por encima de todo su individualidad. Al hombre de carne y hueso poco le importa la universalidad; lo que realmente aprecia es su singularidad.
Todos los miembros de la raza humana comparten las mismas estructuras anatómicas fundamentales, las mismas necesidades fisiológicas y los mismos atributos mentales, pero las semejanzas van mucho más allá. Con independencia del color de la piel y el grosor de los labios, una sonrisa es una sonrisa en todas partes. Las expresiones faciales y las pautas de conducta que expresan amor, ira, sorpresa y temor, son comunes a todas las razas humanas. El “objetivo indiscreto” ha demostrado que las actitudes de los jóvenes al cortejo amoroso son casi idénticas en cualquiera de los cinco continentes.
Al principio, la muchacha sonríe a la persona que ha atraído su atención y levanta las cejas con una rápida contracción para engrandecer sus ojos por un instante. Tan típico es este saludo que con toda probabilidad puede considerarse innato. Los jóvenes que toman parte del flirteo muestran el mismo movimiento de cejas, que, además, puede observarse también cuando miembros del mismo sexo se dedican un saludo amistoso. Tras este ademán inicial y manifiesto hacia la persona que ha suscitado interés, se aparta la vista de ella; a veces, se inclina la cabeza, se fija la vista en el suelo y se dejan caer los párpados. Con frecuencia, pero no siempre, la muchacha se cubre la cara con la mano y ríe o sonríe. A continuación, trata de observar a su pareja por el rabillo del ojo y en ocasiones vacila entre mirarla directamente o apartar la vista hacia otro lado.
Las civilizaciones difieren según la época y el lugar, pero todas se basan en los mismos impulsos biológicos y en ciertas líneas de acción determinadas. Los poemas de amor o de dolor y los monumentos de culto o de conmemoración tienen significado universal. Una canción de cuna china y una europea producirán el mismo efecto sedante ya sea el niño oriental u occidental. Entre restos del período neolítico se han encontrado cosméticos para realzar la línea de los ojos; tanto éstos como las máscaras, los atavíos reales y las artes hieráticas han sido realizados de una forma u otra por todos los pueblos y en todas las épocas.
Cualesquiera que sean sus orígenes, las personas se parecen más de lo que difieren. Pero a pesar de esta uniformidad nunca olvidamos nuestras distintas procedencias geográficas y nacional, nuestras distintas filiaciones religiosas y filosóficas y, lo que es más importante, la misteriosa combinación de cualidades y defectos que hace de cada uno de nosotros un espécimen único de la especie humana. Incluso los gemelos idénticos son diferentes, a pesar del adjetivo “idénticos”, no necesitan tarjetas de identidad o grabaciones de su voz y de sus gestos para ser conscientes de su diferencia.
Asimismo, cada persona retiene sus características distintivas a medida que crece o cuando viaja de un lugar a otro. En nombre de esa perdurabilidad, los griegos se burlaban del malhechor que para eludir su castigo, que ya no era la misma persona que había cometido el delito, tal como Heráclito había demostrado. Cada uno de nosotros no es hoy ni será mañana más que una expresión ligeramente modificada de lo que fue ayer y en cualquier momento del pasado. Por encima de esta constante corriente de cambio, hacemos gala de una uniformidad y una continuidad que nos hace reconocibles. La forma de caminar o su manera de entrar a tomar parte de una conversación suele ser suficiente para reconocerla, aun tras años de ausencia; Ulises fue reconocido por su perro cuando volvió de sus viajes.
La palabra “hombre” se usa tanto para hacer referencia a la especie humana en general como a una persona en particular. Este doble significado simboliza la paradoja inherente a la condición humana. Creemos en la unidad y la universalidad del género humano, pero la mayor parte de nuestra vida discurre entre la diversidad existencial de sus miembros individuales. Hemos de destacar en breve la singularidad antes que la unidad biológica, el “yo” antes que la sociedad, lo que cada persona decide ser y hacer antes que los atributos y las actividades colectivas de la humanidad.
Sigue en la Circular de Diciembre de 2007.
¿POR QUÉ EL DIABLO?
El iraní, mientras no está dominado por el principio de una divinidad suprema, se dedica sólo a combatir el mal en la Naturaleza para extender el bien sobre la Tierra; solamente se arma para defenderse cuando lo atacan; no es el soldado insaciable de conquista, sino el trabajador fuerte. Pero el Mazdeísmo marcha hacia un orden jerárquico regular; los dioses coexistentes con Ahura, pierden su independencia, sus acciones se subordinan a las de aquél; las antiguas independencias divinas abdican sus poderes en manos del primero. La idea que encierra la palabra “Creador” evoluciona lentamente. Las grandes existencias autóctonas y distintas, los dioses que nacían en virtud de su propia naturaleza dimanan ahora de un solo origen, todo nacen de Él. Los antiguos hermanos vienen a ser ahora sus hijos. En esta fase de la evolución del mazdeísmo se muestran todavía restos de creencias anteriores: Mitra y Ahura a veces son hermanos.
Y después de los dioses le llega ahora el turno al Hombre. “Él es quien creó al mortal”. Estas palabras se leen en la inscripción grabada por Darío sobre el granito de Eivend, en Ecbatana. El hombre que no había sido creado por Él, viene a ser su hijo por razón lógica. Al considerársela Creador de todo el Universo, padre de Mitra, también debía de creerlo su propio padre. Según el mazdeísmo, Ahura como los demás dioses crea el mundo dándole forma. Nadie se pregunta quién creó la sustancia primitiva, ni si ésta existía ya.
Pero una parte de las potencias del Universo no se someten; los dioses pueden subordinarse a Ahura, pero no los diablos, y éstos quedan como sus adversarios independientes de Él y dirigidos por Angromanyus le combaten por todas partes. Ahura, Mazda, vuelto creador y dueño de la criatura, domina en el Hombre lo mismo que en los dioses. Pronto la monarquía celeste tiende a reproducirse sobre la tierra. El que antes era jefe de una tribu, tiende ahora a ser su rey, ya no de su pueblo, sino de todos los que él cree puede dominar. La misma tendencia absorbente de la divinidad es la que le anima. El dios quita el azadón de la mano del persa y le da la espada para contrarrestar los ataques invasores de los semitas, y a su vez él los invade. La lucha ya no es para el iraní la del trabajo sino la de las armas. Va a la guerra a pasear triunfante el estandarte de la luz, y le siguen de lo alto ejércitos de Querubines y otros, tendiendo el vuelo con sus alas resplandecientes, rodeados de fuego, blandiendo sus espadas ígneas.
Pero el iraní no marcha solo a la conquista; para guerrear se había unido a los Medos, ya corrompidos por su contacto con los hijos del Turán. Los turanios de la Media creían que el principio bueno, como era elemento por esencia, no tenía necesidad de ser adorado; que a quien debía rendirle culto era el principio malo para que no ocasionara daño al hombre, y dedicaban plegarias y sacrificios a las potencias tenebrosas e infernales. Asimilaban sus genios buenos con Ahura y sus ángeles luminosos y sus genios malos con Angromanyus y sus demonios. Influenciados los medos con tales ideas, llegaron a creer que Angromanyus era tn poderoso como Ahura-Mazda, y que por lo tanto era del mismo origen; que ambos procedían de un principio vago anterior, y que sólo el Maligno desaparecería al volver con Ahura a ese principio anterior del que habían salido ambos con todas las criaturas.
A los iraníes, que ya creían en Ahura como poder supremo y en que Angromanyus no había querido subordinársele, poco les costó el admirar que éste era un principio menos augusto que el otro, pero omnipotente en el mal, como Ahura-Mada. Y pronto los Magos vinieron a ser los intermediarios entre ellos y los divinos padres.
Al conquistar Babilonia, el persa ya estaba infectado; al dominarla se corrompió por completo. El jefe de tribu, ahora monarca absoluto, imitó servilmente a sus antecesores caldeos, lo mismo que Teodorico después que tomó Roma, imitó la organización imperial de los Césares; y el persa adoptó las costumbres babilónicas, el igual que el bárbaro más tarde adoptó la del Imperio que había destruido.
El persa que encontramos dominando la civilización del Eufrates ya en nada se parece al iraní de la Bactria; el Sol del Asia inferior le ha debilitado. Si allí venció a Arimán, aquí él le vence y le obliga a que le sacrifique. El genio del mal tiene la ayuda en la mujer, y a la mujer la aconseja Belcebú, la serpiente protectora de la lujuria. Marchó a la conquista con la impura raza de los medos, y estos le prepararon para que no fuera refractaria a la corrupción caldea. No es ya el forjador robusto, ni el labrador incansable, ni el valiente cazador de fieras; es otro hombre. Se ha calado la tiara; se pinta de azul la barba y cabello; se dora las uñas y los dientes; se perfuma con bálsamo, gasta incienso, huele láudano, cinamomo y humo de mirra, lleva bordados, vestidos de los colores del Arco Iris, plumas de pavo real, pendientes y collares, brazaletes de oro, parasoles; y cuando va a caballo, siete criados le extienden al paso tapices de Egipto y pintadas alfombras babilónicas. Bebe vino y tiene cien mujeres. Cambió la antorcha por el abanico. Dejó de ser “el hijo puro de la Luz”; ya no es invencible. ¡Oh griegos, esperadlo en Maratón y en Salamina, que por poco que seáis la victoria es vuestra!
* * * * *
Yaveh era el dios único que encarnaba el mal, lo mismo que el bien, entre los Beni-Israel.
Dice el Levítico 16:8-10 que según el ritual acostumbrado del día de la “propiciación”, se enviaba al desierto un macho cabrío cargado con los pecados del pueblo, para sacrificarlo a Azazel, un antiguo dios que había venido a ser una especie de diablo, al cual, a partir del Levítico, ya no se le encuentra hasta el libro de Enoch, donde se le considera jefe de los ángeles caídos y se le opone a Yaveh.
Según indican los libros anteriores a la cautividad en Babilonia, creían los hebreos en fantasmas nocturnos que habitaban las ruinas, en espíritus que producían las enfermedades. Hablan los Salmos del demonio del Mediodía, refiriéndose, tal vez, a las neuralgias, congestiones y otras que el calor suele producir en los países de Oriente. El Mediodía es la hora del sueño en los países cálidos, y éste es propicio a pesadillas cuando la temperatura se eleva demasiado. Los espectros de la mañana y los espíritus malhechores de la noche son también personificaciones maléficas, hijas de la imaginación hebrea, aunque en estos últimos se reconoce la influencia babilónica. Pero a pesar de todo, no tiene el mal una personificación determinada entre los israelitas hasta una época relativamente próxima al cristianismo. Para el hebreo, directamente primero e indirectamente después, el mal procede de Yaveh.
Ahura-Mazada, Osiris, Baal y Bel, eran dioses encarnados en la Naturaleza, eran la esencia de sus manifestaciones vitales, eran ella misma. Los dos primeros personificaban sólo su parte buena, luminosa, activa, vivificadora; la parte negativa, destructiva, tenía otra personificación. El no-ser y el mal no les pertenecía. Los dioses caldeos, fenicios y cananeos, cuando producían el mal, afectaban una forma distinta de cuando producían el bien; casi puede afirmarse que se convertían en otros dioses. El Baal-Moloch era el contrario del Baal-Adon. Así es que no lo eran todo. Además, Osiris y los dioses de Asia que representaban la vida, sintetizaban solamente la parte activa del principio bueno. La parte pasiva venía personificada en una diosa, y el conjunto de ambos formaba la suprema pareja, que producía todo lo que salía vivo de la superficie terrena a la bóveda del cielo.
No así Yahvé; predominando sobre los demás dioses hasta anularlos, vino a ser el dios distinto de la Naturaleza, resumiendo en sí todo poder y toda acción, personificando lo mismo el mal que el bien, el ser que el no-ser. Para engendrar no tuvo necesidad de una diosa. El mundo lo sacó de la nada y lo anulará el día que quiera. Como no muere, tampoco tiene necesidad de reproducirse. Es el verdadero Dios del monoteísmo, sin competidores, sin hijos, eternamente personal y vivo, omnisciente. Nada pasa en el mundo que Él no lo permita, no hay función natural que Él no la determine. Hasta los errores, Él es quien los inspira a los mortales.
Sigue en la Circular de Diciembre de 2007.
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ISLAS BALEARES.- En Mallorca hemos comenzado el ciclo de charlas semanales de cada miércoles, en horarios de 20,30 a 22,30, en la calle Jafuda Cresques nº 17, 1º - 2ª, teléfono 971 – 75 37 19. a partir del día 19 de Septiembre. Se ruega confirmar asistencia por la escasa capacidad de la sala.
También en horario de las 20.00 a las 20,30 horas, se reunirá un grupo para meditaciones por la paz de la Tierra, dirigidas por Amanda Reynés Salas.
OBRAS PUBLICADAS
Entre el silencio y los sueños (poemas)
Cuando aún es la noche (poemas)
Isla sonora (poemas)
Sexo. La energía básica (ensayo)
El sermón de la montaña (espiritualismo)
Integración y evolución (didáctico)
33 meditaciones en Cristo (mística)
Rumbo a la Eternidad (esotérico)
La búsqueda del Ser (esotérico)
El cuerpo de Luz (esotérico)
Los arcanos menores del Tarot (cartomancia)
Eva. Desnudo de un mito (ensayo)
Tres estudios de mujer (psicológico)
Misterios revelados de la Kábala (mística)
Los 32 Caminos del Árbol de la Vida (mística)
Reflexiones. La vida y los sueños (ensayo)
Enseñanzas de un Maestro ignorado (ensayo)
Proceso a la espiritualidad (ensayo)
Manual del discípulo (didáctico)
Seducción y otros ensayos (ensayos)
Experiencias de amor (místico)
Las estaciones del amor (filosófico)
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