ALCORAC

SALVADOR NAVARRO  

revista alcorac

 

Dirigida a la Escuela de:

                    Mallorca

                    Las Palmas

                                                                                  

                 Circular nº 4 , año XII

                 Bunyola, 1º de Abril de 2.006.

VIDA DE SAN PABLO.-

Seguidamente, vino un consejo funesto:

-“¿Qué conviene hacer?” –

Y sugirieron a Pablo lo siguiente: “líbrate de toda sospecha de no ser buen judío e hijo de Abraham; no desacreditar la religión; acepta nuestro consejo. Tenemos aquí cuatro hombres que hicieron votos de nazarenos y no pueden pagar los gastos. Pues bien, Pablo, asóciate al voto de ellos, paga tu los gastos y llévalos contigo al templo durante esos siete días que faltan. De esta manera comprenderán todos que son falsos los rumores que corren a tu respecto; sino que por el contrario, eres fiel observador de la ley mosaica”.

¡Ahí está el consejo! Y, finalmente, viene un nuevo alfilerazo; recuerda a Pablo las cláusulas del Concilio Apostólico. Hacía ocho años que habían cedido ellos; ahora era la vez de Pablo.

En una palabra: el apóstol es invitado a “rehabilitarse”, a hacer, por así decirlo, penitencia pública y una profesión de fe en el judaísmo.

Doblemente pesada era para Pablo esa exigencia, material y moralmente.

Pagar los gastos de los nazarenos para cinco personas equivalía a adquirir 15 ovejas y una buena cantidad de los comestibles prescritos. Él era pobre. Vivía del trabajo de sus manos. En ocasión de su último viaje a Jerusalén, había hecho espontáneamente el voto de nazareno él sólo; pero esta vez eran cinco personas y, además, una imposición arbitraria y en desfavorables circunstancias. Tendría que pagar una especie de multa, ¿por qué? ¡Por el hecho de haber proclamado el Cristo como único salvador de la humanidad, y a Moisés como simple “pedagogo” y “siervo” del Evangelio!

Si Pablo hiciera la voluntad de los judíos ¿qué dirían los étnicos cristianos? ¿No se escandalizarían? ¿No verían en esto cobardía y subordinación y política de su jefe?

Pablo luchó consigo mismo mucho tiempo. ¡Sólo Dios sabe lo que significa aquella laguna entre los versículos 25 y 26 del respectivo capítulo de Lucas! Quien conoce a Pablo, su libertad de pensamiento y su intransigente defensa de la “libertad del Evangelio”, no comprende sin más lo que sigue.

“Fue Pablo en compañía de aquél hombre, se santificó con ellos y, al día siguiente, entró en el Templo”. (Hechos 21:5).

Desearíamos saber lo que replicó al Consejo de los presbíteros; cuales las razones que lo motivaron para aceptar tan extraña sugestión . . . ¡Nada, nada!

Debía de haberse trabado una lucha tremenda en su alma y, si no supusiéramos una revelación divina, no comprendemos su actitud posterior. “Aunque libre  - escribe a los corintios -  me hice esclavo de todos”. Y aquí tenemos la realización literal de esta frase.

¿Recelaba que su rechazo provocase un cisma en la Iglesia? Inmoló en el altar sagrado de la unidad del reino de Dios, no sus convicciones, sino todo su sentimiento natural, todo su orgullo, todo cuanto de sí podía sacrificar  sin contrariar su propia consciencia. A final de cuentas, se trataba de un acto de piedad judaica y no de una apostasía del Evangelio. Y la caridad para con cuatro compañeros pobres también, no desdecía del espíritu del apóstol. Si fuese Pablo un obstinado sectario, habría sustentado su opinión, aún a costa de la unidad religiosa. Cedió hasta donde podía ceder, en la certeza de que Dios pesa las intenciones y acepta el sacrificio del Yo como holocausto de inmenso valor.

El propio Renán admira la grandeza de alma que Pablo manifestó en esta renuncia y escribe: “Tal vez en toda su vida apostólica no haya ofrecido Pablo mayor sacrificio a su obra que éste. Con esto probó una mayor grandeza de alma que con sus trabajos en Corinto y Tesalónica, donde podía desdoblar libremente toda la fuerza de su genio”.

Las solemnidades de la Pascua y Pentecostés judaica eran generalmente días de gran trabajo para la guarnición romana de Jerusalén. La afluencia de millares de israelitas de todos los sectores, terminaba casi siempre con una tentativa de liberación del yugo extranjero. Raras veces pasaba una de esas solemnidades religiosas sin que los exaltados nacionalistas organizando un motín, una revolución, un desorden cualquiera en las calles, provocando al representante del César para una intervención a mano armada, cuyo término acostumbraba ser una carnicería de mayor o menor extensión.

En esos días venía el gobernador romano de Cesárea a Jerusalén y refuerza notablemente los efectivos de la guarnición militar en el “castillo Antonia”, baluarte enclavado en uno de los ángulos de la muralla externa del Templo. Desde el castillo se abarcaba todo el conjunto del Templo y sus áreas; desde allí descendía una larga escalinata, comunicando con diversos “atrios” del santuario, facultando así una inmediata intervención de la autoridad en cualquier conflicto.

En el día de Pentecostés llevó Pablo consigo a Trófimo, de Éfeso, más los cuatro nazarenos y subió con ellos al monte Moria (hoy Haramel Sherif), en cuya cima se erguía el Templo, en el mismo punto donde se ve actualmente el gran octógono de la mezquita de Omar, incluyendo la roca del antiguo “altar de los holocaustos”.

Tres zonas llamadas “atrios” rodeaban el santuario, sobreponiéndose en forma de terrazo, una a otras. El “atrio de las gentes” el más bajo, corría a lo largo de la parte interna de la muralla que rodeaba toda el área. Desde ahí se llegaba por una escalera de 14 peldaños de mármol y por la “puerta hermosa” al segundo atrio, llamado “de las mujeres”, porque a partir de ahí no podía pasar el elemento femenino. Era un vasto cuadrilátero rodeado de columnas. Aquí se encontraba el gran cofre con trece bocas en forma de trompeta, donde dejó su moneda aquella viuda elogiada por Jesús. En la tercera terraza, el “atrio de los sacerdotes”, se hallaba el templo, rodeado de las habitaciones de los sirvientes del culto. En la entrada del templo se erguía el gigantesco “altar de los holocaustos”, donde se mataban y quemaban las víctimas y donde el pueblo podía entrar sólo durante los sacrificios de la mañana y la tarde.

Era vedado a los paganos bajo pena de muerte, transponer el “atrio de la gente”, como decían numerosos avisos escritos en griego y latín, colocados entre los pilares: “Ningún gentil se atreva a traspasar esta barrera y penetrar en el recinto sagrado. El infractor pagará con la muerte su trasgresión”.

Los árabes actuales, dueños del lugar del templo, defienden con el mismo rigor el área de su santuario: ¡ay del cristiano que pusiese el pie en el mismo lugar! ¡Sería linchado por la multitud de fanáticos de Alá!

Toda las mañanas y tardes durante una semana, subía Pablo en compañía de Trófimo y los cuatro nazarenos, al monte Moria; dejaba a aquél en el “atrio de la gente”, porque aunque bautizado, era considerado gentil por los judíos, por no haber sido circuncidado. A los otros los llevaba consigo hacia el “atrio de los sacerdotes”, donde asistían a los holocaustos y tomaban parte de la restante liturgia. En el día de Pentecostés ofreció los sacrificios prescritos, por sí y por los cuatro.

Mientras tanto, los judíos habían forjado un siniestro plan. Trófimo era natural de Éfeso. Los judíos de esa ciudad sabían que no era circunciso y, por tanto, era “impuro”.

Cuando Pablo descendió con los otros cuatro los escalones de los atrios superiores para reunirse con Trófimo en el “atrio de la gente”, sonó súbitamente un grito inmenso: “¡Varones de Israel! ¡Socorro! ¡Aquí está el hombre que, por todas partes, hace propaganda contra nuestro pueblo, contra la ley de Moisés y contra este santo lugar! ¡Y ahora ha llegado al punto de introducir en el templo a un gentil, profanando este recinto sagrado!”

Momentos de intensa sensación.

Indescriptible el furor que se apoderó de los judíos ortodoxos. A sus ojos no había crimen más execrable que un no circunciso pisara el santuario de Israel. El odio religioso es el más satánico de los odios, así como las guerras emprendidas en nombre de la religión han sido siempre las más atroces de todas las luchas.

Sigue en la Circular de Mayo de 2006.

LA SABIDURÍA ANTIGUA.-

Uno de los factores principales en este proceso es el cultivo de la impersonalidad y del desapego. Esta ausencia de apego no significa que seamos descuidados e impasibles, sin calor o entusiasmo. Al contrario, significa no quedar excesivamente identificados con cualquier cosa  - nuestro cuerpo, nuestras convicciones y opiniones, reacciones, sentimientos, hasta con las personas que amamos y, más especialmente, con nuestra auto-imagen, ese cuadro semiconsciente que guardamos de aquello que somos. En resumen, significa que debemos desapegarnos de nuestra firme sustentación del ego. Podemos aprender a tener un toque leve, a no apegarnos con demasiada tenacidad a cualquier cosa transitoria, incluso a nosotros mismos. Un psicólogo describe la flexibilidad que surge con la ausencia de apego:

“La ausencia de apego no significa apartamiento o separación. Es una “flexibilidad cognitiva”, una armonización fácil del Yo con la realidad cambiante y eventos momentáneos. La mayoría de las personas la experimenta cuando están funcionando con plena atención  - su Yo pleno -  absorbidas en la actividad”.

La ausencia de apego nos abre para nuestras conexiones cósmicas, nuestras interacciones con el ambiente en todos los niveles y la verdadera identidad con el Uno. Además, cuando reconocemos que nosotros y el mundo estamos constantemente cambiando y que no existen realidades permanentes en los niveles periféricos exterior de la vida, sino apenas en los principios universales inamovibles y en el profundo centro que coincide con la Realidad intemporal del Uno. Cuando verdaderamente comprendemos esto, podemos comenzar a desapegarnos de lo transitorio y procurar la permanencia solamente en un nivel más profundo del Ser.

Sacrificar lo personal al Yo impersonal y así destruir la senda entre los dos. Pues el Yo y el alma no pueden ser confinados a la pequeña esfera de nuestro interés personal, sino extender ampliamente a la esfera universal. No podemos esperar alcanzar su grandeza, si permanecemos dentro del ego personal y sus estrechas preocupaciones. Procuremos en lo impersonal al hombre eterno. Teniendo que buscarlo fuera, miremos hacia dentro.

Numerosos métodos y disciplinas fueron desarrollados y transmitidos a través de los siglos para que se pueda realizar esta conquista del Yo. Toda la religión tiene un camino o senda para los aspirantes sinceros que deseen bucear profundamente. Oraciones y meditaciones, servicio y estudio, todos tienen su lugar. Todos los métodos poseen dos elementos esenciales en la auto-transformación: purificar el ego y elevarlo hacia un nivel superior.

La mayoría de nosotros está, por lo menos, parcialmente consciente de nuestros fallos – resentimientos, ira, ansiedad, falta de persistencia y de confianza, orgullo y presunción, celos, ganancia, visión estrecha, etc. Buda resumió estos aspectos en las categorías de lujuria, ganancia e ira y mostró como todos surgen de una falsa noción del ego, del egoísmo y excesiva preocupación por nosotros mismos. Quiera escojamos el Camino del Medio del budismo o “el camino y la puerta estrecha” del cristianismo o cualquier otro camino, nuestra tarea es la misma: erradicar de alguna manera el egoísmo, incluso su tenaza de pequeñas raíces que se enroscan en nuestras profundidades inconscientes. Podemos tener repentinos arrebatos, como el meditador zen que ríe en voz alta cuando soluciona el enigma de su koan, o el cristiano que derrama lágrimas de alegría y alivio, cuando sus preocupaciones, por primera vez, se disuelven en el amor del Cristo. En otras ocasiones, el crecimiento puede ser dolorosamente lento cuando persistimos, obstinadamente, en persuadir el ego a ser expulsado fuera de nuestro centro.

En cuanto nos esforzamos para obtener una visión interior, practicando la disciplina necesaria para esta tarea monumental, intentamos también elevar nuestro foco de consciencia. La lectura y contemplación de grandes ideas, absorbiéndonos en la belleza  - música, arte, naturaleza -  dedicándonos a grandes causas, con genuina compasión y preocupación por otras personas. Todo esto puede liberarnos de nosotros mismos. La meditación, especialmente si ella conduce a centrarse, nos puede ayudar en aquello que Buda llamó “un giro en la sede más profunda de la consciencia” en la cual nos volvemos desde el mundo exterior de la multiplicidad para el mundo interior del Uno. Cualquier expansión o profundidad que alcanzáramos nos ayudará a colocar el ego en su legítimo lugar de sumisión al Yo Superior, mientras que cualquier vacío dejado por el egoísmo será tomado por el Yo a partir de una dimensión superior.

Es un proceso largo y arduo, que demandará más de toda una vida para ser realizado y exige determinación y perseverancia pues, no hay lucha más difícil que ésta. Pero estamos destinados a tener éxito finalmente, pues estamos trabajando con el ímpetu de todo el cosmos detrás de nosotros. Estamos intentando realizar aquello que la evolución concretizará muy lentamente; nos estamos armonizando con los propósitos de largo alcance de toda la manifestación.

Hay aquello, que en el transcurso de la historia, alcanzaron este objetivo, mostrando así que nuestras metas pueden ser realizadas. Videntes, iniciados, sabios de todos los tiempos, demostraron los niveles elevados que el potencial humano puede alcanzar. Mirando las vidas del Cristo, Buda, Platón, Lao-Tsé, etc., podemos vislumbrar las posibilidades de desarrollo en el hombre. Además, la filosofía esotérica enseña que siempre hubo seres espirituales avanzados, Maestros, adeptos, que trabajaron silenciosamente tras los bastidores, en pro de la elevación de la humanidad. Estos son inteligencias superiores a las humanas que, hace mucho tiempo, se elevaron por encima del ego y se afirmaron en el nivel del alma, desde el cual irradian un gran poder para ayudar y estimular a la humanidad. Se nos presenta como una visión de montañas nevadas que están frente a nosotros, en la medida que nuestra conquista interior diaria nos eleva más alto para acercarnos a ellas.

Concluye en la Circular de Mayo de 2006.

EL CAMINO DEL MUNDO.-

La unión creativa de las dos polaridades cósmicas es el símbolo de los dioses, que representan situaciones psicológicas en el camino del despertar. La pareja humana ha desaparecido y sólo quedan dos dioses amándose.

Todo es Uno, el universo es energía consciente y sólo el ego, el mental, divide lo Único en dos polos complementarios y dinámicos. La luz del Sol está siempre presente en cualquier circunstancia, y las nubes van a desaparecer cuando descargue la tormenta.

El sexo es como un dios y es el camino más directo en este mundo para llegar a la realización. Así el amor despierta la esencia de su unidad. Meditación, arte, ritmos, colores, vibración, música, energía, son sus compañeros eternos.

El mundo moderno se abre ante una disyuntiva: o acepta y libera el amor natural, o será tributario de la violencia y la destrucción eternamente. Más allá de las presiones políticas hacia el uso productivo del cuerpo humano y de su necesaria castración, el espiritualismo reivindica el absoluto derecho al placer y al conocimiento interior que deriva de la trascendencia del sexo.

No se trata de realizar pesados rituales iniciáticos, sino de cambiar el significado de los pequeños actos del mundo y sacralizarlos como escaleras que conducen a lo divino. El pecado no existe, sino la ignorancia del acto cometido. El infierno es un mito, si lo trasladamos para después de la muerte. El infierno solamente existe aquí y sólo aquí nos redimimos. Sólo cabe un respeto hacia el prójimo. No perjudiques a los otros ni a ti mismo. Esa es toda la moral, que parece la cara técnica del verdadero mensaje del Cristo. No existen órdenes escritas en forma de Mandamientos, que son los sitiales del infierno, sino la naturaleza en expansión, y esta experiencia puede vivirse plenamente por todos aquellos que no están hipnotizados por la materia, por el mundo.

“Antes de que Abraham fuese, la antigua sabiduría fue”. Antes que los Vedas, la religión griega y el zoroastrismo, aparece una síntesis que resume los esfuerzos del hombre para comprender la naturaleza de la creación, su belleza y su crueldad.

Es una religión naturista, sin moral, plena de éxtasis y no ritual, que permite a cada uno jugar plenamente su papel en la sinfonía universal. Esta enseñanza milenaria fue resumida en los mitos de Dionisios, y aunque perseguida en todas las épocas, mantuvo siempre su novedad, hasta el punto que aún hoy responde a las necesidades más profundas del hombre contemporáneo.

En todas las épocas han existido hombres excepcionales, en lo espiritual o por su inteligencia, y ellos se han encargado de forjar el lenguaje, los símbolos y los sitios que resumen las relaciones del hombre con lo invisible.

Es por eso que hoy intentamos un retorno a las fuentes milenarias que Dionisios representa. Las fuentes religiosas de Europa son las mismas que las antiguas griegas y sólo hace dos mil años hemos perdido las huellas de su contacto. El descubrimiento en el pasado siglo de la civilización cretense, dichosa y pacífica, que se manifiesta con la fuente profunda de las civilizaciones occidentales, avanza la posibilidad de encontrar un lazo coherente. Ni el yoga de salón, ni los grupos ecologistas o la meditación trascendental, ni los hippies, ni la abundancia de profetas y gurús puede satisfacer esta necesidad profunda de llenar el vacío de los corazones. En un mundo de locura, guerra, competencia, egoísmo y poder, la vía de Dionisios es una de las pocas esperanzas de la humanidad, más allá de los problemas morales o artificios sociales que engañan a los espíritus, y que alejan a los hombres de la búsqueda de los valores reales, y los empujan al suicidio. Las religiones monoteístas judaicas, derivan de los antiguos panteístas, y quizá se esconde aquí la posibilidad de volver marcha atrás, una vez estén claras para todos las consecuencias desastrosas de la falta de respeto monoteísta por la naturaleza.

La vía de lo divino se encuentra fuera de las presiones dogmáticas, y religión no es lo mismo que cristianismo. Es cierto que en las antiguas tradiciones hay aspectos, hoy superados e inexplicables, como los sacrificios de sangre, donde resbalamos fácilmente ante sus implicaciones casi ritualísticas. El peligro de estos sacrificios, que reflejan tendencias del ser humano es que, rechazados, se vuelven inconscientes, con el riesgo de manifestarse en forma de asesinatos de masa o en el sacrificio de “razas malditas”.

Concluye en la Circular de Mayo de 2006.

HOMENAJE A JOSE Mª VARGAS VILA.-

¡Vargas Vila! He aquí un pensador hispano-americano, una rara avis, tratándose de una raza que no ha brillado por sus filósofos.

La raza a que los españoles dimos lugar en el Nuevo Continente, pura o cruzada, con otras razas, europeas o indígenas, ha dado guerreros heroicos, ha producido hombres de Estado notabilísimos, grandes poetas, escritores, oradores elocuentes, pero no filósofos.

España había tenido un Arnaldo de Vilanova, autor de un sistema de la Naturaleza, filósofo naturalista, descubridor del alcohol, del éter, de los principales ácidos esenciales y de varios cuerpos simples o compuestos, sin los cuales hoy no existiría la moderna Química.

Un Raimundo Llull, metafísico, místico, que llegó a querer dictar leyes a la especulación con sus categorías ideales, concluyendo con la invención quimérica de una máquina de pensar.

Un Vives, gran humanista, que rivalizó en profundidad de conceptos con Erasmo de Rótterdam y los primeros de su época. Un Miguel Server, médico, astrónomo, geógrafo y filósofo que, después de haber descubierto el movimiento circulatorio de la sangre, y de haber observado y demostrado que nada de fijo hay en la Naturaleza, se remontó al movimiento de los astros, perpetuo, eterno; y de todo ello concibió un sistema filosófico del cual resultaba la concepción de la Divinidad como energía permanente, deduciendo leyes de la vida, que más tarde la ciencia ha confirmado.

Tuvo un Huarte, el autor del Examen de ingenios, en el cual tantas lecciones de filosofía social se daban a los españoles, empezando por demostrarles lo funesto que es el elevar a los oradores a grandes cargos públicos.

Tuvo un Gracián, precursor de Nietzsche, de Carlyle y de Emerson, el cual escribió el Héroe y el Discreto, preludiando la moderna teoría del Superhombre, y fijando la diferencia entre el talento y el genio.

Esto, sin contar con los místicos, los comentaristas, y anteriormente con la escuela árabe cordobesa que contaba con Averroes, Alkindi, Abul Faradaj, Avicena y tantos otros que siguieron las huellas de Aristóteles y del panteísmo alejandrino.

Este fenómeno puede obedecer, en gran parte, a lo siguiente. España es un Estado compuesto de razas diversas. Como acabamos de citar, los principales pensadores españoles han surgido en las provincias levantinas, o sea, de la Corona de Aragón, siendo catalanes, aragoneses, mallorquines, valencianos. Y a estas provincias, por un Decreto de los Reyes Católicos, una vez descubiertas las Américas se les prohibió el ir a colonizarlas.

El andaluz, el castellano, el extremeño que fue, diríamos que en la conquista de América reconcentró toda su fuerza en el heroísmo militar y en el espíritu colonizador, y se quedó exhausto de la energía necesaria para la investigación, la observación adecuada y el pensamiento profundo, caso de que la tuviera.

Así como decíamos, hasta ahora sólo han florecido estadistas, oradores, escritores y poetas. Pero la cosa ha cambiado. Ya en revistas y libros encontramos estudios de jóvenes autores, en los que ya se muestra el talento observador e inductivo; pero el autor que hoy me ocupa es un caso aislado. Vargas Vila es un pensador de una fuerza enorme como en pocos hayamos encontrado. Y es que cuando se manifiesta una aptitud en medio de un pueblo, que por lo general carece de ella, ésta ha de tener una gran energía para surgir, a pesar de tal medio ambiente contrario. Los grandes idealistas han salido del seno de sociedades materializadas. De la Escocia industrial y mercantil salió Carlyle, de la Norteamérica práctica surgió Emerson, de la tribal islamita salió Fyrdusi.

Diré cómo conocí a Vargas Vila, lo cual resulta tan original como él mismo.

Lo conocí de nombre; había leído una novela suya La conquista de Bizancio, que guardaba mi madre celosamente en su ropero bajo una montaña de ropas. Fue la casualidad, cuando a la edad de nueve años, revolviendo en el mueble para encontrar una camisa, tropecé con el libro. Mi madre me lo arrebató de las manos, diciendo era un libro prohibido (era la época de la última Guerra Civil con toda la secuela de persecución de libros “no autorizados” por el régimen), pero terminó cediendo y me permitió leerlo, lo que hice muchas veces, atraído por el verbo guerrero y vigoroso del autor. Años más tarde, con dieciséis años cumplidos, accedí a otras obras adquiridas en una librería que vendían y compraban libros usados en Las Palmas, en la calle Cano.

Vargas Vila, que vivió muchos años en Barcelona, donde murió, no es lo que clásicamente se llama un filósofo. Él es más, es un pensador franco y leal, sincero, que dice sin ambages lo que él cree ser la verdad, y nos da, sin imposición dogmática alguna, el aspecto bajo el cual se le presenta la visión del mundo, de la sociedad y del hombre.

Un filósofo es, como decía un autor que no recuerdo, un “animal con un sistema”. Efectivamente, en Alemania que es en la Edad Moderna el país de los filósofos profesionales, no se comprende a un filósofo sin un sistema, lo cual a nosotros nos hace el efecto de querer meter el Universo en un armario dividido en cajones. Los filósofos franceses e ingleses, que sólo se sirven de un método para pensar, no les parecen filósofos en el verdadero sentido de la palabra.

Pues bien, Vargas Vila, ni tiene método ni sistema. No comete la barbaridad de querer construir un artefacto que encierre la inmensidad de lo infinito en sus compartimentos. Y en cuanto a método, hace como aquel personaje de Moliére, que toda su vida habló en prosa, sin saberlo. Él es un inductivo, pero que no presumió nunca de tal. Y esto es lo más hermoso de su pensamiento. No da el resultado de su observación, de su experiencia social, sin mentarnos para nada el medio de que se ha valido para obtener los resultados que, con tanta justicia, nos presentó. Esto es lo que hace de él un pensador y un artista. Nada del estilo indigesto de ciertos pretendidos pensadores serios y profundos, que nadie entiende ni se entienden ellos mismos. Se ha dicho, y con razón, que la claridad es la buena fe del filósofo, y Shopenhauer ha añadido, que la oscuridad de los enunciados proviene siempre de la vaguedad en la comprensión y en la meditación de lo que filosofamos. La claridad perfecta es en la filosofía, lo que la frase pura en la música.

Por esto precisamente es por lo que me gusta Vargas Vila, y en esto estriba su gran mérito: su visión clara, su comprensión justa, su expresión adecuada y neta.

Así, Vargas Vila, que es un solitario o un misántropo, al escribir, resulta un pesimista que se formula a sí mismo.

Nacido en Colombia, salió de su país a los veinte años, y desde entonces recorrió América del Norte y Europa, siempre estudiando y meditando. “El horror a inspirar el amor, que tal vez por no haberlo sentido nunca, o por querer olvidar que lo sentí, ha sido la obsesión torturante de mi vida” – exclama. Y añade: que espera que el imperio silencioso que ha de extenderse sobre su tumba no será turbado por las rosas del amor que crezcan sobre ella, ni que un leve rumor de afecto viole la soledad que ha de envolver sus huesos en el sepulcro.

Tal es el leit motiv de sus filosofías. Todo en él fue serio e impasible. No se afectó ante las catástrofes, ni sintió lo cómico, ni rió, llevó la muerte en el alma, que él creyó era el elemento positivo del Universo.

“Fui un solitario en vida – dice – quiero ser en muerte un solitario”; - y luego añade en El ritmo de la vida: En este libro está mi alma desnuda como en un sudario”.

Efectivamente, leyendo los libros de Vargas Vila nos hemos encontrado que pensaba lo mismo que nosotros, pero al revés. Él tomaba de izquierda a derecha, lo que nosotros de derecha a izquierda: él partía de la Muerte como término positivo del en sí de las cosas, y nosotros de la Vida; él veía como supremo bien el no ser, y nosotros el vivir, el ser, el luchar.

Sigue en la Circular de Mayo de 2006.

                  

 

 

revista alcorac

REVISTA ALCORAC

 

 

LIBROS ON LINE

Salvador Navarro Zamorano

 

 

revista alcorac

Kábala

 

 

 

revista alcorac

EL CAMINO DEL MAGO

 

 

Integración y Evolución

 

 

Enseñanza de Jesús de Nazareth y Grandes Religiones

Aforismos

Reflexiones

 

 

Segundo Nacimiento

 

 

PROSAS LIBRES

 

 

Aforismos (LIBRO COMPLETO)

 

 

El Templo de la Luz

 

 

Rumbo a la Eternidad

 

 

La Busqueda del Ser

 

 

Una Escuela de Misterios

 

 

 

Enlaces de Interés

 

 

Revista Alcorac

Fuego Cósmico

Entrevista con las hadas

 

La Cueva de los Cuentos

 

Diccionario Esotérico

 

Filosofia del Arte

 

Como ser Don Quijote en el siglo XXI

 

CUENTOS DE ALMAS Y AMOR

 

NUEVA NARRATIVA

 

MONÓLOGO DE UN HOMBRE DIOS

 

DESECHOS URBANOS

 

 

CRÓNICAS

 

REFLEXIONES_LIBRO

 

MANUAL DEL MAESTRO

 

HOMBRES Y DIOSES

 

LOS BUSCADORS DE LA VERDAD

 

NUEVA NARRATIVA 2

 

ORBISALBUM

 

 

 

 

 

 

OBRA LITERARIA DE D. SALVADOR NAVARRO ZAMORANO

 

Entre el silencio y los sueños

(poemas)

Cuando aún es la noche

(poemas)

Isla sonora

(poemas)

Sexo. La energía básica 

(ensayo)

El sermón de la montaña

(espiritualismo)

Integración y evolución

(didáctico)

33 meditaciones en Cristo 

(mística)

Rumbo a la Eternidad 

(esotérico)

La búsqueda del Ser

(esotérico)

El cuerpo de Luz 

(esotérico)

Los arcanos menores del Tarot 

(cartomancia)

Eva. Desnudo de un mito

(ensayo)

Tres estudios de mujer

(psicológico)

Misterios revelados de la Kábala 

(mística)

Los 32 Caminos del Árbol de la Vida

(mística)

Reflexiones. La vida y los sueños  

(ensayo)

Enseñanzas de un Maestro ignorado

(ensayo)

Proceso a la espiritualidad

(ensayo)

Manual del discípulo 

(didáctico)

Seducción y otros ensayos

(ensayos)

Experiencias de amor

(místico)

Las estaciones del amor

(filosófico)

Sobre la vida y la muerte

(filosófico)

Prosas últimas  

(pensamientos en prosa)

Aforismos místicos y literarios

(aforismos)

Lecciones de una Escuela de Misterios

(didáctico)

Monólogo de un hombre-dios

(ensayo)

Cuentos de almas y amor

(cuentos)

Nueva Narrativa (Narraciones y poemas)
Desechos Urbanos (Narraciones )
Ensayo para una sola voz VOL 1 (Ensayo )
En el principio fue la magia VOL 2 (Ensayo )
La puerta de los dioses VOL3 (Ensayo )
La memoria del tiempo (Narraciones )
El camino del Mago (Ensayo )
Crónicas (Ensayo )
Hombres y Dioses Egipto (Ensayo)
Hombres y Dioses Mediterráneo (Ensayo)
El libro del Maestro (Ensayo)
Los Buscadores de la Verdad (Ensayo)
Nueva Narrativa Vol. 2 (Narraciones)
Lecciones de cosas (Ensayo)
   

 

 

revista alcorac

MAESTRO TIBETANO

 

revista alcorac

 

   

 

 

REVISTA NIVEL 2

 

 

 

 

 

 

   

 

 

 

ASOCIACION VICENTE BELTRAN ANGLADA

   

 

 

 

 

revista alcorac

La Cueva de los Cuentos

 

   

 

revista alcorac

Consultas y sugerencias dirigirlas a :

orbisalbum@gmail.com