ALCORAC

SALVADOR NAVARRO

 

 

                                                                                                     

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                                                                     Circular nº  11. Año IV

                                                                     Llubí, 1º de Noviembre  de 1.998

 

 

 

          Durante mi reciente curso de Evolución espiritual en el Parque Natural de Gisclareny (Bagá), en la Residencia Paradys, efectuado el mes de Octubre pasado, un amigo me pidió repetidas veces que escribiera una Circular sobre el "No juzgar para no ser juzgado". Creo que sobre este tema se ha escrito tanto que resultaría repetitivo volver a manosearlo y hacerlo enojoso, pues sus lugares comunes se repitirían hasta la saciedad.

          Para complacerle, escribo sobre el tema, pero le daré un enfoque diferente, sin perder la línea maestra de la pregunta. Espero darle satisfacción a mi estimado amigo Enrique y, al mismo tiempo, agradar a mis lectores.

          "Un viejo maestro  preguntó a un nuevo alumno. "¿Lo he visto antes?" Y el alumno respondió: "No, señor". Y el maestro contestó: "Pues toma una taza de té".

          El anciano se giró para otro discípulo, y le  preguntó: "¿Lo he visto antes?" El segundo alumno, respondió: "Si, señor, claro que sí". Y el viejo maestro le dijo: "Toma una taza de té".

          Más tarde, el Director que regía la congregación, preguntó al anciano: "¿Cómo es que hizo la misma oferta de té, para ambas respuestas?" Y el maestro gritó: "¡Señor Rector, aún está aquí!" "Claro que sí, Maestro", respondió el Director. Y el anciano respondió: "Entonces toma una taza de té".

          La historia es simple y, al mismo tiempo, difícil de entender. Cuanto más simple es una cosa, más difícil de ser entendida. Para entenderla, necesitamos algo más complejo. Hay que dividir y analizar.

          Lo más simple escapa siempre de la comprensión. Por eso no podemos entender a Dios ni juzgar a nuestros semejantes.

          Dios es la cosa más simple de entender. El mundo puede ser entendido, porque es complejo. Y cuanto más compleja es una cosa, más podemos pensar sobre ella. Pero, cuando es simple, no se puede estudiar, la mente no trabaja.

          Los lógicos dicen que las cualidades simples son indefinibles. Por ejemplo: alguien te pregunta que es el amarillo. ¿Cómo definirlo? Dirás: "amarillo es amarillo". Y la otra persona dirá: "Eso ya lo se, pero ¿cuál es la definición del amarillo?" Si dices que amarillo es color amarillo, no estás definiendo, estás repitiendo la misma cosa.

          Hay un libro titulado "El principio ético", escrito por un gran pensador, G.E. Moore. Todo el libro consiste en un esfuerzo para definir lo que es el bien. Doscientas o más páginas, ya no recuerdo cuantas, para llegar a la conclusión de que el bien es indefinible.

          El bien no puede ser explicado, porque es una simple cualidad. Cuando algo es complejo, hay muchas cosas en él; se puede definir algo a través de otra cosa, una analogía, que también está presente.

          Si estamos en una sala y me preguntas: "¿Quién eres tú?", por lo menos puedo decir que yo no soy tú. Eso sería una definición, una indicación. Pero, si estoy solo en la estancia y me lo pregunto a mí mismo, la pregunta tendría eco, pero no respuesta. ¿Cómo definirme?

          Es por eso que Dios no ha sido entendido. El intelecto y la razón lo niega. Cuando la mente se detiene, no existe nada más allá de Dios. ¿Cómo definirlo? El también está solo en la sala. Por eso las religiones intentan dividir. Dicen: "este mundo no son los cielos; Dios no es el mundo; Dios no es materia; Dios no es un cuerpo; Dios no es el deseo; Dios no está en el juicio u opinión". Esas son maneras de definir.

          Tú tienes que colocar algo contra algo. Puedes trazar entre ambos una división. Ahora bien, ¿cómo puedes poner fronteras cuando no hay vecinos? Si no hay nadie a tu lado, ¿cómo puedes poner una valla a tu casa? El límite de tu propiedad es el principio de la presencia del vecino. Dios está sólo, no hay nadie en la vecindad. ¿Dónde comienza El? ¿Dónde El termina? En ningún lugar.

          ¿Cómo definimos a Dios? Creando al Demonio. Dios no es el Mal, por lo menos, eso lo podemos decir. Dios no es el mundo. No puedes decir lo que es Dios, pero sí lo que El no es.

          Leía un libro sobre una secta religiosa, donde decía que Dios es todo, excepto el mal. Eso ya es suficiente para definir. Eso ya trae una división. Pero, el escritor no estaba atento. Si Dios es todo, ¿de dónde viene el mal? Si el mal no viene del Todo, debe haber alguna otra fuente de existencia más allá de Dios. Si así fuera, el mal no podría ser destruído, pues tendría su propia fuente de existencia. No dependería de Dios. Y si fuera así, tampoco podría destruírlo. Pues si el mal desapareciera, Dios no podría ser definido. Para explicarlo, se necesita tener siempre al Demonio presente.

          Los santos necesitan a los pecadores, pues de lo contrario, no existirían. El pecado es el marco que limita al bien.

          Entendido esto, ya sabemos que las cosas que son complejas podemos entenderlas; las cosas simples, son difíciles, apenas podemos. Una cosa simple está sóla, aislada. No juzgar a lo demás, es demasiado simple para definirlo, al menos que encontremos su contrapartida en el rechazo del receptor.

          Esta historia del viejo maestro es muy simple. Tan simple que se nos puede escapar. Vamos a intentar agarrarla. Pero ella hará por escapar, porque es tan sencilla que la mente apenas puede pensar sobre ella.

          Intentemos sentir la historia. No te pido que la entiendas, porque quizá no lo puedas hacer. Recordemos mis palabras repetidas innumerables veces en mis comentarios: "Procura sentir, siente lo que piensas". Muchas cosas están ocultas en las palabras más sencillas y si quisieras entenderlas, no vas a encontrar nada. La historieta sería absurda.

          El anciano maestro vio a un nuevo alumno y le preguntó si lo había visto antes. Como es natural, el alumno responde que no. Al escuchar la respuesta el maestro le invita a tomar una taza de té. Sigue preguntando a otro alumno, ya veterano, si lo había visto antes. Y éste, naturalmente, le contesta que efectivamente es así. Es invitado también a tomar una taza de té. El rector quedó intrigado de que para dos personas diferentes no hubieran dos respuestas distintas. Tanto el extraño como el conocido tuvieron igual respuesta. No hubo ninguna distinción. No le dio al novato la bienvenida ni le dijo al veterano: te conozco.

          La familiaridad crea el aburrimiento. Tú nunca haces una recepción de bienvenida para un familiar ni para un amigo. Nunca prestas demasiada atención a tu pareja. Ha estado contigo tanto tiempo, que has olvidado completamente que esa persona vive junto a ti.

          Pero la familia, el amigo, la pareja, es un flujo, un río, que constantemente cambia. Las caras mudan, se hacen más viejas. El río fluye, hace nuevas curvas, el cuerpo cambia. Pero las cosas se hacen tan familiares que no hay necesidad de observar atentamente. Miramos lo que no es conocido, lo que es extraño. Dicen que la familiaridad trae la falta de consideración.

          Me contaron que habían dos hombres de negocios y hablaban de una actriz de cine muy famosa. Uno de ellos decía: "No se que le ven a esa mujer. Veamos bien: Si quitamos los ojos, el cabello, los labios y el cuerpo de ella, ¿qué es lo que queda?

          Y con una cara desanimada, el otro amigo respondió: "Mi mujer. Eso es lo que quedaría".

          En eso es lo que se ha convertido la mujer o el marido, y no queda nada más. A causa de la familiaridad, todo ha desaparecido. El marido o la esposa son como fantasmas flotando en la casa, sin cuerpo, un fenómeno que no nos hace felices.

          Eso ha sido siempre así. Nos enamoramos, pero ese momento se desvanece y ahora ni miramos para la persona amada. He estado con familias donde el marido y la mujer apenas se miran y, menos aún, cuando quedan solos. Uno va a la cama y otro queda mirando el televisor o jugando a cartas con los amigos. El huésped es siempre bienvenido. Ambos pueden mirarlo y así se evitan mutuamente.

          El maestro parece distinto cuando se comporta de la misma manera con los dos alumnos. El Rector no podía entenderlo, y pienso que para ser Director de algún Centro de enseñanza hay que tener una mente mediocre. Un Director no puede ser meditativo. Es difícil. El tiene que ser matemático, calculador, organizar las cosas de la manera más adecuada . . . . .

          El Director quedó perturbado. Lo que el maestro decía le parecía ilógico. Entonces le preguntó: "¿Por qué respondes a los dos de igual manera, la misma respuesta para diferentes contestaciones? Y el maestro le gritó bien alto: "¡Rector, ¿está aquí el señor?" El maestro llama a la consciencia del Director. La consciencia es siempre nueva, extraña, desconocida. El cuerpo es familiar, el alma nunca lo es. Nunca. Puedes conocer el cuerpo de tu mujer o de tu marido, pero nunca conocerás a la persona desconocida que está oculta dentro. Es un misterio y no puedes explicarlo.

          Cuando el maestro llamó al Director de forma tan agresiva, de repente, él se volvió consciente. Olvidó que era el Rector, que era un cuerpo. Respondió de corazón: "Sí, señor".

          Esa pregunta en voz alta fue como un choque. Era una pregunta inútil. Por eso la respuesta fue: "Claro que estoy aquí, no necesitas preguntar".

          De repente, el pasado, la mente, se desplomó. Desapareció el Director y la consciencia respondió. Y el maestro le dice: "Toma una taza de té". Conocido o desconocido, familiar o extraño, el anciano no establece diferencias.

          Si fueras a un parque cada día, poco a poco dejarás de mirar para los árboles. Pensarás que ya has mirado bastante, que los conoces. Al poco tiempo dejarás de escuchar a los pájaros. Ellos cantarán, pero tú no escucharás. Todo se habrá hecho familiar. Tus ojos y oídos estarán cerrados.

          Si el anciano maestro fuera a ese jardín, durante todos los días de su vida, escucharía los pájaros y miraría los árboles. Todo, en cada momento, es nuevo para él. Y eso es lo que significa consciencia. Juzgar o no juzgar, es un caso de consciencia total, porque para ella todo es constantemente nuevo. ¿Cómo puedes juzgar lo viejo, lo pasado, si ya no existe más? Nada es viejo, no puede serlo. Todo está siendo creado momento a momento, es un flujo continuo de creatividad. La consciencia no carga la memoria como un peso. Por eso, la primera cosa es que la persona que medita siempre vive en lo nuevo. Para él la existencia acabó de nacer, es tan fresca como una gota de rocío, como una hoja brotando en la primavera, como los ojos de un recién nacido.

          Esa es la primera cosa que tiene que ser sentida. Si miras para la gente, para el mundo, y sientes que todo es viejo, demuestras que no meditas, que tienes una mente vieja. Si tu mente es nueva, el mundo también lo es. El mundo no es problema sino el espejo de la mente. Si el espejo está cubierto por el polvo, el mundo estará sucio.

          Mira la cara de las personas. Cargan la vida como un peso, sin sentido. Parece que viven una pesadilla, un juego cruel, que alguien disfruta torturando a las personas. La vida no es una fiesta. Con la mente tan cargada por la memoria, nadie disfruta de momento alguno. Aunque rían, la risa es nerviosa, estridente, con esfuerzo, violenta, a veces ríen por etiqueta.

          Dicen que un alto dignatario viajó por Africa y visitó una comunidad de aborígenes muy antigua y primitiva. Allí pronunció un discurso muy largo. Cuando terminó, el interprete se puso de pie y tradujo lo hablado con cuatro palabras. Al escucharlo, los nativos comenzarón a dar grandes carcajadas.

          Y el dignatario sorprendido, dijo al intérprete: "Usted ha hecho un milagro; lo ha dicho todo en cuatro palabras. No se lo que ha dicho, pero ¿cómo ha podido traducir todo mi discurso en tan breve tiempo? Y el intérprete le dice: "El discurso ha sido muy largo y yo les he dicho: "El señor cuenta chistes, así que ya podemos reir".

          ¿Que tipo de risa sería ese? Sólo una risa social, educada. Mucha gente ríe, pero es una cosa mental, están haciendo un esfuerzo, fingiendo, está en los labios, es artificial. No viene del ser, de la fuente. Es algo creado.

          Es obvio que estamos sobrecargados y cualquier cosa que hagamos creará más carga. La alegría natural sólo es posible cuando la existencia es una novedad continua, siempre joven. Cuando nada es viejo, cuando nada muere, pues todo renace constantemente. Y, entonces, fluye una música interior.

          Cuando tu mente está fresca, la vida es como una melodía. Cuando estás saludable, la salud está por todas partes y la existencia entera corresponde. Cuando somos jóvenes, sin el peso de la memoria, todo es nuevo.

          Este anciano maestro es maravilloso. Esta historia ha de ser sentida profundamente, para poder entenderla. Pero esa comprensión será más como sentir que comprender, no mental sino de corazón.

          Hay muchas otras dimensiones ocultas en esta historia. Cuando estás con alguien iluminado, cualquier cosa que tú digas tendrá la misma respuesta. La pregunta y la situación no es importante.

          Cuando estás con un desconocido te comportas de otra manera. Estás mas tenso, analizas más las cosas. Miras con más atención. Si fueras en un tren, la primera cosa que observas es como los pasajeros se preguntan unos a otros lo que hacen, a dónde van . . . . . ¿Cuál es la necesidad de esas preguntas?

          Si eres español y ellos también lo son, te relajas un poco; si son de la misma ciudad, te relajas un poco más, si el estado civil es idéntico, te vas situando en la conversación, si la profesión es idéntica o tiene analogía, quedas más conforme, y así en adelante. Si no se dieran estas circunstancias, quedarías más receloso y desconfiado, más alerta de esos vecinos circunstanciales.

          Las personas no son curiosas sobre tu persona, sino que quieren juzgar la situación. Cuidan su tranquilidad y hacen juicios como medida de seguridad.

          Con el viejo maestro la cosa es diferente. El cambia su ambiente, no es mudado por nadie. Cualquier cosa que pase a su alrededor no es importante. Su cara permanece la misma, no tiene necesidad de cambiar la máscara.

          Estamos casi siempre usando caretas. Si vemos que la situación cambia, inmediatamente alteramos la cara, como si no tuviéramos un alma integrada. Para el maestro todo es lo mismo, el extraño, el amigo, el Director. Tomar una taza de té y ser siempre el mismo por dentro.

          ¿Y por qué tomar una taza de té? Eso es algo simbólico. Los antiguos maestros descubrieron que beber té ayudaba a la meditación, porque hacía estar despierta a la persona, le daba cierta consciencia y atención.

          Cuando el viejo maestro ofrecía la taza de té, les decía también: "Toma un poco más de consciencia". Eso es todo lo que un maestro puede hacer. Té significa consciencia, así como el ritual es oración. El té es la consciencia y el cuerpo es la taza. El té es una excusa, el maestro les estaba proponiendo más consciencia y ésta viene a través de la sensibilidad. Hay que estar más sensible en cualquier cosa que se haga, aún en una cosa tan trivial como una taza de té.

          Lo ordinario ha de ser elevado a lo extraordinario, la tierra tiene que tornarse un cielo. Todo ha de estar ligado.

          Decimos que el mundo es ilusorio. Que necesitamos hacer un puente; que este mundo no existe. Esa es la única manera de llegar al Uno: negando totalmente al mundo.

          Pero negar no nos va a servir de nada. Aunque tú digas que este mundo es una ilusión, él está aquí. Y, ¿por qué insistir en que es ilusorio, si no existe realmente? ¿Cuál es el problema? ¿Por qué pasar la vida diciendo que el mundo es ilusorio? Nadie se preocuparía si el mundo fuera así.

          Parece que existe algún problema en esta afirmación. No se puede unir este mundo con el cielo; entonces, la única solución es arrojarlo completamente de la consciencia, decir que el mundo no existe, para que sólo el cielo permanezca. Entonces, sólo habrá una manera de llegar al otro mundo y es negando éste.

          Nosotros no podemos negarlo, porque en la negativa afirmamos. Si decimos que este mundo no existe, tenemos que apoyarnos en él para negarlo. Entonces, qué es lo que rechazamos? ¿Para qué apuntar con el dedo algo que no existe? Somos estúpidos. Este mundo sí que existe y si dices que es ilusorio, se trata de una interpretación.

          Si este mundo es ilusión el otro mundo no puede ser real, porque el uno tiene que ser alcanzado a partir del otro. Si la Creación es ilusoria, el Creador no puede ser real. Si yo soy una ilusión, mis padres también lo son, pues sólo de un sueño nace otro sueño.

          El maestro dice que ambos mundos son reales y que no son dos. Unelos y entonces el té será una oración, la cosa más profana será sagrada. Es un símbolo. Lo extraordinario tiene que ser encontrado en lo ordinario; en lo familiar tiene que ser encontrado lo extraño; lo conocido en lo desconocido; lo próximo en lo distante; éste en aquél. Por eso el maestro dice: "Ven a tomar una taza de té".

          Hay otra dimensión en la historia, que es la de la bienvenida. Todos somos bienvenidos. Quién tú eres, no importa. La puerta de un maestro iluminado es aquella por donde todos entran. En cierto sentido, esa puerta está siempre abierta. Entra y toma una taza de té.  Si estuvieras tomando un té con Jesús, no serías un extraño ni un desconocido.

          Cristianos, judíos y árabes no pueden concebir esto.  Si tocas en la puerta del cielo, no puedes imaginar a Dios recibiéndote y diciendo: "Entra y toma una taza de té". Eso hasta parece profano. Dios ha de estar sentado en un trono, mirándote con mil ojos, escudriñando todos los rincones de tu ser, contando los pecados que has cometido. Juzgándote.

          Ese maestro no es un juez, él no te juzga: te acepta. Cualquier cosa que digas, él te acepta y dice: "Ven y siéntate un momento conmigo". Y si puedes estar a voluntad con una persona como esta, la luz de esa persona comenzará a penetrar en ti, pues te vuelves poroso. Si quedaras tenso, estarás cerrado; si estás a voluntad, él puede entrar. El no puede entrar en tu mente, pero puede hacerlo a través de tu corazón.

          Recuerda que cuando comes o bebes con alguien, tú y esa persona os volvéis más íntimos. Comida y sexo son dos intimidades. Y la comida es una intimidad más básica que el sexo, pues cuando nace una criatura la primera cosa que recibe de la madre es el alimento. El sexo vendrá quince años después. Por tanto, la primera intimidad conocida en este mundo es la que hay entre la madre y su hijo. El maestro te dice: "Ven y toma una taza de té. Deja que sea tu madre. Deja que te ofrezca una bebida".

          Un maestro y una madre. Repito: un maestro y una madre, y no el padre. Los cristianos se equivocan cuando llaman "padre" a un sacerdote, pues el padre no es una cosa natural, sino un fenómeno social. El padre no existe en la naturaleza, sino en la sociedad humana. Es una cosa cultural.

          La madre es natural. Existe sin ninguna cultura, educación, sociedad. Existe en la naturaleza. Hasta los árboles tienen madre. Se han hecho investigaciones y se han obtenido experiencias de un fenómeno misterioso. Si una semilla es arrojada en el suelo y el árbol de donde la semilla procede, está próximo, el brote es más rápido. Si el árbol-madre está alejado, lleva más tiempo para crecer. La presencia de la madre-árbol para la semilla, es una ayuda importante.

          Un maestro es como una madre; nunca un padre. Con el padre te relacionas intelectualmente; con la madre, la relación es total. Tú eres parte de tu madre y le perteneces totalmente. Lo mismo ocurre con un maestro, en orden inverso. Vienes de la madre y vas para el maestro. Es un retorno a la fuente.

          Estas son las dimensiones de la historia, dimensiones de sensación, de sentimientos. Puedes no entender, pero puedes sentir, y el sentimiento es una alta comprensión. El amor es un conocimiento más grande. Y el corazón es el centro supremo de la sabiduría. La mente es secundaria: tiene una utilidad de servicio. Puedes conocer lo superficial a nivel mental, pero nunca sabrás nada del centro.

          Pero nos hemos olvidado completamente del corazón, como si se hubiese transformado en nada. No sabemos nada sobre él. Y, si yo hablo del corazón, del centro del corazón, puedes pensar en el lado externo. Pero el corazón del que yo hablo está escondido muy dentro. Así como el alma está oculta en el cuerpo, el corazón también se esconde en el pecho. No es nada físico, pues si hubiera una autopsia, no encontrarían el alma ni el corazón profundo.

          El corazón tiene una manera de conocer; el alma tiene un modo de saber. Y este maestro puede ser entendido por el corazón y el alma, sin juzgarlo. Si intentas someterlo a juicio a través del intelecto, es posible que lo entiendas mal, que la interpretación sea falsa. Lo viejo debe morir para que lo nuevo pueda nacer. No juzgues . . . . . . . .

LA FAMILIA DEL HOMBRE

          En el mundo occidental estamos orgullosos de nuestra unidad como personas, de nuestras diferencias personales. Pero, aún así, todos estamos integrados en una única familia. Los científicos calculan que cada uno de nosotros en la superficie de la Tierra estamos ligados a los demás en un orden relacional de generaciones, y que todos los árboles genealógicos de la población están fundidos en un pasado no muy lejano. Las diferencias entre razas son poco significativas si comparamos el parentezco entre todos nosotros. Compartimos todos el mismo conjunto genético.

          Cada uno de nosotros tiene antepasados entre los europeos, africanos, árabes, y todo tipo posible de seres humanos. Los estudiantes de genética reconocen que han terminado por creer en la fraternidad de los hombres. Cada uno de nosotros es, literalmente, pariente de la humanidad; todos somos la familia del hombre. Además de nuestras semejanzas físicas, somos motivados por impulsos y necesidades que se expresan en especies enteras, variando desde el alimento hasta el amor, de la vivienda a la autoestima, de la seguridad al estímulo mental. Necesitamos de todos esos componentes para nuestra salud integral. Nuestras formas de satisfacción de necesidades, sufren la influencia de los grupos sociales. Las familias constituyen sociedades tan estrechamente unidas que cualquier miembro perturbado afecta a la familia como un todo. Los terapeutas llegan al punto de afirmar que aquello que exterioriza el problema aparente, constituye un síntoma de disfunción del grupo.

          Nuestros sueños no son nuestros, sino de todos. En cualquier parte del mundo se sueña con héroes, doncellas, princesas, monstruos, círculos mágicos, etc. Los motivos simbólicos de los sueños son universales. Se originan en una capa profunda de la consciencia, a nivel puramente personal, generando imágenes que denominanos "inconsciente colectivo". En esa región mental, todos nos expresamos a través de símbolos universales, integrándonos en un lenguaje del inconsciente, que se expresa en toda la especie humana.

 

 

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