ALCORAC

SALVADOR NAVARRO      

 

 

                     

 

 

 

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                                                                                              Circular nº 7 Año V                                                                                                          

                                                                               Llubí, 1º de Julio de 1.999.

 

 

 

          Si el amigo lector es observador habrá notado que la Escuela de Las Palmas ha desaparecido de la relación que aparece en la parte superior de la Circular. De hecho, hace más de un año que dejó de existir, pero siempre existió en mí la ilusión de que habría alguien dispuesto a seguir con el trabajo realizado durante tanto tiempo o capaz de acercarse aunque sólo fuera por tener algún tipo de noticia, así fueran personales o interesarse por algún libro o escrito.

 

          He sido vencido por la Magia, el Tarot, la superstición, por el “tengo otras cosas que hacer”, por “el hoy no me es posible”, “este mes me viene mal”, “tengo una cena esta noche” y por tantos imponderables que no debo contar. Pero esa es la realidad y ese es el camino que hay que aceptar. Estoy satisfecho de mi trabajo y al mismo tiempo agradecido a unas pocas personas que han querido seguir estudiando y continuar con mi amistad que nunca negué a nadie.

 

          Desde esta Circular pido disculpas por mis errores, que han debido ser algunos, y mi agradecimiento por todo el tiempo pasado juntos. Por lo que a mi atañe, estoy siempre a disposición de cualquiera de mis alumnos y mi mayor placer sería saludarles cualquier día y comprobar que son felices. Los tiempos cambian y las hojas verdes de ayer son las hojas muertas de hoy.

 

          Un saludo para la extinta Escuela de Las Palmas y un ¡hasta siempre!

 

 

 

 

          ¿Qué es un hombre religioso?

 

          Un hombre religioso es siempre mal comprendido. Si así no fuera, no lo sería.

 

          La humanidad vive en una actitud poco religiosa en relación con la vida; somos sectarios, pero no religiosos. Un religioso es un extraño. Y cualquier cosa que diga será un error. Recuerda: cualquier cosa que diga sobre sí mismo. No afirmo que si tú dices algo en su favor sería verdad. El que estés a favor o en contra no es la diferencia. Mientras tú no tengas una consciencia espiritual, todo lo que diga el religioso estará equivocado.

 

          Antes de eso, tu admiración será falsa y tu condena también. Puedes pensar que es un sabio y no lo habrás comprendido. Puedes decir que es un pecador y tampoco lo habrás entendido.

 

          La primera cosa a recordar es: un hombre religioso es un fenómeno tan grande, tan extraño, que no hay palabras para definirlo. El lenguaje es inútil, sin sentido, porque un hombre religioso ha ido más allá de la dualidad, y todo el lenguaje existe dentro de las dualidades.

 

          Si dices que él es bueno, estarás equivocado, porque él también es malo. Si dices que es malo, estarás equivocándote  nuevamente, porque también es bueno. Y ahora nace un problema, porque no consigues concebir que un hombre bueno pueda ser malo al mismo tiempo. Puedes comprender una parte del todo, porque la otra es necesariamente su opuesto. Tiene que ser así.

 

          Un hombre espiritual es un Dios en miniatura. Y, como Dios, es paradojal y contradictorio. Y, como Dios, él es verano e invierno, día y noche, vida y muerte. Exactamente como Dios, él es divino y demoníaco al mismo tiempo. Y entonces la mente vacila.

 

          La mente es eficiente si trabajas en las polaridades. Si dices que sí, la mente lo puede entender. Si dices que no, la mente lo comprende igualmente. Pero si dices sí y no al mismo tiempo, eso va más allá de la razón. Y a menos que vayas más allá de la mente, no podrás tener el sentimiento de lo que es una consciencia religiosa.

 

          Yo nací católico. Pero la religión no tiene nada que ver con mi nacimiento. Nadie nace en una religión, al contrario: la religión tiene que nacer en nosotros. El nacer y bautizarme dentro de la religión católica es una coincidencia. Podía haber nacido judío o mahometano. Es algo sin relevancia, porque la religión no se dá por el nacimiento. No es un regalo ni una herencia. Mis padres eran católicos, pero no pudieron darme su religión. Puedo heredar su casa, su prestigio, su apellido, pero no puedo heredar su religión, porque ella no es una cosa. Es algo que la persona tiene que procurar por sí misma, nadie te la puede dar.

 

          Cualquier cosa dada por el nacimiento será una secta, no una religión. La religión es única. Las sectas son muchas, porque son formas, fósiles. Las religiones que conocemos son sectas de otras anteriores. El mismo cristianismo es una forma de judaísmo, como lo es el islamismo. Incluso sus historias y personajes son comunes en gran parte. Las sectas son como las pisadas: un día alguien anda por ahí, pero se ha marchado; sólo quedan sus pisadas dejadas en la arena del tiempo. Han quedado las huellas de los pies del Buda, la cruz de Jesús, su tumba, el lugar de su nacimiento y nosotros seguimos adorando esos recuerdos durante siglos. Ya no hay nadie, queda una forma en la arena, nada más.

 

          La sectas son formas en la mente, como las pisadas. Alguien estuvo aquí un día, pero ha marchado. Y nosotros adoramos esos recuerdos, que nos condicionan, nos adoctrinan. Es por eso que somos sectarios.

 

          Y no pienses que eres religioso, porque te puedes perder. Para que la religión exista, tienes que buscarla por tí mismo. Es un crecimiento personal, un encuentro personal con la realidad, cara a cara, inmediato y directo. Nada tiene que ver con la tradición, ni con el pasado. Tú tienes que crecer para dentro de ella. Tienes que permitir que crezca dentro de ti.

 

          La religión es una revolución, no una conformidad. No es una convicción que se alcanza intelectualmente. Es una conversión. ¿Cómo se puede nacer con una religión? Naturalmente, puedes nacer en una ideología. Puedes aprender teología, palabras sobre Dios, teorías religiosas, dogmas y doctrinas, pero saber con respecto a Dios no es conocer a Dios. La palabra “Dios” no es Dios. Todas las teologías juntas no son nada comparadas con un instante del encuentro con Dios, porque entonces, por primera vez, la luz interna se enciende. Comienzas a subir en una dimensión diferente.

 

          La religión es una búsqueda personal, no forma parte de la sociedad.

 

          Nací católico. Naturalmente, los sacerdotes y maestros me forzaron a serlo. Felizmente fallaron. Es una de las desgracias más agradables que me ha ocurrido. Muchos se enfadaron conmigo. Por eso, si preguntas a una persona beata por mí, raramente encontrarás alguna que diga que soy católico, al contrario, dirá que soy enemigo del catolicismo, que destruyo su ideología y corrompo a la gente. Y eso es correcto en cierto modo.

 

          Los que dicen que estoy en contra del catolicismo no se equivocan, porque lo soy de la manera que ellos lo entienden. Yo estoy en contra, porque no es absolutamente religioso. Es una religión antigua y muerta. Tenía que haber muerto hace mil años. Los hombres de mi tiempo no hablan con tanta reverencia de esta religión, que ya es discutida y negada.

 

          Cuanto más vieja es una religión, mayor el peso. Las tradiciones se van acumulando. Son como bolas de nieve: van ganando peso, quedando cada vez más voluminosas. Muertas, pero ganando peso. Son monstruosas y matan el espíritu. Conservan muchas palabras que afirman son verdaderas y cuanto más verdadera es la palabra, más venenosas son al espíritu.

 

          Si preguntas por mí, algunos dirán: “Es un hombre de fe, religioso” y otros dirán: “Está contra nosotros”. Ambos son correctos de cierta forma y ambos están equivocados, de una forma más profunda. Si miras para Jesús, yo soy católico. Jesús era un hombre religioso, pero no porque haya nacido en una religión. Él buscó, indagó, encontró la realidad. Quedó fuera de los dogmas judíos. Sus palabras estaban basadas en su propia experiencia: “El Padre y yo somos uno”. Y siempre que una palabra nace de un silencio profundo, ella viene a la luz palpitante de vida. Y quienes le escucharon fueron muy afortunados, porque después él murió. Todo lo que nace, muere.

 

          Nace una palabra. Ella está viva por unos momentos. Si la escuchas, ella entrará en tu ser, será parte de ti. Si no la escuchas, puedes anotarla y pensarás que la entenderás cuando llegues a casa, pero entonces ya habrá muerto. Y entenderás algo que no fue dicho. Tienes una escritura particular.

 

          La religión habla del silencio interno. Yo amo a Jesús por esto. Era un hombre contradictorio, una flor rara, una fragancia singular. Por eso también estoy contra el catolicismo, porque estoy contra la tradición, contra todos los rituales y formas, contra el pasado. Estoy totalmente a favor de la religión y totalmente en contra de las sectas.

 

          Un hombre religioso no pertenece a ninguna secta. Todas las sectas pertenecen al hombre religioso. Es así como funciona la mente normal. Piensa en términos de ideologías, lenguajes, rituales, y pierde el punto principal: que la religión no tiene nada que ver con esas cosas.

 

          Entonces, ¿qué es religión?

 

          Religión es un sentimiento muy profundo, donde tú quedas perdido y sólamente la vida permanece. Es una muerte y una resurrección. Mueres tal como eres y resucitas totalmente nuevo. Algo totalmente original surge de la muerte. En la tumba de lo antiguo algo brota y se transforma en una flor.

 

          La religión es una revolución interior, una mutación interna. No está en los templos, ni en las mezquitas, ni en las iglesias. No busques la religión en esos sitios, no pierdas el tiempo. Busca la religión dentro de ti. Y cuanto más profundo camines, mas hondo encontrarás al ego, el cual es la barrera. Abandona ese obstáculo y, súbitamente, eres religioso. La única cosa no religiosa es el ego. Nunca puede ser religioso. Y las sectas jamás lo eliminan; al contrario, lo refuerzan.

 

          A través de rituales, templos e ideologías, el ego es reforzado. Vas a una iglesia y sientes que eres religioso. Hay un orgullo sutil dentro de ti. No te vuelves humilde, al contrario, quedas más egoísta. Cumples con cierto ritual y te sientes gratificado, comenzando a condenar a los que no lo practican. Piensas que ellos son pecadores y que serán arrojados al fuego del infierno; tu cielo está garantizado, ¿sólo por practicar ciertos rituales? ¿A quién piensas que estás engañando?

 

          Un hombre se sienta durante una hora repasando su rosario y está pensando que su cielo está asegurado y que los otros que no hacen esa estupidez irán al infierno. Te arrodillas en la iglesia y dices a Dios cosas que no entiendes. ¿Por qué estás diciendo: “Soy pecador y pido compasión”? ¿Qué estás haciendo? ¿Sobornando? ¿Piensas que Dios tiene ego, de manera que puedes decirle: “Tú eres grande y yo soy pequeño?” “Tú eres la compasión y yo soy un pecador”. ¿A quién piensas que estás engañando?

 

          El ego está haciendo su juego. ¿Piensas que Dios también es un ego que puede ser sobornado? Dios no es una persona, así que te estás hablando a ti mismo. No hay nadie escuchando, sólamente las paredes, las piedras muertas del templo, o la estatua de piedra.

 

          En verdad, estás haciendo algo enfermizo. Vete a un asilo y mira la gente hablando con alguien que no existe. Esa gente que te parece loca no lo está tanto, porque ese alguien puede estar en algún lugar. El loco puede estar hablando con la esposa, que tal vez esté en su casa. Pero tu Dios no está en un lugar. Tu locura es más peligrosa.

 

          ¿Cómo puedes hablar con la vida? Con Dios tienes que quedar en silencio, todo el habla tiene que detenerse. No deberías decir nada; al contrario, la oración es un escuchar. Tienes que escuchar a Dios, no decir algo. Si hablas, ¿quién te escuchará? Cada momento tiene su mensaje.

 

          En cada instante, de todas partes, hay un mensaje para ti. Está escrito en todo. Toda la vida es la escritura de Dios. Y los mensajes están en todas partes. La asignatura está en cada hoja de un árbol. Pero, ¿quién lo ve? Tus ojos y tu mente están repletos de ti mismo. Sigues arrojando basura en la mente. ¡Abandónala!

 

          Esto es una cosa para comprender, porque la oración puede ser cristiana, judáica, entonces las oraciones no son oraciones de ninguna de las maneras. Una verdadera oración no puede tener una clasificación católica, musulmana o judía. La verdadera oración es un silencio, una espera.  ¿Como podrías decir que el silencio es judío? ¿Cómo puedes decir que el silencio es cristiano? El silencio es simplemente el silencio. Cuando dos personas están completamente en silencio, ¿podrías decir que es mahometano? En el silencio las sectas desaparecen; en el silencio la sociedad desaparece; en el silencio, las civilizaciones desaparecen; en el silencio, tú desapareces. Sólo el silencio existe, y tú no estás. Si estuvieras, entonces el silencio no podría existir, porque harías una cosa u otra, pensarías en cualquier cosa, continuarías charlando por dentro.

 

          Cuando tú no estás, la sociedad y las sectas tampoco; ninguna palabra, ninguna oración. Cuando estás en silencio, hay un encuentro, una fusión y tú te disuelves. Así como el hielo se derrite, tus límites se disuelven y entonces no podrás descubrir a dónde ha ido el hielo . . . . se ha vuelto uno con el mar.

 

          El sol nace, el hielo se derrite, se transforma en agua. El silencio nace, la mente como el hielo comienza a derretirse, el ego se disuelve. Entonces no queda más que el océano y tú no eres más.

 

          Ese es el momento de la religión. Ella nace en ti.

 

          Nadie nace en la religión. La religión “nace” en ti. Tienes que ser madre, para que la religión pueda ser concebida en ti. Tienes que dar a luz. No puedes nacer en la religión. Tienes que dar a luz tu religiosidad. Será algo que viene de lo desconocido y no tiene nada que ver con el hombre.

 

          Ese es el significado del nacimiento de una virgen en la historia de Jesús. Un Maestro como Jesús no nace del hombre. La consciencia religiosa nace de lo desconocido. María, la madre de Jesús, era virgen, ningún hombre la había violado. Esto es simbólico. No es que Jesús haya nacido de una virgen en el sentido biológico. Así, tú pierdes la metáfora; la historia maravillosa se ha convertido en una doctrina inaceptable. Así dejas de ver la poesía. Durante siglos los cristianos han argumentado e intentado probar que Jesús nació de una virgen. ¿Cómo se puede ser tan estúpido? Y aún siguen intentando probarlo, estos pobres intelectuales, ciegos de solemnidad.

 

          Y siempre que pierdes la poesía e intentas crear un argumento del tema, destruyes la religión. No eres de ninguna ayuda, colocas a las personas fuera de la religión. Y el cristianismo se vuelve absurdo, por causa de lo ilógico de la base. Estas son verdades poéticas  y ellas no son lógicas. Las verdades lógicas no existen, son hechos comunes. Las verdades poéticas son actos tan extraordinarios  en cualidad que no puedes hacer un argumento con ellas. La trama es muy estrecha, y ellas necesitan mucho espacio. Sólamente una simbología puede abrir ese espacio.

 

          Esto es poesía maravillosa. Yo digo también que Jesús nació de una madre virgen, porque no hay otra manera de nacer un ser como él. Porque la consciencia religiosa no está corrompida por el hombre, es intocable.

 

          Consciencia religiosa significa que abandonas todo lo hecho por el hombre: doctrinas, dogmas, iglesias, palabras, lenguajes, oraciones, rituales, formas. En ese silencio, el propio Dios forma parte de ti. Te sientes fecundado por Dios y cargas esa gestación. Ella crece todos los días y cuanto más crece, más viva se torna, comienzas a sentir que tienes algo más valioso que tu vida.

 

          La madre está siempre pronta para morir por el hijo. Si llega una crisis y sólo uno de ellos puede ser salvo, la madre está siempre dispuesta a morir para que el niño sobreviva.

 

          Y este es el mensaje de la Circular presente: hasta que tú no te transmutes, nada será posible. La madre tiene que morir para que el hijo nazca, porque ambos no pueden existir, porque tú eres la madre y el hijo a un tiempo. Cuando te llega la iluminación, lo viejo tiene que morir inmediatamente. Si te agarras a lo viejo, mutilarás tu iluminación, sofocarás al recién nacido. Si te apegas demasiado a este mundo, la criatura morirá antes de nacer.

 

          Recuerda siempre: religión es poesía, nunca lógica. No es filosofía, es arte. Y el arte no es un argumento. La religión te puede seducir sin argumentos. El arte es tan poderoso que te puede seducir también. La razón es necesaria en niveles más bajos, donde las cosas en sí no tienen poder de convencerte, por eso se necesitan pruebas. Cuando la cosa en sí es tan poderosa, tan transformadora que de repente te sientes absorbido hacia dentro de ella, no hay necesidad de convencerte.

 

          Yo nunca he intentado convencerte. Si estás convencido, bien. Si no lo estás, también. Convencer es una cosa común. Si fueras convencido por argumentos, jamás serás religioso. Podrás ser filosófico, cargar con dogmas, pero nunca religioso.

 

          La religión es como el amor. Llega sin ninguna razón. No puedes probarlo; las pruebas no son necesarias. Las pruebas se necesitan cuando se piensa en el matrimonio. Las razones son necesarias cuando arreglas una boda: se piensa en la familia, en los suegros, en el dinero, la dote, posibilidades futuras, relaciones con vecinos y todo lo demás. Pero cuando te enamoras, llega tan súbitamente que no hay intervalo de tiempo.

 

          Y lo mismo es con la religión. Tú te apasionas por un hombre religioso. No lo puedes someter a pruebas. Y si alguien te habla contra él, es fácil probarlo; te será imposible encontrar algo a su favor. Por eso él es una confianza, una fe, una ceguera profunda. Pero en esa ceguera, por primera vez, tu ojo interno comienza a funcionar. La ceguera profunda exterior se convierte en una profunda visión interior.

 

          Ahora una historia para llamar a nuestra comprensión.

 

          Un discípulo vino a un Maestro y dijo:

 

          “He hablado con mucha gente sobre ti. Los judíos dicen que eres judío; los cristianos te reverencian como uno de sus propios santos; los musulmanes insisten en que tú eres el mayor de los hombres del Islam”.

 

          Y el Maestro respondió:

 

          “Esto es lo que la gente dice en esta ciudad árabe. Cuando estaba en una ciudad judía, ellos decían que era cristiano, los musulmanes que era judío y los cristianos que era musulmán”.

 

          “¿Qué debemos pensar entonces?” preguntó el hombre.

 

          Y el Maestro dijo:

 

          “Algunos no me comprenden y me reverencian. Otros, no hacen ni una cosa ni otra, por eso me desprecian. Eso es lo que te quiero decir. Debes pensar en mí como aquél que ha dicho esto”.

 

          Este es un hombre religioso. No pertenece a ninguna ortodoxia ni tradición, sin raíces, flotando como una nube, con absoluta libertad en su ser.

 

          Este hombre que preguntaba debería ser un alumno. Un profesor puede tener alumnos, pero no discípulos. Un profesor enseña aquello que puede ser enseñado. Pero no puede enseñar religión. Puede darte conocimientos sobre religión, pero eso sería teología: cosas acerca de Dios. Pero Dios mismo no puede ser enseñado. Sólo conceptos de Dios, teorías. Y hay millones de teorías.

 

          El hombre ha inventado tantas teorías sobre Dios, que El se ha perdido completamente en ellas. Cuando dices la palabra “Dios” no sientes ninguna substancia en ella. Parece una burbuja que no lleva nada más que aire caliente dentro de ella. Cuando dices “Dios” no hay campanas repicando en tu corazón. Cuando dices “Dios” pareces algo vacío, sin ningún significado. Los llamados pensadores religiosos mataron completamente la palabra, destruyeron su belleza. En el momento que dices “Dios”, lo puedes acompañar con violencia, lucha, estrecheces. Eso no tiene poesía. Dios no es una teoría, es una experiencia; tú no puedes ser enseñado sobre Él.

 

          Decía Lao-Tsé: “La verdad no puede ser dicha. Y todo lo que puede ser dicho no es verdadero”.

 

          El profesor es aquél que enseña la verdad que no puede ser mostrada. El enseña sobre la verdad. Anda en círculos. Queda en la periferia, nunca en el centro. Y un estudiante es aquél que pregunta sobre Dios, no el que desea a Dios; aquél que vino para saber, no para ser; aquél cuya busca es intelectual, no total. Un estudiante intenta acumular más conocimiento, quiere ser más culto, quiere acumular más informaciones.

 

          Dicen que un Maestro tenía un discípulo que se hizo tan famoso que las personas venían a preguntarle cosas, aún delante del Maestro. A veces el Maestro estaba sentado con el alumno,y las personas hacían sus preguntas al discípulo, olvidando a su superior. Este discípulo se hizo muy eficiente en las Escrituras y sabía cualquier cosa sobre ellas, era perfecto como un ordenador.

 

          Un día alguien vino y preguntó algo sobre un pasaje de la Escrituras y el discípulo las recitó completamente, después formuló los comentarios que se habían hecho sobre ellas. El Maestro sentado escuchaba. El visitante estaba impresionado por tanto conocimiento. Y le dijo al Maestro: “Tienes la suerte de tener un discípulo así. Este joven es una joya muy rara. Nunca he encontrado una mente tan brillante, un genio así. ¿Qué me dices con respecto a él?”

 

          Y el Maestro respondió: “Estoy preocupado, porque él es demasiado. Me preocupa que no tenga ocasión para saber; todo su tiempo lo emplea en leer. Estoy siempre pensando cuándo se decidirá, pues nunca tiene tiempo”.

 

          Los estudiantes no están interesados en saber, sino en el conocimiento. Un profesor atrae alumnos. Un Maestro atrae discípulos, y un discípulo no es un alumno. No viene para saber de Dios. Viene para ser como Dios. No viene por más informaciones, viene para ser más. Déjame que repita: un alumno pregunta como obtener más conocimientos y un discípulo pregunta cómo conseguir ser más. Viene al Maestro para ser. La dimensión es totalmente diferente, diametralmente opuesta. Un alumno y un discípulo nunca se encuentran. A menos que el estudiante deje de ser alumno, no podrá ser un discípulo.

 

          Un día leí de un gurú de la India que enseñaba en las Naciones Unidas, en Ginebra. Alguien le preguntó: “¿Cómo juzgar y encontrar un Maestro?”

 

          Y él contestó: “Usa el cerebro”.

 

          Ahora sé por qué está en las Naciones Unidas, por qué los políticos y otros estúpidos están allá. “Usa el cerebro”. Y las cosas se hacen más ridículas, porque después añade: “Guarda cien puntos en la mente para juzgarlo y entonces presta atención. Si el Maestro es honesto, sincero, verdadero, observa su moral, su comportamiento, y le vas dando puntos dentro de tu mente. Si el Maestro consigue treinta puntos, no te servirá de nada, así que no lo tomes. Si el Maestro obtiene ochenta o noventa puntos, entonces ése es tu Maestro”.

 

          Eso es ridículo. Si usas el cerebro encuentras a un profesor y no a un Maestro. Finalmente, llega el factor principal: tú decides. ¿Sabes que es honestidad? Primero dáte los puntos a ti mismo. ¡Usa el cerebro! ¿Sabes que es moralidad? ¿Estás seguro de lo que es bueno? ¿Y de lo que es malo? Primero dáte puntos a ti mismo. Usa el cerebro. Si obtienes treinta puntos, abandona la búsqueda. ¡Eres un inútil! Y si consigues ochenta o noventa puntos, entonces no necesitas a un Maestro. Ya eres un Maestro, así que vete a buscar discípulos.

 

          Usar el cerebro es increíble. Un Maestro no es un artículo de mercado. Un Maestro por su propio ser es algo increíble. No puedes usar la cabeza. Un Maestro es misterioso. Los opuestos se encuentran en él. Las dicotomías se funden en él. El comprende todos los dualismos.

 

          Si usas la cabeza encontrarás un profesor y tú serás un estudiante. Si usas el corazón podrás encontrar un Maestro y podrás ser un discípulo. Y el amor será total, no el ochenta o el noventa por ciento. O és o no lo és. Siempre total. No hay términos medios. El porcentaje no es posible, ese es el camino del cerebro. La totalidad es el camino del corazón.

 

 

Concluye en la Circular del mes de Agosto.

 

 

 

 

 

 

 

 

EL NÚMERO EN LA NATURALEZA

 

          Aquí todo es ley y orden. Los números entran aquí determinando en muchos casos varias clasificaciones. En las Endógenas (plantas de crecimiento interno) el número dominante es el 3, mientras que en las Exógenas (plantas de crecimiento externo) el número que predomina es el 5.

 

          Los granos en el maíz están dispuestos en hileras generalmente rectas, pero en ocasiones en espiral. Y estas hileras siempre aparecen en un número par. ¡Nunca impar! Se encuentran desde 8 a 10, 12, 14, 16, y a veces hasta 24. Pero nunca 5, 7, 9, 11, 13 o cualquier cantidad impar de hileras. El número par es permanente. Se cuenta de un granjero que estuvo 27 años buscando y no pudo encontrar un número impar de hileras.

 

          Si observamos como las hojas brotan del tronco de la planta, no sólo se ve la ley en la clasificación de su naturaleza y carácter, sino también el número en su arreglo y disposición. Algunas se sitúan de modo alterno, otras en oposición, mientras que otras son dispuestas en espiral.  Pero en cada caso, todo tiene lugar en un orden perfecto. Después de una cierta cantidad de hojas uno llega a otra que está inmediatamente encima de la primera, y en la misma línea que ella.

 

          En la manzana es la quinta hoja.

          En el roble, la cuarta.

          En el melocotonero, es la sexta.

          En el acebo es la octava, pero se precisa de dos vueltas de la espiral antes de que la hoja octava se encuentre inmediatamente por encima de la primera.

 

          Se podría multiplicar los ejemplos indefinidamente si el tema a tratar fuera exclusivamente el designio en la naturaleza. Pero es mi deseo escudriñar la Naturaleza de la Madre, y por ello sólo araño la superficie de Sus obras, aunque de manera suficiente para poder ilustrar la acción de la Ley y la presencia de Aquél que la mantiene.

 

 

 

Para más información sobre el tema, aconsejo leer la obra

“El diablo de los números”, de Hans Magnus Enzensberger

donde el autor abunda sobre el tema, y del cual he extraído

estas ideas que he añadido a las mías.

 

 

 

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