ALCORAC

SALVADOR NAVARRO      

 

 

 

 

 

 

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                                         Circular nº  8.  Año V                                                                   

                                         Llubí, 1º de Agosto de 1.999.

 

 

 

Viene de la Circular anterior del mes de Julio.

 

      "He hablado con mucha gente sobre ti".

 

      Este hombre estaba usando el cerebro. Cuando se encuentra a un Maestro lo haces directamente, cara a cara, corazón a corazón. ¡Que absurdo hablar sobre un Maestro con otras personas, para que ellas te digan que clase de hombre es!

      Muchos de vosotros hacéis lo mismo. Muchos te hablan con respecto a mi persona. ¿Por qué no vienen directamente a mí? ¿Para qué perder el tiempo hablando con otras personas? Esta es la idiotez de la mente humana, porque tú nunca conoces con quién estás hablando sobre mí. ¿Confías en esa persona y no puedes confiar en mí? Si eres alguien que se guía por la razón, entonces habla de esa persona con otras y sobre esas otras con otras. Porque, primero tienes que decidir si tu interlocutor es sincero, digno de crédito: "¿Por qué, lo que quiera decirte sobre el Maestro, tienes que aceptarlo como verdadero".

 

      Esta es una regresión infinita. Si digo algo malo con respecto a mí, tú lo creerás. Ahora será parte de tu opinión sobre mi persona. Eso va a decidir todas tus cosas en el futuro.

 

      ¿Para qué dar vueltas en círculo?. Eso no tiene fin. Sólo hay una fórmula de llegar a un Maestro: cara a cara, corazón a corazón. Y no preguntes a ningun otro, porque quedarás con una opinión formada a favor o en contra. Y eso será siempre entre el Maestro y tú, será tu barrera. Estarás siempre procurando saber si ese concepto es real o falso, es como tener un nudo en la mente. Y cualquier tonto puede influir en ti. Eres tan inconsciente que cualquiera, hasta el chófer del autobús que te trae a mi casa, puede corromper tus conceptos. La mente está siempre pendiente de lo que otros dicen.

 

      Jesús tenía dos proverbios; uno era: "ama a tu prójimo como a ti mismo". Y el segundo: "ama a tus enemigos". Parece que el prójimo y los enemigos sean los mismos.

 

      Si este hombre fuera judío, diría: "Mi Maestro es el judío más perfecto posible". Una vez estés convencido, lo que quiera sea maravilloso lo proyectarás en el Maestro. Si un estudiante budista llega y siente admiración por mí, pensarás que soy un gran admirador de Buda y su doctrina. Y tendrás argumentos para convencerte de que eso es verdad.

 

      Y el Maestro contesta: "Eso es lo que dicen de mí, en esta ciudad árabe. Cuando estaba en Jerusalem los judíos decían que era cristiano, los musulmanes que era judío y los cristianos que era musulmán".

 

      Enemigos. En los mejores lugares, el hombre religioso encuentra enemigos. Jerusalem, La Meca, Roma. Esos son los mejores lugares para encontrar enemigos, porque son reductos sectarios, fortalezas, donde la religión fosilizada está protegida y a salvo; donde el cuerpo muerto está continuamente decorado, pintado, para engañar a los creyentes, para que no haya necesidad de abandonarlas; donde la continuidad de la muerte es preservada. Ahí está el problema.

 

      Si quieres encontrar gente antagónica a un hombre religioso, vete a los lugares sagrados, santos. En verdad, esos sitios son los menos sagrados del mundo, porque los cadáveres de la religión hieden. Todo huele a religión muerta. Si eres un creyente, entonces das atención a los sentidos, no escuchas la propia conciencia. Continúas viendo cosas que no están allí. Proyectando cosas que no están presentes.

 

      Las personas religiosas no son aceptadas en ninguna parte. Sólo son acogidas por un corazón amoroso, pero jamás en ninguna organización. Los organismos oficiales no tienen corazón. Un hombre religioso no puede ser absorbido por ninguna cosa establecida; un sentimiento personal, un corazón amante, puede transmutarse en un templo para él.

 

      Este hombre debe haber quedado confuso, porque vino a preguntarle al Maestro quién era él. La realidad es que tú te sigues a ti mismo, nunca sigues a Maestro alguno.

 

      Si me sigues porque digo cosas que ya sabías antes que eran correctas, entonces no estás conmigo. Estoy verbalizando tus propios pensamientos. Si estás conmigo porque ves en mi a un cristiano, porque tú lo eres . . . . . y cuando hablo de Jesús puedo ver cuantos cristianos hay ante mí, porque los ojos cambian. Ahora están despiertos. Si hablo de judíos, puedo contar si hay alguno entre mis oyentes. Y si no consigo decidir quién eres tú, entonces no estarás conmigo. Todo son soportes para tus convicciones, un soporte externo, y yo no puedo entrar ahí. No me has permitido entrar.

 

      Algunas personas me dicen: "Todo lo que dices es maravilloso, yo he creído en eso toda mi vida. Y lo dices mejor que nadie". Con eso hemos terminado, no ha habido un encuentro. Esas personas escucharon su propia voz en la mía. Interpretaron su propia mente. Siguen creyentes en su ego. No han abandonado sus cargas ni por un momento siquiera. Al contrario, ahora están convencidos de sus viejos problemas y van a cargarlos con más fuerzas.

 

      Aquí tenemos al hombre de la historia lleno de confusión:

 

      "¿Qué debemos pensar de ti? Me confundes".

 

      Todas las personas religiosas son, en cierta manera, creadoras de confusiones. Crean un caos dentro de ti, porque primero tienes que ser sacado de tus raíces. Tienes que ser demolido. Ninguna persona religiosa está interesada en renovarte, porque aunque renovada, seguirás siendo la vieja personalidad, una cosa modificada pero muerta, y nunca estarás vivo ni serás joven. Una persona religiosa está interesada en destruirte completamente, en sacarte de tus propias raíces y después ayudarte a subir.

 

      Hasta que esto no sea hecho, nada es posible. Un Maestro es una muerte en una mano y una resurrección en la otra. Él es una cruz. Mueres tal como eres y naces como deberías ser.

 

      Ahora escucha estas palabras significativas del Maestro:

 

      "Algunos no me comprenden y me reverencian".

 

      No comprenden, y por tanto reverencian. Las personas son tontas. Si no comprenden una cosa comienzan a reverenciarla, porque encuentran que debe haber algo muy misterioso. "Cuando no puedo comprender, un hombre inteligente como yo, es que hay algo genial". Y mucha gente explota tales actitudes.

 

      Si lees algún libro de Hegel, comprenderás que eso es lo que él hace. Lo escribe todo lo más complicado posible. ¡No es difícil! Es un buen ejercicio leer a este filósofo alemán. Pero a medida que pasa el tiempo, él se vuelve más vulgar, porque mientras lo vas entendiendo, el misterio se pierde. En sus libros no hay nada más que verborrea. Si te puede decir algo con una sola palabra, empleará cien. Si puede dar una idea con una frase, tendrás que leer más de un párrafo. Escribe largos parlamentos, a veces varias páginas, para explicar un concepto. Al final no recordarás que estabas leyendo. Y eso da un misterio.

 

      Hay mucha gente, sacerdotes, publicistas, místicos, políticos, explotando la estupidez humana, en la creencia de que aquello que no pueden comprender, debe ser algo soberbio, sublime, misterioso. Esas personas son explotadoras.

 

      Es exactamente a la inversa con los que son verdaderamente sabios. Hablan en sentencias cortas. Sus frases no son complicadas, son simples. Lo que dicen, puede ser comprendido por cualquier persona que tenga una inteligencia normal. Lo que enseñan es sencillo, tan simple como la vida; simple como la existencia. Los ríos y las montañas son simples, los árboles son simples, los pájaros son simples.

 

      Los sabios son sencillos. Pero cuanto más los comprendes, más profundamente te penetran con su simplicidad, más encuentras nuevas dimensiones de los misterios que se te van abriendo. Sus palabras son simples, pero el camino es misterioso.

 

      Mira tu dedo y señala al firmamento con él. El cosmos es misterioso, no el dedo. El dedo es un fenómeno simple. Las palabras son dedos. Y ellas apuntan, indican lo desconocido.

 

      "Algunos no me comprenden y me reverencian".

 

      Tú has reverenciado a mucha gente, alguna doctrina, sólo porque no puedes comprenderla.

     

      Hay quien sigue a Krishnamurti, a Gurdjieff, porque no pueden interpretarlos. Cuando tú no puedes entender, sientes que debe existir algún encanto. No es así. La verdad es muy natural. Todos somos capaces  de entenderla. Solo hay que quedar en silencio y ella aparece.

 

      "Algunos no me comprenden y me reverencian. Y otros no hacen ni una cosa ni otra, por eso me desprecian".

 

      Entonces existen personas que si no pueden comprender . . . . ellas no pueden creer que exista algo que no puedan entender y, entonces, desprecian. Está contra sus egos. Pero recuerda, que ambos son dos puntos de vista egoístas.

 

      Un ego piensa: "Yo soy muy comprensivo. Si yo no puedo entender, entonces debe haber algo esotérico, oculto". El otro ego dice: "Si yo no puedo comprender, entonces no hay cosa alguna. Este hombre es un embustero. Un genio como yo lo entiende todo". Ambos son puntos de vista egoístas. Y si no abandonas estos extremos no podrás entender a un Maestro.

 

      Hay que salir de ambas situaciones. No reverencies una cosa porque no la comprendas. No la desprecies porque no llegas a entenderla. Además, no traigas estas comparaciones al ego. ¡Es inútil! Escucha una cosa. Si no puedes entender, intenta hacerlo, medita más, vuélvete más silencioso. Mira el asunto muchas veces desde diferentes puntos de vista. Y, finalmente, llegarás a una conclusión sin ningún razonamiento. Lo entenderás. Y el misterio ya no lo será. Si no puedes entender, no comiences a despreciarlo, porque tú no eres la última palabra en comprensión. Tú no tienes la capacidad máxima de entendimiento. Tú eres un iniciado en el primer grado de una escala. Y esa escala es vasta y grande.

 

      Millones de cosas esperan que tú seas. Estás en la puerta, porque aún no has entrado en el templo. Tal vez algún peldaño o tal vez solitario en el camino, sin haber pisado el umbral. Quizás ni en la puerta.

 

      No traigas tu ego de ninguna manera. No eres el factor que decides si es un misterio o es nada. Tú escucha. Cuanto más oigas a un hombre espiritual, más fácil será comprenderlo. Y cuanto más entiendas, más misterioso será. El misterio de la vida no es algo que pueda ser resuelto o que jamás se pueda resolver. ¡Tiene que ser vivido! No es un problema para que lo soluciones. ¡Tienes que vivirlo!

 

      Cuanto más sepas, menos sentirás que sabes. Cuanto más conozcas, más sabrás de lo desconocido rodeándote por todos lados. Y en el momento final de conocer, todo el conocimiento desaparece. Tú no sabes. El momento final del conocimiento es como una ignorancia inmensa, una noche oscura. Pero de una noche oscura es de donde nace la mañana. De esa ignorancia inmensa nace una luz, que és la sabiduría, la comprensión.

 

      Algunos no me comprenden y me reverencian. Otros, no hacen ni una cosa ni otra, por eso me desprecian. Eso es lo que he dicho. Tienes que pensar en mí como aquél que dice esto".

 

      El hombre quería poner un título al Maestro. Y una vez rotulado, piensa que por fín lo ha entendido. El rótulo es el señuelo. Pones nombre a una cosa y sientes que la has comprendido.

 

      Yo te muestro una flor que nunca hayas visto antes, e inmediatamente preguntas: "¿Cómo se llama?" ¿Por qué el ansia de saber el nombre?¿En qué saber el nombre te puede ayudar? Si te digo algúno, piensas que ahora sí que has conocido algo nuevo. La has titulado. Ahora puedes decir a los amigos que esa es la flor X. Ya eres un conocedor. ¿Y ahora, qué sabes de la flor? Sólo la palabra X. Podría haberla llamado Z. Eso sería tan importante como X. ¿Cómo conocer?

 

      Recuerda un poema que dice así: "Una rosa es una rosa, es una rosa", y esta palabra se hizo famosa. Esto ocurre con muchas cosas. El poema no define, no explica nada. Nada se dice ni se aclara.

 

      Alguien pregunta: "¿Por qué dices esto? Todos sabemos que una rosa es una rosa, es una rosa. No tiene sentido, no aumenta en nada mi conocimiento".

 

      Y la poetisa responde: "Porque los poetas han hablado de rosas en millones de poesías, todos las han leído y cantado, y la palabra "rosa" perdió su significado. Yo no he dicho cosa alguna y por eso tengo que repetir "una rosa es una rosa, una rosa", para que despiertes del sueño".

 

      ¿Qué está diciendo la poetisa? ¡Qué absurdo! Pero esto lo puedes escuchar. ¿Rosa? ¿Quién escucha la palabra? Todo el mundo sabe lo que es. Y ella dice: "Repitiendo eso, yo te recuerdo nuevamente el color de la rosa".

 

      Las palabras no pueden decir mucho. Y si piensas que sólo por saber los nombres y los rótulos ya conoces, lo perderás todo.

 

      Intenta evitar las palabras. No rotules. Piensa que rotulas inmediatamente. Eso es una enfermedad, una obsesión. Ves a un galán de cine y dices: "Hermoso". Ves a una mujer que no te gusta y dices: "Fea". ¿Por qué tanta prisa? ¡Espera! La mujer tiene muchos matices, muchas caras. Aún la mujer más fea a veces tiene un aspecto hermoso, con el cual ninguna mujer bonita puede competir. He conocido mujeres feas con un inmenso sentido del humor. Era tan original que de haber alguna mujer espléndida cerca, la hubiera eclipsado. ¡No coloques rótulos! Si lo haces perderás la realidad. Muchas mujeres hermosas se vuelven diablesas con sus celos, sentimientos de posesividad. Y esa fealdad es más profunda que la fealdad común del cuerpo. Su fealdad es espiritual e interna y toma cuenta de todo el cuerpo, igual que una urticaria. Cuando una mujer es celosa y posesiva, puede ser bella en la superficie, pero algo venenoso emana de ella. Si la tocas en ese momento, sería como tocar un reptil no una mujer.

 

      No rotules. La realidad no cree en los carteles. La realidad sigue caminando y cambiando. Es un fluír. No puedes pisar dos veces el mismo río. Él está moviéndose todo el tiempo.

 

      No clasifiques. Tienes un verdadero palomar en la mente. Así que llega algo, inmediatamente lo colocas en un departamento. ¡Y piensas que sabes! Este hombre es bueno y aquél es malo. ¿Nunca has visto a un hombre malo transformándose en bondadoso o a un hombre bueno cambiando su proceder en negatividad?. ¿Nunca has visto a un ladrón honesto? ¿Nunca has sabido de un criminal sincero? Las clasificaciones no pertenecen a la vida, sino a la mente. Las clasificaciones son tus juegos.

 

      Este hombre vino a preguntar al Maestro. "¿Cómo puedo clasificarlo?" El Maestro es un hombre vivo. Si estuviera muerto, hubiera dicho: "Yo soy mahometano, un Sufi". Pero él no estaba muerto. No permitió la clasificación. Estaba intensamente vivo.

 

      Dice: "Esto es lo que he venido a decir. Debes pensar en mi, como aquél que dijo esto". Esto es lo que hay que recordar: que los que no comprenden, reverencian; y aquellos que no reverencian ni comprenden, desprecian.

 

      El Maestro no tiene clasificación ni un anuncio que rotule quién es él. No da ninguna indicación. Es absolutamente misterioso. El hombre pudo haber venido con alguna idea con respecto al Maestro. Pero él demolió la mente de su visitante. Cortó todos sus conceptos y lo dejó en el vacío total. Eso es lo que hace un Maestro, dejarte en el vacío. Ese es el regalo más maravilloso que te puede ser dado: la nada, el vacío.

 

      En ese vacío todo nace. En ese nada surge todo. En ese vacío, nace Dios en tí. Pero hasta que tú no lo permitas, eso no será posible.

 

      Tú estás aquí, deja que yo sea tu muerte y tu resurrección.

 

 

 

LA FISIOLOGIA Y EL NÚMERO 7

 

      Existe un campo inmenso donde conseguir ejemplos. Los años de la vida del hombre se divide en periodos de 7 años ( 7 x 10 = 70 )  y  ( 7 x 12 = 84 ). En siete años  cambia toda la estructura del cuerpo, y todos estamos familiarizados con "las siete épocas de la vida del hombre".

 

      Decía Filón, un sabio griego, que el hombre se puede describir en siete edades:

 

      1.    La infancia.            Un niño.

      2.    La niñez.         Un infante.

      3.    La pubertad.            Un mozo.

      4.    La juventud.            Un joven.

      5.    La etapa adulta.  Un hombre.

      6.    La decadencia.    La madurez.

      7.    La senilidad.     La vejez.

 

      Los diversos periodos de gestación son también múltiplos de siete, bien de días o de semanas.

 

      En el caso de los Insectos, los huevos se abren a partir de siete medios días (la abeja, la avispa, etc.), mientras que en otros casos se trata de siete días enteros. La mayor parte de los insectos precisan de 14  ( 7 x 2 ), a 42  ( 6 x 7 ) días; lo mismo se aplica al estado larval.

 

      En el caso de los Animales, el período de gestación es así:

 

      El ratón, 2l días  ( 3 x 7 )

      La liebre y la rata, 28 días ( 4 x 7 )

      El gato, 56 días ( 8 x 7 )

      El perro, 63 días ( 9 x 7 )

      El león, 98 días ( 14 x 7 )

      La oveja, 147 días ( 21 x 7 )

 

      Con las Aves, la gestación es:

 

      En la gallina, 2l días ( 3 x 7 )

      En el pato, 42 días ( 6 x 7 )

 

 

      En el caso del hombre es de 280 días ( 40 x 7 )

 

      Además, el hombre parece estar hecho a base de lo que podríamos llamar el principio de los siete días. En varias enfermedades, los días siete, catorce y veintiuno son críticos. El pulso humano late siguiendo el principio de los siete días. Durante seis días el pulso es más acelerado por la mañana que por la tarde, mientras que en el séptimo día late más lento.  Así, el número siete está estampado sobre la fisiología y somos de esta manera obligados a reposar cada séptimo día.

 

      No se puede violar esta ley impunemente, porque está enraizada en nuestro ser. Podemos decir, "descansaré cuando me venga en gana" un día cada veinte o irregularmente, o nada en absoluto. Igualmente, podríamos decir de un reloj de cuerda de cuatro días: "Es mío, y le daré cuerda cuando me plazca". A no ser que le des cuerda cada cuatro días como mínimo, de conformidad con el principio con el que fue fabricado, sería inútil como reloj. Lo mismo pasa con el cuerpo humano. Si no reposa conforme a esta ley, se verá obligado, más tarde o más temprano, a "guardar sus sábados", y el reposo que no quería tomar a intervalos regulares en conformidad con esta ley, ¡deberá tomarlo todo de golpe por orden de los hombres! Es lo que ocurre con cualquier intento humano de mejorar las leyes universales.

 

      No obstante, no es siempre el siete el factor predominante en la historia natural.

 

      En el caso de la Abeja, es el número tres el que toca todo lo relacionado con ella:

 

      En tres días se abre el huevo de la reina.

      Es alimentada durante nueve días  ( 3 x 3 )

 

      Alcanza la madurez en 15 días  ( 5 x 3 )

      La larva de la obrera alcanza la madurez en 21 días  ( 7 x 3 )

      Y se pone a trabajar tres días después de salir de su celda.

      El zángano madura en 24 días  ( 8 x 3 )

      La abeja está compuesta por tres secciones: cabeza y dos estómagos.

      Los dos ojos están compuestos cada uno por alrededor de 3.000

      pequeños ojos simples, teniendo cada uno seis lados  ( 2 x 3 )

      Tiene seis  ( 2 x 3 )  patas. Cada pata está compuesta por tres       secciones.

      La pata está formada por tres secciones triangulares.

      Las antenas están compuestas de nueve  ( 3 x 3 )  secciones.

      El aguijón presenta nueve  ( 3 x 3 )  barbas a cada lado.

 

      ¿Qué es esto?  ¿Designio o casualidad?  ¿Por qué debería ser el número tres en lugar de cualquier otro número? Nadie puede contestar a esto con exactitud. Sólo podemos observar la maravillosa acción de las leyes sobrenaturales y admirar la perfección del diseño que patentizan.

 

      Las Escuelas de Misterios siempre han afirmado que las rosas, las abejas y las hormigas, no son originarias de la Tierra, sino que fueron transportadas desde el espacio y se aclimataron a la vida terrestre sin dejar de seguir procesando su código genético, lo que ha dado lugar a estas maravillosas combinaciones numéricas.

 

      En próximas Circulares iré apróximando al estimado lector a los pequeños y augustos Misterios de la Madre Naturaleza.

 

 

 

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