ALCORAC

SALVADOR NAVARRO   

 

 

                       

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                                                                                    Circular nº 9 , año VII

                                                                                    Llubí, 1º Septiembre de 2.001.

          La filosofía oriental, en el intento de describir el modo cómo Brahma es inmanente en el universo, recurre a una serie de símbolos, más o menos adecuados, para concretizar esa ubicación del Infinito en el finito, de lo Universal en lo individual, del Creador en las criaturas, del Todo en cada una de sus partes o manifestaciones.

          Dicen los filósofos orientales que Brahma está presente en el Universo así como un terrón de sal disuelto en el agua, que desaparece completamente como sal, continuando, sin embargo, existiendo como agua salada, igualmente difuso por toda la masa del agua, que lo recibe y absorbe totalmente. En efecto, no existe en esa agua salada una sola partícula donde la naturaleza de la sal no esté integralmente presente con toda su realidad.

          Entretanto, toda comparación claudica, es imperfecta, como también ésta de la sal disuelta en el agua, destinada como ejemplo de cómo Dios es inmanente en el universo. No debe, pues, ser tomada en sentido estricto. Aunque esa sal esté en toda el agua, toda la sal no está totalmente en cada partícula de agua, mas que parcialmente. Además, esto pasa invariablemente y necesariamente, toda vez que tomamos dos realidades individuales como términos de comparación; una nunca está integralmente en la otra, debido al hecho de la tridimensionalidad existente en ambos indivíduos comparados. (Cosa análoga se podría decir sobre el tiempo). No hay ni puede haber un ser individual que no esté en el espacio, esto es, que no tenga tres dimensiones. Un ser tridimensional no puede estar en otro ser de las mismas dimensiones, con su presencia total en cada una de las partes de ese ser; sólo puede estar totalmente en el todo (supuesto que los dos tengan la misma dimensión) y parcialmente en cada parte. Tratándose de un ser sin dimensiones (Dios) como inmanente en un ser dimensional  (mundo), está claro que ese ser sin dimensiones puede estar totalmente en el todo y totalmente en cualquier parte del todo, una vez que, para el ser sin dimensiones, no existe esa supuesta distribución y yuxtaposición de partes fuera de partes. Esa extraposición de partes no es algo objetivamente real; espacio y tiempo no son objetos reales y autónomos, sino que son modos de percepción sensorial; un ser no dotado de sentidos materiales no sabe de tiempo y espacio, que son categorías subjetivas de percepción sensitiva y no realidades objetivas. Ahora, siendo que Dios no es un indivíduo dotado de órganos de percepción sensitiva, no hay razón alguna para atribuirle un modo de ser y un modo de actuar peculiares a los seres sensitivos. Un ser sin dimensiones, o está totalmente presente en el todo y totalmente en cualquier parte, o entonces no está presente de ninguna de las maneras, sino totalmente ausente; no puede estar semi-presente y semi-ausente, como los seres individuales. Ahora, como Dios no puede estar ausente de forma alguna, se sigue que está integralmente presente, esto es, todo en el todo y todo en cualquier parte del todo.

          La esencia total de Dios está igualmente presente  en un átomo o en un astro, como en una planta, un insecto, un animal, un hombre o un ángel, aunque la manifestación de esa esencia total no sea igual en todos los seres; y es gradual esa manifestación de la presencia divina que depende de la perfección de cada indivíduo. Digamos: la presencia de Dios en cada ser es igual al infinito, pero la manifestación de esa presencia va a través de toda la escala de los finitos, desde el grado más bajo hasta el más alto. La unidad del universo está basada en la esencia divina, la variedad resulta de las múltiples manifestaciones y formas de esa esencia única.

          El modo como un ser dimensional está presente, se llama presencia circunscritiva; el modo de presencia de un ser sin dimensiones, se llama presencia definitiva.

          Cada uno de nosotros está circunscritivamente presente en el mundo; Dios está definitivamente presente en el universo.

          Tanto el dualismo como el panteísmo derivan de una confusión o noción oscura de esa omnipresencia de Dios. Su presencia definitiva no nos permite considerarlo apenas como trascendente al mundo, ni como apenas inmanente en el mundo, pero exige que lo consideremos trascendente e inmanente al mismo tiempo.

          Dicen, además, los filósofos de la India, que Dios está presente en el universo así como la energía solar lo está en la madera u otro combustible, almacenada en esa substancia, en forma de fuego potencial, fuego ese que puede ser actualizado, volviendo a ser lo que antes fue: luz y calor solar. Así, está Brahma latente en todos los seres del universo fenomenal.; por cuanto todos estos seres son, de hecho, Dios mismo en forma parcial, o sea, una revelación parcial de Dios. El efecto no es, en realidad, otra cosa sino la causa parcialmente manifestada. Hay quien apellide esto de “panteísmo”, porque ignora el verdadero sentido de esta palabra. Panteísmo sería identificar el fenómeno con la Causa, el finito con el Infinito, la parte con el Todo, el efecto con la Causa, estableciendo igualdad entre los dos términos. Mientras, nunca existió hombre inteligente que afirmase semejante absurdo.

          Explican los filósofos de la inmanencia, que Dios está presente en el mundo, así como la Vida lo está en el universo, aunque nada percibamos de esa vida cósmica o universal; solamente cuando ella se individualiza en alguna forma concreta, en algún organismo vivo, es cuando percibimos la presencia de vida universal. Antes que hubiese en el mundo un único organismo o una única célula viva, ya existía la vida, porque ella es esencialmente eterna y universal; y, si fuesen aniquiladas todas las formas individuales de vida, continuaría existiendo sin disminución alguna la vida universal, que no es la suma total de los seres vivos, sino la fuente y causa de todos ellos.

          Entretanto, aunque Brahma sea inmanente en todos los seres del universo fenomenal, Él no deja de ser trascendente a todos ellos. Quiero decir, que no está exhaustivamente revelado en niguno de esos seres, así como la luz solar, reflejada por millares y millones de gotas de rocío (inmanencia) ultrapasa todas esas gotas, pudiendo reflejarse en incontables millones de otras gotas (trascendencia). Vamos a notar que esta comparación es imperfecta, una vez que la luz solar, aunque relativamente trascendente a las gotas de rocío, no es absolutamente trascendente a las mismas, porque la comparación está hecha entre dos finitos, cuando en el caso de Dios y del mundo, la comparación está hecha entre un Infinito y muchos finitos. Si algún fenómeno individual pudiese abarcar cabalmente a Dios, encerrarlo en su ámbito, alejándolo de toda realidad, o ese recipiente sería infinito, o lo recibido sería finito, dos hipótesis intrínsicamente imposibles y absurdas. Siendo, pues, que cada fenómeno del universo, como también la suma de ellos, es esencialmente finito, está claro que el Infinito los trasciende infinitamente. Y es precisamente aquí, que está la debilidad de los que acusan el inmanentismo de los panteístas. En efecto, si Dios fuese sólo inmanente, y no también trascendente, todo inmanentista sería panteísta; quiero decir que establecería perfecta identidad entre Dios y el mundo, y más aun, entre Dios y cada uno de los indivíduos del universo, profesando así el más evidente politeísmo.

          Sucede que nadie es más antipoliteísta que el inmanentista; él es monoteísta por excelencia, el único monoteísta genuino e integral; esto es, es monista, mientras que el monoteísta común es un pseudo-monoteísta, porque, en realidad es dualista, admitiendo realidades finitas fuera de la Realidad Infinita. El monoteísta dualista no sólo peca contra el postulado básico de toda la religión y filosofía, sino que también entra en conflicto con la lógica y la matemática, aunque no sea capaz de percibir ese antagonismo.

          Inmanencia más trascendencia da monoteísmo perfecto, o monismo absoluto.

          Inmanencia menos trascendencia da panteísmo  o politeísmo.

          Trascendencia menos inmanencia da dualismo o pseudo-monoteísmo.

          Las teologías cristianas de Occidente, en su forma oficial, son dualistas o pseudomonoteísta, mientras que el cristianismo del Evangelio es esencialmente monoteísta o monista.

          Para el que carece de experiencia, inmanencia y trascendencia son antítesis reciprocamente exclusivas e inconciliables, cuando en realidad, representan una perfecta síntesis, completándose mutuamente, como el lado cóncavo y el lado convexo de una y misma línea curva.

          Religión completa, profunda y vivida, solamente puede ser hija de la inmanencia trascendente o de la trascendencia inmanente.

          Ante la trascendencia de Dios, el hombre se extasía en un sagrado terror y asombro, que la tremenda majestad del Eterno e Infinito inspira.

          Ante la inmanencia de Dios, el hombre se siente como envuelto en un suave aura de amor y delicia, inspirada por la inefable intimidad que la fusión de los dos seres provoca.

          No hay religión genuina sin esos dos sentimientos, el de asombro y el de amor. Hay quien teme a Dios como algo lejano, asombroso y terrorífico, pero no lo ama como alguien que sea cercano, tierno y delicioso.

          Hay también quien trata con Dios como de igual a igual, con insípida camaradería y democrática familiaridad, pero le falta el sentido de reverencia y sacralidad, y por esto su religión es banal como un mundo sin misterios y tenebrosos abismos.

          Para que se pueda amar a alguien con deliciosa tortura y delicia es necesario que haya distancia y proximidad, trascendencia e inmanencia, misterio y conocimiento, el ilimitado más allá de ignotos horizontes y el tierno aquí de afectiva intimidad.

          La trascendencia sin la inmanencia congela el alma en una frialdad polar.

          La inmanencia sin la trascendencia enoja el alma en el tedio de una trivialidad insípida.

          La trascendencia del Señor del universo y la inmanencia del Padre celestial, cuando están unidas en una misma alma, llenan al hombre de tamaña fascinación y entusiasmo, que vive en cada instante eternidades de inefable beatitud.

          Dios es como el Sol; ese Sol que, en la maravillosa potencia de su fuerza envía por los espacios siderales gigantescas ondas de luz de inconcebible velocidad, al mismo tiempo que, en la suavidad de su amor, besa silenciosamente los satinados pétalos de las flores y acaricia la cara de un niño durmiendo, sin despertarlo.

          La nítida distinción y clarísima comprensión de la esencia y de la existencia (o manifestación) de un ser, es de suma importancia.

          Dios es la única esencia, y ella es absolutamente idéntica a su existencia; si es que de ella se puede hablar como existencia; Dios, propiamente no existe, sino que és, los fenómenos solamente existen, pero no son.

          La esencia de cada indivíduo es Dios, pero su existencia o manifestación no es igual a Dios. Como esencia, Dios está integralmente contenido en cada indivíduo, o mejor, no está contenido, pero Dios és cada indivíduo bajo el punto de vista de la esencia de tal persona; porque existe una perfecta identidad entre la esencia de Dios y la esencia de cualquier indivíduo.

          Negar la identidad de la esencia entre el Creador y la criatura, es grosero dualismo; afirmar la identidad de la esencia del Creador y de la existencia de la criatura, es absurdo panteísmo.

          El verdadero y sano monismo afirma la identidad entre la esencia de Dios y la de cualquier fenómeno (mundo, hombre, etc.), pero niega la identidad (afirmando la diversidad) entre la esencia de aquél y la existencia de éste.

          Esencia de Dios  = esencia del mundo  -  verdadero (monismo).

          Esencia de Dios  = existencia del mundo  -  falso (panteísmo).

          No esencia de Dios  =  esencia del mundo  -  falso  (dualismo).

          La humanidad, después de traspasar en buena parte, la fase inicial del pluralismo sensitivo, entró en la zona del dualismo intelectual, donde ahora está; pero estamos marchando rumbo al monismo espiritual.

          La gran lucha de la humanidad pensante del mañana, en Occidente, no será entre materialismo y espiritualismo, sino entre dualismo y monismo. Se trata de decidir si el mundo es esencialmente idéntico a Dios, aunque existencialmente diferente de Él; o se establece una esencial no-identidad entre Dios y el mundo. Y, como el hombre forma parte del mundo fenomenal, la gran decisión tiene que ver con la íntima naturaleza, la vida y el eterno destino del propio hombre. La concepción del cristianismo dependerá esencialmente de la respuesta que la humanidad diere a ese problema central de toda la filosofía y teología humana.

          Felizmente, la Biblia y los otros libros sagrados de la humanidad, cuando se comprenden según el espíritu vivificante, y no sólo según la letra muerta, son otros tantos faros en plena noche que iluminan la ruta a seguir; y todos ellos son decididamente favorables al monismo espiritual, que es monoteísmo absoluto.

               LA TRINIDAD DE BRAHMA Y SU REFLEJO EN EL HOMBRE

          Brahma es uno en su esencia, pero muchos en su actividad, esto es, en sus relaciones con el universo fenomenal. Él es uno y todos.

          Esa manifestación permanente de Brahma tiene tres aspectos básicos; todo está en Dios, todo viene de Dios, todo va a Dios. En, viene, a,  o en la consagrada fórmula brahmánica, AUM, es la quintaesencia de la filosofía o religión hindú y oriental.

          Brahma se revela como el Padre, Vishnu como hijo y Shiva como espíritu santo. Creador, origen; evolución, conservación y perfección, consumación.

          Dios, en su esencia, es Sat-Chit-Ananda, que quiere decir: Ser, Saber, Gozo.

          Esa concepción trinitaria de Brahma viene a través de toda la literatura oriental.

          Entretanto, esos tres nombres no deben ser considerados como expresión de tres atributos de Dios. De hecho, Él no tiene ser, saber, gozo; Dios es el Ser, el Saber y el Gozo. Pues, como Dios no forma parte integrante del mundo objetivo, sino que es el Sujeto universal y Único, está claro que en Él no tiene cabida alguna nada que se derive del mundo fenomenal.

          Dios es el Ser  (luz).

          Dios es el Saber  (vida).

          Dios es el Gozar  (amor).

          Dios es el Ser, Saber y Gozar.

          Los seres individuales poseen determinada parcela de un “ser” derivado de un “saber” prestado, de un “gozar” de segunda mano.

          Dios es todo esto como Causa; los indivíduos tienen algo de esto como efecto.

          Ahora, siendo que al actuar le sigue el ser, el hombre, una vez conoce lo que él es en realidad, no puede dejar de actuar de conformidad con su ser. Si, como ser, el hombre es idéntico a Dios (porque fuera de Dios nada es) y, por consiguiente, también idéntico a la esencia divina del mundo, claro está que, logicamente, no pueda actuar si no es en armonía con ese su ser.

          En otras palabras, la ética del hombre tiene que coincidir con su metafísica; el hombre debe actuar así como es; debe revelarse en el plano horizontal de la vida ética de cada día lo que él es en la vida vertical de su naturaleza eterna y divina.

          Quiero decir que el hombre genuino e integral sólo actúa como Dios lo hace, una vez que él es lo que Dios es.

          Pero, ¿cómo es la actuación de Dios?

          Dios, siendo universal, actúa de un modo absolutamente total.

          Dios es amor.

          Dios no conoce las diferencias, tensiones o polaridades existentes en el mundo objetivo de los fenómenos individuales. En él no existe la distinción entre amigos o enemigos, entre clases, razas, credos, etc., porque todas esas diferencias son oriundas del mundo de los fenómenos, siendo desconocidas en el mundo eterno de Dios.

          Dios es la armonía universal, la gran paz, el océano inmenso de amor, el ilimitado cosmos de felicidad; y el hombre, desde que conozca intuitivamente su identidad con Dios, entra también en posesión de esa paz, ese amor y la inefable beatitud divina.

          Mientras tanto, esa gran paz de Dios y en Dios, no debe ser concebida como algo pasivo, estático, inerte, sino como una paz dinámica, activa, operante. Paz pasiva sería monotonía universal, muerte eterna; mientras que la paz activa es armonía universal, vida eterna.

          Tan intensa es la vida eterna de Dios que, a los ojos humanos puede parecer estática y pasiva; así como la intensa vibración de una llama parece quietud, como la plenitud de la luz solar contemplada fijamente parece oscuridad, como la maravillosa velocidad de las energías sub-atómicas nos da la impresión de inmovilidad y fijación.

          Tanto más divino es el hombre cuanto más activo. Actividad no es idéntica a movimiento mecánico; por el contrario, el cénit de la actividad coincide con el nadir del movimiento, así como una rueda en rotación acusa tanto mayor movimiento cuanto mayor la distancia entre la circunferencia y el centro, al mismo tiempo que su fuerza aumenta en razón directa de la aproximación del centro y en razón inversa de la superficie.

          El hombre divinizado es silenciosamente activo, calmamente dinámico, imperceptiblemente poderoso.

          El hombre es un perfecto reflejo de la trinidad divina; su naturaleza es esencialmente trinitaria, como la de Brahma; uno en su naturaleza y triple en su actividad.

                                                 POEMAS DE KABIR

                    “La flauta de lo Infinito es tocada sin cesar,

                              y su sonido es amor:

                    Cuando el amor renuncia a todos los límites,

                              alcanza la verdad.

                    ¡Qué lejos se extiende su fragancia!

                              No tiene fin, nada se interpone

                              en su camino.

                    La forma de esta melodía es brillante

                              como un millón de soles; es incomparable

                              al sonido de la vina, la vina de las notas

                              de la verdad.

                    ¡Sutil es el camino del amor!

                    En él no existen las preguntas.

                    Allí uno se pierde a Sus Pies;

                    Allí uno se siente inmerso en la alegría de la búsqueda;

                    sumergido en las profundidades del amor como el pez

                    en el agua.

                    El amante nunca vacila en ofrecer su cabeza en servicio

                              de su Señor.

                    Kabir declara el secreto de este amor”.

          El metafísico habla sin conocer; el místico conoce pero se mantiene en silencio. El Maestro es silencio elocuente; es una rara combinación del metafísico con el místico. El Maestro es una síntesis entre ambos. El metafísico sabe como hablar, pero no sabe sobre qué hablar. El místico sabe sobre lo que habla, pero no sabe como decirlo. El místico está lleno de experiencias, pero es mudo. El metafísico no tiene experiencias, pero es orador. El último no tiene valor y el primero es inútil.

          Tú puedes venerar a un místico, pero no serás capaz de comprenderlo, porque no existe la comunicación entre ambos; él está con la lengua trabada. Está en la verdad, pero no puede transmitirte el mensaje.

          El metafísico continúa dando mensajes tras mensajes, pero el mensaje es sólo verbal. Si entras profundamente en su contenido verás que es insubstancial.

          El Maestro conoce todo lo que puede ser conocido y sabe lo suficiente para expresarlo y comunicarlo.

          Los metafísicos han existido a millares como también los místicos; los Maestros son muy raros. Kabir fue un gran Maestro: conoce y sabe cómo transmitir. Esta es la razón por la que declara: Kabir declara el secreto de su amor. Todo su ser es una declaración. No es mudo; cantó durante toda su vida, y fueron canciones de la verdad. La última canción de esta serie es de un valor tremendo. Sígueme despacio e intenta digerirla, de forma que se torne parte de tu ser, porque esta es la única manera de entenderlo.

          “La flauta de lo Infinito es tocada sin cesar,

                    y su sonido es amor:

          Cuando el amor renuncia a todos los límites,

                    alcanza la verdad.

          ¡Qué lejos se extiende su fragancia!”

          La flauta de lo Infinito . . .

          En Oriente, siempre se simboliza la existencia como una flauta en los labios de Dios. La música es de Él; la flauta no puede tocar, puede sólo emitir la música, y el músico con la canción, fluyen a través de ella. La existencia es un pasaje; así es el hombre. Es como una flauta, como las aves, los árboles, el Sol y la Luna. Toda la vida es una flauta hueca: Dios fluyendo y penetrando a través de ella, siendo expresada en millones de maneras.

          Cuando estoy hablando para un grupo de personas, no estoy hablando para ellas; soy una flauta hueca. Y, cuando me escuchan, no me están escuchando; Dios está escuchando a través de todos, porque son como cañas huecas. Sea quien habla, o sea quien escucha, todos somos como flautas en labios del Infinito. La canción y el silencio son de Dios.

          Una vez comprendas este concepto, ser como una flauta, estás en el camino del amor. Este es el primer paso.

          “La flauta de lo Infinito es tocada sin cesar . . .”

          Y esta es la belleza y la contradicción: que el Infinito necesite de una flauta del finito. Lo que no tiene forma necesita de la forma para expresarse. Dios te necesita, tanto como tú lo necesitas a Él. La necesidad no es unilateral, de lo contrario no sería tan hermoso. Si solamente tuviésemos necesidad de Dios, entonces sería un estado de cosas sin equilibrio. Pero hay equilibrio: Dios tiene tanta necesidad de nosotros como todos necesitamos de Él. La flauta precisa de un músico, pero también el artista necesita de la flauta. Es verdad; la flauta no puede crear la canción por sí misma, sino que es un requisito para Él, tanto como Él lo es para la flauta.

          Este es el concepto de interdependencia: el Todo depende de las partes, y viceversa. Ni la parte es independiente, ni tampoco lo es el Todo. De hecho, la propia idea de independencia  es neurótica. Estamos todos unidos. Esto da una tremenda dignidad.

          Por un lado, Kabir dice que tienes que ser como una flauta. Por otro lado, dice que recuerdes tu dignidad; sin tì Dios no puede tocar la canción.

          Sin los pequeños pájaros en los árboles, Dios no puede cantar. Él depende de ellos, todas las mañanas de sol. Él no puede florecer sin las rosas. Él las busca todas las mañanas.

          Dios y Su existencia no son dos cosas separadas, sino interdependientes, apoyándose el Uno en la otra, buscándose como dos amantes. El amor no será total y uno de los amantes es perdido. Cuando están juntos, cuando su proximidad es tal que se funden el uno en el otro, solamente entonces estarán completos.

          Esto tiene que ser comprendido: la parte nunca puede ser el todo cuando está sola. ¿Qué decir sobre la parte? El Todo no puede serlo en solitario. Necesita de la parte; sin ella no será tan rico. Piensa: Dios sin la existencia . . . Será la Tierra desierta y vacía. Piensa en Dios sin árboles, sin los ríos ni los océanos; piensa en Dios sin el hombre, los pájaros y los animales; piensa en Dios sin el Sol, la Luna, las estrellas . . . todo un vacío sideral.

          Los orientales dicen: “Dios está tan necesitado como nosotros; dependemos uno del otro, somos miembros de un mismo cuerpo”. Conocer esta simultaneidad es saber lo que es amor. Conocer esta inmensa unidad, es conocer todo lo que es el amor.

          Cuando amas a una mujer o a un hombre, ¿qué vienes a conocer? ¿Qué es el amor? De una pequeña manera, sientes que no estás separado. En una escala pequeña, sientes que fuimos hechos el uno para el otro, que uno no está completo sin su pareja, que el otro es un requisito, que es parte de tu alma y tu ser, que no está fuera de ti. De alguna forma, el otro o la otra, está dentro de ti, aunque esté fuera. Los amantes se penetran el uno al otro. No es una metáfora sexual: la penetración es espiritual. Lo sexual es una sombra de esto.

          Los amantes se penetran y sus fronteras se desvanecen, se vuelven nebulosas. Viviendo con una mujer o con un hombre durante muchos años, cuando uno de ellos muere, el dolor sentido, el sufrimiento y la agonía por la pareja desaparecida, no es solamente por la muerte. Es porque ahora, él o ella no estará completo. Una parte de su ser fue destruida completamente. Ahora, existe un agujero negro en su ser, un abismo, un vacío. Cuando un amante muere, alguna cosa dentro de su pareja, profundamente, muere también. Habían estado tan unidos, como dos vidas sobrepuestas. Eran dos cuerpos con un alma; este es el significado del amor.

          Cuando ocurre lo mismo con toda la existencia; que comienzas a sentir que no estás separado, tus fronteras se levantan, así como tus centros; tu centro es el centro del mundo también, así como el centro del mundo es tu centro; en este éxtasis de unidad, la fragancia es llamada amor.

          “La flauta de lo Infinito es tocada sin cesar,

                    y su sonido es amor”.

          El verso original de Kabir parece ser “sin cesar”. Pero si empleamos el raciocinio no es así exactamente, sino que debería ser en cierta forma “contínua sí y no”. Tú respiras continuamente, de lo contrario morirías, pero una vez inspiras y otra expiras. Cuando inspiras no expiras y cuando expiras no respiras. Son dos procesos. Si expiras creas un intervalo en el proceso de inspirar, y al respirar creas un intervalo en el proceso de expirar.

          El concepto oriental es que Dios continúa jugando, pero esto no significa que no existan intervalos. No. Si no existiesen estos tiempos, la música no podría ser música. La música son sonidos. Es una combinación, un proceso de sonidos y silencios. La música es sonido y el intervalo, la pausa entre dos sonidos.

          Observa si alguien toca la flauta y escucha las notas; alguien está cantando una canción, observa; te hablo y observa: una palabra no es seguida por otra, sino que hay una pausa entre ellas. Hay un intervalo, de lo contrario no tendrían definición. Estarían chocando unas contra otras. No habría música, sino caos.

          “Sin cesar” significa: el sonido sigue pero, a veces, es sonido y otras silencio. A veces es manifestación y otras desaparece todo.

          En Oriente se dice: “Cuando Dios expira, hay existencia; cuando inspira, toda vida entra en la no-manifestación. Es una idea de tremendo significado. Hay vida porque Dios expira, y cuando inspira toda la existencia desaparece.

          La física moderna llegó cerca de este concepto. Dicen que la materia parece ser continua y discontinua. En el centro, ella desaparece, pero los intervalos son tan pequeños que no puedes detectarlos. El movimiento de los electrones es tan sutil que, en un momento, ves el electrón en un lugar, y en otro momento ha cambiado de sitio, y ni siquiera has visto cómo se ha movido de un lado para otro. Él no se ha movido, no ha saltado. Ahora surge una idea muy absurda: la idea de que el electrón no va de un lugar a otro; desde un punto, él simplemente desaparece en la no-existencia y, en otro lugar, aparece nuevamente a la vida. Esto es raro . . . y la verdad es más extraña que la ficción. Ella és.

          La física moderna se ha tornado muy metafísica. Este es el significado de “sin cesar”; lo mismo desaparece, que aparece de nuevo. A veces tiene una forma, y otras es informe. Si tuvieras oídos para escuchar los intervalos verías que está siempre, incesantemente.

          Esta flauta sigue tocando, continúa creando una canción, eternamente . . .

          “. . . y su sonido es amor . . .”

          Los físicos dicen que la materia está compuesta por electricidad. Si preguntas a Kabir, te dirá: “Materia, existencia, consiste en calor, no electricidad, el calor del amor. La existencia es posible solamente por causa del amor, porque Dios la cuida, porque Él ama. Dios no es indiferente. Dios es un amante. Sería mejor decir: “Dios es amor”.

          Podemos olvidar la palabra “Dios”, pero no podemos hacerlo con la palabra “amor”. El amor es mucho más valioso que la palabra “Dios”, porque amor es el propio espíritu de Dios. Él puede ser el cuerpo, amor es la propia alma.

          Y toda esta existencia está amando: los árboles se están moviendo con tremendo amor; las estrellas, los ríos corren en dirección al mar, es un caso de amor para que ambos se puedan fundir.

          Observa y encontrarás en todos los lugares la sombra del amor, el estímulo, la excitación, el éxtasis del amor. Cualquiera que sea la forma, si miras profundamente, siempre encontrarás alguna cosa palpitando en el centro, que no puede ser otra que no sea amor.

          “. . . y su sonido es amor:

          Cuando el amor renuncia a todos los límites,

                    alcanza la verdad”.

Concluye en la Circular de Octubre de 2.001.

                                         

 

 

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Monólogo de un hombre-dios

(ensayo)

Cuentos de almas y amor

(cuentos)

Nueva Narrativa (Narraciones y poemas)
Desechos Urbanos (Narraciones )
Ensayo para una sola voz VOL 1 (Ensayo )
En el principio fue la magia VOL 2 (Ensayo )
La puerta de los dioses VOL3 (Ensayo )
La memoria del tiempo (Narraciones )
El camino del Mago (Ensayo )
Crónicas (Ensayo )
Hombres y Dioses Egipto (Ensayo)
Hombres y Dioses Mediterráneo (Ensayo)
El libro del Maestro (Ensayo)
Los Buscadores de la Verdad (Ensayo)
Nueva Narrativa Vol. 2 (Narraciones)
Lecciones de cosas (Ensayo)
   

 

 

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MAESTRO TIBETANO

 

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La Cueva de los Cuentos