ALCORAC

SALVADOR NAVARRO                                h

 

 

 

Dirigida a la Escuela de:

                        Mallorca

                                                                                 

                                                                                  Circular nº 9 , año X

                                                                                  Bunyola, 1º de Septiembre de 2.004.

 

 

 

 

VIDA DE SAN PABLO.-

                La colina de Ares (Marte), era una elevación en medio de la capital griega, donde acostumbraba reunirse, al aire libre, el senado de Atenas. Más tarde, ese propio senado fue nombrado Areópago (“pagos” quiere decir: colina. De ahí, Areópago, “colina de Ares o Marte) . Se componía de las más relevantes familias de la aristocracia ateniense. A ese gremio estaba afectos los problemas de la ciencia y el culto, de la religión y la ética. Tiempo hubo en que esa asamblea de ancianos trataba también de cuestiones judiciales, formando una especie de jurado, que decidía sobre la inocencia o culpabilidad de los acusados.

         La parte superior de la colina de Ares era estrecha y no daba lugar a reunir gran número de personas. Pero, como en aquél tiempo las rampas de la colina estaban construidas con gradas  y asientos, era posible reunir allí un grupo numeroso.

         ¡Tribuna magnífica para una deslumbrante “plataforma” sobre el reino de Cristo! En el fondo, el espejo azul del mar. A los costados, las rocas de la Acrópolis, las columnas del “Erechteion” y los mármoles blancos del “Parthenon” con la maravillosa efigie de Atenea. En la colina, los discípulos de la Sota y de Epicuro; más abajo, por las faldas del otero, el caldeamiento intelectual y religioso de ese improvisado auditorio.

         Parece que este episodio se realizó al caer la noche. El ateniense era amigo de la noche y los efectos de la luz artificial. El tribunal sólo se reunía de noche a la luz de centenas de lámparas que iluminaban las orillas de la colina. En esta hipótesis, debía el primer discurso filosófico de Pablo evocar sentimientos de sugestiva sobrenaturalidad.

         Lucas nos dejó un ligero esbozo de la oración que Pablo pronunció en el Areópago. Un esbozo apenas, pero que bien hace adivinar una psicología magistral.

         “¡Atenienses! Estoy aquí para ver que bajo todos los aspectos sois de una gran religiosidad. Tanto es así que, deambulando por los alrededores y contemplando vuestros santuarios, encontré un altar con esta inscripción: “Al dios desconocido.” Ahora, lo que adoráis sin conocer, esto es lo que os vengo a anunciar. Dios, que hizo el mundo y todo lo que existe en él, el Señor del cielo y de la tierra, no habit a en templos fabricados por manos humanas, ni es servido por manos de hombre, como si de alguna de esas cosas tuviera necesidad: pues es Él quién a todos da la vida, la respiración y todo lo demás. De un solo hombre hizo proceder todo el género humano para habitar sobre la faz de la tierra; marcó el orden de los tiempos y los límites de sus habitaciones; quien quiera, procure a Dios y lo halle, porque no está lejos de cada uno de nosotros. Pues en Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. A propósito, eso mismo dijeron también algunos de vuestros poetas: “Somos de su misma estirpe.”

         “Si, por tanto, somos de estirpe divina, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante al oro, la plata o la piedra, obras de arte o industria humana. Dios, sin embargo, no llevando cuenta de los tiempos en que era desconocido, hizo ahora saber a todos los hombres que por todas partes se conviertan; porque determinó un día que habría de juzgar el mundo conforme su justicia, por medio de un varón a quien legitimó a los ojos de todos, resucitándolo de entre los muertos.”

         Por este resúmen, se ve que el discurso del apóstol debe haber sido una verdadera pieza oratoria, admirablemente adaptada al ambiente, con perfecto colorido local y de clásica belleza.

         Reconstruyendo el episodio y encuadrándolo en la mentalidad humana, resulta más o menos de la forma siguiente:

         Con elegancia genuinamente ateniense, se dirige el presidente del Areópago a Pablo y, con una complaciente sonrisa en los labios le dice: “¿Es permitido saber qué nueva doctrina es esa que vienes pregonando? Pues hablas de cosas bien singulares . . .  Desearíamos saber qué viene a ser esto . . .”

         ¡Cuánta palabra superflua!  ¡Qué exuberante fraseología!  Así sólo habla un indolente ateniense que pasa el día “contando y oyendo novedades”, como dice el historiador.

         El orador, acompañado del presidente, sube a la tribuna de mármol blanco. Esparce su mirada por el auditorio silencioso y comienza con una espléndida “captación de benevolencia”. Acentúa la índole “religiosa” del pueblo de Atenas. Entretanto, el término que él escoge “puede significar al mismo tiempo “religioso” como lo emplea Jenofonte y Aristóteles, como también “supersticioso”, como se encuentra en escritos más recientes. De manera que el auditorio quedó en la duda de si el orador elogiaba la sana religiosidad de sus grandes pensadores, o censuraba la mórbida idolatría de grandes capas populares.

         Subió un punto la atención del auditorio cuando el orador anunció enfáticamente que iba a desvelar el enigma del “dios desconocido” que ellos veneraban.

         “Me acusáis de mensajero de dioses extranjeros, de introducir en Atenas divinidades exóticas. Estáis engañados. He encontrado en mis paseos por vuestra capital, un altar con la leyenda: “Agnostô Theô”.

         “Ese dios ignoto es vuestro, aunque anónimo. Adoráis lo que ignorais. Y, hasta cierto punto, tenéis razón. Porque el Dios verdadero es el gran desconocido, el eternamente misterioso, necesariamente invisible.”

         “Entretanto, ese Dios, misterioso en su trascendencia es reconocible en su inmanencia, en sus obras, que es el mundo, la naturaleza, el cielo, la tierra, el mar, el universo, el cosmo.”

         “Pues lo que de Dios se puede conocer, bien lo conocen los paganos; Dios lo manifestó. En efecto, desde la creación del mundo, puede la inteligencia contemplarse visiblemente en las obras del ser invisible: tanto su eterno poder como su divinidad.”

         “¡Atenienses! Hablo a los ciudadanos de una capital que dio al mundo un Platón, quien probó la existencia de un Ser supremo. Vuestros grandes pensadores escribieron obras magníficas sobre la existencia y atributos de un Númen invisible que gobierna el cosmos y preside los destinos de la humanidad.”

         Así, más o menos, debe haber hablado Pablo. ¡Admirable esa táctica! Cuando habla a los israelitas, apela a la palabra del Dios revelador, transmitida por los patriarcas y profetas; pero cuando habla a los gentiles, que de la revelación verbal nada sabían, invoca la obra del Dios creador, desdoblada cual libro inmenso a los ojos de todo hombre que tenga ojos para ver.

         “Ese dios  - proseguía el orador -  no vive cerrado en la estrecha clausura de vuestros templos, sino que llena todos los espacios del universo. De Él no tenemos ninguna imagen exacta, porque Dios es puro espíritu. Ni oro ni plata lo representan dignamente. Los verdaderos adoradores de Dios lo adoran en espíritu y en verdad.”

         Para decir tamaño “sacrilegio” frente a un auditorio idólatra y fetichista, que identificaba la divinidad con sus símbolos de mármol, bronce y marfil, era menester gran coraje de parte del orador y no menor tolerancia por parte de los oyentes. Predominaba, si duda, en el auditorio, el elemento de los filósofos escépticos, señal de que no protestaron contra las “irreverencias” del forastero ni reivindicaron el honor a las excelsas divinidades nacionales: Palas Atenea, toda de oro y marfil; Plutón, Mercurio, Gea, las Erinias, cuyas estatuas se erguían a pocos pasos de distancia, en lo alto de la Acrópolis.

         Continuaba el orador, sirviéndose a propósito de la terminología usada por los escritores profanos de la época, politeístas y panteístas, pero sin perfilar su ideología. Demostró que Dios no tiene necesidad alguna de que lo que el hombre le pueda dar, pero que los hombres sí que tienen necesidad de Él:

         “Vosotros, panteístas, afirmáis que el universo es Dios. Otros juzgan que Dios habita más allá de las nubes y entregó el mundo a una fatalidad ciega. ¡Ilusión funesta! Dios tiene un plan al que todo la humanidad obedece, aunque inconscientemente. De una sóla pareja desciende el género humano. No hay un dios nacional, un dios de éste o de aquél pueblo. Dios es esencialmente universal, supra-nacional, uno solo para todos los tiempos y naciones del mundo.

         Dios, aunque trascendente, es también inmanente en todas sus obras; pues en él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.

         El destino del hombre no se limita a gozar de unos pocos años de vida terrestre. Dormita en cada hombre una chispa de la Divinidad, y esa ascua divina debe un día volver al gran Sol de dónde partió. De Dios proviene el hombre, soplo del Creador, y a Dios debe el hombre volver. Él es a “imagen y semejanza de Dios.”

         Por eso, durante esta vida mortal, debemos procurar a Dios, aunque entre penumbras, enigmas y a tientas. Podemos adivinarlo y entreverlo en las obras de la naturaleza, como lo reconocieron vuestros exponentes intelectuales: Homero, Píndaro, que procuraron el Númen supremo en los arcanos de los mitos: o vuestros artistas: Fidias, Praxíteles, que los vislumbraron en las leyes de la belleza y la armonía: en vuestro Aristóteles, que encontró a Dios en las leyes de causa y efecto; en vuestro sublime Pitágoras, que intuyó la Suprema Realidad en el misterio de los números y la música; en vuestro heróico Sócrates, que descubrió la divinidad en el imperativo categórico de la ética y del deber; en vuestro divino Platón, que lo vio en las ansias del Bien Supremo.

         Entretanto, todo esto no deja de ser figuras y símbolos de la Divinidad. No es ella misma, la misteriosa e intangible esencia divina. Para alcanzar a Dios es necesario ir más allá de los horizontes de los sentidos y del intelecto. Vivimos, nos movemos, existimos dentro de la Divinidad. Somos de estirpe divina, como muy bien dice vuestro poeta Arato.

         Si en aquél tiempo predominaba las costumbres, igual que las de hoy, es cierto que, en estas alturas, sonarían en el Areópago vibrantes aplausos y gritos de entusiasmo, incluso entre panteístas y monistas. A final de cuentas, aquél orador no era tan ignorante como al principio parecía. Poseía un respetable caudal de cultura clásica.

         El hecho de ser de estirpe divina, infiere el orador que el orden ético debe armonizar con el orden ontológico, o sea: debemos pautar nuestra vida práctica por los dictámenes de nuestra fe, de conformidad con nuestro origen divino. No puede haber antagonismo entre el ser y el hacer, ente el orden real y el orden moral.

         Hasta aquí se mantuvo Pablo, con mucha elegancia, en el terreno puramente filosófico; hasta aquí lo escucharon, interesado y atento, el variado auditorio.

         Continuará en la Circular de Octubre

 

 

 

 

 

   

 

    La sabiduría antigua.-  

 

            En toda la historia, poetas y filósofos quedaron asombrados por la geometría de la Naturaleza. El diseño en la curva de una concha marina o de una nebulosa espiral, el modelo de los pétalos de una flor, la tela de araña, las huellas formadas por el mar en la arena, todo revela simetría geométrica. Tal vez, hasta lo notable es la secuencia ordenada a través del tiempo como en los estados de las células que se dividen, como el duplicado de todos los componentes microscópicos complejos, en precisas secuencias. El crecimiento de un embrión constituye una obra prima  compleja, de estados delicadamente sincronizados. El orden que muestra la Naturaleza en tal abundancia, dio origen a la famosa expresión de un científico y filósofo: “El universo es como el pensamiento de un pensador matemático.”

            El “pensador matemático”, en términos espirituales es la Mente Divina, aquello que se puede llamar “la base de operaciones inteligentes en y de la Naturaleza.” Es la Inteligencia Universal, el principio organizador y estructurador que opera detrás de la Naturaleza, imponiendo orden y propósito en todo el proceso cósmico. Este aspecto de la Realidad creadora inmaterial está caracterizado por la ley y la armonía y “alimenta la inteligencia directora en el vasto esquema de la Evolución.” En la medida que el mundo de las formas emerge del Uno, esta Inteligencia Divina imprime un orden, proporción y armonía intrínsecas en los sistemas auto-ordenados de la vida natural. Las formas de la Naturaleza son representaciones exteriorizadas del Pensamiento Divino, que induce a la dirección y organización en aquello que había sido materia pre-cósmica desordenada e imprecisa. Este principio de inteligencia “entra” y “agita” la materia, modelándola de acuerdo con las leyes de la armonía, en la medida que moldea el mundo. “Separada de la Idea Cósmica, la Substancia Cósmica o Materia virginal sería una abstracción vacía.”

            La Mente Universal es como el Gran Arquitecto impersonal del Universo. Este Arquitecto no está fuera del Cosmos, imponiéndole orden; no es un Creador apartado de la creación, como un escultor que está modelando la arcilla. En vez de eso, la Mente Divina es intrínseca en la Naturaleza, representando una parte innata de los procesos naturales, dando coherencia y dirección interna inteligente a las formas naturales.

            El espiritualismo, juntamente con Platón, enseña que todas las bellezas de la Tierra tienen su fuente en la Mente Divina. Einstein adivinó esto. Él estaba asombrado con la “sublimidad y el maravilloso orden” del universo y “la estructura maravillosa de la realidad.” Parece haber asimilado intuitivamente la cualidad viva de la Mente Divina que denominó “lo misterioso” cuando habló de:

            “ . . . un conocimiento de la existencia de algo que no podemos penetrar, de las manifestaciones de la razón más profunda y la belleza más radiante, apenas accesible a nuestra razón en sus formas más elementales.”

            Este principio numénico primoroso es precisamente el orden al que Einstein se refirió también y que está expreso en el axioma hermético que describe al mundo: “Del universo de la Profundidad Infinita fue concebida y concretizada una obra de arte traspasada por el alma.” Expresiones concretas de orden se hacen eco en esta Fuente sublime.

            La Mente Divina, como los otros principios metafísicos, surge de la propia naturaleza del Uno. Todos estos principios  - unidad, tiempo, espacio, movimiento, polaridad  - están envueltos en el Uno desde el comienzo, no como cajas chinas, una integrada en la otra, sino más a semejanza de los aspectos característicos del adulto latente en el embrión. Son innatos simultáneamente en el Uno y se vuelve activo con el avance del ciclo de manifestación. Los principios no manifestados del Ser se separan de su estado de fusión primordial y dan origen a la gloria manifestada de la Mente Universal.

            La Mente Universal es el primer principio manifestado.  De acuerdo con ello, la separación de los polos ocurre en un estado pre-cósmico, situándose a medio camino entre el no-ser del Absoluto y el comienzo del universo manifestado. La Mente Divina es “la primera producción del espíritu y la materia,” y ella es “proyectada en el mundo fenoménico como el primer aspecto del Absoluto inmutable.” Es el punto de intersección entre espíritu y materia, necesaria a su integración en el mundo de la forma.

            La Mente Divina es como Brahma, el Creador, la divinidad de la mitología hindú, responsable de la formación de los mundos. El término Brahma nace de una raíz que significa, aumentar o expandir. Así como una araña lanza y recoge su tela, Brahma se expande y se convierte en el Universo, tejido de su propia substancia. Brahma representa aquél estadio de expansión en el cual aquello que estaba oculto en las profundidades del Pensamiento Divino recibe expresión definida y objetiva.

            Es el Movimiento que genera la Mente Universal, la precursora de la manifestación. El mundo de la Naturaleza está en constante movimiento; el movimiento es intrínseco a la manifestación. Se afirma que el movimiento de la Mente Universal es el Tiempo. La Mente Universal trae la forma a la existencia, lo que es un proceso temporal y evoca la potencialidad del tiempo. Pero ella permanece inmutable a través de todos los ciclos de los mundos que hace venir a la existencia. Hablando de plenitud eterna de la Mente Divina, me refiero a la existencia en aquél nivel de todo en todo momento, conforme dije en la parte dedicada al tiempo.

            Dentro de la Mente Universal está la simultaneidad, siempre presente en todas las formas que vivenciamos aquí como una secuencia ordenada de hechos. Pero, estos eventos también están “dentro” de la Mente Divina. En ella existen y el tiempo en que los experimentamos es su Tiempo.

            Así, la potencia de un universo manifestado está siempre presente dentro del Pensamiento Divino en una especie de eternidad que será revelada en el mundo a través del tiempo.

            El Espiritualismo enseña que nada puede venir a la existencia que no haya pre-existido en el mundo interno, como un plano ideal. Todo evoluciona y se desarrolla desde el “germen de las tinieblas desconocidas”, de acuerdo con el orden y proporción de la Mente Divina. El flujo inarticulado de la vida divina está formada en partes distintas y significativas, de la misma manera como damos expresión verbal precisa a aquello que comienza como un vago flujo de pensamientos. La palabra Logos, que significa “habla”, “palabra” o “razón”, es otro término que representa el aspecto creador y formador de la Mente Divina, el Verbo del Génesis.

            El Logos es la Mente Divina en acción creadora, la causa de todas las cosas.

            De acuerdo con la Sabiduría Antigua, el mundo se origina de la Mente Divina a través de arquetipos, las Ideas o Formas Divinas de Platón. Estas son matrices inmateriales o campos de orientación, geométricos por naturaleza, que moldean las formas a partir del interior. Ellas no son en sí mismas imágenes o modelos específicos de energía, sino principios formadores, medios según los cuales la materia puede adquirir formas, posibilidades inherentes. Los arquetipos están reflejados en los órdenes, familias, géneros, especies biológicas, en los cristales, en el modelo corporal del hombre.

            Si pensamos que percibimos una montaña, un árbol, una silla, un hombre o hasta un pensamiento, en realidad son imágenes arquetípicas divinas de la Mente Universal que estamos viendo o mal mirados. Estas no se tratan tanto de imágenes reales como de principios formadores que dan origen a imágenes que están más abajo, en la escala del ser y ellas mismas están más allá de todo lo que conocemos como formas. Dicen los Upanishads, “deben ser vistas a través del alma.”

Continuará en la Circular de Octubre.

 

 

 

   

AFORISMOS nº 4.-

 

 

92º.-Si te diriges a Nosotros iremos a tu encuentro para recibirte.

           Es Ley no escrita por el hombre, y por ello Ley Universal, que todo movimiento en una dirección, produce un acercamiento en ambos sentidos.

Así, cuando el hombre da su primer paso hacia su centro, en ese espacio interior todo se mueve con mayor velocidad hacia el punto de atención, focalizado en su corazón.

Con la voluntad y la fé en armoniosa proporción, puestas con alegría en esa labor, sucede el divino encuentro con otra dimensión más etérea, donde el hombre sutiliza sus cuerpos y adquiere el brillo dorado de la Sabiduría.

93º.- Entréganos cuanto tienes y nosotros te daremos lo que poseemos.

¿Quién dará lo que posee, sin exigir antes la seguridad de una devolución con ganancias?

Necesitamos urgentemente el don de la confianza, para entregarnos sin condiciones, sin esperar beneficios materiales, intelectuales o de poderes mágicos. Cuando esto sea realizado en su totalidad, sólo entonces y no antes, recibiremos cien por uno. Esa es la promesa que nunca ha dejado de cumplirse.

Pero queremos poner las condiciones, los dones a recibir y, sobre todo, tenemos prisa. Lo deseamos todo ¡ya!.

Y esperamos en vano, porque no estamos a la altura requerida para administrar debidamente tanta riqueza.

94º.- Proyectamos nuestra imagen en el hombre. La perfeccionamos en la mujer.

La creación divina comienza con la luz y termina con el hombre que, finalmente, es dividido en macho y hembra.

Me atrevo a decir que en la Creación, la perfección se va haciendo más compleja en cada período, hasta que concluye en el lado femenino humano.

Adscribimos al varón virtudes consideradas masculinas, como: fe, coraje, valor, obediencia, voluntad; la mujer es valorada por su abnegación, amor, dulzura, entrega y confianza, entre otras.

Sabio es quien se adorna con las virtudes de ambos y en ello encuentra su plenitud. Esa es la virtud, la unión de los polos, el justo equilibrio en la balanza de la existencia.

95º.- Haz de Dios una realidad y Él hará de ti una Verdad.

Dios ES. Pensar y sentir con la mente de Dios,  el camino a seguir. Se llega por muchas vías. Los Maestros han dicho que hay una senda perfecta: el silencio interior.

Cuando dentro de nosotros reina el Silencio, todo se transforma en un espejo reflejando la Realidad, sin tomar partido por nada ni nadie. Somos como montañas mirando al valle mientras las nubes pasan por las cimas o como lagos límpidos reflejando nubes y pájaros, que no detienen su paso ni dejan memoria en las azules aguas.

Y así tocamos la Verdad con nuestra consciencia, sintiendo la Vida latiendo dentro y fuera de nosotros, el pulso de Dios. Y la canción brotará espontáneamente del corazón, con el gozo de lo Infinito cantando su melodía eterna en el sagrado Templo del Hombre.

96º.- Dios hizo al hombre. El hombre hizo el bien y el mal.

Las leyes humanas son una pequeña copia de las Leyes Divinas. Posiblemente, la que más se acerque sea la del perdón incondicional.

El bien y el mal fue creado por el hombre obedeciendo a sus conveniencias, fijándose límites de conducta, concediendo  a sus dioses el don de premiar o castigar en una vida más allá de la muerte. Con algunas variantes, los legisladores redactaron sus códigos morales en nombre de  Dios.

Cuando llegaron los Maestros para poner orden en ese caos de creencias y conductas, fueron despreciados primero e interpretados después a conveniencia de la doctrina cívico-religiosa dominante en aquel momento.

Cuando el individuo se desembaraza de los conceptos, las reglas, los ritos, y acepta la Verdad en su corazón, vuela tan alto que ninguna Escritura le alcanza, porque la Sabiduría libera de las cadenas ficticias forjadas por la Sociedad por y para sus servidores, esclavos fieles de las obras muertas.

97º.-Da  todo lo que poseas y acepta cuanto te den.

Vivimos apegados a las personas y cosas que nos rodean. La propiedad es parte fundamental de nuestra propia estima. Dar y ser más pobre  parecen equivalentes.

Entregar lo que poseemos es desprendernos del orgullo, la agresividad, la manipulación del poder y muchas cargas pesadas que soportamos, a veces dolorosamente, sin hacer el menor gesto para desembarazarnos de ellas.

Aceptar lo que la vida nos da, es abandonar la protesta por lo que nos sucede, la indignación por lo que nos hacen los demás, decir no a las propuestas manipuladoras que se nos presentan.

Dice el Evangelio: "Da todo cuanto tienes y sígueme". Vamos a desprendernos de nuestros egos y aceptemos en su totalidad el mensaje de alegría y optimismo que la vida nos ofrece cada día.

98º.- Sea cual sea el camino que escojas, recuerda que hay tras de ti algo poderoso que te ayuda a seguirlo.

A veces nos preguntamos donde estamos y qué nos ha llevado hasta ese punto del espacio.

            Nos ayudaría a saberlo, pensar en una mano poderosa que maneja los complicados hilos del tejido de nuestras vidas y que en su sabiduría nos sitúa en el sitio correcto y en el momento correcto.

Tengamos presente en nuestro pensamiento que, donde quiera estemos y cualquier cosa que hagamos, estamos dando nuestra contribución especial a la Obra Universal, a la Fraternidad, que labora para llevar a todos los hombres hacia el Amor, la Tolerancia y la Voluntad, para proseguir camino de la Eternidad, oscura y perpetua ambición humana.

99º.- El pacificador, antes de predicar la paz por el mundo, comienza por conseguirla en sí mismo.

Van por el mundo los pacificadores de la tierra, dejando gérmenes de violencia en sus actos, con enfrentamientos, oposiciones y otros movimientos de persuasión por medio de la resistencia pasiva.

Olvidamos que el verdadero pacificador comienza por desterrar la violencia de sus actos, después de abandonarla en sus sentimientos y pensamientos y se transforma en un ser inofensivo a través de su voluntad y percibe que las cosas de este mundo se inclinan ante él para obedecerle.

Este es uno de los secretos mejor guardado de la Doctrina Secreta. Cuando iniciamos el seguimiento de este Regla de Oro, la vida entera se transforma en una plenitud de paz.

100º.- La luz nació fuera del espacio, y por esa luz, el espacio se iluminó.

La Luz viene desde un punto que está fuera del espacio y del tiempo. Y por esa Luz las tinieblas se iluminaron.

El Capítulo 1º del Evangelio de Juan, dice de una luz no conocida, incognoscible, que viene para iluminar nuestro mundo de apariencias.

Esa es la luz que todos buscamos en el Amor, la Alegría, la Iniciación, la Renuncia, la Paz, la Espiritualidad y en tantas otras virtudes cuyos arquetipos están siempre Más Allá.

No por ello pienses son inalcanzables. Cierra los ojos, imagínalo, y tendrás una pequeña centella de toda la dicha que te espera desde que el tiempo comenzó. Sé tú la persona elegida para disfrutarla, porque en tus manos está.

101º.- Deposita tu confianza en Dios para que Él te ampare, y ve su mano oculta

actuando a través de todo.

La vida es una cuestión de confianza. Nos aseguramos nuestra salud, los bienes que poseemos y muchas otras cosas pertenecientes a este mundo de ilusiones y olvidamos lo perecedero de las cosas, donde todo pasa y nada es para siempre.

Cuando una chispa de sabiduría nos hace poner nuestro destino en las manos de Dios, las cosas se mueven con un designio inescrutable pero inexorable, hacia una vía más justa, más pura y más limpia.

Confiar es un don que puede llevarnos a las estrellas.

102º.- Sé sincero o falso, es imposible ser ambas cosas.

Los Maestros de todos los tiempos han condenado la tibieza. En la ambigüedad no hay posibilidades para Ser o No-Ser. El santo tiene todas las posibilidades de un malvado y el hombre diabólico encierra en sí la santidad; pero ninguno de los dos tienen el riesgo de la mediocridad.

Y éste es el auténtico enemigo: la ausencia de color, la vulgaridad.

Se puede estar en uno de los extremos, pero nunca simpatizar con ambos. Es del todo imposible la media verdad o la media mentira. Intentamos, vanamente,  conciliar los dos polos y el resultado es la mediocridad, el fracaso como vida, la inercia y la falsedad como negación personal.

103º.- ¡Vanidad! Eres en este mundo la fuente del vino, donde el rey celestial viene a beber.

El hombre que se refugia en un mundo de drogas que le propicia la ocasión de olvidarse de sí mismo,  tiene la vanidad en lugar preferente, por ser uno de los estupefacientes más sutiles conocidos.

No en vano las Escrituras Sagradas dice: "Vanidad de vanidades, todo es vanidad...".

Venimos a beber de este vino durante nuestra existencia. Humildad, piedad, compasión, filantropía, se visten de vanidad en la vida del hombre, cegándole y cerrando en falso la herida causada por la ignorancia.

Seamos conscientes, atentos, despiertos, para que la vanidad no se instale en nosotros bajo el disfraz de virtud y la mostremos con satisfacción irresponsable.

104º.- El dinero es, al mismo tiempo, bendición y maldición. Transforma amigos en enemigos y enemigos en amigos. Quita y da ansiedad a la vida.

El color dorado de la Sabiduría es como el oro, metal noble codiciado por los hombres y que todos deseamos poseer.

Noble es el afán de atesorar todo cuanto brilla y tenga ese color aunque su apariencia no parezca ser así. El problema está en la posesión equivocada, porque la tendencia material tiende a estancar lo que debería fluir. Entonces, la posesión es maldita en sí misma, corrompiendo al poseedor y a sus supuestos beneficiarios, que ven así frustradas sus esperanzas.

La riqueza estancada no es poseída, sino que nos posee, actuando como un corrosivo que destruye el entendimiento y apaga la consciencia del pretendido dueño.

La verdadera riqueza consiste en el dominio del cuerpo, sentimientos y pensamientos, dando al hombre las 7 llaves de la puerta del Reino Interno. Ante ese hombre se inclinan los reyes de los cuatro puntos cardinales y les ofrecen sus tesoros más preciados.

105º.- ¡Mi querido ideal! ¿Cuando te busqué en la tierra, no te reías de mi en el cielo?

Los ideales humanos son como la leyenda del pájaro de la felicidad, inalcanzable, al volar desde un árbol a otro sin permitir su prisión.

Ponemos el ideal en la hermosura física, en la salud, dinero, en cualquier clase de posesión. No es malo tener cosas, pero no es suficiente; en sí mismo es pobreza.

Un ideal es una ilusión que parece inalcanzable, pero que seguimos con fé, creyendo poder tomarlo, pero él no estará nunca en nuestras manos. Si alguien dice que realizó su ideal, pensemos que si lo alcanzó no es en absoluto un ideal. Los ideales pertenecen al mundo astral y están en otra dimensión.

Tengamos ideales y vamos a seguirlos, porque ayudarán a darle sentido y valor a la vida, nos perfecciona y aportan convicción en un mundo más justo.

106º.- El placer es dificultad, sueño; el dolor, prepara el camino a la inspiración.

La felicidad actúa como el sueño, adormece y debilita. El dolor funciona como un despertador. A veces, parece un látigo que nos obliga a seguir andando; otras, por medio de las lágrimas, nos recuerda lo efímero de las cosas.

La felicidad es positiva cuando viene de un estado interior de consciencia, cuando ella es un resultado, una consecuencia de una suma de virtudes que actúan en conjunto. La felicidad que llega por otros caminos, nos lleva al sueño cuyo despertar, inevitable, puede ser terrorífico.

El dolor es positivo si añade experiencia a nuestro conocimiento. Caso contrario, embrutece y acumula odio y rencor por todo lo que parece nos niega.

107º.- El hombre razona de acuerdo con sus propias conveniencias.

Verdad y mentira, justicia e injusticia, todo es circunstancial y depende de los hombres que legislan, de los usos y costumbres y otros condicionantes que varían geográficamente.

Monogamia y poligamia, monoteísmo y politeísmo, xenofobia, limpieza étnica y tantos misterios de la conducta humana, escapan de la razón para formar parte del alma de los pueblos .

¿Entendemos la Ley de Lynch? ¿Comprenderemos la cremación de las viudas? ¿Bastan dos testigos para acusar de un delito? ¿Es lícito el aborto?

El hombre actúa desde su particular razón y conveniencia, bien sea en su nombre o en el de la comunidad, cuya representación dice ostentar.

108º.- Aquellos que intentan ver virtudes en sus faltas son los que tantean cada vez más en las tinieblas.

Dicen que las costumbres hacen leyes.

No hay duda de que la legislación de los pueblos obedece al poder que de él emana. Y de acuerdo con su evolución y medios de subsistencia se confeccionan las leyes que los rigen.

Así se constituyó la moral, que emana del fondo popular y marca la idiosincrasia de los hombres que integran la sociedad.

Pero, quienes hacen de todo una virtud, cerrando las puertas a cualquier cambio, inmovilizando pretenciosamente la ley divina del movimiento eterno, pecan de ignorancia y sus nombres son borrados de la memoria del pueblo.

109º.- Desear la venganza es desear el veneno.

Desde la antigüedad la venganza, como veneno de la mente y la sangre, fue conocida por los iniciados.

Efectivamente, las personas vengativas viven como bajo los efectos de un tóxico que corroe la sangre y predispone la mente a algún tipo de demencia que nos hace actuar sin medir las consecuencias.

No hay mejor venganza que el perdón incondicional, pues nos da acceso a la paz y la serenidad necesarias para vivir una vida armoniosa.

109.- La verdadera fe es independiente de la razón.

Razón y fé son vías paralelas, destinadas a la separación. ¿Por qué? Porque la fé que está en una dimensión diferente de la razón, camina en soledad y no tiene argumentos, ni filosofías ni eruditos que la justifique.

La razón necesita pilares donde sostenerse, como son los argumentos y las tesis.

La fé avanza en soledad, sin caminos, bajo sus propias leyes.

Bueno es tener razón y, si tras ella actúa una fé, mil veces mejor para el hombre que guarda en sí estos dos tesoros.

110º.- La sabiduría es como el horizonte, cuanto más a él te aproximas, tanto más él retrocede.

Esta es una verdad que necesita ampliarse. Si quien busca sabiduría se aproxima a ella y nota que ésta retrocede, ha de darse cuenta de que está ante un espejismo. Cierto es que el horizonte se amplía, dando nuevos límites, que una vez alcanzados se transforma en otros nuevos, pero estamos ganando en profundidad.

El hombre camina y profundiza, empequeñeciéndose, para renacer en un nivel más alto y más grande.

Este es el secreto sagrado que nos aguarda para revelarse, si tenemos la osadía y el coraje de dar los primeros pasos hacia el Oriente, hacia donde nace la Luz.

111º.- El ideal es el medio, pero liberarse de él es la finalidad.

Los ideales son útiles inapreciables para quien busca la Verdad donde quiera ella esté. Pero quien depende de sus ideales para seguir su camino, es semejante al hombre que llevaba una guía para conocer la ciudad, y el día que la extravió, él se perdió sin que fuera hallado.

Cuando se puede prescindir de los ideales, se reconoce la madurez espiritual, capaz de seguir su camino en la más absoluta oscuridad, sin guía ni luz alguna.

"Padre, ¿por qué me has abandonado?

Y a continuación:

"En tus manos encomiendo mi espíritu".

Y la confianza vuelve al Maestro, que marcha solitario hacia su propia gloria.

112º.- El valor del sacrificio está en la espontaneidad.

Nos fascina la niñez porque ella es todo espontaneidad. Con la llegada de la inteligencia y el raciocinio, se vuelve la mente calculadora y el encanto de la inocencia desaparece.

Volver de nuevo a la espontaneidad es lo que se hace después de sacrificar nuestros egos más apreciados y valorados. Cuando son transformados en tiempos de paz y armonía, llega la espontaneidad, la inocencia, que no conoce el bien ni el mal, porque alcanza el estado de pureza.

113º.- Cuando el avaro practica cualquier generosidad, la propaga a los cuatro vientos. 

El espíritu de ganancia está en todas partes con su poder dominador. Hasta lo que conocemos como generosidad, se pregona en la plaza pública en honor de los benefactores.

Damos una limosna, hacemos una acción benéfica, y pretendemos extraer beneficios por nuestras acciones.

El fariseísmo es un mal endémico en nuestra sociedad. El altruísmo se anuncia en todas partes para reconocimiento popular y, por tanto, nos disponemos para recoger los intereses que produzcan.

Dice la Doctrina Secreta que hagamos la limosna en secreto. Prudente y sabio es quien sigue el precepto fielmente.

114º.- Oculta tu bondad, para que ella no alcance los límites de tu vanidad.

La bondad exteriorizada concluye en vanidad interior.

La simplicidad consiste en una bondad natural, no manipulada. Es un estado de gracia no provocado por nada.

Las virtudes lo son por ser ocultas, formando parte del carácter y se manifiestan espontáneamente. Si una cualquiera de estas cualidades se expresara, eclipsando a las demás, la vanidad no tardaría en hacer su aparición y con ello la anulación de la positividad.

Callar es una condición en la que se oculta un gran poder para aquél que sabe.

115º.- Las almas grandes se transforman en corrientes de amor.

Fluir es condición básica para que las almas puedan ser pescadas en las redes que lanzan los Maestros desde las orillas de la Eternidad.

Como el agua que no puede dejar de correr para no contaminarse, el hombre ha de fluir en un eterno movimiento ascendente que llamamos aprendizaje, para no caer en la muerte del inmovilismo.

"A nadie llames Maestro", dice Jesús a un oyente que le da este título. En verdad, la maestría en la tierra no es más que un grado superior del aprendiz.

Seamos canales limpios para que las mil vías del amor fluyan sin contaminarse y podamos darlo en su estado más puro.

116º.- Cuando el alma está en armonía con dios, cualquier acto se transforma en música.

No se concibe el ritmo sin música, ni ésta sin armonía. El alma divina en estado de meditación o de inspiración, escribe la música del silencio sobre el tejido nervioso, produciendo vibraciones acompasadas, a las que llamamos melodía interior.

La mano que bendice, la voz que consuela, la sonrisa que anima, la mirada que afirma, tienen su propia música y el hombre la hace sonar desde la caja sonora de su corazón.

117º.- El éxito se reserva al creyente porque lo avala la  fé.

La llave del éxito se fabrica con materiales que llamamos fé, convicción, seguridad.

El primer paso debe ser dado depositando fé en la propia persona. El segundo, es dado por la convicción en nuestra propia valía y el tercero, viene con la seguridad de que hemos corrido el velo y visto la sabiduría que poseíamos sin saberlo.

Yo cambiaría la palabra creyente por sapiente, pues a la creencia o acaso, la puede sustituir, con ventaja, el saber consciente.

118º.- Antes de buscar conocer la justicia de dios, debemos ser justos con nosotros mismos.

Lo transferimos todo hacia el futuro. Hablamos de la justicia de Dios y la colocamos en un mañana. Nos juzgamos con indulgencia y complacencia y todo lo que hacemos tiene justificación.

Dice la Doctrina Secreta que si nos miramos imparcialmente, impersonalmente, sin juzgar, sin opinar, como simples testigos, la venda caería de nuestros ojos ciegos y veríamos, sin pensamiento de culpabilidad, cuanto hay de imperfecto en nuestra superficie.

            Y al vernos, con ojos limpios, encontraríamos la justicia divina.

119º.- Cuando la llamada del alumno alcanza un determinado diapasón,llega el maestro para responder.

Tenemos la insólita creencia de que si un día estuviésemos suficientemente preparados, vendría un Maestro a completar nuestra formación espiritual.

El auténtico Maestro se conoce cuando nos habla desde el corazón con voz suave, a través de la intuición, de la meditación, de la contemplación, de la consciencia.

Esa voz responde siempre y guía nuestros pasos para poder extraer lecciones desde cualquier punto de la existencia.

120º.- Todas las circunstancias en la vida es destinar a hacer sobresalir, lo que es verdadero de lo que es falso.

Pasamos por la vida con los ojos cerrados, como en un sueño, alterado a veces por golpes que quieren despertarnos, pero no lo consiguen.

Todas las ocasiones que depara cada día de nuestra vida, son para que aprendamos y analicemos la lección que contiene.

Para ello, hemos de estudiar y aprender la lección que nos da la flor, el árbol, la nube, el río, el mar, la montaña, el viento, un rayo de sol y todo ser viviente, desde el más insignificante al más complejo. Y entenderemos que la sabiduría nos rodea por todas partes y el Maestro nos habla en todo momento.

            Continuará en la Circular de Octubre.

 

 

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