ALCORAC

SALVADOR NAVARRO   

 

 

                           

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                                                                                    Circular nº 10 , año VIII

                                                                                    Llubí, 1º de Octubre de 2.002..

          Para probar la existencia de Dios, recurre Leibniz a diversos argumentos. Desarrolla, además, el llamado “argumento ontológico”, tan ardientemente preconizado por San Anselmo.

          Uno de los argumentos teológicos de este filósofo está derivado del concepto de “armonía preestablecida”: las “mónadas” individuales son ciegas o, al decir de Leibniz “sin ventanas” y, por esto, no se pueden armonizar y sincronizar por sí mismas; entretanto, el universo es una maravillosa sinfonía sincronizada, lo que supone la presencia y actuación de una fuerza racional  que, aunque inconsciente las “mónadas”, integre todos esos componentes individuales en el gran Conjunto Universal.

          Según Leibniz este mundo es el mejor de los mundos que Dios puede crear. Aunque no sea absolutamente perfecto, porque si fuese así, el mundo sería Dios. Dios es libre y, como su libertad es idéntica a su sabiduría y esta coincide integralmente con su poder, se sigue que Dios creó el mejor de los mundos que su sabiduría pudo concebir y su poder realizar.

          Leibniz percibe claramente que los llamados “males” inherentes al mundo, no son entidades positivas creadas por Dios, sino no-entidades, o sea, ausencias parciales, bienes inferiores, finitos, cuya finitud es percibida por nosotros como un “mal”. No puede haber grados en el Infinito, pero sí numerosas graduaciones en el plano de los finitos, esto es, de los mundos.

          A los conocidos principios lógicos fundamentales de la “identidad” y la “contrariedad”, añadió Leibniz el de la “razón suficiente”, aunque esto no pueda ser considerado como algo nuevo y autónomo, sino como un derivado de los dos primeros.

          Enseña Leibniz que la ética no consiste en no tener amor propio (no hay ser alguno que no lo tenga), sino en poseer un amor propio compatible y sintonizado con los intereses de nuestros semejantes; el mal está en el “exclusivismo” del amor propio que, para ser ético, debe pasar a ser “inclusivista”.

          La virtud y santidad está basada en el conocimiento racional de la verdad, sobre todo de la verdad sobre el Yo; el pecado y el vicio vienen de la ignorancia o del falso concepto del Yo.

          Como Sócrates, identifica Leibniz el ser-bien con el ser-sabio, y el ser-malo con el ser-ignorante.

          Como humanidad universal, no podía Leibniz dejar de oponerse tanto al “despotismo” como al “anarquismo”. Aquél peca por deficiencia de libertad individual y éste se equivoca por exceso de ella, que degenera en desorden y disciplina. Debe haber en la vida humana una libertad disciplinada o una disciplina libre. El espíritu aritostélico del “equilibrio” o del “justo medio” aparece en la filosofía de Leibniz.

          Como adepto de una clara racionalidad, no admite Leibniz la necesidad de guerras y luchas violentas, porque violencia es irracionalidad; donde termina la razón comienza la fuerza bruta; el espíritu de la fuerza es incompatible con la fuerza del espíritu.

          Entretanto, esa racionalidad de Leibniz no llega al punto de admitir, como Jesús, Tolstoy y otros, el principio integral de no-resistencia; entendía el filósofo alemán que la no-resistencia era algo puramente negativo, una simple abstención de la violencia física cuando, en realidad, como Gandhi expone, la verdadera no-resistencia es eminentemente positiva, porque es la substitución de la “violencia material” por la “violencia espiritual”; la eficacia no está en la ausencia del odio, sino en la presencia del amor; presencia esa, naturalmente, imposible sin la ausencia del desamor.

          Y este, además, es el tipo de no-resistencia preconizado por el Sermón de la Montaña: la oposición del amor al odio, del bien al mal.

          La filosofía calma y equilibrada de Leibniz puede servir de punto de partida a poderosos torrentes de reconstrucción humana, en los planos individual, social, político, nacional e internacional; pero de la aplicación práctica de esos sanos principios depende la evolución interna del hombre y la progresiva ampliación de su receptividad espiritual.

David Hume (1.711 – 1.776)

          Dice la Biblia que el pequeño David mató al gran Goliat y que sirvió de proyectil mortífero una piedra lanzada hábilmente por la honda del joven pastor.

          Otro David, no de Israel sino de Escocia, mató a otro Goliat; el orgulloso gigante de la “certeza científica”. Y como arma se sirvió de la “ley de causalidad”, ídolo tradicional de los científicos de la naturaleza.

          David Hume puede ser considerado como el fílosofo ideal del empirismo del Renacimiento. Tuvo, como pocos de sus colegas, el loable coraje de ser enteramente lógico y coherente en las conclusiones extraídas de sus premisas empíricas, fuesen cuales fuesen sus consecuencias para el mundo de la filosofía, la religión y la ética.

          Para Hume, como para todos los adeptos del empirismo radical, la única fuente del conocimiento real, caso de que exista, son los objetos del mundo circundante, cuyos reflejos son canalizados hacia dentro del sujeto perceptor por medio de los sentidos. El conocimiento no viene de dentro del hombre, como pretende la escuela socrático-platónica y otras; viene únicamente de los objetos de fuera, vehiculados por los canales de los órganos sensitivos.

          El proceso es conocido: los sentidos reciben las impresiones del mundo exterior. Estas impresiones, transmitidas por los sentidos y nervios hacia el interior del hombre, son recibidas por otra facultad, el intelecto, que las transforma en impresiones individuales y concretas como ideas, aparentemente generales y abstractas. En realidad, las impresiones recibidas siguen dentro del intelecto, tal como eran fuera de él: elementos individuales y concretos, con la diferencia de que, en la forma de ideas intelectuales, existen como fundidas en un solo bloque uniforme y hemogéneo, interpretadas como si hubiesen dejado de ser cosas individuales.

          Para ilustrar esa concepción empírica del proceso sensitivo-intelectual, vamos a tomar ejemplo de una comparación general, tomando un ambiente culinario. Una cocinera tiene a su disposición, cinco ingredientes: harina, huevos, leche, azúcar y agua. Mezcla esas cinco substancias de tal modo que resulta un pastel uniforme y sabroso. El pastel, simbolizando el complejo de las ideas intelectuales, no es, en realidad, sino la suma total de todos aquellos ingredientes, que corresponden a las impresiones sensitivas, aunque parezca como algo enteramente diferente de la harina, los huevos, la leche, el azúcar y el agua. Analizando debidamente ese pastel sintetizado, descubriríamos todas esas substancias, y nada más. Nada de “universal”, todo “individual”. El pastel es un “indivíduo colectivo”, así como cada uno de los ingredientes era un “indivíduo singular”.

          Ahora, falta a los seres no humano la facultad necesaria para realizar esa mezcla o fusión de elementos sensitivos y por esta razón no pueden ellos elaborar ideas intelectuales como el hombre.

          Pues bien, siendo que nada existe en el intelecto que haya existido antes en los sentidos, aunque exista de otra forma en él, claro está que no tenemos el derecho de atribuir al intelecto algo realmente diferente de aquello que los sentidos contienen; estos, sin embargo, solamente contienen elementos individuales.

          Todo lo que es individual es real; lo que no es individual no lo es, dice Hume.

          Cualquier conocimiento real y cierto supone una relación entre lo individual y lo universal, pero como ese universal es sólo una ficción de nuestra mente subjetiva y no una realidad objetiva, se deduce que esa relación no existe realmente, una vez que uno de sus términos es irreal. Luego, no hay conocimiento, en el sentido tradicional del término.

          Todo conocimiento se basa en la percepción de la relación causal; pero, como esa relación no existe objetivamente, no hay conocimiento real verdadero. Nuestro conocer es, esencialmente, el mismo que el que percibe los animales, a los cuales  nadie atribuye  conocimiento real, basado en la relación causal entre dos indivíduos percibidos por los sentidos. Es praxis y hábito secular entre los hombres hablar de causalidades; pero no deja de ser un simple hábito o costumbre subjetiva, a la cual nada corresponde objetivamente; quiero decir que es una ilusión. Ninguna cosa de la naturaleza existe por “causa” de otra, sino solamente “después” de la otra. La semilla no produce el árbol, y ésta no existe a causa del primero; uno existe antes y el otro después y así sucesivamente. El nexo causal es simple ficción de nuestra mente. El animal no es capaz de tal ficción, que para nosotros es útil en la clasificación de las cosas.

          No hay en la naturaleza ninguna “consecuencia lógica” de causas y efectos, interdependientes, hay tan solamente una “secuencia cronológica” de hechos yuxtapuestos. El “nexo causal interno” es creado por la mente del conocedor, mientras que fuera solamente existen “condiciones externas” necesarias para que un hecho ocurra después del otro.

          Ahora, como todo conocimiento real y cierto supone concatenación interna entre causa y efecto, se sigue que no puede existir conocimiento de esa naturaleza. Todo nuestro llamado conocimiento en el terreno de la física, química y otro sector cualquiera, tienen por base una “probabilidad” mayor o menor, pero no una “certeza” real. Ahora, la suma total de las probabilidades no da seguridad sino un elevado grado de probabilidades.

          Ejemplo: H20 = agua. Esto es un hecho histórico, verificado mil veces. Pero de este hecho no se deduce que existe una ley necesaria que obligue al hidrógeno y al oxígeno para que se combinen de esa forma. De hecho, por más numerosos que sean, no se puede inferir una ley, porque esta sería universal (esto es, irreal) mientras que los hechos son todos individuales. Todo nuestro saber es esencialmente "inductivo" ” y no "deductivo”, porque comienza invariablemente con hechos individuales y concretos y termina también con hechos de esta naturaleza. Los que hacen culminar las inducciones individuales en una ley universal, evidentemente pecan contra la lógica, que no permite que de premisas menores se alcancen conclusiones mayores que la suma total de las premisas. De las premisas individuales de la inducción, solamente podemos extraer una conclusión también individual, aunque con mayor grado de probabilidades que las premisas individuales. La conclusión es mayor en grado, pero no es diferente en especie de las premisas de la que fue derivada.

          Ahora, una vez que ninguna suma de las inducciones individuales garantizan una ley universal, se deduce que ciencia, en el sentido tradicional, ciencia que nos garantice plena seguridad, no existe.

          En las verdades “matemáticas” dice Hume, como por ejemplo, 2 x 2 = 4, existe ciertamente un nexo intrínseco entre la primera y segunda parte de la ecuación; pero esto ocurre únicamente porque estamos frente a una simple tautología o repetición, pues 2 x 2 no es sino otro modo de decir 4; decimos lo mismo por lo mismo, variando la forma externa, la envoltura, pero no el contenido. Ahora, decir lo mismo por lo mismo no es ciencia. Ciencia sería: 1) no decir lo mismo por lo mismo; 2) decir en la segunda parte algo diferente que en la primera; 3) probar la existencia de un nexo intrínseco necesario entre el sujeto y el predicado de la ecuación. Pero, afirma Hume, ese nexo interrno no existe en el mundo objetivo, sino en nuestra mente subjetiva.

          De lo que se infiere que no puede haber verdadero conocimiento científico.

          ¿Qué decir a esto?

          Doy entera razón a Hume en lo que atañe a la parte analítica de su argumentación: de hecho, no puede haber verdadera certeza científica en el terreno puramente analítico-inductivo. ¡Quien nada supone nada puede probar! Por más dogmática y menos científica que sea esta frase, ella es rigurosamente exacta y científica. No fue por nada que Descartes decía que todo conocimiento real tenga que comenzar con un postulado pre-analítico (“pienso, luego existo”; el “pienso” es pre-analítico y “luego existo” es analítico). Hume tuvo la audacia y la buena lógica de mostrar, a su modo, la imposibilidad de un conocimiento real y cierto que no suponga algo que esté fuera de toda cadena de ejes analíticos, derivados unos de otros. Así como el arquitecto no puede fundar el primer cimiento, o “su” cimiento, sino que tiene que suponer algo “no suyo, esto es, la tierra; del mismo modo no puede un arquitecto intelectual lanzar la primera base para un verdadero conocimiento científico. No existe ciencia sin suposición, como querían en el siglo XIX los científicos alemanes. El postulado es el primer paso y el análisis el segundo. O tal vez mejor: el postulado es el fundamento anterior al primer paso; con ese primer paso comienza el análisis. Un arquitecto que no quisiera contar con la tierra para levantar su cimiento, no podría jamás levantar un edificio; sería un tipo de “escéptico arquitectónico”; así como el científico o el filósofo que rechace levantar su edificio intelectual o racional sobre un postulado anterior a todos sus análisis, acaba fatalmente en el escepticismo absoluto y universal, como de hecho ocurrió con David Hume, el empirista integralmente coherente y, por esto mismo, el rey de los escépticos.

          Toda y cualquier prueba o demostración analítica inductiva, intelectual, tiene que suponer un fundamento anterior e independiente de esas pruebas o demostraciones. Solamente puede probar algo quien algo supone.

          Ese postulado, sin embargo, no es una “hipótesis” que, eventualmente, pueda resultar falsa; ha de ser un hecho inmediatamente evidente, algo que no necesite de prueba ni pueda ser probado, por ser meridianamente cierto y evidente; como el “pienso” de Descartes, es decir, el contenido de un acto consciente, el “dato inmediato de la consciencia” como dice Bergson.

          Ni tampoco es ese postulado un “dogma” que se deba aceptar mediante un acto de fe. Dogma es imposición de una autoridad externa, mientras que ese postulado deriva de una autoridad interna, de la intuición de la propia consciencia.

          Llamar “ciencia” a una cadena de análisis es pervertir el nombre de la ciencia, porque acaba en incertidumbre universal. La verdadera ciencia incluye el postulado como base y parte integrante de su naturaleza.

          Otro beneficio incalculable que Hume prestó, sin querer, a la filosofía y cultura humana es el hecho de haber destruído definitivamente, entre los hombres pensantes, la creencia tradicional, anti-científica, de la existencia de verdaderas “causas” en el ámbito de la naturaleza fenomenal. Para el hombre común, la semilla es la causa de la planta, el huevo la causa del ave, los padres son la causa de los hijos, etc. (Aconsejo al lector desistir de esa forma de hablar, a fin de no ser considerado como un fugitivo del hospicio). En realidad, no existen verdaderas “causas” en el plano de los fenómenos individuales; lo que hay son apenas “condiciones” como bien dice Hume. Causa designa un factor “interno”, condición es solamente un agente “externo” que dirige o canaliza el contenido de la causa dirigida a cierto efecto.

          Ejemplo: una red de agua no es la causa, pero sí la condición del agua que sale por el grifo, la causa (en el plano de los fenómenos) es la fuente. El agua viene de la fuente “a través” de la tubería.

          La ventana abierta es condición necesaria para que la luz solar pueda iluminar la sala, pero la causa de esa iluminación es el astro solar. Sirva esta comparación imperfecta como ejemplo del pensamiento en cuestión, pues ni la fuente ni el Sol son verdaderas causas en el sentido absoluto, sino causas en sentido relativo. El último factor interno del agua y la luz está más allá de ambos.

          De la misma forma, no pueden los progenitores ser considerados como verdadera causa del hijo, sino como condición necesaria para la formación del mismo. No son ellos los autores y creadores de su prole, sino solamente los formadores y modeladores de la misma.

          No existe en el ámbito del mundo fenomenal “causas” reales, sino apenas “condiciones” más o menos necesarias. Ni se puede hablar de causas, en plural, sino de Causa, en singular. Esa Causa, sin embargo, no está contenida en la serie de los fenómenos concretos de la naturaleza.

          Compete a David Hume haber destruído, con toda la agudeza de su ingenio analítico, la vieja creencia falsamente científica, en esas supuestas causas individuales. Verdad es que él, como empirista, no pasó ni podía pasar más allá de esa tarea negativa, de esa demolición de ídolos tradicionales. No osó hacer después de esa “negación destructiva” una “·afirmación constructora”; después de arrasar el viejo mito sobre las “causas individuales” no osó proclamar la verdad de la existencia de la “Causa Universal”. Para tamaña obra habría sido necesario que Hume abandonase Inglaterra y fuese a las márgenes del Nilo o del Indú, o se matriculase en la escuela socrática-platónica de Atenas y tuviese la intución de Algo anterior a los fenómenos individuales de la naturaleza de los sentidos y del intelecto.

          Entretanto, aunque no haya dado ese paso decisivo, sirvió a la causa de la verdad como precursor que removería los obstáculos del camino, eliminando, a su modo, un gran obstáculo que, en occidente, impedía la visión de la realidad integral.

          David Hume el rey de los empíricos, acabó en escepticismo universal, hijo legítimo del empirismo radical.

          Un saber puramente analítico no da seguridad real.

          Donde no hay verdadera causa no puede haber certeza, sino un mayor o menor grado de probabilidades. Lo que se puede “probar” es solamente “probable”; para haber seguridad es necesario recurrir a algo que no pueda ser probado ni necesite de pruebas.

          Si no tuviéramos, en último análisis, la intuición de una Causa Universal, intuición anterior a cualquier proceso analítico-intelectual, no tendríamos certeza de cosa alguna.

(Sigue en la Circular de Noviembre.)

POEMAS DE KABIR

(Conclusión número anterior)

          En la India existen tres dioses; la trinidad india, las tres caras de un dios: Brahma, Vishnu y Shiva. Brahma es el dios que creó el mundo; Vishnú, mantiene el mundo y Shiva lo destruye. Quedarás sorprendido por una cosa; no existe un único templo dedicado a Brahma, el dios que creó el mundo. ¿A quién le importa? Una vez que la creación ha terminado, Su trabajo también. Existe, creo saber, un templo dedicado a Brahma, en algún lugar perdido de la India. Pero hay millares de templos, mas ninguna dedicado a Brahma. ¡Qué ingratitud! Pero, ¿a quién le importa la vida? Ahora, nacer no es el problema.

          Shiva es venerado en todas partes. Hay miles de templos dedicados al dios de la muerte. En segundo lugar viene Vishnú, quien mantiene la vida. Shiva es llamado el “gran dios”. La muerte predomina.

          “Yo soy la pausa entre dos notas

          que raramente entran en armonía,

          pues la nota de la muerte tiende a dominar.

          Ambas pueden ser reconciliadas,

          tremulamente, en el intervalo oscuro . . .”

          El intervalo oscuro es el amor, donde la muerte y la vida se encuentran, se abrazan , tienen un caso de amor y llegan al orgasmo. Por eso hay tanta atracción en el amor, porque es la vida . . . y miedo, pues también es muerte. Cuando estás en una relación sexual con una mujer o un hombre, nunca llegas hasta el fondo. Vas hasta el punto que la vida es vida, y entonces comienzas a dudar pero no sigues adelante, pues allí está también la muerte. Es la pausa entre dos notas, es la oscuridad, el intervalo oscuro entre las dos.

          ¿Por qué Rilke dice que es oscuro? El amor es oscuro. No es coincidencia el hecho de que las personas hayan escogido la noche para hacer el amor; existe una afinidad entre la oscuridad y el amor. Hacer el acto sexual en plena luz parece un poco rudo, feo, vulgar. Hacerlo donde todos puedan verlo, es insano. Es necesaria la intimidad, y la oscuridad te la da absolutamente, pues no puedes ver a la persona amada ni ella verte a ti. Quedas completamente solo y el otro no interfiere en nada.

          El amor tiene cualidad de oscuridad en sí, pues posee profundidad. La oscuridad es siempre profunda y la luz es más superficial. Aunque haya mucha luz, ella siempre es más superficial. El día es más superficial en comparación con la noche, que parece infinita. El amor es como la oscuridad . . . descanso profundo . . . como caer en una gran profundidad. La muerte también es oscura; en todo el mundo la muerte ha sido representada como oscura. El amor es oscuro como la muerte. Existe una afinidad entre ambos.

          Muchas personas me preguntan por qué tienen tanto miedo del amor, por qué lo desean tanto y, cuando llega, quedan paralizadas, no dejan que ocurra. Eso sucede porque el amor es la mitad vida y la otra mitad muerte; este es el dilema. Es la pausa entre dos notas . . .

          “Ambas pueden ser reconciliadas,

          tremulamente, en el intervalo oscuro . . .”

          Tú vives en el amor y también mueres en él. O mejor, mueres y, por eso vives. Una crucifixión es una resurrección.

          “Y la canción permanece inmaculada.”

          A menos que conozcas lo que es el amor, no conocerás qué es la música. Es el encuentro, el encuentro orgásmico de la muerte y la vida. A menos que el amor sea conocido, lo habrás perdido todo. Has nacido, vives y morirás, pero lo habrás perdido todo. Has perdido el intervalo, que es el punto más alto, la mayor experiencia. Kabir lo llama la música de Dios.

          Para alcanzarla hay cuatro punto que debemos recordar. El primero es: estemos aquí y ahora, pues el amor solamente es posible en ese punto. No puedes amar en el pasado. Muchas personas lo hacen, pero tú no puedes hacerlo. Muchas personas viven en la memoria, en el día que amaron. Otras aman en el futuro; eso tampoco puede hacerse. Esas son dos maneras de evitar el amor. El amor sólo es posible en el presente, pues nada más que en ese momento la vida y la muerte se encuentran . . . en el oscuro intervalo dentro de ti. Ese intervalo oscuro está siempre presente, siempre presente. Nunca es pasado ni futuro.

          Si piensas mucho, y pensar está siempre en el pasado o en el futuro, tus energía serán desvíadas del sentimiento. Sentir es aquí y ahora. Si tus energías están marchando hacia el pensamiento, no serán suficientes para el sentimiento, y el amor no será posible.

          Entonces, el primer paso es estar aquí y ahora. El futuro y el pasado traen el pensamiento y este destruye el sentimiento. Una persona muy obcecada por el pensamiento, poco a poco olvida que tiene un corazón. Comienza a vivir de tal manera que el sentimiento no tiene lugar y acaba desapareciendo. Existen millares de personas en ese estado, sin saber lo que significa el corazón. Piensan que es como una bomba para impulsar la sangre. Se concentran totalmente en la cabeza dejando atrás el corazón, viviendo y muriendo sin saber lo que es Dios, pues no habrá sabido qué es el amor.

          Ese intervalo oscuro, parece amor a primera vista . . . y cuando te pierdes totalmente en él, eres como Dios. El amor es el comienzo de Dios, o Dios es la suprema altura del amor.

          El segundo paso en dirección al amor es aprender a transformar tus venenos en miel. Muchas personas aman, pero tienen un amor contaminado por venenos tales, como: odio, celos, posesividad . . . millares de venenos rodeando el amor. El amor es una cosa delicada. ¿Cómo puede sobrevivir junto al odio, los celos, la posesividad?

          Primero, la mayoría de las personas van hacia la cabeza y olvidan el corazón. Entonces, la minoría viven un poco en el corazón, pero cometen otro error; la pequeña luz del amor es apagada por los celos, odio y millares de venenos. Y todo es amargo. Ya he dicho que el amor es la escala entre el cielo y el infierno, pero ella tiene dos vías: una que va hacia arriba y otra hacia abajo. Si existen venenos, la escala te lleva hacia abajo, al infierno. Así, en vez de llegar a una melodía, la vida se vuelve un barullo enloquecedor, una montaña de ruidos sin armonía.

          Entonces, la segunda cosa a recordar, es: aprender a transformar los venenos en miel. ¿Cómo pueden ser transformados? Existe un proceso simple. En verdad, no es una transformación, pues no hay nada que hacer, solamente se necesita paciencia. Te estoy contando uno de los mayores secretos del misticismo. Experiméntalo: cuando llegue la rabia, no hagas nada; siéntate en silencio y observa. No estés ni a favor ni en contra. No cooperes, ni reprimas. Observa, se paciente y mira lo que acontece . . . permítelo.

          Recuerda una cosa: no hagas nada en el momento de rabia; espera. Date un poco de tiempo y espera . . . y quedarás sorprendido. Y un día comprenderás que, si esperas lo suficiente, la rabia se volverá compasión. Es una rueda que se mueve por sí misma, pero tú estás con prisa. Así como la noche se vuelve día, la rabia se torna compasión si sabes esperar un poco. Es la misma energía, solamente se necesita paciencia y nada más. Esperiméntalo.

          Nunca hagas nada mientra el veneno esté en ti; espera. Cuando el veneno comience a transformarse en otra cosa . . . Esa es una de las leyes básicas de la vida: todo cambia hacia su opuesto, continuamente. De la misma forma que el hombre puede ser mujer, la mujer puede ser hombre, también existe cambios periódicos en ti; el bien se torna mal y el mal se torna un bien; el santo tiene sus momentos de pecador y el pecador tiene sus momentos de santo . . . sólo hay que esperar.

          Actúa cuando el santo esté predominando en ti; eso es todo. No hagas nada cuando es el pecador quien está potenciando tus facultades, porque te arrepentirás, crearás una reacción en cadena y entrarás en el karma. Ese es el significado del karma. Haz cualquier cosa en un momento negativo y entrarás en una cadena y no hay fin para eso. Cuando estás negativo y haces algo, y el otro comete cualquier otra negatividad, la negatividad crea más negatividad. La rabia crea rabia, hostilidad trae más hostilidad, y así en adelante . . . y las personas se enredan unas con otras por vidas y vidas.

          Espera. Cuando estés rabioso, es el momento de meditar. No pierdas ese momento: la rabia crea mucha energía en ti. Ella puede ser destructiva. Pero la energía es neutra: tanto puede ser destructiva como creativa. Espera. La misma energía que puede despedazar también puede traer la vida; solamente espera. Esperando y no haciendo nada con con prisa, un día quedarás sorprendido de ver el cambio interno. Si estás con rabia ella irá aumentando, hasta llegar a un climax . . . y entonces la rueda gira. Podrás ver la rueda girando, la rabia calmándose y la energía liberada te deja en un estado positivo, creativo. Ahora puedes hacer algo. Ahora debes hacerlo. Pero espera siempre por lo positivo.

          Lo que te estoy diciendo no es represión. No estoy diciendo que reprimas lo negativo, sino que lo observes. Recuerda la diferencia, la gran diferencia que existe. No te digo que reprimas lo negativo, olvidarlo o hacer algo en contra. No te digo que sonrías cuando estés con rabia; eso sería falso o feo. No sonrías cuando estés con rabia. Ciérrate en un cuarto, toma un espejo y mira tu rostro airado. No hay necesidad de que lo vea nadie. Es tu problema, tu energía, tu vida, y tienes que esperar el momento adecuado. Sigue mirando el espejo; el rostro enrojecido, los ojos inyectados en sangre, el asesino que se esconde tras tu máscara.

          ¿Has pensado que todo el mundo carga un asesino dentro de sí? Tú también cargas uno. No pienses que el asesino existe en algún otro lugar, que otra persona sí lo es; todo el mundo tiene la posibilidad de cometer un asesinato. Tú cargas un instinto suicida dentro de tí.

          Mírate en el espejo: esos son tus estados, de los cuales tienes que saber. Forma parte de tu crecimiento en dirección al auto-conocimiento. Ya conoces el dicho de Sócrates:”Conócete a ti mismo”, pero esa es la manera de conocer. “Conócete a ti mismo” no significa sentarse a repetir: “Yo soy Brahma, yo soy Dios, yo soy el Alma,etc .” Eso son tonterías. “Conócete a ti mismo” significa conocer todos tus estados, tus posibilidades: el asesino, el pecador, el criminal, el santo, el virtuoso, Dios y el Diablo; conoce todos los estados y, al conocerlos, descubrirás muchos secretos.

          Verás que la rabia no puede quedar para siempre; ¿o puede que sí? No lo has intentado; ahora puedes hacerlo. Ella no puede quedar ahí eternamente. Si no haces nada, ¿qué pasará? Nada es para siempre. La felicidad viene y va igual que la infelicidad. ¿No puedes ver esa ley tan simple? Todo cambia, nada es permanente. ¿Por qué tanta prisa? Si la rabia vino también se irá. Sólo espera, ten un poco de paciencia. Mira el espejo y espera

          No reprimas y no hagas nada con rabia; luego verás el rostro volverse más suave, los ojos se van calmando, la energía muda, lo masculino se transforma en femenino . . . y luego estarás lleno de esplendor. El mismo rostro, antes enrojecido por la rabia, ahora tiene cierto brillo; hay belleza en tus ojos. Ahora es el momento de actuar.

          Actúa cuando seas positivo. No fuerzes la positividad; déjala venir por sí misma. Ese es el secreto, lo que significa “aprender a transformar tus venenos en miel”.

          El tercer punto es compartir. Siempre que estés negativo, queda contigo mismo. Siempre que estés positivo, comparte. Normalmente, las personas comparten sus negatividades y no sus positividades. La humanidad es simplemente estúpida. Cuando son felices, no comparten; al contrario, son muy miserables. Cuando son infelices, son pródigas y están dispuestas a compartir. Cuando sonríen, son muy económicas, prefieren la media sonrisa. Pero, cuando están con rabia, quedan totalmente furiosas. El tercer paso es compartir lo positivo. Eso hará fluir tu amor como un río que brota de tu corazón. El nudo que existe en tu corazón comienza a desaparecer cuando compartes.

          Leí algo muy extraño en Jorge Luis Borges . . .

          “Dá aquello que es sagrado a los perros,

          arroja perlas a los puercos,

          pues lo que importa es dar”.

          Debes haber oído lo contrario. No des lo que es sagrado a los perros y no arrojes perlas a los puercos, porque ellos no lo entenderán. Pero Borges dice . . .

          “Dá aquello que es sagrado a los perros,

          arroja perlas a los puercos,

          pues lo que importa es dar”.

          Lo importante no es lo que estés dando: perlas, santidad, amor, ni a quién estés dando; eso no es importante. Lo que importa es que tú estás dando. Cuando tengas debes dar.

          Gurdjieff acostumbraba decir: “Todo lo que guardé lo perdí y todo lo que dí, es mío”. Eso es verdad: tienes solamente aquello que has compartido. Solamente tienes amor en la medida que lo compartes. El amor no es una propiedad que debe ser guardada; es un brillo, una fragancia a compartir. Cuanto más das, más estará brotando de tu interior, que es infinito. Saca agua de un pozo y cada vez brotará más agua fresca. Pero si no sacas agua y lo cierras, si eres avaro, las fuentes se secarán. Poco a poco los nacientes se bloquean y mueren, y el agua se volverá sucia. El agua corriente es fresca . . . el amor que fluye es fresco.

          Así, el tercer paso en dirección al amor es: comparte tus positividades, tu vida, todo lo que tienes. Cualquier cosa bella que esté en ti no la guardes nunca. Comparte tu sabiduría, su oración, tu amor, tu felicidad, tu deleite. Si no encuentras a nadie, comparte con animales, con árboles y flores, pero comparte. Cuando tengas perlas, arrójalas; no te importe si a los puercos o a los santos. Pues lo que importa es dar.

          Guardar envenena el corazón. Todo lo que se acumula es venenoso. Si compartes, tu organismo quedará libre de venenos. Y cuando des no te importe si hay respuestas o no. Ni esperes que te den las gracias. Siéntete agradecido con la persona que permitió que compartieras algo con ella. No esperes nada; no quieras que el otro se sienta agradecido porque has compartido algo con él.

          Compartir es una de las virtudes más espirituales, una de las mayores.

Concluye en la Circular de Noviembre.

 

 

 

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Entrevista con las hadas

La Cueva de los Cuentos

Diccionario Esotérico

Filosofia del Arte

Como ser Don Quijote en el siglo XXI

CUENTOS DE ALMAS Y AMOR

NUEVA NARRATIVA

MONÓLOGO DE UN HOMBRE DIOS

DESECHOS URBANOS

EL CAMINO DEL MAGO

CRÓNICAS

REFLEXIONES_LIBRO

MANUAL DEL MAESTRO

HOMBRES Y DIOSES

LOS BUSCADORS DE LA VERDAD

NUEVA NARRATIVA 2

ORBISALBUM

 

 

 

 

 

 

OBRA LITERARIA DE D. SALVADOR NAVARRO ZAMORANO

 

Entre el silencio y los sueños

(poemas)

Cuando aún es la noche

(poemas)

Isla sonora

(poemas)

Sexo. La energía básica 

(ensayo)

El sermón de la montaña

(espiritualismo)

Integración y evolución

(didáctico)

33 meditaciones en Cristo 

(mística)

Rumbo a la Eternidad 

(esotérico)

La búsqueda del Ser

(esotérico)

El cuerpo de Luz 

(esotérico)

Los arcanos menores del Tarot 

(cartomancia)

Eva. Desnudo de un mito

(ensayo)

Tres estudios de mujer

(psicológico)

Misterios revelados de la Kábala 

(mística)

Los 32 Caminos del Árbol de la Vida

(mística)

Reflexiones. La vida y los sueños  

(ensayo)

Enseñanzas de un Maestro ignorado

(ensayo)

Proceso a la espiritualidad

(ensayo)

Manual del discípulo 

(didáctico)

Seducción y otros ensayos

(ensayos)

Experiencias de amor

(místico)

Las estaciones del amor

(filosófico)

Sobre la vida y la muerte

(filosófico)

Prosas últimas  

(pensamientos en prosa)

Aforismos místicos y literarios

(aforismos)

Lecciones de una Escuela de Misterios

(didáctico)

Monólogo de un hombre-dios

(ensayo)

Cuentos de almas y amor

(cuentos)

Nueva Narrativa (Narraciones y poemas)
Desechos Urbanos (Narraciones )
Ensayo para una sola voz VOL 1 (Ensayo )
En el principio fue la magia VOL 2 (Ensayo )
La puerta de los dioses VOL3 (Ensayo )
La memoria del tiempo (Narraciones )
El camino del Mago (Ensayo )
Crónicas (Ensayo )
Hombres y Dioses Egipto (Ensayo)
Hombres y Dioses Mediterráneo (Ensayo)
El libro del Maestro (Ensayo)
Los Buscadores de la Verdad (Ensayo)
Nueva Narrativa Vol. 2 (Narraciones)
Lecciones de cosas (Ensayo)
   

 

 

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MAESTRO TIBETANO

 

Orbisalbum

 

 

 

 

 

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