ALCORAC

SALVADOR NAVARRO                            h

 

Dirigida a las Escuelas de:

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                                                                                   Circular nº 6 , año VIII

                                                                                   Llubí, 1º Junio de 2.002..

 

          Un generador eléctrico, antes de entrar en movimiento, no acusa electricidad, ni positiva ni negativa. Después de ponerse en marcha, acusa esos dos polos. Creó la polaridad, pero no la electricidad. Después de la unión de los dos polos, la electricidad sigue existiendo, aunque no polarizada y, por esto, no la podemos verificar. La electricidad neutra existe, tanto antes como después de la polarización, pero en otra forma. Ahora, en el mundo de lo finito y lo relativo, todo está como polarizado; de lo contrario, no existiría como finito o relativo, como fenómeno individual del universo concreto. Pero ningún ser infinito vino de la nada ni jamás volverá a ella. Es nueva sólo en su forma existencial, antigua y eterna en su realidad esencial. En su forma existencial, cada indivíduo tiene un determinado grado de consciencia parcial; pero la consciencia universal es de la esencia, anterior a cualquier existencia.

          Así, Dios no es existencialmente consciente, porque esta forma de consciencia es imperfecta, propia de los fenómenos en el plano del existir, pero enteramente ajeno a Dios en el mundo del Ser. Exigir que Dios sea consciente (personal o libre) en ese plano del existir, cuando Él es el Ser (la Substancia Universal y Única, al decir de Spinoza) es hacer del Creador una criatura, de la Causa un efecto, del Infinito un finito, de lo Universal un indivíduo, de lo Absoluto un relativo, del Todo una parte, etc.

          Para quien comprenda el verdadero sentido de la palabra “Substancia” de Spinoza, es evidente que Dios no puede ser dotado de personalidad, consciencia y libertad, en el sentido tradicional que esos términos tienen. Esto sería dar fin a lo Infinito, relativizar el Absoluto, temporalizar lo Eterno; esto es, negar la propia realidad de Dios. Lógicamente, quien atribuye a Dios la personalidad, consciencia y libertad de los hombres, es ateo: sacrifica el Dios verdadero con el fin de salvar un falso dios. Por paradojal que parezca, la verdad es que, en la persona de Spinoza, el hombre espiritual fue condenado por los ateos, aunque aquellos que se consideraban espirituales pretendiesen condenar a un blasfemo.

          En la tarde de un domingo tranquilo, sintió Spinoza aproximarse el fin de su vida. Tenía 44 años. Pidió a un empleado de la pensión donde vivía que llamase a un médico, al cual entregó la llave de la gaveta de una escribanía, y se durmió calmadamente para las cosas del mundo visible. El médico, después de la muerte de Spinoza, sacó de la gaveta un manuscrito con texto en latín, como era de costumbre en aquellos tiempos, con el título: “Éthica, geometrico modo demonstrata” (La ética demostrada de un modo geométrico).

          Este es el libro más famoso del gran pensador. Además, lo que más interesaba a Spinoza fue siempre ese mundo de las relaciones humanas, para con Dios y para sus semejantes. La metafísica, sin embargo, era necesaria como base para la ética, porque esta sin aquella es como un edificio sin base.

          El mayor problema de la ética humana, y el punto central de la filosofía de Spinoza, es el de la libertad o del libre albedrío. ¿Existe la libertad? Y, si no existe, ¿cómo defender la existencia de la responsabilidad moral?

          Ahora, el filósofo niega la existencia de la libertad humana, en el sentido habitual y, mientras tanto, defiende la responsabilidad moral, como dan prueba no solamente los libros sino la propia vida de Spinoza que, dentro de los grandes pensadores de la humanidad, fue uno de los caracteres más puros e inatacables que conocemos.

          Ante todo, Spinoza no acepta el fatalismo metafísico, llamado predestinación de San Agustín, según el cual la libertad humana es simple ilusión, porque, en el entender del gran místico africano, es incompatible con la omnipotencia y omniscencia divina.

          Por otro lado, Spinoza no acepta la indeterminación, generalmente defendida por los teólogos cristianos de Occidente. Ni determinismo agustino, ni indeterminismo pelagiano. ¿Qué es lo que él defiende, entonces?

          Una especie de autodeterminación, equidistante tanto de un indeterminismo sin causa, como de un determinismo estrictamente causal.

          A primera vista, parece no poder haber una tercera opción entre indeterminismo y determinismo. O el hombre es libre y, en este caso, puede practicar actos sin ninguna causa predeterminante, lo que está contra la ley infalible de causalidad universal o entonces el hombre no es libre y, en tal caso, queda en pie la gran ley de la causalidad universal, pareciendo un acto de responsabilidad ética: el hombre no es responsable por el hecho de ser bueno o malo, virtuoso o vicioso, pecador o santo porque, en último análisis, fue impulsado a ser lo que él es, si la libertad es simple ilusión. Mientras tanto, Spinoza admite tanto la ley de causalidad universal como el acto de responsabilidad ética.

          Es un equívoco pensar que la ausencia de libertad, en el sentido tradicional, destruya la responsabilidad de la vida ética. Podemos establecer el siguiente principio, para ilustrar esta verdad: cuanto más libre es un ser, más responsable es de sus actos; y cuanto menos libre, menos responsable. Digamos que un ser es 0% libre; en este caso, está claro, su responsabilidad es igual a cero, esto es, nula. Un ser que actúa con un 100% de libertad es totalmente responsable de sus actos.

          Spinoza niega que el hombre sea enteramente libre en alguno de sus actos, porque la libertad es idéntica a consciencia y, como ningún hombre es pleniconsciente, nadie puede ser absolutamente libre. Solamente el Infinito es pleniconsciente y, por consiguiente, plenamente libre. Afirma, todavía, que el hombre es parcialmente libre porque es parcialmente consciente. En Dios, la “substancia infinita”, no hay vestigio de causalidad en el sentido pasivo (ser causado); cualquier otro ser, sin embargo, está sujeto a causalidad pasiva, esto es, no libre. Siendo que la esencia del hombre es divina, en su esencia es libre; pero, como la existencia del hombre, como individualidad fenomenal, no es idéntica a Dios, sino que es inferior, es lógico que, como indivíduo existencial el hombre no sea libre, aunque lo sea como idéntico a la substancia esencial. En el hombre, Dios es libre, mientras que el mundo, que en él existe, no lo es. El elemento divino en el hombre es determinante, pero no determinado, mientras que el elemento mundano en el hombre es determinado y no determinante. La causa determina y el efecto es determinado.

          De manera que, el hombre libre por su esencia divina no lo es por su existencia humana; quiero decir que hay en él una mezcla de activo y pasivo, de positivo y negativo, de libre y de preso, o sea: una libertad limitada y, por consiguiente, una responsabilidad limitada, parcial.

          De esa responsabilidad limitada se deduce que el hombre no puede, ni identificarse totalmente con Dios, ni separarse enteramente de Él.

          La última razón por lo que los indeterministas (teólogos cristianos en general) admiten que un ser consciente (sea hombre o ángel) que pueda apartarse eternamente de Dios (condenación eterna) está en ese indeterminismo absoluto que ellos defienden equivocadamente, esto es, la completa libertad de esos seres. La posibilidad de un ateísmo eterno es la conclusión lógica de una libertad completa, equivalente a una emancipación total e irrevocable de la criatura con relación a su Creador. Si esa completa libertad existiese, no sería ilógico el eterno ateísmo de una criatura.

          Si, por otro lado, es limitado el grado de libertad de cualquier criatura, se sigue que ella no puede jamás emanciparse totalmente de su causa divina; que quedará eternamente al alcance y dentro de la esfera de la jurisdicción del Creador. La criatura consciente y libre, por más que se rebele, subjetivamente, contra Dios y por más responsable que sea por todos sus actos, nunca ni en ningún caso llega a ser totalmente libre, en el orden objetivo del universo. Si hubiese libertad total de parte de alguna criatura, evidentemente el Creador habría perdido su dominio sobre esa parcela de Su universo y la soberanía divina dejaría de ser absoluta.

          Por esto, es rigurosamente lógico afirmar la responsabilidad moral del hombre, aunque no se admita, como los indeterministas radicales, que el hombre sea absolutamente libre. La responsabilidad ética no exige esa libertad absoluta. Al contrario, como veremos, la libertad absoluta es incompatible con el orden ético. Solamente donde existe libertad parcial puede haber orden ético. Dios no es un ser ético, porque es absolutamente libre.

          La ética no existe ni en el mundo de la completa ausencia ni en el de la completa presencia de la libertad; ni en el mundo tenebroso de la inconsciencia total ni en el mundo meridiano de la omniconsciencia total.

          Por la ignorancia, los sentidos nos mantiene en la inconsciencia de nuestra esclavitud.

          Por la ciencia, el intelecto nos hace conscientes de nuestra esclavitud.

          Por la sabiduría, la razón nos libera de la esclavitud.

          La verdad sobre Dios, la verdad sobre el mundo, la verdad sobre nosotros mismos, esa es la gran libertad.

          “Conoceréis la verdad; y la verdad os hará libres” . . .

          La verdad, sin embargo, solamente puede ser conocida por la razón intuitiva, espiritual, por el divino Logos que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Por esto, es la razón que, por el conocimiento de la verdad, nos trae la gran libertad, la “gloriosa libertad de los hijos de Dios” . . .

          Cuando el hombre llega a esa altura suprema, se alejan de él las últimas sombras de duda sobre los problemas de la vida. Sabe lo que és, sabe lo que quiere, sabe a dónde va . . . sabe que sabe. Entró en el reino de Dios . . . Vive en su vasta y profunda inmortalidad.

          Y, entonces, viene sobre él esa gran paz, una inmensa serenidad, una inefable, dinámica y dulce beatitud que traspasa toda comprensión . . . Sabe que tiene los pies sólidamente firmes en la roca del Eterno, del Absoluto, del Infinito . . .

          Y aunque toda la humanidad impugnase su filosofía como ilusoria y absurda, ese hombre sabe que ella es verdadera, porque su criterio de verdad y veracidad va más allá de todas las barreras levantadas por el intelecto, cuya fuerza es flaqueza, cuyas luces son tinieblas, frente a la potencia cósmica de la razón intuitiva, del divino Logos dentro del hombre.

          Esto fue lo que ocurrió a Spinoza, uno de los hombres que más intensamente vivió su propia filosofía y en ella se sintió profundamente tranquilo y feliz.

          Entretanto, es indispensable que no confundamos esa profunda y vasta ética racional con la superficial y estrecha ética volitiva del hombre común. En el terreno de la ética, Spinoza es totalmente socrático-platónico. Como los grandes pensadores griegos, él comprendió que la ética, en su máxima perfección, no consiste en cualquier acto volitivo, sino en una comprensión racional.

          La ética volitiva, meramente basada en actos explícitos de voluntad, es un estado precario e imperfecto del consciente; nunca dejará de ser algo difícil, sacrificial; no ofrece garantías de perpetuidad, como sucede con todos los actos difíciles, cuya función es intermitente y precaria, y no contínua y sólida, como acontece con los hechos fáciles y gozosos. Para el principiante, ciertamente, la ética volitiva es necesaria, porque nadie puede dar el segundo paso sin dar el primero, ni el último sin el penúltimo; el principiante debe, ante todo, querer ser bueno, antes de ser realmente bueno. La ética volitiva se basa en una especie de fe que cuando madura, culmina en sabiduría; y esa es la sapiencia racional que caracteriza a la ética perfecta.

          Puede el hombre ser subjetivamente bueno, como lo es todo hombre de ética volitiva, pero esa bondad subjetiva no es idéntica a la perfección objetiva del hombre integrado en la ética racional.

          La perfección objetiva del hombre consiste en que él comprenda la última razón por la que debe ser bueno. Esa razón no está en el plano horizontal del querer consciente, ni en el terreno social, en la necesidad que tiene el hombre civilizado de convivir con sus semejantes, convivencia que sería imposible sin la justicia, la bondad y el amor. El hombre perfecto es ético también en la soledad, sin ningún contacto con la sociedad, como si viviese solo aquí en la tierra. La ética no nació de la convivencia social, pero sí de la inteligencia, la voluntad y la razón.

          ¿Por qué, pues, debe ser el hombre bueno? O mejor, ¿por qué él es bueno? ¿Por qué esa noción del “deber” es antes de la ética volitiva que de la racional? El hombre perfecto es ético porque en su "actuar” armoniza con su “ser”. Revela en el plano horizontal de la ética lo que él es en la línea vertical de la metafísica. Actúa de conformidad con su naturaleza. Es integralmente fiel a sí mismo. Vive lo que és. Comprendiendo su identidad esencial con el Infinito, hace su actividad existencial coincidir plenamente con su realidad esencial. Abolió todas las viejas discrepancias entre su ser y su vivir; se despojó del “hombre viejo”, que vive contrariamente al que es, y se ha revestido del “hombre nuevo”, que en el plano de su existencia cotidiana guarda inviolable fidelidad a la eterna realidad de su ser. Se puede decir que el hombre racionalmente ético es un hombre 100% veraz y verídico; ha ido más allá de todas las mentiras y falsedades entre su divino ser y su humano vivir; vive en la existencia humana su esencia divina. Ya no es “él” (su pequeño ego humano) quien vive; es el “Cristo” (su gran Yo divino) que vive en él; o mejor: él, muerto para su falso ego humano, es vivido por el Yo Soy divino.

          Ahora, para que el pequeño “Yo humano” pueda ser fiel al gran “Yo Soy divino”, su verdadera esencia, es ante todo necesario que conozca su esencia eterna y no la confunda con su existencia temporal. En el orden metafísico y absoluto es el hombre idéntico a Dios, su esencia universal, en cuanto su existencia individual es apenas una de las manifestaciones de la Divinidad, la más perfecta aquí en la Tierra.

          El fin del hombre es revelar en su existencia individual, aquí o allá, aquel aspecto peculiar y único de la Divinidad que solamente él puede desvelar. Pues, como todos los seres de la naturaleza y sobre todo, los seres humanos, son originales, únicos e inéditos en su existencia, seres que nunca existieron ni jamás existirán iguales; indivíduos que no son copias de otros anteriores, y de los cuales no serán hechas copias después; se deduce que cada indivíduo y cada personalidad tiene la misión peculiar de concretizar un determinado aspecto de la divinidad.

          Esa misión peculiar, sin embargo, sería imposible si el indivíduo “A” procurase destruir al indivíduo “B”; si quisiera obligarlo a ser una copia del primero, o si este pretendiese ser un plagio del segundo. Siendo que la potencia del Cosmos o de la Divinidad es ilimitada en el tiempo y espacio, no hay copias ni repeticiones en la Naturaleza, sino solamente obras originales e inéditas. Compete a cada indivíduo: 1) alcanzar la perfección máxima en su sector; 2) integrarse plenamente en el Todo cósmico, sin disminución de su individualidad específica. La falta de individualización resultaría en monotonía,como la individualización sin integración acabaría en caos, mientras que la individualización aliada a la integración produce armonía. El Cosmos es esencialmente un Universo, quiero decir uno y diverso, un compuesto de unidad y diversidad. Siendo que el hombre es un microcosmos, maravillosa síntesis del macrocosmo, debe ser un perfecto universo, esto es, una perfecta armonía entre la unidad y la diversidad, reflejo de la divinidad, una en su esencia y múltiple en sus manifestaciones.

Continuará en la Circular de Julio de 2.002.

 

 

 

   
  POEMAS DE KABIR  

 

 

Conclusión.

          El tercer estado es la mente subconsciente. La mente subconsciente está en los pájaros, en los animales. Es como el soñar. En el soñar quedas un poco más consciente que en el sueño. Podemos decir que las piedras están en estado de coma; por la mañana ellas no serían capaces de recordar lo profundo que era su sueño. Los árboles están durmiendo, pero si despertaran, recordarían. Los pájaros y los animales están soñando y muy próximos a la humanidad. Esta es la mente subconsciente.

          Al cuarto estado le llamaremos, mente consciente. Es ahí donde está el hombre. No muy consciente: como una pequeña onda de consciencia. Y eso ocurre cuando estás en un gran peligro; de lo contrario, es muy difícil. Si alguien llega repentinamente, dispuesto a matarte, tú te vuelves consciente. En ese momento habrá una enorme consciencia, inteligencia, brillo. El pensamiento cesa. Serás como una llama. Apenas, en raros momentos, tú estás realmente consciente; de lo contrario, andas como un sonámbulo.

          Esa es nuestra situación. La vida entera la vivimos en estado de embriaguez. Vamos tropezando y cayendo de un lado para otro. Nuestra vida no es más que miseria tras miseria, tropezando y chocando unos con otros. Puedes llamar a eso amor, pero lo que ocurre no son más que encuentros con choques. Eso crea infelicidad.

          Solamente la consciencia puede dar el éxtasis. Él es la sombra de la consciencia. Ese es el cuarto estadio, en el cual los seres humanos viven y mueren. Es un puro despilfarro. Las piedras pueden ser perdonadas, así como los árboles, aves y animales, pero no el hombre. Tenemos la primera aurora de luz: ahora nuestra responsabilidad es desarrollarla, hacerla más sólida y fuerte. No se puede decir a una piedra que ha perdido su ocasión, pero sí a un hombre.

          El hombre es el único animal responsable: le será preguntado y tendrá que responder. Ese es el significado de la responsabilidad. Más tarde o más temprano, el hombre tendrá que responder a Dios, o al centro de la existencia, o a la propia Vida: “¿Cómo has perdido tu vida? Te dimos un principio simple y tenías que haberlo desarrollado. Te fue dada una semilla y podría haber florecido. ¿Por qué has perdido esa oportunidad?

          Esa es la ansiedad del hombre, la agonía, el miedo, la angustia, pues es el único animal en el mundo que puede alcanzar el éxtasis, la bienaventuranza consciente, que puede ser la verdad, la consciencia, el amor; aquel que puede llegar al Supremo.

          Al quinto estado lo llamaremos mente sub-superconsciente. En el cuarto estadio, el de la mente consciente, la consciencia es una cosa vaga, momentánea, sin ninguna estabilidad y fuera de control; no puedes llamarla cuando la necesitas. Todas las religiones existen entre la mente consciente y la superconsciente. Todas las técnicas de meditación y otras semejantes existen para transformar tu consciencia en super-consciencia. Jesús dice numerosas veces: “¡Despertad!”. Buda dice: “¡Estad atentos!”. Krishnamurti está siempre hablando sobre la atención, la consciencia. En una palabra está todo el mensaje, y ella es el puente entre la mente consciente y la superconsciente.

          Cuando tu consciencia se transforma en un factor estable en ti, integrada, cristalizada, y puedes confiar en ella . . . Ahora, no puedes confiarte. Si estás andando en estado consciente y alguien te golpea, inmediatamente toda tu consciencia desaparece; ella no es de confianza. Si alguien te llama de idiota, tu consciencia desaparece. Sólo escuchar la palabra “idiota” y tus ojos se cierran con furia, te preparas para agredir.

          Incluso las personas que parecen estar realmente muy despiertas y conscientes, pueden estar simplemente huyendo de las situaciones conflictivas. Su atención no es real. Puedes encerrarte en un convento, porque nadie irá allí a llamarte idiota. ¿Quién se va a dar ese trabajo? Así está claro que no te llenarás de cólera. Tu estado de consciencia en una celda de un  monasterio, no vale de mucho, pues no hay manera de comprobarla ni posibilidad de destruirla. Por eso dice Kabir: “Debes estar en el mundo. No seas del mundo, pero debes estar en él, vive en el mundo. Vive situaciones comunes, donde todo te provocará para ser inconsciente, y todos te ayudarán a ser consciente”.

          Si puedes comprender esto, el mundo pasa a ser un gran truco de Dios para que te vuelvas más consciente. Tu enemigo es tu amigo, las desgracias son bendiciones y las desdichas serás venturas. Todo depende de una cosa: que tengas la llave de tu consciencia. Entonces puedes transformarlo todo en oro. Cuando alguien te insulta, es el momento de estar despierto. Cuando tu mujer mira amorosamente a otro hombre y te sientes herido, ese es el momento de permanecer alerta. Cuando te sientes triste, deprimido, melancólico y te parece que todo el mundo está contra ti, este es el momento para estar despierto. Cuando caminas perdido en una noche oscura, ese es el momento de tener la luz encendida. Y esas situaciones te serán muy útiles; es para eso que ellas están destinadas.

          Entre la mente consciente y la superconsciente está toda la filosofía, la meditación, la oración, la atención, la subjetividad y la objetividad. La mente sub-superconsciente es un fenómeno integrado, pero lo perderás muchas veces. No cuando estás despierto, sino cuando quedas dormido. La mente sub-superconsciente te ayudará mientras estás despierto y, algunas veces, en sueños, pero no en un sueño profundo. Cuando Krishna dice en el Baghava Gita: “El yogui está despierto aun cuando todo el mundo duerme”, está indicando un estado más elevado, el sexto estado, mente superconsciente. Entonces, la persona queda atenta, incluso cuando duerme; el sueño puede ser profundo, pero la consciencia está ahí. Ese es el sexto estado. Y, a partir del sexto, el séptimo viene espontáneamente; no tienes que hacer nada para conseguirlo.

          Al séptimo lo llamo, nuevamente, no-mente, para completar el círculo. El primero es la no-mente de una piedra y el último es la no-mente de un dios. Para demostrar esa unidad, esculpimos dioses en piedras. Para demostrar ese círculo completo, en el cual la piedra es el primer estadio y Dios el último y ambos se encuentran como la serpiente que se muerde la cola, hacemos estatuas de los dioses. Es la no-mente de nuevo, llámala alma, espíritu, Dios, iluminación, Nirvana, salvación o cualquier otro nombre que quieras darle.

          Estos son los siete estados. Ese es el arco iris que constituye el hombre. Una cosa más antes de comentar los poemas. Ningún color ha de ser negado. Todos los colores tienen que ser absorbidos en el arco iris, las siete notas musicales tienen que formar parte de la melodía y los siete chakras tienen que terminar siendo una unidad. No puedes rechazar alguno, pues nunca serás completo y si no eres un todo no puedes ser un santo. Todos tienen que formar parte de una jerarquía, una unidad, pertenecer a un centro.

          Un hombre religioso vive en el arco iris, desde la piedra hasta Dios; de la no-mente inferior hasta la no-mente superior. Él es todo el espectro. Vive la vida totalmente. Nada es negado; todo es usado. Si alguna cosa parece una nota discordante, eso demuestra que no eres capaz de utilizarla. Todo puede ser usado, el veneno puede ser una medicina; solamente tienes que aprender a transformarlo. Y, algunas veces, el néctar puede ser venenoso, si no sabes usarlo.

          Si sabes como utilizar la rabia, verás que ella te puede dar agudeza de espíritu, como una espada afilada. La ira usada correctamente te da brillo, una tremenda vitalidad. El sexo usado correctamente te deja tan lleno de amor que podrás compartirlo con todos sin agotarlo nunca, te hará renacer. De ordinario, produce criaturas; de modo extraordinario, reproduce tu ser más profundo.

          Todo lo que tienes debe entrar en unidad.

          Nada es inútil. Nunca expulses nada, pues te arrepentirás un día. Todo tiene que ser utilizado. Solamente tienes que ser más perceptivo, más atento, consciente y comenzar a ver las cosas de tu ser interno, elevándolas a una categoría superior. Ahora eres una multitud, no un indivíduo. No eres un arco iris; todos los colores están en dimensiones diferentes, apartados unos de otros; no tienen un centro. Ahora eres un ruido, no una música; pero recuerda que, en el ruido, todas las notas están presentes. Arregladas de una forma artística, estética, será una bella música. Es necesaria una profunda visión estética dentro de tu ser.

          Ahora los versos:

          “El yogui tiñe sus ropas

          en vez de teñir su mente con los colores del amor . . .”

          Kabir dice: “El tonto, en vez de teñir su mente con el amor de Dios, en vez de teñir su ser con el brillo del amor, sigue tiñendo sus ropas.”  La religión viene de dentro hacia fuera y no de fuera para dentro. Ella nace en el centro de tu ser y se esparce por toda la periferia y no lo contrario. La religión nunca viene de fuera. Si así ocurriera, será superficial, nunca tocará tu alma, ni te dará una auténtica transformación.

          Nace un niño: si la familia es cristiana, es algo accidental; pero la sociedad, los sacerdotes, inmediatamente influyen sobre ella y comienzan a teñir sus ropas. Ellos le enseñan que es un cristiano. El niño no sabe nada sobre Cristo, ni quiere saber; ese deseo ni existe. No ha entrado aún en la vida y ya le comenzamos a decir: “Eres cristiano”. Y lo sigues forzando durante sus primeros años. Lo llevas a la iglesia, le obligas a leer el Catecismo, a ir a la escuela dominical y a condicionar su mente.

          Poco a poco, la repetición continua cambia la superficie. La ropa es teñida. El niño se hace cristiano sin amar a Cristo. Finge, es hipócrita. Y destruímos su ser, en vez de ser una ayuda. No hemos sido amigos del niño; anulamos las posibilidades de que pueda buscar una religión, porque esa búsqueda tiene que partir de él; nadie puede forzarlo.

          Si estás sediento, te puedo mostrar el camino. Si no tienes sed, puedes estar a la orilla del río y no ser capaz de verlo. Solamente la sed te da ojos para ver el agua; si no hay sed, el agua no tiene significado. Todos nosotros somos personas religiosas, pero falsas; nuestras ropas han sido teñidas, condicionadas.

          Kabir dice que es mejor teñir la consciencia que acomodarse en la superficie. Comenzar a partir del centro, del ser. No comenzar por el comportamiento, sino por el ser. No cultivar un carácter, sino hacer nacer la consciencia.

          Recuerda dos cosas: carácter y consciencia. La sociedad insiste en que tengas un carácter. Jesús, Buda, Kabir, insisten en que tengas una consciencia. Si la tuvieras, serías bueno, naturalmente bueno; no hay necesidad de preocuparse con el carácter. Pero, si no tuvieras ninguna consciencia, tu carácter sería falso. La sociedad te dice: “esto es bueno” y lo haces, pero con indiferencia, sin entusiasmo, como una obligación, y en el fondo quieres hacer exactamente lo opuesto. Pero si fueras astuto, encontrarás medios para hacer lo contrario, fingiendo que no lo haces. Estar en dos mundos, tener dos caras será en lo que consistirá tu carácter. El hombre está dividido.

          Las personas dicen: “Esto es bueno; tienes que hacerlo, pues caso contrario, serás visto como malo”. Entonces, a causa del miedo, lo haces. En el fondo, sabes que no es bueno, que ha de haber otra cosa mejor, pero no puedes hacerla a causa del miedo. Eso no te da un carácter, sino una impotencia, una debilidad.

          Kabir dice:

          “El yogui tiñe sus ropas,

          en vez de teñir su mente con los colores del amor:

          Se sienta en el interior del templo del Señor,

          dejando a Brahma para adorar una piedra”.

          Y Kabir dice: “Dios está dentro de ti y tú dentro de Él, pero sigues adorando de manera ritualista, estás siempre buscando”.  Unos van a la Meca, otros a Jerusalem, otros a Roma. ¡Qué tontería! Kabir dice: “Él está dentro de ti; entonces ¿a dónde vas?” No hay necesidad de ir a ninguna parte. En verdad, hemos de parar y mirar dentro de nosotros; el Señor de los Señores está dentro de nosotros. Él nació en ti; tú eres su templo.

          “Se sienta en el interior del templo del Señor,

          dejando a Brahma para cultivar una piedra”.

          Abandonas al Señor, tu más profundo ser, para cultivar cosas hechas por el hombre, dioses fabricados por la mano humana.

          “Agujera las orejas y usa una larga barba

          y los cabellos enmarañados; parece una cabra . . .”

          Kabir está en lo cierto. Dice: “Lo que quiera que fuerces a partir del exterior, nunca te volverá humano. Seguirás siendo un animal. Observa: los tres primeros chakras son animales: comida, poder, sexo, placer. Si miras las Escrituras verás que el Paraíso descrito consiste en esas cosas y nada más. En el cielo podrás tener bellas mujeres y ellas no envejecerán, son eternamente jóvenes, por lo menos en el Paraíso hindú y mahometano. La mente que concibió ese paraíso aún debe estar presa en los centros más bajos.

          En el paraíso oriental existen árboles que satisfacen todos los deseos. Te sientas debajo y todo lo que quieras será satisfecho al instante. Es una gran oportunidad, pues en la tierra, si deseas alguna cosa, puedes estar años para conseguirla. Este paraíso demuestra que ha sido creado de los centros animales más bajos.

          En el paraíso musulmán, acontece cosas parecidas. Es algo así: todas las razas y religiones que vienen del judaísmo, de alguna forma son homosexuales. En los países árabes, la homosexualidad es tan predominante que también es proporcionada en el paraíso. No solamente bellas mujeres, sino también bellos adolescentes están disponibles a los fieles. Eso parece feo; sólo la idea es chocante. Pero cualquiera que sea el deseo de esos tres chakras, ellos serán proyectados.

          Kabir dice:

          “Agujera las orejas y usa una larga barba

          y los cabellos enmarañados; parece una cabra . . .

          Eso es muy simbólico. Él dice: “toda tu idea de religión está tan obcecada con los centros más bajos que todavía no eres un hombre. Eres un animal, como un chivo”.

          “Parte para el desierto, matando todos sus deseos,

          y se vuelve un eunuco”.

          Y Kabir dice: “Represión no es celibato. Reprimir y destruir tus deseos no es el camino para el celibato, pues si reprimes tus deseos quedarás apegado a ellos. Cualquier cosa reprimida, tendrás que hacerla todo el tiempo, sin parar, si no lo haces sentirás miedo de que pueda explotar de repente”.

          La represión nunca trae libertad, sino que te hace esclavo. Cualquier cosa reprimida se vuelve tu señor. Por eso, los llamados célibes de templos, conventos y monasterios, están continuamente obsesionados por el sexo. Su obsesión es el sexo, su mente es completamente sexual. Entonces estarás loco, volcado realmente contra tu cuerpo y comenzarás a destruírlo, consiguiendo con eso volverte un eunuco.

          Eso ya ha pasado. En Rusia había una secta cristiana, con gran número de adeptos. Ellos cortaban sus órganos sexuales. Eran tan estúpidos que creían que, por mutilarse sexualmente, iban a ir más allá del sexo. Con eso, lo único que conseguían era ser incapaces para hacer el acto sexual; pero, ser incapaces no significa ir más allá. Incapacidad no es trascendencia.

          Kabir dice: “Sé natural. Deja que esa energía sexual sea bien comprendida, profundamente entendida, deja que sea transformada, canalizada hacia partes más elevadas de tu ser. Deja que ella se mueva desde un tercer a un cuarto centro, del cuarto al quinto, y verás que la energía sexual no es tu enemiga, sino una gran reserva de energía, un regalo de Dios muy valioso; sin ella no hay posibilidad de crecimiento espiritual”.

          ¿Has oído hablar de una persona impotente que se haya iluminado? Yo nunca he encontrado alguna. Los impotentes no tienen energía y sin ella no hay posibilidad de movimiento ni crecimiento. Tienes que subir con ondas de energía.

          Kabir tiene un gran amor por la vida y por todo lo que es vida. Él dice: “Úsalo todo. Usa la vida para propósitos más elevados, procura mejores finalidades, más armonía, pero nunca niegues nada, no digas no a nada. Todo lo que Dios te da tiene un propósito detrás: descúbrelo. No tengas prisa en negar ni cortar nada”.

          “Raspa la cabeza y tiñe sus ropas:

          lee el Ghita y se vuelve un gran charlatán.”

          Kabir dice: “Estás yendo hacia las puertas de la muerte,

          atado de pies y manos”.

          Y Kabir dice: “Las personas leen las Escrituras (el Ghita, el Corán, la Biblia) y se vuelven eficientes, lógicos, argumentativos y locuaces, pero no saben nada.” Conocimiento es una cosa: sabiduría es otra. Saber significa encontrarse cara a cara con la realidad, tener un encuentro con Dios. Conocimiento significa coleccionar informaciones. Puedes coleccionar, usar tu mente como un ordenador. ¿Sabes que una computadora puede contener todas las bibliotecas del mundo? Puedes reunir toda esa información, pero aún así serás ignorante. Detrás de toda esa preciosa información seguirás siendo ignorante, porque no tendrás experiencia, no habrás conocido por ti mismo, y de esa forma todo conocimiento es inútil.

          Kabir dice: “Estás yendo para las puertas de la muerte,

          atado de pies y manos”.

          Sigue hablando sobre el Corán, la Biblia, pero estoy viendo que vas en dirección a las puertas de la muerte, porque no has entrado en contacto con las fuentes de la vida.

          “Escucho la melodía de su flauta y no me puedo contener:

          Kabir dice: “No me puedo contener. Oí su melodía, su flauta. No viene del Ghita, ni del Corán, ni de la Biblia; viene directamente de sus labios”.

          “Escucho la melodía de su flauta, y no me puedo contener:

           La flor se abre a pesar de no ser primavera;

           y la abeja ha recibido su invitación”.

          Como he dicho, cuando alcanzas el quinto estado, la mente sub-superconsciente, o lo que en la alegoría cristiana es el Viernes Santo . . . Jesús es crucificado en el quinto día de la semana. Eso es alegórico. Jesús es crucificado cuando estás en el quinto estadio, la mente sub-superconsciente. El ego muere solamente en este estadio, nunca antes.

          En el cuarto estadio eres muy inconsciente y no puedes dominar tu ego; él es muy sutil. En el quinto, tu consciencia está más aguzada y puedes ver profundamente el fenómeno del ego.Y toda la belleza de eso es que, una vez que eres dueño y señor de tu ego, él muere por sí mismo. En verdad, en el momento en que puedes verlo totalmente, él deja de existir.Es como una sombra que existía a causa de tu inconsciencia. Y cuando muere, o por decirlo de otra manera, cuando es crucificado, entonces puedes escuchar la melodía.

          Debajo del quinto estado, oyes la multitud de tu mente. Eres casi un loco y escuchas tus propias locuras, rumiando pensamientos sin parar. Aquello que llamas pensar no deja de ser un remover las mismas cosas incesantemente. Un día, experimenta escribir en un papel aquello que viene a tu mente. No mejores nada, ni llenes los espacios vacíos. Quedarás sorprendido de saber cómo la mente salta de una cosa a otra, sin sentido alguno; es una montaña de basura. Y no tendrás valor de mostrar el papel a nadie, pues te dirían que sólo un loco puede escribir aquello. Experiméntalo. Ese loco está dentro de ti.

          Hasta el cuarto estado eres un loco y, a causa de esa locura y del constante ruido dentro de tu mente, no puedes escuchar la flauta. Dios está siempre tocando su melodía. Kabir dice: “Ahora es imposible resistir. No me puedo contener . . . Él me está llamando. Escuché su sonido, su flauta toca en mis oídos”.

          Eso sucede en el quinto centro. La melodía viene y te envuelve como una fragancia, te purifica, te da un nuevo ímpetu, nuevo entusiasmo. La palabra “entusiasmo” es hermosa: su raíz significa “Dios dentro”. Ella viene de teo, que significa “Dios”. Enthus significa “inspirado por los dioses”. Este es el significado. Solamente en el quinto centro la persona queda llena de entusiasmo; Dios entró, la melodía suena. Lo imposible se hace presente; en el quinto estado te vuelves religioso por primera vez. Está claro que esa religión no es cristiana, ni hindú, ni musulmana. Es simplemente religión.

          Kabir dice: “Ahora ya no hay manera de quedar donde estoy. Algo me está llevando hacia dentro, más allá de mí mismo. Ahora no puedo resistir más. La peregrinación comenzó y la odisea tiene un inicio”,

          “La flor se abre, a pesar de no ser primavera . . .”

          Kabir dice: “Eso es un milagro. La primavera no ha llegado y la flor se está abriendo”. En verdad, en el mundo más allá del quinto estado, es siempre primavera. Debajo del quinto nunca lo es. Es siempre una noche oscura del alma, siempre un desierto. Kabir dice:

          “La flor se abre, a pesar de no ser primavera;

          El milagro está sucediendo . . .

          y la abeja ha recibido su invitación”.

          En el quinto recibes la invitación, que viene del séptimo. Viene de lejos, pues todavía hay una barrera muy fina. Puedes ver a través de ella, porque es muy transparente. En verdad, no hay barrera; es fina como un cristal. A no ser que estés muy cerca, no podrás verla. Poco a poco, percibes que la melodía viene desde muy lejos, que todavía no has llegado a casa . . . la abeja ha recibido la invitación.

          Ahora Dios te solicita, te provoca y desafía. Ahora, por primera vez, Dios es una realidad. Hasta ahora, era un símbolo, una palabra sin sentido, usada y abusada por sacerdotes y políticos, una palabra que te ha parecido era tuya a causa de ese uso. Por primera vez, Dios no es una palabra teológica; es una realidad clara. Puedes sentir el impacto y la emoción. Dios comienza a latir en tu corazón.

          Kabir dice: “Ahora no puedo quedarme aquí, tengo que marchar. Estoy siendo empujado y no puedo hacer nada”.  Deja que te cuente una cosa: habrás oído hablar del principio de gravedad. Hasta el quinto estado eres empujado hacia abajo; ese es el principio de gravedad. Después del quinto, eres impulsado hacia arriba. Ese es el principio de gracia. La ciencia solamente conoce uno; la religión conoce ambos.

          Ese es el principio de la gracia: caer hacia arriba.

          “ . . . y la abeja recibió su invitación.

          Los truenos suenan en el cielo y los rayos relampaguean . . .”

          Después del quinto ese milagro es natural. Has visto el cielo y los rayos de fuera, pero no sabes nada del cielo interior, que es mucho más vasto y mayor que el externo.

          “Los truenos suenan en el cielo y los rayos relampaguean,

          las ondas se levantan en el corazón  . . .

          Me transmuto en un océano; ondas y más ondas se levantan en mi corazón y estoy, a cada momento, alcanzando alturas cada vez más altas.

          “La lluvia cae, y mi corazón ansía por mi Señor.”

          Cuando estás en el quinto centro, algo comienza a caer sobre ti, como una fina lluvia, que viene del séptimo. Durante millones de años has estado sediento, hambriento, casi a punto de morir . . . y, de repente, un néctar comienza a caer sobre ti.

          “La lluvia cae y mi corazón ansía por mi Señor.

          Donde el ritmo del mundo sube y baja,

          hasta allí llegó mi corazón  . . .”

          Entonces, un sentimiento de excitación surge en ti. Hasta el quinto, tienes que hacer tu propio camino. A partir de ahí, Dios se encarga de ti. Hasta el quinto, lo buscabas; ahora, Él te toma de la mano. Hasta el quinto podías perderte; a partir de ahora, nunca más te perderás.

          El sexto viene espontáneamente. En breve tiempo profundizas cada vez más en la Eternidad, en el Infinito, te vuelves luminoso, conoces la bendición, la beatitud. Ahora no hay más trabajo; comienzas a cantar, gozar. Los días han terminado; no hay más realización. Dios ha tomado posesión de tu corazón. Puedes confiar y dejar todo en Sus manos. No es que tu camino haya terminado, pero el viajero ha desaparecido. No existe la persona que viaja, pero el viaje sigue . . . Hay una belleza, porque no hay esfuerzo.

          “Allá, las banderas ocultas ondean en el aire”.

          Puedes ver las banderas ocultas movidas por el viento; la meta, antes distante, no está lejos.

          Desde el quinto centro vas al sexto, que es la mente superconsciente. Del sexto, das un salto repentino al séptimo. Es repentino y no gradual. Hasta el quinto, era necesario un esfuerzo. Del sexto al séptimo no hay progresión gradual, sino un salto instantáneo, inmediato; ni un segundo es necesario.

          Kabir dice: “Mi corazón está muriendo, aunque él viva”.

          En cierta forma estás muriendo. Lo viejo marcha y lo nuevo nace. De una manera, ya no estás más; de otra, estás por primera vez. Esa es la crucifixión y la resurrección. En el quinto día Jesús es crucificado, se relaja y, en esa relajación va más allá del sexto. En el séptimo resucita. Jesús muere y Cristo resucita.

          Kabir dice:”Mi corazón está muriendo, aunque él viva”.

          En verdad, él vive por primera vez; vive completamente, totalmente. Sólo cuando tú mueres, Dios puede vivir en ti. Solamente cuando tu espacio interior está absolutamente vacío, Él viene y te habita, te llena, te transborda. Esas canciones de Kabir son el transbordamiento de aquella melodía que él escuchaba. Esos poemas son la lluvia que él recibía en su interior. Esas canciones no son comunes, no son de un poeta, sino de un místico; aquél que sabe, por haberlas vivido; aquél que saboreó a Dios, que comió y bebió a Dios hasta sentirse lleno por el Espíritu.

F I N 

 

 

 

 

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