ALCORAC

Salvador Navarro Zamorano

 

Dirigida a las Escuelas de:

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Circular nº 1  , año VII

Llubí, 1º Enero de 2.001.

Universalismo de Platón e Individualismo de Aristóteles.-

                    En estos dos llamados “Príncipes de la filosofía griega” culminan dos ideologías eternas de la humanidad pensante: la mentalidad deductiva-sintética-intuitiva de Platón y la concepción inductiva-analítica-intelectual de Aristóteles. Atenas  y Stagira, simbolizan dos centros de cristalización sobre la concepción del universo, tan antiguos como el propio género humano, que en estos dos grandes pensadores encontraron dos vehículos adecuados, dos focos de catalización filosófica, hasta el punto de marcar las dos principales corrientes ideológicas de la humanidad hasta nuestros días. Es natural que, en el presente estado evolutivo de nuestra raza, más intelectual que intuitiva, Aristóteles sea aún considerado como el príncipe supremo de la filosofía occidental; tiempo vendrá en que Platón sea proclamado como genio máximo del mundo filosófico.

La principal diferencia entre Platón y Aristóteles está en el modo como ellos conciben la realidad, que para el primero es esencialmente universal, y para el segundo, fundamentalmente individual.  Platón, colocado en el centro único y absoluto, busca alcanzar las periferias múltiples y relativas, mientras que Aristóteles peregrinando por diferentes latitudes y longitudes de la superficie del mundo fenoménico, extiende su mirada hacia el centro. Para el ateniense, el centro es real, la única realidad digna de este nombre, mientras que las cosas exteriores son tan vagas y lejanas, tan diluidas y tenues que, propiamente, ni merecen el nombre de realidad. Para el estagirita, con los pies firmemente colocados en las realidades concretas del mundo físico, la metafísica del centro se le figura tan incierta y difuminada que, si alguna realidad objetiva posee, no se puede equiparar a la sólida y palpable objetividad del mundo de los sentidos y del intelecto.

          Verdad es que, al principio, Aristóteles es más platónico que aristotélico; más tarde, en el período de su madurez filosófica, se separa más y más del modo de pensar de su gran maestro y elabora su filosofía propia.

          Pitágoras, Platón, Filo, Plotino, Orígenes y otros alejandrinos, son locutores e intérpretes de una humanidad futura, mientras que Protágoras, Demócrito, Aristóteles, Epicuro, etc., hablan en nombre de una humanidad actual. Aquéllos son idealistas y visionarios, mientras que estos son empíricos y prácticos.

          Para Platón y los platónicos, lo universal  (que no son la suma total de los individuos)  tiene existencia real en sí mismo; o mejor, es la única realidad genuina y auténtica.

          Para Aristóteles y su escuela, lo universal es irreal, mientras que lo individual es la realidad. Para él, lo universal no deja de ser una abstracción mental, una especie de “hipótesis de trabajo”. La verdad es que no todas las individualidades son materiales; hay, para el estagirita, dos grandes corrientes de realidades individuales: una de índole material, y otra de carácter inmaterial o espiritual. Dios es la gran realidad individual espiritual, mientras que el mundo es, a su entender, la gran realidad individual material. Ambos son eternos, paralelamente existentes desde siempre; esto no es un efecto creado por una causa; ambos, Dios y el mundo, son dos causas autónomas, independientes, coordenadas, como dos vías de un ferrocarril, para servirnos de un símil actual; sobre este binario material-espiritual, mundo-dios, circula el vehículo de la evolución cósmica.

          Los escolásticos tomistas, proclamaron  a Aristóteles como su patrón filosófico, y dieron un crédito importante a San Agustín, cuando declararon que el mundo, lejos de ser co-eterno y auto-existente con Dios, era creado de la nada. No dieron al mundo el honor de ser individualidad eterna y autónoma, como en el sistema peripatético; no osaron considerarlo como emanado de Dios, como en las filosofías orientales; lo degradaron al más ínfimo nivel de posibilidades, reduciéndolo a hijo legítimo de la nada, del absoluto vacío, fecundado por el libre “hágase” creador del Omnipotente.

          Consiguieron así bordear el peligroso escollo del dualismo zoroastriano-gnóstico, salvando del naufragio el modelo bíblico, pero eso no valdrá para llegar a las playas lejanas del puro monismo de los grandes genios religiosos y místicos de todos los tiempos y países. Tal vez hiciesen bien, esos escolásticos romanos y teólogos protestantes, en admitir la ideología aristótelica-tomística, en vez de la concepción platónico-origenista, porque la humanidad no estaba, ni está, madura para tan fuerte visión cósmica de la realidad.

          Es lógico que de esas dos concepciones opuestas, nacidas de una premisa básica, nacieran dos conclusiones también opuestas y se ramificasen por el vasto terreno de la ética, la sociología y política del género humano. De la unificación platónica debía derivar necesariamente una concepción de vida humana diferente del pluralismo aristotélico. Un sistema de líneas paralelas aplicado a la ética y a la política da origen a la sociedad humana y al Estado, así como a una norma reguladora totalmente diversa de un sistema de líneas convergentes que irradien de un único centro o foco inicial.

          Lo que en su primer origen es uno, tiende a ser uno también en su fin, pero lo que en su fuente inicial es múltiple, tiende a serlo también a su término final.

          Unidad metafísica genera unidad ética.

          Dualismo metafísico produce dualidad ética.

          Todas las revoluciones en el plano horizontal – ético, político, etc. – remontan la línea vertical y fueron concebidas en el silencio y la oscuridad de algún cerebro. Por menor que sea, en un principio, el ángulo de desvío de las dos paralelas, ese ángulo aumenta en proporción directa de la separación de las dos vías del punto inicial, hasta que la diferencia  sea de decenas o centenas de kilómetros.

          Para Aristóteles, el Ser es idéntico al existir. Lo que no existe no es. Lo que tiene individualidad en el plano múltiple de las existencias no tiene realidad en el plano de la esencia.

          Para Platón, el Ser universal no implica necesariamente el existir individual; este es una consecuencia, casi fortuita y accidental de aquel. Haya o no haya fenómenos individualmente existentes, el Ser siempre es real en su esencia absoluta. Digamos que hay una perfecta identidad entre Ser y existir en un primer caso; mientras que en el segundo, el Ser es infinitamente mayor que el existir, y que todas las existencias.

          Para Aristóteles, la suma total de las existencias forma el Ser, para Platón, el Ser no es el resultado o suma total de existencias, sino la causa de todas ellas.

          Para concretizar ese concepto, sirva la siguiente ilustración: Si destruimos todos los seres vivos, habríamos aniquilado la Vida Universal del mundo (Aristóteles); si destruimos todos los seres vivos, la Vida Universal continuaría inalterable (Platón), y volvería a manifestarse, más pronto o más tarde, en nuevas formas vitales. De hecho, hubo un tiempo en que no existían seres vivos individuales sobre la faz de la tierra, ni en ningún otro planeta. Hoy, hay gran número de individuos vivos, desde el pequeño unicelular hasta los más complejos organismos multicelulares. ¿De dónde vienen esos individuos vivos? De la Vida Universal Cósmica, que es eterna, autónoma, sin principio ni fin. La Vida no es la suma total de individuos vivos, sino la causa primaria de todos ellos. Existan o no, individuos vivos, la Vida siempre es.

          En el lenguaje común, no hacemos distinción entre ser y existir. Si nuestro lenguaje fuese etimológico y filosóficamente exacto, deberíamos reservar el verbo Ser sólo para Dios, y usar el verbo Existir exclusivamente para las criaturas o fenómenos del mundo. Dios no existe, Dios es. Existir, quiere decir estar fuera, o ser producido, así como una onda sale del océano. Para Aristóteles, no hay propiamente un Ser, sino muchas existencias o individuos. Según Platón, el único Ser absoluto es autónomo y se revela en las muchas existencias.

          Filosóficamente hablando, toda esta debatida cuestión sobre el origen de la vida, generación espontánea, etc., que hace años ha agitado a medios científicos de Europa y América, no tiene ninguna razón de ser, por cuanto la Vida no tuvo origen, como no tendrá fin. Origen lo tienen los seres vivos. Es evidente que esos individuos vivos no deben su existencia a la no-vida, y sí a la Vida; directamente, son efectos de otros individuos vivos pre-existentes; indirectamente, son efectos de la Vida Universal. Se comprende así por qué todos los libros sagrados de la humanidad se complacen en llamar a Dios de “Vida”. Vida Eterna, Realidad Absoluta, Luz del Mundo, Consciencia Cósmica, Espíritu Omnipresente: todo esto es, fundamentalmente, lo mismo.

          A los 50 años de edad, después de largos viajes, volvió Aristóteles a Atenas, donde fundó el famoso Liceo de la filosofía, llamado así a causa del lugar, Apollo Lykaios  (en latín Liceo), así como la Academia Platónica debe su nombre al parque Hekademos, un barrio de Atenas, donde el gran pensador impartió lecciones durante muchos años.

          El estagirita exponía sus ideas mientras deambulaba lentamente con un grupo de discípulos por la pista de un campo atlético, razón por la que el pueblo los apellidó de “peripatéticos”, que quiere decir “ambulantes”. Hasta hoy, la filosofía aristotélica es llamada frecuentemente, escuela peripatética.

          Más tarde, acusado de simpatizar con la política de Alejandro Magno, de quien fuera preceptor, y recordando la suerte trágica de Sócrates, Aristóteles encontró más prudente retirarse de la capital, evitar la efervescencia política y pasar el resto de sus días en la isla Eubea, donde falleció el año 322 antes de Cristo, a la edad de 63 años.

          El carácter de Aristóteles bien poco tenía de amable y atrayente. Era hombre de escasa afabilidad, siembre absorto en sus pensamientos científicos; poseía un notable jardín botánico y zoológico, como también un museo de ciencia natural. Aristóteles era, por encima de todo, un hábil sistematizador de los conocimientos humanos, pero no propiamente un creador de ideas nuevas, como Pitágoras o Platón. En un sistema lógico de conocimiento y en el enciclopedismo de su erudición, el estagirita merece, ciertamente, el nombre de “príncipe de los filósofos”, que sus admiradores de la Edad Media le concedieron con liberalidad, aunque ese título parezca antes competir a Platón, por la fuerza creadora de su genio y la visión cósmica de su espíritu.

          Como veremos más tarde, no era posible, en el occidente cristiano, establecer una jerarquía eclesiástica poderosa sobre el universalismo platónico, pero sí sobre el individualismo aristotélico. Si cada hombre es una manifestación individual de la Realidad Universal (Dios), y, como tal, puede retrasar su camino rumbo a su origen, es lógico que el hombre pueda encontrar a Dios por sí mismo, dentro de su íntima esencia divina, concepción esa que no favorecía en modo alguno el prestigio de una autoridad eclesiástica ávida de poder. La ideología aristotélica, por el contrario, deja las puertas abiertas para el desarrollo de una jerarquía poderosa, como las necesidades de la época parecían exigir.

          Toda religión oficial es, consciente o inconscientemente, aristotélica; todo misticismo es esencialmente platónico.

          Tomás de Aquino y Francisco de Asís son, en el siglo XIII, los dos representantes típicos de esas dos concepciones de Dios y del hombre.

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El antiguo concepto mítico occidental sobre la naturaleza y destino del alma humana viene literalmente expuesto en las obras inmortales de Homero y otros escritores contemporáneos. Según esa ideología, el cuerpo humano es el verdadero hombre, la sustancia real del ser humano al tiempo que el alma es una especie de sombra que acompaña el cuerpo y sobrevive de algún modo a la vida del mismo, pasando a un mundo de existencia crepuscular, donde continúa viviendo indefinidamente, en un estado de vaga inconsciencia o semi-consciencia muy inferior a la vida consciente aquí en la Tierra.

El infierno (sheol ) de los israelitas, en los tiempos de decadencia religiosa, es prácticamente idéntico al hades del pueblo helénico y al infernus (lugar inferior) de los romanos, esto es, una región sombría donde los fantasmas humanos vegetan en una vida sonámbula y triste. Se comprende así, porque la literatura antigua de esos pueblos esté llena de oraciones y súplicas para que la divinidad preserve o libere al humano viajero de esa deplorable existencia después de la muerte. Sólo más tarde el sheol, hades, infernus, vino a ser nítidamente discriminado de una vida de alma desencarnada menos vaga, culminando por fin, en la idea de olympos (cielo), como opuesto a aquel. Era proverbial entre los griegos que la vida más humilde aquí en la tierra era preferible a la existencia del alma del famoso héroe Aquiles, en el más allá.

En tiempos de Pitágoras, Sócrates, Platón, etc., influenciados probablemente, a través de Alejandría, por conceptos orientales, sobre todo de la India, se operó en la literatura heleno-romana una profunda modificación, por no decir, inversión de ideas sobre la condición del alma liberada del cuerpo, filosofía esa que supone como premisa una nueva concepción de la propia naturaleza del alma humana. La vida física aquí en la tierra comenzó a ser considerada como un período meramente preliminar, y el cuerpo como algo secundario del compuesto humano. El nacimiento del hombre pasó a ser equiparado a una especie de muerte, mientras que la muerte era celebrada como el nacimiento a un mundo superior.

La doctrina de la reencarnación se generalizó rápidamente, porque parecía permitir una indefinida evolución del alma, en este o en otro plano de la existencia. De ahí en adelante, el cuerpo era un instrumento de perfeccionamiento del alma a través de sucesivas existencias, cuando no era considerado por ciertos extremistas como una cárcel en la que el alma se hallaba presa y del cual convenía liberarse cuanto antes.

Aristóteles, durante su período platónico, aceptó con entusiasmo esa doctrina, cuyos vestigios aparecen en su tratado sobre la naturaleza del alma llamado Eudemos.

Más tarde, la mente del estagirita quedó inmersa en el estudio de las ciencias físicas, apartándose gradualmente de esa concepción del hombre, que le parecía demasiado metafísica y fantástica, y volvió a simpatizar con la ideología tradicional, concretizada en la Iliada  de Homero y en toda la mitología de la época. Siendo que, la mente de Aristóteles es visceralmente inductiva-analítica-intelectual, era inevitable que en su filosofía prevaleciese esa orientación que continúa siendo la de algunos científicos y filósofos de hoy.

Desde entonces, señala la realidad del cuerpo o de algo inseparable dependiente de él, como el verdadero Yo humano, aunque no se atreva degradar el alma a una simple sombra vaga y sin finalidad. Vemos a través de todas las obras posteriores de Aristóteles una constante tentativa, culminando a veces en verdadera acrobacia mental, para conciliar el cuerpo y el alma en un todo homogéneo, sin entrar en conflicto con sus propios postulados. Finalmente, Aristóteles acaba por declarar que, tanto materia como espíritu, cuerpo y alma, son eternas y auto-existentes. La materia no proviene del espíritu, ni éste nace de aquella. Ambos coexisten desde toda la eternidad, como dos divinidades paralelas.

Debido a esta co-ordenación de cuerpo y alma (o mejor, de cuerpo, mente y alma) como entidades eternas, coexistentes, sólo puede Aristóteles componer la apología del equilibrio entre esos diversos componentes del ser humano, incapaz de aceptar la idea platónica de la sub y super ordenación de cuerpo, mente y alma.

     La concepción coordenada, horizontalista, de Aristóteles, tiene algo de democrático; mientras que la ideología sub y super ordenada, triangular de Platón, recuerda una especie de aristocracia: el trono del alma sustentado por los dos siervos, mente y cuerpo.

La co-ordenación aristotélica es intelectual; la sub – super ordenación platónica es racional o espiritual.

Ese dualismo aristotélico cristalizado en el eterno paralelismo de materia y espíritu, aparece y reaparece indefinidamente en todas las épocas del drama cultural de la humanidad pensante; no sólo en Agustín cristiano, en los gnósticos y maniqueos heréticos de los primeros siglos, sino también en Descartes, Kant e innumerables representantes de la filosofía contemporánea.

Aristóteles admite que algo en el hombre sobrevive a la muerte corporal, pero su metafísica nunca llegó a un concepto claro sobre ese punto. En vez de esto, prefiere insistir en las consecuencias éticas que esa existencia post-mortem implica para la vida humana en la existencia actual. Es claro, dice él, que el estado futuro del hombre depende, de uno u otro modo, de la calidad de la vida presente; de manera que es razonable y prudente practicar durante la vida terrestre, las virtudes que perfeccionan nuestro ser.

Este filósofo defiende más o menos el punto de vista de millares de hombres honestos que se guían por este principio escéptico: “En la existencia del presente, procuro vivir del mejor modo posible para que, en el más allá tenga esperanzas de una suerte feliz”.

Blas Pascal, en sus “Pensamientos”, sugiere a los escépticos y agnósticos de su tiempo, una apuesta, que nos recuerda esa mentalidad dubitativa de Aristóteles, aunque el asceta de Port-Royal no perfilase, para su propia vida, esta ideología. Dice Pascal que, en cualquier hipótesis, el escéptico y el agnóstico hacen bien en vivir como si hubiese vida futura, aunque no estén definitivamente convencidos de este hecho. ¿Por qué?  Por la razón siguiente:  1)  Si creo en el mundo espiritual, a) y él no existe, pierdo sólo las ventajas materiales de la vida terrestre, y nada más: quiero decir, que sufro una pérdida temporal; b) si ese mundo espiritual existe, tengo un beneficio eterno, a costa de una pérdida temporal. 2) Si no creo en el mundo espiritual, a) y ese mundo no existe, gozo las ventajas temporales de la vida presente, y nada más; b) si existe, sufro una pérdida eterna a cambio de un beneficio temporal. Luego, concluye el filósofo matemático, es mejor admitir la realidad de un mundo espiritual porque, en esta hipótesis, tengo esperanzas de tener un beneficio eterno por una pérdida temporal, mientras que, de lo contrario, me expondría al riesgo de sufrir una pérdida eterna por un beneficio temporal.

Esa célebre apuesta de Pascal se refiere a los que no están definitivamente convencidos de la realidad del mundo invisible, hombres que ni afirman ni niegan categóricamente la existencia de Dios y la vida eterna, manteniendo las puertas abiertas, tanto para el sí como para el no.

Ahora, lo que Aristóteles nos dice del mundo inmaterial es lógicamente ese “equilibrio neutro” de nuestra mente; él es demasiado medroso para afirmar y demasiado cauteloso para negar algo preciso sobre ese gran problema. No se atreve a confesarse discípulo integral de la metafísica de Platón, ni de la física de Protágoras, prefiriendo equilibrarse hábilmente en la cuerda floja de un bi-lateralismo dualista que, aunque posible en teoría es imposible en la vida práctica. Puede, sí, haber escépticos y agnósticos en el plano de las teorías abstractas, pero en el campo de la vida concreta de cada día, sólo existen afirmadores o negadores, partidarios del sí o adeptos del no.

Poncio Pilatos juzgó profesar neutralidad escéptica cuando lavó sus manos ante el pueblo, declarándose inocente de la sangre de aquel “hombre justo”, condenándolo en aquel mismo instante a la muerte como culpable. La neutralidad, aunque posible en teoría ( y no es raro, que confiera a su autor una especie de aureola de superioridad intelectual) equivale, en la práctica, a una negación. Quien no es del partido del sí o del no, por más que intente equilibrarse entre la afirmación y la negación, no lo consigue. Posiblemente, el equilibrio filosófico de Aristóteles haya perjudicado más la causa de la verdad que la propia negación categórica del mundo espiritual, por los sofistas, hedonistas y epicúreos. Las grandes fuerzas constructoras brotan de un categórico sí, como las potencias destructoras son hijas de un violento no, pero un dudoso tal vez no posee la dinámica suficiente para realizar algo grande.

Se puede decir que con la acrobacia del equilibrio de Aristóteles entró la filosofía helénica en su primer período de decadencia. (1)

Aristóteles es, en la historia de la filosofía occidental, el rey de las acrobacias.

Todos los movimientos meramente éticos, tienen en el estagirita un gran patrono y abogado, mientras que los metafísicos y místicos luchan, conscientes o inconscientemente, bajo la bandera de Platón.

El mejor libro que Aristóteles nos dejó, es probablemente su Ética Nicomáquica, dedicado a su hijo, donde el autor expone la idea de que la más profunda y sólida felicidad humana radica en la sabiduría tomada como norma de vida. Cuanto más el hombre se aparta de la vida puramente material y egoísta y se aproxima a la vida espiritual y altruista, tanto más feliz se siente. A veces, tiene el lector de la Ética la impresión de esparcirse por las regiones etéreas de Platón, hasta que, de improviso, el autor lo arranca de esos devaneos espiritualistas, diciéndole en términos claros que un cierto coeficiente de bien y bienestar material es necesario para una vida feliz. No es raro, que parezca establecerse como precursor del caballero o gentleman de nuestros días, recomendando a sus discípulos el cultivo de las buenas maneras y de cierta elegancia social, como indispensables para la felicidad. Otras veces, insiste en el carácter propiamente moral de la perfección, más que de las convenciones sociales.

Para Aristóteles, todas las cosas  constan de materia y forma, quiero decir, de un elemento determinable, amorfo, pasivo, receptivo y de un elemento determinante, formado, activo. La materia es potencialidad, la forma es actualidad. Esta hace algo, en aquel algo que es hecho.

Cuanto más forma y menos materia posee un ser, más perfecto es, y viceversa. Lógicamente, un ser constituido de forma pura sin materia es el más perfecto de los seres, así como el ser que sólo poseyese materia sin ningún grado de forma, sería un ser de ínfima perfección, o mejor, un no-ser, una pura nada. El ser de forma pura es infinitamente perfecto; el ser de pura materia sería infinitamente imperfecto, esto es, inexistente. La forma pura es Dios; la materia pura es la nada.

Todos los seres reales no infinitamente perfectos son, pues, una mezcla de materia y forma.

Entretanto, Dios no debe ser concebido como creador de la materia que, a despecho de su carácter meramente potencial o negativo, existe desde toda la eternidad. Dios es sólo el primer movimiento de la materia; pues, siendo la materia inerte por naturaleza, sólo puede ser movida por un movimiento no idéntico a lo movido. Lo moviente, para ser movido, necesita del movimiento, lo cual debe ser auto-movimiento, impelido a actuar desde dentro y no de fuera.

El hombre, como todos los seres finitos, está compuesto de materia y forma. En el hombre superior, ésta prevalece sobre aquella; en el hombre inferior, la materia supera la forma.

Lo que Aristótele llama forma puede ser considerado como idéntico a lo universal (absoluto), mientras que la materia corresponde a lo individual. Por consiguiente, Dios es lo Universal, el Todo, lo Absoluto, lo Positivo; la Nada es lo contrario de todo esto.

Por donde se debería concluir lógicamente que la Forma Pura de Aristóteles, esto es, su Dios, fuese estrictamente universal; mientras tanto, nuestro filósofo no saca esa conclusión, porque si así fuese, él declararía a Dios como irreal, una vez que según él, lo universal no posee realidad alguna en el orden objetivo, sino apenas en el orden subjetivo de nuestra mente.

Dios existe antes encima que dentro del mundo, punto de vista ese que Tomás de Aquino y los escolásticos medievales admiten en general. De donde se sigue que Dios es algo, no sólo distinto, sino también separado del mundo. Y, como ese mundo no podía ser hecho de alguna sustancia pre-yacente, ni de la propia sustancia de Dios, sólo restaba declarar, como San Agustín lo hace, que el mundo fue creado de la nada.

El mundo fue creado por Dios, dicen los escolásticos, pero no de Dios.

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Después de la muerte de Aristóteles, su escuela se dividió en varios sectores, abogando unos un extremo individualismo, y otros suavizar las aristas del prisma filosófico del maestro.

En el subconsciente de Grecia, continuaba la secreta esperanza y el sagrado entusiasmo por la grandiosa concepción mística-racional de Sócrates y Platón, reflejos occidentales de las grandes filosofías de Oriente. El pluralismo aristotélico parecía no satisfacer en definitiva las ansias unificadoras de los espíritus humanos.

En el último siglo antes de Cristo convergen estas tendencias platónicas, hacia el tradicional punto de intersección de Oriente y Occidente, Alejandría, la gran metrópolis egipcia, entre Asia, África y Europa, el mundo conocido de la época.

Alejandría estaba destinada a ser la cuna de la más esforzada aventura de la sintetización filosófica-religiosa de que hay memoria en el drama milenario del pensamiento humano. Resurgieron con nuevos ropajes las grandes ideas creadoras de Platón, con los vestidos de oro de un racionalismo místico o de un misticismo racional que, por espacio de varios siglos estuvo a punto de paralizar la marcha del cristianismo eclesiástico a través del Imperio Romano.

Neo-platonismo es el nombre más conocido dado a ese movimiento.

Sus mayores protagonistas durante tres siglos, fueron el judío Philo, el gentil Plotino y el cristiano Orígenes, todos ellos de Alejandría.

Filo emprendió la magna tarea de armonizar a Moisés y los profetas de Israel con Platón y los filósofos de Grecia.

Plotino hizo de la filosofía académica la más valiente mística racional elaborada por un cerebro humano, la mejor vivida por un alma de hombre.

Orígenes, a su vez, procura demostrar que Platón es el mayor precursor del cristianismo y alcanzó el alma y quintaesencia del Evangelio de Jesús, mientras que los teólogos de la Iglesia se limitaban, en general, a hacer destacar el cuerpo exterior y el sistema religioso de Jesús.

Pero, vamos a decirlo desde ahora, era demasiado pronto. La humanidad como tal, no estaba madura para tan avanzadas ideas, que requerían largos siglos de incubación para ser, finalmente, asimiladas por una élite más evolucionada.

 


          (1) Ver mi libro “Heráclito. Enseñanzas de un maestro ignorado”.

                                                            D  I  E  Z

          Ya se ha observado que diez es uno de los números perfectos, y significa la perfección del orden divino, comenzando como comienza una nueva serie de números. La primera década es representante de todo el sistema numérico, y origina el sistema de cálculo llamado “decimales”, por cuanto todo el sistema de numeración consiste de tantos dieces, de los que el primero es el tipo del todo.

          El orden redondeado, que marca todo el circuito de cualquier cosa, es, por tanto, la significación siempre presente del número diez. Implica que nada falta; que el número y el orden son perfectos; que todo el ciclo está completo.

NOÉ.-  Completó la era antediluviana en la décima generación desde Dios.

LOS DIEZ MANDAMIENTOS.- Contienen todo lo necesario, y no más que lo necesario, tanto en cuanto a su número como a su orden mientras que

LA ORACIÓN DEL SEÑOR, queda completa con diez cláusulas.

LOS DIEZMOS representan la totalidad de lo que debía el hombre a Dios, como marcando y reconociendo la demanda de Dios sobre el Todo.

EL DINERO DE LA REDENCIÓN era diez  gueras, y así se reconocía lo que Dios reclamaba como lo que el hombre tenía la responsabilidad de dar. Ahora bien, diez gueras era medio siclo. Cada varón de más de veinte años de edad que fuera censado tenía que pagar esta suma y cumplir la demanda de Dios.

Pero el primogénito debía pagar diez veces este tanto. Exodo 30: 12-16. Números 3: 12-13-40-51.

LAS DIEZ PLAGAS, eran representativas de ciclo completo de los juicios de Dios sobre Egipto.

LA FE DE ABRAHAM fue probada en un ciclo completo de diez  pruebas.

          1 – Su partida de Harán.

          2 – Su huida del hambre a Egipto.

          3 – En el arrebatamiento de Sara.

          4 – En su guerra para rescatar a Lot.

          5 – En tomar a Agar.

          6 – En su circuncisión.

          7 -  En el segundo arrebatamiento de Sara en Gerar.

          8 – En la expulsión de Ismael.

          9 – En la expulsión de Agar.

10     - En el ofrecimiento de Isaac.

LAS DIEZ REBELIONES de Israel en el Desierto, marcan la serie completa de las perversiones de Israel.

LAS BASAS DE PLATA que formaban el fundamento del Tabernáculo medía 10 x 10. Estaban hechas de plata, y la plata era significativa de la redención.

LAS DIEZ VÍRGENES representaban la totalidad de la nación de Israel.

LA DÉCIMA GENERACIÓN completaba y representaba toda la existencia de la familia o nación. En Deuteronomio 23:3 leemos: “no serán admitidos amonitas ni moabitas en la congregación de Jehová, ni aun en la décima generación”.

LAS PARÁBOLAS DEL REINO son diez en el Evangelio de Mateo. Siete de ellas en el capítulo 13, y tres en los capítulos 22 y 25.

LOS DIEZ YO SOY DE JESÚS EN EL EVANGELIO DE JUAN:

          Yo soy el pan de la vida.

          Yo soy el pan que descendió del cielo.

          Yo soy el pan vivo que descendió del cielo.

          Yo soy la luz del mundo.

          Yo soy el que da testimonio de mí mismo.

          Yo soy la puerta.

          Yo soy el buen pastor.

          Yo soy la resurrección y la vida.

          Yo soy el camino, la verdad y la vida.

          Yo soy la vida verdadera.

 

 

 

Circular nº1/2  , año VII

Llubí, 1º Enero de 2.001

          De nuevo regreso a los poemas de Kabir. Hay una rara fascinación en estos versos místicos, y consiguen que, por tercera vez, insista en sus comentarios. Me he decidido a escribirlos como separata de las Circulares, y durante este año procuraré escribir sobre el tema todo lo que mi tiempo me permita. Espero que con ello, el amigo lector salga ganando algo y considere a este poeta como un místico digno de atención y comprensión. Gracias.

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Rara vez la religión ha sido saludable; solamente cuando un Buda o un Jesús camina sobre la Tierra . . . o un Kabir. De lo contrario, la religión ha existido y existe como una patología, una neurosis. Aquel que ha realizado la religión a través de su propio ser tiene una comprensión completamente diferente de ella. El entendimiento del que imitó a los Maestros no es de manera alguna, un conocimiento. Nadie es auténtico cuando está imitando a otro personaje.

La verdad es original y, para llegar a ella, hemos de ser originales. La verdad no se alcanza siguiendo a alguien, sino a través de la comprensión de su vida. La verdad no está en ninguna creencia, ni en argumentos; está en el más profundo centro de tu ser, escondida como amor. Ella no es lógica, ni es un silogismo, sino una explosión de amor.

Siempre que la verdad se abre en ti, alcanzas una visión de la vida, de Dios, de la religión, totalmente diferente. Tus ojos adquieren una cualidad distinta, una transparencia y claridad desconocida. Cuando tu mente está nublada con pensamientos prestados por otros, sea lo que fuere que llames religión, es sólo un sueño.

La diferencia básica hace enfermiza a una persona imitadora. Un cristiano es un enfermo, pero un Cristo es saludable. Cuando Jesús dice alguna cosa, conoce lo que está diciendo. No está repitiendo lo que alguien dijo, porque no es un papagayo. Él es su propia realización, y esto hace toda la diferencia.

Cuando alguien se hace cristiano, repite a Cristo. Poco a poco se va pareciendo cada vez más a una sombra. Va perdiendo su ser . . . se pierde a sí mismo. Va muriendo espiritualmente y la religión se preocupa por el renacimiento. Todo lo viejo tiene que morir para que pueda nacer lo nuevo.

Pero, siguiendo una creencia, un dogma, una iglesia, tú nunca permites que lo viejo muera, ni que lo nuevo nazca. Nunca asumes ningún riesgo. Cuando Cristo asume tu propio ser, corres un gran riesgo, y comienzas a marchar en dirección a lo desconocido.

¿Por qué lo desconocido? Porque si buscas lo conocido, nunca encontrarás a Dios, porque tú no Lo conoces. Buscando lo conocido, andarás en círculo, por líneas paralelas que nunca se encuentran. Serás un mecanismo. Busca lo desconocido, porque a través de ello, te moverás fuera del círculo, de los caminos trillados, de lo repetitivo.

Deja atrás lo conocido, no te apegues y espera lo que no conoces. Si así lo haces, lo desconocido llegará de una manera lógica. Está esperando en la puerta, pero tú estás tan lleno de cosas sabidas que no tienes espacio para que lo nuevo entre. El anfitrión está demasiado ocupado con lo conocido, y no tiene un momento de libertad para mirar lo que no conoce.

¿Cómo buscar lo desconocido? Puedo entender la pregunta. Porque sea cual sea la cosa que busques, será conocida. Tu mente no puede buscar lo que no sabe, porque ella es una barrera, es repetitiva.

Este es todo el propósito de la meditación: el arte de dejar la mente atrás, el Camino, al menos por algunos momentos, para que puedas contemplar lo desconocido sin saber hacia donde vas. Estos son los momentos más hermosos, cuando no sabes hacia donde vas, ni quién eres, ni sabes de direcciones ni objetivos; cuando el conocimiento no existe. Entonces sólo hay amor. Conocer no es amar. Las personas con mucho conocimiento tienen problemas para poder amar. El amor te hace sabio, pero nunca te llena de conocimientos. Serás astuto, perspicaz, pero nunca amoroso.

Lo conocido es el ego y lo desconocido es Dios. Y dice Jesús: “Dios es amor”. El amor viene por lo desconocido, forma parte de él.

Cuando alguien se hace cristiano, se vuelve cobarde. Cuando te conviertes en religioso eres una persona llena de coraje, porque inicias una aventura, estás buscando lo desconocido, te estás moviendo en direcciones no señaladas en ningún mapa, a dimensiones inconmensurables. Existe el peligro de que puedas perderte, que no seas capaz de regresar, de que pierdas el control; de que te vuelvas loco. Este es el precio a pagar por la religión real.

Las personas tienen miedo, entonces se apegan a sustitutos falsos, baratos, disponibles. No tienes que hacer nada. Naces en una familia cristiana, y eres cristiano. No tienes oportunidad de escoger, no te mueves un centímetro. No buscas.

Entonces, la religión es un rótulo, y estos letreros se vuelven patológicos. ¿Por qué? Porque la realidad interior es una y el rótulo exterior es otra cosa. Observa a hombres de diferentes religiones y descubrirás que la diferencia está en el rótulo. Y estos crean problemas.

La Biblia dice: “Ama a tu enemigo” y tú ni siquiera amas a tus amigos. Muchas veces ni a ti mismo. Y Jesús dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Tú no conoces los caminos del amor.

¿Qué hacer? Fingir, ser un hipócrita, tomar una falsa entidad. Esta es la patología: te volverás dividido. Profunda e interiormente serás alguna cosa, pero en la superficie simulas que eres algo distinto. En el interior podrán haber lágrimas, pero la cara sonríe. Esta es la locura, la personalidad partida. Esta es la raíz de todas las neurosis.

Por esta razón digo al principio que la religión es patológica cuando se imita, crea un mundo neurótico. Realizada por alguien, la religión da una perfecta salud, bienestar, alegría, bendición.

Estos dos tipos diferentes de religión tienen que ser bien comprendidos. Si tu religión es prestada, creará problemas en tu vida, porque serás contra ella. En todo momento, sentirás que está contra tu vida: la negará, te hará masoquista, comenzarás a torturarte . . . siempre estarás en conflicto con tu religión. ¿Qué hacer? Te sentirás culpable. Cualquier cosa que hagas, te descubrirá que cualquier religión te estaría condenando.

Estas condenaciones no permiten que tengas una vida completa. Y si no vives tu vida al máximo, nunca conocerás a Dios, porque Él sólo puede ser conectado al más alto nivel. Cuando tú seas un fuego de energía viva, entonces tendrás un vislumbre de qué es Dios.

Las grandes experiencias hacen al hombre saludable. Siempre que alcanzas una altura máxima en cualquier orden de la vida, siempre que seas absorbido por algo grandioso, la puerta se abre. Tocas los pies de Dios en la cumbre de tu experiencia, cuando estás en un crescendo.

Es lo que dice el Tantra: “Haciendo el amor, cuando tu orgasmo es total, cuando todo tu ser está inmerso en él, todas las fibras de tu ser vibrando, cada célula del cuerpo se siente viva, y tú te transformas en un mar; cuando estás completamente perdido y no sabes dónde estás, todos los límites se funden en ese momento del orgasmo, y tienes la primera chispa de Dios”. Pero en cualquier situación, si puedes llegar a lo más alto, consigues tener la primera visión de Dios.

Pero las llamadas religiones no te permiten crecer. Ellas te paralizan, te hacen pequeño. Te permiten un mínimo de vida.

Esto es lo que significa la renuncia: vivir en lo mínimo. Solamente las necesidades básicas son toleradas. Las religiones no te enseñan cómo ir más allá; sólo te enseñan como estar más estrecho. Te transforman en un túnel. La religión real te transmuta en un cielo, completamente abierto.

Una religión real tiene que ser afirmativa. Jesús es tremendamente afirmativo en su amor con la vida; los cristianos no lo son, se han vuelto negadores de la existencia y la envenenan.

Si la religión llega como parte de tu experiencia, siempre encontrarás esta distinción. Siempre darás un sí a la vida, un sí total. A través de esta afirmación, Dios entra en ti.

Si tu religión es prestada, imitadora, negará la vida. Tendrás miedo de pecar, te sentirás siempre culpable, confuso sobre lo que debes de hacer. La religión prestada nunca va más allá de la moralidad, del bien y del mal. Si entiendes esto, podrás entender los versos de Kabir. Él no es mahometano, ni budista, ni hindú, ni cristiano. Él es un hombre auténtico y sus poemas son puros. No se preocupa con nada, sino que dice lo que siente sin ningún compromiso.

Antes de comenzar con sus versos, diré un par de cosas más. La primera: a través de los siglos, la religión ha existido como una renuncia de la vida, así se formaron los monjes, los eremitas, los ascetas, los faquires, como si estar vivo fuese un pecado, un castigo. Ese ha sido el pensamiento de las personas llamadas religiosas. Hemos llegado a esta vida con un pecado original o por culpas de vidas pasadas. Hemos venido a sufrir el castigo que nos corresponde. Todos los hombres desde el principio son pecadores. Nacimos en el pecado.

Kabir dice: “Yo no estoy con la renuncia. Si Dios crea el mundo, este es maravilloso. Si venimos de Dios, esto es bello, es una recompensa”. Esto es muy revolucionario (que el mundo no es un castigo, sino un regalo; que Dios no nos ha arrojado a una celda oscura y triste. Dios nos ama tanto que creó este mundo para nosotros, para jugar, para celebrarlo cada día de nuestra vida.

La tercera cosa es: No hagas de la religión un ritual. Las ceremonias es una manera de evitar la religión. Esta debe ser espontánea. Lo haces porque amas hacerlo, no porque sea una obligación, y hacerlo espontáneamente, cuando tu corazón siente que lo quiere. No hay necesidad de ir a un templo diariamente. No hay necesidad de rezar todos los días de la misma manera, repetidas veces, porque si así lo haces, no lo harás conscientemente. Se volverá mecánica. Kabir no está a favor de la renuncia; todo él es una celebración. La segunda cosa: dice Kabir “La vida existe en comunidad. Vida es comunión; entonces no hay que escapar de este mundo ni intentar hacer una vida solitaria. Porque la riqueza está en la comunidad; somos enriquecido por ella. Cuanto más nos relacionamos con las personas, más ricos somos. Una persona solitaria, viviendo en la cueva de una montaña, es muy pobre, porque los ríos de las relaciones no fluyen a través de él. Él es un desierto.

Cada vez que alguien te mira, un río fluye hacia dentro. Cada vez que alguien te da la mano, una energía se mueve dentro de ti. Cada vez que contactas con alguien, ganas alguna cosa. Cuando desistes de toda relación, casi parece que te suicidas. Estás vivo en un uno por ciento. Estás vivo porque respiras. Este es un tipo de muerte; estás viviendo bajo mínimos, miserablemente, viviendo con una profunda queja de que no quieres vivir y has sido forzado a ello. No quieres el mundo de ninguna manera: el arco iris, los árboles, las flores, las estrellas, las personas . . . No quieres relacionarte con nada.

Cuando no quieres tener ninguna relación con nada ni nadie, tu contacto con Dios disminuye terriblemente. Cuando te relacionas con un hombre, un árbol o un animal, entras en contacto con Dios de diferentes formas.

Kabir dice: “Estar en comunidad es la única manera de estar realmente vivo. El relacionamiento es la vida”.

La tercera cosa es: No hagas de la religión un ritual. Las ceremonias es una manera de evitar la religión. Esta debe ser espontánea. Lo haces porque amas hacerlo, no porque sea una obligación, y hacerlo espontáneamente, cuando tu corazón siente que lo quiere. No hay necesidad de ir a un templo diariamente. No hay necesidad de rezar todos los días de la misma manera, repetidas veces, porque si así lo haces, no lo harás conscientemente. Se volverá mecánica.

Kabir dice: Sé espontáneo. Si estás sentado silenciosamente y una oración surge, pronúnciala, no hay necesidad de rezar formalmente. Di cualquier cosa que sientas.

Jesús introdujo una percepción nueva en la oración. Acostumbraba llamar a Dios “Abba”, palabra que se tradujo como “Padre”. Esto está equivocado. “Abba” sólo puede ser traducido como “papá”. Y fue Jesús quien nos la enseñó: antes de él, ningún judío había orado de esta manera. Dios era el Padre. Llamar a Dios papá, debió haber parecido ser un sacrilegio; pero era más espontáneo, más íntimo, más personal.

Llamar a Dios “Padre”, es algo que no llega a ser íntimo, como falto de amor, indica lejanía. El amor no está fluyendo. “Papá” tiene una cualidad totalmente distinta. La oración de Jesús es  muy espontánea, no hay ritual en ella. A veces, de repente, decía a sus discípulos “Me retiro para orar”. A veces estaba hablando, enseñando en medio de la multitud y, de repente, decía a sus discípulos: “Ahora quiero apartarme. Me gustaría entrar en oración con mi papá”.

No es un ritual, es un sentimiento. No se hace a través de la cabeza. Cuando el corazón siente, entonces deja que transborde. A veces puedes ser silencioso. El silencio es una oración como cualquier otra cosa, una oración mayor que las palabras. A veces llega alguna palabra, pero no hay que forzar nada, no es una actuación. Di aquello que venga, sin intentar mejorar nada. Esto es lo que Kabir llama espontaneidad. Él dice: “Si eres espontáneo, poco a poco llegará la meditación. Poco a poco llegarás a aquellos espacios interiores donde todo desaparece. En este vacío, Dios desciende y tú eres tomado”.

Este es el éxtasis espontáneo. Y él dice que toda tu existencia debe ser infundida con esta oración. La religión no debe ser una parte, sino toda tu vida. No que por la mañana hagas tus oraciones y termines con tu religión; o que los domingos vayas a la iglesia y los seis días restantes te liberas de tu religiosidad.

La religión, para que signifique algo, tiene que tener una continuidad en ti. Comiendo, caminando, hablando, escuchando, debes ser siempre religioso. Deja que la oración se esparza en todas tus actividades. Hasta durmiendo, debes ser religioso.

Entonces, el éxtasis natural nace. Y Kabir ama el éxtasis natural. Dice: “Hay dos tipos de éxtasis. Uno, el practicado, forzado, con posturas y respiraciones. Hay un entrenamiento, una disciplina, para eso”. Y Kabir dice: “ Todo lo que se recibe por entrenamiento es falso. Es una actuación”.

El éxtasis espontáneo es el mejor. No hay que practicarlo porque lo envenenarías. No debes hacer ningún esfuerzo, sino permanecer relajado y, poco a poco, desaparecer en él.

Veamos los versos:

En verdad me es querido aquél que puede devolver

al vagabundo a su hogar. En el hogar existe la

verdadera unión, en el hogar existe el disfrute de

la vida: ¿por qué debería yo abandonar mi hogar

y vagar por el bosque? Si Brahma me ayuda a realizar

la Verdad, ciertamente encontraré tanto la esclavitud

como la liberación en el hogar.

En verdad me es querido aquél que puede sumergirse

profundamente en Brahma, cuya mente se pierde

con facilidad en Su contemplación.

En verdad me es querido aquél que conoce a Brahma,

y que a través de la meditación puede morar en

Su Verdad Suprema; y el que puede tocar la melodía

del Infinito uniendo el amor y la renuncia en la vida.

Dice Kabir: “El hogar es el lugar donde debemos residir;

en el hogar se encuentra la realidad; el hogar ayuda a

alcanzar a Aquél que es real. Así que, permanece

donde estás,, y todo te llegará a su tiempo”.

* *  *

¡Oh Sadhu! La unión simple es la mejor.

Desde el día que encontré a mi Señor,

el juego de nuestro amor no ha tenido fin.

No cierro los ojos, no cierro los oídos,

no mortifico mi cuerpo.

Veo con los ojos abiertos y sonrío, y

ccontemplo Su belleza en todas partes.

Pronuncio Su Nombre, y todo lo que veo,

me recuerda a Él; todo lo que hago,

se convierte en adoración a Él.

La salida y la puesta de Sol son una

misma cosa para mí; todas las contradicciones

se han resuelto.

Donde quiera que voy, me muevo a Su alrededor,

todo lo que hago es en Su servicio.

Cuando me acuesto, me tumbo postrado a Sus pies.

Él es el único ser adorable para mí; no tengo

ningún otro.

Mi lengua ha abandonado las palabras impuras.

Sentado o de pie, no puedo olvidarle, pues el

ritmo de Su música suena en mis oídos.

Dice Kabir: “Mi corazón ha enloquecido, y en mi

alma se revela lo que está escondido.

Me encuentro inmerso en esa gran dicha única

que trasciende todo placer y dolor”.

          Él es un increíble amante del hogar. Dice que no salgas de tu hogar, porque te harás un vagabundo, que no seas una persona que renuncia. Permanece con tu familia. No cambies la situación actual, acéptala. Sea lo que sea que Dios te haya dado, es bueno; acéptalo y no lo rechaces. Si lo haces, rechazas al propio Dios. El padre, la madre, los hermanos, la esposa o esposo, los hijos, sea lo que fuere te haya sucedido naturalmente, permite que sea así. No intentes crear una situación artificial, porque así nunca encontrarás lo natural. Nadie nace con la renuncia en las manos, nadie nace como monje. Todo el mundo nace en una familia, en una comunidad; todos nacemos de una madre y un padre; todos nacemos en medio del amor. El monje es una invención humana, la familia es divina.

          En verdad me es querido aquél que puede devolver

          al vagabundo a su hogar.

Y Kabir dice: “Sea quien fuere que ayude al vagabundo a volver a su hogar, es querido para mí”.

En el hogar existe la verdadera unión,

en el hogar existe el disfrute de la vida:

¿Por qué debería yo abandonar mi hogar

y vagar por el bosque? Si Brahma me ayuda a realizar

la Verdad, ciertamente encontraré tanto la esclavitud

como la liberación en el hogar.

Sí, el hogar es una limitación, y una liberación también. Depende de ti. Si estás contra el hogar, te parecerá una limitación; si no estás contra él, puede ser tu libertad. Básicamente es tu actitud que determina eso. Hasta las cadenas pueden ser una liberación; depende de ti. Y puedes crear cadenas con tu libertad también.

En verdad me es querido aquél que puede sumergirse

profundamente en Brahma, cuya mente se pierde

con facilidad en su contemplación.

“ . . . con facilidad en Su contemplación”.  Quien fácilmente, sin esfuerzo tenso, se disuelve en Dios.

En verdad me es querido aquél que conoce a Brahma,

Y que a través de la meditación puede morar en

Su Verdad Suprema; y el que puede tocar la melodía

Del Infinito uniendo el amor y la renuncia en la vida.

Esta es la más alta armonía: unificación del amor y la renuncia. El antiguo concepto de un místico era el de dejar a la mujer, la familia, los hijos, ir a la montaña o al bosque y convertirse en un eremita. No eran totales, sino parciales. Renunciaron pero no escaparon. No encontraron la armonía en los opuestos.

En verdad me es querido aquél que conoce a Brahma,

y que a través de la meditación puede morar en

Su Verdad Suprema; y el que puede tocar la melodía

del Infinito uniendo el amor y la renuncia en la vida.

Dice Kabir: “El hogar es el lugar donde debemos residir;

Tú naces en un hogar; no hay posibilidad de nacer sin una familia, ella es tu elemento natural. Recuerda la diferencia entre un hogar y una casa: una casa es un lugar donde puedes vivir sin amor; un hogar es una casa donde vives con amor. Cuando una casa está llena de amor se transforma en un hogar. No todas las casas son hogares. Pero todos los hogares son casas. Una casa es una estructura, no hay alma en ella. Cuando en ella florece el amor, hay intimidad, amistad, armonía, la casa se torna un hogar, se vuelve luminosa.

Y puedes ver la diferencia: cuando entras en una casa, puedes sentir inmediatamente si es una casa o un hogar. Si fuese un hogar, te sentirás con calor, bienvenido. Sentirás una vibración diferente, un ambiente distinto. Si es una casa, sentirás una estructura fría, cemento y hormigón, pero sin alma. Puede ser una bella arquitectura, pero sin vibración, de personas que viven en ella sin amor. Una frialdad que no invita a nada.

Puedes no ver la diferencia en la superficie, pero una casa es una cosa viva. Si hay amor, hay vida; la diferencia es la misma. Puedes ver un cuerpo en ella, pero ¿cómo decidir si es un muerto o está vivo? Puedes tocarlo y sentir el calor, la respiración, los latidos del corazón; entonces dirás que no está muerto. Exactamente, de la misma manera, un hogar tiene un latido, un sonido, una pulsación. Una casa está muerta, es un cadáver.

Ahora, en el mundo hay muchas casas, pero los hogares están desapareciendo.

Kabir dice: “El hogar es el lugar donde debemos residir;

en el hogar se encuentra la realidad;

Naces en un hogar, tienes en él tus raíces y puedes morir en él; no hay necesidad de ir a lugar alguno. Dios hizo el destino de esta manera. Así como el árbol está enraizado en la tierra, tú lo estás a tu hogar, al amor, a la comunidad.

El hogar ayuda a alcanzar a Aquél que es real. Así que, permanece

donde estás, y todo te llegará a su tiempo.

No tengas prisa. No ansíes mucho. No desees que las cosas ocurran al instante. Espera. No hay necesidad de ir al bosque o a la montaña; no precisas ir a un convento. Ni tomar hábitos de monje. Donde quiera que estés, sea en el amor o en profunda relación con la gente, espera. Cuando el tiempo esté maduro, Él llegará.

La espera es una de las cualidades más religiosas. Más importante que el esfuerzo, porque éste es una sombra del ego. Cuando te esfuerzas, dices: “Yo lo alcanzaré; poseeré hasta el mismo Dios. No puedo permitir que la realidad se me escape. Dios estará en mis manos. El mundo sabrá que he llegado”.

El esfuerzo es egoísta; la espera no tiene ego, es pasiva. Esta es la razón por la que los grandes místicos dijeron que, para conocer a Dios, hay que ser femenino. Lo masculino es agresivo; es esfuerzo, ataque, voluntad; lo femenino es pasivo, receptivo. Lo femenino es como un útero; cuando Dios viene, la mente que espera pasiva, se transmuta en un útero, se torna grávida de Dios.

¡Oh! Sadhu la unión simple es la mejor.

El éxtasis espontáneo es el mejor. No fabriquemos estructuras complicadas. Tantas disciplinas, posturas, ejercicios de respiración . . . Kabir es totalmente simple; seamos naturales. ¿Y lo que él predica?

Desde el día que encontré a mi Señor,

el juego de nuestro amor no ha tenido fin.

Dios está jugando continuamente contigo. Tú no puedes verlo; Él está constantemente haciéndote regalos. Está derramando su Ser en el tuyo. Puedes olvidarlo completamente, pero Su juego sigue. La única cosa necesaria es recordarlo. Recordarte a ti mismo.

Nada es necesario. Nosotros estamos en el juego. Dios es el compañero en este juego eterno del amor.

Recuerda . . .

No cierro los ojos . . .

Kabir dice: “Yo no cierro mis ojos . . .” no hace ni este pequeño esfuerzo.

No cierro los ojos, no cierro los oídos,

no mortifico mi cuerpo.

Veo con los ojos abiertos y sonrío . . .

Porque ves en todas partes: Dios se esconde graciosamente. Escucha. Kabir dice: “No cierro mis ojos”, ni este pequeño esfuerzo hace.

Veo con los ojos abiertos y sonrío, y

contemplo Su belleza en todas partes.

Pronuncio Su nombre, y todo lo que veo,

me recuerda a Él; todo lo que hago,

se convierte en adoración a Él.

La salida y la puesta de sol son una

misma cosa para mí; todas las contradicciones

se han resuelto.

La religión de Kabir es estética, artística. Es un gran poeta, aunque no educado. Pero, ¿la poesía qué tiene que ver con la educación? Un gran poeta; su poesía es sublime, no es de este mundo. Él dice que tienes que buscar la belleza, que está en todas partes; la naturaleza está plena de belleza. Y la belleza no es más que Dios escondido. Toda la belleza es de Él y es Él. Cuando ves una cara hermosa en un ser humano, sea hombre o mujer, es la cara de Dios. Cuando miras unos ojos profundos y maravillosos, estás entrando en el templo de Dios. Cuando ves una flor que se abre, es una invitación que Dios te hace para ver su belleza.

Cada flor es una invitación, una cita con Dios. Cada trino de los pájaros y cada nube flotando en el cielo, es algo como un mensaje en código. Tienes que descodificarlo, mirar profundamente, ser silencioso y escuchar el mensaje.

Kabir dice: “Veo con los ojos abiertos y sonrío, y

contemplo Su belleza en todas partes.

No hay necesidad de cerrar los ojos. Cerrados o abiertos, tú Lo ves, porque Él está dentro y fuera.

Pronuncio Su Nombre, y todo lo que veo,

me recuerda a Él; todo lo que hago,

se convierte en adoración a Él.

La salida y la puesta de sol son una

misma cosa para mí; todas las contradicciones

se han resuelto.

Todas las contradicciones se resuelven cuando alcanzas a Dios, nunca antes, porque la mente las crea. Cuando llegas a Dios, la mente no existe y con ella las contradicciones. El día y la noche son uno. Y también la vida y la muerte. Entonces, si existes o desapareces, no establece diferencia alguna. Respirar y espirar no son dos cosas, sino un proceso.

Donde quiera que voy, me muevo a Su alrededor,

todo lo que hago es en Su servicio.

Cuando me acuesto, me tumbo postrado a Sus pies.

Él es el único ser adorable para mí; no tengo

ningún otro.

Mi lengua ha abandonado las palabras impuras,

sólo canta Su Gloria día y noche.

Sentado o de pie, no puedo olvidarlo, pues el

ritmo de Su música suena en mis oídos.

Dice Kabir: “Mi corazón ha enloquecido, y en mi

alma se revela lo que está escondido.

Me encuentro inmerso en esa gran dicha única

que trasciende todo placer y dolor”.

Las contradicciones son nuestras creaciones, recuerda esto, porque no podemos ver lo total, sino parcialmente. Por eso las contradicciones. Aunque estés mirando una pequeña piedra en tus manos, no puedes ver el todo de una vez. Ves una parte y la otra está oculta. Cuando ves la otra parte, la primera se esconde. Cuando me miras, mi espalda te está oculta. Cuando estás tras de mí, mi cara está oculta. Nunca vemos con totalidad, porque la mente no es capaz de ver el todo. La mente es parcial.

Cuando la mente desaparece, surge la meditación. Entonces ves el todo tal como él es, sus aspectos juntos. Entonces verano e invierno no están separados, ni la primavera del otoño. Ves que nacimiento y muerte son dos aspectos del mismo proceso. Felicidad e infelicidad no son opuestas, sino que van juntas, como el valle y la montaña.

Cuando ves esta simultaneidad en la vida, el escoger se detiene. ¿Has observado esto? Siempre que escoges la felicidad, eres víctima del infortunio; siempre que quieres el éxito, el fracaso ocurre; siempre que tienes esperanzas, la frustración está esperando por ti. Siempre que te apegas a la vida, la muerte viene a destruirte.

¿No has visto esto suceder todos los días? No hay nada opuesto, sino que todo está junto. Cuando alguien ve las cosas sin establecer diferencias, ¿qué puede haber para escoger? La persona ya no elige.

Esto es lo que Krishnamurti enseña: “Hemos de estar en un estado de consciencia sin elegir”, pero esto no puede suceder a menos que hayas visto la simultaneidad de las cosas. Una vez comprendido que todas las cosas están juntas, entonces escoger es imposible. Sea lo que sea que escojas, viene junto con su opuesto. Entonces, ¿cuál es el motivo? Escoges el amor, y el odio aparece; escoges la amistad, y el enemigo aparece; escoges cualquier cosa, e inmediatamente lo opuesto viene como una sombra. Hemos de terminar con las elecciones. Las personas han de permanecer sin escoger. Y cuando lo hacemos, trascendemos todas las contradicciones

Trascender las contradicciones es ir más allá de la mente y, cuando esto acontece, conoceremos lo que es el amor. Sea lo que sea hayamos conocido antes como amor, no tiene nada que ver con él. La palabra “amor” ha sido muy mal usada. “Dios” es otra, igual que “paz”. Pero “amor” está en lo más alto de la lista. Todos hablan del amor y nadie sabe lo que es. Las personas lo cantan, escriben poesías sobre él, pero no saben lo que es.

Mi observación es esta: siempre que alguien escribe un poema sobre el amor, sé que lo ha perdido. No sabe lo que el amor es. Caso contrario, ¿por qué le importaría escribir un poema sobre el amor? Si amas, estarás amando en vez de escribir sobre ello.

Los poetas no saben nada sobre el amor. Los místicos sí que lo conocen. El amor no tiene nada que ver con las cosas que se asocian a él. Hay quien ama un helado. Otros aman un automóvil lujoso. Alguien ama a su perro o a su gato. Otros aman a su mujer o a su marido . . . Y las personas siguen usando la palabra “amor” para cualquier cosa.

El amor no conoce ningún objeto, el amor no tiene la dirección de alguien. El amor es solamente de Dios. Cuando amas a tu mujer, si realmente  la amas, verás que la mujer desaparece y Dios está ahí. Si amas una flor, de repente verás que ella desaparece y Dios está en ella, abriéndose cada mañana. El amor es Dios. El amor nunca es de la parte, sino del todo. El amor es un sinónimo de oración.

Pero nosotros no conocemos el amor. Desde muy pronto, en la infancia, somos desviados. La madre dice al niño: “Ámame, soy tu madre”, como si por ser la madre, el amor se pudiera forzar. Y el amor al padre funciona como una lógica. “Tienes que amarme, porque soy tu padre”.  Y el niño no sabe qué hacer. ¿Cómo amar sólo por la declaración de que alguien es tu padre? Y el niño se encuentra mal cuando no siente amor. Entonces finge. Sin saber lo que es, sonríe y dice: “Yo te amo”. Y los padres son felices. Las personas son felices con palabras vacías de contenido.

Más pronto o más tarde la criatura será eficiente para fingir amor durante toda su vida. Le dirá a su esposa o a su marido: “Te amo”, y serán palabras sin contenido. No habrá nada tras de ellas, serán palabras vacías. Pero ayudan, porque las personas viven con palabras. No conocen la realidad, sino las palabras.

Una vez se finge el amor, nunca lo conoceremos, porque el amor no es una cosa que se hace. No es un hacer de nuestra parte. Amor es una cosa mayor que nosotros, más grande. No se puede manipular. Recuerda esto y permanece abierto. No finjas. Cuando llegue, siéntete agradecido; cuando se vaya, espéralo nuevamente. Pero no simules.

Si no finges, un día verás como llega el amor, la flor se abre. Y siempre que el amor despierta en tu corazón, la fragancia llega hasta los pies de Dios. Puede tomar cualquier camino: puede venir a través de tus hijos, de tu esposa, de tu amigo o amiga, a través de un árbol o de una piedra. A través de cualquier cosa, pero siempre llega a Dios.

El amor es algo que nos pertenece a todos. Espera por él. Y el amor es la llave secreta para abrir todas las cerraduras, todos los bloqueos. Y un bloqueo no es más que una cerradura en tu ser. El amor es la llave secreta; la llave maestra . . .

PARADOJAS.-

La paradoja de nuestro tiempo en la historia, es que tenemos edificios más altos, y autopistas más largas, pero:

Puntos de vista más estrechos; gastamos más, pero tenemos menos.

Compramos más, pero disfrutamos menos.

Tenemos casas mayores y familias menores; mas conveniencias pero menos tiempo; más títulos académicos, pero menos sentidos; más conocimientos y menos poder de juzgar; más eficiencia, pero más problemas; más medicinas, pero menos salud.

Bebemos demasiado, fumamos demás; gastamos de forma irresponsable, reímos menos, conducimos velozmente, nos irritamos con facilidad, estamos despiertos hasta muy tarde, despertamos cansados, raramente tenemos tiempo para leer un libro, estamos demasiado tiempo ante la televisión y pocas veces rezamos.

Multiplicamos nuestras propiedades, pero reducimos nuestros valores. Hablamos demasiado, amamos raramente y odiamos con frecuencia. Aprendemos como ganar en la vida, pero no sabemos vivirla. Añadimos años a nuestra vida, pero no vida a nuestros años. Hemos ido a la Luna y regresado, pero tenemos dificultad en atravesar las calles y encontrar a nuestro nuevo vecino.

Conquistamos el espacio exterior, pero nunca entramos en el espacio interior. Hemos hecho cosas grandes, pero no cosas mejores. Limpiamos el aire, pero polucionamos el alma. Dividimos el átomo, pero no nuestros prejuicios. Escribimos más, pero aprendemos menos. Planeamos más, pero realizamos menos.

Aprendemos a correr contra el tiempo, pero no a esperar con paciencia. Tenemos mayores rendimientos, pero menor código moral. Tenemos más comidas, pero menos paz. Construimos más ordenadores para almacenar más información, para producir más copias que nunca, pero tenemos menos comunicación. Hemos avanzado en cantidad, pero no en calidad.

Estos son tiempos de comidas rápidas y digestiones lentas; de hombres más altos, pero de carácter bajo; beneficios exorbitantes, pero relaciones escasas. Estos son tiempos en que deseamos la paz del mundo, pero sigue la guerra dentro de los hogares; tenemos más tiempo de ocio, pero menos diversión; más variedad de tipos de comidas, pero menos nutrición. Son días de fuertes ingresos, pero de más divorcios; de casas más cómodas, pero de hogares rotos.

Son días de viajes rápidos, ropas desechables como la moralidad, citas de una sola noche, cuerpos obesos y píldoras que hacen de todo: alegrar, relajar y matar.

Es un tiempo en que hay mucho en el escaparate y poco en el almacén; un tiempo en que la tecnología puede hacerte llegar estos pensamientos y vosotros escoger entre criticarlos, o simplemente olvidarlos.

 

 

 

 

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El camino del Mago (Ensayo )
Crónicas (Ensayo )
Hombres y Dioses Egipto (Ensayo)
Hombres y Dioses Mediterráneo (Ensayo)
El libro del Maestro (Ensayo)
Los Buscadores de la Verdad (Ensayo)
Nueva Narrativa Vol. 2 (Narraciones)
Lecciones de cosas (Ensayo)
   

 

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