ALCORAC

SALVADOR NAVARRO  

 

 

                                              

Dirigida a las Escuelas de:

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                                                                                    Circular nº 8  , año VII

                                                                                    Llubí, 1º Agosto de 2.001.

          Para poder dirimir esa cuestión, deberíamos, ante todo, definitir nítidamente donde comienza la vida, y cuales son los seres vivos. Entretanto, cualquier línea divisoria que se haya trazado entre esos dos campos es simplemente arbitraria, una vez que nada existe realmente muerto. Un ser absolutamente sin vida sería un no-ser, una pura irrealidad, una nada radical; vida y realidad son términos idénticos. Donde hay realidad allí hay vida, aunque tal vez, en grado ínfimo y practicamente inverificable por los medios que el hombre dispone. De esto sabían los sabios antiguos. Se trataría, por tanto, de una distinción entre seres más vivos y otros menos vivos, es decir, la vida en diversos grados o de variada intensidad. Ahora, los más acérrimos adversarios de la matanza de animales vivos matan plantas, sea en estado de vida actual o en estado de vida potencial, como las semillas. Una vez que, como la ciencia ha demostrado, el hombre en virtud de su constitución orgánica (como la dentadura y vías digestivas), es predominante frugívoro y moderadamente hervíboro (y no carnívoro), es indispensable que, para poder vivir, mate la vida potencial pero real, de las semillas o frutas de que se nutre. La ciencia no consigue trazar una línea divisoria exacta entre el mundo vegetal y el mundo animal, cuyas zonas limítrofes se pierden de modo indefinible, como ocurre entre estas dos y el mundo mineral.

          Del resto, ningún hombre dispuesto a observar las reglas elementales de higiene, puede dejar de matar diariamente millares de seres vivos, usando jabones o cualquier clase de desinfectante o antiséptico, así como esterilizando material en agua hirviendo. Por el simple hecho de pasar por una calle, y especialmente por los campos, se matan seres vivos sin percibirnos de ello. Al hombre que quiera ser integralmente lógico en la teoría del “no matar”, sólo le resta morirse.

          Tal vez sea esta una de las grandezas de Jesús, no haber sido extremista sobre este particular: ni a la derecha ni a la izquierda. No observó, ni estableció para sus discípulos, regla alguna sobre el uso o abstención de alimentos procedentes de seres vivos. Sabemos que él mismo comió del cordero pascual con sus amigos, y que dio orden a sus discípulos para lanzar la red de pescar, capturando de una vez 153 peces grandes; sabemos que, el domingo de resurrección, comió peces que le fueron ofrecidos y que, más tarde, en la playa convidó a sus discípulos a reponer fuerzas con una comida de peces asados sobre un brasero. Evidentemente, el hombre más espiritual que conocemos, no vio incompatiblidad en esas cosas. Además, la verdadera grandeza no está en recusar, y mucho menos en abusar, sino en el usar.

          b) El hombre espiritual no roba ni hurta, porque esos actos nacen, no de la necesidad de la vida, sino del egoísmo y la codicia. La naturaleza produce lo suficiente para todos los hombres que quieran trabajarla debidamente. La virtud no consiste en la indigencia, y mucho menos en la opulencia, sino en la simplicidad de la vida; el hombre espiritual está satisfecho con aquello que la naturaleza le ofrece a cambio de su trabajo, como medio para mantener su vida física y, por medio de ella, ascender a las mayores alturas espirituales.

          c) El hombre espiritual se abstiene de excesos sexuales. Ni el alma ni el espíritu tienen sexo. Pero, como el hombre es esencialmente un espíritu y no un cuerpo, es lógico que use las facultades sexuales de un modo tal que no revierta en detrimento de su alma. La abstención sexual total es aconsejable, pero el dominio sobre el instinto sexual es necesario. El hombre realmente espiritual puede hasta utilizar las relaciones sexuales como medio de progreso espiritual lo que, todavía, supone un avanzado estadio de evolución humana.

          d) El hombre espiritual se abstiene de falsedades y de intrigas. La falsedad pretende desviar al hombre, deliberadamente, de la verdad, bien supremo de la vida humana. Por esto, toda falsedad es intrínsicamente mala. El autor de malicias e intrigas, sufre del vicio de afirmar las imperfecciones, reales o imaginarias, de sus semejantes, al mismo tiempo que, generalmente, niega o ignora las propias.

          e) Abstencion del abuso en el comer y beber. Toda intemperancia es egoísmo, porque procura favorecer el gusto individual del cuerpo, sin tomar en consideración el bienestar del alma y del hombre integral.

          En la intención del Buda la observación de estos cinco preceptos forma como una muralla protectora contra influencias negativas, facilitando así, indirectamente, la conquista de la realidad positiva.

          5.- Rectitud de profesión.- Todo hombre debe ejercer una profesión que le garantice los medios necesarios para la subsistencia material. Esa profesión no debe, en sí misma, ser incompatible con el destino último del hombre, ni debe ser excusa para no permitir al hombre actividades espirituales. La profesión debe ser un medio, y nunca un fin en sí misma. Es conveniente también que esa profesión corresponda a la inclinación natural del hombre, para que pueda ser ejercida, no sólo con profesionalidad externa, sino también con satisfacción y alegría interna.

          6) Rectitud de esfuerzo.- El recto esfuerzo consiste en que cada uno procure dar, dentro de su profesión, lo mejor de sí mismo. Nadie debe contentarse con resultados mediocres, pero debe aspirar a la perfección de su estado y su profesión, porque el bien general de la humanida depende de la perfección de cada trabajo individual. Entretanto, y esto es de suma importancia, nadie debe depender, en su esfuerzo, de los resultados externos de su trabajo, que no siempre corresponde a los esfuerzos empleados. Lo principal no es el resultado externo, sino el propio esfuerzo; pues la rectitud de ese esfuerzo depende del hombre, mientras que los resultados no siempre dependen de él. Ninguna persona sensata debe depender de algo que no dependa de él; de lo contrario, caerá de decepción en decepción, de infelicidad en infelicidad.

          7) Rectitud de recuerdos.- La espiritualidad no es una adquisición, sino una evolución. La esencia de todo hombre es la espiritualidad infinita, de la cual el hombre es una individualidad, susceptible de infinitos grados de desarrollo. Olvidar esta verdad equivale a ser víctima permanente de la ignorancia y el error; recordar esta verdad es ser señor de su destino. Es de la íntima esencia del Absoluto y Eterno querer manifestarse sin cesar en el plano de lo relativo y temporal. Es propio de la divinidad querer humanizarse, para que el hombre pueda divinizarse. Todos los actos del hombre deben ser pautados por este recuerdo de lo que él es en realidad.

          8) Rectitud de realización.- A través de esas etapas alcanza el hombre su auto-realización, siendo en el plano de la ética lo que él es en el de la metafísica; pues, una vez que el hombre es esencialmente divino, debe actuar como tal, esto es, con suprema sabiduría y amor.

          La conocida palabra sagrada “AUM” pronunciada OUM, es la síntesis de todo cuanto el Buda expone en su Óctuple Camino. La “A” significa la sustancia eterna y universal, Brahma, la Realidad única, en la cual todo está, y que es el Todo; la “U” simboliza la individualización de esa Universalidad en el plano del mundo fenomenal; o sea, la irradiación o emanación de las criaturas del seno del Creador; la “M” representa el retorno del fenómeno individual hacia el universal, cerrando el gran ciclo cósmico.

          En el plano de los hombres conscientes y libres, existe la posibilidad de que algunas quieran permanecer en el estado de U o de la individualidad, rechazando cerrar el círculo de la M, y esto significa pecado y sufrimiento. La redención del hombre está en completar espontáneamente el gran ciclo AUM, sumergiendo la pequeña gota del Yo individual en el vasto océano del Tú universal, ahogando la maya de la ilusión en el Nirvana de la verdad.

          Y esto se hace por el conocimiento de la Verdad; la “Verdad liberadora”.

          BRAHMA, ATMAN Y MAYA, en la filosofía oriental.-

          Brahman es el Absoluto, el Infinito, el Eterno, el Todo, el Único, la Realidad, la Consciencia Cósmica, el Alma del Universo.

          Brahman no es algún objeto, sino un sujeto, además de ser el único Sujeto.

          Brahman es la realidad universal y autónoma que se halla por debajo de todo como raíz, base, último cimiento, causa primordial, produciendo y sustentando en su existir y en su actuar, todos los objetos del mundo fenomenal individualizado, sin que él sea ninguno de esos objetos ni la suma total de ellos.

          Brahman no es pues, algún ser individual, sino la realidad universal que precede, acompaña y sigue todo y cualquier indivíduo del mundo fenomenal. Él es el gran Yahvé, el Absoluto, el Uno y el Todo, el ilimitado Océano sobre cuya superficie aparecen, desaparecen y reaparecen sin cesar las pequeñas y grandes ondas de las entidades individuales.

          Brahman, aunque manifiesto en incontables indivíduos, no es indiviso ni individualizable en sí mismo. Él es esencialmente universal, inmutable, ajeno a cualquier cambio, aumento o disminución.

          Brahman no tiene forma, aunque todas provengan de él.

          Brahman no tiene color, aunque todos los colores del mundo exterior tengan en él su origen, así como los colores de un prisma nacen de la única luz incolora.

          Brahma no tiene atributo alguno, porque cualquiera de ellos supone un objeto que lo lleve, pero Él no forma parte del mundo objetivo.

          Y, una vez que Brahma no es objeto, tampoco es cognoscible por los sentidos ni por el intelecto, por cuanto el conocimiento, la sensibilidad y el intelecto tienen invariablemente como meta y punto terminal un objeto individual.

          Brahma no existe, és: Él es la única realidad que de hecho es. Existir, como la propia palabra expresa (estar por fuera, ex – sistere) es propio de los fenómenos concretos e individuales, que fueron “puestos por fuera” y “están por fuera” (existen) del gran sujeto universal, esto es, nacieron de Él como otras tantas manifestaciones que, aun después de manifestados, siguen insertas en ese mismo sujeto productor y sustentador.

          Brahma no existe, pero és. Él Es con infinita intensidad, de modo que en caso alguno puede dejar de ser. Brhama no tiene algún ser, pero Él es el SER, el único SER. Fuera de Él nada es, aunque existan muchas cosas.

          Brahma es el único YO SOY, el único SER que és en virtud de su propia esencia, y por esto nunca puede dejar de ser en el futuro, así como nunca dejó de ser en el pasado. Él és, necesariamente, en el presente, así como es idéntico en la eternidad.

          Brahma no és Él ni Ella, no es masculino ni femenino. Él es neutro, no en el sentido de ausencia y vacuidad, sino en presencia y plenitud.

          Brahma no es neutro por esterilidad, sino por extrema fecundidad, reuniendo en sí lo que hay de positivo en Él y en Ella, pero no en la forma disyuntiva de bifurcación sexual, sino en el estado conjuntivo de perfecta unidad y fusión integral, como en un tronco único e indiviso, anterior a la dualidad de las ramas.

          Brahma es tan intensamente fecundo que no puede ser masculino ni femenino, porque en el mundo fenomenal, cada sexo representa parte de la fecundiad, mientras que Brahma es la plenitud de la fecundidad total. El neutro humano, o infrahumano es asexuado por deficiencia; Brahma es asexuado por abundancia.

          Brahma es tanto padre como madre, aunque no sea ni esto ni aquello en el sentido disyuntivo.

          No hay vestigio de dualidad o pluraridad en Brahma; en Él sólo impera unidad absoluta, raíz de todas las pluraridades del mundo fenomenal. Solamente la más perfecta individualidad es la que puede ser causa de las dualidades.

          No hay en Brahma positivo ni negativo, sino aquello que es anterior a ambos y del cual proviene esos dos opuestos.

          Brahma es la “identidad de los opuestos”, no en el sentido de sintetización realizada después de las antítesis, sino en el de una identidad neutra, antes de la tesis y la antítesis. No sería posible ambas si, anterior a las dos, no existiese la tesis, la identidad de los opuestos y de los compuestos.

          Todo y cualquier fenómeno del mundo objetivo está compuesto de positivo y negativo, en varios estados de tensión, equilibrio y polaridad; Brahma es anterior y superior a cualquier estado de tensión, equilibrio o polaridad, por cuanto Él es el limitado substrato, sujeto o substancia de todas las antítesis y síntesis.

          Brahma es la gran TESIS.

          Ahora, si Brahma no es cognoscible por los sentidos y el intelecto, ¿cómo es que el hombre puede saber de Él?

          El hombre sólo puede conocer a Brahma como sujeto, y no como objeto; quiero decir, en su unidad real, y no en su dualidad aparente. Cualquier conocimiento dualista o pluralista, es un pseudo-conocimiento, una ilusión; sólo el conocimiento monista o unitario es real y verdadero.

          Brahma sólo es cognoscible por el hombre en su estado de Atma (alma), cuando él, apartándose de todas las dualidades y pluralidades del mundo exterior, inclusive de la periferia de los sentidos y del intelecto, se abisma en la inmensa unidad esencial del centro; esto es, cuando el hombre se sumerge en las profundidades de su propio ser y descubre su alma, que es el propio Brahma consciente en el hombre.

          Atma, de hecho, no es otra cosa sino Brahma en cuanto se manifiesta y es experimentado por la consciencia del hombre. La esencia del hombre es Atma. Por esto, puede todo indivíduo decir en verdad: “Yo soy Brahma”, contando con que ese “Yo” no entienda algún falso yo, como su cuerpo o su mente, sino su verdadero Yo Superior. El cuerpo y la mente son dos formas individualizadas de Brahma, dos apariencias o manifestaciones efímeras, pero no son Brahma en su verdad y plenitud; mientras que el alma, o Atma, siendo Brahma en toda verdad y plenitud, es realmente idéntica a Él.

          La siguiente oración védica, conocida de todo seguir de Brahma, sintetiza nítidamente la completa identidad entre Atma y Brahma; dice así:

          “Yo soy Dios, ninguna otra cosa sino Dios.

          Realmente, yo soy Brahma, la Realidad Cósmica.

          La imperfección no forma parte de mi consciencia.

          Yo soy Consciencia-Ser-Gozo absolutos.

          Yo soy eterno.

          Yo soy libre.

          Yo soy lo que soy.

          No hay cambio en mí.”

          El hombre profano identifica su Yo con algunos de sus falsos egos (cuerpo-mente), y vive en esa ilusión sobre su verdadera naturaleza y, por tanto, sobre el propio Dios.

          Conocerse a sí mismo es, pues, idéntico a conocer a Dios. Quien conoce la verdad sobre su Yo conoce la verdad sobre Dios y la verdad sobre el mundo.

          La conocida oración de San Agustín: “Dios, que te conozca yo a ti, para que me conozca a mí”, así como la célebre inscripción del templo de Delfos, “Conócete a ti mismo”, resumen en su brevedad lapidaria, esta misma verdad. ¿Qué otra cosa significaría las palabras de Jesús: “El Padre y yo somos uno”, “El Padre está en mí y yo estoy en el Padre”?

          De ahí la necesidad que el hombre tiene de introspección, meditación y oración. Ha de entrar dentro de sí, para descubrir su alma, a fin de saber lo que es Dios. En cuanto el Hijo Pródigo andaba “fuera de sí”, estaba lejos de la casa paterna; pero, en el momento en que, “entró para dentro de sí”, comenzó a regresar a la casa de su padre y hubo gran alegría y felicidad. La comunión con Dios dentro del alma por la oración meditativa, es el descubrimiento de Dios y, por esto, el inicio de la vida realmente espiritual.

          Debe el hombre abandonar todas las superficialidades ajenas a fin de encontrtar el propio centro; y, después de descubierto este punto, puede y debe volver a la periferia,  no para nuevamente perder el contacto con el centro, sino para establecer un permanente y vivo intercambio entre los dos, el Dios en el Yo y el Yo en Dios.

          Hay quien vive exclusivamente en las superficialidades, ignorando el centro: este es el materialista agnóstico.

          Hay quien decide vivir en el centro, abandonando para siempre todas las periferias: este es místico estático.

          Y hay quien, después de descubrir el centro, vive en las periferias y en el centro al mismo tiempo, porque quien de hecho descubrió el Dios del mundo, también descubre a Dios en el mundo y el mundo en Dios: mística dinámica.

          La luminosa frase de Albert Schweitzer: “El Cristianismo es una afirmación del mundo que pasó por la negación del mundo”, señala esta gran verdad. El hombre profano afirma el mundo y niega a Dios. El hombre semi-espiritual, el asceta, niega el mundo y afirma a Dios. Pero el espiritualista, crístico, después de negar el mundo a fin de afirmar a Dios, termina por afirmar el Dios del mundo y el mundo de Dios. Superó las dos antítesis del hombre imperfecto, la antítesis del materialismo agnóstico, y la antítesis del espiritualismo ascético, y realizó la gran síntesis del hombre perfecto, la mística dinámica, el cristianismo integral. El hombre plenamente humano, esto es, integralmente crístico, es un hombre que vive en el mundo sin ser del mundo; un hombre que está en permanente contacto con todas las superficialidades de la vida cotidiana (material, social, comercial, industrial, política nacional e internacional, etc.), pero no se separa ni por un instante del centro divino, fuente de su dinamismo realizador y de su imperturbable paz y felicidad. Ese hombre no ve necesidad alguna de sacrificar su santuario por el mundo, ni el mundo por su santuario, porque lo lleva consigo, íntimamente, donde quiera que va.

          El conjunto de manifestaciones periféricas de Brahma, o sea, el mundo, la naturaleza y el universo fenomenal, se llama en la filosofía oriental “Maya”, palabra compuesta de “maha”, que quiere decir “grande”, y “ya” que significa “afirmación” o “poder”, o sea, la “gran manifestación” o la “gran afirmación” de Brahma.

          “Maya” en sí mismo, no es idéntico a “ilusión”, como se traduce generalmente. El universo no es una ilusión en el sentido propio de la palabra; pero el hombre ignorante fácilmente cae víctima de la ilusión frente al universo, cuando lo toma por una entidad autónoma, una realidad independiente, y no por lo que de hecho es, una simple manifestación efímera de Brahma.

          Los sentidos y la mente, incapaces de alcanzar la realidad universal, sólo accesible al alma, fácilmente sucumben al error de que los fenómenos individuales y transitorios del mundo sean la Realidad permanente y absoluta. Además, todo hombre simplemente superficial vive en esa ilusión fatal, y mientras no se libere de esa esclavitud sensitiva e intelectual, no puede alcanzar la verdad única y suprema.

          La liberación de esa ilusión se hace por la asidua e intensa introspección y contemplación espiritual del verdadero Yo humano, el alma; o sea, por la frecuente inmersión en las profundidades del océano cósmico llamado Brahma, o Dios.

          La consecuencia inmediata e inevitable de la ilusión sobre sí mismo y sobre el mundo, lleva al hombre a ser egoísta, o pecador. Pues, quien identifica su verdadero Yo con la sensación o el intelecto, acabará por actuar necesariamente conforme esa falsa concepción, esto es, se vuelve egoísta, lo sea corpóreo o sensual, o mental con el orgullo. Ahora, tanto éste como aquél tipo de egoísmo es pecado, pues todo pecado es egoísmo, y todo egoísmo es hijo de la ignorancia y del error.

          Se deduce que el hombre para liberarse del pecado (egoísmo, ignorancia, error), debe conocer la verdad sobre sí mismo, que es al mismo tiempo la verdad sobre Dios y sobre el mundo.

          El hombre que conoce su verdadero Yo conoce a Dios y conoce la verdadera naturaleza del mundo.

          Conocer a Dios en el Yo es conocer a Dios en Dios y conocer a Dios en el mundo.

          De manera que todo hombre que encontró a Dios en sí, vive en armonía consigo mismo, en armonía con Dios y en armonía con el universo.

          El hombre integral y perfecto es, pues, un ser que vive en la clara, tranquila y permanente consciencia de Dios, y en permanente contacto con el mundo. No huye de Dios, porque sabe que Él es el alma del mundo y la íntima esencia de todas las cosas; ni huye del mundo, porque sabe que el mundo es obra de Dios y revela su poder, sabiduría, amor y beatitud.

          El hombre que descubrió el Dios del mundo en el mundo de Dios, después de descubrirlo en su propio Yo, es un hombre definitivamente feliz.

          Él vive en la luz meridiana de la gran libertad, nacida de la verdad, la “gloriosa libertad de los hijos de Dios”.

                                            POEMAS DE KABIR

Conclusión.

          Viviendo en la limitación, me liberé.

          rompí las amarras de toda estrechez.

          Esto es libertad: estar liberador de toda estrechez. Si fueras oriental, no serías libre, porque sería estrecho. Estarías en un túnel llamado hinduísmo. Si fueras mahometano, no serías libre. Si piensas como hombre que una mujer no es libre, todo sería como un túnel. Si piensas que eres negro o blanco, entonces no eres libre, volvería a ser todo como un largo túnel, estrecho.

          Libertad significa ausencia de definición. Tú eres indefinido, tan vasto como la propia existencia. Y esta es la verdad. Tú eres el todo, ni una coma menos. La parte es el todo; deja que te aclare esto. Es poco matemático decir que la parte es el todo, pero la mística no es matemática. Si vas a un profesor, te diría: “¿Cómo la parte puede ser el todo?” La parte nunca puede ser igual al todo, sino menor. Matemáticamente es correcto, pero místicamente es absurdo.

          La parte es el todo, igual al todo; ni un poco menor, ni una coma menos. ¿Cómo la parte no está separada del todo? Piensa en una onda. El matemático diría: “La onda es menor que el océano”. ¿Cómo puede ser menor que el mar? ¿Puedes sacar la onda del océano? ¿Puedes colocarla dentro de una caja? Entonces sabrás que, cuando la sacas del mar, ya no es una onda. La ola existe solamente en el mar, es igual que el mar. La onda no es más que la ondulación del océano.

          La onda es una actividad del mar. No está separada ni dividida. La parte es el todo; cuando recuerdas esto, entonces dirás, como Jesús: “El Padre y yo somos uno”.

          “Rompí las amarras de toda estrechez.

          Kabir dice: “Yo alcancé lo inalcanzable . . .”

          Escucha la belleza de esto:

          “Yo alcancé lo inalcanzable,

          mi corazón está teñido del  color del amor.

          ¿Por qué decir “inalcanzable” si dices, “Lo alcancé”?  Es aquí donde la lógica y el misticismo toman caminos diferentes y se separan. Lo lógico es que, si vas a un matemático y le preguntas sobre la frase de Kabir, “Yo alcancé lo inalcanzable”, te dirá: “¡Absurdo! Si es inalcanzable, ¿cómo puedes decir que lo has conseguido?” Te dirá que es una locura.

          Pero escucha . . . . esto no es una falsedad. Kabir está diciendo una cosa de tremendo valor. Tiene que usar esta expresión absurda porque es la única manera de expresarlo. La verdad puede ser expresada a través de la paradoja.

          Yo alcancé lo inalcanzable . . .

          ¿Qué quiere decir, entonces? Lo llama “inalcanzable” porque no puedes obtenerlo. No puedes alcanzarlo, ni hacer un esfuerzo para conseguirlo, ni hay métodos para conseguir este propósito. Por eso lo llama “inalcanzable”. Pero aun así es obtenido. Un día, de repente, viene como un regalo, no como una realización. No es que lo hayas merecido; tú quedas sorprendido, sin creer en tus propios ojos, porque está ahí, como lloviendo a tu alrededor. Es una paradoja: cuanto más lo intentas alcanzar, menor será la posibilidad de que llegue hasta ti.

          Cuando abandonas tus intenciones de alcanzarlo, cuando lo olvidas todo sobre tus posibilidades, cuando entiendes que no puede ser alcanzado, cuando esta comprensión entra en lo más profundo de tu ser, comienzas a relajar tu intención de ser alguien, de alguna experiencia de Dios; cuando todos los deseos desaparecen . . . Porque sabes que es inalcanzable; no puede ser deseado, ni ambicionado, porque toda ambición crea ego y, a través del ego no es posible. El ego es el túnel; ¿cómo puedes quedar en el túnel y, aun así, alcanzar el vasto cielo? Imposible.

          Comprendiendo esto: “Yo soy la causa - raíz de mi miseria, yo soy mi prisión”, la persona se relaja. Cuando la relajación es perfecta, total, viene como un regalo.

          Entonces Kabir dice: “Yo alcancé lo inalcanzable; no es que lo haya alcanzado; me fue dado por la gracia. Dios descendió sobre mí”.

          Por eso digo que Rabindranath Tagore no tradujo correctamente.

          Solamente cuando Dios sucede en ti, tu corazón se tiñe con el color del amor, nunca antes de esto. O, cuando tu corazón está teñido con el color del amor, Dios es alcanzado, nunca antes. Y, por favor, no hagas una confusión con ello: no comiences a preguntar quién viene primero, el huevo o la gallina. No preguntes.

          O te mueves a través del amor y alcanzas a Dios, o te mueves a través de Dios y alcanzas el amor. Ellos andan juntos; es un solo paquete. El huevo y la gallina no están separados. El huevo es la gallina no manifestada y la gallina es el huevo manifiesto. Son dos extremidades de una cosa, de un fenómeno. Así son Dios y el amor.

          Por eso dice Jesús: “Dios es amor” Y yo digo: Amor es Dios. Ambas quieren decir la misma cosa. Dios es un extremo de la misma energía, de la misma vibración, y al otro lado está el amor. Puedes comenzar por cualquier lugar.

          Por favor, comienza; no sientas ni pienses. “¿Cuál será el primero? ¿Por dónde debería comenzar?” Las personas que piensan en cómo deberían hacer, nunca lo hacen. Los pensadores no consiguen nada. Los que no piensan dar el salto.

          Alguien viene y yo pregunto: “¿Las personas espirituales pueden dar el salto?” Y ellos contestan: “Voy a pensarlo”. Los pensadores nunca saltan. Pensar significa dar todo por hecho antes de hacerlo. Pensar significa hacer conocido lo desconocido antes de llegar. Pensar significa: “Debo ganarlo todo. Pero no quiero jugar”. Pensar es cobardía.

          ¿Qué puedes saber de esta misteriosa vida? ¿Qué puedes hacer? Nada es conocido.

          Nosotros a la convivencia la llamamos conocimiento. ¿Conoces a tu pareja? ¿Conoces a tus hijos? ¿Conoces a tus padres? ¿Me conoces a mí? Todo conocimiento es superficial. Aun así, el pensador piensa que, primero tiene que hacer que todo esté correctamente situado, tiene que ser un conocedor de todas las formas. Tiene que tener un plano, un guía, posibilidades de peligros y beneficios, y entonces se moverá. Seguramente podrá moverse para cualquier cosa, pero no para el juego. No se moverá para Dios, porque Él es el último juego. Aquello que ves, no es; entonces, ¿qué pensará?

          “Eso que ves no es; y para aquello

          que es no hay palabras.”

          Aquello que es, no puedes verlo a causa de tu pensar. Pensar es una de las mayores tonterías del hombre. Entonces, tú cargas ideas en tu cabeza, y miras siempre a través de ellas.

          Esperamos cosas que están previstas, pero no por las cosas que son. Buscamos las cosas para las que fuimos instruidos, pero no las cosas que existen. Procuramos cosas para las cuales la sociedad nos ha preparado, pero no aquello que es realidad, porque la sociedad es un mito, una ficción, una mentira.

          Cuando Charles Darwin pasó por una pequeña isla, viajaba en un navío grande. Los isleños nunca habían visto un barco tan grande. Conocía los pequeños botes donde se podían sentar hasta dos personas como máximo. Cuando el barco atracó cerca de la isla, Darwin escribió en su diario que los indígenas no lo habían visto. Nadie se sintió atraído por la mole del velero. Trabajaban en la playa y pescaban, y nadie siquiera miró para el barco.

          Cuando llegó a tierra y preguntó, poco a poco los nativos se dieron cuenta de la presencia del velero. Y el jefe de la tribu explicó: “Nunca habíamos visto tal cosa, jamás esperábamos ver esto”.

          A menos que esperes una cosa, ¿cómo puedes verla? Cuando esperas, comienzas a ver cosas. Si estás ante un convento y no lo sabes, puedes ver algunas cosas, pero no saber lo que es el edificio. Si sabes que es un convento, y puede no serlo, comienzas a ver cosas relacionadas con él. Si andas por un cementerio, y no lo sabes, no verás nada fantasmal. Pero si lo sabes, puede no serlo por estar mal informado, comenzarás a ver y oir cosas extrañas. Tu visión está nublada por aquello que esperas.

          “Eso que ves no es, y para aquello

          que es no hay palabras.

          A no ser que veas, no creas; lo que se

          te dice, no lo puedes aceptar.

          Y Kabir dice: “Yo conozco”. Sea lo que fuere que yo diga, no puedes creerlo, porque no lo has visto. ¿Cómo puedes creerlo? Puedo entender tu dificultad. Cuando digo: “Dá un salto, yo sé de tus dificultades”. Tú no has contemplado eso; ¿cómo puedes confiar? No me conoces; ¿cómo puedes confiar en mí? No te conoces ni a ti mismo: ¿cómo puedes confiar en ti? Puedo entender tu confusión. Los que dan el salto, no lo hacen porque hayan llegado a ninguna conclusión. Lo dan a pesar de todos los miedos y dudas. A pesar de sus mentes, dieron el salto. No que hayan quedado convencidos; no hay manera de serlo. Aquello sobre lo que estoy hablando es una cosa que tú debes experimentar; solamente entonces sabrás. Caso contrario, ¿cómo podría convencerte? No hay manera de hacerlo de antemano.

          Kabir dice: “Yo conozco”.

          “A no ser que veas, no creas; lo que se

          te dice, no lo puedes aceptar.

          Aquél que posee discernimiento conoce por medio

          de la palabra; y el ignorante se queda boquiabierto.”

          Para aquél que conoce, hasta un pequeño dato es suficiente: aunque la palabra dé un mensaje de aquello que no tiene palabras.

          Cuando alguien sabe, ni un sola palabra es necesaria; incluso una palabra es suficiente.

          “Algunos contemplan lo Sin forma, y otros meditan en la

          forma; pero el sabio sabe que Brahma se encuentra

          más allá de ambos.”

          Algunos piensan que Dios tiene forma; otros piensan que no la tiene. Kabir dice que Dios está más allá de ambos, está dentro de ellos, y el lado de dentro es el más allá. Él está en las formas y, aun así, no las tiene. Él Se manifiesta en tantos millones de formas y, aun así, permanece no manifestado.

          “Su belleza no se ve a través del ojo;

          Su melodía no se escucha con el oído.”

          Si quieres verlo, tus ojos no serán de ninguna ayuda.

          “Su belleza no se ve a través del ojo”

          De hecho, tendrás que cerrar los ojos. Y abrir los ojos de tu consciencia, de tu percepción. Los ojos físicos no te ayudarán.

          “Su melodía no se escucha con el oído”.

          Aquella música, aquel ritmo, aquella canción, no se escucha con los oídos. Tendrás que moverte hacia dentro. Él está cantando dentro de ti, no fuera. Tus oídos solamente pueden escuchar la música exterior. Tendrás que ir hacia dentro; el cantor está ahí, también el músico. Ellos cantan continuamente una canción. Esa canción es tu propia vida.

          Pero tienes que oirla de una manera totalmente diferente, y tiene que ver con una cualidad absolutamente distinta.

          “Kabir dice:

          Aquél que ha encontrado tanto el amor

          como la renuncia nunca desciende a la muerte”.

          Recuerda: la más alta armonía está entre el amor y la renuncia. Observa esta frase tremendamente original: amor y renuncia, juntos. Esta es también toda mi enseñanza.

          Las personas vienen y me dice: “Si me enseñas a meditar será suficiente. ¿Por qué enseñas el amor también? Los santos nunca hablan de amor. ¿Por qué tú?

          “Kabir dice:

          Aquél que ha encontrado tanto el amor como la renuncia . . .”

          Es difícil de entender este extremo de lo ilógico. No podemos entender el amor, ¿y la renuncia, entonces? No podemos entender la renuncia, ¿y el amor? Parecen ser una contradicción. Cuando amas, ¿cómo puedes renunciar? Y, cuando renuncias, ¿cómo puedes amar?

          Intenta entender esto. El amor común es una especie de sueño: te vuelves tan apegado al objeto de tu amor, sientes celos, te haces posesivo, y tu posesividad y los celos realmente envenenan el amor. Lo destruyen. El amor es destruído por la posesividad y los celos. Ellos niegan el amor. Estás declarando que no amas.

          El amor solamente es posible si no existe posesividad o celos. Esto significa que el amor ha conseguido la renuncia. Amas a la persona pero renuncias a su posesividad: amas a la persona, pero renuncias a los celos; amas a la persona, pero no haces de ella un esclavo, respetas su libertad; amas a la persona, pero tu amor no es una prisión. Amas profundamente, pero aun así no dependes de la persona amada: esto es renuncia.

          Ama al mundo pero no te apegues a él. Anda por el mundo, pero no seas del mundo; esto es renuncia. Hay una gran armonía entre amor y renuncia; una melodía entre este mundo y aquél, entre Dios, el creador y el mundo, la criatura; una gran armonía entre el cuerpo y el alma, sin ningún conflicto.

          Si tu amor fuera tan grande que pudiera contener la renuncia, entonces es amor. Si tu renuncia fuera tan grande que pudiera contener el amor, es renuncia. Si un hombre puede estar amando, y aun así, en renuncia, sería el mayor crecimiento. Este es el destino que estamos procurando. Y, a menos que sea alcanzado, nunca nos sentiremos llenos.

          Observa . . . Dios ama el mundo, de lo contrario no podría existir. Él ama el mundo y aun así, no puedes encontrarlo en ningún lugar. Él está completamente ausente; Su renuncia es completa. Él ama el mundo, ama totalmente, de lo contrario ¿por qué debería seguir creándolo? Él lo cuida, pero está tan desapegado que nunca viene a decir: “Mírame, yo soy tu Creador”.

          Él no tiene ego. Él crea sin sentir: “Yo soy el Creador”. Su renuncia es total, y su amor también.

          Un espiritualista es una miniatura de Dios: su amor es total y también su renuncia.

          “Kabir dice:

          Aquél que ha encontrado tanto el amor

          como la renuncia nunca desciende a la muerte”.

          Él va más allá de la muerte; no tiene muerte. Alcanzó el néctar divino. Por este elixir, los alquimistas de todo el mundo han investigado, han buscado. Este elixir puede manifestarse en ti. Solamente se necesita una combinación: la síntesis entre el amor y la renuncia.

                                           

 

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