ALCORAC  
  Salvador Navarro  

 

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                                                                                                         Circular nº 8   , año V I

                                                                                                         Llubí, 1º Agosto de 2.000

          Decía un maestro: “Cuando la luz se hace para moverse en círculo, todas las energías del cielo y de la tierra, de la luz y la oscuridad, son cristalizadas. Cuando se aplica esta magia, es como si en el centro del ser hubiese un no ser. Cuando en el transcurso del tiempo el trabajo se completa y más allá del cuerpo hay otro cuerpo, es como si en el centro del ser hubiese otro ser. Después de un intenso trabajo de 100 días, la luz será genuina, será el fuego del espíritu. Se desarrolla a sí mismo en medio de la luz, un punto del verdadero centro, como un foco. Entonces, crece la perla de la semilla. Es como si un hombre y una mujer se abrazasen y ocurriese una concepción. Es el momento de permanecer en completo silencio y esperar”.

          “Durante la primera transformación, el brillo de la luz es determinante. En el mundo físico es el Sol; en el hombre, el ojo. Esta energía se dirigie hacia fuera, fluyendo hacia abajo. Por esa razón, el Camino depende enteramente del método de fluir en sentido inverso”.

          “La circulación de la luz no es una fantasía. Concentrándose en los pensamientos, se puede volar; concentrándose en los deseos, se cae. Cuando un discípulo dedica poca atención a sus pensamientos y mucha a sus deseos, penetra en el camino de la inmersión. Sólo a través de la contemplación y y la tranquilidad, puede surgir la verdadera intuición; por eso, el método de fluir en el sentido inverso es necesario”.

          La religión consiste en la experiencia; ella no es en modo alguno una especulación. En esencia,es el estudio del interior y es tan científica como cualquier otra ciencia. La diferencia entre ciencia y religión, no se encuentra en la metodología sino en su objetivo.

          La ciencia mira al mundo objetivo, donde nuestra energía está fluyendo, y su luz se esparce. La religión investiga lo subjetivo, donde fluye nuestra luz, pero no se puede ver ese fluir. De esta manera, la ciencia es más fácil que la religión. No juzguemos, ni por un minuto, que la religión es más simple que la ciencia.

          Primero, la luz necesita ir hacia dentro para manifestarse y poder penetrar en nuestro interior. Y, penetrar en el propio ser, es entrar en el reino de Dios. Ahí, no somos Dios, y existimos en la sombra. Cuando la luz se proyecta hacia fuera, existimos, pero en un reino de sombras. Existimos sin conciencia de nuestro yo real. El verdadero Yo Superior es el Yo de todos, mas para eso tiene que ocurrir una gran transformación.

          La naturaleza nos ha preparado para fluir hacia fuera. Ahí termina su trabajo. Con el hombre, la evolución llegó al punto más alto. A partir de aquí nada puede ocurrir naturalmente, a menos que  tomemos la decisión de ir más allá. La naturaleza nos lleva al punto donde somos capaces de actuar por cuenta propia.

          La evolución natural terminó con el hombre. Esto es un hecho. Ahora, el hombre necesita dirigir el curso de su crecimiento con sus propias manos. Esto es religión.

          Religión significa: que el hombre puede levantarse sobre sus propios pies, es responsable de su existencia, observar, e investigar sobre la cuestión siguiente: ¿Quién soy yo? Y no se trata de una curiosidad.

          La filosofía es curiosidad. La religión es una búsqueda verdadera, sincera, auténtica y, además,  una investigación. Y hay una diferencia entre curiosidad e investigar. La primera es infantil. La religión es un asunto de vida o muerte. La primera, es como si te picara la cabeza y te rascaras hasta sentirte satisfecho. Acumulas conocimientos, pero nunca los practicas.

          La religión es vida y, a menos que la vivas intensamente, no sabrás nada a su respecto. Pero, para vivir la religión, es necesario abandonar todas las filosofías y comenzar a experimentar. Es como transformarse en un laboratorio. Un científico tiene su taller de investigación exterior, y un religioso lo contiene en su propio ser: en su cuerpo, en su alma, en su mente. El científico necesita concentrarse  en su trabajo, con los ojos bien abiertos. El trabajo del religioso es hecho con los ojos cerrados, en plena concentración de sí mismo.

          Y es grande la dificultad, porque en el mundo de la religión el conocedor y lo conocido son la misma cosa. Por eso la dificultad, la singularidad, lo incompresible, lo ilógico. En el mundo de la ciencia, el conocedor está separado de lo conocido; las cosas están desmarcadas. Pero en religión, todo está fundido, disuelto dentro de sí. La religión no te da un conocimiento separado del conocedor, una experiencia separada, sino la verdadera esencia.

          Para ser un investigador religioso hay que dejar las filosofías. Todo el conocimiento previo, porque son un estorbo. La investigación sería deshonesta, si no fuese así. Ser cristiano y religioso a un tiempo es imposible. ¿Cómo puedes ser religioso si eres cristiano? Ser cristiano quiere decir que ya has concluído, que has decidido cuál es la verdad. Ahora, ¿cuál será el objeto de la investigación? ¿Qué es lo que investigarás? Todo lo que haces es buscar apoyos, argumentos para aquello que son tus conclusiones. Pero esas conclusiones tuyas están equivocadas, porque no son tuyas, te han sido transmitidas por otros.

          La sociedad está interesada en darte el trabajo hecho, y no tiene interés en modo alguno de darte consciencia, porque entonces puedes sacar conclusiones por tí mismo. Antes de que seas consciente, antes de iniciar cualquier investigación, la sociedad te carga con todo tipo de resultados a fin de estorbar tu investigación, porque eso sería peligroso para ella. Aquél que no investiga es persona conveniente, porque es obediente. Simplemente, acata las órdenes, y sigue a los mandos. Es el conformista convencional. Desde que llenamos la mente de alguien con alguna creencia, lo entorpecemos. Creer es como una droga. Siempre está creyendo, en un camino sin fin. Y, al poco tiempo, pensamos que esta creencia forma parte de nuestra experiencia. La creencia es como una hipnosis. Sugestionamos al niño: “eres cristiano” . . . “eres cristiano” . . . , lo llevamos a la iglesia, a los sacerdotes, a los rituales, ceremonias, y, al poco tiempo, ya está condicionado por la idea, de que todo lo que piensa es verdad y de que cualquiera que no piensa como él está equivocado.

          Lo mismo hace cualquier tipo de sociedad. Entorpece a lo niños. La fuente de la consciencia es envenenada. Y cuando se cree en algo, no tardamos mucho en pensar que es verdadero. Encontraremos toda clase de apoyos y argumentos para apoyar nuestra creencia. Hasta el ego está comprometido. La cuestión: “¿Quién está en lo cierto, yo o tú? ¿Cómo puedo estar equivocado?” Hemos escogido todo lo que nos apoya; y la vida es tan compleja, que podemos encontrar todo tipo de cosas en la vida. Si somos pesimistas, habrá cualquier tipo de argumento que acentúe este pesimismo.

          La vida es dual, paradojal, multidimensional. Siendo así, hay muchas especies de filosofías, de “ismos”, de teologías en el mundo. Y cada doctrina se encuentra confinada por sus propias conclusiones y considérase perfectamente correcta. Es en estos tiempos que ellas encuentran un poco de dificultad. Esto es una gran bendición, porque nos hacen conscientes de otras creencias. Ahora, el cristiano no está tan satisfecho de su religión, porque sabe de otras muy parecidas a la suya. Ya no se considera propietario de la verdad absoluta, porque sabe que existen otras religiones con sus verdades fundamentales. Y, ¿quién sabe? Estos tiempos son confusos.

          Pero recuerda, esta confusión es bienvenida, hay algo que flota en el aire, algo importante puede ocurrir. Este caos mental, es posible que sea el principio de un nuevo amanecer. Puede ser que, en el futuro, no hayan tantos cristianos, ni mahometanos, ni budistas, sino que todos serán buscadores de la verdad, investigadores. Las tinieblas de las creencias se están desvaneciendo. Y, cuando se investiga y se encuentra, habrá otra confianza. La creencia es un préstamo y la confianza nace de la propia experiencia.

          El hombre que cree es un hombre cerrado. Sus puertas y ventanas están clavadas; vive en una especie de prisión. Si las abriera, el sol entraría  y es posible que sus creencias sean perturbadas. Si la verdad entra por todos lados, será imposible proteger las propias creencias. Necesitamos ocultar la verdad, vivir en un mundo cerrado, para que nadie venga a molestar, y seguir creyendo sin sobresaltos. Esto es bueno para la sociedad, pero peligroso para la salud del alma del individuo.

          La sociedad nos suministra juguetes para nuestra distracción. Igual que se hace con los niños para que los padres puedan descansar, leer el periódico o ver la T.V. Así el niño se distrae con sus juegos.

          Esto ha sido una costumbre desde los pueblos primitivos. Las mujeres pobres que necesitan trabajar en los campos habían de llevar a sus hijos pequeños con ellas. Si los niños eran grandes, se distraían ellos mismos, pero no ocurría así cuando eran pequeños. Eran un constante trastorno para la madre: lloraban, hacía frío, calor, tenían hambre. El cuidado era continuo y esto hacía que el trabajo se resintiera y el patrono no estuviese contento. Entonces, se acostumbraron a dar un poco de opio a las criaturas. De esta manera, dormían profundamente y la madre hacía tranquila su trabajo. Era bueno para la madre, para el trabajo, para el propietario, pero arriesgado para la salud del niño y venenoso para su futuro. Eso es lo que está ocurriendo.

          La sociedad nos da la creencia para que no necesitemos buscar nada por nuestra cuenta, porque esa investigación exigirá tanta energía que no seremos capaces de ser un buen informático, o un peón diligente, o un eficaz jefe de taller. Estaríamos más interesados por nuestro interior y el interés por lo exterior sería accesorio.

          La sociedad quiere que vivamos de manera extrovertida, que seamos eficientes en el mundo, productivos, aunque tampoco interesa mucho si la producción es buena o mala. Si trabajamos en una fábrica que hace minas terrestres, hay que ser eficientes y productivos. Si servimos en el ejército, hay que ser obedientes. Donde quiera que estemos, si el trabajo es bueno o malo, no interesa a nadie. Aquello que la sociedad decide tenemos que seguirlo, entrar en la dirección señalada previamente por los agentes sociales.

          Si te haces buscador de la verdad, eso sería peligroso; serás cada vez más introvertido. Tus prioridades serán distintas, tus valores diferentes. No te interesarás mucho por el dinero, no te importará el poder, no serás ambicioso ni posesivo, tu interés por la propiedad desaparecerá. Comenzarás a buscar riquezas interiores, el reino interno de Dios.

          Y de esa manera serás cada vez menos eficiente para la sociedad. Ella no puede permitir un mundo, aunque sea un mundo mejor, donde las personas sean introvertidas y hagan sus propias cosas al revés de ser arrastradas y forzadas por los demás para hacer aquello que a ellos le interesan. Sería un mundo mejor, con personas más meditativas. Entonces los políticos no serían capaces de crear tantos prejuicios como han creado en el pasado. Las guerras desaparecerían automáticamente. Pues, ¿a quién le importa luchar, matar o asesinar?

          La violencia nos está siendo presentada de tal modo que hasta parece hermosa, heroica: asesinar en nombre de los ideales, en nombre de la nación, matar en nombre de la religión. Asesinar es asesinar. Querer asesinar en nombre de la religión, la patria o la independencia, no importa. Esas son disculpas para nuestros crímenes, disculpas para ser destructivo, disculpas para nuestra locura.

          Hemos acumulado tanta pus en nuestro interior, que necesita ser expulsada. Hemos acumulado tanto veneno, que no podemos contenerlo más. Es una locura colectiva.

          Si las personas fueran más introvertidas, las guerras no tendrían razón de ser, los políticos no tendrían causas donde apoyar sus demagogias, no seríamos tan eficientes, ni habría necesidad de ser más felices. No estaríamos ocupados constantemente, locamente, pero seríamos más felices, más alegres. Crearíamos solamente lo necesario sin ninguna preocupación por cosas que son perfectamente prescindibles.

          Pero nos preocupamos demasiado con superficialidades, con aquello que de ninguna manera necesitamos. No nos permitirnos vivir sin ellas, porque nuestra educación se ha realizado de tal manera que precisamos continuar con nuestras prisas y siempre corriendo. No sabemos ser de otro modo.

          La sociedad nos entorpece a través de las creencias y mata el espíritu investigador desde el principio. Religión significa despertar nuevamente ese espíritu de búsqueda. Religión es llevarnos de nuevo a la fuente original.

          Y recuerda: esto no es curiosidad, sino sinceridad. Vivir sin conocerse a sí mismo es un sinónimo de estar muerto. ¿Cómo se puede vivir sin el conocimiento propio? ¿Qué significa la vida si no llegamos a conocernos? ¿Qué haremos con nosotros mismos si no sabemos quienes somos? ¿Cómo podemos decidir nuestro destino? Habrá mucho ruido, pero nunca tendríamos música. Habrá mucho cálculo, pero ninguna alegría. Habrá mucha prisa y correríamos de un lado para otro, pero ninguna llegada. Del nacimiento hasta la muerte viviríamos en una especie de tensión constante, pero no conoceríamos la belleza, la bendición de la vida, porque aún no habríamos alcanzado y conocido la hermosura y la bienaventuranza de nuestro ser interior, que es la cosa más próxima a nosotros, lo primero que ha de ser experimentado.

          Había una vez, un hotelero incapaz de vivir con lo que ganaba. Todo lo que intentaba se transformaba en un fracaso. Intentó varias veces llevar administraciones diferentes, pero todo fue en vano. Desesperado consultó a un sabio.

          “Es muy sencillo”, dijo el maestro. “Tienes que cambiar el nombre del hotel”.

          “Pero, durante muchos años ha llevado siempre el mismo nombre”, respondió el hotelero.

          “Tienes que cambiar el nombre”, le respondió. “Tienes que llamarlo “Las ocho campanas”, y hacer un anuncio bien grande con siete campanas”.

          “¿Siete?  Pero . . . eso es absurdo; ¿de qué sirve?”

          “Sigue el consejo y lo sabrás”, dijo el sabio.

          Entonces el hotelero fue para su casa e hizo exactamente lo que le había aconsejado.

          Inmediatamente, cada viajero que pasaba, se detenía para contar las campanas y entonces corría hacia dentro del hotel para hacer saber del error, cada uno imaginándose que era el primero que lo descubría, y todos deseando descansar en ese hotel tan divertido.

          Y el hotelero prosperó e hizo una gran fortuna.

          Así son las personas. El nombre del hotel era “Las ocho campanas”, pero el anuncio luminoso tenía solamente siete; eso es suficiente para volver curiosos a los viajeros y mantenerlos ocupados.

          Pero esa especie de curiosidad no nos lleva a ninguna parte. Las personas preguntan sobre Dios, preguntan sobre la Verdad, pero puedes observar en sus ojos, por la manera que hacen la pregunta, que no hablan en serio. Así como las personas conversan sobre el tiempo, de la misma manera hablan sobre Dios. Se trata de una conversación intrascendente. Nadie parece comprometerse, nadie parece estar en una búsqueda apasionada. Y a menos que tu camino sea de una gran pasión, un enorme compromiso, no serás capaz de conocer el secreto de tu ser. Las personas curiosas son incapaces de realizar este gran trabajo. La curiosidad no es suficiente para llevarte lejos; tu energía es muy pequeña, minúscula. Solamente una pasión sincera en conocerte, te llevaría a través de todas tus dificultades.

          Así que lo primero que debemos entender, es no ser filosófico, no estar entorpecido por la sociedad, no creer ni tampoco ser incrédulo. Recuerda: cuando digo “no creas” no estoy diciendo que seas incrédulo, porque eso es negativo. Cuando te digo: “no creas”, te estoy diciendo que tanto la creencia como la incredulidad, han de abandonarse. Necesitas estar abierto, sin ninguna conclusión. Necesitas estar consciente de tu ignorancia. Precisas ser inocente, inocentemente ignorante, te es necesario decir, “Yo no sé”.

          Todas las tentativas correctas comienzan con este “Yo no sé”. Si ya “sabes” alguna cosa sin conocerla, si eres inteligente, entonces esa creencia te estorbará, esa afirmación producirá experiencias que no serán exactas. Y cuando estás drogado por alguna creencia, ella produce tu propio mundo proyectado, da libre vuelo a tu imaginación. Tu imaginación se desarrolla, te distancias de la realidad, creas un mundo particular separado, te vuelves un idiota.

          Este es el significado de la palabra “idiota”: alguien que vive en un mundo particular, que tiene su propia realidad, que está completamente distante de lo real, cuya imaginación se ha vuelto tan real para él que la realidad desapareció de su vista. Y esto es lo que sucede cuando ingieres alguna droga. Crea en tí un pequeño mundo de fantasía, con mucho color. Cuando estás drogado, toda la experiencia parecer ser la verdad suprema.

          Las drogas te apartan de tu facultad crítica. Entorpecen tu razón y entonces tu mundo de sueños abre todas las puertas y fluye en todas direcciones. Cuando la facultad crítica está ausente, cuando la razón no está presente y la imaginación se desdobla libremente con un absoluto poder autónomo, ella se siente como si fuese la verdad suprema. Pero nada tiene que ver con la realidad.

          La verdad es accesible para aquellos que están completamente conscientes, no sólo quimicamente, sino religiosamente. Ellos tienen la capacidad de conocer la verdad.

          Cualquier cosa absurda puede parecer suprema cuando no estás en tu sano juicio, cuando la razón no está funcionando, y la facultad crítica completamente adormecida.  Pero, en ese momento, nada parece estúpido, sino que representa ser la verdad última.

          Por eso te digo que la creencia está contra la la falta de fe, pero la confianza no lo está. La confianza crece a través de la duda. La creencia se desarrolla a través de la represión. Por ese motivo, la creencia es como una droga. Los estupefacientes hacen exactamente eso, reprimen la facultad de dudar,  apenas te mantiene despierto, te hace víctima de tu propia imaginación. Y esto es lo que las religiones han venido haciendo a través de los tiempos. Dicen: “No dudes. Si dudas, irás al infierno. Continúa creyendo. Si crees, podrás ver a Dios”.

          La confianza es un fenómeno diferente. Surge en una consciencia abierta, libre, ni creyente ni incrédula, sin conclusiones atadas en ella, verdaderamente inocente.

          La duda es siempre útil. Hasta puede hacerte alcanzar la verdad, la duda ayuda. Es amiga de la confianza. El propio proceso de dudar te protege para no ser víctima de tu imaginación.

          Por ejemplo si eres simpatizante del budismo y lees algo sobre la kundalini, entonces tu imaginación puede crear toda la experiencia. Algún día la serpiente comenzará a moverse y desenrrollarse en la parte inferior de tu espina dorsal y silenciosamente se moverá en dirección al séptimo chakra. La experiencia parecerá tan real, que no podrás dudar de ella, porque siempre has creído que era así. Pero Jesús nunca tuvo nada que ver con la kundalini. Mahoma no conoció nada de ella. Ni aun Buda . . . Pero, el hecho de haber sido un investigador sincero y que abandonó todo tipo de creencias, nunca le hizo deparar con esta experiencia. Ni aun Zaratrusta escribió sobre ella.

          ¿Falta de ellos? No. Es una creencia. Si crees en los siete chakras, ellos formarán parte de tu vida. Si crees en cualquier cosa, comenzarás a verla.

          Hay quien ha estado más de doce años, sentado cada día, esperando por el despertar de la kundalini. Es mucho tiempo. Si durante doce años puedes creer en la energía kundalini, esperando y observando profundamente tu espina dorsal, no sería un milagro el que ella se manifestara.

          Los caminos no son estos, no pasan de simples imaginaciones. Si crees en determinadas cosas, comenzarás a verlas; este es el peligro. No comienzes por la creencia.

          La visión del maestro, es: investiga, experimenta y espera que la conclusión venga por sí misma.

          Veamos las palabras del Maestro:

          “Cuando la luz se hace para moverse en círculo, todas las energías del cielo y de la tierra, de la luz y la oscuridad, son cristalizadas”.

          Tu consciencia fluye hacia fuera; este es un hecho, no depende de aquello en lo que crees. Cuando miras un objeto, tu consciencia fluye hacia él.

          Por ejemplo: estás mirando para mí. Entonces te olvidas de ti mismo, te centras en mi persona. Tu energía fluye en mi dirección. Esto es extroversión.

          Ves una flor y te encanta, te centras en ella. Te vuelves ciego con respecto a ti mismo, estás atento solamente a la belleza de la flor.

          Esto sabemos que pasa a cada momento. Una hermosa mujer pasa y repentinamente tu energía fluye hacia ella. Conocemos este flujo de luz hacia el exterior. Esta es la mitad de la historia. Pero cuando la luz fluye hacia fuera, tú quedas en segundo plano, ciego de ti mismo.

          La luz necesita fluir en sentido inverso, para que tú seas simultaneamente, tanto el sujeto como el objeto, para que te veas a ti mismo. Entonces, el autoconocimiento es posible. Comunmente vivimos apenas la mitad de la existencia, medio vivos y medio muertos, esa es la situación. Y la luz proyectándose hacia fuera nunca retorna. Interiormente, estamos más vacíos, más huecos. Como un agujero negro.

          Esto es exactamente lo que ocurre en gran escala con el universo. Los astrónomos descubrieron los agujeros negros. Los maestros descubrieron esos agujeros hace mucho tiempo, pero ellos no estaban preocupados con los agujeros negros del espacio lejano, sino con los de nuestro interior. Un agujero negro es un estado en el cual toda tu energía está agotada, exhausta,  te encuentras vacío y olvidas cómo nutrir esa fuente de energía. Los científicos afirman que más tarde o más temprano este Sol se tornará un agujero negro, pues continuamente la energía está siendo liberada sin que nada retorne. Es una inmensa fuente de energía. Durante millones de años los árboles han crecido, el hombre ha vivido, los animales se han movido, y los pájaros volado, debido a la energía del Sol. Pero él se va agotando. Lentamente, un día se colapsará; no quedará energía que proyectar. La luz desaparecerá. Entonces será un agujero negro.

          Es así como muchas personas viven su vida: son como agujeros negros, en virtud de esa constante introversión. Miras para esto, contemplas aquello, estás continuamente mirando sin retornar nunca la energía al observador. Durante el día ves el mundo, en la noche ves los sueños, pero sigues constantemente ligado a los objetos. Esto es disipar energías.

          Cuando el hombre primitivo alcanzaba los treinta años de edad, su vida había concluído. Entonces era como un agujero negro. Las personas mueren hoy a los treinta años, aunque sean sepultados a los setenta. Y yo veo un grano de verdad en una frase que dice: “no confíes en un hombre de más de treinta años”. Porque es raro encontrar un hombre mayor de esta edad que esté vivo. Las personas, después de esta edad, están agotados, exhaustos. De algún modo siguen arrastrándose; viven sin estar vivas, como si la cantidad de movimientos hechos en el pasado las ayudasen a seguir viviendo.

          Eso ocurre: si te gusta ir en bicicleta, necesitas pedalear. Pero, a veces, puedes dejar de pedalear y por medio de la cantidad de movimiento creado en el pasado al darle a los pedales, la bicicleta continúa andando sin ningún esfuerzo por tu parte. Y tratándose de una bajada, esto puede durar mucho tiempo. Treinta y cinco años es lo más alto. Si setenta es la edad media, treinta y cinco es el punto álgido. Después de esa edad se entra en el descenso; puedes continuar hacia abajo sin ninguna energía.

          La experiencia de los maestros es de que esa energía que gastas en tu extroversión puede ser cada vez más cristalizada, en vez de desperdiciada, si aprendes la ciencia secreta de girarla en sentido inverso. Esto es posible; esa es toda la ciencia de los métodos de concentración.

          Ponte frente a un espejo e intenta un pequeño experimento. Mira tu propia cara reflejada en el cristal. Eso es extroversión; mira la cara reflejada, tu propia cara, pero es un objeto que está fuera de tí. Entonces, durante un momento, invierte el proceso. Comienza a sentir que estás siendo observado por la imagen en el espejo, no que estés mirando para la imagen sino que ella es la que te ve, y estarás en un espacio muy extraño. Intenta esto durante unos minutos y te sentirás muy vivo, alguna cosa con un poder inmenso comenzará a penetrar en tí. Ciertamente, tendrás miedo, pues nunca has sentido algo idéntico; nunca has visto un círculo de energía completo.

          Y aunque no esté mencionada en ninguna escritura me parece a mí la más simple experiencia que alguien pueda hacer con tanta facilidad. Sólo ponerte ante un espejo, mirar primero la imagen. Y, entonces, alterar todo el proceso. Comienzas a sentir que tú eres la imagen y que ella te mira. Inmediatamente comenzarás a observar que hay un cambio, una energía moviéndose a través de tí. Al principio, puede incluso asustar, porque nunca antes habías hecho esto y te parecerá una locura. Sentirás un temor interior, incluso desorientación, porque todo tu trabajo hasta ahora ha sido de extroversión. Pero, ahora, el círculo está completo. Y si lo haces durante más de dos semanas sentirás la sorpresa de sentirte cada día más vivo. Unos minutos ante el espejo hará que la energía regrese hasta tí, y el círculo se completa. Y cuando esto ocurre, hay un gran silencio. Lo incompleto crea desasosiego. El círculo te volverá centrado. Y estar centrado es ser poderoso. Y esto es nada más que una experiencia. Entonces puedes intentarlo de muchas maneras.

          Al mirar una flor, mírala primero durante algunos minutos, y entonces invierte el proceso: la rosa comenzará a mirarte. Y quedarás sorprendido de la cantidad de energía que la rosa puede darte. La misma cosa puede ser hecha con los árboles, las estrellas y las personas. Y la mejor manera de hacerla es con una mujer o un hombre que ames. Sólo mirar los ojos del otro. Primero comienza mirando al otro y empezarás a sentir como te va devolviendo la energía que proyectas. Te sentirás realimentado, inundado, bañado por un nuevo tipo de energía. Te rejuvenecerás, vitalizado por ella.

          “Cuando la luz se hace para moverse en un círculo . . .”

          Esto es lo que quieren decir los maestros, cuando la luz se mueve en círculo. Tu luz se está moviendo en un arco, marcha pero nunca retorna. Más pronto o más tarde te transformas en un agujero negro. Cuando el círculo se completa, eres un agujero luminoso. Un agujero blanco es rico en energía, exactamente lo opuesto al agujero negro.

          Cuando se hace la luz para moverse en círculo, todas las energías del cielo y de la tierra . . .”

          El cielo y la tierra significan el interior y el exterior, arriba y abajo, Dios y el mundo, lo invisible y lo visible, lo conocible y lo incognoscible. El cielo representa a Dios y la tierra representa al mundo manifestado. Ellos son uno cuando el círculo se completa. Entonces tú no eres “cenizas sobre cenizas”; alguna cosa de lo alto ha penetrado en tí. No eres sólo terrestre, un ser humano; te has vuelto divino.

          Recuerda la raíz de la palabra “humano”, que se origina de “humus”, que significa tierra. El hombre está hecho de tierra, por eso lo llamamos humano. El hombre es polvo y, cuando el polvo comienza a ser luminoso por lo divino, entonces conoce el esplendor de la vida. Y eso es posible si la energía retorna. Ella puede ser traída de vuelta desde cualquier lugar; no hay problema en cuanto a eso, necesitas practicarlo. Y una vez estés acostumbrado, la encontrarás por todas partes.

          Al mirar lo verde de un árbol, podrás volverte mucho más vivo, como si toda la savia del árbol fluyese para tí, para tu ser. Al mirar hacia la Luna, te sorprenderás; no hay necesidad de embriagarse con algún bebedizo, con ella lo estarás. La luz te puede devolver mucha energía si sabes como traerla de vuelta hacia tí.

Concluirá en la próxima Circular de Septiembre de 2.000.

                  

 

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