MEDICINA NATURAL

Salvador Navarro Zamorano

 

 

 

EL ESTÓMAGO – SEÑALES DE ALERTA

 

         

 

Cuando se está con hambre al estómago sólo le falta hablar. Desgraciadamente, no todos los males del estómago se resuelven comiendo. Pero, al igual que cuando tiene hambre, da señales de alerta. Vamos a conocer las quejas más frecuentes, para cuidar de ellas sin demora. Podemos prevenir futuros problemas.

 

          La sensación es de que alguna cosa nos está “comiendo” el estómago por dentro. El dolor va y viene, provocando ardores que pueden o no ser acompañados de vómitos. Son los síntomas de la úlcera péptica, causada por exceso de acidez, en que las heridas lesionan las mucosas del estómago o duodeno, primera porción del intestino delgado. El trastorno constituye uno de los problemas más comunes en el aparato digestivo.

          Todo comienza con una substancia llamada ácido clorhídrico, secretada por el estómago para auxiliar la digestión y que se produce en mayor cantidad cuando nos alimentamos. Normalmente, el ácido no ataca las mucosas gracias al moco gástrico, especie de catarro  y otras estructuras protectoras.

          Mientras tanto, a veces, probablemente por una alteración de factores de predisposición genética, stress emocional, cigarros, café, alcohol, uso continuo de ciertos antiinflamatorios y analgésicos a base de ácido acetilsalisílico, el equilibrio se hace precario. El ácido clorhídrico, “quiebra” la barrera protectora. Resultado: úlcera.

 

 

PREVENCIÓN.-  Evitar pasar muchas horas sin alimentarse.

          Sería bueno hacer de la comida un ritual, con un ambiente sereno. Evitar discusiones y conversaciones sobre negocios.

          Masticar bien los alimentos, ahorrando trabajo al estómago.

          Moderación en la ingesta de café y aldochol. Rechazar alimentos en conserva.

          Hacer lo posible para dejar de fumar. Perjudica a todo el organismo, no sólo al estómago.

          Atención al exceso de dulces y comidas grasas; tienen un tránsito más lento en el estómago y “relajan” la válvula entre el esófago y el estómago. Resultado: malestar.

          Procurar cortar al máximo con las tensiones. Caminar, escuchar música, bailar, enamorarse, practicar deportes, yoga, técnicas de relajación, etc., es un buen consejo.

          Durante mucho tiempo se creyó que la curación estaba en una dieta a base de leche y huevos de dos en dos horas, disminuiría la acidez gástrica y, en consecuencia, la úlcera cicatrizaría. Pero se ha descubierto que no va por ahí la sanación. La alimentación normal basta para neutralizar la acidez del estómago.

          Por precaución se aconseja al paciente a evitar café, te, chocolate, pimienta, alcohol, comidas muy calientes o heladas y exceso de grasa. Son factores estimulantes de la secreción gástrica.

 

 

 

 

ESTREÑIMIENTO.-  No hay queja más común que el estreñimiento. Es un problema típico de la civilización.

         

 

 

En general es culpa de la alimentación pobre en fibras, falta de tonicidad de la pared abdominal (en función de la vida sedentaria), abuso de laxantes (hacen al intestino trabajar bajo estímulo) y desorden por falta de puntualidad en defecar diariamente. También puede ser síntoma de tumor.

          La señal más obvia de estreñimiento es cuando se pasa más de dos días sin evacuar. Se suman otros: estómago dolorido, sensación de hinchazón, tal vez dolores causados por gases, dolor de cabeza, desánimo, mal humor, irritabilidad.

          Ahora atención: es importante saber que tanto es normal evacuar dos veces al día como una cada dos días. La recomendación es que, en conjunto, sean eliminados de 100 a 200 gramos de heces. De lo contrario, la retención de los productos tóxicos formadores del bolo fecal puede provocar desórdenes orgánicos, porque se vuelve a metabolizar. Otras vías lo eliminan, como una transpiración muy fuerte o la seborrea del cuero cabelludo..

          Tomar laxantes puede parecer una solución, pero agrava el problema. Esos remedios irritan la mucosa intestinal con el objetivo de estimular los movimientos peristálticos (contracciones espontáneas y rimadas que tienen como función empujar el bolo alimenticio). Además, el abuso provoca la pérdida de potasio, lo que resulta, entre otros, la disminución de la función intestinal. Se crea un círculo vicioso en el cual el intestino sólo funciona bajo estímulo externo. En contrapartida, hay diarreas anormales que perjudican la flora intestinal.

         

 

PREVENCIÓN.-   La solución es simple. En primer lugar, cuidar de la alimentación. Debe contener fibras, que ayudan a regular el intestino y atraen agua del organismo, emblandeciendo las heces.

          Beber mucho agua. Olvidar los alimentos grasos e intentar ingerir los menos refinados, especialmente azúcar. Observar si hay intolerancia a la leche, lo que estorba el buen funcionamiento del intestino.

          Pongamos atención a la primera comida del día. Tomar en ayunas un vaso de agua. Esperar 15 minutos y comer de 7 a 12 ciruelas pasas dejadas en remojo la noche antes. No beber el agua donde hayan estado las ciruelas. Después ingerir fruta madura, buena para el intestino: naranja, pera, melocotón. Después tomar la infusión o el café, pan moreno o integral, queso o lo que sea.

          Paralelamente, hacer deportes  y gimnasia, que ayudan a mejorar la tonicidad de la pared abdominal.

          Crear el hábito de atender las necesidades del intestino, dándole tiempo desde el momento que sienta la urgencia de hacerlo, tal como hacemos con los niños.

                   

 

 

ARDORES Y GASTRITIS.-  El estómago acostumbra dar señales cuando molesto por la gastritis, una inflamación superficial de la mucosa, que se manifiesta por sensación de peso, dolor, ardores y a veces vómitos. Culpables: el uso exagerado de antibióticos, antiinflamatorios y analgésicos, alcohol, café, tabaco, exceso de comida, conservantes de alimentos industrializados, intoxicación alimentaria y un viejo conocido, el stress.

          Hay gente que confunde gastristis con acidez estomacal, un síntoma de inflamación del esófago; o malestar causado por hábitos alimentarios inadecuados. De hecho, comer deprisa, no masticar lentamente o hacer comidas desequilibradas, exagerando los azúcares, proteínas o grasas, provocan síntomas parecidos. Pero no son de gastritis.

          La primera indicación del médico es alertar sobre las causas del problema. Seguidamente, prescribir una dieta blanda, que exige menor esfuerzo del estómago en su trabajo “triturador”. Esa dieta puede señalar te con tostadas, puré de patata y lácteos. De hecho, nadie puede comer alimentos que irriten la mucosa del estómago, tal como: frutas ácidas.frituras, carne, sal, café, alcohol o fumar. Si no es tratada, la gastritis provoca sangramientos o erosiones en el estómago.

         

 

DIVERTICULO.-  Todo el mundo ha oído hablar de la diverticulitis. Existe una dolencia anterior llamada diverticulosis. Ataca al 80% de los adultos de más de 30 años y del 20 al 50% de los que tienen más de 60 años. Veamos las causas.

          Por constitución orgánica. algunos individuos presentan flaccidez en la musculatura lisa intestinal. Con la presión que el intestino hace durante la eliminación de las heces, agravada por el estreñimiento, la musculatura puede ceder. En sus puntos más frágiles, se forman minúsculas bolas llamadas divertículos: es la diverticulosis.

         

 

A estas alturas el problema es que los divertículos están abiertos a la entrada de residuos y pueden inflamarse. Es así que la diverticulosis se transforma en diverticulitis. Los síntomas se parecen a los de la apendicitis, hasta al punto de que a veces se confunde el diagnóstico. Son dolores abdominales agudos y fiebre.

         

La diverticulitis tal vez exija cirugía, pues rompe los vasos sanguíneos que revisten la mucosa intestinal provocando hemorragias. Más grave es la ruptura del diverticulo, cuando el paciente no se somete inmediatamente a una operación. La inflamación pasa  a la cavidad abdominal, desencadenando peritonitis, infección generalizada del abdomen, de consecuencias muy graves.

          Para prevenir la diverticulosis, una complicación de la diverticulitis, basta seguir una alimentación fibrosa, como en el caso del estreñimiento. Las fibras vegetales forman un bolo fecal uniforme, capaz de cubrir toda la cavidad del intestino; así evita la aparición de gases que presionan los puntos frágiles de la pared abdominal. La uniformidad impide también que algunos residuos se dispersen, penetrando en los divertículos ya existentes.

         

 

COLITIS Y DESCONTROL.-   Quien tiene esta molestia, inflamación del cólon, del intestino grueso, vive en el cuarto de baño, atendiendo las urgencias del intestino. Unas veces sufre estreñimiento, otras diarreas. Y no termina así: son comunes el insomnio, dolor de cabeza, de la columna vertebral, náusea, acidez, mala digestión, irritabilidad, gases y ardores de estómago. Cuando la diarrea es aguda, los dolores parecen de apendicitis o de piedras en los riñones o problemas de ovario.

         

Para entender tantos síntomas, es necesario saber que los músculos que van del esófago al final del intestino, se contraen de manera regular, obedeciendo a los movimientos peristálticos. Si hay descoordinación, viene el estreñimiento o la diarrea.

          Hasta hoy, la medicina no consigue explicar la colitis ni por qué es más frecuente en las mujeres. Según los médicos.no proviene de infecciones por bacterias, lombrices o virus. La enfermedad está ligada a la personalidad, factores emocionales y socio-psicológicos.

         

 

Errores alimentarios también hay que tenerlos en cuenta. No tomar agua en cantidades suficientes es uno de ellos. El organismo se obliga a absorber agua del cólon para hidratarse, retirando el poco líquido que queda en él. Las heces se resecan y viene el estreñimiento. La persona recurre a los laxantes que acaban provocando diarrea; se instala un círculo vicioso.

          Algunos cuidados son importantes para quien tiene (o no quiere tener) colitis: beber un litro y medio de agua como mínimo, al día; alimentarse con calma, tres veces al día; evitar bebidas con gas; masticar bien; relajarse 10 minutos antes de las comidas; procurar evacuar todos los días a la misma hora; no fumar antes de las comidas: Comprobar si hay intolerancia a la leche y comida que fermenta como el pan fresco, harina, azúcares; no comer alimentos crudos durante las crisis; hacer ejercicios.

         

 

EL APÉNDICE.-  Hasta hoy no se sabe ciertamente lo que provoca la inflamación del apéndice, un órgano que, al parecer, la naturaleza no destinó función alguna. Pero, cuando se inflama, necesita ser extirpado quirurgicamente. De lo contrario, hay riesgo de infección abdominal generalizada, con graves consecuencias.

          Más común en niños y jóvenes, la apendicitis se caracteriza por un dolor persistente e intenso que siempre comienza alrededor del ombligo y pasa seguidamente al lado derecho del estómago, próximo a la ingle. Además, pérdida de apetito, náusea, fiebre baja y estreñimiento.

          El mayor peligro, a causa del tipo de síntoma, es que la apendicitis sea confundida con otra enfermedad y no se haga cirugía. Aquí, atención: no siempre hay dolor en la pierna derecha o el paciente sufre de fiebre y vómitos.

          Se ignora cómo evitar la inflamación; existe la creencia de que las semillas de los frutos cítricos provocan la apendicitis. Como realmente no se deben comer, no se pierde nada en respetar la creencia. La cura está en la operación quirúrgica, simple y de rápida recuperación.

 

         

EL PÁNCREAS .-   Ahí está un problema poco hablado, pero es muy serio: la inflamación del páncreas. Sus síntomas: dolor abdominal severo, con frecuencia progresivo, en la parte superior del estómago o generalizado, tal vez irradiándose para las costillas. A veces, viene con fiebre, vómitos, bajada de presión, pulso elevado y la piel pegajosa.

          La pancreatitis en el 50% de los casos ocurre por causa de los cálculos biliares. En la tentativa de salir de la vesícula, las piedras provocan dolores. Si quedan presas en el canal, los cólicos aumentan a niveles insoportables, además de provocar infección o inflamación. Si consiguen pasar, hay riesgo de retención en el canal de salida del jugo pancreático. Siendo imposible salir, el jugo inflama el órgano.

          Otros orígenes: infecciones como: mononucleosis, maningitis, alcoholismo.

          La cura exige hospitalización, con el empleo de remedios específicos; el paciente no debe comer ni beber nada, hasta que el médico diagnostique la causa del dolor. La prevención prohibe el alcohol, exceso de comida y la obesidad. Comidas en pequeñas porciones, frcuentes, disminuyen el riesgo de repetición.

 

          La vesícula no produce, como mucha gente piensa, la bilis. No deja de ser una bolsa que almacena una concentración de bilis, producida por el hígado. Cuando el estómago se dedica a su función exclusiva como es la digestión y envía el bolo alimenticio al duodeno, la vesícula es estimulada y libera el líquido. Este se junta al zumo pancreático y sigue para el duodeno con un objetivo: actuar sobre las moléculas de grasa, procesándolas para que puedan ser absorbidas por el organismo.

          La vesícula, por tanto, trabaja sólo algunas horas al día, durante la digestión. El resto del tiempo permanece cerrada y llena de bilis.

         

Pues es, justamente, en esos momentos que se forman los cálculos, constituidos en general de colesterol, producidos por el hígado y presentes en la bilis. Hay también aquellos de bilirrubina, el pigmento responsable del dolor amarillo de la bilis y los ojos con ictericia; la mezcla de colesterol y bilirrubina y algunos provenientes de bactgeris muertas dentro de la vesícula, resultado de la infección.

         

Según algunos médicos, los cálculos son señal del “uso prolongado” del organismo, ya que aparecen principalmente en personas de mucha edad. Otros especialistas creen que tienen origen en cambios en el metabolismo del organismo.

         

De alguna manera, el medio ambiente de la vesícula sufre alteración, lo que cristaliza algunas substancias.

         

Instalados en la vesícula, los cálculos provocan dolores e inflamaciones. A lo largo de los años, comprometen el funcionamiento del órgano, que va perdiendo elasticidad y queda fibroso.

         

La formación de los cálculos biliares sigue siendo un completo misterio. Por eso, prevenirlos es difícil. Pero sí saber qué hacer: ingerir menos calorías diariamente, en especial las que provienen de las grasas. Aquí, atención: el consejo no significa comer menos, pues en ese caso la vesícula trabaja poco y acumula bilis. Hacer ejercicios, pues la vida sedentaria favorece la acumulación de colesterol que forma los cálculos. En cuanto a la cura, en caso de crisis, la alopatía sólo tiene un remedio; cirugía, mientras que los naturalistas prescriben dietas.

         

 

CIRROSIS.-   Cada vez que enferma, el hígado se inflama. En general, se recupera rápidamente.  Pero, cuando la inflamación permanece, las zonas afectadas muere, formando cicatrices que van disminuyendo progresivamente disminuyendo la capacidad del órgano. Es la cirrosis, consecuencia de la hepatitis vírica. Pero ciertos regímenes drásticos para adelgazar también pueden desencadenarla;  la falta de nutrientes hace al hígado movilizar las grasas del organismo. La acumulación disminuye su funcionamiento. Señales de alerta de la cirrosis: al principio, semejante a la hepatitis; al final, vómitos con sangre.

         

Desgraciadamente no existe tratamiento eficaz contra la enfermedad. Pero es perfectamente posible evitar que se agrave; basta, en esencia, suspender el alcohol y la sal. El alcohol, por lesionar las células del hígado. Y la sal, porque empeora algunas complicaciones de la cirrosis, como edema (acumulación de líquido en varios puntos del cuerpo) y la hidropesía (acumulación de líquido dentro de la cavidad abdominal).

          Tratemos al estómago con mucho cariño. Los cuidados que tengamos con él, valen para todos los órganos de la digestión. Dieta saludable, poco alcohol y grasas, nada de cigarros, ejercicios, control del stress y atención a las “reclamaciones” que nos manifiesta. Aunque sean leves.

                                                                     Salvador Navarro Zamorano

                                                                     Especialista en Homeopatía.

 

 

 

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