ALCORAC SALVADOR NAVARRO |
Dirigida a la Escuela de:
Mallorca
Circular nº 5 , año XI
Bunyola, 1º de Mayo de 2.005.
VIDA DE SAN PABLO.-
Continuará en la circular de Junio.
VOSOTROS SOIS DIOSES
Viene de la Circular de Abril.
No hay en la vida humana problema más arduo ni dificultad mayor que el reconocimiento de ser dos entidades en sólo una. Así, San Pablo gime en la lucha de la ley de sus miembros contra la ley del espíritu, y angustioso exclama::
“Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Ahora, si hago lo que no quiero, no lo hago yo, sino el pecado que habita en mi. . De suerte que encuentro esta ley en mi: que cuando quiero hacer el bien, el mal está conmigo. Porque según el hombre interior, tengo placer en la ley de Dios; más veo en mis miembros otra ley, que batalla contra la ley de mi entendimiento y me prende debajo de la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7: 19 – 24).
Pero tal vez en ninguna parte esté esta lucha tan profundamente descrita como en las Confesiones de San Agustín, que dice:
“Me arrebató tu propia belleza y me arrancó de mi propio peso, arrojándome gimiendo sobre estas cosas bajas, y el peso eran los hábitos de mi carne”.
Y en otro pasaje:
“Los gozos de esta mi vida, de los cuales debo lamentarme, están en pugna con mis tristezas, de las cuales debería regocijarme. No sé para qué lado se inclinará la victoria”.
Y la perpetua experiencia del hombre en lucha, que con tanto acierto expresa Goethe, al exclamar:
“¡Ah! Qué dos almas respiran en mi pecho”.
Es la experiencia de todo aspirante que se encuentra en la Senda de la Espiritualidad, el mismo de todo ser humano que trata de vivir noblemente, de acuerdo con los dictámenes de su Yo Superior, y se ve retardado o impedido por los deseos de su ego inferior. Nadie está libre de esa lucha fundamental. Bajo innumerables formas nos enfrenta esta Hidra de las mil cabezas, y la vida de muchos aspirantes al ocultismo es una tragedia por causa de esta lucha interna, que no sólo ocasiona agudos sufrimientos y menosprecio propio, sino también agota los cuerpos y robas vitalidad.
¿Hay en la vida humana sufrimiento moral más agudo que contemplar la visión del espíritu y, al mismo tiempo, negarla en la vida práctica? Entonces sentimos aquel menosprecio por nosotros mismos que, según dice Hamlet, es “bebida más amarga que la sangre”; sentimos el desespero del repetido fracaso en el propósito de vivir como deberíamos vivir.
Tan grande como es esta tragedia humana, lo más amargo de ella es que su necesidad resulta de nuestra ignorancia, en cuanto a la actuación de nuestra consciencia.
La última cosa que el hombre descubre es su propio ser. Es una verdad extraña y, con todo universal, de que en el hombre, la sed de conocimiento hubiese de comenzar por lo más distante y terminar por lo más próximo. El hombre primitivo estudió el firmamento, pero sólo ahora, en estos tiempos, comienza el hombre a explorar los misterios de su alma.
Los seres humanos en su mayoría, son un misterio para sí mismos y, aún muchos, no se percatan de la existencia del misterio. Si preguntásemos a un hombre vulgar lo que él es en realidad, como ser viviente; qué le sucede cuando siente, piensa y actúa, cuál es la causa de la lucha entre el bien y el mal, de qué es consciente en su interior, no sabría qué responder y hasta las propias preguntas le serían nuevas y extrañas. De todas maneras, no es más extraño todavía que caminen las personas por la vida cargando con todas sus vicisitudes, sufriendo las miserias comunes a todos los hombres, regocijándose en los fugaces placeres de la vida, soportando su incesante carga, y todo esto sin preguntar ¿por qué?
Si deparásemos con un hombre viajando con muchas incomodidades y fatigas, y le preguntásemos a dónde va, y nos respondiera que nunca se le había ocurrido pensar en tal cosa, ciertamente lo calificaríamos de estúpido o loco. No obstante, es exactamente el caso de la mayoría de las personas en la vida ordinaria. Siguen su camino desde el nacimiento hasta la muerte, trabajan durante todo el trayecto y nunca preguntan el por qué, o si se lo preguntan, formulan la pregunta en términos superficiales, sin preocuparse en recibir o no la respuesta.
Pero, en su larga peregrinación, a cada alma llega la hora en que la vida se hace imposible a no ser que conozca el motivo. Cuando, desilusionado del mundo circundante, donde no puede encontrar satisfacción permanente, el alma abandona por un momento su caza frenética de ilusiones y exhausta queda silenciosa y solitaria, naciendo entonces en su interior la consciencia de un nuevo mundo. Entonces, apartado su rostro fascinado por el mundo que le rodea, descubre su alma la permanente realidad del mundo interior, el mundo del Yo Superior. Entonces, y sólo
alma nunca responde verbalmente, sino por lo que ella misma busca.
Durante el tiempo de lucha el hombre se formula preguntas a sí mismo con respecto a la finalidad de la vida y la naturaleza de su ser; pero, cuando llegan las respuestas, olvida las preguntas en la experiencia de la Realidad en sí misma. Así, cuando la respuesta referente a la existencia del hombre, no es una exposición intelectual del modo cómo está constituido y sí el reconocimiento de su Yo interno, él descubre el mundo de este Yo. Cuando consideramos el problema de la dualidad que en la vida diaria experimentamos todos de un Yo Superior, de una parte, y de un ego inferior de otra, descubrimos una verdad admirable.
El Yo Superior tiene su actividad en su propio mundo, ahí goza de una jubilosa y esplendorosa vida. Por consiguiente, en su propio mundo no puede aprender las lecciones de la experiencia, y por esto transfiere su consciencia para los mundos de manifestación externa, donde rige la multiplicidad con la antítesis del Yo y del No-Yo. Solamente en estos mundos de manifestación externa y mediante cuerpos constituidos por materia de los mismos mundos, puede el Yo tener consciencia de sí mismo como individualidad separada. En el mundo divino, la verdadera patria del Yo, no hay distinción entre el Yo y el No-Yo, porque cada entidad participa de la consciencia universal del conjunto; y así es que, en el mundo divino, el Yo no puede adquirir la consciencia de sí mismo. Tan sólo en la trinidad del Universo de manifestación externa, constituido por los mundos físicos, emocional y mental, encontramos la dualidad de objeto y sujeto, necesaria para adquirir consciencia individual. Para alcanzar ese objetivo, el Yo se transfiere a los mundos exteriores y asume cuerpos de materia de estos mundos.
El Génesis describe este traslado del alma para el mundo de las tinieblas. El paraíso primitivo no es un estado que pueda perdurar, por grandes que sean la belleza y la armonía. El alma tiene que comer del árbol del bien y del mal, del árbol del conocimiento, aunque sea a costa del Paraíso. Una vez experimentado el deseo de conocer los mundos de la materia, se revista el alma de las “túnicas de piel”, o cuerpos materiales, y “ganar el pan con el sudor de su frente”.
La finalidad de este largo destierro es la redención o regeneración que se efectúa cuando el alma recobra el conocimiento de su esencial divinidad y Cristo renace en el corazón del hombre. Entonces retorna al Paraíso, pero con plena consciencia de sí mismo; posee el Yo en su propio mundo, los frutos de su caída en los mundos materiales.
Continuará en la Circular de Junio.
P A R A C E L S O
Personalidad controvertida en su época, el médico suizo Paracelso es visto actualmente como el precursor de la medicina holística. La visión que tenía sobre la salud como el equilibrio energético del cuerpo, la importancia de tener fe en la curación y la relación entre el hombre y todo lo que le rodea, es apenas algunos de los conceptos elaborados por él hace más de quinientos años.
Nacido en Diciembre de 1493, fue un médico perseguido por la Justicia. Una ola de artículos fueron publicados en los periódicos con motivo del año de su 500 aniversario. Algunos elogiaron a Paracelso como pionero de la medicina total, otros como pionero farmacéutico, químico, alquimista, filósofo, astrólogo y mago. Es el patrón de los farmacéuticos. Los títulos recibidos van, desde “Padre de la Medicina Naturalista”, “Trimegisto de Suiza”, hasta “Lutero de la Medicina”, Personalidad atacada y perseguida durante toda la vida, hoy sigue siendo criticado. ¿Qué tenía ese hombre de ciencia que resulta tan inolvidable?
Paracelso nació en Einsiedeln (Suiza), no siendo físicamente favorecido por la naturaleza; era pequeño, giboso y tartamudo. Después de terminar la escuela, trabajar en un laboratorio y en las minas de Karnten, siguió los pasos de su padre, comenzando a estudiar medicina en Viena y terminando de formarse en Ferrara Italia). Desde entonces, viajó casi continuamente por Europa. Intentó establecerse como médico en Salzburgo, pero fue expulsado porque simpatizaba con los agricultores rebeldes. En Estrasburgo recibió el título de ciudadano, pero marchó a Basel, algo después, como médico. Allí, después de muchos enfrentamientos con colegas médicos, farmacéuticos y el propio consejo de la ciudad, recibió orden de prisión en 1528, forzando su fuga de la ciudad. Viajó por el país como si fuera un médico gitano, hasta volver a Salzburgo en 1540, llamado por el Obispo de aquél lugar. Falleció más tarde, con apenas 48 años
Hasta aquí, la parte confiable de la biografía de este hombre, que se llamó Paracelso y, hasta hoy, no se sabe por qué. ¿Quería decir con eso, que estaba por encima de Celso, famoso médico romano de la Antigüedad? No se sabe la fecha exacta de su nacimiento. Hohenheim, como es frecuentemente llamado en la literatura Teophrastus Bombastus von Hohenheim, dejó muchas dudas sobre sí mismo, posibilitando bastantes especulaciones y leyendas.
Sus escritos, originales de más de 8000 páginas, han llegado parcialmente hasta nosotros; por otro lado, su manera misteriosa de expresarse posibilita varias interpretaciones. Además, su modo de comportarse no era el de un médico convencional, sin hablar de sus opiniones, tan provocativas para aquellos tiempos, tanto tratándose de medicina, como de política o filosofía. Existen historias de que era alcohólico. Blasfemaba frecuentemente y fue la primera persona que dio conferencias en alemán y no en latín, como era costumbre, en la Universidad de Basilea.
Como he dicho antes, Paracelso quemó públicamente varios libros de medicina tradicional. Creía en los elementales, silfos, gnomos, hadas y en la Cábala; usaba talismanes astrológicos, mágicos. Dicen que había descubierto el “fuego vital”, el “magnetismo animal”, oficialmente descubierto por Franz-Anton Mesmer. También sabía que existía el aura.
Aunque Paracelso se ocupase intensamente de la Astrología, Alquimia y Magia, cuestiones esotéricas, sociales y filosóficas, él era principalmente médico, y es con esa función que su nombre es conocido hasta hoy. En verdad, en sus escritos la medicina ocupa el primer lugar y la practicó y enseñó durante toda su vida. En todo caso, él no veía al médico como un profesional que elimina los síntomas de una enfermedad, un modo completamente diferente de lo que era costumbre en aquella época y hasta hoy.
Su opinión sobre la enfermedad está mucho más próxima al concepto moderno, porque se basa en una imagen “cósmica” del mundo y la humanidad, yendo mucho más allá de la visión tradicional de su época, que se basaba en la doctrina de los fluidos de Hipócrates. Según el punto de vista tradicional, la enfermedad era causada por un mal funcionamiento y mezcla de los cuatro fluidos del cuerpo: sangre, catarro, bilis negra y amarilla. Paracelso modificó la opinión existente en aquellos días, definiendo la salud como equilibrio y enfermedad con el desequilibrio de todas las energías presentes.
El arte de curar, de acuerdo con Paracelso, se apoya en cuatro pilares: la filosofía, que significa, antes que otra cosa, “abrirse al conjunto de fuerzas naturales, observar esas fuerzas invisibles en la penetración de la realidad total y ver lo invisible en lo visible”. La astronomía, que enseña cómo las estrellas nos influencian; la alquimia, útil en la preparación de los medicamentos; y virtud, la honestidad del médico. De acuerdo con Paracelso, el médico es la imagen primordial de una persona que se está perfeccionando. Más que cualquier otro, el médico debe reconocer la acción de la naturaleza invisible en el enfermo o, tratándose del medicamento, como trabaja en lo visible.
Para aproximarnos a la idea de Paracelso, es inevitable considerar determinadas imágenes básicas, que normalmente son rechazadas por el médico convencional, porque se apoyan, por encima de todo, en opiniones “ocultas”. Las dos palabras clave de ese lado “secreto” de Paracelso, son: imaginación y magia. En una biografía escrita por el historiador y filósofo Lucien Braun, de Estrasburgo, dedica un extenso capítulo a ese aspecto para explicar el significado básico de tales ideas. De acuerdo con el profesor Braun es difícil explicar la “imaginación” como “sin sujeto y sin imágenes”. Porque Paracelso quiere solamente posibilitar “que la naturaleza aparezca”, que la propia luz de la naturaleza surja, mostrándola. Pero ella sólo muestra la luz a aquél que “sabe ver sin imágenes”.
Concluye en la Circular de Junio.
La gran variedad de formas resulta porque la evolución revela sistemáticamente los arquetipos divinos, las Ideas de Platón. Las formas se desarrollan a través de la evolución de acuerdo con el modelo que les fue impreso por el arquetipo que gobierna su estructura específica. Existen distintos tipos, familias y géneros, porque diferentes grupos son moldeados por diferentes arquetipos estructurales inmateriales. Las lagunas en el registro de los fósiles pondrían ser predichas con base en esta visión, así como diferentes tipos de forma son gobernados por diferentes patrones arquetípicos.
La evidencia nos muestra esta realidad. El movimiento de avance de la evolución no siempre es gradual. La diferencia en la vida consciente entre minerales, plantas, animales y seres humanos no es sólo una cuestión de grado sino, en realidad, una transformación, un salto hacia otro orden de existencia. Cada salto supone una nueva trascendencia. Lagunas evidentes aparecen entre células sin núcleo y aquellas que poseen un núcleo, invertebrados, vertebrados, reptiles y pájaros, vida marina y formas terrestres. La teoría neo-darwiniana convencional, que postula un cambio continuo y progresivo desde lo simple a lo complejo, no puede explicar las innumerables lagunas abiertas en el registro fósil.
Se ha postulado un “principio de discontinuidad”, para el cual se ha encontrado evidencia entre formas orgánicas y también inorgánicas. Estudiando a Pitágoras, vemos como un geómetra griego, vio en la Naturaleza trazos de formas abstractas de un mundo ideal. Los hexágonos de las colmenas y la concha de la tortuga, el cuerno del carnero, el vuelo de la mariposa, todos exteriorizan la perfección matemática. A través del análisis matemático de las formas, se ha encontrado que la forma “buena” frecuentemente muestra regularidades simples y numéricas. Se ha demostrado que las formas y estructuras de diferentes animales relacionados expresan variaciones de una forma constante matemáticamente definida. Recientemente, esta percepción ha sido comprobada, diseñándose figuras en un ordenador. La forma básica de una concha en espiral puede ser modificada desde el formato de un nautilo para la de un molusco y desde éste para un caracol, cambiando simplemente los grados como la tasa de crecimiento en una dirección.
Estamos convencidos de que diferentes configuraciones geométricas definen varios tipos en la Naturaleza. Las formas, dentro de un tipo, pueden ser transformadas recíprocamente, pero los diferentes tipos basados en geometría distinta se distinguen y no pueden convertirse unos en otros. Un principio de discontinuidad está entonces inherente en todas nuestras clasificaciones, sean matemáticas, físicas o biológicas. La Naturaleza prosigue de un tipo para otro, buscando grados entre lagunas intermedias que equivaldría a una permanente búsqueda en vano.
En su teoría de los equilibrios apuntados, el biólogo Stephan Gould prevé un mecanismo que suministraría una llave para algunas de las lagunas encontradas en la evolución. Cree que el cambio puede ocurrir en un breve e intenso impulso entre estados estables, cuando un sector de la población emigra y se vuelve aislada. En tales condiciones, el cambio genético puede continuar más rápidamente que en una población mucho más grande. Esta visión de evolución coincide con algunas enseñanzas esotéricas, que describen esta segregación como los medios a través de los cuales evolucionan nuevos tipos humanos. No establece necesariamente un conflicto con el concepto de los arquetipos que guían el desarrollo de las formas a partir del interior, sino que, al contrario, suministra una llave sobre un método en que las potencias de la Mente Divina son aún más liberadas.
A través del análisis matemático de las formas vivas se ha dado un gran paso en la biología, en dirección a la posición espiritualista. Se demuestra que los cambios en la forma son menos debidas a presiones del ambiente externo que a la evolución de un plano o arquetipo “interno”, pues el Universo es operado y guiado desde dentro hacia fuera.
El período de adaptaciones constituye otro misterio de la evolución, para el cual la teoría actual no tiene respuesta satisfactoria. ¿Por qué determinados reptiles deberían comenzar a desarrollar estructuras óseas “inútiles”, que sólo más tarde se transformarían en alas de aves? ¿Por qué las aletas de determinados peces, destinados a no abandonar nunca las aguas, deberían modificarse para transformarse en un sistema óseo que, posteriormente, servirían de apoyo en tierra firme a sus descendientes? Parece como si las características “inútiles” como esas hubiesen surgido a causa de evoluciones futuras o, en términos espiritualistas, como desarrollo de potencialidades mayores de los arquetipos.
Conforme hemos visto, muchos biólogos ahora, están de acuerdo en que las cosas vivas poseen en su interior un impulso básico en dirección a formas superiores de organización. Algunos consideran el potencial para formas superiores de vida como residiendo en primera célula que surgió incluso en la propia materia. Se afirma que todos los átomos y partículas están impregnadas con la Mente Divina, que los energetiza hacia niveles más elevados de organización y que toda la potencialidad divina está implicada en todas partes, y a través de la evolución, ella se desarrolla lentamente. La primera orden de la Mente Divina y sus arquetipos continuamente presiona en sentido descendente y hacia el exterior, para revelarse plenamente en formas cada vez más complejas.
De acuerdo con el espiritualismo, la incorporación de los arquetipos no constituye un proceso mecánico, en el cual una planta es copiada exactamente. Los arquetipos constituyen realmente motivos o temas, que están sujetos a infinitas variaciones. Mariposas, por ejemplo, pueden ser encontradas en colores y formatos aparentemente innumerables, mostrando la riqueza creativa de los arquetipos que contienen. Hasta hoy, nuevas especies de varios tipos de criaturas están apareciendo en todas partes. Parece que la Mente Divina usa las formas como un pintor usa su tela, para dar diseño al rico potencia imaginativo de la mente. La evolución para ser una cornucopia de evolución creativa, un drama pleno de suspense.
Continuará en la Circular de Junio.
A V I S O
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I N T E R E S A N T E
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