ALCORAC

SALVADOR NAVARRO

 

 

                                                                                                     

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                                                                     Circular nº 5 . Año IV

                                                                     Llubí, 1º de  Mayo de 1.998

 

 

Muchas veces siento que estoy desarrollando una actitud de tolerancia en relación a las dificultades que me depara la vida. Siento esta resignación como un peso contrario a todo mis esfuerzos para estar más vivo en mis meditaciones.

¿Significa esto que tengo reprimido mi ego y debo encontrarlo nuevamente antes de perderlo realmente?

Este es uno de los mayores problemas. Puede ser una paradoja, pero es verdadero. Antes de poder perder el ego hay que tenerlo. Sólo la fruta madura cae en el suelo.

Lo natural lo es todo. Un ego inmaduro no puede ser abandonado ni destruido. Y si luchas contra eso ego inmaduro, intentando disolverlo o destruirlo, todo el esfuerzo estará destinado al fracaso. Y en vez de destruir acabaremos descubriendo que lo estamos fortaleciendo de una manera nueva y sutil.

Esto es básico y hemos de entenderlo. El ego tiene que alcanzar una altura, tiene que ser fuerte, para entonces poder ser disuelto. Un ego débil no puede destruir. Y este es el problema.

Las religiones orientales predican la ausencia de ego. Por principio, todas están en contra. Pero, de esta manera, el ego no madura. Por eso es muy complicado disolver el ego.

En occidente, toda la tradición psicológica y religiosa propone a las personas que tengan un ego fuerte, porque si no lo tuvieran ¿cómo podrían sobrevivir? La vida es una lucha y quién no tiene ego es aplastado. Entonces, ¿quién lucharía? ¿Quién competiría? La vida es una constante competición.

Siempre que un occidental consigue entender que el ego es su problema, puede disolverlo con más facilidad. Y esta es la paradoja. En una cultura se enseña a fortalecer el ego y en otra se enseña la negación del ego. Pero sólo se puede perder lo que se tiene. Si no tenemos ego ¿cómo podemos perderlo?

Sólo se puede ser pobre cuando se es rico. Si no fueras rico, ¿cómo podrías llegar a ser pobre? Decía Jesús: "Bienaventurado los pobres en el espíritu?"

Un hombre rico puede llegar a ser pobre, porque nada más se puede perder que aquello que tienes. Si nunca has sido rico, ¿cómo puedes caer en la pobreza? Sería una pobreza superficial y nunca llegará al espíritu. Exteriormente puedes ser pobre, pero en el fondo estamos corriendo detrás del dinero. El espíritu está preso en las riquezas. Serás pobre superficialmente. Y hasta nos podríamos consolar diciendo que la pobreza es una buena cosa.

Pero nadie puede llegar a ser pobre, a menos que antes sea rico. Poseer solamente bienes no es suficiente para ser realmente rico. Si aún nos queda ambición, seguiremos siendo pobres.

La cuestión no es lo que se tiene. Cuando hay suficiente, el deseo desaparece, no se desea. El criterio para la satisfacción es la desaparición de los deseos. Entonces eres rico, lo puedes abandonar todo, puedes ser pobre, ser un mendigo. Y esa pobreza será rica, un reino en sí misma.

Lo mismo ocurre con todas las cosas. Sea Jesús, Lao-Tsé o Buda, todos ellos enseñan que el conocimiento es inútil. Estar constantemente acumulando conocimientos, no sirve para nada y hasta puede ser un obstáculo.

El conocimiento es innecesario, pero esto no significa que tengamos que ser ignorantes. Esta ignorancia no es real. Cuando hay conocimientos suficientes y prescindimos de ellos, entonces alcanzamos la ignorancia, como Sócrates que decía: "Yo sólo sé una cosa: que no sé nada".

Este conocimiento o esta ignorancia, llámalo como prefieras, es totalmente diferente, tiene una cualidad distinta, cambia de dimensión. Porque si eres ignorante por nunca haber tenido conocimientos, tu ignorancia no puede tener sabiduría. Es nada más que ausencia de conocimiento. Por dentro, hay algo pendiente: "¿Cómo tener más conocimiento? ¿Cómo obtener más informaciones?"

Sí sabemos demasiado, si estudiamos y conocemos todo lo que hay para conocer,  entonces, de repente, nos damos cuenta de la inutilidad de todo eso y vemos que no es conocimiento, sino que todo es prestado. Que no es nuestra experiencia la que conoce, sino que otros han experimentado y nosotros lo hemos estudiado, vemos que ese conocimiento es pura mecánica, memoria. No hay nada que haya nacido en ti, no es un crecimiento. Es sólo palabras juntadas en otras puertas, basura prestada.

Recuerda: conocer es algo vivo sólo cuando tú conoces, cuando es tu experiencia directa e inmediata. Pero, cuando conoces por otros, esto es memoria y no conocimiento. La memoria de una cosa sin vida.

Cuando juntamos muchas cosas, riqueza de conocimientos, libros, bibliotecas y, de repente, percibes que estás cargando un peso de otros, que nada te pertenece, que no conoces nada de aquello, entonces puedes abandonar todo ese conocimiento. Y en ese abandono, nace un nuevo tipo de ignorancia. Esta ignorancia no es la misma que la del otro ignorante. Así es un sabio, así es la sabiduría.

Sólo un sabio puede decir: "Yo no sé". Pero diciendo "yo no sé", él no está corriendo tras el conocimiento, está afirmando un hecho. Y cuando tú puedas decir de todo corazón: "yo no sé", en ese exacto momento tus ojos se abrirán a las puertas del conocimiento, serás capaz de conocer.

Esta ignorancia es hermosa, pero sólo puede ser alcanzada a través del conocimiento. Es la pobreza alcanzada a través de la riqueza. Lo mismo pasa  con el ego: sólo se puede perder cuando se tiene.

Los tronos, las sillas presidenciales, los estrados, los pódiums, no son más que símbolos del ego, del poder, del "status" y del prestigio.

Dice una leyenda que una vez Diógenes visitó a Sócrates. Diógenes vivía como un mendigo. Usaba siempre rompas inmundas, remendadas y llenas de agujeros. Aunque le diesen ropa nueva, no la usaba, sino que dejaba que se llenasen de mugre y se rasgaran y después se vestía con ellas.

En su visita a Sócrates comenzó a hablar de la ausencia de ego. Pero los ojos penetrantes de Sócrates comprendieron que aquél hombre no era nadie sin ego.  El cómo hablaba sobre la humildad era muy egoísta.

Se cuenta que Sócrates le dijo: "A través de tus vestidos sucios, a través de esos agujeros, no veo nada más allá del ego. Hablas de humildad, pero tus palabras vienen de un profundo centro del ego".

Eso es lo que pasa, así ocurre con la hipocresía. Tú tienes ego y lo ocultas a través de lo opuesto: te vuelves humilde en la superficie. Pero, ese exterior no puede engañar a nadie. Tal vez te engañes a ti mismo, pero a nadie engañas. Tu ego asoma su cara por entre los agujeros de tus sucios vestidos. Está siempre presente. Esto es engañarse a sí mismo y nada más. Nadie más es engañado. Y eso es lo que pasará cuando comienzas a derribar a un ego inmaduro.

Lo que te enseño puede parecer intelectualmente contradictorio, pero en cuanto a la experiencia viva, es una realidad. La contradicción es inherente a la vida. Por eso siempre te he enseñado a ser egoísta, para que un día puedas renunciar al ego. Te enseño a ser el perfecto egoísta. Si no escondes el ego la hipocresía no nacerá. No luches nunca contra un fenómeno inmaduro. Deja que madure y luego ayúdale. No tengas miedo. Y así podrás asistir a la agonía del ego. Cuando llegues al pico más alto de tu egoísmo, ya no me vas a necesitar para que yo te diga que estás en el infierno del ego. Vas a saber de eso. La altura máxima del ego será la parte más alta de tus terribles experiencias, como una pesadilla. Y no será necesario que ni yo ni nadie te diga: "¡Abandónalo!"

Se alcanza el conocimiento a través del dolor. No puedes liberarte de nada con argumentos lógicos, sino cuando se hace tan penoso que no lo soportas más. Y tu ego aún no se ha tornado pesado y por eso lo soportas. ¡Es natural! No puedo persuadirte a que te liberes de él. Y aunque lo intente, vas a querer esconderlo.

No puedes abandonar nada que sea inmaduro. Las frutas verdes se agarran de los árboles. Y si las separas por la fuerza, provocarás una herida. Esa cicatriz permanecerá, y la herida estará siempre sangrante.

Recuerda: todo tiene un tiempo para crecer, para madurar, para caer en tierra. Tu ego lleva su tiempo. Necesita estar maduro. Por tanto, no tengas miedo de ser egoísta. Ya lo eres. Si no, hubieras desaparecido hace mucho tiempo. No podrías existir ...... este es el mecanismo de la vida: tienes que ser egoísta, luchar por tu camino, luchar contra millares de deseos que te rodean, sobrevivir.

El ego es una medida de seguridad. Si nacemos sin ego, moriríamos. Nadie podría sobrevivir. Cuando el niño siente hambre comienza a llorar, es un esfuerzo para ser alimentado. El niño crece a través del crecimiento de su ego.

También para mí, el ego forma parte de mi crecimiento natural. Pero esto no significa que tenga que quedarme con él para siempre. Es un crecimiento natural y entonces hay un segundo paso en el cual él tiene que ser abandonado. Eso también es natural. Pero el segundo paso sólo puede ser dado cuando el primero alcanza una altura máxima.

Por eso te enseño dos cosas: el "egoísmo" y la "ausencia del ego".

Primero, hay que ser perfectamente egoísta, absolutamente egoísta, como si todo existiese sólo para ti y tú fueses el centro del mundo. Todas las estrellas girando a tu alrededor, el sol brillando para ti. No tengas miedo, disfruta del ser el centro. Si sientes temor no madurarás. Acepta eso, porque forma parte del crecimiento. Disfruta del ego para que él alcance la mayor altura posible.

Cuando él llega al pico más alto, de repente, percibes que no es el centro. Que aquello fue un engaño, una actitud infantil. Entonces eras como un niño y no hay nada de equívoco en eso. Ahora tienes madurez y puedes ver que no eres el centro.

En verdad, cuando ves que no eres el ombligo del mundo, ves también que no hay ningún centro en la existencia, o que el centro está en todas partes. O no hay centro y la vida existe como una totalidad, es un Todo sin un Centro como punto de control.

Jacob Boehme decía que el mundo está lleno de centros; cada átomo es un centro y no existe circunferencia. Hay centros en todos los lugares y no existen circunferencias. Estas son dos posibilidades. Ambas quieren decir la misma cosa, sólo las palabras son contradictorias. Pero primero sé un centro.

Es como cuando estás soñando y en lo mejor de tu sueño, algo te interrumpe; lo que siempre pasa. Siempre que un sueño alcanza una tensión, un punto máximo de interés, es interrumpido. ¿Qué es el punto máximo de un sueño? Es la sensación de que es real. Sientes que no es un sueño y sigues hasta el punto máximo donde se hace casi real. Nunca llega a ser real, pero sí casi real. Llega tan próximo a la realidad, que piensas que un paso más y sería real. Y cuando se aproxima mucho a la realidad, es sueño se interrumpe y despiertas.

Lo mismo ocurre con toda clase de engaños. El ego es el mayor de los sueños: tiene su belleza y su agonía, tiene su cielo y su infierno, ambos presentes. Por eso no digo que salgas de tu sueño antes de que llegue la hora. Nunca hagas nada antes de la hora. Permite que las cosas se desarrollen, que tengan su tiempo, para que todo acontezca realmente.

El ego va a desaparecer, puedo hacerlo por sí mismo. Si tú, simplemente,  permites que él crezca y lo ayudas a crecer, no habrá ninguna necesidad de abandonarlo.

Esto es muy profundo. Si tú abandonas el ego, eso significa que él permanece dentro de ti. ¿Quién lo abandonó? Si sabes que tú lo has abandonado, tú eres el ego, y así todo lo que abandonas no será real. Lo auténtico será guardado y echarás fuera cualquier otra cosa.

Tú no puedes hacer de ti mismo un ser sin ego. ¿Quién lo hará? El abandono ocurre, pero no es una cosa que se haga. Tú evolucionas en tu ego hasta que llegas al punto en que todo se vuelve tan infernal que el sueño se interrumpe. Tú nunca fuiste un ego. Eso sólo fue un sueño en el cual estabas involucrado, un sueño necesario. Forma parte del crecimiento.

Todo en la vida es necesario. Sea lo que fuere lo que te haya pasado, tenía que suceder. Todo lo que ahora está ocurriendo, acontece por causas muy profundas. Necesitas del ego y por eso puedes permanecer en el engaño. El es como una cápsula que te protege, te ayuda a sobrevivir. Pero no tienes por qué vivir encapsulado toda la vida. Cuando llegue tu tiempo, rompe la cápsula y sal de ella. El ego es como la cáscara del huevo. Así que cuando estés preparado quiebra la cáscara del huevo y asómate a la luz.

Pero tienes que esperar. Las prisas no adelantan nada. Da el tiempo necesario y no condenes, porque entonces, ¿quién estará condenando?

Vete a los sacerdotes, a los que te hablan de humildad, y mira dentro de sus ojos: no se puede encontrar egos más refinados en ningún otro lugar. Ahora esos egos están vestidos con el manto de la religiosidad, pero están presentes. Y aunque no coleccionen riquezas, están coleccionando seguidores, fieles, la moneda ha cambiado, ahora cuentan creyentes.

Si no están detrás de las cosas de este mundo, buscan las cosas del cielo; pero sea de un lado o del otro, ambos son mundos. Y, tal vez, sean más avaros, porque dicen: "Estas cosas temporales ...... este mundo consiste en placeres momentáneos, efímeros", y ellos quieren placeres eternos. Tienen la avaricia suprema. No se satisfacen con placeres que duran segundos, sino que quieren los placeres eternos. Sólo se sienten contentos si son cosas que duran eternidades. Esa avaricia pertenece al ego. Es el hambre del ego.

Por tanto, ocurre muchas veces que los maestros espirituales son más egoístas que los pecadores. A veces los pecadores llegan a Dios más fácilmente que los santos, porque el ego es la barrera.

Y esta ha sido mi experiencia: los pecadores pueden abandonar sus egos con más facilidad que los que se llaman perfectos, porque nunca estuvieron contra el ego. Ellos lo tienen alimentado, disfrutado, vivido en su totalidad. Los santos están siempre luchando contra el ego y así nunca permiten que madure.

El ego tiene que ser abandonado. Esta es la dificultad de todo el fenómeno. La mente dice: "si tengo que abandonarlo, ¿para qué cultivarlo? La mente dice: "si tengo que destruírlo, ¿para qué desarrollarlo? Si ponemos oído a la mente tendremos problemas. Ella siempre es lógica y la vida es ilógica. Por eso las dos nunca se encuentran.

Esto es lógico, es matemática común; si tienes que destruir una casa, ¿para qué construirla? ¿Para qué tanto trabajo?  Si la casa aún no existe, ¿para qué construirla y después derribarla?

La casa no es el punto, el punto eres tú. Construyendo la casa habrá un cambio en ti. Destruyéndola, el cambio será completo, ya no serás el mismo. Todo el proceso de creación de la casa será una prueba de que has evolucionado. Y cuando la casa esté terminada, hay que derribarla. Y esto será una mutación.

La mente es lógica y la vida dialéctica. La mente se mueve el horizontal y la vida salta de un polo a otro, de una cosa para su opuesto.

La vida es dialéctica. Crea y la vida te dirá: destruye. Nace y la vida te dirá: muere. Adquiere y la vida te dirá: pierde. Enriquécete y la vida te dirá: empobrece. Llega hasta el punto más alto de tu egoísmo y entonces serás un abismo, un no-ego. Entonces conocerás las dos cosas: lo ilusorio y lo real.

 

 

                                       COMENTARIO FINAL

          Cada vez más reconocemos que nuestro fallo en adoptar una actitud de unidad, implícita en el conocimiento del siglo XX, constituye la base de nuestros problemas a nivel planetario, sean de naturaleza social, política, ecológica, económica o individual. Ahora, a final del siglo XX, más que nunca en la historia, necesitamos darnos cuenta de que no podemos vivir separados unos de otros y de la naturaleza. Con todo, en cuanto creemos que el mundo está dividido en unidades fundamentalmente separadas, vivenciamos el mundo así y reaccionamos por la misma ley de correspondencia. Pero, si estuviéramos convencidos de que hay unidad subyacente en las aparentes divisiones, veríamos la unidad. Necesitamos, desesperadamente, de una visión del mundo en unidad para ayudar a corregir los innumerables males de este mundo. ¿Cuántos problemas podrían ser solucionados si el bien común, global, de las vidas de todos los seres en nuestro planeta fuese el objeto principal de consideración, en vez de la preocupación con intereses individuales.

Detrás de la separación superficial y apoyando cosas aparentemente disparatadas, hay una unidad básica, más real, más próxima a nosotros. Con todo, los místicos piensan como los científicos en que esta esfera unitaria es básica, que las divisiones se basan en último análisis, en un fundamento único. Nuestros sentidos muestran la superficie de las cosas. Estamos preocupados con las ondas, las olas, pero si pudiésemos navegar en las profundidades tranquilas, podríamos ver que los movimientos de la superficie son condiciones transitorias del Todo dinámico.

          La filosofía antigua se basaba en los principios de la unidad, de la totalidad orgánica, extraña para el siglo XIX, pero que hoy está en pleno vigor. Muchos aspectos de esta filosofía han sido confirmados por descubrimientos modernos. La más penetrante y fundamental de ellas es el concepto de unidad, de totalidad, orgánica y ecológica. Nuestros tiempos piden por esta visión unitaria. No obstante, ella ha estado disponible desde los tiempos anteriores a los registrados por la historia.

          Cuando nosotros quedemos integrados en ese concepto de totalidad, viviendo como partes intrínsecas de un Todo, podremos comenzar a restablecer la totalidad en nuestro mundo trágicamente fragmentado, dividido y tan pleno de crisis. La visión de esta unidad puede comenzar a curar al mundo.

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