ALCORAC

 

SALVADOR NAVARRO                                h

 

Dirigida a la Escuela de:

                        Mallorca

                                                                                 

                                                                                  Circular nº 4 , año X

                                                                                  Bunyola, 1º de Abril de 2.004.

 

 

            VIDA DE SAN PABLO.-

            Transcurría el mes de Marzo del año 49.

            Por todas partes la jubilosa resurrección de la Naturaleza, después de una silenciosa hibernación bajo la blanca mortaja de la nieve.

            Pablo, después de aquella exhaustivas discusiones teológicas en el Concilio de Jerusalén; después de las violentas emociones padecidas en Antioquía; después de aquél infierno de intrigas y sofisticaciones judáicas, sentía dentro del alma la necesidad de soledad en las montañas y la urgencia de grandes viajes. Ansiaba el refrigerio de la convivencia con almas simples y sinceras.

            Rumbo a Occidente . . . Éfeso, Corinto, Roma . . .

            Como un heliotropismo cultural algo parecía llamar su alma hacia los futuros centros de civilización cristiana.

            Hebreo de nacimiento, griego por su educación y romano de adopción, anhelaba Pablo aproximarse cada vez más a la metrópolis de los Césares, en el presentimiento de que vendría a ser el foco, el gran centro desde donde irradiaría la luz del Evangelio.

            Bernabé y Juan Marcos habían embarcado hacia Chipre.

            Pablo invitó a su amigo Silas o Silvano, como prefiere llamarlo, latinizando el nombre griego, y tomaron rumbo hacia el Norte. Silas, miembro de la comunidad cristiana de Jerusalén y amigo de Pedro, era un buen elemento y bien podía servir como hilo de unión entre los étnicos y los judíos – cristianos.

            Desde ese día encontramos a Silas como compañero inseparable y colaborador de Pablo.

            Después de pasar por Antioquía, comienzan los dos viajeros a internarse por las montañas del Amanus, cortadas por una vía estratégica del imperio romano.

            A 900 metros de altitud, desemboca el camino en un desfiladero, la llamada “puerta siria”, hoy desfiladero de Beilán. A uno y otro lado se levantan peñascos abruptos que descienden dejando abierto un pasillo de pocos metros de longitud. En la eminencia de una roca, rodeado de pinos se levanta el castillo romano de Pagrae. Un pelotón de soldados defendía fácilmente ese desfiladero, llave entre Oriente y Occidente, en esa parte de Asia.

            En un primitivo albergue, en medio de conductores de caravanas, descansaban los dos peregrinos sus miembros cansados, después de roer algún pedazo de pan, un puñado de aceitunas y dátiles y beber en una concha o en el hueco de la mano unos tragos de agua fría.

            Es látima que el narrador, Lucas, no haya sido socio de Pablo en esas jornadas. Tal vez nos hubiese conservado el esbozo de alguna de las charlas del apóstol con los compañeros de albergue o con un grupo de soldados del César, en la guarnición de Pagrae.

            Descendieron nuestros dos viajeros por la extensa planicie de Issus, donde en el año 333 a.C. se libró una de las más importantes batallas de la historia, entre Alejandro el Magno y el rey Darío. Sin la victoria del griego sobre el persa, no habría sido posible, probablemente, la expedición de Pablo por las provincias del imperio romano, ni el espíritu de Atenas habría formado el organismo cultural del mundo civilizado, ni Pablo habría escrito sus epístolas en el idioma de Demóstenes y Homero.

            En dos días llegaron Pablo y Silas a la capital de la Cilicia, tierra natal del apóstol.

            Allí adquirieron las provisiones necesarias y buscaron las alturas del Taurus.

            Afirma Cícero en una carta a su amigo Ático que, todavía en principios de Junio, el Taurus es impracticable, debido a las nieves del invierno y las aguas torrenciales del deshielo.

            Pero, para los dos mensajeros del Evangelio no existía la palabra “imposible”.

            También el Taurus tiene sus desfiladeros, precipicios y degolladas, una de las cuales se conoce hasta hoy como “garganta del diablo”. Por entre las cimas de las montañas, cuyos recortes hacen recordar las montañas de Montserrat, se desdoblan hermosas planicies cubiertas de exuberante vegetación. Allí blanqueaban, en medio de jardines y manzanos, los palacetes de verano de los banqueros romanos.

            Por esa misma vía a lo largo del río Cydnus, cargaron los guerreros de la Edad Media el cuerpo sin vida de su gran emperador Barbarroja. Por allí transitaron, llenos de fe, los belicosos cruzados a la reconquista de la Tierra Santa.

            En la primavera del año 49 recorrian ese camino militar de los Césares los dos solitarios viandantes, sin dinero ni armas, pero con una fe inamovible y un ardiente amor en el corazón.

            Cuando Pablo, en la enumeración de sus sufrimientos (2ª Corintios 11 – 26), explica los riegos que sufrió cruzando ríos, con peligro de salteadores en pleno desierto, con hambre y sed, no ve en esto importancia alguna.

            ¡Cuántas veces no se vieron los dos obligados a cruzar nadando caudalosos torrentes, que el deshielo de las alturas arrojaba a los cauces, arrasando puentes e imposibilitando la travesía de cualquier embarcación!

            Si el arte cinematográfico de nuestros días tuviese una orientación de mejor criterio y no fuese tan deplorablemente frívolo y rutinaria, ¡qué magnifico tema no encontraría para una estupenda película, en estas aventuras sensacionales, los lances dramáticos y momentos trágicos de la que está repleta la vida de este luchador del Cristo y pionero de la civilización!

            Descendiendo del Taurus por el lado Norte o Noroeste, llegaron los dos misioneros a la extensa planicie de la Capadocia meridional, estepa monótona, cortada por cráteres extintos y que en tiempos de lluvias prolongadas, convertía en un lodazal hasta donde se pierde la vista. No sabemos si Pablo se sirvió alguna vez de alguna cabalgadura. Incluso en caso afirmativo, de poco le valdría en esa planicie; cualquier caballo o jumento, se hundiría en esos lodazales de barro y agua, cuando no hundirse en la tierra lodosa por el peso de sus cuerpos.

            Ciertos biógrafos ingenuos y piadosos, veneradores de Pablo, se complacen en representar a ese “santo” impecablemente vestido, cubriendo su cuerpo una elegante túnica de vivos colores, amplia toga romana o clámide griega al hombro, barba y cabello bien peinados, sandalias nuevas en los pies y en las manos un libro de respetable tamaño, dándole aires de doctor de la Ley.

            Entretanto esos artistas y devotos no conocen la persona y vida de este aventurero del Cristo, un hombre magro, de estatura media, salud precaria, vestidos rotos, sentado tal vez sobre un tronco seco en pleno torrente o remando en una barca miserable rumbo a la otra orilla; ese es el Pablo de la historia. O el mismo vagabundo genial, sentado a lomos de un asno, procurando atravesar un río caudaloso; de repente, en medio de las aguas, cabalgadura y caballero son empujados por el caudal de las aguas, desapareciendo en un remolino . . . y reapareciendo muchos metros más abajo arrastrados por la corriente . . . El asno medio muerto, trémulo del susto, saltando a la orilla . . . El misionero con la cara golpeada, agarrándose a algún junco y consiguiendo alcanzar la orilla opuesta; este es el P;hablo en carne y hueso, el auténtico y genuino apóstol de las gentes . . .  Ante su grandeza se someten las penumbras de la mediocridad espiritual de millones de hombres, incapaces de un sacrificio personal por sus ideas religiosas, si es que las poseen. El argumento máximo de que se sirven los apóstoles del primer siglo y los verdaderos apóstoles de todos los tiempos, es que ellos escriben la apología ideal del cristianismo con una fe encarnada en la vida práctica.

            Llegaron a Derby donde Pablo pasara meses tan dolorosos. Hay gran alegría entre los cristianos. Las preguntas parecen no tener fin . . .

            ¿Y Bernabé?  ¿Qué había sido de él?

            Pablo presenta a su nuevo colaborador, Silas.

            Después de algunos días llegaron a Listra, ciudad de la que Pablo guardaba tan gratos e ingratos recuerdos. Aún llevaba en su frente y todo su cuerpo las cicatrices del bárbaro apedreamiento.

            ¡Cuán intenso debe haber sido el júbilo de ese cristiano todo hombre, de ese hombre todo cristiano, al volver a ver una familia que le era tan querida. Timoteo con su madre Eunice y su abuelo Loide. Recordaron aquella noche angustiosa en la que Pablo en un estercolero, bañado en sangre.

            En la víspera de su partida recibió el apóstol la visita de su gran amigo Timoteo, que le pidió encarecidamente lo llevase en su compañía. Desde el primer encuentro con el gran mensajero del Evangelio guardaba el joven la idea de trabajar un día al lado del maestro. ¡Alma llena de idealismo, la del hijo de Eunice! ¡Hermoso botón de vocación apostólica nacido en una noche de horrores y abierto a las luces cálidas del estudio y la meditación! Desde pequeño, como afirma Pablo, estaba Timoteo habituado y aficionado a la lectura asidua de las Sagradas Escrituras. Fue ese ambiente sobrenatural quien conservó en el alma del joven la llama divina del ideal religioso.

            Timoteo era hijo de madre judía y padre gentil, ya fallecido. Según la praxis vigente, debía haber sido circuncidado desde pequeño y no lo había sido. Puede causar extrañeza que Pablo haya aconsejado la circuncisión cuando el otro discípulo, Tito, nunca sugirió la idea. Pero es que Tito era hijo de padres paganos. Además, en el caso de Timoteo, concurrían circunstancias especiales que aconsejaban esa medida, a fin de hacer acallar en  los judíos cristianos cualquier pretexto de no aceptación del Evangelio.

            Timoteo vino a demostrarse como excelente colaborador de Pablo. Débil de salud y objeto de cariñosa solicitud de parte del maestro, que hasta le aconseja el uso discreto del vino a causa de su estómago.

            Escribiendo a los felipenses, dice el apóstol: “No tengo otro hombre de idénticos sentimientos y que por vosotros se interese con afecto más sincero. Como un hijo sirve a su padre así me sirvió él, por el bien del Evangelio”.

            Era llegado el otoño del año 49 d.C.

            Después de recorrer Frigia y Galacia, resuelve Pablo llevar el mensaje de redención a Misia y Betania. “Pero el espíritu de Jesús no lo permitió.”

            ¡Extrañas palabras! Repetidas veces aparecen en la vida de Pablo órdenes y vetos desde un mundo invisible. Y él acata incondicionalmente esa voz que le viene desde el más allá.

            Se hallaban los dos mensajeros del Evangelio en la histórica planicie donde, por espacio de diez años, como P;hablo aprendiera en el Gimnasio de Tarso, habían lidiado los guerreros griegos y troyanos. ¿Por qué? ¡A causa de una mujer hermosa! De Troya quedaban algunos escombros y de Helena tal vez un puñado de cenizas; y la famosa Iliada de Homero servía de ejercicios de estilo a los escolares del imperio romano.

            Sin embargo, no tardaría en nacer un nuevo Homero que escribiría, para todos los siglos, la epopeya del héreo que inmola su vida , no por la belleza frágil de una mujer, sino por amor al Hombre-Dios, rey inmortal de los siglos.

            Aquí asoma por primera vez el gran escritor épico del cristianismo, Lucas el médico. En esta altura el autor de los “Hechos de los Apóstoles”, comienza a hablar en “nosotros”, señal de que se asoció a Pablo y Silas acompañándolos rumbo al noroeste.

            Ya en Antioquía habia Pablo encontrado ese intelectual helénico que desde ahora en adelante iba a ofrecer sus prestaciones al apóstol, al servicio del Evangelio.

            Si no hubiera sido por Lucas, nada sabríamos de la vida y sus viscisitudes, así como del sufrimiento de Pablo.

            El autor del tercer Evangelio y de los Actos, revela un notable grado de cultura. Sus conocimientos no se limitan a la esfera profesional; maneja con elegancia y facilidad la terminología técnica de los marinos de la época, lo que hace pensar en sus muchos viajes. Tal vez ejerciese el arte de la medicina en ciudades del litoral mediterráneo o ¿quién sabe? a bordo de los navíos mercantes que escalaban en los puertos de Asia y Europa meridional. La perfección estilística, el gusto literario, la ideología helénica, al ,par de una vena humorística – satírica, nos autoriza a suponer que Lucas era un espíritu familiarizado con los grandes centros culturales de aquél pueblo excepcional que, en materia de filosofía, poesía y escultura, sirve aún hoy de patrón y modelo a la civilizada humanidad.

            Repetidas veces alude Pablo a la presencia o amistad de Lucas. “Saludos de Lucas, el querido médico” escribe a los cristianos de Colosses. En la pequeña carta familiar a Filemón enumera a Lucas entre sus colaboradores. En la segunda epístola a Timoteo, escrita durante el cautiverio romano, dice en tono doliente: “Sólo Lucas está conmigo.”

            Se hallaba Pablo en Troade, cuando a altas horas de la noche tuvo una visión. Visualizaba ante él un macedonio que le rogaba: “Ven a Macedonia y ayúdanos.”

            En sus largos viajes, conociera Pablo el vestuario característico de los macedonios; aquella clámide de bastos pliegues y el sombrero de alas grandes, como se usaban en Macedonia.

            “De esta visión  - añade Lucas – concluímos que para allá nos llamaba Dios a fin de predicar el Evangelio.”

            Era el grito de Europa – el clamor por el cristianismo . . .

            De Macedonia partió un día, lleno de sueños y gloria, un joven de 22 años: Alejandro Magno. Llevó al Oriente los tesoros del Occidente: la lengua griega y la filosofía de Atenas. Ahora, iría el Oriente a llevar al Occidente  la mayor de las joyas: el Evangelio de la Verdad y la Vida.

            Y aquél asiático, de cuerpo frágil y alma pujante, decidió atender la llamada de Europa, cuya primera isla le esperaba sobre las ondas azules del Mar Egeo: Samotracia.

            “¡Ayúdanos!”  Es el grito de socorro que el intelectualismo europeo dirige al misticismo asiático.

            La ciencia extiende las manos a la fe, para que la aurora del Evangelio ilumine los abismos de la Filosofía.

            Y el grito de Occidente encontró eco en el corazón de Oriente . . .

Sigue en la Circular del mes de Mayo.

 

 

 

 

HISTORIA DE LA FILOSOFÍA.-

 

         Y cuando esto hubiera sucedido plenamente ¿qué humanidad tendríamos entonces?

        ¿Estaríamos en el cielo o en el infierno?

        ¿En el cosmos o en el caos?

        Pongamos que el hombre, ese dios en la tierra de la filosofía tuviese, de hecho, el poder de crear un mundo a su imagen y semejanza; que la ”voluntad dinámica” fuese tan fuerte como para poder crear un superhombre; ¿qué tendríamos entonces?

        Ese mundo creado por el hombre, según su receta, serían tan individualmente insípido y sin encantos que sus habitantes, en vez de morir de hambre como ahora lo hacen, morirían de fastidio. Es que el hombre no puede vivir feliz en un ambiente que no sea mayor que él mismo. Un hombre auto-suficiente desaparecería de inanición y atrofia interna, como un hombre que no asimilase nada desde el exterior o no respirase la atmósfera que le rodea. Una vida sin misterio, sin algo que esté más allá del hombre, algo en que él se pueda integrar o incluso “perder”, sin alguna especie de abismo, océano o selva incógnita, sin alguna “fe”, sería una vida sin autenticidad, plenitud ni abundancia. Todo hombre normal, para sentirse realmente feliz, tiene la intensa necesidad de integrar su pequeño Yo individual en algún gran Tú, el algún misterioso “No-Yo” universal. Ahora, en un mundo fabricado por el ego, faltaría ese elemento vital.

        Del resto, es perfectamente ilusorio pensar que la voluntad humana, por más poderoso y potencializado que sea, pueda producir sobre la faz de la Tierra, algo esencialmente diverso y mayor que aquello que el intelecto humano haya producido hasta hoy. Los abismos del planeta y los abismos del mundo sideral, de los sistemas solares y las galaxias cósmicas, continuarán prácticamente tan inalcanzables como hoy, sea cual fuere el avance de la ciencia y la técnica humana del mañana. Individualmente considerado, el hombre será siempre un átomo infinitamente pequeño, perdido en la inmensidad de un universo infinitamente grande. El saber que él puede tener del mundo será siempre como una minúscula cáscara de nuez fluctuando, incierta y solitaria, en la ilimitada vastedad del océano.

        Einstein, en uno de sus libros, nos hace ver que el descubrimiento de hechos reales es la tarea de la ciencia, mientras que la creación de valores realizables es la misión de la religión; niega que la felicidad sea una dádiva de la ciencia, por vasta que ella sea.

        ¿Podrá la felicidad ser otorgada por la religión?

        Puede.

        ¿Es la religión un producto de la voluntad?

        No de esa voluntad de la que tratan las teorías filosóficas, porque todas ellas se limitan a realizar algo en el plano horizontal de los hechos individuales, recayendo así en el plano del intelecto, incapaz de hacer feliz al hombre.

        En resúmen: ni el intelecto ni la voluntad individual pueden dar la verdadera felicidad.

        El filósofo, tanto intelectual como volicionista, es necesariamente un hombre insatisfecho. La felicidad debe venir de algo que trascienda el plano del intelecto y voluntad individual. Esas facultades están restringida a la zona del pequeño “Aquí”, mientras que la felicidad exige el gran “Más Allá”, no el “Mas Allá” en el sentido teológico-dogmático (que no existe en un universo unitario), sino aquello que traspasa la raíz de cualquier percepción sensitiva, de cualquier concepto intelectual y cualquier producción volitiva.

        Todo “Aquí” sensitivo – intelectual – volitivo es débil, insípido, insuficiente para satisfacer las más profundas ansias del Yo humano, la sed de su verdadera espiritualidad. Donde faltan la oscuridad del misterio, el halo del infinito, la profundidad de lo eterno, allí falta el elemento esencial para una verdadera felicidad, intensa y permanente; y es precisamente esto lo que está ausente de todas las teorías filosóficas puramente intelectuales y volitivas.

        La verdadera Filosofía no es simplemente intelectual y volitiva, sino racional, espiritual, cósmica. La Razón no es el intelecto ni la voluntad, ni aún la síntesis de los dos. La Razón es el Logos, el Espíritu, la Vida, que es la Luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.

        Donde impera la fuerza bruta allí no domina la Razón. Ahora, todas las teorías filosóficas engendradas por el intelecto y la voluntad, son sistemas que profesan fe ilimitada en la eficacia de la violencia, sea en forma de militarismo estatal, de comunismo ateo o de mecanismo industrial; todos esos “ismos” esclavizan al hombre de uno u otro modo, sea por las armas, por el trabajo compulsivo o por los capitales de la industria multinacional.

        El “reino de los cielos” es prometido a los mansos y no a los violentos; y ese reino es esencialmente el reinado de la Razón y del Espíritu, reinado intrinsicamente incompatible con cualquier especie de fuerza bruta. Jesús, Francisco de Asis,Tolstoy, Schweitzer y otros hombres que traspasaron las fronteras del mundo individual e invadieron las regiones de lo universal, el racional y espiritualista, abjuraron definitivamente de toda y cualquier política de fuerza física, porque sabían y saben por experiencia propia que el poder del espíritu comienza allí donde termina el espíritu del poder y viceversa; conocían y conocen la impotencia de la materia y la omnipotencia del espíritu.

        En el siglo pasado, Mahatma Gandhi, se reveló como un auténtico discípulo del Cristo, el “Príncipe de la Paz”, mucho más que la mayor parte de los políticos y estadistas, de teólogos y jerarquías cristianas de Occidente que, tanto en el plano civil como religioso, siguen creyendo en la eficacia de la fuerza bruta.

        Hegel, Nietzsche, Marx y todos sus seguidores son, en el fondo, apóstoles de la violencia y apóstatas del espíritu.

        Crece el peligro y asume proporciones catastróficas cuando esas filosofías, esencialmente materialistas, se revisten con ropajes de espiritualidad y defienden sus teorías anti-espirituales bajo la bandera de una filosofía espiritualista. Pocos son los hombres capaces de distinguir el error de la verdaad, acabando por ser arrastrados a funestas conclusiones por esas premisas materialistas camufladas de espiritualidad.

        Bien mezquino debe ser el hombre que, en el ámbito del ego individual o del mundo material, encuentra suficiente objeto de veneración. Esa actitud bienquista despoja la vida humana precisamente de aquello que la hace digna de ser vivida, privándola de grandeza y fascinación por el infinito, tornándola, si no insoportable, por lo menos tediosa, banal y sin encantos.

        Una vida sin ilimitados horizontes abiertos hacia el Más Allá es antes una permanente agonía o una falsa vida que una existencia auténtica y plenamente vivida.

        Pero ¿quién nos podría dar esa visión cósmica, esa filosofía que, sin perder el interés por las cosas necesarias y buenas de la vida terrestre, tenga su punto de gravitación y centro de intereses máximos en el Universo del espíritu?

        No hay una respuesta directa a tal pregunta. Existe, todavía, una respuesta indirecta que cada hombre tiene que encontrar, si quiere ser feliz.

        “Saber” no quiere decir haber escuchado o leído, sino que quiere decir “vivir” o “ser” aquello que se sabe. Sólo “se” de hecho, aquello que “soy”. No puedo saber, comprender, ese universo del Logos, de la Razón, del Espíritu, sin que lo viva o sea, y para esto es necesario que mi evolución, tipicamente humana, alcance grandes alturas. Pero esa evolución de mi verdadero Yo humano es algo exclusivamente “mío”; nadie lo puede hacer por mí o para mí; yo mismo, personalmente, tengo que enfrentar ese gran problema, esa máxima aventura de mi vida: la misma actitud frente al Infinito, mi relación personal con mi Dios, mi encuentro real con el Cristo. De hecho, del grado de evolución y de esa consciencia depende todo el resto: la solución o no-solución de los demás problemas de mi existencia. La solución del problema central es la llave para todos los problemas periféricos.

        La verdadera Filosofía tiene por objeto y misión orientar al hombre en ese terreno y remover los obstáculos que, por ventura, obstruyen el camino rumbo a esa meta final.

        Conocer la verdad es ser libre.

        Ser libre es ser feliz.

        La verdadera filosofía, idéntica a la verdadera religión, lleva al hombre al conocimiento intuitivo y dinámico de la verdadera libertad, rumbo a una sólida felicidad, vasta, profunda e imperturbable.

Fin de la Historia de la Filosofía hasta el siglo XIX. 

 

 

 

 

 

 

 

LA SABIDURÍA ANTIGUA.-

            Parecería que todas las polaridades fuertes, activas, masculinas, reflejan en el mundo el potencial del espíritu, mientras que las polaridades receptivas, pasivas, femeninas, reflejan las cualidades de la materia. El hecho de que se haya escogido los nombres de Padre y Madre para simbolizar la consciencia y la materia, muestra la afinidad del principio sexual con las polaridades.

            Los polos positivo y negativo, masculino y femenino, activo y pasivo, están profundamente enraizados en la naturaleza de la realidad, siendo esenciales a la manifestación. Cargas positivas y negativas en el nivel subatómico de la materia representan la infraestructura de todo el mundo físico. Las innumerables substancias y variedaades de materiales que se basan en la valencia, electrones y protones dentro de los átomos en su interreacciones moleculares. Físicos modernos creen tan firmemente en las polaridades que hasta postulan la antimateria: para cada partícula hay una antipartícula de igual carga pero opuesta.

            Se ha avanzado más en el concepto de atracción y repulsión, indicando que el esfuerzo desempeñado por el sujeto en dirección al objeto, la atracción mutua entre los polos de la conciencia y la materia, son características del deseo, que está vinculado a su opuesto, la repulsión. Una pequeña introspección revelará el poder de estas dos fuerzas de atracción y repulsión dentro de nosotros. Nuestros gustos y rechazos, atracciones y aversiones, basados en otro par de opuestos, placer y dolor, generan más de nuestras acciones de los que podríamos suponer. La polaridad es una fuerza poderosa en nuestras vidas y en todas las criaturas vivientes.

            Es evidente que la polaridad de los sexos es esencial en el mundo de las cosas vivas y en nuestro mundo humano. Además de asegurar la continuación de nuestra especie, aporta dramatismo y variedad a nuestra experiencia. Las relaciones entre masculino y femenino constituye desde muiy lejos el tema más popular para el arte y la literatura, cine y televisión, y los pensamientos románticos dominan a gran número de personas.

            Como el espíritu y la materia siempre suceden juntos y nunca son encontrados apartados el uno del otro, así la polaridad masculina y femenina existen en cada uno de nosotros. Todos experimentamos ternura, dulzura, así como determinación, agresividad y fuerzas. Lo femenino en nosotros frecuentemente se equipara con la intuición, en cuanto que la mente ordenada y racional se considera masculina. Estos polos corresponden generalmente a las funciones de los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro. El psicólogo Abraham Maslow destacó que las personas realmente maduras integran los dos polos opuestos en su naturaleza. Las personas “auto-realizadas” como las denominó, ppueden aceptar auxilio y confort de otros, así como pueden disculparlas, siendo a veces fuertes y otras sumisas. Son equilibradas y completas en sí mismas.

            Polos alternativos, opuestos y sus contrastes son destacados en nuestra naturaleza. La disposición constantemente oscila entre depresión y exaltación, amor y odio o resentimiento, hambre y saciedad, ansiedad y confianza, energía y fatiga. Es natural que cada polo sea sustituido por su opuesto. Las innumerables polaridades de nuestro interior, como consciente/inconsciente, mental/emocional, persona/sombra, son necesarias para nuestra totalidad. Para determinar una expresión integral de aquello que somos, no deberíamos intentar eliminar cualquier polo o perfeccionar el opuesto. Esto sería como “seguir y honrar el cielo sin tener en cuenta la tierra”, en palabras de Cuang Tzu. Al revés de esto, deberíamos admitir ambos polos y establecer un equilibrio dinámico entre ellos. Eliminar uno o intentar hacerlo, sólo trunca nuestro propio ser.

            Como ocurre con el espíritu y la materia, los miles de polos en el mundo no están separados entre sí, sino que expresan dos aspectos de un todo abarcante. Muestran constrastes relativos dentro de una unidad envolvente, los extremos de un continuo. Figura sólo, arriba-abajo, caliente-frío, atrás-adelante, en inumerables pares, dependiendo cada polo del otro para su existencia; apenas tienen significado el uno en relación al otro. Alan Watts observó esta unidad en los opuestos:

            “Decir que los oppuestos son polares, significa decir que están relacionados y unidos, que son términos, extremidades y puntas de un único todo. Los opuestos polares son opuestos inseparables.”

            Además, muchos opuestos convergen unos en otros en una sucesión infinita. Se percibe el Gran Aliento como la fuerza propulsora subyacente a los ciclos, una constante pulsación que resulta en una alternancia rítmica de tensión entre los polos. En virtud de este pulso, “nada se encuentra jamás en un estado estático de reposo, sino que está en un estado cambiante, siempre pasando a su opuesto”. Vemos esto cuando el día se transforma en noche, cuando la tierra gira sobre su eje, de manera que la noche y el día no son más que fases de un proceso único. Verano e invierno, flujo y reflujo, sueño y vigilia, inspiración y expiración, son otros ejemplos. Hasta la vida y la muerte, en la visión espiritual, son polos de un proceso continuo. La vida y la muertre no son tanto alternativas como alternancias, polos de un proceso único que puede ser designado como vida y muerte.

            La antigua doctrina taoísta del Yin y el Yang expresas los opuestos como entrelazados, conteniendo cada polo la semilla del otro, conforme se muestra en el conocido símbolo orienta del Yin y el Yang.

            El aspecto Yang simboliza aquello que es luz, fuerte, masculino, poderoso, activo, celestial, mientras que el Yin es oscuro, sumiso, femenino, pasivo, terreno. En situaciones de la vida, son considerados como alternándose reciprocamente en ritmo continuo, uno pasando a ser el otro, de la misma manera como ocurre con la noche y el día. Su equilibrio dinámico está expresado de forma excepcionalmente bella en el Tai Chi, el ejercicio-danza chino, en el cual cada movimiento fuerte y enérgico es seguido por otro que es suave y sumiso, sólo para ser nuevamente sustituído por un nuevo y fuerte gesto.

            La separación entre polos no existe en la Naturaleza, sino que es resultado de la tendencia de nuestras mentes, particularmente en el pensamiento occidental, la de separar las cosas y colocarlas en compartimentos estancos, rotulándolas, lo que solidifica de forma más acentuadas las distinciones. Nuestra lógica de dos términos exige que alto sea esto o aquello, uno u otro, mientras que la visión oriental tienden a abarcarlos a ambos. Generalmente estipulamos categorías bien delineadas y definidas para después presuponer que la Naturaleza se adaptará a nuestros conceptos. Muchos opuestos son relativos, así como un asta puede ser corta cuando la comparamos con otra más larga, o larga si la comparamos con otro palo más corto. Nuestras mentes dicotomizan y establecen dualidades, a través de las cuales vemos entonces la totalidad no fragmentada de la Naturaleza. Muchos opuestos son apenas conceptos abstractos que pertenecen al mundo del pensamiento.

Un gran físico, Niels Bohr, reconoció el concepto taoísta del Yin y el Yang y vio la armonía entre la sabiduría oriental y la moderna ciencia occidental. Introdujo el concepto de complementariedad para unificar los opuestos y armonizar las innumerables disparidades en la física. Einstein mostró la unidad de dos cosas aparentemente dispares: materia y energía, en su fórmula E = Mc2. Los electrones, que aparecen tanto como partículas y ondas, también pueden ser considerados como ambas, de alguna manera incomprensible para nosotros. Para el físico nuclear, la materia parece ser indestructible y destruible, continua y discontinua y se manifiesta de muchas maneras que parecen ser mutuamente exclusivas. Bohr encontró que la estructura de opuestos distintos y separados es demasiado estrecha para acomodarse a la Naturaleza, que las incompatibilidades son productos de nuestras mentes y observaciones, al revés que son inherentes en la Naturaleza. Para él, ondas y partículas son aspectos complementarios de la misma realidad, cada una constituyendo una visión limitada y parcial y ambas necesarias para dar una imagen completa. Percibió el principio espiritual de que los polos se funden en un todo mucho mayor.

Los físicos descubrieron otra percepción esencial de la filosofía esotérica; de que el sujeto y el objeto no pueden estar divorciados el uno del otro. Nosotros, dicotomizamos los dos, especialmente desde el siglo XVII, cuando el filósofo Descartes insistió que el mundo material es objetivo y para siempre separado de la consciencia humana. En el proceso de intentar conocer la realidad como objeto, pensamos con respecto a nosotros mismos, el sujeto, como fundamentalmente separado y distinto de todo lo demás. En décadas recientes, los físicos alcanzaron una percepción que muestra esta división entre sujeto y objeto como algo erróneo. En la física cuántica, descubrieron que los científicos que hacen mediciones nunca consiguen separarse completamente de aquello que está siendo medido. Por ejemplo: el instrumental usado para la medición de electrones son fotones, partículas subatómicas muy pequeñas. Pero los fotones hacen que los electrones siempre modifiquen ligeramente su posición. Así, el observador, en sus conceptos e instrumentos subjetivos, interacciona con lo observado. Muchos encuentran que la física cuántica no es un caso especial, que todo proceso de intentar formar el postulado de la realidad como enteramente objetiva y externa es inútil, y que la mente y la consciencia intervienen siempre. Se habla de un “universo participativo”, en el cual la consciencia humana necesariamente se integra, aunque sólo intente observar. Se percibe la unidad del sujeto con el objeto. De la misma manera que la parte frontal y posterior son simplemente dos maneras de mirar un cuerpo, así el sujeto y el objeto, la psique y el soma, energía y materia, son dos maneras de abordar una misma realidad. La consciencia y la materia están para siempre entrelazadas en un todo mayor.

Sigue en la Circular de Mayo.
 

 

 

I N T E R E S A N T E

Si estás interesado en leer alguno de los libros, Circulares atrasadas o cualquiera de mis escritos, puedes hacerlo contactando con  las páginas web de Internet, siguientes:

Para consultas o pedidos, dirigirse a:

         Salvador Navarro Zamorano

         Madre de Dios de la Nieve nº 8

BUNYOLA  (Mallorca).

         Teléfono y Fax: 971: 61 33 92

         E-mail: snz2111@yahoo.es

           Página web: Salvador Navarro Zamorano

 

www.revistaalcorac.es

 

 

 

 

 

 

 

LIBROS ON LINE

Salvador Navarro Zamorano

 

 

 

Integración y Evolución

Enseñanza de Jesús de Nazareth y Grandes Religiones

Aforismos

Reflexiones

Segundo Nacimiento

Kábala

PROSAS LIBRES

Aforismos (LIBRO COMPLETO)

El Templo de la Luz

Rumbo a la Eternidad

La Busqueda del Ser

Una Escuela de Misterios

 

 

 

Enlaces de Interés

 

 

Revista Alcorac

Fuego Cósmico

Entrevista con las hadas

La Cueva de los Cuentos

Diccionario Esotérico

Filosofia del Arte

Como ser Don Quijote en el siglo XXI

CUENTOS DE ALMAS Y AMOR

NUEVA NARRATIVA

MONÓLOGO DE UN HOMBRE DIOS

DESECHOS URBANOS

EL CAMINO DEL MAGO

CRÓNICAS

REFLEXIONES_LIBRO

MANUAL DEL MAESTRO

HOMBRES Y DIOSES

LOS BUSCADORS DE LA VERDAD

NUEVA NARRATIVA 2

ORBISALBUM

 

 

 

 

 

 

OBRA LITERARIA DE D. SALVADOR NAVARRO ZAMORANO

 

Entre el silencio y los sueños

(poemas)

Cuando aún es la noche

(poemas)

Isla sonora

(poemas)

Sexo. La energía básica 

(ensayo)

El sermón de la montaña

(espiritualismo)

Integración y evolución

(didáctico)

33 meditaciones en Cristo 

(mística)

Rumbo a la Eternidad 

(esotérico)

La búsqueda del Ser

(esotérico)

El cuerpo de Luz 

(esotérico)

Los arcanos menores del Tarot 

(cartomancia)

Eva. Desnudo de un mito

(ensayo)

Tres estudios de mujer

(psicológico)

Misterios revelados de la Kábala 

(mística)

Los 32 Caminos del Árbol de la Vida

(mística)

Reflexiones. La vida y los sueños  

(ensayo)

Enseñanzas de un Maestro ignorado

(ensayo)

Proceso a la espiritualidad

(ensayo)

Manual del discípulo 

(didáctico)

Seducción y otros ensayos

(ensayos)

Experiencias de amor

(místico)

Las estaciones del amor

(filosófico)

Sobre la vida y la muerte

(filosófico)

Prosas últimas  

(pensamientos en prosa)

Aforismos místicos y literarios

(aforismos)

Lecciones de una Escuela de Misterios

(didáctico)

Monólogo de un hombre-dios

(ensayo)

Cuentos de almas y amor

(cuentos)

Nueva Narrativa (Narraciones y poemas)
Desechos Urbanos (Narraciones )
Ensayo para una sola voz VOL 1 (Ensayo )
En el principio fue la magia VOL 2 (Ensayo )
La puerta de los dioses VOL3 (Ensayo )
La memoria del tiempo (Narraciones )
El camino del Mago (Ensayo )
Crónicas (Ensayo )
Hombres y Dioses Egipto (Ensayo)
Hombres y Dioses Mediterráneo (Ensayo)
El libro del Maestro (Ensayo)
Los Buscadores de la Verdad (Ensayo)
Nueva Narrativa Vol. 2 (Narraciones)
Lecciones de cosas (Ensayo)
   

 

 

www.revistaalcorac.es

 

 

 

 

 

MAESTRO TIBETANO

 

Orbisalbum

 

 

 

 

 

La Cueva de los Cuentos