ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS Salvador Navarro Zamorano |
A82ANTIGUAS Y NUEVAS TERAPIAS AL SERVICIO DE LA MEDICINA
Desde la prehistoria hasta nuestros días, el hombre ha querido encontrar soluciones que contribuyeran a la restauración de la salud perdida. Hechiceros, magos, curanderos, sanadores, sacerdotes, terapeutas, etc., fueron los pioneros que sentaron las bases para los varios sistemas de curación que han ido evolucionando hasta la medicina de nuestros tiempos. En la actualidad, disponemos de mucho más conocimientos sobre los procesos fisiológicos del cuerpo humano y su dependencia del medio ambiente, la nutrición, el trabajo y el ocio que influyen en gran medida en la conservación de la salud. Los medios de comunicación, la literatura y la información en general, tratan de contribuir a una idea más amplia sobre las funciones de esta máquina tan completa como es el cuerpo humano. El desequilibrio social equivale al desequilibrio interior, es decir, que hay una relación causa – efecto, entre el hombre como elemento individual y la sociedad donde se integra. Significa que el ansia intelectual por alcanzar cotas de poder en los ámbitos de la ciencia, la técnica, el análisis y sus consecuencias sociales en forma de competitividad, deshumanización y una huida hacia delante que ha desembocado en un consumo desaforado de tranquilizantes, drogas y otros elementos de evasión en detrimento de la sensibilidad, la cooperación, el respeto social, la religiosidad y diferentes valores o virtudes que son de exclusividad humana. En esta lucha de energías opuestas, donde una fuerza ascendente es correspondida por otra equivalente y descendente, nuevas terapias se han renovado y otras han nacido para colaborar con la medicina en un reencuentro con la salud física, emocional y mental que nunca debimos de haber olvidado. No es sorprendente que la alimentación ocupe un lugar de privilegio entre estos nuevos conocimientos que ayudan a encontrar nuestra descuidada salud. La Dietética, que estudia el valor nutritivo de los alimentos, el estudio de plantas curativas conocidas desde la antigüedad y otras nuevas que se han incorporado a nuestros cultivos, el Higienismo que recurre a métodos tan antiguos como el ayuno para depurar de toxinas el cuerpo, la Homeopatía que ha aportado un nuevo punto de vista sobre la medicina, además de otros métodos ya conocidos como la Acupuntura, la Reflexología, la Quiropraxia, la Osteopatía y numerosos sistemas de Fisioterapia, aportan sus conocimientos milenarios para sentar nuevas columnas que fortifiquen el edificio de la Sanidad del mundo. Esta sección tiene como objetivo aportar una información veraz y simple, obviando los tecnicismo, para que el lector pueda tener en sus manos una guía sencilla para conocer en unos minutos los medios por los cuales su salud puede ser preservada de agentes químicos, ambientales y de cualquier otro que pueda inquietar su salud particular y familiar. Por ejemplo: el tiomersal es un compuesto químico (no natural) de etilmercurio (similar al peligroso metilmercurio) que se utiliza en las vacunas. En los Estados Unidos ese compuesto ha sido prohibido en vacunas para niños y mujeres embarazadas, al tiempo que se disminuyó el contenido máximo autorizado para el resto. Igualmente, ocurre con el mercurio contenido en las amalgamas dentales. Unas amalgama media de 1 centímetro cúbico libera 10 microgramos de mercurio al día a todo el organismo. Hay relación directa entre la frecuencia de rellenos conteniendo mercurio y el que se acumula en el cerebro, hígado, pulmones, riñones, etc., y está probada la relación entre amalgamas dentales y enfermedades modernas como el Alzheimer, fibromialgia, fatiga crónica, alergias y otras. Asimismo, las personas que padecen de apego afectivo padecen de una carencia de cariño que va siempre en aumento. La adicción a una persona, el síndrome de abstinencia si no estamos con ella, la incapacidad de cortar una relación, la inversión de tiempo en pensar en la persona que se quiere y alteraciones en actividades laborales, sociales o recreativas. Esto se revela en falta del control de impulso, adicción a sustancias de actividad psíquica como el alcohol y otras drogas más potentes o alteraciones alimenticias como bulimia y obesidad. Para contrarrestar esta tendencia hay que ser consciente de que desear no es sinónimo de apego, que se manifiesta como la incapacidad de terminar con el objeto del deseo. Hasta aquí, lo escrito es como una síntesis de todo el programa que pensamos desarrollar si contamos con la atención de nuestros lectores, a lo largo de todo el periplo que esta periódico inicia con este número que tiene en sus manos. Gracias por su atención. Salvador Navarro Zamorano. Especialista en Homeopatía. |
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EL D E S E O
¿Qué es lo que realmente deseamos? ¿Cuál es el deseo que nos posee? ¿Qué queremos construir para nosotros mismos y para el bienestar de los demás? Es bueno que nos interroguemos sobre la multitud de nuestros deseos para que, a través de ellos, podamos descubrir nuestro deseo esencial.
La definición de la salud es mantenerse lo más cerca posible a nuestro deseo más íntimo. Cuando estamos en dificultades, pasamos por problemas con nuestro cuerpo o con nuestra afectividad, pero si estamos próximos a nuestro deseo más íntimo, podemos afrontar cualquier inconveniente.
¿Dónde nace nuestro deseo? El deseo es la propia esencia del hombre. El deseo no es una falta, sino una afirmación, una potencia. Vivir es desear vivir. Si no deseáramos vivir no estaríamos aquí. Deseando vivir afirmamos que la vida desea vivir en nosotros. Hay un deseo de evolucionar, perfeccionarnos, rehabilitarnos.
El deseo también es una falta, una carencia, una tristeza. Existe un deseo en nosotros. ¿Un deseo de qué, de quién? Tal vez podamos vivir sin “ por qué”, pero ¿podemos vivir sin “por quién”?
Porque, ¿por quién vivimos nosotros? Algunos dirán: “Vivo para ser yo mismo.” Otros dirán: “Vivo para conocer a mi Yo Superior, pues lo que existe en mi es mayor que yo mismo. También deseo ser deseado. En mi cuerpo está la encarnación de este deseo.” La sexualidad es el lugar del otro en nosotros. Y este deseo, que algunas veces se convierte en una herida, está con nosotros para recordarnos que no somos enteros en soledad. Estamos completos en relación con el otro.
Por tanto, hay en nosotros un deseo del otro que es, no solamente el deseo del otro que está con nosotros para realizarnos, sino también el deseo del otro para con él mismo. Y es, en este caso, que el deseo se transmuta en amor, cuando podemos amar al otro en sus diferencias, cuando podemos cantar su diferencia.
De esta manera, hay diferentes formas de deseo en nosotros. Para conocer verdaderamente lo que deseamos, podemos hacer un simple ejercicio, que si es realizado con sinceridad presenta muchas dificultades. El ejercicio, que se hará en pocos minutos, consiste en anotar siete deseos que nos gustaría cumplir antes de morir. Después de reflexionar y meditar, escogemos tres entre los siete; tres deseos que queremos realizar antes de morir, caso contrario nuestra vida no tendría sentido. Y, de estos tres, hemos de elegir uno. Y comenzar con él.
Muchas veces, lo que llamamos “mi deseo” no es exactamente lo que quiero. Es el deseo de mi padre o mi madre en mi, es el deseo de la colectividad en la que vivo o el deseo del mundo en mi.
¿Y cuál es mi deseo? ¿En qué momento soy consciente de lo que deseo hacer y de mi auténtico deseo? Porque existen en mi deseos inconscientes y es un largo camino ser libre con relación a todos ellos, para concluir descubriendo mi deseo real.
Descubro entonces que mi deseo puede ser sustituido por un deseo más grande. El deseo de mi Yo Superior en mi ego, el deseo de la Gran Vida en mi pequeña vida. En este caso, no coloco solamente la pregunta, lo que yo quiero, lo que deseo, sino las preguntas: ¿Qué es lo que la vida quiere en mi? ¿Qué quiere el amor en mi? ¿Qué quiere Dios en mi?
Vamos a examinar estas cuestiones experimentando entrar en el deseo del Cristo en nosotros, que no es un ser externo o una memoria del pasado. El deseo del Cristo es el deseo del Hijo o la Hija de Dios en cada uno de nosotros. La oración del Padrenuestro, por ejemplo, tiene como función armonizar nuestro pequeño deseo con el gran deseo de la vida. Tiene como misión volver a encontrar el deseo del arroyo que tiene sed de inmensidad y que, a través de los meandros que encuentra en el camino, en el fluir de su vida, busca el océano.
Hoy, mientras hablaba con una amiga argentina, pensaba continuamente en la parábola de la samaritana, esa mujer que tenía sed, esa mujer del deseo. Ella es el arquetipo de la psique buscando al Espíritu, que busca lo que puede apaciguar realmente su deseo. El camino que ella recorrió es nuestro camino. Cuando ella se inclina sobre la boca del pozo, el agujero sin fondo de su deseo, piensa que el agua material puede tranquilizarla. Pregunta a Jesús cómo puede sacar aquella agua con más facilidad y él le responde: “Aquél que beba de esta agua tendrá sed nuevamente.”
Lo mismo sucede con nosotros, cuando procuramos llenar el deseo con cosas materiales. Cuanto más tenemos más queremos. Nuestra sed es mitigada por un momento y vuelve más tarde. “Aquél que beba de esta agua tendrá sed nuevamente.”
La samaritana reflexiona en que tal vez la saciedad de su deseo, la felicidad que ella quiere encontrar, la seguridad que necesita, no esté en cosas materiales que siempre aviva su sed. Hay en ella un deseo que pide constantemente más y más. Y nunca es bastante. Tal vez la saciedad de su deseo esté en las relaciones afectivas. Ahora sabemos bien que, en tiempos de pobreza, si tenemos un amigo o una amiga, nos sentimos ricos en amor y amistad. Esta riqueza es mayor que todas los tesoros del mundo.
Entonces dice Jesús a la mujer: “Ve, llama a tu marido y regresa.” La traducción literal en griego es: “Vete a buscar a aquél en quien tu piensas que apacigua tu deseo.” Y la mujer responde: “No tengo marido.” Sus palabras quieren decir: “En este momento no conozco la paz de mi deseo. No conozco la paz de la que tengo tanta sed.” Y Jesús responde: “Hablaste bien “no tengo marido”, pues tuviste cinco maridos y el que ahora tienes no es tu marido.”
Creo que Jesús no condena a la mujer en este pasaje del Evangelio. Tal vez hasta admire la potencia de su deseo. Porque ella buscó el amor hasta cinco veces y nunca desesperó de encontrarlo. Continuó procurando siempre la saciedad de su deseo.
Los cinco maridos simbolizan los cinco sentidos. Podemos llegar al conocimiento a través de la utilización de nuestros cinco sentidos, del sentido común, de instrumentos científicos por los cuales pensamos tomar la realidad. Pero la realidad se nos escapa. Por tanto, la mujer sigue interrogando, porque no son las realidades materiales ni las afectivas las que pueden apaciguar el deseo. Le falta el sexto sentido.
La mujer no se siente satisfecha solamente con palabras. Si las realidades materiales no traen paz a tu deseo, si las relaciones de amor y amistad no apaciguan tu deseo, tal vez encuentres la paz en la religión. Y eso nos sucede muchas veces. Nuevamente ella hace una pregunta que puede saciar su deseo de la verdad. Porque, además del deseo de verdad y luz, es él quien puede traer la paz a nuestra inteligencia. “Señor, veo que eres un profeta . . . Nuestros padres adoraron sobre esta montaña, pero vosotros decís que es en Jerusalém donde está el lugar donde es preciso adorar.”
Actualmente, la misma cuestión puede plantearse. ¿Dónde está la verdad? ¿Está en el Corán? ¿Está en la Biblia? ¿En la tradición budista? ¿Sobre esta montaña, en este valle? ¿En este templo, en aquella iglesia? ¿Dónde está la verdad? ¿Qué puede saciar el deseo de luz que tenemos? Entonces Jesús contesta: “Cree mujer, viene la hora en que ni sobre esas montañas ni en Jerusalém adoraréis al Padre.” Tal vez, hoy le dijera: “Ni en la Biblia ni en el Corán, ni en este templo, ni en aquella iglesia, ni en esta montaña ni en aquel valle.” Quedaríamos asombrados porque para nosotros es preciso que la verdad esté en alguna parte, que alguien la conozca y la transmita.
Si procuramos la paz de nuestro deseo en una religión, no la encontraremos. Si procuramos la paz de nuestro deseo en una iglesia, en una doctrina, en una práctica religiosa, no la encontraremos. Podemos comprender el pasmo de la samaritana, porque es semejante al espanto que podamos sentir cuando no encontramos cosas que dar a nuestro deseo, sean materiales o psíquicas, como emociones y sentimientos, o sean objetos religiosos como doctrina y rituales.
Poco a poco, Jesús lleva a la samaritana de los objetos de deseo hacia el sujeto del deseo. La aproxima a esta idea, diciendo: “Viene la hora -y es ahora- en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad.” Aquellos que buscan la luz, el amor, el padre y la madre de todo lo que existe, adorarán al Padre en el Espíritu y en la vigilancia. La palabra espíritu en hebreo, es el Aliento, el Soplo, el Pneuma, el Rouah. Y la Verdad es un estado de vigilancia, un estado (de estar) despierto. Por tanto, puedo decir que adorar al Padre en espíritu y verdad es hacerlo en el Aliento y en la consciencia.
De esta manera, procuraremos la paz de nuestro deseo, vamos a encontrarla escuchando nuestro Aliento y quedando vigilantes. La verdad no es algo que poseemos, sino una realidad que somos. Es necesario pasar constantemente de la verdad que tenemos para la verdad que somos, en el Aliento y la consciencia. Si estuviéramos en esta escucha del Aliento y la vigilancia, nos reuniríamos con la Fuente del Espíritu, la propia fuente de la consciencia. Y entonces nos aproximaremos al Yo Soy.
La mujer del mundo dice a Jesús: “Sé que viene un Mesías (que se llama Cristo). Cuando venga nos anunciará todo.” Entonces dice Jesús: “Soy yo. Yo Soy, que hablo contigo.” La realidad que puede pacificar tu deseo no es para mañana. Es para hoy. Y para ahora. Es el Yo Soy que está en el Santo Aliento, es el Yo Soy que es la fuente de tu consciencia. En este momento, la mujer abandona su cántaro, esa vasija que simboliza el conocimiento adquirido, lleno de agua prestada en el exterior. A partir de ahora descubre dentro de sí misma la fuente del agua viva. Descubre el Yo Soy.
Existe dentro de nosotros un deseo infinito que sólo el Infinito puede llenar. Y nuestro drama es que pedimos las cosas finitas para que colmen ese deseo infinito. Pedimos lo imposible y eso nos vuelve infelices. Pedimos lo Infinito, la infinita seguridad, la infinita realidad material. Pedimos a un hombre o una mujer el infinito amor y eso es demasiado para la finitud de ellos. Pedimos a una religión la infinita verdad y eso es demasiado para una creencia. Porque las religiones son finitas, ellas se transforman, cambian, pasan. Sólo podemos pedir infinito al Infinito y no a un finito exterior. Si escuchamos el Espíritu que está en nosotros, si somos vigilantes, conscientes de la consciencia que anima el universo, nos aproximaremos a este Yo Soy que puede dar paz a nuestro deseo.
Cuando descubrimos nuestro Yo Soy verdadero, el Gran Yo Soy del Viviente, podemos volver a la cima de la montaña, retornar a nuestra iglesia o a nuestro templo a cantar. Porque ya no consideraremos a esta iglesia o nuestra doctrina como ídolos. Sabemos que no son Dios, sino un camino en dirección a Dios. Podemos volver a la sexta mujer, al sexto marido o al primero, sin idolatrarlo, sin pedirles el infinito amor. Podemos realmente amarlo por ser ellos mismos, amar sus límites. Podemos volver a nuestras riquezas materiales y saber que ellas no son la felicidad y que, tal vez, la felicidad sea compartirlas.
El camino que la samaritana siguió, la enseñanza que le dio el Maestro, es la de ser libre en relación a su deseo. El deseo no es malo, es la propia fuente de la vida. Lo que lo hace malo es pensar que puede ser llenado con objetos. Cuando nuestro deseo habite en la Eternidad, él podrá encontrar, conocer, la paz. Y eso nos permitirá apreciar cada cosa por sí misma.
Ahora el arroyo encontró el mar y el océano puede volver a bañar la tierra.
Reflexionemos y profundizemos estas cuestiones, particularmente la cuestión de la felicidad y la diferencia entre el placer, la felicidad y la beatitud. Mientras tanto, podemos adelantar que el placer es una participación corporal a la bienaventuranza. Es por eso que todo placer es sagrado. Es por eso que pienso que un rayo de sol, una simple flor, son sagrados. En todo acto de placer Dios está presente.
La feliciddad es una participación psíquica y bienaventurada. Por eso, todo momento de felicidad, de intimidad, de compartir, es infinitamente precioso y sagrado.
La alegría es una participación de la sabiduría y bienaventuranza. Es la propia contemplación del Ser. Podemos permanecer en esta alegría, aunque físicamente no exista placer o si psiquicamente no somos felices. Cuanto más nos aproximemos a la bienaventuranza, más libres seremos en relación a los objetos que buscan esta alegría. No quiero decir que el placer sea malo o que la felicidad sea transitoria. El placer y la felicidad son maneras de participar del Infinito en nuestro mundo limitado.
Resumiendo lo anterior, el ser humano es habitado por el deseo y toda cuestión consiste en saber lo que realmente desea. Todos los objetos de deseo no llenan el infinito deseo que existe en el hombre. Eso no quiere decir que sea necesario menospreciar los objetos de deseo, pero sí es necesario no idolatrarlos. Y así no les pediremos lo que ellos no pueden darnos.
Ser feliz es uno de esos deseos. Para algunos filósofos este es realmente el objetivo de la vida. Para otros, al contrario, la búsqueda de la felicidad es una ilusión.
Aristóteles escribe sobre la felicidad por medio de las plantas, animales y los hombres, como señal de que ella es el bien soberano. Por tanto, para el filósofo, la felicidad, la bienaventuranza, es el propio Dios. Pascal retomará esta idea diciendo que todos los hombres, sin excepción, procuran ser felices.
Para Pascal, sea lo que fuere que el hombre haga, es la felicidad lo que procura. En el fondo, lo que él busca es la felicidad o la desaparición del sufrimiento. Porque la persona que decide ahorcarse, puede cometer este acto movido por un gran dolor. Pero el deseo que tiene es justamente el de liberarle de ese sufrimiento.
Los sociólogos dicen que el hombre desea el placer y lo busca. Algunos estudiosos del sistema nervioso, afirman que son inconscientes aquellos que niegan tener como punto fundamental de su vida la busca del placer y que el hombre hubiera desaparecido del mundo si no tuviese esta motivación.
Volvamos a lo que dije hace poco: vivir es desear vivir, es desear vivir sin dolor. La señal de que hemos tenido éxito es la aparición de la alegría interior. Para Henry Bergson, filósofo francés, que hizo de la intuición el único medio de conocimiento, la alegría anuncia que la vida es una satisfacción. Todos los hombres buscan la felicidad, pero no la encuentran fácilmente. Todos buscamos la felicidad pero siempre nos lamentamos. ¿Por qué? Porque es una ilusión, dirán algunos. El hombre desea ser feliz en algún lugar, de alguna manera, y sabe que no puede serlo.
Un hombre en la edad madura sabe si es o no feliz. Hay un momento en esa etapa de la vida donde nos damos cuenta de que, cuanto más deseamos poseer el objeto de nuestro deseo, más nos alejamos de él. Cuanto más buscamos la felicidad, menos la encontramos. Podemos tener una apariencia de felicidad, pero nuestro interior es infeliz.
Freud analizó ese impulso en un libro llamado Más allá del pincipio del placer, donde escribe que todos los hombres buscan el placer y lo que encuentran son guerras y conflictos. Refiere que, más allá del principio del placer, existe el impulso de muerte (Thanatos). Es que la busca del placer está al servicio de este impulso. Que la busca de la paz sirve a la guerra. Es una visión pesimista de la vida humana, pero él desarrolla ideas realistas.
Freud fundamenta su afirmación en el conocimiento científico de su época, en la llamada Ley de Termodinámica o de Entropía, la cual establece que todo lo que se compone se descompone, que todo lo que comienza termina acabando. El mundo, tal como lo vemos, está en proceso de desaparición. Y no es solamente a causa de nuestra locura, es por la propia ley universal. Afirma que, por el hecho de participar del universo, esta ley opera en nuestro interior. Por tanto, el ser humano, así como el universo, camina en dirección a la muerte.
Y, en este momento, es necesario ir más allá de Freud. Lo que él dice es verdad, se trata simplemente de observar las leyes de la naturaleza, aceptar nuestro ser mortal. Pero es preciso también notar que la muerte de este espacio-tiempo no es la muerte de todas las realidades.
San Pablo observa que, en cuanto nuestro ser exterior se deteriora progresivamente, nuestro interior se renueva a diario. La Ley de la Entropía coexiste con su contraria, que desvela el nacimiento del ser espiritual en nosotros.
Así, nuestra visión de felicidad depende de nuestra visión antropológica. Freud creía que siendo el hombre materia y psiquis, la muerte era su única salida. Pero al experimentar la existencia de otros niveles de realidad, notamos que la muerte es parte de la vida. No se trata de negar la muerte, pero tampoco se trata de hacer de ella un objetivo. Tal vez, de esta manera, sea posible ser feliz como ser finito.
La sabiduría consiste en aceptar nuestros límites. Aceptar nuestro deseo infinito y aceptar que lo vivimos dentro de nuestras limitaciones. En nosotros existe un deseo de verdad absoluta, de luz pura, pero necesitamos aceptar que por el hecho de estar dentro de un cuerpo y un espíritu limitados, conocemos la verdad, pero no en su totalidad.
De la misma manera tenemos un deseo infinito de amar y ser amado y hemos de aceptar que los amores que conocemos son de la propia realidad del amor, pero no son el amor infinito y eterno.
También tenemos un deseo de vivir, de vivir siempre y, mientras tanto, vivimos este deseo en un cuerpo mortal. ¿Cómo aceptar la Gran Vida que no muere y esta forma física transitoria? Si somos capaces de decir sí a la vida y sí a la muerte, nos aproximamos a una felicidad humana que no es una ilusión.
Nietzsche criticó a las personas que buscan la felicidad, diciendo que ellas no se atreven mirar la verdad de frente. No se atreven mirar al absurdo y la mortalidad. Creyó que podemos ser lúcidos y no necesitamos estar desesperados. ¿Será posible estar realmente conscientes de lo que somos, de lo que pasa en este mundo y no estar desesperados? ¿Será posible ser felices sin ilusiones, desesperadamente?
Creo existe un camino del medio que, al mismo tiempo, evita la depresión y la pérdida de objetividad. Este camino del medio es como un camino sobre una montaña pavimentada de cristales, lleno de desvíos, porque la mayor parte del tiempo somos ciclotímicos y pasamos por momentos de exaltación y depresión. Así, nuestro ser participa de esta consciencia de alegría y desespero infinitos. ¿Cómo mirar de frente estos dos aspectos e integrarlos a nuestra vida? ¿Cómo ser feliz sin ilusiones?
Otros dirán que la felicidad no es interesante. Para un filósofo como Kant, un hombre libre no es feliz ni se preocupa en serlo. No tiene interés y renuncia a la preocupación de ser feliz. En cuanto hombre, lo importante es cumplir con sus deberes. Esta actitud es una forma de matenerse distanciado, al margen de la felicidad y ella puede llevarlo a una actitud de espera. Porque el miedo a ser feliz puede ser una señal de patología.
Los psicoanalistas consideran la capacidad de sentir placer como señal de salud física y psíquica. En todas las neurosis y psicosis hay una tentativa, una tendencia, a escapar del placer y la satisfacción. De esa manera podemos comprender cuando ciertos filósofos afirman que buscar el placer no es interesante. Eso no es señal de buena salud. Son señales de salud la capacidad de sentir placer asociada a la aptitud para ordenar las situaciones que hacen posible ese gozo.
Llegamos así a estas cuestiones: ¿Por qué algunas personas tienen dificultad en experimentar placer? ¿Buscan la felicidad, el placer y, en ciertas circunstancias, lo natural les parece imposible? ¿Por qué algunas personas, que no tienen nada para ser felices, dan testimonio de serlo? ¿Por qué ciertas personas que tienen todo lo necesario para vivir con felicidad, no son felices?
Los estudios de psicología en estos casos son preciosos. Nos dicen que lo que faltó a estas personas que no consiguen alcanzar la felicidad, fue una buena madre. Para que la criatura experimente placer y adquirir aptitud para sentirlo, es necesario que la madre o persona que se ocupa de ella, sea capaz de percibirlo cuando la nutre, cuando la cuida.
Algunos poetas dicen que lo que hace brotar las flores no es sólo la buena tierra sino también el placer del jardinero. No siempre nacemos de una pareja que quiere seamos felices. Ciertas personas no se adaptan a la vida que tienen porque no fueron deseadas, no fueron acogidas en un cuerpo amoroso.
¿Cómo volver a encontrar esta facultad de sentir placer? ¿Cómo reencontrar esta confirmación afectiva de la cual tenemos necesidad para vivir con felicidad? Si esta afirmación de amor nos faltó en el origen de nuestra vida, podemos experimentarla en el corazón de un amor humano. Podemos tener esta realización de amor en el seno de la naturaleza, porque la tierra puede ser la madre que tal vez nos haya faltado. Es por eso que en algunas terapias la presencia reconfortante de la tierra-madre y otros elementos naturales, puede curar y devolver la facultad de sentir placer.
Finalmente, en algunos casos, la curación viene a través de una experiencia interior, la observación de una presencia que te ama incondicionalmente. A partir de esa experiencia puede retornar la vida y la capacidad de luchar contra las dificultades que forman parte de ella.
Salvador Navarro Zamorano
Escritor.
A84 HABLEMOS DE BASURA En medio de la madrugada, con un ruido infernal perturbando el sosiego, el camión de la basura pasa recogiendo los restos de nuestro consumismo triste e inútil, del exceso desperdiciado por los ricos y los embalajes inventados por la codicia de fábricas de plástico y papel. El camión pasa, se lleva la basura y nosotros nos olvidamos. Hasta el día en que, en medio del mayor océano del mundo ve flotando decenas de garrafas de plástico que aún durará miles de años para desaparecer, hasta que la naturaleza acepte esta adulteración química del mundo. Basura y polución comienzan a derramarse dentro de nuestras vidas “limpias”, interfiriendo en nuestro día a día con un claro mensaje: o moderamos el consumismo o terminaremos ahogados en nuestros propios desechos. Ya hubo quién definió la palabra “Civilización”, como la capacidad de un grupo social para establecer una distancia segura entre sus participantes y sus desechos. Hoy, gracias al sistema económico, que sustituye la utilidad de un producto por el beneficio comercial de otro similar, pero sin valor, solamente los ricos, a costa de la polución de otros ambientes ciudadanos, consiguen mantener lejos de sí la basura que producen. Se evita hablar de basuras como una especie de tabú que no impide los malos olores que llegan a nuestras narices. Es como si, cuando hemos pasado un camino, éste ya no existiera. Pero la basura permanece en millares de terrenos baldíos, siempre creciente, como prueba de que no somos la “civilización moderna”, sino muy al contrario, somos la civilización de la podredumbre, del caos, de la suciedad. Este concepto, todavía víctima de los tabúes, alimentado por los que se lucran a costas de transformar en un muladar la faz de la tierra, es el concepto básico de una disciplina que intenta explicar la Historia moderna y actual, la Historia de cómo estamos arruinando el único planeta habitable que conocemos. En algunas escuelas y Universidades, comienzan a surgir cursos especializados para estudiar este fenómeno ignorado, más o menos omnipresente en nuestra vida, la basura. Mucho antes de aparecer esta “ciencia de la basura”, los ciudadanos de la nación más rica del mundo o “la nación más productora de basura del mundo”, comenzaron a medir su valor y su prestigio no por lo que poseían, sino por lo que les sobraban. Desperdiciar. Una inversión de valores típica de ese Reino de la Mentira, se volvió sinónimo de honor, prestigio, nobleza y respetabilidad social, fenómeno que ha sido bien analizado. Por tanto, faltaba un paso para que esos consumidores bárbaros y salvajes comenzaran a medir su “valor”, literalmente hablando, por la basura que producían. Este paso fue dado. La moda americana, de una cultura de teorías, de interpretaciones sociológicas y elevadas inversiones en investigaciones, acabó por generar lo que se puede llamar de nueva ciencia: la Arqueología de la Basura. Desde ahora en adelante, para los practicantes de esta nueva ciencia, los norteamericanos van a ser estudiados y juzgados por el contenido de sus contenedores de basuras. Aunque apareciendo con el nombre de “ciencia”, y con la respetabilidad automática que el mundo actual confiere sin análisis a lo que llamamos “científico”, la Ciencia de la Basura nos tiene preocupados, hasta en sus actividades universitarias, muy parecidas a estos programas que se hacen sobre la vida de los famosos cuyas intimidades parecen ser escrutadas por el ojo de la cerraduras de sus dormitorios. Puede ser que esa situación mejore. No es que alcanzar el prestigio de “ciencia” real sea un valor positivo en nuestros tiempos, pues ese rótulo ha sido usado y abusado, para justificar cosas que van desde “laboratorios para hacer monstruos genéticos” a la “neutralidad” de la tecnología nuclear que amenaza al mundo. Pero con el paso del tiempo, el estudio de la Basura promete dar un espejo razonable para que conozcamos y aprendamos a corregirnos, únicos objetos reales que pueden optar al mérito de la sabiduría, la cultura o la verdadera ciencia ocupada en la defensa de la vida. Pero el uso más positivo de la Basura ha sido hacer estudios de los adversarios políticos. Después de la crisis de Watergate o del caso Levinsky, ha subido de modo vertiginoso en los Estados Unidos la venta de un olvidado equipo de oficina: la trituradora eléctrica de papel. La causa de esas ventas múltiples es sencilla: todos los que tenían algún pecado escondido comenzaron a tener miedo de perder su posición y prestigio, comenzaron a vaciar sus papeleras. Las fábricas de estos conspiradores, las trituradoras eléctricas de papel, garantizan que, rara vez, las negociaciones secretas llegan al conocimiento del público, incluyendo esa “conspiración contra los aficionados” como George Bernard Shaw llamaba a la ciencia. Pero, al poco tiempo, las viejas técnicas de los detectives científicos, aliadas a los modernos exámenes de pequeños fragmentos de documentos, hacen posible sacar conclusiones casi a partir de nada. Por más que emitan desmentidos, el Ministerio X no consigue desmentir la visita secreta de un ministro extranjero. Y la pista fue, por ejemplo, los restos del plato preferido del visitante en la basura del Ministerion X. La moda de la basura vino a la luz en el sofocante calor de un mes de Julio en Nueva York, exactamente cuando una de sus características más incómodas, el mal olor, invadía las narices de la ciudad. Jay Gourley, joven periodista del diario sensacionalista National Enquirer, decidió llevar al pie de la letra una de las definiciones más pesimistas de su profesión (los periódicos son el estiércol de las noticias, los buitres de la tragedia). Pero, probablemente para agradar a su redactor-jefe, robó cinco enormes sacos de plástico, abarrotadas de basura de la casa de Henry Nancy Kissinger 8el propio volumen de esta basura, de pocos días, indica el ritmo de desperdicios en la residencia del ex – ministro de Exteriores de la “Nación del Consumo”. Los agentes del Servicio Secreto vieron el robo, pero el periodista consiguió convencerlos de que, según la ley americana, la basura se considera propiedad abandonada. Pertenece a quien la quiera. Y el National Enquire buitre vigilante, quería la basura. Bajo la garantía del Águila Americana, Gourley llevó ala redacción su preciosa y maloliente carga. Gourley consiguió convencer a los agentes del Servicio Secreto de que estaba sólo dedicándose al estudio de la Arqueología de la Basura, una nueva “ciencia”, inventada en Arizona, cuya Universidad otorga diplomas y tienen un catedrático de Basurología en su nómina. Pero los agentes demuestran que su propia presencia también era un típico desperdicio: ignorando la verdad de la ley, ellos creyeron en la historia de que la basura era “propiedad abandonada”, perteneciendo a quien la quisiera. En verdad, en Estados Unidos es ilegal apropiarse de la basura, que pertenece por ley a la Municipalidad. Los malos agentes fueron descubiertos, pero hacía ocho horas que el periodista examinaba la basura de Kissinger. Entre otras cosas, los sacos contenían el horario exacto de trabajo de los propios agentes secretos y sus nombres. Para llegar a documentos tan comprometedores para elaborar su artículo, Gourley tuvo que manejar, entre otras inmundicias, latas de salsas vacías, periódicos viejos, restos de yogur y antiácidos. La perla de los residuos, fueron los documentos escritos. Una nota probando que Kissinger estaba armado, era el olvido de su revólver en un viaje a las Islas Vírgenes. Una lista de las armas y municiones transportadas en el automóvil de los agentes secretos. Un embalaje de una farmacia del Departamento de Estado (Ministerio de Exteriores) había recetado al primer ministro un fuerte tranquilizante. Una invitación para Nancy Kissinger para comer en la Casa Blanca, enviado por la mujer del entonces presidente Gerald Ford, Betty. El nuevo código de señales de faros, usado por los autos del servicio secreto. Nancy Kissinger, según el Departamento de Estado, quedó “angustiada” con el reportaje sobre su basura doméstica. El propio Henry “enojado” consideró “violada su vida particular”. El médico Nydell, rechazó hacer comentarios. Pero Roger Morton, secretario de Comercio, llevó las cosas como una broma: ofreció su basura a los basureros del periódico. Para no ser acusado de hurtar a la Municipalidad, el periodista devolvió los sacos de basura a la acera de los Kissinger. Y Henry se vengó, gracias al periódico Post, de Palm Beach, competidor feroz del Enquirer. Los reporteros del Post recogieron la basura del Enquirer y fue así que el redactor – jefe de este segundo diario, Generoso Pope, fue conocido como un hombre capaz de pedir a sus reporteros, por escrito, “historias llenas de lágrimas, aunque fueran arrancadas a la fuerza, de los entrevistados.” El reportaje de Gourley acabó dando espacio en la imprenta a la Ciencia de la Basura, pero su trabajo sería indigno de cualquier precepto académico del catedrático de Basurología de la Universidad de Arizona. Aunque medio ridícula, la nueva ciencia ya tiene hasta su código de ética. Hay quienes devuelven a la basura común fotos indiscretas, direcciones sospechosas o restos de sustancias alucinógenas, que puedan incriminar al dueño original de la basura estudiada. El sistema universitario americano presiona a sus alumnos a la necesidad de conseguir estudios alternativos, en cantidad suficiente para todo el año de estudios. Después de las disciplinas obligatorias, los estudiantes pueden escoger dónde conseguir los diplomas que precisan: desde cursos de tricots a diplomas de “ciencia” para construir castillos de arena. Basurología es la nueva “ciencia” y puede haber sido ideada para suministrar algunos de estos diplomas fáciles. Lo que nos da una medida de los sacrificios a los que están dispuestos los alumnos, para escapar de cursos más higiénicos, como Matemáticas o Literatura. Willian L.Rathje, el catedrático de la Universidad de Arizona opina que su materia tiene cualidad y debe ser llevada en serio por sus alumnos siempre de guantes y delantales blancos que, una vez por semana, catalogan la basura de Tucson o envían los datos para el ordenador de la Universidad. Según el catedrático, la Basurología es el primer método científico para medir el Gastos y el Desperdicio, en un país habituado a medir sólo la producción, una nación que comienza a sentir falta de casi todo, en crisis que van desde el petróleo a las residencias, de la seguridad interna a la reputación internacional. Los Estados Unidos gastan por año más de 5.000 millones de dólares solamente para eliminar la basura que produce, en adquisición de terrenos baldíos. Eso es más de tres veces lo que el mismo país gasta en investigaciones de medicamentos. Rathje cree que, además de reciclar la basura, la busca de materiales recuperables (como el aluminio de las latas de cerveza) una de las cosas que nos han de preocupar es la información que tiramos diariamente a las papeleras. A través de la Basurología se puede llegar a una visión más concreta de cómo los americanos se las arreglan para, siendo una quinta parte de la población mundial, consumen dos terceras partes de todo lo que produce el planeta. Nutricionistas, técnicos en ordenadores y 50 alumnos más, pasaron a componer el departamento de Basurología de la Universidad de Arizonas. “Es divertido examinar la basura ajena”. Con esta frase, el catedrático hizo una campaña interna de publicidad, a fin de conseguir más alumnos para su curso. Él cree que la basura es el estudio más fascinante de la civilización americana. “Es como buscar un tesoro. Las personas encuentran un bistec entero e imagina la discusión del matrimonio. O encuentran pastillas anticonceptivas de todas las marcas, mezcladas con ropa interior femenina, en el mismo saco de basura de una matrimonio joven. O botas cubiertas de lentejuelas, pero con un tacón roto . . .” El ordenador trabaja dividiendo la basura catalogada en 113 categorías, que varía en cantidades de acuerdo con la zona de la ciudad donde la basura es “producida”. Dieciseis “basurólogos” trabajando cerca del depósito de basura de Tucson, llevan una hora y media como promedio para examinar el contenido de una semana de basura de una casa. En Tucson, según calculan los basurólogos, cada familia produce en desperdicios un 10% de lo que compran. Si pensamos en la basura que puede ser triturada, por lo menos el 25% de la comida que se compra, es arrojada como desperdicio. Haciendo cuentas: se consumen dos tercios de lo que se produce en el mundo, se tiran un cuarto de esta cantidad. Los Estados Unidos, arrojan a la basura, sin el menor respeto por el hambre del mundo, nada menos que la mitad, el 50% de toda la producción mundial. ¡En la basura! La Basurología ha desmentido varios mitos populares, como la creencia de que los alimentos más caros, con la inflación anual imparable, llevan a las personas a comprar menos comestibles o a no tirar los sobrantes. Otro mito desmentido; los pobres no son los que más desperdician (teorías anticuadas afirmaban eso, alegando la “ignorancia natural” de los pobres). En los años 1.973 – 74, los peores de la crisis económica americana, el desperdicio aumentó en vez de disminuir. Y, junto con el desperdicio, aumentó sensiblemente el consumo de cerveza, vinos y otros alcoholes. Además, la basura estudiada provenía de un área donde se hizo una estadística sobre el consumo de cerveza. Conclusión: los que más consumen, por el número de latas vacías en sus basuras, fueron los que menos confesaron consumirla. Uno de ellos aportó una bolsa con nada menos que setenta latas de cerveza consumidas en un día. Para el catedrático de Basurología y sus alumnos, la nueva ciencia tiene cuestiones más serías que resolver: ¿cuánto cuesta exactamente al mundo en hambre, muerte y enfermedades, el desperdicio norteamericano? ¿Los embalajes estimulan el aumento de la basura? ¿La industrialización de los alimentos es anti-económica? ¿Las dietas para adelgazar resultan en más comida no aprovechada? ¿Los precios más altos a causa de la inflación, estimulan la compra de productos más baratos, más desconocidos, que la familia acaba rechazando y arrojados a la basura? Informaciones como esas, malolientes como su propio origen, tal vez sea la cosa más preciosa sobre el consumo y sus residuos. Los europeos, por lo menos, creen que sus basuras son aprovechables. De cada tonelada de basuras, se extraen aluminio, acero, vidrio y papel, por un valor de unos 200 euros. Existen programas de reciclajes en Inglaterra, Alemania, Holanda, Bélgica, Suiza, Austria, España, Italia y Suecia; todos países ricos en el consumo y en el desperdicio. Suecia fue la primera en pedir y obtener la colaboración de las amas de casa. Nueva York es una de las capitales del mundo que más basura aporta con más de 3 millones de toneladas de basura por año. Pero tanto en los Estados Unidos como en Europa, la peor basura del mundo sigue siendo un asunto cuidadosamente evitado por los militares: es la basura atómica, para la que no existen medios eficientes de eliminación y que contiene venenos que durarán millares de años. En secreto, se han hecho propuestas a varios países de África y de América del Sur para que aceptasen ese veneno eterno a cambio de dólares. No queda duda de que la basura es una enfermedad norteamericana. La inseguridad social de la clase media en esa Nación (los vecinos pensarán que somos pobres) es responsable del consumo exagerado de productos inútiles. Una inseguridad que alcanza proporciones de pesadilla, cuando se comienza a constatar las enormidades de dinero y equipo que sus Fuerzas Armadas, la mayor potencia bélica de todos los tiempos, gastan diariamente. Han sido contratados muchos especialistas en ese explosivo ramo de la Basurología, sólo para verificar cuánto desperdicia el Ejército, la Marina y la Aviación de los Estados Unidos. El total alcanza a miles de millones de dólares. Entre otros presupuestos inútiles, se descubrió que para un único cargo en la función de verificar la cantidad de desperdicios, ya existían más de 1.300 indolentes “basurólogos” de las propias Fuerzas Armadas. Y los desechos comienzan a inundar hasta el espacio aéreo, creando protestas entre los astrónomos que no consiguen seguir trabajando, atrapados por los restos de cohetes y satélites artificiales muertos, en órbita alrededor de la Tierra. Ya hay quien se cuida del problema, mientras que sus colegas más prosaicos siguen teorizando sobre por qué del bictec entero en la basura del matrimonio de clase media. Lo que sucedió ayer en la mesa o en la cama del vecino, sigue siendo lo que la Basurología tiene de más atrayente, por lo menos para un público ávido de noticias insólitas y pintorescas. Mientras, los científicos encuentran que la progresiva escasez de ruinas históricas, tendrá que poner de moda algún día la “arqueología del futuro” que será la basura. Ya un inglés, Ivor Noel Hume, había previsto en 1.974 que la arqueología iba a tener que descubrir los objetos de uso cotidiano, su libro “Lo mejor de la basura” es una colección de divertidas historias que la basura revela sobre el pasado. En la mansión de John Custis, suegro de Marta Washington, que después se casaría con el primer presidente norteamericano, descubrió dos garrafas de vino todavía llenas, envasado en el siglo XVIII. Estas dos botellas demostraban, según Hume, que Custis, el primer marido de Marta, acostumbraba montar orgías con otras mujeres. Marta vivía angustiada y puede haber sido la responsable por ocultar el vino y evitar que el marido lo bebiese. Pero se sabe que fue la fortuna de Custis que, después de su muerte, hizo a Marta la pieza codiciada por el primer presidente de los Estados Unidos. Hume cree que la basura del pasado contiene muchas historias de este tipo, ignorada por la sesuda Historia Oficial. Es de una posible utilidad para la Basurología. Pero, sin duda, no ha sido necesario remover en muchos desperdicios del ayer y del presente, para descubrir verdades terribles. En el mapa de los Estados Unidos, las regiones que más basuras producen coinciden exactamente en tener la mayor mortalidad por cáncer. Un severo castigo, sin duda, para el irresponsable pecado del desperdicio. Salvador Navarro Z. Escritor. |
A85
El hombre occidental necesita estudiar el modo de pensar del hombre oriental. Si esto no llegara a suceder no conseguiremos estar en armonía con el mundo.
Así, la meta de la educación sería enseñar a las personas a estar en armonía con sus semejantes, lo que quiere decir no solamente el desarrollo de capacidades mentales, emotivas e intuitivas, sino también el don de quedar en un estado de vacío interior. Ese vacío, sin embargo, no es un estado negativo sino un estado de posibilidades sin fin, semejante al estado del Universo antes de la Creación.
El estado del que hablo se llama Wu Chí, - cuando nada tenía forma – pero todo estaba presente en potencia. Mientras tanto, Wu Chí, es un concepto totalmente diferente del concepto occidental de la nada. Con eso, deberíamos ser pequeñas nadas para vivir en armonía con las grandes nadas. Esta gran nada es el Tao.
Pero el Tao es más que eso: es todo y todas las cosas. Tal idea para el occidental no sería difícil de entender. El problema es que el Tao, además de eso, representa también la evolución. Para los chinos, la meta de la vida humana es estar en armonía con la evolución. En cierta forma, el hombre occidental dice y cree en la misma cosa cuando afirma que “todo lo que queremos hacer necesita estar en armonía con la voluntad divina.”
Mientras tanto, nosotros los occidentales, consideramos ese estado de armonía como un fin a ser alcanzado y al cual debemos esforzarnos para alcanzarlo, mientras que el hombre oriental ve esa armonía como el inicio, la base de todas las cosas.
A partir de ahí, se puede decir que el creciente interés por las religiones y filosofías orientales en prácticamente todo el occidente en los últimos años, probablemente se debe al hecho de que esas doctrinas no son imposibles de aplicar y tal hecho se basa no tanto en actividades espirituales extenuantes, sino en la comprensión de la vida diaria.
La religión occidental a su vez, da énfasis a otros aspectos como la autoridad, el pecado, el rechazo del cuerpo y la vida material, lo que asusta y aparta a mucha gente. Entonces, esas mismas personas, se sienten atraídas por las alternativas del taoísmo, que incentiva la espiritualidad y no la religiosidad.
Para nosotros el taoísmo no es una religión; es el conocimiento de las partes o principios de la consciencia y de cómo ellos evolucionan a partir de la tierra. Nadie jamás llegó a vivir en armonía con la tierra sin primero aceptarla como ella es.
A pesar de eso, el taoísmo no puede ser confundido con un sistema fatalista. En verdad, estamos en el mundo para ayudar a que la naturaleza se desarrolle. Los animales tienen sus instintos. Nosotros tenemos que transformar instintos en fuerza de voluntad. Somos instintivos cuando niños, después hay un periodo de aprendizaje y más tarde volvemos a jugar de nuevo: jugamos a que tenemos una tarea, una meta en la vida.
Así, sólo podemos vivir de acuerdo con el Tao, cuando nos identificamos con el principio primario, nunca siendo orgullosos de cualquier actividad. Hay una historia oriental que ejemplifica esto. Según ella, Chuang Tzu tuve la desgracia de perder la perla milagrosa que lo ayudaba a encontrar todo lo que perdía. Mandó entonces a la Fuerza para encontrar la perla, pero nada consiguió. Después mandó al Amor, pero éste nada encontró. Mando a la Pesquisa, que también falló su encargo. Finalmente, envió al Auto – Olvido, e inmediatamente la perla fue encontrada.
Una de las diferencias esenciales entre la mentalidad oriental y la occidental, se refiere a los medios de transmisión de la información. Nuestra actitud para con la información es analítica y basada en los detalles de las palabras. Para nosotros, además de eso, una sentencia generalmente sólo puede tener un significado. Los orientales, al contrario, prefieren un modo indirecto de transmisión de la información, en general con la ayuda de dictados, como en el I Ching, ya que, si el espíritu no está preso en un lugar en especial, tampoco el Libro de las Mutaciones está preso a cualquier estructura o forma.
En algunas religiones, la propuesta de modificar sólo una palabra de la Escritura Sagrada es considerada profanación y hombres considerados sabios argumentan fanáticamente sobre la interpretación correcta o traducción de una palabra o frase. Pero los orientales no procuran sólo un significado o el único significado correcto de sus escrituras ya que, para ellos, el I Ching es una “gramática de la vida.”
Hay un hecho curioso con relación al I Ching: cuando los científicos consiguieron descifrar el código genético, descubrieron que él está compuesto de un sistema conteniendo cuatro elementos esenciales que, en diversas combinaciones de tres, formaban un “alfabeto” de 64 letras, lo que supone es igual a la gramática del I Ching compuesto de 64 hexagramas.
Otra curiosidad es la diferencia entre las partes izquierda y la derecha de nuestro cerebro. Los chinos conocían la asimetría de nuestro cerebro hace más de 4.000 años, y en aquella época ya afirmaban que las diferentes capacidades de las dos partes tienen el mismo valor y que, desde que funcionen armónicamente con el Tao, las dos pueden colaborar con el trabajo de la evolución, nuestra tarea en la Tierra.
En la metafísica china, el concepto de vida es esencial: ella está toda basada en la eterna interacción de dos fuerzas: una fuerza destructiva y otra constructiva; y de nuevo constatamos que los antiguos orientales se encontraban muy adelantados ante los conceptos científicos modernos.
Uno de los problemas filosóficos más discutidos por nuestros actuales científicos es la cuestión en relación con el nacimiento o no de la vida en el mundo. Para el francés Jacques Monod, las posibilidades para el nacimiento de vida en la Tierra, antes de aparecer, eran prácticamente nulas. Así, el ser humano nació - afirma él - gracias al hecho de que nuestro número “tocó en la ruleta”.
Esta idea está basada en el dato estadístico de que la posibilidad de nacimiento de una molécula simple de proteína, a través de una reacción química ocasional y el cambio de lugar de los aminoácidos, es infinitamente pequeña. Aún así, los bioquímicos americanos declaran haber conseguido, a través de caminos sintéticos, uniones orgánicas complicadas y, hasta una especie de ADN, provocando reacciones químicas en un ambiente primitivo, copia de lo que será la Tierra en la prehistoria.
Eso demuestra que en la naturaleza hay actuando un principio, que no puede ser considerado como simple acaso. Al contrario: puede ser considerado inteligente y estructurado. Por primera vez la ciencia biológica conseguía probar la existencia de la ley de la evolución espiritual, la ley que determina que, bajo ciertas condiciones, determinados seres pueden alcanzar una estructura en un nivel más alto, una forma más elevada o, siguiendo determinados ensayos, un ser puede modificarse y llegar a un nivel más elevado de consciencia.
En el taoísmo y en el I Ching, la ley de la evolución espiritual tomó la forma de división de los seres humanos en cinco categorías diferentes: el hombre común, el hombre distinto o venerable, el hombre normal o superior, el hombre dedicado o iniciado y el hombre sabio.
El hombre común apenas quiere satisfacer sus deseos, y está totalmente guiado por su “vieja mente”, el subcortex, la mente instintiva.
El hombre venerable o distinto es aquél que está guiado por ideas; el dedicado o iniciado sabe que nada le sucede a él por acaso, todo tiene su significado; el hombre sabio es exactamente lo que su nombre indica.
Pero, la categoría más interesante, es la del hombre normal o superior. La terminología, aquí, parece una contradicción, y realmente es importante no confundir “normal” con “mediocre” o “común”. El hombre común sería algo totalmente tan lisiado como un perro de tres patas. El hombre normal, al contrario, está por encima del hombre común, ya que llegó a la norma de la existencia humana, como ella debe ser y debe ser vivida en armonía con el Tao.
El taoísmo, visto así, significa los medios para llegar a ser normal; lo que para los cristianos sería una meta, para el taoísta es el punto inicial. A pesar de eso, el taoísmo recuerda siempre que, aunque el hombre normal sea un tipo humano bastante desarrollado, no está exento de defectos. Al contrario: esos defectos son, en cierta manera, una parte esencial de nosotros mismos, porque sin ellos no conseguiríamos evolucionar. En la propia tradición judaica hay un pasaje en el Talmud, donde se dice que Dios creó al hombre y la mujer con buenas influencias y las encontró excelentes y las malas influencias muy superiores a las buenas.
No existiríamos si no hubiesen los diabolos. Diabolon, en griego, quiere decir “separar” y es lo contrario de la palabra symbolon, esto es, “unir o ligar”. Pues tanto en el pensamiento como en la lengua oriental, estos opuestos son considerados como poseyendo el mismo valor.
Estas dos fuerzas son llamadas por los chinos Yin y Yang, palabras que poseen una escala entera de significados y usos. Por ejemplo: en términos materiales, Yang es aquello que es fuerte. Aplicado a la existencia humana, significa justicia “lo que es correcto”. Pero no significa orden, ley y justicia en términos institucionales. “Correcto”, en ese sentido, es todo lo que corresponde a las necesidades de la vida y del universo.
Por otro lado, Yin es el amor, el principio femenino. Yang y Yin también significan luz y oscuridad, orden y caos. Y está claro que el orden no tendría sentido si no existiese el caos; y éste sólo existe para transformarse en orden.
Hay un poema de X.B.Yeats que muestra esta diferencia. En el poema, dos sabios chinos observan el espectáculo de una civilización en desintegración, pero “sus ojos cercados de arrugas, sus ojos brillantes, ancianos, están alegres” porque ellos saben que “todas las cosas se desmoronan y son levantadas de nuevo y aquellos que las construyen nuevamente lo hacen con alegría.”
Salvador Navarro Z.
A86 LA SENDA DEL AMOR Movimientos feministas, igualdad de derechos sexuales . . . . Presenciamos la revolución en las relaciones masculino-femeninas , que debe trazar, como todos esperamos, la armonía y la paz para toda la humanidad poniendo fin a una disputa de hace siglos: la batalla de los sexos. A través de una técnica oriental es posible alcanzar la verdadera unión espiritual, volver a encontrar la perdida senda del amor. Mientras los psicólogos, hasta hace unos años, consideraban las relaciones entre parejas, como un campo cubierto de minas inconscientes desde el punto de vista terapéutico, no cabe dudas de que un modo necesario de trabajo, algo que ya conocemos desde el campo de la auto-afirmación individual, se estaba manifestando también con relación a las parejas; una terapia para personas sanas. Su objetivo es el desarrollo de los dos individuos, hombre y mujer, juntos. También en el seno del movimiento feminista está comenzando una búsqueda, la expresión de una voluntad de ir más allá del modelo tradicional de la relación de parejas, sin el abandono del sentimiento del amor. En los movimientos “Nueva Era”, hasta hace poco se pensaba que con el tiempo las relaciones heterosexuales se irían suavizando sexualmente, se refinarían, acompañando a la espiritualización de la vida humana. Entretanto, fue reconocido tanto por el individuo como por grupos que, por lo menos para muchas personas, es necesario que se trate y trabaje directamente el campo de la sexualidad. Vamos a hablar en este artículo sobre esos esfuerzos, el “la senda de los esfuerzos” del individuo, del yoga tradicional y del “camino de la entrega”, del tantra y escuelas similares. Ya que los caminos espirituales de todos los tipos, directa o indirectamente, se utiliza la energía sexual para transformarla en fuerzas creativas generalizadas, los yoguis aconsejaban a sus discípulos, desde el inicio, a economizar esas fuerzas, no agotarlas demasiado. Entonces ¿qué hacer? Una ascesis que era muy difícil para la mayoría de los alumnos, sólo posible para ser practicada durante una permanencia continua en algún monasterio o escuela mística, auxiliada por una voluntad de hierro y acompañada por continuas oraciones, ¿quién podría practicarla actualmente? Pero el ejercicio del yoga también ayuda en la vida moderna. Así podemos, a través de la meditación, superar tensiones nerviosas, llegando a volver a encontrar nuestro equilibrio, nuestra paz interior. Prácticas de respiración y otras, pueden ayudar en la sublimación de la energía sexual. Del mismo modo, alquimistas occidentales han intentado, individualmente, encontrar corrientes “masculinas” y “femeninas” de la energía cósmica, uniéndolas más estrechamente. Bajo condiciones favorables se puede llegar por ese difícil camino, a resultados positivos. En la mayoría de los sistemas del yoga, cada persona tiene que aprender en solitario a dominar su energía sexual. Pero las doctrinas esotéricas del tantra i comprende en ese procedimiento de aprendizaje la relación entren compañero o compañera; el propio amor puede transformarse así, en camino espiritual. Al contrario de lo que se piensa sobre ese proceso, el “tantra del amor” no tiene nada que ver con orgías sexuales. El tantra es “el camino de la experiencia y de los imprevisible”. Los ejercicios ayudan a facilitar el camino. El primer paso en los procesos tántricos es la “observación”, antes pasiva que activa. ¿Cómo siento mi cuerpo? ¿Veo mis sensaciones, deseos y pensamientos, como son realmente en este exacto momento, o debo librarme de mis imágenes inconscientes o falsas de mí mismo, reconociéndolas como irreales, imágenes creadas por mí, porque no quiero aceptar la verdad? Así aprendo a aceptarme, pero solamente como condición inicial y no en el sentido de una situación fija. Esa diferencia sutil, señalada por algunos maestros de tantra, es negada por muchos de nosotros. Esa interpretación incorrecta es difundida, dando una idea falsa del tantra. El malentendido esta basado en una afirmación de que, antes de comenzar con la espiritualización de la sexualidad, las personas deberían primero pasar por todas las experiencias sexuales conocidas sin ninguna exclusión. En estos cursos los alumnos olvidan que, a través del amor del corazón, podemos llegar a la unión tántrica del alma. Esos graves fallos de información distorsionan el tantra ante nuestra sociedad occidental, como pasó anteriormente con la doctrina de Wilhein Reich (hombre de genialidad reconocida) y el tantra es considerado como una invitación para que las personas se entreguen todavía más a los actos físicos. Con eso, la transición para la experiencia tántrica es dificultada, porque aquí necesitamos de la energía sexual para poder conocerla, observarla y transformarla en su propio nivel inmaterial. Por eso, los maestros tántricos insisten siempre que los ejercicios de observación y sensibilidad no nos deben llevar a la fijación del encantamiento y la excitación de los centros nerviosos, sino justamente a lo inverso; ellos nos deben llevar mucho más allá, fuera de esos centros, lo que puede ocurrir con simples ejercicios. Por ejemplo: hombre y mujer, sentados frente a frente, han de comunicarse solamente con los ojos. El inspira mientras ella expira y viceversa; de repente, ellos sienten la energía entre ambos, en las áuras. Ahí necesitan sólo reconocer interiormente lo que les está pasando, para que sus experiencias no los engañen y la concentración de fuerzas en sus órganos sexuales desaparezcan. Ese campo de observación es el que facilita todos los pasos futuros en las prácticas del tantra. La “observación” sigue inmediatamente al “control”. Hay ejercicios que pueden practicarse en soledad. Aquí también, como en el ejercicio a dos, “control” no quiere decir una represión férrea de sensaciones y pasiones, porque en tal caso esas mismas sensaciones volverían posteriormente con más fuerza. Al contrario, se debe reconocer la fuerza de voluntad inconsciente y conservarla fuera del cuerpo, porque ella aumenta la fuerza de los deseos sexuales frustrados. Una ayuda en ese caso, por ejemplo, es quedar consciente de cada caricia y de cada acto del que nosotros creamos poder disolver una y otra vez. Y, en el momento en que uno de los dos comienza a sentirse excitado sexualmente en demasía, el ejercicio ha de ser interrumpido y la imagen creada ha de ser sustituida por un vacío mental, como una tela negra. La persona en cuestión descubre que, cuando desaparece la imagen se extingue también la excitación exterior. Se puede incluso, tener un “mantra de control” que puede ser repetido hasta la desaparición de la excitación. Entonces la energía sexual, antes presa a la sensaciones físicas, se libera de acuerdo con la doctrina tántrica, pudiendo ser usada libremente. El próximo paso será transformarla. El yogui imagina que la energía se mueve en su interior hacia arriba, alcanzando otras partes del cuerpo, siendo así como sucede. Se puede aconsejar una regla de una hora; en ese tiempo, después de los ejercicios tántricos las personas pueden entregarse (durante una hora) al amor sexual sin reprimirse ni controlarlo. Otros practicantes del tantra, encuentran esa técnica problemática; piensan que de ese modo, después de las primeras suaves tentativas de liberar la energía vital, ella se transforma nuevamente y se prende a la sensación física. De ese modo, el trantra es rebajado a una mera acentuación de experiencias sexuales “normales” y su meta verdadera es distanciada. Aún así, podemos incluir una sensación física como el siguiente paso. El objetivo verdadero de la unión tántrica (física) es siempre la unión astral de las almas. Aquí, el tantra no es rebajado; esa unión corporal es sólo un paso más en el camino para el desarrollo superior de las personas. Hace miles de años existía un ritual complicado, incluyendo la unión física en el sentido positivo del tantra. Experiencias más recientes, llamadas caricias físicas, terminando en la unión sexual e intercambio de energías magnéticas, que se desarrollan totalmente independientes de la doctrina tántrica, demuestran que las cosas funcionan también sin ningún tipo de ritual. Para los hombres y mujeres de hoy, una fuerte atracción emocional y la comprensión profunda del acto por el que una persona decide libremente dedicarse en cuerpo, alma y espíritu a la evolución interior de ambos es mucho más importante que cualquier ritual. Algunas reglas básicas del tantra pueden ayudar en la realización de esa gran tarea. En primer lugar, los dos deben quedar juntos sin moverse, inmóviles. Ese estado es esencial, porque también la unión de los cuerpos sólo sirve para el encuentro de las energías de las almas. La segunda característica de ese ejercicio es la necesidad de mucho tiempo, pues no se ha de pensar en el final. Ese acto es muchas veces descrito de modo diferente en la literatura, debido a la adaptación a ciertas costumbres vigentes o basándose en otras tradiciones chinas, lo que desafortunadamente perjudica al principiante, que entonces desiste de estas prácticas. Para prolongar aún más el estado de “estar juntos”, los dos practican una respiración lenta y consciente. “Concentrarse en el fuego del inicio e insistir en él para evitar las cenizas del fin”, lo que quiere decir que las energías sexuales (físicas) del hombre y la mujer no deben ser gastas. Obedeciendo a esas reglas básicas, es posible - después de más o menos media hora de ejercicios continuos - vivir la unión y la transformación interior de las energías, aquella unión continua de dos seres. No existen palabras para describir esta experiencia. Cuanto más el discípulo se desarrolla, menos lo que sucede tiene que ver con experiencias sexuales físicas. La misma unión descrita que puede durar horas, no es más que un inició. Los dos están en un estado de ser que, de repente, puede llevarlos a un éxtasis místico conocido como samadhi. Primeramente, la unión ocurre en el nivel de las energías vitales; después, en el nivel del corazón y del alma. Si el hombre y la mujer consiguen esa unión de corazón, acto seguido viene la unión espiritual. Las fuerzas masculinas y femeninas que existen en cada persona, también se unen en el interior de los dos amantes, concretizando así la imagen mística del andrógino, el hermafrodita. De acuerdo con la doctrina tántrica, cada ser humano naturalmente capaz de abstenerse sexualmente, es realmente libre, si esa abstención no fuera la del asceta que consigue, artificialmente, dominarse a través de esfuerzos continuos, auxiliado por una fuerza férrea de voluntad. Hay tres tipos de tantra: 1º.- El tantra negro, que practica abusos del sistema con fines mágico y egoístas. 2º.- El tantra rojo, que incluye la unión física. Incluye el peligro de usar los ejercicios para aumentar las delicias sexuales del cuerpo. La falsificación de la doctrina original es la causa principal de la decadencia en los últimos años. Por eso, tal forma de tantra es aceptable cuando se elimina el abuso, sirviendo solamente al ego superior. 3º.- Tantra blanco, esa es la forma que desiste de la unión corporal, eliminando eventuales abusos. Antes de iniciar los ejercicios, las parejas son estimuladas para hacerlos lo mejor posible para, a través de las prácticas correctas, aportar su parte de energía de grupo. Los participantes han de notar cierto nivel de armonía y unión. Al final de cada hora de ejercicios, se pueden separar las auras de cada participante. La razón de este procedimiento es que una unión continua de energías, no importando el modo de cómo es generada, no traería beneficios alguno para hombres y mujeres cuyos caminos iban a separarse después, trayendo solamente ventajas para aquellos que continuaban unidos también en el futuro. Con todo esto, para los participantes, la acción renovadora del ritual es inolvidable. En las formas de una relación espiritual con la sexualidad, no se trata, como muchos puedan suponer, de una doctrina oriental. Podemos encontrar en cualquier parte del mundo, fragmentos de una sabiduría universalmente conocida como si fueran partes de un rompecabezas, que podríamos juntar y encajar en la comprensión de nuestra consciencia moderna. Tanto los hindúes como los adeptos al zoroastrismo, antigua religión persa, poseían conocimientos detallados sobre el papel decisivo de las glándulas de nuestro cuerpo (la próstata, por ejemplo) en la transformación de las energías. Y esos pueblos tenían un amplio sistema de ejercicios utilizados para purificar todas las glándulas y prepararlas para abrirse a las vibraciones más elevadas. Se llegó a la conclusión de que el significado de la relación entre sexos se encuentra especialmente en el intercambio de energías eléctricas y magnéticas. Pero aquí es esencial saber si las energías de la pareja son realmente armoniosas y no antagónicas. Actualmente necesitamos mucha sensibilidad para saber si esas energías son o no compatibles, ya que en nuestro tiempo escoger un compañero/a se vincula a motivos y circunstancias superficiales. En China, el arte de amar taoísta, basada en idénticos derechos para hombres y mujeres, se perdió cada vez más en el proceso de transición para una época patriarcal: el amor se convirtió en una batalla entre los sexos. Se ha llegado, como mucho, a una transformación de la pasión masculina en fuerzas vitales generalizadas; pero del desarrollo espiritual de la mujer, acompañando a ese proceso del hombre, no se ha hablado más; una ausencia inexistente en la doctrina tántrica. Podemos encontrar rastros del movimiento de transformación de energías entre parejas, en el antiguo Egipto, en cabalistas y maestros en la Edad Media y en obras de autores antroposóficos en nuestros días. El ser humano actual, interesado en la evolución del espíritu, quiere llegar nuevamente, también en el campo de la sexualidad, a una igualdad total entre los sexos. Salvador Navarro Z.
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A87
LAS BIENAVENTURANZAS
Hay maneras de pensar en la felicidad. Una de ellas, es recordar algunas bienaventuranzas, desde las más simples hasta aquellas que Jesús enseñó. Comenzaremos por las más naturales.
Bienaventurados los que fueron deseados, tuvieron un buen nacimiento, fueron acariciados y amados por sí mismos.
Para elaborar una personalidad narcisista en una criatura, no basta sea bien alimentada y vestida. Tiene necesidad de palabras amorosas y de que su madre esté con ella por placer. De igual manera, en las relaciones íntimas y las sociales, es importante esta dimensión de gratitud. La felicidad no es cubrir las necesidades materiales que pueden ser llenadas con objetos, sino que depende de la cualidad de relación. Por tanto, bienaventurados aquellos que conocieron, desde su nacimiento, esta cualidad de ser en las relaciones.
Caminar en dirección a una felicidad espiritual implica bendecir el momento de nuestro nacimiento. Si el nacer no fue bendecido, no habrá acceso a la felicidad humana. En latín, bendecido es benedicere que significa bendecir, ben – decir, decir una palabra buena. Hablar algo bueno sobre tu padre, tu madre, bendecir tu nacimiento a los padres sin pasar antes por la experiencia del perdón, de la comprensión. Pero el comienzo de la felicidad, consiste en aceptar estar en nuestro cuerpo, en esta humanidad, aceptar decir sí a nuestros límites. Pues es dentro de estos límites que las personas experimentan algo de infinito.
Bienaventurados aquellos que tienen vida en el cuerpo, es decir, sensible y rico en emociones.
Esta segunda bienaventuranza fue preconizada por Reich y Lowen. Es la bienaventuranza de un cuerpo vivo, que vibra. Para Lowen el hombre no es feliz cuando sus sensaciones se lo impiden. Para volver a encontrar esta felicidad es necesario hallar de nuevo las sensaciones dentro de sí, tanto las agradables como las que no lo son. Decir sí a las risas y a las lágrimas, que están unidas frecuentemente.
Volver a encontrar el cuerpo es también hallar el contacto con la Madre Naturaleza. Volver a encontrar nuestras raíces y, a través de ellas, el cuerpo amoroso de la madre, el cuerpo amoroso de la tierra.
Como dicen los budistas, además de bendecir la hora que nacimos, es necesario hacerlo también con el cuerpo de nuestra actual encarnación. Porque es en este cuerpo, en sus límites, que podemos caminar rumbo al despertar. Algunos tienen dificultades en bendecir su cuerpo porque se ha vuelto frágil por la enfermedad. En otros casos tienen la tentación de escapar del cuerpo, dejarlo lo más rápido posible, de vivir dentro de sus límites. Y experimentar la sensación de que es preciso huir de él, porque nos hace mal.
Nuevamente, existe la sabiduría del Sí. Decir sí a nuestro nacimiento, bendecir a nuestros padres, decir sí a nuestro preciado cuerpo, bendecirlo. Eso no significa idolatría, es colocarlo en su lugar debido. Ellos son más que nada y menos que todo. Son lo que son. Y en ésta forma ellos se presentan donde lo Sin-Forma puede encontrarlos.
Bienaventurados aquellos que se diferenciaron de lo biológico, de su madre, que salieron de la fusión con las cosas.
Esta tercera beatitud entra algunas veces en conflicto con la beatitud anterior.
Para mí, la felicidad humana pasa por una diferenciación. Es necesario salir del seno materno, salir de la experiencia nostálgica de la fusión. La felicidad humana pasa necesariamente por esta diferencia. Algunos confunden felicidad con regresión a la infancia, al vientre materno.
Entretanto, la felicidad humana es la felicidad de un sujeto y de acuerdo con ello, nos volvemos sujetos a través de la palabra. La palabra es lo que coloca al otro a distancia, una distancia que no es separación, sino que es necesaria para que haya una relación, una comunión.
Por tanto, a través de la palabra el ser humano alcanza la dimensión de persona, se transforma en sujeto capaz de decir Yo Soy. Es estar en buena salud y descubrir su propia palabra en su propio deseo.
El papel del terapeuta será el de acompañar al ser humano que cuida en dirección a su propia palabra. Su palabra puede ser aquella que dijeron los otros, aquella que le enseñaron o le obligaron algunas veces a creer y expresarse. ¿Pero qué es lo que piensan? En esta afirmación del Yo hay una felicidad humana que puede pasar por una experiencia dolorosa cuando es consciente de que no es todo, que no es su madre, que no es el medio en el que vive. En este caso, puede ser invadido por la soledad y si se detiene aquí, llega la infelicidad. Por tanto, es necesario que vaya más allá de la soledad y descubra que la palabra le fue dada, no para diferenciarlo de los otros, para salir de la mezcla con la masa, sino para favorecer el encuentro si cada uno escucha la palabra del otro.
Existe pues, esta etapa importante de ser capaces de felicidad cuando estamos solos. Esta capacidad tendrá influencia sobre la cualidad de nuestras relaciones, porque somos capaces de ser felices en soledad, no encontrar al otro solamente para llenar esa soledad. Encontraremos al otro por él mismo, lo amaremos por él mismo. El encuentro de dos seres humanos no será el encuentro de dos mitades, sino de dos seres enteros. Tal vez eso raramente ocurra, pero si lo vivimos, saborearemos una cualidad diferente de la felicidad.
Diremos sí al otro, no vamos a tener miedo de él, y bendeciremos la diferencia que nos libera de ser un cocido o una sopa cuyos ingredientes están previstos. Seamos diferentes uno del otro, no uniformes. Esta diferencia es una fuente de riqueza, cuando es aceptada sin miedo. Ella nos facilita el acceso a otra cualidad de la felicidad.
Bienaventurados aquellos que están en marcha en dirección al ser integral.
Esta es la bienaventuranza que Jung buscaba. La entereza es un proceso, es un camino de integración de las diferentes funciones del ser humano. He hablado mucho sobre este tema y hemos visto que cuantas más funciones son integradas, mayor la cualidad de la felicidad. Se trata pues, de integrar dentro de sí la razón, la sensación, el sentimiento y la intuición.
Las personas son infelices cuando tienen funciones olvidadas. En hebreo la palabra Shalom, que se traduce por paz, significa literalmente “estar entero”. Ellas no están en paz porque no están enteras. Por eso es importante observar las dimensiones que no están funcionando o que se han olvidado dentro de ellas.
Para algunas personas la dificultad puede estar en el dominio de las sensaciones. La razón funciona bien, puede hablar de un árbol y, mientras tanto, no puede sentir su corteza, no escuchar su cuerpo y el circular de su savia. ¿Cómo volver a encontrar la sensación? ¿Cómo volver a encontrar el contacto, no solamente con los elementos de la naturaleza, sino también con otros cuerpos?
Para otras personas la dificultad está en la razón, en el análisis, en el estudio, en la palabra, las cuales les dan miedo. Y cuando la razón no está integrada, falta alguna cosa. Ellas tienen necesidad de sentir las cosas, pero también es preciso comprenderlas, ser inteligente. Inteligere quiere decir “leer dentro”, “leer en el interior del mundo”, descubrir la inteligencia que habita todas las cosas. La razón, la facultad de análisis, es preciosa.
Hay personas a quienes le da miedo el sentimiento. Tienen el temor de ser dominadas por los sentimientos. Y, mientras tanto, esta presencia del corazón es de una gran riqueza. Si fueran inteligentes y no tuvieran corazón, no conocerían la realidad. Si el corazón fuera generoso y hermoso y no fuera inteligente, podría ser esto una fuente de sufrimientos. Ellos tendrían que volver a descubrir la inteligencia del corazón y el corazón inteligente.
Estamos en la época de las lámparas fluorescentes y de la calefacción central. Entretanto, no conseguimos calentarnos cerca de una lámpara fluorescente y no podemos iluminarnos con la calefacción. Tenemos que encontrar una alianza entre la luz y el calor, como es la llama, que es al mismo tiempo luz y calor. Es la llama de Pentecostés, la llama del corazón inteligente y de la inteligencia del corazón.
Para algunas personas la dimensión de la intuición, la apertura de la inteligencia del corazón y del cuerpo a otras dimensiones, puede darles miedo y no estar integradas dentro de ellas. Esta dimensión de la intuición es muy fuerte y no se encarna en la sensación.
La mayoría de nosotros tienen facultades desarrolladas y otras olvidadas. En esos casos nuestra felicidad está como rasgada. Por ejemplo, si miramos un árbol sólo con nuestra inteligencia, la felicidad que sentiríamos sería pobre. Pero, si además de la inteligencia miramos el árbol con nuestro corazón, con los sentidos, con la intuición del Ser que nos habita, la relación se hace rica y la felicidad es mayor.
Lo mismo ocurre en la relación con otra persona. Si somos capaces de entrar en relación con ella utilizando todas nuestras funciones, sintiéndola, respirándola y comprendiéndola; hablando con ella, dejando se explique, hablando con nosotros, escuchándola con el corazón, cuando estamos presentes en todas esas dimensiones, existe una cualidad de vida mucho mayor. “Bienaventurados, por tanto, aquellos que caminan en dirección a la integridad, porque conocen la felicidad de estar completos”, porque en este caso, el arquetipo del Yo se aproxima, haciéndolos pasar de una felicidad simplemente humana, a una felicidad transpersonal.
Recordemos nuevamente que un hombre feliz no es un ser peligroso. Ante la situación en la cual nos encontramos en este mundo conturbado, creo tenemos un compromiso, en un primer tiempo, de no añadir sufrimientos al sufrimiento, no aumentar una prueba a otra prueba. Casi tenemos el deber de ser felices, no solamente por nosotros mismos, sino por toda la tierra, porque si hay un lugar en este mundo donde alguien pueda ser feliz, en ese sitio reina la confianza y no hay peligro. Esta es nuestra manera limitada de participar del bienestar del mundo y su sanación. Tengamos tiempo de ser felices por todos. Ofrezcamos pequeños momentos de felicidad, incluso en las cosas más simples y así podemos ayudar a desactivar las bombas que nos amenazan como seres vivos.
Bienaventurados aquellos que aman la vida, se sienten amados por ella y la aceptan. Felices aquellos que se vuelven sujetos, que no tienen miedo de expresar su propia palabra, respetando la palabra del otro.
Felices los que no tienen miedo de expresar su propio deseo, respetando el deseo de su prójimo. Porque no es fácil decir a alguien lo que realmente desea y aceptar que ese deseo tenga una respuesta negativa. Dar al otro la libertad que se desea para sí mismo es condición propia para que una relación feliz sea posible. Es también:
Felices aquellos que se vuelven íntegros y no se cierran en esta plenitud.
Una integridad que no se juzga completa. Una integridad que abre una ventana, que abre una puerta a la presencia del otro.
Bienaventurados aquellos en que el ego, en el camino de la integración, está abierto al Yo Superior.
En algunas tradiciones espirituales la bienaventuranza es el propio fundamento de la vida. Y todas las formas de bienaventuranzas son participaciones de la Bienaventuranza Infinita. Ya he referido que el placer es una participación corporal a la bienaventuranza, que la felicidad es una participación psíquica a la bienaventuranza y que la alegría es una participación espiritual y contemplativa de ella.
Entretanto, es posible degustar la bienaventuranza en sí misma. Lo que llamamos consciencia es siempre la consciencia de alguna cosa: consciencia de algo en el exterior o consciencia de una realidad interior. Podemos haber experimentado ya un momento de pura consciencia. De la consciencia sin objeto, sin representaciones, de consciencia que toma consciencia de ella misma. Esta experiencia es un momento de bienaventuranza que no es dependiente, una felicidad que no depende de acontecimientos externos.
Para nosotros, la felicidad es siempre dependiente. Depende del tiempo que hace, de nuestro estado de salud, de las personas que están con nosotros. Y si la gente que amamos no está con nosotros, si tenemos mala salud, si el tiempo no ayuda, no somos felices. ¿Existe una felicidad no dependiente? ¿Es posible vivir momentos de felicidad sin causa? ¿Por ninguna causa? ¿Sin causalidades?
Los sabios hindúes hablan de esta experiencia tal como está escrito en el Canto de Shankara.
No soy el Espíritu ni el Intelecto, ni el Pensamiento.
No soy ni el que oye, ni el paladar, ni el olfato, ni la visión.
No soy el Espacio, ni la Tierra, ni el Fuego, ni el Aire.
Soy Inteligencia y pura Felicidad.
Yo Soy, Yo Soy.
Cuando leí un texto similar en los versos de Kabir a un amigo psicólogo, me dijo: “Quien escribió eso estaba enfermo.” Si examinamos este canto a nivel del ego, él tenía toda la razón; es un delirio decir: “No tengo familia, no tengo maestro, no tengo discípulos, no conozco la felicidad, no conozco la infelicidad.”
Pero en este canto se transmite el recuerdo de que hay un espacio dentro de nosotros que es felicidad, que en sánscrito se dice Ananda; un estado de consciencia es Chit; y un estado de puro existir es Sat. Entonces: Satchitananda significa el ser que es consciencia y beatitud. Esta realidad está en el fondo de nuestro ser. Cuando somos infelices, estamos sufriendo y con dificultades, es bueno recordar aquello que es bueno, que es bienaventurado dentro de nuestro ser. Esa bienaventuranza es Yo Soy.
Muchas veces se ha hablado sobre el Yo Soy. Lo hablamos cuando comentamos textos bíblicos y ahora lo hablamos en el texto de otra tradición. Es tranquilizador ver que en tradiciones muy diferentes se habla de la misma realidad. De una felicidad pura, de la bienaventuranza, que no son dependientes de lo que ocurre en el tiempo y el espacio.
¿Qué es la práctica de la oración? ¿Qué es la meditación? Ellas son un recuerdo, una memoria esencial. Recuerda lo que es feliz en mi y más allá de mí. Algunas veces, esta felicidad no es saboreada en mi cuerpo. Puedo estar enfermo, pero en tal caso sé que existe en mi una beatitud. Puedo no saborear esta beatitud en mi psiquis y tener angustia, desconfianza, miedo y, mientras tanto, esta beatitud existe. La oración es el momento en que tomo contacto con la fuente de la beatitud. El momento en que traigo el agua de la fuente hasta mi cuerpo cansado y enfermo. Traigo un poco de agua de este manantial hasta mi psiquis complicada o torturada. Es la manera de cuidarse a partir del centro.
Como decía Jung, existen lugares dentro de mí mismo que pueden ser curados cuando se abren a una dimensión superior. No se puede limpiar una habitación sucia con un paño sucio de fregar el suelo. No se puede curar lo mental con lo mental. No se puede curar el psiquismo con el psiquismo. Este puede ser el momento de ciertas formas de terapia. El terapeuta me hace creer que es por mi esfuerzo psíquico que me voy a liberar de mis dificultades psíquicas y eso me puede llevar a un análisis sin fin, sin salida. Cuanto más me conozco, más puedo desesperarme. El conocimiento del ego sin el Yo puede llevar a la desesperación. Por otro lado, el conocimiento del Yo sin el ego puede llevar al orgullo.
Nuevamente, la dificultad es la síntesis. Conocerme a mí mismo con mis límites, mis infelicidades, mis sufrimientos, pero sin olvidar al Yo Soy que es la bienaventuranza en mi. Conociendo esta beatitud, esta felicidad absoluta, intentar encarnarla en mi cuerpo, en el placer; intentar encarnarla en mi psiquis. Si no fuera así, ¿para qué existe, cuál es su finalidad?
En cierto momento de la historia del arte, las pinturas sagradas representaban la gracia de Dios como una aureola en forma de óvalo envolviendo completamente el cuerpo de los santos. Posteriormente, esa aureola disminuyó y se limitó a rodear la cabeza. Mucho después, en otra época más cercana, lo que ha quedado es un pequeño disco volador flotando alrededor de las cabezas de los santos.
En estas maneras de representación, hay toda una antropología de la gracia. En la teología antigua, la gracia está en el corazón de la naturaleza, envuelve todo el cuerpo y es en él quién saborea la vida divina. En otra época después, el recipiente de la vida divina es sólo la cabeza. Y, en otro momento, la gracia ya no está en el interior del ser humano, no rodea su cabeza, sino que flota encima, se vuelve extraña al hombre. Es una pena que eso haya ocurrido, porque la beatitud se encuentra en el secreto de cada célula, en el secreto de la psiquis y no es algo exterior al individuo, sino que es algo que es necesario descubrir en su interior, en todos los elementos del ser llamado hombre.
Bienaventurados aquellos que encuentran en el fondo de su cuerpo de sufrimiento el Yo Soy que Es, que está más allá de todo dolor, de toda inquietud.
Ellos descubrieron los cimientos para una vida más feliz.
Cuando estemos caminando por la naturaleza y nos sentimos atormentados por nuestras dificultades, paremos un poco evocando el Bienaventurado que está en nosotros. Hagamos una pausa de unos minutos y dejemos que el Bienaventurado nos envuelva y abrigue. Miremos la flor, el árbol y dejemos caer sobre nosotros la mirada del Cristo, la del Buda, la mirada de la vida bienaventurada en nosotros. Y entonces veremos todas las cosas de diferente modo.
A partir de esta mirada interior, podemos ver lo que pasa en el mundo. Esta experiencia nos permitirá no añadir sufrimiento al sufrimiento. Porque si miramos los acontecimientos del mundo, de nuestra familia, de nuestro cuerpo, a partir de nuestro pequeño e inquieto ego, sólo daremos inquietudes al mundo, a nuestra familia, a nuestro cuerpo. Pero, si vemos lo que pasa en ellos a partir de nuestro centro interno, a partir del Yo Soy Bienaventurado, ningún dolor o inquietud será adicionado. Eso es una cosa que podemos verificar y deseo sea una bella experiencia.
Estas beatitudes naturales son creaciones humanas, que introducen aspectos humanísticos y transpersonales. Y no forman parte de ninguna escritura anterior.
LAS BIENAVENTURANZAS
I I
La doctrina cristiana habla mucho del pecado original y poco de la Beatitud Original. Hay en nosotros una confianza que es más profunda que todos nuestros miedos. Esta confianza se llama en diferentes lenguajes, la Beatitud Original, la Confianza Original, el Ser Esencial, el Yo Soy. Ninguna de estas palabras es suficiente para designar esta realidad. El paraíso perdido es la confianza perdida. María, la Madre de Jesús, la Siempre Virgen, nos reveló la Confianza Original, el Sí Original. Existe en nosotros un sí más profundo que todos nuestras negativas.
En el budismo, la beatitud es definida como un estado sin deseo porque éste es la causa del sufrimiento. Pero es necesario recordar que Buda tenía, por lo menos, dos deseos: el deseo de no tener deseos y el deseo del bienestar de todo ser viviente.
La cuestión no es la ausencia de deseos, sino de la libertad con relación a los objetos de deseo. Por eso el camino del Buda puede ser un camino de libertad y serenidad. Él comienza por la toma de consciencia de la perecedero de todas las cosas. Todo pasa. Nada permanece. Toda cosa se transforma en su contrario, tanto a nivel material como a nivel físico - la salud y la enfermedad, el nacimiento y la muerte - y también en nuestro mental.
Lo que es considerado verdadero en un momento deja de serlo. Lo que es cierto en un instante es incierto en el siguiente. De la misma forma, a nivel afectivo, el odio puede sustituir al amor por una persona. Los sentimientos son mentirosos. En un mismo día, una persona puede pasar por diferentes emociones y por la noche no reconocer lo que había sentido por la mañana.
Por tanto, es necesario observar la impermanencia de todas las cosas y ver que la causa del sufrimiento está en el apego, en querer que dure lo que no fue hecho para permanecer. Porque todas las cosas se transforman sin cesar. Todo lo que se compone se descompone. No dijo eso para que nos sirva de tristeza, sino para colocarnos dentro de la realidad. Solamente es necesaria la observación de los hechos. Y, de esta observación, nace la serenidad, el desapego.
En la tradición budista, la beatitud es estar liberado de la atracción y la repulsión. Algunas personas dirán que no estar atraído, no sentir repulsión es quedar en un estado parecido a la muerte. Pueden tener razón, pero aquí necesitamos una buena dosis de discernimiento. El hecho de no tener deseos puede ser, tanto una señal de iluminación como un síntoma de depresión. No tener atracción o repulsión puede ser una consciencia de estar despierto, iluminado y puede ser también, señal de indiferencia o, más grave todavía, una forma de psicosis, de autismo.
Es por eso que esta cualidad de serenidad no quiere decir indiferencia. Quiere decir compasión. Pero una compasión no emotiva, no afectiva, es un amor incondicional e impersonal. La beatitud en el budismo es un estado de vacuidad. En el cristianismo, el camino para el vacío interior es una senda en dirección a la plenitud. Pero, ¿qué es el amor? Es hacer el vacío dentro de sí mismo, para que haya un espacio para que el otro entre. Porque si no hay vacuidad, no hay lugar.
Me contaron una historia sobre un maestro zen. Un discípulo le preguntó qué era el despertar. El maestro por toda respuesta le invitó a tomar un té y llenó la taza del alumno pero, a pesar de estar llena la taza, siguió derramando el agua que caía hirviendo sobre la ropa y rodillas del invitado. “¿Qué haces, maestro? ¿Te pregunto qué es el despertar y tú derramas el té en mi ropa limpia?” Y el maestro responde: “Tú estás tan lleno como esa taza de té. Lo que quiero decirte no puede entrar. No hay lugar dentro de ti. No hay vacío en ti para acoger lo que te yo puedo decir.”
Este tema forma parte de la tradición de Oriente y Occidente. Ser nada, estar completamente abierto, es la condición para acoger el Todo. En la tradición budista, es necesario estar en este vacío, que no es autismo, ni depresión, sino la entrada de la compasión de todo lo que vive y respira.
Ciertas formas de beatitud nos son familiares y vamos a escribir sobre otras que nos son menos conocidas.
¿Qué es beatitud en la tradición evangélica? En el Evangelio, la bienaventuranza tiene el sentido de “estar en marcha” o “estar en el camino”. Bienaventuranza en hebreo quiere decir “en marcha” y la infelicidad es estar parado sobre la imagen, sobre los síntomas, sobre las memorias. En hebreo, la palabra enfermedad es mahala, que quiere decir “andar en círculos”, estar preso, estar en el infierno, cerrado en tu sufrimiento, en tus pensamientos y hasta en tus emociones.
Por eso, la bienaventuranza consiste en dar un paso más. Es una exacta definición de la espiritualidad, dar un paso más a partir de dónde estás. De esa manera, no tenemos por qué juzgarnos los unos a los otros. ¿Cómo decir que alguien caminó hasta muy lejos y que el otro está comenzando su camino, si no podemos medir los pasos que ambos dieron? A veces creemos que alguien está lejos y el otro casi no ha comenzado a caminar. Y otras veces tenemos la impresión de estar apenas dando los primeros pasos y tenemos necesidad de caminar mucho más. Lo importante es el paso que nos hace salir del infierno, de la cárcel.
Entonces nos encontramos con las bienaventuranzas de Jesús. Cada una de sus palabras es una invitación para ponernos en marcha a partir de nuestras lágrimas, del camino que vamos a recorrer. Y hay mucho camino para andar.
¿Cuándo es que nuestro aliento queda debilitado? Salvación en hebreo implica respirar ampliamente. Respiramos bien con el aire y el espacio que tenemos. Estamos unidos a la Fuente del Aliento. Pero puede existir un momento en que el aire nos falta o nos es cortado repentinamente y es en este momento que la beatitud nos sale al encuentro. Llega en el momento que nos sofocamos, cuando es necesario que nos pongamos en marcha.
¿Cuándo es que tenemos la respiración cortada? ¿Cuándo tenemos un nudo en la garganta? Cuando por ejemplo, la emoción o la cólera cortan nuestra respiración. Cuando estamos encolerizados respiramos mal. No tengamos miedo de las emociones, pero tampoco nos debemos dejar guiar por ellas. Las emociones no son malas, no hay que condenarlas, pero necesitamos libertad con respecto a ellas.
Cuando tenemos fuertes emociones, un buen ejercicio es procurar contactar con nuestra respiración, con nuestro aliento y respirar ampliamente, dulcemente y lo más profundo posible.
En la Biblia, se habla de las narices de Dios significado que Él es paciente. Esta imagen nos puede parecer extraña, pero nos remite a la idea de que somos pacientes y estamos en paz cuando respiramos más dulce y profundamente. Es invitar a alguien a conocer la paz y expandir su aliento.
Otras veces, el aliento y la palabra fueron cortados juntos. Cuando éramos niños, por ejemplo, nos prohibían decir ciertas palabras y, junto con estas palabras, la respiración fue cortada. En el psicoanálisis, cuando se permite a alguien volver a encontrar su palabra, decir lo que hasta entonces nunca se hubiera atrevido a decir, hay una libertad del aliento a través de la palabra dicha. Hay un momento de salud y ese momento es también de salvación. Un momento en que se respira ampliamente.
¡En marcha aquellos que tienen dificultad en respirar! ¡Hay tanto que decir sobre esta beatitud!
La dificultad en respirar puede estar unida a la dificultad para besar. En el concepto bíblico, besar a alguien es compartir el aliento. Nuestras dificultades pueden ocurrir por haber conocido solamente besos que nos sofocaron, que nos engulleron y de ahí el problema en compartir el mismo aliento con alguien, la dificultad en confiar en el otro. En este caso es necesaria una cura del aliento que se puede obtener a través del perdón. Después de haber perdonado o después de ser perdonado, después de una reconciliación, respiramos de manera diferente. Podemos respirar en conjunto.
El Soplo es también la presencia del Espíritu Santo. Un ejercicio espiritual no es un ejercicio del pensamiento, sino de acogida al gran Soplo de la Vida, dentro de nosotros mismos. La oración que Jesús enseña a la samaritana, es una forma de oración que se encuentra cuando estudiamos a los primitivos cristianos, es la oración del Soplo y la Vigilancia, la consciencia. Por tanto, en la tradición hebrea, somos invitados a dar un paso más a partir de los lugares donde nosotros mismos comenzamos a respirar mal, donde nos falta el aire y el espacio.
La tradición griega, dice: “Bienaventurados los pobres del espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.”
Esta beatitud, a veces es difícil de comprender, porque Jesús nunca pactó con la miseria. Si queremos ser felices es necesario tener un espíritu de pobreza.
¿Qué es el espíritu de pobreza? ¿Cuál la diferencia entre un pobre y un rico, en sentido evangélico? El rico cree que todo puede ser comprado, hasta el amor. El rico es alguien a quien todo es debido y el pobre es alguien para quien todo es donación. Existe entre los dos una gran diferencia.
En ciertos momentos de la vida nos conducimos como ricos. Creemos que la amistad nos es debida, así como la salud y hasta el buen tiempo. Todo nos es debido. Y nos volvemos muy exigentes con aquellos que nos rodean, porque siempre queremos más. Para el pobre, todo es donación. La amistad es un regalo, un rayo de sol es un regalo, la salud es un regalo. Nada nos es debido, todo nos es dado.
Jesús tiene razón, cuando en muchos pasajes del Evangelio, dice que no son felices los que tienen espíritu de riqueza, los que exigen sin cesar que el mundo corresponda a sus deseos, pero que son felices aquellos que saben recibir todas las cosas como un don, como un regalo, como una gracia.
Los místicos profundizan esta beatitud. El maestro Eckhart, por ejemplo, afirma que el hombre pobre es aquél que nada quiere, que es pobre de querer, que nada sabe y nada posee. Esto nos puede parecer extraño, pero cuando hemos dicho anteriormente sobre la actitud de vacuidad, no estamos lejos de esta beatitud. La pobreza del corazón es la pureza y simplicidad con la que aceptamos todo lo que la vida nos da. Eckhart va más lejos, diciendo: “Ruego a Dios que me libere de Dios.” “Rezo para que sea pobre hasta de las representaciones que tengo de Dios.”
En los tiempos de Jesús, los ricos no eran solamente aquellos que poseían riquezas materiales, sino los llamados fariseos que decían poseer la verdad, que poseían el conocimiento, que se creían justos, que se tomaban por modelo de la humanidad. Los que pretendían tener no solamente cosas materiales, sino también riquezas materiales y espirituales. Aquellos que pretendían tener la verdad y a Dios.
Estas beatitudes, actualmente nos hacen gran falta. Observamos que algunas guerras se hacen entre los que pretenden tener a Dios y la verdad. No hay comunión posible entre ellos. No hay comunión posible entre las religiones si cada una pretende poseer la verdad. Dios no es un bien que podamos poseer, como la verdad no es un tener para poseerla. Dios no es un bien que se pueda poseer, ni la verdad se puede tener.
Es necesario ser pobre de espíritu. Es precios ser pobre de todo lo que sabemos. No se trata de negar nuestros conocimientos sino de relativizar nuestro conocimiento. Ser consciente de que lo que sabemos no es todo, que lo que sabemos no es gran cosa ante todo lo que queda por descubrir. Esta es la actitud del verdadero científico. Él sabe lo que sabe. Pero también sabe que su saber es limitado y lo que él no sabe es infinito.
Que en nuestros encuentros con personas pertenecientes a diferentes religiones que la nuestra podamos decir: “Yo sé lo que sé, sé que conozco a Dios, pero también sé que lo que conozco de Él es limitado y lo que no sé es infinito. Y éste es el infinito que tenemos que descubrir juntos. Sólo podemos comprender aquello que unidos aún no conocemos y que juntos podemos buscar.” Para hablar de esta manera es necesario que tengamos un espíritu de pobreza que es lo contrario del espíritu de aquél que es propietario de Dios, propietario de la verdad.
Como dice el Evangelio, infeliz es quien se hace propietario de la verdad y feliz el que sabe no es dueño de ella. Felices los que no ignoran que la verdad pertenece a todos. Entonces podemos decir que el pobre es alguien sin tensión y el rico es quién se apega a aquello que, de cualquier manera, le va a ser retirado.
Y, entonces, volvemos al sentido hebreo de la beatitud. Lo que nos impide respirar son nuestras irritaciones, nuestras inquietudes que toman cuenta de nuestro cuerpo, corazón y cabeza. Y durante todo el camino quedamos con los puños crispados. ¡Infelices los ricos! Si poseo un reloj y lo guardo en mi mano, esa mano sólo tendrá la utilidad de guardar el reloj. Tengo el reloj guardado pero he perdido la mano.
¿Qué es más precioso? Tal vez sea tener una mano que da y recibe. Saber quen hay una mano unida a nuestro puño y que esta mano puede acariciar el viento y puede sentir mi aliento. El puño está en nuestro cuerpo, en nuestro corazón, en nuestra cabeza. Es, pues, necesario abrir dulcemente la mano. ¿Vamos a hacer esta experiencia?
Salvador Navarro Zamorano
Escritor.
A88 LOS SÓTANOS DE LA HISTORIA
Al norte de Nice, se encuentra la pirámide de Falicón, una extraña construcción que fue examinada por arqueólogos como Charroux, Guingand y Tarade. La base de esta pirámide esconde una doble gruta subterránea, llamada “gruta de los murciélagos”. Estas salas subterráneas son formaciones naturales, pero no cabe duda que desde tiempos muy remotos fueron adaptadas para servir a ceremonias secretas de magia. La construcción de esta pirámide encima del Santuario no es una mera coincidencia: de hecho, durante el solsticio de verano, el sol naciendo en el horizonte, ilumina la pared de una de las grutas y la reverberación produce el dibujo de un triángulo, símbolo de la Trinidad Divina. La zona de Falicón está localizada en una región que fue anteriormente dominada por los Templarios, cerca del “Monte Chauve”, montaña que en las leyendas populares está unida a ceremonias mágicas antiguas, como todas las montañas de este nombre en el mundo entero. Hay una historia, relatada por gente de Nice, sobre el templo, que había servido en el siglo XX para iniciaciones de altísimo grado. Se debe suponer que exista un paso secreto que, saliendo de la gruta inferior de la caverna de los murciélagos, llegue a los pies de la montaña, hasta un santuario todavía más secreto, instalado entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Surge entonces otra pregunta: “Podría el monumento, cuya puerta está blindada y que se encuentra no muy lejos de la pirámide bien protegida a la vista de los viajeros, esconder otra entrada al subterráneo secreto? Se sabe que Aleister Crowley conocía bien la disposición del conjunto ritual de Falicón; de hecho, fue allí mismo donde él, personalmente, dirigió ceremonias mágicas alrededor del año 1.930. El espectáculo avasallador presentado por el incesante remolino de los acontecimientos humanos, las continuas revoluciones que se han manifestado durante siglos, nos hacen preguntas sobre si las secuencias de la Historia tienen algún sentido. Todos conocemos la definición de Shakespeare: “Una historia de locos contada a otros locos.” ¿Será posible encontrar un sentido de coherencia, observando desde un plano superior, este conjunto caótico? Podríamos comparar a las comunidades humanas, y a la humanidad entera, a un hormiguero: las hormigas parecen deambular a la ventura, en una actividad febril e inútil, cuando de hecho todas las acciones individuales tienen por fin el mismo objetivo común, cuyas constantes son determinadas de la forma más categórica por el “alma colectiva” del hormiguero. Tenemos que llevar en consideración, en primer lugar, la conformación geográfica de varios Estados. No fue por casualidad que Lorena y el Ducado de Borgoña que se extendía hasta Flandes no haya conseguido mantenerse por mucho tiempo; Francia, al contrario, se esforzó durante siglos para alcanzar su conformación hexagonal y sus fronteras naturales que, por sí, formaban un conjunto geométrico armónico. Otro factor más importante todavía: el conjunto psíquico activo y estructurado, formado por todos los pueblos, la egrégora en la terminología ocultista. Cada uno de ellos tendría en el comienzo, sus mayores y menos posibilidades de éxito. Es necesario dejar entrar en acción el egregor de la humanidad en su conjunto. Examinado la historia humana desde el punto de vista de Sirio, o sea, desde el punto de vista más impersonal y general, podemos observar una oscilación más o menos acentuada, violenta a veces, pero que al final nunca llega a suprimir totalmente uno de los dos polos extremos: de un lado, el equilibrio, una organización sintética, un orden armonioso y de otro lado, el caos completo, la desorganización, la disgregación. Nos preguntamos si este segundo polo es un producto del acaso, o si las formas caóticas no estarían obedeciendo a unas detalladas directrices. Un autor inglés que usaba el seudónimo de Robert Payne, publicó en 1.951, un libro titulado “Cero. Historia del terrorismo.” Él quiso probar que detrás del sistemático uso del terror por parte de los regímenes totalitarios sin excepciones, se encuentra siempre el mismo núcleo oculto que, a la sombra de los gobiernos visibles, manejaba habitualmente esta terrible arma. Un arma sistemática, cuyo alcance llegaba mucho más allá del simple deseo, individual o colectivo, de vengarse de los enemigos o de colocarlos en la imposibilidad de causar perjuicios. Tan pronto fue el libro publicado, comenzaron a ocurrir una serie increíble de “coincidencias”: antes que el libro fuese puesto a la venta, misteriosos emisarios compraron todas las existencias disponibles; a pesar de las sensacionales revelaciones contenidas en la obra, ninguna crítica apareció en la prensa; la editora del libro se encontró al borde de la ruina y meses más tarde, el autor del libro murió misteriosamente. Con la publicación del libro no hubo, evidentemente, divulgación de secretos de Estado, ni de espionaje militar o industrial; ninguna información de este género estaba en la obra de Payne. La única explicación posible es que el autor hubiera descubierto la existencia de gobernantes ocultos que dominaban a los poderosos grupos económicos, cuyo papel secundario se limitaba al financiamiento. Un día, un amigo me contaba que existe una lista de asuntos prohibidos para las Editoras, y que estos asuntos están en una lista con todos los detalles más mínimos, en un cuaderno. La prohibición tiene alcance mundial, no llevando en consideración el régimen político de los países, y todo director de periódico importante tiene un conocimiento de este cuaderno, sea de tendencias comunista o capitalista. Pero las condiciones que están prevaleciendo hoy es que, en opinión de algunos iniciados, caracterizan el paso de Piscis a la era de Acuario y que ya ha proporcionado la publicación de algunos datos ocultos a pesar de la prohibición y que deja percibir unas posibilidades que antes no teníamos. Podríamos, tal vez, llegar a la conclusión de que la historia terrestre refleja los antagonismos, los equilibrios temporales y los choques sucesivos que se realizan en otro plano. Existe una obra ya desaparecida “Los caballeros y los acontecimientos secretos de la historia”, donde se hace esta profunda observación: “Egipto es el reflejo del cielo, está escrito en el libro de Hermes. Esto es verdadero para todas las naciones, cuando alcancen la mayoría de edad y sean conscientes de sus destinos y de su misión para con ellas mismas y las demás.” Nace nuevamente, la necesidad de definir aquí cuál es el gobierno ideal, y este problema existe desde la antigüedad. Tendríamos que considerar que el Estado Ideal existió en el lenguaje del pasado, ¿o deberíamos proyectarlo en el futuro? Si aceptamos como real la visión esotérica de los siglos, las dos preguntas tienen una sola respuesta: el fin de un ciclo es el “apocalipsis” en todo su sentido; pero, al mismo tiempo, siendo la destrucción la primera condición para la regeneración, este mismo fin es el comienza de una nueva edad de oro. Un conocido estadista inglés del siglo pasado, Benjamín Disraeli, escribió: “El mundo es gobernado por figuras que no pueden ser vistas por aquellos cuyos ojos no consiguen penetrar en los bastidores.” La prensa tiene, frecuentemente, acceso a informaciones con respecto a un ambiente conocido y que dejan percibir en un trabajo nada brillante y que son, teóricamente, subordinadas a los gobiernos oficiales y gozan, de hecho, de la posibilidad de actuar de forma autónoma, escapando del control de sus mismos gobiernos; los equipos de tecnócratas de las administraciones y ministerios son poderosas y durables (los ministros y los regímenes pasan, pero los funcionarios quedan). Los servicios secretos y las “policías paralelas”, trazan sus juegos complejos y enmarañados, y las posibilidades de acción de las altas finanzas están en un plano internacional, como todo el mundo sabe. Pero, ¿existen realmente gobernantes ocultos? El novelista André Hardellet en su libro “La tierra del Jardín”, escribe: “Detrás de los Gobiernos que se suceden, usted debe haber notado la permanencia de ciertas fuerzas, de ciertos principios; una estabilidad de este hecho sólo puede ser mantenida por poderes ocultos que, de hecho, gobiernan al país. Cambiar nombres o rótulos de partidos no significa nada, la masa se satisface con la apariencia. Estoy, evidentemente, esquematizando: la realidad es mucho más compleja. Paralelamente a los Ministerios oficiales, existen organismos que actúan con los mismos moldes y cuyo poderío, a veces, es mucho mayor. (Quien hace este diálogo es uno de los verdugos del gobierno oculto) Yo soy una rueda sin importancia en el engranaje y no conozco a todos los que ejercen las mismas funciones. También ignoro quién está en el vértice de estas fuerzas. Puedo hastan suponer que no existe una persona que detente la autoridad suprema, sino que ésta sea la manifestación de una voluntad común.” Este párrafo forma parte de una novela, inspirada en hechos reales que eran de su conocimiento. En consecuencia, tenemos que imaginar los órganos del Gobierno oculto, como una serie de núcleos conectados y superpuestos, algunos en un plano nacional y otros cuya proyección traspasa cualquier frontera; cada uno de estos núcleos tendría poderes absolutos sobre los escalafones a él sometidos, pero estaría, a su vez, totalmente sometido a otros escalones superiores, conociendo de estos, solamente a los agentes encargados de hacer las conexiones. En la eventualidad de una investigación, que podría tener como consecuencia una divulgación de hechos, ningún peligro amenazaría los escalones superiores, protegidos por la estratificación de la estructura. El número muy reducido de traiciones puede ser una explicación por las sanciones drásticas que serían aplicadas en consecuencia. ¿En qué campos de acción se pueden interesar estos gobiernos invisibles? No se limitan a la alta política internacional, eso está claro; ellos se interesan mucho más por otros asuntos, que pueden parecer inofensivos a primera vista, pero que pueden adquirir características de peligrosidad cuando se hace su divulgación de forma impropia. Los drogas, por ejemplo; cuando el número de personas que usan drogas se reduce, estas personas sólo se perjudican a sí mismas y sus eventuales descendientes. Pero la diseminación del consumo de drogas puede poner en riesgo la sociedad y la civilización. Se ha investigado a China para descubrir si el aumento del consumo de estupefacientes no tendría su acción en un plan metódico de subversión en medio de la juventud occidental. Es opinión de estos investigadores que es un raciocinio simple imaginar que el “peligro amarillo” quiere dominar a Occidente por medio de una guerra. Es más lógico pensar que intenten eliminar cualquier resistencia o, en el peor de los casos, una resistencia debilitada. Actualmente, hay indicios suficientes para pensar que uno de los métodos es atacar a la economía occidental desde la base, inundando el mercado internacional de productos de bajo costo y produciendo una quiebra en los precios del mercado. El novelista Hardellet describe los esfuerzos del gobierno invisible para destruir una genial “máquina para soñar”. “Nosotros consideramos a la “máquina para soñar” un peligro social tan nefasto como las drogas. No estamos en la Tierra para soñar, sino para actuar y cumplir con nuestra tarea. Nada se gana sin esfuerzo y sin disciplina.” Realmente existen criaturas que sueñan, y sueñan con una liberación mágica que les podría dar la posibilidad de escapar de las limitaciones. A este respecto, escribe este novelista. “el inventor de la “máquina de soñar” la llamaba su linterna mágica. Con ella se podía encontrar la nueva mirada, la sensibilidad intacta, que es el origen de los genios.” ¿No sería esta la forma de entrar en conflicto con las impersonales e inflexibles directrices que rigen a la especie humana? Antes de continuar es oportuno definir qué es una sociedad secreta. La definición exacta que se me ocurre es la siguiente: se trata de un grupo de personas más o menos numeroso, que se caracteriza por mantener reuniones estrictamente limitadas a sus adeptos y también por mantener el más absoluto secreto respecto a ceremoniales y rituales donde se manifiestan los símbolos que esta sociedad se atribuye. Las sociedades secretas pueden tener finalidades diversas, religiosas, políticas, criminales y hasta filosóficas. Esta finalidad no siempre son rigurosamente delimitadas, a veces varias tendencias se encuentran una encima de otras, como aparece claramente en la historia de estas sociedades. Puede ser también que una sociedad secreta lo sea doblemente: por la limitación del número de adeptos y por la totalidad o parte de sus actividades; pueden existir, incluso, sociedades secretas que anuncien su existencia colocando su nombre en una placa en la puerta de la calle, promoviendo conferencias públicas y divulgando los nombres de sus dirigentes, como las sociedades masónicas y rosacruces en países donde son legalmente aceptados. Voy a dejar de lado a las sociedades secretas cuyos objetivos son circunstanciales y limitados, para llevar en consideración solamente a aquellas sociedades que piden para sí intereses superiores y que trascienden objetivos parciales o limitados. Este género de sociedades secretas es de una categoría superior, son las llamada sociedad secreta filosófica o iniciática. Otra pregunta se impone en este punto, o sea, si además de las sociedades secretas cuya existencia es conocida, como los masones, por ejemplo, no existen otras jerarquías, que pueden llevar a confusiones de difícil solución. Una revista católica de Bavaria (Alemania) que se editaba en Munich “Cuaderno histórico y político” publicó una noticia: “En Alemania existe una sociedad secreta de estructura masónica, cuyos dirigentes son desconocidos y cuyos objetivos no son masónicos.” Esta noticia hizo surgir dudas de que la sociedad no fuese una representación clandestina de la Orden de los Iluminatis. Las grandes sociedades secretas acostumbran formar pirámides de tres grados. En primer lugar está la de fácil acceso, sociedades secretas inferiores, comparada a un vivero donde los grupos más cerrados escogían a los “peces más grandes”, hombres considerados útiles. En el segundo grado, está la sociedad de cuadros o intermedias; aquí el acceso es más seleccionado, y sus adeptos llegan a desempeñar papeles importantes, dirigiendo, incentivando y organizando la economía y la política en un plano nacional e internacional. En el vértice de la pirámide estarían las sociedades secretas superiores, aquellas cuyas actividades se procesan exclusivamente detrás de bastidores. En manos de estas sociedades están los hilos invisibles que rigen todos los asuntos importantes de la política internacional. Los nombres de estos personajes nunca aparecen en la prensan y son desconocidos. Salvador Navarro Z. Escritor.
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