ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS

Salvador Navarro Zamorano

 

 

 

 

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                                            CÓMO LIBERARSE DE LAS ENERGÍAS NEGATIVAS

          Captar energías negativas no es privilegio de nadie, el propio día a día en que contactamos con numerosas personas, es ciertamente una fuente de esos indeseables “regalos”. Veamos algunas indicaciones de cómo liberarse de esas energías y cargarse con vibraciones positivas y saludables.

          El agua es un elemento misterioso que tiene cualidades de absorción de energías negativas que no pueden ser cuestionadas. Su acción no se limita a limpiar en el sentido material, sino que tiende a purificar el nivel etérico y psíquico. El agua es el vehículo de purificación por antonomasia.

          San Francisco de Asís, con una no habitual abundancia de adjetivos en el Cántico de las criaturas loa al Señor “por nuestra hermana agua, útil y humilde, preciosa y casta”. San Francisco llama al agua de hermana con afectuoso calificativo, pues ella deriva del Padre común a todas las cosas. Sus utilidades son exaltadas en su preciosa función purificadora que hace que a él le parezca humilde, permaneciendo al mismo tiempo casta. De hecho, después de haber liberado las cosas de sus impurezas, el agua vuelve a ser aquello que era. La sacralidad del agua en este sentido es un fenómeno que todavía no ha sido suficientemente destacado.

          El agua influye sobre el cuerpo etérico. Por eso, se comprueba que el baño actúa sobre el sistema nervioso, elimina las escorias etéricas y se obtiene así un efecto de distensión. Las cualidades del agua son también de naturaleza específica, aunque no se conozca por completo cómo funciona este misterioso elemento. Tiene, además, cualidades eléctricas de un valor específico, que van más allá de su composición química.

          El agua es la amiga que nos ayuda a liberarnos, no solamente de las escorias físicas, sino de las que deben ser eliminadas para dar lugar a fuerzas nuevas y saludables.

          Está probado que el agua absorbe los fluídos negativos que se encuentran en un determinado ambiente. La prueba de eso fue obtenida regando plantas y flores con agua que había quedado anteriormente en una taza que se colocó en un ambiente donde se ejecutaban experiencias de carácter parapsicológico. Había en aquella ocasión las condiciones más adecuadas para poner en movimiento fuerzas de diversos tipos y carácter desconocido. Se verificó que el agua actuaba como absorbente de energías, y no exactamente de las mejores pues, a continuación, se mostró nociva para las plantas que fueron regadas con ellas; las hojas amarillearon y se secaron las flores.

          La experiencia se repitió en otra oportunidad, con los mismos resultados. Por esa razón, hay personas que tienen el hábito de mantener constantemente en el ambiente donde trabaja y más donde duermen, un vaso de agua, que sirve así como absorbente de energías negativas. El agua, además, encuentra en sí misma la capacidad de liberarse de aquello que captó, si la ponemos en movimiento; corriendo, ella opera la propia regeneración. El agua estancada se carga de negatividad, se corrompe y es nociva, exactamente por no tener la posibilidad de regenerarse.

          Magnetizar es cargar algo con la propia radiación. Teniendo en cuenta que, con diferencia a los animales, el magnetismo en el hombre es potencializado por las propias energías anímicas y espirituales, dispone de una fuerza que, si es bien evaluada y aprovechada, explica lo que santos y sabios consiguieron hacer.

          Para magnetizar el agua tomemos un vaso lleno con la mano izquierda y ponemos dentro los primeros tres dedos de la mano derecha (pulgar, índice y medio), concentrando el pensamiento en el amor, la sabiduría y la verdad. Impregnemos el agua con esos pensamientos. A continuación, se bendice haciendo sobre ella la señal de la cruz, en nombre de Jesús.

          Entonces bebemos el agua, pensando que va a disolver y anular toda y cualquier escoria negativa que esté en nuestro interior.

          Para bendecir el agua u otros objetos, basta una simple fórmula; la condición es que esta sea pronunciada con verdadera fe y en la más profunda concentración: “En nombre del Poder del Padre, del Amor del Hijo y la Sabiduría del Espíritu Santo + te bendigo.” A continuación, usaremos el agua de la forma que deseemos: para beber, para lavar, para el baño, purificar cosas y ambientes, etc.

          El poder del agua, en tal caso, es grande. El baño, considerado no sólo como limpieza física, sino como purificación del etérico, es muy saludable.

          Si colocamos en el agua un poco de sal, el efecto es mayor. La sal es un elemento muy importante que recibe y retiene el magnetismo etérico, más que cualquier otra cosa. Hay personas que cargan siempre consigo una pizca de sal; otras que acostumbran esparcirla por la casa, en los rincones, en los cristales o disuelta en el agua. El agua es el símbolo de la esfera psíquica, como la sal es el emblema de la esfera de la tierra.

          Todas las substancias cristalinas reciben y retienen el magnetismo mejor que cualquier otra cosa, incluso absorben los aspectos negativos. Un baño de inmersión es mejor que una ducha, porque la purificación es más completa.

          Bendigamos el agua y la sal y la esparcimos en cualquier parte que necesite purificación, así como para hacer la señal de la cruz en la cabeza o partes doloridas del cuerpo. Fórmulas especiales carecen de utilidad, lo que importa es la fe con que hacemos estas cosas.

          La forma más simple de descargar las energías negativas, que se acumulan naturalmente en cada uno de nosotros con cualquier contacto que hacemos en la vida cotidiana, es la practicada aunque inconscientemente: lavándose.

          Con el simple acto de hundir las manos en el agua, nos sentimos liberados de tensiones. El baño es un poderoso equilibrador del sistema nervioso. Por eso, después de un baño, nos sentimos realmente vigorizados.

          Pero es posible descargar energías negativas de otra manera: con animales y plantas. Para ello, se prepara la mente de forma que descanse en un ambiente tranquilo. El animal absorbe de nosotros los elementos de agitación y enfermedad; por eso, es útil tener siempre cerca animales domésticos jóvenes, sanos y fuertes, pero no animales presos en jaulas o privados de libertad. Los animales libres, tratados con cariño, absorben de nosotros los elementos que estamos descartando continuamente; esos elementos, a falta de animales en las cercanías, pueden ser captados por nosotros, lo que sería perjudicial. Los elementos aspirados de esa forma por los animales no provocan ningún tipo de daño en ellos.

          A su vez, los animales lo descargan en las plantas, realizándose así un circuito completo: hombre, animal y planta.

          En la naturaleza, el hombre puede realizar su vida en plenitud, según las leyes que rigen el mundo. Pero él, al contrario, prefirió construir para sí una civilización sofisticada de sucedáneos y artificios, olvidándose de la naturaleza. Los bosques y las aguas son para él fuentes desconocidas de salud , donde se puede descargar toda la escoria que acumula. A veces, basta caminar sobre la hierba, abrazar los árboles, tocar las hojas y las flores o prácticar cualquier tarea de jardinería para liberarse de aquello que intoxica.

          Las energías negativas, los elementos de enfermedades que se acumulan normalmente al contacto con los ambientes malsanos y las personas, pueden ser descargados y dispersos sobre la tierra, siendo fácilmente embebidos por las plantas al simple contacto con la naturaleza: la vegetación y el agua se carga con las miasmas que absorben, porque tienen la capacidad de regeneración.

          Los fluídos negativos del hombre egoísta y materialista pueden ser neutralizados y descargados. La radiación benéfica, que es la emanación más elevada del hombre espiritual, puede anular gradualmente los fluídos negativos que fueron atraídos.

          Los sentimientos elevados y nobles, el espíritu sereno y armonioso, son luz que general fluídos que apartan influencias y espíritus inferiores, atrayendo entidades elevadas que ayudan a la obra sagrada.

          Descargarse del mal irradiando el bien; no hay fórmula mejor que esta. No hay necesidad de luchar: la luz no lucha para ahuyentar la oscuridad; ésta desaparece cuando la luz llega. Irradiar pensamientos de bondad sobre todos y en todas partes ayuda a formar en torno nuestro un aura de luz que, actuando como una poderosa coraza, nos hace invulnerables.

          Es preciso recordar: la única y verdadera protección es el bien. Eso vale para defenderse y también liberarse de influencias negativas.

          Hay un método al alcance de todos para la carga diaria de energías positivas. Acostumbra ser practicado por quien comprobó su enorme eficacia práctica con resultados positivos.

          Por la mañana, se eleva el pensamiento a la Fuente de la vida y decimos mentalmente:

                              “De lo alto desciende la virtud que me ayuda.”

          Entonces, con las manos abiertas, levantadas en forma de copa, giradas las palmas de las manos hacia lo alto como recogiendo energías que solamente pueden venir de arriba, se establece contacto con la Fuente Infinita. Manteniéndolas elevadas durante algunos minutos, sin ningún otro ritual, con el pensamiento concentrado, decimos lentamente:

                    “Elevo mis antenas y recojo las energías purísimas que desciende del cosmo infinito.”

          Las palabras, pronunciadas, encadenadas a un ritmo y traspasando su significado literal, serán reforzadas por la visualización de energías luminosas que descienden y penetran en nosotros.

          Ellas entran en cada átomo de nuestro cuerpo, vitalizando, renovando todo el organismo físico y psíquico, recorriéndonos desde la cabeza a los pies. Esta visualización se vuelve extraordinariamente energética y, cuando es hecha con profunda convicción, provoca una sensación de bienestar y alivio.

          Manteniendo las manos levantadas, después de algunos minutos, un calor en las palmas de las manos comienza a ser notado. Si el ejercicio lo hacemos cada día, el calor será percibido en el plexo solar: será una sensación de vigor y gran bienestar, indicando que la carga de energía está completa. Esta puede considerarse perfectamente realizada cuando estas energías alcanzan la parte espiritual con la oración, que da verdadera fuerza. Entonces, el bien será irradiado para nuestros semejantes.

          Todo eso no requiere un tiempo específico; bastan pocos minutos cada mañana. No es mucho en relación a las veinticuatro horas del día, pero es suficiente si con eso es posible renovar las propias energías y captar otras.

          En el camino hacia la Tierra Prometida, los judíos tuvieron que enfrentarse a los amalecitas. En el transcurso de la batalla Moisés mantuvo los brazos elevados hacia el cielo, en oración. Los soldados judíos, en ese momento tenían supremacía. Si, por el cansancio, Moisés los bajaba, los soldados judíos retrocedían. Percatándose de esto, dos hombres quedaron al lado de Moisés, manteniendo sus brazos. Fue así que los judíos vencieron al pueblo amalecita. Esta narración simbólica de la Biblia merece una meditación.

          Otra forma de cargarse con nuevas energías, experimentada con efectos positivos, es la siguiente: Cada árbol es una reserva de fuerzas emanadas de la tierra y del sol y es posible recurrir a esas fuerzas. Se escoge un árbol grande. Apoyamos en él la espalda y coloquemos la palma de la mano izquierda en el tronco del árbol, rodeándolo; al mismo tiempo, colocamos la palma de la mano derecha sobre el plexo solar. Nos concentramos en el árbol, pidiéndole nos ceda parte de sus fuerzas, comprobando asi una especie de transmisión de energías que serán recibidas con la mano izquierda y transferidas, con la mano derecha, al plexo solar. Luego damos las gracias al árbol.

          Las influencias benéficas más puras son las del campo, bosques y montañas, en la próximidad de un naciente de agua o de un río; igualmente donde habitan numerosos pájaros. Los árboles y el agua tienen emanaciones purificadoras, de las que el hombre no sabe beneficiarse satisfactoriamente. Ellas inducirán en nuestro espíritu frescor y serenidad, pues los pensamientos de que están impregnadas son diferentes de aquellos de quien ha quedado durante algún tiempo en un velatorio, en un cementerio, entre cadáveres o ataúdes, peleas o ambientes de discordia.

                                                                                         Salvador Navarro Zamorano                                                                                         Escritor.

 

 

 

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                                                           FAUSTO, DON QUIJOTE Y DON JUAN

          Hay que reconocer que Fausto, el pre-ocupante de Margarita, es un meditativo, un pre-ocupado por las ideas y el afán de saber. Tan pre-ocupado, como por la justicia lo fue el solitario y gran señor Don Quijote, sublime pre-ocupante  de Dulcinea. Y mientras éste vive sumido en acción pura, hecha poema, otro solitario, Fausto, medita en una traducción del Evangelio. Y empieza: “En el principio era el Verbo, la Palabra . . . no . . . el Pensamiento . . . no  . . . era la Fuerza . . . o no . . . no . . . no . . . “ Por el fin el hallazgo; en principio era la Acción . . . Los dos grandes pre-ocupados coinciden en la exaltación de toda la alta poesía viril: el culto a la Acción. Todo lo que es pensamiento en acción. El filósofo, el investigador es fundamentalmente acción, aunque su cuerpo se hunda senilmente y flojo en las morbideces de una butaca. En cambio, la mujer, sumida en arrobos contemplativos, no es una pre-ocupada, salvo en el sentido, antedicho, de una presa, antes de ser ocupada. El niño, en sus juegos, es todo acción; la niña, en los suyos, es pasión, espera. En todo cuento para niños, debe de haber héroes que busquen la aventura; en todo cuento para niñas, hadas, madrinas y princesas sutiles y amantes que suspiran y muchachas soñadoras . . .

          Fausto y Don Quijote representan dos altas formas de virilidad. El primero personifica el pensamiento; el segundo, la valentía andante y heróica. Alonso Quijano, durante la acción, va meditando, segregando pensamientos y pre-ocupación. Fausto, a fuerza de meditar, llega a la acción como principio, esto es, como pensamiento que sueña desgranarse en realidades; aquél es acción que va naciendo del pensamiento. Como Fausto tenía dos almas, cuando se cansó de saber buscó el amor; pero es siempre su lado viril el que se exalta: sed para poder y hambre de poderío para enriquecer el ser varonil con el homenaje de los tributos y el botin de las conquistas. Entregado al pensamiento, con la lujuria por el saber no tuvo tiempo de amar, porque el saber ocupa mucho lugar en el hombre, diga el proverbio lo que quiera. La mayor parte de los sabios son malos amantes; quizá por eso la mujer ante el amor, no quiere sabios. Ninguna mujer del mundo se enamora de un hombre por su saber y su inteligencia, aun cuando puede halagar este saber a la vanidad femenina o excitarle su conveniencia económica. Cuando Fausto, por el camino del saber y de la soledad, se nota cansado y ve que su hambre de señorío persiste, se da cuenta de que su vida de hombre pide, no sólo verdades racionales , sino también verdades de vida; se da cuenta de que el señorío varonil no está sólo en el saber de los libros, sino también en el dominio de las mujeres. Pero a este señorío hay que llegar por la otra forma de la sabiduría humana: la del amor; y esa forma, sólo se alcanza por la vía de lo femenino. Es la sabiduría que nos da la mujer sin padecerla, como la hemofilia. Y así, frente a Fausto, surge Margarita, mansa, inocente, recta a la entrega, con voluntad de río y hambre de dolor, de maternidad, de inmolación y de muerte.

          Del mismo modo, Don Quijote, hecho dolorida interrogación en la llanura castellana, no concibe la acción para lograr el imperio de la justicia sin referir ambas cosas a la dulce irrealidad del cuerpo femenino, al que pone nombre y graba en su imaginación como dechado de toda feminidad. También Don Quijote, como Fausto, va a la muerte con insaciable sed de inmortalidad.

          En cambio Don Juan . . . El trabajo como un hacer y un crear es netamente varonil. La feminidad es presencia y con su presencia sólo, real o virtual, todo lo potencializa. Y ella misma, que es, ante todo, maternidad, queda hecha pura posibilidad de ser madre, por la sola virtud de lo femenino. El hombre es hambre de acción y de ser. En la conjugación de la potencia viril sobre la presencia femenina, está la esencia humana. El hombre ama la ocupación, el trabajo, como lo femenino es todo pre-ocupación. Donde quiera que un hombre ve una energía dormida, allí acude a despertarla; Todo quiere ponerlo en acción. La calle, la plaza, la ciudad, es la selva donde actualiza sus impulsos. Busca crear, inventar, alumbrar en las cosas y en los seres. El goce de la inacción permanente, del ocio, es cosa de bajas virilidades, como en Don Juan. Se comprende que el elogio del “ocio divino de los poetas” se le ocurriese a un poeta romántico como Horacio, indolente y conservador, que consideraba el navegar como una provocación a los dioses y que arrojó el escudo para huir en la batalla de Filipos, como hiciera otro charlatán bajo de hombría, Demóstenes, en Queronea. Huir de todos los peligros, de todas las aventuras, vivir sin acción, atento al íntimo regalo, es toda la ética del hombre decaído. Tampoco Don Juan ama la acción y el trabajo, sino la aventura y la nerviosa movilidad. Su vida no tiene normas; es vida sin timón, floja, de bohemia, de vagabundo, de señorito de casino. El gozo de ocupar y trabajar es viril, como el de la pre-ocupación, el de los sobresaltos de presa que teme y quiere ser cazada, es femenino. Entre ambos, está don Juan.

                                       Salvador Navarro Zamorano  

Escritor                                                          

 

 

 

 

58                                                      

                                                 INSTITUCIONES Y SECTAS

          En medio de los virulentos ataques que ocasionalmente los órganos gubernamentales, la Iglesia o los medios de comunicación mueven contra algunas sectas, una pregunta aflora: ¿todo ese fanatismo no será una manera de defender conquistas, frente a un enemigo que podía robarle fieles a las instituciones tradicionales? Veamos esto más a fondo.

          El prejuicio cultural contra las sectas impide que buena parte de la población occidental vea y entienda lo obvio; en ese comportamiento existe, ante todo, la lucha por matener el status quo religioso y político. Está claro: es mucho más cómodo y seguro continuar siguiendo los dogmas y preceptos del Vaticano, la Meca o Jerusalém, que ya son razonablemente conocidos.

          Con eso, olvidamos que, al surgir el cristianismo era una secta y que, dentro de la propia historia cristiana, el nacimiento de nuevos credos de todos los matices  no es exactamente una excepción. Al contrario, practicamente desde la muerte de Jesús, surgieron grupos que pretendían haber entendido mejor su papel en la historia humana, que Pablo, Pedro y los demás apóstoles.

          Así, este fenómeno tan típico de este fin de siglo y principio de milenio no es una novedad y no debe ser analizado bajo un prisma específico, o sea, a través de puntos de vista llenos de prejuicios religiosos sean católicos o de cualquier mayoría religiosa. En esos fenómenos existen factores que son bien complejos, más que una simple manipulación del miedo y del desencanto popular.

          El mal es que la mayoría mira las sectas y sus fieles con desdén, creyendo que solamente la Iglesia católica o el protestantimso secular pueden dar apoyo religioso a quien de él necesita. Con tal visión, autoridades civiles y religiosas de todo Occidente refuerzan la tesis que afirma que Estado e Iglesia jamás se han separado: ambos dividen las actividades de la vida humana en el planeta y actúan perfectamente en conjunto cuando se sienten amenazados por algo nuevo o desconocido. Tal vez no sea absurdo recordar, por ejemplo, que en el caso de los O.V.N.I., tema que en cierto modo amenazó Estado e Iglesia, los representantes de esas Instituciones reaccionaron de la misma forma: no lo sé, no lo vi, no lo conozco.

          Medios de comunicación, gobiernos y entidades religiosas, apoyados por los Estados hacen campañas contra las sectas, pretendiendo demostrar que esos grupos no son más que manipuladores de la miseria popular, dirigidos por hombres que desean celebridad, dinero y poder. Para ello, no dejan jamás de usar la ignorancia, la desinformación, el abandono y el miedo de aquellos que las siguen.

          Ahora, lo que no se discute es que todas las sectas han nacido hoy, como surgieron hace dos mil años, sólo para confirmar el hecho de que el hombre piscológica y desgraciadamente todavía es el mismo, si no hubiese espacio y necesidad de eso. Nadie que tenga acceso a la información y la reflexión desconoce el hecho de que las instituciones religiosas manipulan las necesidades psicológicas de los hombres. La Iglesia actúa así, tanto las cristianas como de cualquier otra creencia.

          En el mundo que llamamos profano, gobiernos, partidos políticos, militares, periodistas y todas las áreas profesionales actúan de la misma forma: manipulan las necesidades de la población, muchas veces hasta creando tales necesidades. Nos preguntamos entonces: ¿por qué no creer que las sectas son las llagas y la mascarada del mundo religioso contemporáneo?

          Veamos una leyenda: “Diógenes, que todo lo veía con más aguda visión que otros hombres, vio que una gran tropa de alguaciles y ministros de justicia llevaban a la horca a unos ladrones y comenzó a gritar: “Ahí van los grandes ladrones a ahorcar a los pequeños”. Cuantas veces se vio en Roma llevar a la horca a un ladrón por el hurto de un carnero y el mismo día ser llevado en triunfo un cónsul o un dictador por haber robado toda una provincia.

          Existen aquellos que están “siempre ocupados en dos cosas: en castigar robos y a los que los cometen. No por un acto de justicia sino por envidia. Quieren quitar a los ladrones de este mundo para robar ellos solos.” Existe así una visión profundamente maniquea que pretende hacer de las nuevas sectas, sean de cualquier origen, la única y grande ilusión, religiosa y cultural del mundo-

          A partir de esa visión, el resto (católicos, protestantes, etc., partidos políticos, gobiernos, poder judicial y hasta los críticos de arte) representan el bien y son factores absolutamente imprescindibles para la felicidad humana.

          De esa forma es posible entender por qué uno de los pocos libros que estudian el origen e instalación de las nuevas sectas en un país cualquiera prefiere llamarlas demonios y toma un claro partido por el Vaticano, recordando que ellas, en una gran mayoría, tienen su sede en los Estados Unidos y que bastaría ese acto para colocarlas bajo sospecha. A partir de esa tesis, cualquiera puede preguntar de dónde llegan los santos. Y la respuesta es que aún sigue viniendo de Roma.

          Los que insisten en intentar llevar la sectas al ridículo y, quien sabe, a los tribunales, afirmando que son multinacionales de la mala fe, estando todas ellas ligadas al capitalismo internacional no teniendo otra motivación a no ser la manipulación de los fieles y el enriquecimiento de sus líderes, olvidan que la Iglesia romana y el protestantismo secular son también multinacionales del mismo género, desde hace muchos siglos y forman la base del pensamiento occidental, sea a nivel religioso, político, cultural o psicológico.

          La clara verdad es que las sectas no tienen nada de inesperado, original o sorprendente, a lo máximo son ovejas negras de una antigua y misma familia de carneros. Ninguna de ellas tiene un comportamiento sui generis, jamás detectado en la propia Iglesia, por ejemplo.

          Veamos: todas las sectas repiten, en grado menor, la formación jerárquica, centralizadora y dogmática del catolicismo. Ninguna de ellas escapa al arquetipo milenario del líder incontestable y único, ninguna propone que el fiel deje de ser un asustado seguidor de reglas y preceptos, ninguna llama la atención al gran peligro de creer en un líder, ninguna deja de construir centros, enriquecerse, prosperar, hacer santos y esparcir la buena nueva de su propia existencia, para quien quisiera escuchar y creer.

          Siendo así, esto es, tan semejante el comportamiento de las religiones ya instaladas hace dos mil años, ¿por qué entonces tantos prejuicios? Probablemente porque hay un factor: la evidente lucha por el poder. En verdad, los líderes de las sectas son hombres que jamás tendrían mayor espacio en la Iglesia romana o en la protestante, sea por el motivo que fuera. Ninguno de ellos llegaría al obispado, ninguno sería Cardenal y mucho menos Papa.

          Ante esa realidad, tal vez tales hombres digan para sí que la salida para su egomanía tan herida fuese la creación de una iglesia propia, basada en sus opiniones personales, formación cultural, necesidades psicológicas y, después, el único trabajo sería buscar seguidores que tuviesen el mismo perfil.

          En esa nueva iglesia este buen hombre sería un líder religioso, profeta, censor, jefe de policía, juez y, en algunos casos, un semi-dios, ya que tendría acceso a la palabra y voluntad divina. Mejor aún: sería adulado por políticos, especialmente cuando consigue reunir un número razonable de fieles, y la congregación sería considerada de utilidad pública, no pagaría impuestos y el líder no tendría nada más que hacer buenas promesas. Pero, al final, la omnipresente política prácticamente vive de promesas y no por eso ha sido condenada nunca.

          “El sufrimiento religioso es, al mismo tiempo, expresión de un sufrimiento real y protesta contra un sufrimiento real. Suspiro de criatura oprimida, corazón de un mundo sin corazón, espíritu de una situación sin espíritu: la religión es el opio del pueblo.” (Marx.)

          Al contrario de lo que la gente piensa, Carl Marx no condena la religión: sólo la constata. ¿Cómo podría la religión ser acusada de responsabilidad, si no deja de ser una sombra, un eco, una imagen invertida, proyectada sobre la pared? Ella no es causa de cosa alguna. Es solamente un síntoma.

          Las sectas no son otra cosa: apenas un síntoma. Pero, como antiguos y ortodoxos médicos alópatas, acostumbrados a las inyecciones y antibióticos, miramos para el fenómeno viendo solamente los síntomas, sin atinar o buscar las causas, y sin jamás notar que en la sociedad existen instituciones religiosas, políticas, militares y educacionales, tanto o más peligrosas para la libertad que las nuevas sectas. Es como si aceptamos lo ya instalado porque es más cómodo y conocido.

          Al considerar los movimientos religiosos que han nacido en nuestro país como exóticos o esquizofrénicos términos tan queridos a militares, nacionalistas, patriotas, censores y los que disimulan muy mal ser los dueños del país, los críticos de las sectas confirman lo que se ha dicho: creen piadosamente que el corazón humano es un feudo y pertenece al catolicismo romano, protestante o a cualquier otro grupo religioso, que haya tomado posesión del terreno. Con eso, está claro, se intenta evitar que el rebaño se disperse lo menos posible.

          Y, tal vez, lo más interesante sería discutir si existen pastores mejores que otros o son todos muy semejantes. Y, más allá de todo, si el tiempo de los pastores ya ha pasado. En fin, ¿cuando carneros y ovejas tendrán el valor de levantar la cabeza y mirarse en un espejo? Sin intermediarios.

                                                                               Salvador Navarro Zamorano

                                                                               Escritor

 

 

 

 

                                                 LA AGRESIVIDAD

          Conflictos, revoluciones, rebeliones, golpes de Estado, corrupciones, asesinatos, estupros, explosiones de violencia, terrorismo por todo el planeta. Es el amargo panorama mostrado diariamente por los medios de comunicación. Gestos de rabia, semblantes airados, son vistos en situaciones corrientes de nuestra vida cotidiana. El claxon impaciente de los automóviles en los semáfaros y las grandes velocidades en carreteras, demuestran la profunda irritación de los conductores en medio de un tránsito enloquecido.

          Programas de T.V. y películas muestran  claramente lo que “al pueblo le gusta”, terror, sexo y violencia. Hasta los programas de radio, con la buena intención de combatirla, describen sus profundas heridas “paso a paso”, alimentando en los oyentes todo los ángulos del sadismo. ¿Cuánto dinero no rindieron hechos luctuosos como los de las “niñas de Alcacer? El odio congelado en los inductores y ejecutores del hecho criminal obró como una fascinación extraña sobre el inconsciente colectivo de la gente.

          ¿El hombre contemporáneo es diferente de los romanos con sus gladiadores y cristianos ensangrentados en la arena? La respuesta es ¡no!

          Violencia, rabia, odio, mal humor, crítica mordaz, son todas manifestaciones de la fuerza agresiva que habita en nosotros a través de los tiempos. Es necesario entender que, en su totalidad, el ser humano trae dentro de sí instintos constructivos y destructivos. La agresividad es una fuerza innata que implica tanto impulsos constructivos (creatividad, bondad y sexualidad) como impulsos destructivos (rabia, codicia, envidia, etc.).

          Ocurre que los impulsos llamados destructivos vienen siendo reprimidos, sea por sanciones sociales y religiosas, sea por nuestro esfuerzo debido a la dificultad que experimentamos en admitir la realidad de su existencia. Intentamos evitarlos porque los tememos profundamente. Nuestra vida, en verdad, está dirigida en una doble finalidad: la de asegurar nuestra sobrevivencia e intentar sacar de ella el máximo placer. Hacemos eso procurando no despertar en nosotros las fuerzas destructivas, capaces de causar daños a nosotros mismos y a los demás.

          La agresividad es importantísima para la sobrevivencia, porque a medida que intentamos satisfacer nuestras necesidades, la vida se mantiene en su integridad. En el amor, su importancia reside en nuestra capacidadn de establecer relación con el otro. El placer también tiene una conexión con la agresividad; sucede con el hecho de quedar felices con nuestras conquistas o excitados ante el horror o el peligro.

          La agresividad es esencial para desarrollar el ego, pues éste se va afirmando mediante la serie de victorias que conseguimos. La paralización o la represión de esa energía es extremedamente perniciosa y podemos acumularla peligrosamente a través del desencadenamiento de sentimientos, tales como la falta de estimación, envidia, impotenci, etc. Y ese acopio de represiones puede explotar en actos violentos.

          La fuerza egoística viene de la confrontación. Crece cada vez que mantenemos una posición ante el adversario. Pero lo que el enfrentamiento esconde, principalmente, es nuestra profunda necesidad de entrega, de ser reconocido por las personas que nos rodean. Tomar consciencia de esa dependencia implica también poder sufrir su privación. Así, aunque los relacionamientos sean tan importantes y necesarios para nuestro bienestar, pueden también despertar emociones agresivas o recibir resistencias.

          Nuestro equilibrio emocional se mantiene,  a través del equilibrio sistemático de las fuerzas del amor y del odio. Cuando, de alguna manera, nos sentimos heridos, poco valorados o ninguneados, somos invadidos por sensaciones de dolor y tristeza intensas, que hunden nuestro equilibrio interno. Tales sentimientos se vuelven, por tanto, agresivos contra nosotros mismos, pero también pueden generar sensaciones de rebelión y odio, que acabamos liberando contra otras personas.

          En la tentativa de mantener el equilibrio interior, usamos algunos recursos que ayudan a descargar la agresividad que generamos. Proyectar en alguien o en algo el mal humor sentido internamente y descargar nuestra agresividad contra él, es uno de esos recursos. Hacemos, por ejemplo, un proyecto de venganza que impone un sufrimiento a otro igual o superior al que nos fue causado. Lo que nos consuela es la satisfacción de estudiar, paso a paso, todos los puntos del plan, imaginando cómo se va a sentir el agredido.

          El amor puede también ser un recurso para desviar sensaciones peligrosas. Así, personas populares pueden rodearse de varios amigos, para no vivir en la temida sensación de vacío y soledad. Rodearnos de todo tipo de bienes materiales puede servir al mismo objetivo.

          En el desprecio, a través de constantes racionalizaciones, nos convencemos de quien nos hirió no merece nuestro afecto ni tampoco nuestro sufrimiento. Gracias a este apartamiento de lo que más gustamos o queremos, podemos soportar las decepciones. La rivalidad y la competición, a su vez, pueden proporcionar sensaciones placenteras en función de las conquistas. Ya con la crítica y la intolerancia, liberamos la agresividad por la proyección de nuestros aspectos negativos sobre los demás.

          Huir de algo o alguien que juzgamos ruin, es otra manera de mantener la seguridad sobre esas sensaciones. Por otro lado, tener celos es una reacción de agresividad y odio ante de una pérdida o su posibilidad. Quedamos furiosos para no sentir la humillación que la sensación de ser sustituído nos trae.

          Falsamente, la ambición por el poder nos dá la impresión de seguridad. Es por medio de esa fantasía que tantos dictadores, en su enorme voracidad, conquistan y destruyen sin medir consecuencias. La ironía que se esconde detrás de un falso humorismo, no posibilidad defensa a la persona objeto de ella. Ella tiene como objetivo la humillación, la ridiculización, pero siempre conservando el tono festivo. Esta, sin embargo, cumple un doble objetivo: por un lado camufla la agresión; por otro lado, impide la “respuesta”.

          Cómo intentar mantener el equilibrio es una tarea eterna y delicada; para ello la humanidad vino en su auxilio con la religión, tal como la conocemos. La Iglesia surgió, en el pasado, a través de sus preceptos, intentando apartar del amor todo y cualquier trazo de agresividad; para eso enalteció el amor altruísta y negó que la violencia fuera parte del alma humana. A partir del Renacimiento, los intereses recayeron sobre el universo físico, su exploración y experiencia. Tuvo inicio la búsqueda de la “verdad” a partir de valores materiales y el hombre comenzó a tener una mayor comprensión y utilización del mundo material; consecuentemente, comenzó un progeso mayor. Así, los beneficios materiales pasaron, en gran parte, a sustituir los “bienes internos” como si fuesen lo ideal. Pero, ¿dónde quedan nuestras necesidades emocionales? Si se tratan de esa manera serían negadas.

          De un lado, está la represión y negación de los impulsos agresivos en la tentativa de ser buenos; de otro, la sustitución de nuestras verdaderas necesidades emocionales por necesidades materiales. Gradualmente, eso sólo nos puede conducir a una sensación de despersonalización, de frustración que, a su vez, puede cambiar el impulso agresivo, destructivo e incontrolable. Cuanto más apartados estemos de nuestra realidad interna, más ciegos estaremos, enteramente a merced de la emergencia de los impulsos; pero mientras más miedo tengamos, menos conseguiremos canalizarlos en forma adecuada.

          Si somos conscientes de nuestras necesidades reales, podemos también comunicarlas a otros más objetivamente; podremos abrirnos al amor y a la interdependencia, haciendo valer nuestra individualidad. Así, a través de confrontaciones, aciertos, discusiones y concesiones, es posible hacer de nuestras relaciones una constante amable.

          Necesitamos estar atentos, para no distanciarnos de nosotros mismos, lo que es una tendencia de nuestra cultura. Actualmente, eso se da, por ejemplo, a través de la industria de entretenimiento, que va llenando poco a poco el tiempo de ocio que nos resta; por medio del exceso de actividades que nos hacen descansar exhaustos, incluso con la extraña sensación de no haber conseguido cumplir siquiera la mitad de nuestra agencia del día; o a través de la ilusión de proximidad, amistad y contacto que la industria virtual nos suministra.

          Aprender a dosificar la agresividad requiere, a final de cuentas, una nueva tendencia basada en el desarrollo de una consciencia más plena que abarque nuestro mundo interior.

                                                                               Salvador Navarro Zamorano

 

 

 

 

 

                                                           LA ANTROPOSOFÍA

            La medicina antroposófica se distingue de la tradicional a partir de esta base: cuidado del enfermo y no de la enfermedad. Antroposofía quiere decir “sabiduría de la humanidad” y es un sistema cientifico-filosófico creado por el suizo Rudolf Steiner (1.861 – 1.925) llamado por sus contemporáneos “profeta del hombre nuevo”. Este hombre presintió la urgencia del surgimiento de una nueva consciencia, capaz de espiritualizar al ser humano, aplastado y sofocado por una civilización tecnológica y materialista. Propugnó la adopción de modelos orientales de comportamiento y la puesta en práctica de sistemas iniciáticos orientales. Propuso un sistema de vida que permitiese la evolución del Yo consciente y la autoconsciencia, sin despreciar el pensamiento científico característico de nuestra civilización occidental de los últimos siglos.

            La evolución del Yo consciente y la autoconsciencia no es más que el conocimiento  profundo y total del cuerpo, la mente y el espíritu, de nuestro ser. Para la antroposofía, el conocimiento personal es condición previa e indispensable para el conocimiento del universo. Cada hombre y cada mujer, tienen en sí todos los elementos del mundo. Es como si fuésemos un microcosmos dentro del macrocosmos. Así como la realidad exterior es misteriosa, el mundo tiene cosas incomprensibles para nosotros, nuestra realidad interior también lo es. Conociendo una, conoceremos la otra.

            En ese sistema integrador de la vida, Steiner creó una religión, una pedagogía, una sociología, etc., según los principios antroposóficos. Naturalmente, determinó también las bases de la producción económica y la preservación de la salud. Para Steiner, son las tres áreas prioritarias en la organización de cualquier sociedad:

            1º.-  alimentación (agricultura, pecuaria y  nutricionismo).

            2º.-  transmisión del saber  (pedagogía).

            3º.-  seguridad de sobrevivencia  (medicina preventiva y curativa).

            Para la medicina antroposófica, las enfermedades representan un desequilibrio entre nuestros cuatro cuerpos: el físico; el etérico, que controla el crecimiento y la reproducción; el astral, responsable de sensaciones de placer y dolor, que engloba los instintos y pasiones; y el Yo, de carácter divino, el que hace que cada uno de nosotros sea un indivíduo. Todos sus métodos de tratamiento y cura persiguen un único objetivo: restablecer el equilibrio perdido.

            En función de eso, la medicina antroposófica, como cualquier método de cura no ortodoxo, no acepta la quimioterapia. La medicina actúa sobre la causa física, pero ignora la participación de la mente y el espíritu en todo lo que sucede con nosotros. En algunas circunstancias, la medicina tiene que ser usada, pero al lado de otros medios terapéuticos, que van desde baños e infusiones con hierbas hasta la práctica de algún arte u oficio.

            Pero hay muchos otros métodos de prevención y cura, además de los medicamentos. Uno de ellos es la eurritmia, una gimnasia de concepción antroposófica, que en griego significa “justa proporción”, regularidad entre las partes de un todo. Steiner acostumbraba decir que  nuestros cuerpos no fueron hechos para estar sentados todo el día en un autobús, automóvil o sillones y, después, sentarse de nuevo para comer, ver una película, la televisión o leer. Incluso, los que trabajan de pie, permanecen inmóviles todo el tiempo o se adaptan al movimiento de la máquina que manejan.

            La medicina antroposófica tienen sus medicinas propias, preparadas con elementos naturales. Además, la principal tarea de los “químicos” antroposóficos es observar la naturaleza y sus fenómenos. Por ejemplo: cuando cambia de cáscara el organismo del cangrejo, produce un calcio protector que acaba formando una piedra en su estómago. Cuando se forma la nueva cáscara, la piedra se disuelve. Ese calcio con capacidad disolvente es utilizado es la fabricación de un medicamento que disuelve cálculos renales. Ese medicamento ha sido usado en numerosos pacientes, con excelentes resultados.

            La medicina antroposófica usa también medicinas hechas a base de metales, según las enseñanzas de los antiguos alquimistas, para los cuales había una relación entre los metales, los planetas y los órganos del cuerpo humano. Hoy, se ha verificado que tenían razón en muchas cosas.

            Esa movilidad mecánica provoca innumerables enfermedades tal como: reumatismo, desvío de columnas, deficiencias circulatorias, etc. La práctica de la euritmia estimula el movimiento creativo que desapareció de nuestras actividades cotidianas y evita el surgimiento de esas dolencias originadas por la inmovilidad.

            Los movimiento eurrítmicos, concebidos por Steiner están muy unidos al lenguaje. Comprobó que al pronunciarse fonemas, sílabas o palabras, la laringe ejecuta una serie de vibraciones diferentes para cada sonido. Los ejercicios eurrítmicos pretenden reproducir las formas de cada una de esas vibraciones. El sonido de la vocal A, por ejemplo, es acompañada por un estiramiento horizontal de los brazos. Ese movimiento modifica la postura de todo el cuerpo y da sensación de libertad. El ejercicio que corresponde a la vocal E, es cruzar los brazos sobre el cuerpo, bien fuerte, hasta que se pueda sentir el punto donde se ha cruzado los miembros. Es un movimiento que fortalece los músculos y desarrolla aptitud física. La vocal I se expresa con el estiramiento de uno de los brazos hacia lo alto. Existen movimientos propios para cada vocal y consonante y también para varias palabras. Además, se practican ejercicios libres de asociación entre movimientos y palabras.

            La eurritmia ha sido empleada con éxito en tratamiento de niños retardados, en dificultades de lenguaje, parálisis, espasmos, lesiones cerebrales, desvíos de columnas, asma y hasta cáncer. Es benéfica para trabajadores de fábricas y oficinas. En varias fábricas la eurritmia se ha convertido en práctica general, con ejercicios diarios en sesiones de quince minutos.

            La terapia artística tiene un papel fundamental en la medicina antroposófica. Según sus seguidores, la sensación de lo bello es importante para nuestra vida, tanto como el aire que respiramos. Sin esa sensación, las personas vivirían como una planta sin luz. Las personas que no gozan de ningún tipo de sensación estética producen menos calor y presentan una fuerte tendencia a la esclerosis, depresión y temores. El proceso de la enfermedad camina de la esfera respiratoria a la circulatoria y luego al sistema metabólico. De una forma vaga, la persona padece de todo, Sin embargo, con el arte, es capaz de romper esa rutina de la enfermedad por medio de una actividad creativa.

            El objetivo de la terapia artística no es la producción de una obra de arte, sino la manifestación creativa de los individuos. No importa el resultado final de su actividad, en términos de patrones determinados. Lo que importa es la manifestación de su imaginación, de la capacidad de crear sea lo que fuere. Cada actividad artística, según los antroposofista, tiene una función terapéutica propia.

            Como el calor, la música tiene el poder de penetrar profundamente en nuestro ser, influenciar nuestros instintos y deseos, interferir en nuestra voluntad y hasta en la corriente sanguínea. Al mismo tiempo tiene un efecto estimulante y reconfortante.

            La pintura y las imágenes en general se relacionan especialmente con el corazón. En terapia antroposófica, cuando se pide a alguien que dibuje un árbol, no se está pidiendo el símbolo intelectual de la planta sino la vivencia personal de la persona que lo diseña. Se aconseja que los trazos o pinceladas sea dados siempre en el mismo sentido, con toda calma y control posibles. Para personas de temperamento rígido, poco flexible, se recomienda la pintura en papel mojado. Cuando la primera gota de tinta cae en la hojan mojada y se esparce, la persona se resiente por no poder controlar la gota pero, poco a poco, va perdiendo el impulso nervioso de intentar contener el movimiento natural de la pintura sobre el papel y acaba relajándose. Las personas de temperamento contradictorio, eternamente dispersas, incapaces de establecer límites, hacen ejercicios diferentes: dibujos geométricos en blanco y negro, usando la técnica del carbón. Eso ayuda a la concentración y a tener consciencia de los movimientos y sus límites.

            El modelar, basado principalmente en el sentido del equilibrio, da seguridad a quien lo practica y lo hace sentir con los pies en tierra, proporcionando mejor orientación espacial. Es recomendable para quien sufre de irritabilidad, poca coordenación de raciocinio o problemas de desorientación, como mareos, vértigos y dolores de cabeza.

            Los médicos antroposóficos recomiendan a todos sus pacientes la práctica de una actividad artística, sea la que fuere, no sólo como auxiliar del tratamiento sino después de la cura, con carácter preventivo de la enfermedad o preservación de la salud.

            Además de los ejercicios y la terapia artística, otro elemento tiene un papel importante en el sistema terapéutico antroposófico: la alimentación. El debilitamiento de nuestra resistencia y pérdida de vitalidad, tan común en el hombre de hoy, están en conexión estrecha y directa con la alimentación precaria y poco nutritiva a las que nos hemos habituado. El tipo de alimento que ingerimos resulta con una sobrecarga de proteínas (carnes, vísceras, pescado, huevos) y la falta de hidratos de carbono (verduras, frutas y cereales integrales). Las consecuencias de ese desequilibrio son: formación de cálculos, arterioesclerosis, reumatismo, degeneración orgánica general, etc.

            Además de alimentarnos mal, generalmente comemos demasiado, porque el tipo de alimentación no satisface realmente al organismo. La consecuencia de comer demasiado es el aumento del desequilibriode dosis de las substancias necesarias al buen funcionamiento de nuestro organismo.

            Los adeptos de la antroposofía desarrollan una agricultura especial, que produce alimentos por medio de métodos lo más naturales posibles, sin la utilización de insecticidas y fertilizantes artificiales. Pero, aunque sólo se tenga acceso a alimentos producidos por métodos tradicionales, es posible equilibrar mejor la alimentación. La medicina antroposófica insiste en la necesidad de una alimentación sana, que beneficia no sólo al cuerpo sino a las actividades mentales y espirituales.

            Hay centenas de registros de casos de curación, incluso de problemas psíquicos, que se han comprobado después de un cambio radical de alimentación. La comida afecta directamente nuestros sentimientos; en los niños, eso se constata con mayor claridad. Los niños soñadores han de comer más zanahoria y raíces, a fin de ganar objetividad; las que tienen poca imaginación y capacidad de fantasear, deben comer más frutas y alimentos dulces.

            La medicina antroposófica también utiliza el masaje rítmico en sus tratamientos. Se trata de un masaje diferente a los conocidos, que exige del terapeuta una total concentración y silencio. El objetivo de ese masaje es armonizar las energías del todo el cuerpo. Como consecuencia de un desequilibrio interior, tendemos a concentrar energía en algún punto determinado del cuerpo, en detrimento de los demás. El masaje rítmico modifica esa situación.

            Otro método terapéutico empleado regularmente es la hidroterapia o terapia por medio del agua, usada entre otras cosas, para activar la circulación. Duchas frías o calientes, baños calientes en los pies, baños de brazos, baños completos, simples o mezclados con esencias calmantes o estimulantes, son recomendados de acuerdo con casos específicos.

            Los pacientes de la medicina antroposófica experimentan una sensación de bienestar en el cuerpo y en el alma, principalmente si se sienten tratados como individuos, considerados en cada una de sus características y no como casos, tal como ocurre en la medicina tradicional del mundo occidental.

                                                                                              Salvador Navarro Zamorano

                                                                                              Homeópata.

 

 

 

 

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