MEDICINA NATURAL

Salvador Navarro Zamorano

JULIO 2001 (2)

 

                         

 

 

                                                                   A B C del BAÑO PERFECTO

 

 

          ¿Una bañera llena de agua tibia o una revigorizante ducha fría? Sea cual sea lo que escojas, lo agradable es aprovechar al máximo el placer de lavarse.

 

          Al terminar la tarde hay cansancio. De repente, te imaginas debajo de la ducha, dejando que el agua caiga con delicia sobre el cuerpo. Sólo de pensarlo, los problemas comienzan a disiparse, porque nada es como un buen baño para relajar y ahuyentar el cansancio.

 

          Este saludable hábito, no siempre disfrutó de la admiración general. Los europeos, hace quinientos años, no eran muy amigos del agua, y se extrañaban de los baños diarios que árabes, hindúes y americanos del sur hacían.

 

          La admiración se justificaba. En Europa, durante la Edad Media y el Renacimiento, además de no considerar el baño como la manera más correcta de mantener la higiene, las personas sentían miedo de él. Son famosas las historias de reyes y reinas que tomaron no más de tres o cuatro baños durante toda su vida: al nacer, el día de la comunión y el de la boda. Si las cabezas coronadas escapaban del baño de tal manera, ¿qué se esperaba del común de los mortales?

 

          El médico francés Georges Vigarello, especialista en higiene, en uno de sus libros Lo sucio y lo limpio, explica el origen del temor: los médicos creían que el agua atravesaba la piel, llevando consigo “malos aires”, facilitando la instalación de la peste y otras calamidades, terror de las poblaciones de entonces.

 

          El baño diario solamente se generalizó entre los europeos después de 1.870, cuando Pasteur y sus discípulos revelaron la existencia de vida microbiana. El hombre descubrió entonces que tenía huéspedes invisibles sobre la piel y el interior del cuerpo; para evitar enfermedades era necesario limpiar la piel.

 

          El hábito de bañarse, fue sufriendo modificaciones. Nuevas modas fueron añadiendo el baño en grandes recipientes, hasta como forma de terapia (vapor, inmersión con esencias, duchas), y quedó establecida la periodicidad ideal: uno pordía, no importando su horario. O sea, cuando se juzgue adecuado.

 

          Ahora, una pregunta indiscreta: ¿sabes tomar un baño? No te sorprendas. Mucha gente no aprovecha la ducha o la bañera como debería. Las personas,generalmente, se habitúan a la rutina y no se cuestionan sobre la forma correcta de hacerlo. Vamos a examinar el asunto más de cerca.

 

          Tipos de baño.- Existen dos maneras básicas de entregarse al placer del agua: dejar que caiga por encima del cuerpo o meterse dentro de ella. La ducha y sus variaciones, forman parte del primer grupo y se consideran baños higiénicos.

 

          La ducha, además de limpiar, ayuda a reactivar la circulación sanguínea. El baño de inmersión relaja más e higieniza menos, por no ser de agua corriente.

 

          Relajante o higienizante, el baño tiene que preservar la oleosidad natural de la piel. Contribuye a disminuirla, la temperatura del agua, la duración del baño y los productos de higiene personal.

 

          La explicación es simple: estos agentes retiran la fina capa de grasa que protege la epidermis contra la acción solar, viento y otras agresiones externas, pudiendo generar una dermatitis asteatósica o irritación de la piel caracterizada por descamación y prurito. Solamente el exceso de grasa y la suciedad, que estimulan la proliferación de gérmenes, precisan ser eliminados.

 

          Temperatura del agua.- El agua está “a punto” cuando la piel del dorso de la mano la soporta sin molestia. Traducido en números, lo ideal es que el agua se mantenga en torno a los 36º centígrados, la temperatura del cuerpo humano.

 

          Duración.- Cualquier tipo de baño debe durar, a lo máximo, veinte minutos. Aunque sea frío, si demoramos más tiempo, se provoca una disminución de la grasa de la piel.

 

          Comencemos lavando siempre el área más limpia del cuerpo para seguir con la menos aseada y desde arriba hacia abajo. La secuencia correcta sería la siguiente: cabellos y cuero cabelludo, cara, tronco, área genital, brazos y piernas.

 

          Veamos ahora como proceder en cada parte del cuerpo. Para lavar la cabeza, es necesario mojarla bien, enjabonarla una o dos veces y aclarar abundantemente, de modo que podamos extraer el polvo, el exceso de grasa y el producto usado para el baño.

 

          El lavado del rostro debe comenzar por las orejas, sin preocuparnos por la eventual entrada de agua. Dentro de los oídos hay una membrana que impide la penetración de líquidos. Limpiar los oídos por dentro y por fuera con los dedos, basta para una buena higienización.

 

          En cuanto a los ojos, comienza desde fuera hacia dentro, removiendo con cuidado cualquier suciedad que se acumule entre las pestañas. Para la nariz, valen las mismas recomendaciones que para los oídos. Una buena sonada durante el baño mantiene las fosas nasales limpias durante el resto del día.

 

          Al llegar al cuello, hay que lavarlo desde abajo hacia arriba con relación al tronco. Y una observación para la hora del baño: las mujeres, una vez al mes, una semana después de la finalización de la menstruación, deben observar sus senos. Conviene observar el tamaño de las mamas, levantando alternativamente los brazos y con la otra mano palparlas bien, a fin de detectar la presencia de nódulos.

 

          Es normal que un seno sea mayor que otro. Pero si la diferencia es exagerada, conviene consultar con un médico. Apretar suavemente los pezones y moverlos de un lado para otro. Si surge alguna secreción o sangre, consultar con el ginecólogo.

 

          Pasamos a las espaldas. Necesitan ser bien lavadas, con movimientos rotativos desde la región del tronco hacia las nalgas, con la ayuda de una escobilla de baño.

 

          En el estómago, cuidado con el ombligo. Para una buena limpieza, hay que entreabrir las arrugas, eliminando polvo y olores.

 

          Lavar seguidamente los brazos, comenzando por los hombros. Deja al final las axilas, que exigen más atención. Debido a la humedad natural, los microorganismos proliferan en ese lugar, causando olor, alergias y dermatitis. Por eso conviene enjabonarlas y enjuagarla dos veces durante el baño.

 

          Llegamos al área genital, la más delicada cuando se trata de higiene. Antes que nada, es necesario conocer el propio cuerpo. Los genitales femeninos se componen de pequeños y grandes labios, meato de la uretra y vagina. El ano queda muy cercano. Para higienizar la región, la mujer debe comenzar desde lo genitales hacia el ano. Si ese cuidado no es seguido, puede haber riesgo de enfermedad. Existen microorganismos en el intestino y, consecuentemente en el ano, que en la vagina pueden causar serias infecciones. Así que la higiene de la región anal debe ser siempre hecha después de la genital.

 

          En el caso del hombre, valen las mismas recomendaciones. La contaminación del pene con materia fecal, frecuentemente da origen a infecciones urinarias. Es importante hacer una buena higiene del órgano genital, exponiendo el glande y lavando bien la piel que lo envuelve. Cuando eso no ocurre, el cúmulo de secreciones, además de causar olor, puede facilitar la aparición de infecciones.

 

          Las piernas no exigen cuidados especiales, pero sí los pies. Lava bien los tobillos, el talón y los dedos. Limpia cuidadosamente los espacios entre los dedos y no olvides eliminar de entre ellos los restos de jabón. Humedad, sudor y suciedad en medio y debajo de las uñas y en las puntas, son terreno fértil para el crecimiento de la micosis, siempre difícil de curar en esa región.

 

          No hay contra indicaciones por el uso de la piedra pómez para limpiar las partes más ásperas de los pies, pero no conviene exagerar: las callosidades son defensas de los pies contra los zapatos muy apretados o poco flexibles.

 

          Caso de no ser eliminadas, acudir a un callista y escoger zapatos más confortables, sin dejarse llevar por la elegancia.

 

          La última recomendación: limpiar las uñas diariamente, empleando un cepillo de cerdas duras. Eso remueve la basurilla escondida, limpia la piel y disminuye la posibilidad de micosis en las puntas de las uñas.

 

          Ahora que el baño acabó, vamos a secar el cuerpo por el medio más correcto. La toalla debe ser felpuda, absorbiendo en primer lugar la parte superior del cuerpo. Seguidamente el tronco, espaldas y piernas, frotando con  vigor. Este masaje ayuda a activar la circulación sanguínea.

 

          La zona entre los dedos de los pies, requiere una atención especial. La humedad facilita la aparición de micosis. La mejor arma para prevenirla es un secado bien hecho, asociado al uso de polvos antisépticos.

 

          Otra recomendación: tomar solamente un baño diario, con uso de gel o jabón adecuado. Dos áreas pueden ser enjabonadas más de una vez al día, por acumular más sudor: las axilas y genitales. Baños para aliviar el calor, cuandos quieras, siempre que sean rápidos y tibios.

 

 

                                                                       Salvador Navarro Zamorano

                                                                       Especialista en Homeopatía.

 

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