MEDICINA NATURAL Salvador Navarro Zamorano IDEAS PARA ADELGAZAR |
IDEAS PARA ADELGAZAR
Tuve una paciente que durante años intentó adelgazar, sin éxito alguno. Viuda, de edad cercana a los 50 años, pesaba 20 kilos por encima de lo que se considera un peso normal para su edad y constitución física. Varias veces había comenzado un tratamiento con medicamentos, psicoterapia y dietas. ¡Pero todo había sido inútil! Por más que se había empeñado sentía dificultades para seguir la orientación profesional.
Ella sentía placer comiendo. Después de algunos días de régimen, sufría la carencia y volvía a comer al mismo ritmo que antes. Después de muchas tentativas y vueltas a empezar, me dijo:
“No consigo controlar el apetito. Es un deseo superior a mis fuerzas”.
“Sigue intentándolo”, respondí simplemente.
“No es fácil. Tengo la sensación de que mi paladar se alteró, regulándose para saborear sólo dulce o salado”.
Después que marchó de mi consulta, me quedé pensando. Su última frase “paladar” quedó en mi memoria. A partir de ahí me interesé más en el asunto.
El paladar o gusto del sabor es el más importante de los sentidos entre cuantos operan en la elección de un alimento. Mientras el olfato, la vista y el tacto permiten una apreciación inicial, el gusto es el seleccionador final, el que entra en contacto con la sustancia y evalúa su sabor, determinando el rechazo o la ingestión. El paladar, por tanto, constituye la última barrera en el organismo cuando comemos algo nocivo a la salud.
Aquí recuerdo que los animales no domesticados almacenan en su entorno los alimentos necesarios para su manutención. Y se puede afirmar que existen un vínculo instintivo entre los sentidos y los alimentos elegidos. Pero, ¿y el ser humano?
La conexión entre alimento y salud, tan firme en los animales, generalmente no es apreciada en el hombre. Está claro que en su perjuicio. Un ejemplo es el alcohol. Instintivamente rechazado en un primer contacto, acaba siendo aceptado y hasta apreciado. En este caso, el gusto instintivo desagradable se ha extinguido y sustituido por una sensación de bienestar.
Veamos el ejemplo de la sal. Naturistas y colonizadores constataron que en las tribus que no habían tenido contacto alguno con la civilización, los habitantes detestaban el gusto de la sal. Con nuestra insistencia acabaron acostumbrándose y gustándoles. Es de esa manera que hambre y apetito se entrelazan para formar nuevos hábitos alimentarios, haciendo a las personas dependientes desde el nacimiento.
Siempre me preguntan: ¿cuál es la diferencia entre hambre y apetito? Primero, aunque anden juntos, pueden variar de grado. Hambre es la necesidad fisiológica de comer; una sensación instintiva que impone al ser la obligatoriedad de alimentarse para sobrevivir y mantenerse en buen estado. Es sentida más a nivel del estómago y puede llegar a ser dolorosa en casos agudos. El apetito es el deseo adquirido de comer, tiene un fondo psicológico, despertado por el recuerdo de comidas agradables o por la sensación de aroma, ver o probar platos excitantes. En el hambre la exigencia en cuanto a la comida es menor; en el apetito preferimos platos que proporcionan más placer.
Cuando el hombre descubrió la posibilidad de alterar el paladar natural, comenzó a introducir sabores nuevos, más apetitosos, modificando la dieta primitiva. Se inventó el arte de la culinaria, para dar cuerpo y alma a la imaginación humana en la composición de comidas sabrosas. Azúcar, sal, especies y otros productos pasaron a integrar el arsenal de la cocina a fin de preservar, dar mejor apariencia, olor y gusto a los alimentos.
La alteración permitió que, poco a poco, los excitantes del apetito ganasen más importancia en la elección de los alimentos más que su valor nutritivo. Las circunstancias permitió también que alimentos antes no pertenecientes a la dieta humana, pues no tenían gusto en su estado natural, pasaran a formar parte de ella, ocupando posición de relieve. Podemos citar entre otros los cereales, tal como trigo, arroz y soja.
Nuevamente, vamos a observar la vida de los animales no domésticos. Cada especie busca los alimentos esenciales a su nutrición conforme a sus necesidades y dentro de los límites impuestos por la satisfacción natural. En el hombre, el cambio de sabores trajo una pérdida de saciedad fisiológica, causando alteración en el límite cuantitativo que pasó a ser regulado por una condición mecánica. O sea, la capacidad del estómago.
Es más, con la expansión del consumo de cereales y azúcar, todos ricos en hidratos de carbono, se determinó una reducción en la ingesta de proteínas, lo que caracterizó una distorsión en la dieta humana. Se ha comprobado que el hombre vivió siempre como cazador (pesca y caza) y colector de frutos, hojas y raíces en variadas proporciones, según la disponibilidad del ecosistema. El aumento de cereales y otros granos, así como azúcar, es responsable de la obesidad y otros problemas de salud.
Generalmente, las personas asocian obesidad a exceso de alimentación. Deben pensar: gordo es el individuo que come mucho, consume muchas calorías. Aunque la idea sea verdadera, no se aplica en todos los casos. Yo pregunto: ¿quién no conoce gente que come normalmente y aun así engorda, mientras que otra come más y permanece con el mismo peso?
He comprobado eso varias veces. He dado la misma dieta en cantidad y calidad a diferentes pacientes. La mayoría mantuvo el peso, pero algunos engordaron. Eso demostró que no es sólo la cantidad de alimento que influye en el peso de la persona. La cualidad es importante también. La práctica indica que alimentos ricos en hidratos de carbono, especialmente harinas y azúcar, están implicados en la aparición de la obesidad. En algunas personas existe un problema en el metabolismo de los hidratos de carbono, de origen genético, que favorece la aparición de la obesidad. En otras, el metabolismo “quema” los nutrientes muy deprisa, manteniendo a la persona delgada.
Recientemente, ha sido identificado otro factor, como causante del aumento significativo de peso. Es la retención de líquidos, en el cual la sal y otros alimentos parecen estar implicados. Mucho peor todavía: hay personas capaces de retener cinco o más litros, aumentando mucho su peso.
Salvo enfermedades raras, la obesidad puede ser determinada por tres condiciones: exceso de comida ingerida, problemas metabólicos y retención de líquidos. En verdad, existe otro factor, tal vez el más importante, provocador de la obesidad: el hábito o dependencia de sabores agradables. En grado variable, la dependencia puede ser una verdadera obsesión. Es grande el número de personas que no pueden pasar algunas horas sin colocarse un dulce en la boca; otros no resisten masticar algo salado. Hay personas que no se sientan en la mesa si no tienen pan o queso. Hay personas que, al sentir el aroma del aceite cuando se fríe alguna cosa, entran corriendo en la cocina. Para muchos, el aroma del café es irresistible.
Hay gente viciada con la leche o el café con leche por la mañana. Otros, sabiendo los problemas que la leche causa, la siguen pidiendo. Los hábitos alimenticios adquiridos desde la infancia, son resistentes y difíciles de vencer, como el alcohol o el tabaco.
En medicina nutricional, hallamos que los obesos necesitan contener el deseo de comer aquello que más le gusta, así como dominar el ambiente familiar y social que lo inducen a ingerir excesos de comida o alimentos inconvenientes. No es fácil, estoy de acuerdo. Pero, si comer es una de las raras satisfacciones de la vida, la obesidad representa una suplicio mayor. Vencerla alivia y trae un bienestar que compensa suficientemente.
Hay que entender que la familia y los amigos ayudan poco. Es problema de cada uno, tener la iniciativa de una actitud positiva. De hecho, he comprobado que, después de algunos días, el deseo intenso por alimentos prohibidos en la dieta, disminuye suficientemente para que la persona se adapte a la nueva situación.
El tratamiento o dieta es importante y conviene seguirlo correctamente. El éxito inicial puede llevar a una relajación y retorno al estado anterior. Hay personas que han dejado el tabaco hace más de veinte años y hasta hoy sienten deseos de fumar.
Hace tiempo que he analizado casos con éxito en el tratamiento de la obesidad y he llegado a la conclusión de que, detrás del éxito está la determinación del paciente en alcanzar un buen resultado. Y la fuerza para llegar a la victoria contra el exceso de kilos la encontramos en algunos estímulos que invaden nuestra vida y nos impulsa a la acción. Amor, mejor apariencia, temor a la enfermedad, promesas, etc., son algunos “impedimentos” capaces de variar el perfil de un gordo.
Estoy convencido de que la aceptación pasiva de una dieta, medicamento o consejo médico, tiene poco efecto para un tratamiento. Curiosamente, se ha comprobado que los presentadores de T.V. tienen menor índice de obesidad que los locutores de emisoras de radio. La importancia de la apariencia es decisiva.
En el caso de mi paciente citada al principio, su solución fue enamorarse. En poco tiempo, siguiendo una dieta correcta, llegó a su peso normal. La última vez que me visitó la avisé:
“¡Siempre atenta! Motivación y dieta es la fórmula ideal para adelgazar, pero vigilar ha de ser para el resto de la vida!”
Salvador Navarro Zamorano
Especialista en Homeopatía.
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