MEDICINA NATURAL Salvador Navarro Zamorano DIETA, CIVILIZACIÓN Y COLESTEROL |
Un día, cierto médico amigo fue llamado por la hija de un antiguo paciente y amigo. Le informó que su padre había sido internado de emergencia aquella mañana. Sentía fuertes dolores en el pecho y estaba en la U.V.I.
Tranquilizó a la familia y fue a entrevistarse con el médico que trataba al paciente. Al pie del lecho, donde yacía el enfermo, le explicó:
“Entró con un cuadro clínico de infarto de miocardio, confirmado por exámenes complementarios. El estado es grave pero la oportunidad de recuperación es buena”. Y añadió varios datos, mostrando un análisis reciente entregado por la familia, en el cual el colesterol alcanzaba 240 mg por 100 ml. de sangre.
Cuando volvió a hablar con los familiares, estos dijeron no ser posible, porque el paciente era muy cuidadoso con su salud y se había hecho unos análisis completos y que los resultados eran normales. ¿Podía haberse equivocado el laboratorio?
-“No – dijo el médico – pero el asunto es más amplio de los que parece. No lo voy a explicar ahora. Voy a seguir el caso cuando el amigo esté dado de alta. Lo visitaré y lo explicaré mejor”.
Así fue. El paciente evolucionó perfectamente y una semana después fue dado de alta.
Antes de tocar el asunto de los análisis de laboratorio, explicó que el infarto de miocardio es la oclusión de una o más arterias del corazón. Se trata de una complicación de la arterioesclerosis, enfermedad caracterizada por la pérdida de elasticidad y endurecimiento de las arterias, debido al depósito de colesterol y otras substancias en sus paredes. El proceso lleva al estrechamiento progresivo de las arterias hasta su cierre, que es la trombosis.
Para que se tenga una idea general, se considera la arterioesclerosis responsable de enfermedades cardiovasculares. Estas, constituyen la causa principal de incapacidad y muerte en los países civilizados. No sólo el infarto sino también derrames cerebrales, trombosis de miembros superiores e inferiores y en vísceras como intestinos y riñones, son de origen arterioesclerótico.
Aclarada esta cuestión, se explicó que según la mayoría de los investigadores, la arterioesclerosis nació con la alimentación de los tiempos modernos, constituida principalmente de productos industrializados o procesados.
Varios estudios revelan que los llamados pueblos “primitivos” no padecen de arterioesclerosis. La patología es propia del hombre civilizado, y lo que es grave, no se revela solamente en adultos; se ha detectado en niños de 8 años y jóvenes hasta de 20 años. Conclusión: el mal se inicia desde la infancia y progresa lentamente para alcanzar su nivel más alto en la edad madura.
Las investigaciones han indicado que la tasa de colesterol en la sangre de pueblos primitivos, giran en torno a los 120mg. por 100 ml. de sangre, entre la población adulta; en el llamado hombre civilizado va de 150 a 250, pero muchas personas tienen índices superiores a 200 mg. por 100 ml. La diferencia es significativa, porque una representa el doble que la otra, estando fuera de los patrones normales de variación de los demás componentes de la sangre. Y cuanto mayor es la tasa de colesterol, más severos los grados de arterioresclerosis.
Se explicó que el colesterol tiene participación decisiva en el metabolismo de las grasas, siendo encontrado en alimentos de origen animal, como carnes, huevos y leche. Causa sorpresa que no siempre una dieta rica en grasas eleva el colesterol en la sangre. Pueblos que se alimentan de productos naturales ricos en lípidos y proteínas, como es el caso de los esquimales y otros pueblos marítimos, no tienen arterioesclerosis; no por coincidencia, su colesterol se mantiene en niveles bajos. Lo mismo ocurre con tribus africanas, que consumen sobre todo raíces, hojas y frutos ricos en hidratos de carbono.
La enfermedad aparece en poblaciones cuyo alimento está alterado por medio de monocultura, venenos para la agricultura, fertilizantes químicos, hormonas, invernaderos, uso de conservantes e industrialización. Males con los cuales la civilización moderna convive directamente, sin darse cuenta.
-“¿Es cierto, entonces, condenar algunos alimentos como responsables de la provocar arterioesclerosis?” -
Durante mucho tiempo se ha discutido si serían las grasas saturadas, presentes en la leche, mantequilla, carnes y huevos, o las insaturadas, como peces y aceites vegetales, fueran desencadenantes del colesterol alto. La controversia sigue. También el azúcar fue incriminado.
El colesterol alto refleja más un desorden general del metabolismo que la mera molestia aislada, relacionada con determinado alimento. La tendencia es admitir como importante el conjunto de la dieta.
La arterioesclerosis es una condición más sutil de lo que se imagina. Ocurre que, además del colesterol ingerido en los alimentos, el propio organismo puede producirlo. Quiero decir, que si se excluye de la dieta, el organismo lo fabrica en las cantidades que necesita. Es probable que la simple presencia de sustancias extrañas o nutrientes impropios en la sangre, en contacto con la pared arterial, sea suficiente para desencadenar reacciones favorecedoras de la patalogía.
-“Y esa tasa de colesterol, aceptada como normal por la sociedad, no representa lo ideal para el hombre?”.
La definición de salud fundada en el principio de bienestar físico, psíquico y social, no incluye alteraciones degenerativas en progresión o patalogías avanzadas, clinicamente silenciosas, como el caso de la arterioesclerosis. El colesterol medido en individuos considerados saludables es el adoptado como normal y sirve de orientación a los científicos. Con todo, el índice, aunque “normal” para el hombre civilizado, no es el idea de la especie humana.
-“¿Pero, si todo era normal en los análisis del enfermo, cómo explicar el infarto?” –
La ciencia trabaja con una muestra viciada: el hombre moderno. Es por eso lo inexplicable de la situación, como la de su padre. Aunque con exámenes normales, que aseguran encontrarse en buen estado, no es el laboratorio quién se equivoca, sino la manera en cómo algunas cuestiones médicas se enfrentan a la actualidad.
Otro aspecto de las enfermedades cardiovasculares es la falta de registro de la hipertensión arterial, el conocimiento de la presión alta.
La enfermedad responsable de serias complicaciones fatales, es también un factor de agravamiento de la arterioesclerosis. En el principio del problema, asumiendo una parcela significativa de culpa por su aparición, estaría la sal. Al menos, hay consenso en tal sentido.
El argumento de aquellos que no aceptan la teoría, es que la sal no provoca molestias a la salud porque los riñones la eliminan. Pero eso no es verdad.
Algunos historiadores escribieron que a los indios no les gustaba la carne humana del hombre blanco porque era salada. Una de las hipótesis para explicar el efecto nocivo de la sal está en su exagerado uso, imposibilitando ser eliminada por los riñones. En principio, los órganos trabajan de un modo exagerado para conseguir expulsarla. Como consecuencia, su capacidad disminuye. Otra explicación es la falta de adaptación del organismo. Con tantos siglos de consumo de sal, el ser humano se ha habituado a ella, pero lejos de la perfección.
También las lágrimas y el sudor son salados, aunque no consumamos sal. Pero el organismo retiene siempre una pequeña parte, que se acumula en tejidos y secreciones orgánicas, lo suficiente para salarlos. Hasta la leche y la carne de vaca contienen sal como consecuencia de la alimentación recibida.
Ahora, la acumulación crónica salina y acuosa, puede provocar elevación de la presión arterial y ser el principio de otros males del metabolismo mineral, asunto todavía no terminado de aclarar. Además, la verdadera patología del clorato de sodio permanece oscura, a espera de nuevas investigaciones.
-“Si el organismo acumula sal y los riñones pierden vigor en las personas mayores, el problema tiende a agravarse. ¿Es eso cierto?”
En el caso del hombre civilizado, sí. La continua retención de sal pone en duda la clásica afirmación de que la presión y el peso deben aumentar conforme la persona envejece. Eso no ocurre en otras culturas, donde si hay tendencia y alteración de peso o presión, siempre es para menos.
Tanto la cuestión de la arterioesclerosis, como la retención salina demuestran que los análisis clínicos y otros basados en parámetros del hombre moderno tienen resultados discutibles. A lo que parece, no son los ideales para la especie humana. Así, es lícito proponer un único patrón de salud para el género humano, teniendo como punto de referencia el hombre no civilizado, que vive fuera de los moldes dictados por los civilizados.
Salvador Navarro Z.
Especialista en Homeopatía.
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