ALCORAC

SALVADOR NAVARRO ZAMORANO

 

Dirigida a la Escuela de:

                        Mallorca

                        Las Palmas

                                                                                 

                                                  Circular nº 9, año XV

                                                  Bunyola, 1º Septiembre de  de 2.009.

A.EINSTEIN – MÍSTICO Y CIENTÍFICO.-

Dos cosas parecen extrañas: primera, que la luz se propague en línea curva y no recta. Además, parece que todas las cosas del mundo finito obedecen a este principio de la curvatura, que los hindúes representaban por el signo “0”, un círculo vuelto sobre sí mismo; o por la serpiente circular que muerde su propia cola. Todo lo finito destruye siempre lo que construye. El Infinito era representado por la línea recta vertical “I”, del que resultó nuestro número 1. El Infinito con los finitos generan el Universo 1000000, el Uno “I” causando el Verbo o lo manifestado “000000”.

El segundo punto de extrañeza es el hecho de tener peso la luz, una prueba más de su finitud, aunque eso peso sea tan sutil y equilibrado que parece no existir.

¿Por qué parece ser el peso de la luz tan leve?

Tal vez porque su masa (velocidad) es máxima y su volumen (materialidad) es mínimo.

Parece que la masa sólo actúa como peso cuando lo hace en sentido unilateral o lineal, y el peso desaparece cuando la masa se irradia en sentido omnilateral o esférico. La gravitación en sentido unilateral se manifiesta como peso; la gravitación en sentido omnilateral es como ausencia de peso, porque la esferacidad de la radiación se neutraliza mutuamente; si la radiación norte-sur es 100 en cada sentido, entonces ella es igual a 0; si la radiación este – oeste es 100 de parte a parte, entonces el resultado es 0, esto es, peso cero.

La luz tiene un peso casi cero porque su masa apenas tiene volumen y su gravitación es esférica. Si la luz fuese masa 100 y el volumen 0, no tendría peso alguno; pero Einstein demostró y la fotografía comprobó que la luz tiene peso, lo que prueba que ella no es masa absoluta (sin peso), sino que podemos decir que el 99% es masa y el 1% es volumen y por eso el peso de la luz puede ser igual a 1%. La esferacidad de su gravitación no es total, absoluta; si así fuese, la luz no tendría peso alguno, no sería atraída por el globo solar, porque la perfecta esferacidad de su radiación neutralizaría todas sus líneas. Radiación (gravitación) absolutamente esférica, omnilateral, neutraliza cualquier peso. Gravedad 100 es peso 0. Peso no es idéntico a gravedad. Peso es una gravedad parcial, unilateral. Cuando la gravedad es total. omnilateral, el peso es nulo.

Se puede decir que gravedad y velocidad son la misma cosa. Si la velocidad de la luz fuese absoluta (masa sin volumen), entonces la gravedad de la luz no tendría peso alguno. El hecho de tener la luz cierto peso prueba que su masa (velocidad, gravedad) no es absoluta, sino relativa. Por eso, la velocidad natural de la luz (330.0000 kg/segundo) puede ser artificialmente acelerada, como se ha demostrado en las experiencias con lácer y como supone la propia ecuación de la relatividad de Einstein: E = mc2. Siendo “c” la velocidad de la luz y teniéndose el cuadrado de esa velocidad, se sigue que la velocidad natural de la luz no es inmutable; la luz no es una “constante” absoluta, sino relativa; existe como “constante natural” en el cosmos, pero puede ser una “constante artificial” en el laboratorio físico. La inmutabilidad de la luz es natural, pero su mutabilidad es artificial.

Siendo que la gravitación esférica, omnilateral, equivale a una ausencia de peso, se comprende que los cuerpos siderales permanezcan libremente en el espacio, sin apoyo, y porque su movimiento no sufre aumento ni disminución, una vez que no hay fricción y su peso es neutralizado por su gravitación esférica omnilateral. Ninguno de los cuerpos siderales tiene peso, porque todos tienen gravitación omnilateral, mutuamente compensada y anulada.

La radiación esférica de la luz genera ausencia de peso. Pero la proximidad de una gran cantidad de materia desequilibra esa estabilidad, apareciendo como peso.

Así, la luz representa el mínimo de determinismo ajeno y el máximo de determinismo propio. La luz se aproxima del “poder de ser causa propia”, de auto-determinación, y lejos del principio de dependencia extraña. Max Planck, en la teoría de los “cuantos”, probó que el determinismo ajeno crece en razón directo del volumen (cantidad) y disminuye en razón de la masa (cualidad). Así, un átomo con volumen mínimo, sufre determinismo mínimo, actuando de un modo casi libre, muchas veces imprevisible, mientras que una molécula u otro agregado mayor de materia, está totalmente sujeto al determinismo causal.

El determinismo causal es directamente proporcional al volumen del objeto e inversamente proporcional a su masa.

La indeterminación (auto-determinación) es directamente proporcional a la masa e inversamente proporcional al volumen del objeto.

La luz parece aproximarse a una tal o cual auto-determinación, por ser el máximo de masa (cualidad) y el mínimo de volumen (cantidad).

La materia, antítesis de la luz, es el máximo de volumen (cantidad) y el mínimo de masa (cualidad), y por esto sufre todo el impacto del determinismo causal, que se revela por la inercia o peso, por ser su radiación unilateral o uni-lineal.

En el hombre, la luz puede ser representada por el Yo, máximo en cualidad, mínimo en cantidad, mientras que la materia es representada por el ego, máximo en cantidad y mínimo en cualidad.

El Yo-luz es 99% activo y 1% pasivo, mientras el ego-materia es 99% pasivo y 1% activo. Estas proporciones entre actividad y pasividad varían conforme la evolución y actuación del Yo o libre albedrío. Cuando el Yo del libre albedrío llega al máximo, el ego de la esclavitud desciende al mínimo. “Yo soy la luz del mundo”.

“La luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la comprendieron”.

El hombre común está convencido de que un determinado objeto tiene una cierta dimensión, digamos una tridimensionalidad fija e invariable que, por ejemplo, una medida métrica tiene tal longitud, anchura y espesor. Entretanto, no existe ningún objeto con cierta longitud, anchura ni espesor fijo y constante. Todas las dimensiones varían con la duración del tiempo y la velocidad a que están sujetas. Si mi cuerpo tiene determinada altura, anchura y volumen, aquí en la Tierra, esas dimensiones están sujetas al conjunto de las velocidades al cual está determinado en la superficie terrestre. La Tierra se mueve:

1º.-  Alrededor de su propio eje cada 24 horas, que es la menor de sus velocidades.

2º.- Se mueve alrededor del Sol con una velocidad aproximada a 33 kilómetros por segundo, equivalente a más de 30 veces la velocidad inicial de una bala de fusil.

3º.-  Nuestro Sol se mueve alrededor de otro o estrella fija, a una velocidad mucho mayor que las citadas, y cada objeto aquí, en la Tierra, acompaña este movimiento.

4º.- Nuestra galaxia de soles y estrellas se mueve alrededor de otra galaxia a velocidad inconcebible.

Está probado que el volumen de cualquier cuerpo disminuye con el aumento de su velocidad, mientras que su masa aumenta con tal velocidad. Un cuerpo que alcance una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, tendría un mínimo de volumen y un máximo de masa. Por ejemplo, un metro no tendría ese tamaño, sino tal vez un centímetro o un milímetro de dimensión: habría disminuido de volumen, aunque aumentado en masa.

Es fácil comprender lo que la física entiende por “volumen”, mientras que es difícil imaginar lo que ella llama “masa”. Fritz Kahn, en su libro “El átomo” procura hacer comprensible ese concepto, dando el siguiente ejemplo: Imaginemos que un gran edificio fuese reducido , por compresión, al tamaño de una aguja de costura: su volumen habría disminuido enormemente, pero su masa seguiría siendo la misma y, como el peso corresponde a la masa, el peso del edificio seguiría siendo el mismo, y no habría una mano que pudiera sostener esa aguja. La disminución del volumen por medio de la compresión apenas eliminaría el vacío existente en cualquier materia, y por eso no modificaría el peso, porque los vacíos no pesan.

Otro ejemplo, es el siguiente: Si todo el sistema solar fuese metido dentro de la masa solar, quedaría el volumen de un balón de futbol, porque las circunstancias (volumen) serían eliminadas parcialmente, quedando la sustancia (masa).

Si en este momento la Tierra se detuviera en su movimiento de rotación, de traslación solar, estelar y galáctica, todos los objetos aumentarían de volumen y disminuirían de masa.

En resumen: la velocidad hace disminuir el volumen (circunstancia) y aumentar la masa (sustancia).

Algunos de los grandes filósofos, sobretodo los griegos, anticiparon en esencia, la ley de la relatividad, porque sintieron la afinidad entre metafísica y matemática.

Sigue en la Circular de Octubre de 2009.

LA REALIDAD OCULTA.-

Por regla general, las partes antiguas de las ciudades y los pueblos parecen fundirse con la Naturaleza. En muchos casos, se amoldan perfectamente a una hondonada o descansar en lo alto de una colina, ciñéndose a su perfil; la iglesia, en la cima de la misma o emplazada en una ligera elevación, se encuentra deliberadamente enmarcada por árboles; las casas, construidas con piedras autóctona en el siempre apropiado estilo local, están dispuestas con sensibilidad, como para formar un todo orgánico; la vieja comunidad suele estar rodeada por elementos naturales, tal vez un río a un lado y una pendiente al otro, y los jardines desembocan en sembrados que se funden progresivamente con el campo abierto.

Este ejemplo es un claro símbolo de adecuación entre el habitáculo humano, el lugar de trabajo y la naturaleza. Ahora bien, esta adecuación se logró en una época en que la subsistencia del pueblo estaba basada en la agricultura y en el comercio local; respondía a condiciones ya pasadas y, por tanto, no puede perdurar. Por más esfuerzos que se hagan para preservar la forma actual de las poblaciones humanas, el cambio constante de modo de vida transformará inevitablemente los pueblos, las ciudades, los campos y las carreteras. Los edificios, la maquinaria agrícola e industrial y las vías de comunicación deben correr parejas con los cambios en el comercio, en la industria, en la agricultura e incluso en la manera de ocupar el tiempo libre. Lo que en las poblaciones humanas suele considerarse natural es en realidad la expresión de una forma de vida concreta que prevaleció en una época determinada.

Dado que en su mayoría han sido modelados por el hombre, los paisajes sufren también profundos y rápidos cambios bajo la influencia humana. El paisaje de Inglaterra sufrió una transformación especialmente drástica como consecuencia de la Ley de Parcelación, promulgada a comienzos del siglo XVIII. Para facilitar la introducción de ciertas mejoras en la agricultura, los poderes públicos, amparados por la autoridad de las leyes del Parlamento, impusieron una división cuadriculada de la campiña, sin considerar apenas las características y la disposición natural de la tierra. De este modo, el paisaje rural se convirtió en un mosaico de campos rectangulares de dos a cuatro hectáreas de extensión, con árboles dispuestos en fila, y separados del campo vecino por zanjas y setos de espino. Este paisaje especializado, escenario de tantos hechos históricos y alabado una y otra vez en la literatura, suele considerarse típico de las regiones centrales del país, pero en realidad es artificial, es una creación humana motivada por cuestiones de eficiencia agrícola y llevada a cabo sin consideración a la oposición popular.

Al principio, esta implacable reforma de la campiña inglesa dio resultados poco atractivos, especialmente porque los futuros árboles y setos no eran más que plantones. No sólo los necesitados, cuya vida trastornó, sino también los amantes de la naturaleza se opusieron violentamente a tal política. Pero con el tiempo, setos y árboles adquirieron tamaño y distinción, y el paisaje, maduro, rico en pájaros y animales, se convirtió en el paisaje inglés, incluso aquellos británicos que saben que el aspecto actual del campo es un producto artificial, consecuencia de la Ley de Parcelación, están tan interesados en mantenerlo como sus antepasados lo estuvieron en conservar el antiguo paisaje al que éste reemplazó.

Actualmente, la política inglesa a este respecto está cambiando de nuevo. Incompatibles con las técnicas agrícolas modernas, los setos, las zanjas y los árboles están condenados a desaparecer. Los campos tradicionales, están siendo reagrupados para dar lugar a extensiones mayores, más adecuadas a la potente maquinaria agrícola actual.

Naturalmente, esta nueva tendencia destruye el hábitat de muchas plantas y animales, como ocurre en todo el mundo, los actuales métodos agrícolas provocan la desaparición de los pájaros. Los amantes de la naturaleza y los ecologistas están tratando de salvar tantos setos, zanjas y árboles como les es posible y se apresuran a estudiar estos campos en vías de extinción y a tratarlos como reliquias arqueológicas. Pero no todo el mundo se lamenta. Algunos entendidos en materia de paisajes comienzan a advertir que los nuevos sistemas de explotación agrícola proporcionan una amplitud que permite panoramas más extensos. Así, el hombre está dando a los paisajes europeos una nueva configuración.

Si un habitante del siglo XIX quisiera dar un paseo en compañía de una hermosa mujer, lo haría en automóvil y por una carretera asfaltada más que en una silla de posta y por un camino rural. Las curvas y los desniveles de las vías de circulación, los árboles, los arbustos, las señales de tránsito e incluso los carteles de anuncios deben adecuarse a la velocidad del vehículo y a las respuestas fisiológicas del conductor.

Las flores, los setos, los prados y los caminos sinuosos son muy agradables a velocidad moderada, pero a 120 kilómetros por hora pierden definición y se convierten en un estorbo e incluso en un peligro. Las flores pueden ser apreciadas por un caminante, el murmullo de un arroyo se oye desde un carro tirado por un caballo, pero el mejor paisaje para viajar en automóvil es el espacio abierto y despejado. Además de hacer necesario que cuerpo y vista se adapten a ella, la velocidad hace resaltar aquellos accidentes del terreno que destacan por su volumen. Entre los lentos vehículos de la época preindustrial y el acogedor y delicado paisaje rural de entonces habría una buena adecuación, pero los medios de locomoción actuales precisan de la buena configuración del paisaje que la moderna maquinaria agrícola ha hecho necesaria.

El concepto de adecuación agrupa una serie de ajustes entre los diversos componentes de un sistema. Pero en la práctica rara vez se puede estudiar un sistema en conjunto. Así pues, consideraremos por separado la adecuación del medio ambiente al hombre y la del hombre al medio ambiente, aunque se trate de una distinción artificial, ya que ambos aspectos del problema con expresiones del mismo sistema.

Un medio ambiente adecuado para el hombre requiere aire puro, alimento y agua, higiene, espacio suficiente y contactos humanos satisfactorios; en resumen, las condiciones ambientales necesarias para disfrutar de buena salud física y mental. Indirectamente, a estas condiciones deben sumarse los factores subjetivos mencionados anteriormente bajo los nombres de entorno perceptivo y conceptual. Finalmente, la salud ambiental requiere que el entorno se mantenga en un estado ecológico conveniente durante un tiempo prolongado. El propio uso del adjetivo “conveniente” hace hincapié en la actitud antropomórfica inherente al enfoque humano de los problemas ambientales. A pesar de los puristas, toda ecología es antropomórfica en su análisis final. Cuando el ecologista se lamenta de que la vida moderna transforma las zonas urbanas en entornos adecuados únicamente para ratas y cucarachas, es obvio que juzga la situación desde el punto de vista humano y no desde el de las ratas o las cucarachas.

El hombre no puede discutir la adecuación del entorno sin introducir juicios de valor. Excepto en el caso de las tierras vírgenes o de aquellas que no han sido habitadas en forma estable, la superficie terrestre ha sido transformada según los propósitos de la especie humana y continuará siéndolo. El problema no consiste en el que el hombre altere o no los sistemas naturales, sino en cómo lo hace. Ya que el hombre forma parte de casi todos los sistemas ecológicos del mundo, todo proceder ecológicamente sano conlleva una actitud previsora que haga posible conservar la naturaleza en unas condiciones de humanización aptas para las generaciones venideras.

Sigue en la Circular de Octubre de 2009.

¿POR QUÉ EL DIABLO?

Sabidas son las salvajes correrías de estas turbas de santos, que flacos, desencajados, esqueléticos, cubiertos de sucios trapos o de pieles de carnero, la cara tapada por el negro capuchón, bajaban a Alejandría aullando himnos contra el arrianismo, para ahogar en sangre las herejías. Se diría que el demonio, al llenar el inmenso vacío que el cristianismo había hecho en el mundo, penetró hasta su cerebro y lo conmovía con furia.

Pero en esta creación subjetiva, antitética a la de Cristo, viene a modificarse algo con la llegada de los bárbaros.

Al precipitarse las hordas del Norte sobre diversas provincias del Imperio Romano, llevaron consigo sus supersticiones. Con ellas descendieron también sus brujos y espíritus familiares. Nixa, Nornes, Trolds, Elfa, Lutins y Hadas, entre otros. Nickar o Hnickar, era en la mitología escandinava una de las formas de Odín cuando habitaba los lagos y las riberas y en ellas levantaba tempestades y huracanes. Existía en la isla de Rugen un lago cuyas aguas eran oscuras y cuyas orillas estaban cubiertas de bosques sombríos. Allí atormentaba a los pescadores haciéndoles zozobrar sus barcas, que lanzaba con tal furia que a veces iban a parar a las cimas de los abetos más altos. Este Nickar escandinavo era el padre de las Nixas teutónicas, hombres y mujeres de agua. Los Kobolds y los Troles eran espíritus familiares que se empleaban como domésticos para hacer el servicio de las casas. Los Elfs vivían dentro de la corteza de los robles, de las riberas e islas del Báltico, saliendo en tiempo de guerra a vigilar las costas. Los Lutins, más maliciosos que malvados, eran espíritus merodeadores que vagaban de castillo en castillo, causando miedo a sus habitantes, vaciando las bodegas y comiéndose las provisiones de la despensa. Las Hadas habitaban las profundas cavernas del borde de los torrentes y de los barrancos. Todos estos espíritus entraron en el Imperio con los ejércitos del Norte, y ¡cosa extraña! Mientras los germanos y latinos se mataban mutuamente, ellos al encontrarse con los espíritus rurales de las comarcas greco-latinas, se abrazaron y se confundieron; y la Naturaleza se encontró poblada de seres imaginarios como jamás se había visto.

El pueblo creyente no puede ser monoteísta. Un Dios único, abstracto, está demasiado lejos de él, y el pueblo necesita protección y compañía, necesita espíritus que se pongan en contacto con él, que le sean propicios, que le amparen y consuelen, seres a quienes dedicar su cariño y contar sus penas. Los necesitan para que les guarden la cosecha, vigilen la casa, velen el sueño de sus hijos. ¡Es tan mísero el pobre pueblo!

Y luego no puede estar divorciado de la Naturaleza, porque con ella y de ella vive. Así es que la adora; la ama y la teme, y sin darse de ello cuenta la diviniza. A falta de seres reales la puebla de creaciones de su fantasía. Así el pobre pueblo de los primeros siglos, ingenuamente cristiano, pero inconscientemente pagano en el fondo de todo hacía santos para sustituir a los antiguos dioses. Cada aldea hacia el suyo. El dios Término, antes único, variaba en cada linde. Tanta necesidad tenía de ellos, que brotaban por todas partes. Se aparecían debajo de las encinas, a la sombra de los pinos, en las grutas, en los hoyos de las rocas, etc.

Veía una luz vaga, confusa, mientras de noche andaba por el bosque; pues era un santo o una virgen que se le aparecía. Hallaba dentro de unas ruinas cubiertas por la yedra, un viejo penate, carcomido o roto; era una imagen bendita, lo bautizaba y le dirigía sus plegarias. Un anciano, un viajero moría en una casa o en medio del camino; era otro santo que Dios había llevado al pueblo para que lo patrocinara. Llegó a más, muchos dioses griegos, latinos, egipcios, celtas y germánicos, fueron santificados.

En Sicilia la Virgen tomó posesión de los santuarios de Ceres y de Venus, y no pocas estatuas de estas diosas fueron vestidas y adornadas considerándolas auténticas efigies de la Madre de Jesús. En Cataluña se adora a la Isis negra que se venera como Virgen de Montserrat y la imagen de Serapis fue transformada en Cristo en la Majestad de Caldas, el Cristo de Balaguer, etc.

Pero el clero godo y el clero carlovingio que los veían crecer en progresión geométrica, se asustaron ante tal invasión, y quisieron detenerla de golpe cerrando la leyenda sagrada. Los antiguos espíritus de la Naturaleza que fueron santificados por el pueblo quedaron en ella. Los restantes fueron declarados auxiliares de Satán. Cerrada la “Leyenda de oro” la corriente no se agotó, sino que torció de rumbo. No pudiendo hacer santos, el pueblo la dio por hacer diablos. Si los santos le abandonaban, si eran sólo para el señor del castillo y el prior de la abadía, no le quedaba más recurso que llamar a sí los demonios, a los espíritus del bosque, para que le enseñaran las hierbas con que curar sus dolencias, para que le cuidaran sus cosechas; a los “lutins”, para que se le comieran al señor la carne salada de sus despensas y se le bebieran el vino de sus toneles, haciéndoles saber lo que era el hambre al igual que a sus míseros siervos; a las hadas para que velaran en la cuna a sus hijos recién nacidos; a las mujeres de agua para que cuidaran del regadío que fertiliza los campos y detuvieran con sus encantos el aguacero que para producir la inundación envía el cielo.

La mujer sobre todo ve en la Naturaleza vida y animación. Los animales le parecen que la entienden, sólo que no pueden contestarle; para ella son seres inteligentes pero desgraciados, que necesitan protección; los árboles gimen a impulsos del aire; las aguas dicen algo, que ella no entiende; cree que las plantas producen las flores para ofrecérselas como un presente; la Luna es una compañera melancólica a quien confía sus secretos.

Los antiguos dioses de la Naturaleza están proscritos, y vagan por las selvas, por los lagos y los ríos. Tienen que andar errantes porque el cura, el monje y el obispo los persiguen con sus maldiciones, y ella se figura que sufren, pues les atribuye su sensibilidad y los compadece. Nunca le han hecho ningún daño; ellos protegieron a sus abuelos, y aun mira con compasión el pedestal que dejaron desierto, o el nicho que quedó vacío.

El pueblo conservó siempre en todas partes el paganismo, aunque confundido y adulterado. Varios documentos oficiales de la época carlovingia hacen constar que por la noche, en el interior de los bosques, se celebraban fiestas en las que los asistentes corrían desnudos, con antorchas, cantando himnos a la Luna. Los capitulares de Carlomagno encargaban al brazo secular la persecución de estos restos de religiones de la Antigüedad. Pero el predominio de la creencia en el diablo y su evocación por el pueblo empiezan a tomar cuerpo después de Carlomagno.

Dos causas contribuyeron a ello en esa época: el cerrarse la Leyenda de oro, y la constitución del feudalismo. Por lo primero, los santos dejaron de ser populares; por lo segundo, el hombre libre, que se había unido al castellano para defender el territorio, quedaba vasallo del señor, y de vasallo pasaba a servidor, y de servidor a siervo; esto es, a nada, a hombre de 5 sueldos, pues este era el precio con que se pagaba su muerte.

Terminada la defensa del territorio el bárbaro, señor del castillo y el obispo, señor de la villa, lo acaparaban todo; para el pobre pueblo, para los míseros siervos que vivían en comunión con la Naturaleza, nada. He aquí la razón de que el pueblo en el fondo fuera aún pagano. Al dios del señor y del obispo, tenía que sufrirlo por imposición. En lo más íntimo de su alma los dioses de la Naturaleza, aunque transformados, palpitaban todavía.

Pronto los diablos se hicieron visibles. San Agustín había dicho que los ángeles malvados se habían vuelto espesos, de sutiles e invisibles que eran, a causa del pecado que ocasionó su caída. El diablo, pues, debía de verse. ¿Bajo qué formas? En esta época toda forma por él afectada es bestial. Aunque todo lo natural es diabólico, lo son en primer lugar los animales, y de entre estos los feos. El galápago, la serpiente, el lagarto, el ratón, el murciélago, el gato, el perro negro, el lobo, el zorro, el puerco y, en general, todos los reptiles y cuadrúpedos que tienen cuernos, ocultan el diablo debajo de sus escamas o de su pelaje.  En el siglo IX todos los animales inmundos eran excomulgados como agentes del diablo.

Una de las formas que afecta más frecuentemente en esta época al maligno es la del cerdo, animal al que el egipcio en su ritual funerario señaló como “morada del alma de los condenados” por los delitos de los sentidos y cuyo cuerpo el Evangelio dice que Jesús hacía trasladar los diablos. No obstante, pronto adopta una forma mixta. Toma prestadas sus partes a todos estos animales y con ellas constituye un todo horrible. Es ya una especie de macho cabrío negro y velludo parecido a un sátiro, con cuernos en la frente, larga la cola, hocico de puerco, piel de cabra, con cascos de caballo en los pies, garras de águila en las manos y grandes alas de murciélago.

El diablo toma forma de animal en la plástica de la Edad Media, cuando aconseja y seduce; animal que puede ser fantástico, como un dragón, una sirena, un perro con cabeza humana, etc. Cuando obra de otro modo, adopta con ligeras diferencias la forma que acabamos de describir. Varias veces se le ve con una cola terminada por una cabeza de serpiente. Aparece en la escultura a finales del siglo XI y se le encuentra ya perfeccionado en el siglo XIII, en cuya época adquiere un carácter grotesco.

Sigue en la Circular de Octubre de 2009.

LA CARA OCULTA DEL TIEMPO.-

La humanidad terrestre y celeste experimenta en sí, en Urano y Cronos, la mutilación, la sangre y el Caos. La angustia ante la propia existencia será, eufemizada en el transcurso del tiempo, pasando a representar un pecado moral, instituido en el mundo por la mujer, responsable por el poder de la Muerte. Este eufemismo representa una tentativa de evasión ante un acto que nos fue destinado a todos irrevocablemente. El enfoque del régimen nocturno, así como del Tiempo fulminante, nos conduce a abordar al dios divino, el luminoso hijo de Cronos, Zeus. Es el dios soberano por excelencia y aunque no tenga atribuido el acto creador, él re-crea el Cosmos en cuanto al orden estableciendo la medida y el equilibrio en todo lo que es. Esta instauración se debe a la lucha contra la violencia de Cronos, de los titanes y de Tifón, a quien lanza en el Tártaro.

Zeus “el padre de todos los hombres y los dioses”, teniendo como atributo, además del rayo, el cetro y el águila, gobierna el agua, la lluvia, los fenómenos meteorológicos, siendo el protector de la Agricultura, travistiéndose en forma de lobo o de toro. Venerado en las montañas más elevadas, tiene como árbol de culto el roble, no sólo por ser de entre los otros el más alcanzado por el rayo, sino por simbolizar el Árbol de la Vida que no será destruido. En él se traba la lucha entre el águila de Zeus y la serpiente lunar, Luz y Tinieblas, caos y cosmos.

Neptuno tuvo que habitar para siempre el mar oscuro y Zeus el vasto cielo, entre el éter y las nubes, pero la Tierra y el Olimpo pertenecen a todos en común.

Hades, habiendo recibido el Érebro, imperaba sobre los muertos a los cuales juzgaba, enviándolos a los Campos Elíseos (isla de los bienaventurados) o lanzándolos al río Tártaro. La divinidad nocturna tenía como auxiliares a Hécate, las Furias, las Parcas, las Harpías, la Muerte, el Sueño y las Górgonas. En lo tocante al Tártaro, al cual era enviado los criminales, este abismo insondable era temido por hombres y dioses. En el canto VIII de la Iliada, Zeus, convocando a otras divinidades, les ordena no contrariar su discurso, porque caso contrario podría arrojarlo en el Tártaro. Probando su supremacía, desafía también a los dioses a suspender una cadena de oro hasta el cielo, todos juntos, intentando arrastrarlo.

Con todo fue un vínculo de respeto entre Zeus y la Noche. Algunos escritores posteriores atribuyen este hecho a la prioridad de la Noche, que habría auxiliado al dios en la partición del Cosmos, puesto que de ella surgieron, siendo ordenadas y clasificadas, las diferentes partes del dios supremo. Encontramos en Hesíodo, esta clasificación genealógica:

“Del Caos, Érebro y la Noche negra nacieron.

De la Noche, además, nacieron el Éter y el Día,

se generaron fecundadas y unidas al Érebro en amor”.

Esta tradición mítica de la supremacía de la Noche, aparece en Homero, en un enfoque diferente (La Iliada XIV, 23). En el libro Hera pide al Sueño, hermano de la Muerte, que extienda su dominio sobre Zeus. A lo que él responde: “a cualquier otro de los dioses, dotados de eterna existencia, dormiría de buen grado, pero en el caso de Zeus, no actuaría así….a no ser que él mismo lo ordenara”. Y, en la secuencia, el Sueño completa su temor en relación al soberano.

Zeus no se enfrenta a la Noche porque, como soberano ordenador, sabe que no puede romper la totalidad cósmica; él restringe el poder de sus contemporáneos divinos, pero no los elimina, pues como él, todos son inmortales. En cuanto realidad, la Noche forma parte del Ser y en este contexto, no puede ser extinta. Esto queda claro cuando Zeus reparte el Cosmos con sus hermanos, recibiendo cada uno una parte ligada al otro, en el seno del cual es abarcante. El Cosmos depende y necesita del Caos, como el Día de la Noche. Acerca de la Noche, hija del Caos, y de aquellas por ella generados, Hesíodo escribe:

Sigue en la Circular de Octubre de 2009.

I N T E R E S A N T E

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Cuando aún es la noche (poemas)
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Integración y evolución (didáctico)
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Los 32 Caminos del Árbol de la Vida (mística)
Reflexiones. La vida y los sueños   (ensayo)
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Proceso a la espiritualidad (ensayo)
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Seducción y otros ensayos (ensayos)
Experiencias de amor (místico)
Las estaciones del amor (filosófico)
Sobre la vida y la muerte (filosófico)
Prosas últimas   (pensamientos en prosa)
Aforismos místicos y literarios (aforismos)
Lecciones de una Escuela de Misterios (didáctico)
Monólogo de un hombre-dios (ensayo)
Cuentos de almas y amor (Cuentos) Isabel Navarro /Quintín
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