EINSTEIN

MÍSTICO Y CIENTÍFICO

ALCORAC

SALVADOR NAVARRO ZAMORANO

      

 

Dirigida a la Escuela de:

                        Mallorca

                        Las Palmas

                                                                                 

                                                                                  Circular nº 10 , año XIV

                                                                                  Bunyola, 1º de OCTUBRE de 2.008.

A. EINSTEIN – MÍSTICO Y CIENTÍFICO.-

Por regla general, el científico para tener la seguridad de una cosa incierta, comienza por el lado empírico, analítico, y desde ahí intenta alcanzar la realidad metafísica intuitiva. O para servirnos del lenguaje espiritual, el hombre de ciencia comienza por las apariencias de las cosas externas, de las cantidades y la progresiva condensación y convergencia de esas líneas, que la lógica llama inductivas y procura llegar al punto focal denominado deductiva.

Todo este procedimiento del científico común parte del principio – profundamente erróneo – de que la suma total de los finitos de un infinito, de que muchas cantidades lleguen a dar cualidades, de que las cosas dimensionales cuando son debidamente condensadas, puedan resultar sin dimensiones.

Esta ilusión es general en todas las personas habituadas a guiarse únicamente por el testimonio de los sentidos y no tener experiencia alguna de una facultad humana no basada en los factores cuantitativos de los sentidos externos, sujetos a tiempo y espacio; para ellos nada es real a menos que provenga de las categorías de tiempo y espacio, que son atributos de los sentidos, puras ilusiones, pero tenidas por realidades.

Cuando el hombre consigue liberarse, al menos momentáneamente, de la ilusoria esclavitud de los sentidos, y con eso del tiempo y del espacio, contempla por primera vez la realidad en sí misma, totalmente independiente de sus condicionantes físicos.

Entonces contemplar el hombre al Uno del universo, independiente del mundo de la Maya. Sí, contempla el mundo de las cosas finitas, pero no como la causa del Uno. Se invierten totalmente el orden: ese hombre contempla el Uno de la Realidad directamente, como quien ve una luz en sí mismo y ve las sombras y las penumbras de esa luz como efectos y consecuencias secundarias de la misma. Para él, la luz no es causada por las sombras y penumbras, sino que existe independiente de ella. La suma total de sombras y penumbras no forman la luz, sino que son resultantes.

Esa visión directa de la luz se llama deducción, intuición, puro raciocinio, revelación divina, visión de la realidad.

Nace ahora el magno problema: ¿cómo puede el hombre alcanzar esta visión directa e inmediata de la luz de la Realidad?  ¿No necesita subir gradualmente a esa altura de la verdad por múltiples caminos de actos parciales? ¿No debe el hombre escalar la cima más alta del mundo por medio de atajos?

Todas esas preguntas y dudas tendrían su razón de ser si la naturaleza humana fuese en su esencia un compuesto hecho de muchos componentes, cuya suma total diese ese compuesto. Pero es precisamente ese el error trágico de la concepción del género humano: el hombre no es un compuesto hecho de múltiples componentes; el hombre en su íntima esencia es la propia semilla, ni compuesto ni componentes. El hombre en sus últimas consecuencias, en el más profundo reducto no es el resultado de muchas partes, de muchas parcelas finitas de donde resulte el foco final de los rayos convergentes.

El mayor descubrimiento que el hombre cósmico hace consiste precisamente en este hecho, de que él es en su íntima esencia el Uno Infinito, absolutamente simple. Y solamente tomando esa simplicidad del Uno como punto de partida, el investigador descubre y alcanza el punto de Arquímedes, el movimiento inmóvil de Aristóteles, el átomo de Demócrito, el Atma de los hindúes, el Padre celestial del Cristo.

El Atman (Yo) es Brahma (Dios) dicen los pensadores orientales. El Atma es esencialmente el Creador, aunque existencialmente es una criatura, es el Infinito, es el Uno, aunque con individualidad finita. El hombre es el Ser en forma de existencia.

En los Evangelios del Cristo aparece nítidamente esta verdad fundamental.

Esta visión de la Realidad resuelve todas las dudas y sombras.

Ahora, cuando el hombre entra en el centro de esta consciencia del Uno, de Unidad, entonces está él en la Fuente de todo el Ser, de todo el Saber y de todo el Poder. Desde dentro de este Ser puede actuar sobre todas las periferias de su Existir, así como quien está en una máquina generadora de energía eléctrica, puede desde ella proyectar luz, calor y fuerza.

Esta consciencia de puro Ser nada tiene que ver con religión, espiritualidad, mística, Dios, etc. Verdad es que, a veces, ese estado se manifiesta en fenómenos de esta naturaleza; pero en esencia se trata de la Realidad cósmica que es una sola.

Así, un matemático dominado por la consciencia del Uno en su raíz y causa, puede manifestar ese Uno en cualquier forma de causa, de efectos, de canales, de ramificaciones, una vez que él está consolidado en la Fuente del Ser, del Saber y del Poder. Y por eso puede saber por la visión del Uno cómo funciona su mundo físico, la otra cara de la Realidad, Quien está en el naciente de una fuente ve en qué dirección fluyen los canales, los ríos y los riachuelos.

Quien está en el centro de una máquina generadora sabe en qué dirección parten los cables que distribuyen la energía eléctrica.

Cuando Einstein afirma que basta el puro raciocinio para conocer las leyes de la Naturaleza, ¿qué otra cosa afirma sino esta posición central en el Universo? Cuando afirma que basta una concentración mental del 100% para conocer, sin ninguna experiencia empírico-analítica, las verdades de la Naturaleza, ¿qué es sino asumir una posición central en la verdad?

En la carta que Einsten escribió a un amigo un año antes de su muerte, en 1954, afirma que, antes de lanzar en el papel la fórmula de la relatividad E=mc2, no tuvo el menor recuerdo de haber hecho experiencias empíricas fuera de la concentración racional.

En los sectores inferiores nuestra ciencia necesita de procesos empíricos y analíticos que son necesarios como preliminares, aunque no sean suficientes como solución definitiva.

Así como la apertura de una ventana es condición necesaria para que la luz solar entre en la casa, aunque no sea causa suficiente de su iluminación, así son los procesos de los sentidos y de la mente, necesarios para la iluminación de la verdad.

La filosofía cósmica es la confirmación de tal proceso racional usado por Einstein y que lo llevó a la teoría de la relatividad.

Además, es el mismo proceso usado por los grandes iniciados cuando realizan sus llamados “milagros”. Basta que el hombre consiga identificarse totalmente con el principio creador, y tendrá poder sobre todas las criaturas.

Mientras tanto…

El último secreto está en cómo conseguir esta identificación con el principio creador del Universo que, según Einstein, reside en las matemáticas.

Ella no depende de tiempo y espacio como las ciencias físicas, cuando son abstractas. Es totalmente independiente de cualquier categoría temporal y espacial, y por eso el matemático puede actuar bajo el signo del Absoluto, del Infinito, recibiendo el mensaje directo del Uno del Universo.

Sigue en la Circular de Noviembre de 2008.

LA REALIDAD OCULTA.-

De hecho, la arqueología ha aportado pruebas de que en tal lugar existió una pequeña comunidad de pescadores hace unos siete mil años. Aunque los antiguos habitantes de Biblos, lo giblitas de la Biblia, eran al principio pescadores y agricultores, la situación de su ciudad no tardó en ponerlos en contacto con Egipto y Mesopotamia. Dado que en su puerto embarcaban los cargamentos de madera de cedro que Mesopotamia y, sobre todo, Egipto obtenían del Líbano para sus templos, tumbas, barcos y mobiliario, Biblos acabó tomando parte en el comercio internacional. Pero el hecho de participar de la civilización y riqueza de Egipto y del resto de Oriente Próximo no le privó de conservar durante mil años ciertos aspectos de la arcaica cultura que sus habitantes habían creado cuando la pesca y la agricultura les permitían autoabastecerse. La ciudad todavía existe bajo el nombre de Jubayl y constituye un símbolo viviente del papel que, desde los primeros momentos de la historia, han jugado las ciudades en la evolución de la vida civilizada.

Las ciudades famosas han hecho gala de una persistencia que trasciende a su situación geográfica, la calidad de su clima o sus recursos naturales. Al igual que los lugares santos, han permanecido fieles a su carácter a pesar de los cambios de filosofía religiosa, económica o política. En este aspecto, las ciudades pueden compararse a los organismos vivos, que en las primeras fases de su desarrollo adquieren ciertos rasgos distintivos que mantienen a medida que crecen y envejecen. París y Madrid, por ejemplo, no resultan difíciles de reconocer en descripciones hechas hace más de trescientos años, cuando ambas capitales eran pequeñas y primitivas si se juzgan según los criterios actuales.

Entre las grandes ciudades norteamericanas, San Francisco es la única cuya fundación no se debe a la expansión que llevó a los colonos hacia el Oeste del país. Sus primeros habitantes eran en su mayoría jugadores, prostitutas y buscadores de fortuna, que llegaron cruzando el istmo o rodeando el cuerno. Hay una vieja canción que dice: “los mineros llegaron en el cuarenta y nueve, las fulanas en el cincuenta y uno, y cuando se reunieron engendraron al nativo”.

Así pues, la ciudad creció ajena a la influencia del puritanismo. Al mismo tiempo, la llegada de un gran número de inmigrantes procedentes del Norte de Italia pronto le dio un carácter especial. A diferencia de los desvalidos sicilianos y napolitanos, estos italianos conocían muy bien las culturas europeas y crearon un ambiente similar a la atmósfera cosmopolita que se respira en los puertos mediterráneos, pero sin la pobreza que en éstos suele haber.

Al no ser una clásica colonia anglosajona y protestante, San Francisco adquirió desde el principio el aire de una gran ciudad de la Europa continental, con barrios donde uno puede adoptar la conducta que le plazca, por más poco convencional que pueda ser. Su indiferencia hacia las normas establecidas y la apertura a toda innovación cultural le convirtieron en lugar de reunión de quienes iban en busca de nuevos estilos de vida. Y así se ha conservado, tolerante con los hippies y otras tribus urbanas, las camareras topless y con todo experimento social y cultural.

Cada ciudad responde ante los acontecimientos y los estímulos de una forma característica que tiende a acentuar su singularidad; este proceso orgánico de desarrollo es la causa de que las características perduren a pesar de los altibajos de la historia. Londres comenzó siendo la capital de una pequeña tribu de los antiguos belgas y luego pasó a ser, sucesivamente, capital normanda y, finalmente, capital de un Imperio que se extendía por todo el mundo. Este pasado tan diversificado hace confiar en que Londres, aun habiéndose convertido Gran Bretaña en un país relativamente pequeño, conservará intactos su importancia y su atractivo. Otro tanto puede decirse de París, una ciudad que, a pesar de los innumerables cambios en materia religiosa, filosófica, política y social que ha experimentado, no ha dejado de ser la Ville Lumiére y continúa simbolizando el arte de conciliar el placer sensual con la complejidad intelectual, el sentido común burgués con el fanatismo revolucionario. En cuanto a Roma, se ha hecho acreedora durante dos mil años del título de Ciudad Eterna, primero como creadora del mayor imperio del mundo occidental, luego como sede de la Iglesia Católica universal y en la actualidad, como aglutinante de las inquietudes políticas e intelectuales de la Italia unificada.

Si los ecologistas han demostrado que los sistemas naturales muy diversificados son los más estables, lo mismo vale en lo que respecta a los sistemas urbanos. Las ciudades que han logrado conservar su grandeza y su gloria durante largo tiempo, son aquellas que hacen gala de una gran variedad de población, de actividad económica y de funciones sociales. Esta diversidad les proporciona la estabilidad necesaria para sobrevivir a los avatares de la historia y conservar su personalidad a través de los cambios. Las ciudades que obtuvieron su riqueza a partir de una única modalidad de actividad empresarial, ya sea la explotación forestal, las minas de oro o la extracción de petróleo, tienen grandes probabilidades de convertirse en ciudades fantasmas una vez que la tecnología las haga prescindibles. Por el contrario, los grandes centros de navegación tienen más oportunidades de sobrevivir gracias a su economía.

Cada continente tiene su propio espíritu de lugar. Cada pueblo está polarizado hacia cierta localidad particular que es el hogar, la tierra natal. Cada rincón de la superficie terrestre tiene una emanación vital distinta, una vibración diferente, una exhalación química diversa, una polaridad distinta con respecto a distintas estrellas, llámese como se quiera, pero el espíritu de lugar es una gran realidad.

Este espíritu de lugar se manifiesta también en el regionalismo, que no debe confundirse con el nacionalismo. En Francia, mil años de unidad nacional bajo el mandato de reyes, emperadores, dictadores y gobiernos democráticos, no han debilitado las diferencias de carácter que existen entre los naturales del Norte y los del Sur. En Estados Unidos, la centralización del poder federal en Washington no atenúa las diferencias entre Colorado y California. Las características regionales no desaparecerán, puesto que la topografía, la geología y el clima proporcionan a cada país “sus propias flores, que brillan allí de forma especial”, y aún más sus propios cielos, que determinan el talante de su gente y de su paisaje. Los húmedos cielos del Norte de España y las verdes montañas hacen a los hombres diferentes de cómo sería si vivieran en las tierras bajas de Andalucía, o de Fuerteventura con el gris del cercano desierto sahariano. En las costas mediterráneas, todos los aspectos de la vida, incluidas las literatura y en especial las artes plásticas, están inevitablemente influidos por la austeridad del paisaje y la sensación de que, allá donde uno vaya, el mar puede esperarle tras el próximo recodo batiendo contra las rocas. El cielo mediterráneo puede ser tan luminoso y la atmósfera tan translúcida que los objetos parecen emitir luz. Por el contrario, bajo los cielos del Atlántico norte los objetos parecen absorber la luz, adquiriendo con ello una cualidad de misterio. No sólo en estilo y temática difieren Rembrandt de El Greco, y más profundamente, en los efectos que las distintas clases de luz produjeron en sus sentidos y en sus mentes.

Sigue en la Circular de Noviembre de 2008.

¿QUÉ ES EL DIABLO?

Mientras vivió Aristóteles pudo mantener su sistema entre el idealismo quimérico y el empirismo ciego, sin caer en ninguno de los dos extremos; ideal y real era su filosofía; pero al morir él, sus discípulos lo transformaron en una metafísica refinada y estéril. Sus sucesores se apoderaron del Peripateticismo y lo destrozaron; tal lo han dejado que ya nadie lo reconoce. Unos cultivan su lógica y su física, dejando en el olvido esa filosofía superior, de la que perdieron el sentido; desarrollan los otros de la sublime doctrina tan sólo el lado empírico, y la rebajan a la categoría de un mero sensualismo. El verdadero espíritu peripatético no existe ya en las escuelas, como si Aristóteles reconociéndose superior a las épocas que habían de venir tras de su muerte, se hubiera llevado el secreto de sus ideas al sepulcro.

Faltas de éxito las tentativas sutiles de la Academia y del Liceo, empieza la doble reacción contra las doctrinas que las produjeron. La antigüedad, haciendo su último esfuerzo, al ver que iba a morir de inanición si continuaba nutriéndose de las degeneraciones de los sistemas de Platón y de Aristóteles, descarta lo incorporal y lo inteligible  abstracto del terreno de la ciencia; y volviéndose hacia la Naturaleza, de la que se había apartado, vuelve a entrar decididamente en ella, con el sentido común por criterio.

Se limitan las especulaciones de unos a “lo que es”, a la realidad, a la ciencia, y aparece el Epicurismo. Dan superior importancia a la moral, a “lo que debe ser”, y aparece el Estoicismo. Los epicúreos evitan el mal huyendo de él; no luchando en contra para vencerlo. Presentan el reposo de la relajación, en la calma serena del triunfo. Tiene el Estoicismo por principio el esfuerzo, tanto que los estoicos no dan fe del ser sino en virtud de su acción, pero descuidan el criterio de la verdad basándolo en el asentimiento voluntario. Es el mundo, para ellos, Dios expansionándose. Y ese Dios, concentrándose, es Dios espíritu. Su expresión real, sale de Dios, es el mismo Dios en desarrollo. Verdaderos panteístas, consideran al individuo parte de Dios separado de Él, sólo por el desenvolvimiento natural y partiendo de aquí miran como fin el volver a entrar en ese mismo Dios, del cual salieron.

Según ellos, todo ser al vivir está forzado. La vida es tensión; sólo se vive en razón directa de la que se tiene. Y como no hay tensión sin antagonismo y lucha, declaran la guerra necesidad universal. Generalizando más, identifican el Mal con la necesidad, y como es el motor del mundo, declaran que es preciso el Mal para llegar al Bien, su aspiración suprema. El Destino, en su sistema, comparece como una resultante del total de las leyes que rigen la vida universal.

El Epicurismo, que se representa a reanimar la filosofía griega moribunda, es impotente por inactivo. El Estoicismo no es más que un esfuerzo sistemático al impulso del sentimiento moral; es un calmante que hace menos dolorosa a la filosofía su muerte, no un remedio heroico que la salve. Se presenta como un consuelo en su desgracia, no como un potente auxilio de la inteligencia; menos como un destello del genio. Como una lámpara cuya luz se extingue falta del líquido que la alimenta, la filosofía griega se desvanece, falta de la energía que la mantuvo; las mentes se hallan vacías de una inspiración que en vano buscan: sus tanteos sólo producen elucubraciones quiméricas. La filosofía griega ha muerto. Filón el judío acompaña su espíritu hasta el propio trono del Eterno. Si rara vez se la ve después sobre la Tierra es que Dios la envía, pues solamente Dios puede sobrevenirnos. Así lo afirman ya todas las escuelas.

Ya nadie crea. El método ecléctico de Potamon tiene a ser la regla de todas las especulaciones. Ninguno de los que tratan de formar una doctrina nueva acude a la observación. Sólo toman prestados restos de sistemas que sucumbieron. Ya no hay sistemas; les han sucedido divagaciones eruditas. Solamente el Estoicismo se mantiene firme y sobresale; pero se va alejando hasta perderse con el último resto del saber antiguo.

Desvanecidos los sublimes principios que Grecia diera al espíritu humano, la ciencia es menospreciada; el Arte entra en decadencia; se considera el Derecho ineficaz; la Justicia no cabe en este mundo. Sólo la religión avanza y lo avasalla todo, presentándose como salvadora. La ciencia de Dios es codiciada por todos. Observar, calcular con datos, es cosa vana. El fin de la filosofía está en definir la Divinidad que todos creen única; y al definirla, unos la defienden como Todo, y otros como Una y distinta del Universo. Luego, todos los pensadores se ocupan de los seres intermediarios entre esta Divinidad única y la Creación, o de las emanaciones que de esta Divinidad se han desprendido para formar el Universo. Debaten las escuelas para definir el Verbo, el Logos, el Demiurgos, el Paracleto, el Espíritu Santo y la Sabiduría. Y la disputa crece al ocuparse de la naturaleza de las cosas, de los arquetipos, de los ángeles y de los demonios. Esta tendencia es común a todos.

Hasta los mismos filósofos politeístas declaran que los dioses son emanaciones inferiores del gran Dios desconocido. Todas las mentes especulan de una manera semejante. Las religiones dan los mismos resultados que las filosofías. A pesar de la diversidad de opiniones, la atmósfera moral es homogénea. El Oriente y el Occidente se unen porque se encuentran análogos. Si los griegos tienen el Logos, los judíos tienen la Sabiduría a la cual consideran distinta de Dios, pero coexistiendo con él desde el principio y precediendo a la Creación del mundo. Presenta Filón la teoría del Verbo divino. Hasta los persas tienen la Inteligencia que, de la categoría de cualidad de Alma, pasa a adquirir personalidad distinta. Apenas hallado el Dios único, todos lo descomponen en hipostasía o emanaciones, como para llenar el vacío que quedaba entre Él y el Mundo.

Alejandría viene a ser el foco de la controversia y de la unión del espíritu oriental con los sistemas griegos. El judaísmo, como si hasta en la especulación intelectual tuviera que hacer el comercio, es el que sirve para hacer el cambio de las ideas. A los griegos les da a conocer las doctrinas sirias, caldeas y persas, y a los orientales las teorías griegas; y en el cambio se queda con algo de ganancia teológica que se asimila.

A Alejandría van a parar todos los restos de todas las filosofías fracasadas y de todas las teologías decrépitas, directamente unas, indirectamente otras. Alejandría es en esta época un inventario de todas las decadencias del genio humano. Y a ella llega el Occidente, único elemento verdaderamente racional de los que allí se presentan, extenuado por el idealismo, para ver si con tales desechos se restaura.

Y en esta confusión del espíritu al terminar la orgía del cuerpo, de la compenetración del Oriente con el Occidente nacen dos tendencias: la Escuela alejandrina y el cristianismo. La primera es la filosofía griega reanimada por el soplo del Oriente; el segundo, la tendencia oriental desarrollándose a expensas de elementos griegos. La filosofía se ampara, para fortalecerse, del principio de la religión; y la religión, para crecer, se nutre de la filosofía.

Una tendencia común caracteriza a neoplatónicos y a cristianos. El origen del mal; el que éste proceda de una caída. Dado un Dios único, dios Bien, que todos admitían, dada la realidad de las imperfecciones de su Creación, el mal sólo podía proceder de una caída, de un descenso, de un alejamiento de Él. La individualización de los seres, su diferenciación de Dios, debía ser lógicamente el origen de su inferioridad. Varios dogmas orientales habían llegado ya a este resultado. La sumisión completa del hombre a un Dios, los sacrificios de los mejores servían sólo para borrar en cierto modo el crimen de habérsele separado, al adquirir distinta individualidad.

La teoría de la caída afectó dos aspectos: predominó entre los alejandrinos la idea griega de que los seres emanaron de Dios, y que por necesidad fueron apartándose de Él, volviéndose groseros e imperfectos, para volver luego a unírsele y adquirir la primitiva pureza y bondad. Prevaleció entre los cristianos la idea judaica de que la separación fue un resultado de la voluntad de éstos, oponiéndose a la de Dios que los había creado, en virtud de lo cual empezaron a caer. Con la primera se sentaba la fatalidad del Mal; la segunda aceptaba la libertad, pero declaraba a la humanidad de origen criminal. Veamos como formularon la teoría del Mal los alejandrinos, para pasar luego a ver cómo la desarrollaron los cristianos, y a qué personificaciones dio origen.

Sigue en la Circular de Noviembre de 2008.

EL LENGUAJE COMO METÁFORA.-

De ahí la técnica tan importante de la recitación de mantras, palabras dinámicas, fórmulas mágicas que por el dominio del aliento y del verbo dominan el universo. Esta recitación conduce a fenómenos de videncia, encontrando de esta forma la imaginación, un isomorfismo, aire-palabra-visión.

Cada divinidad posee un mantra en dos direcciones, un soporte verbal que es su mismo ser y que alguien puede conseguir recitando el mantra (un mantra es un símbolo en el sentido arcaico del término); y es al mismo tiempo la realidad simbolizada y el signo simbolizado. Es, en cierta forma, un condensado semántico y ontológico. De ahí se deduce la omnipotencia del nombre, del vocablo, que llega inclusive hasta la utilización del cambio, que se encuentra en numerosas culturas, especialmente en el antiguo Egipto.

Por otro lado, este símbolo puede ser indiferentemente visual o fonético. Aquí volvemos a encontrar el isomorfismo de la visión y la palabra. Se puede partir tanto del soporte iconográfico, como del vehículo sonoro, que constituye el mantra para señalar el suelo ontológico contenido en la semántica.

El mantra-penetración del inefable misterio de lo sagrado y de los dioses, se traduce y revela por la palabra: expresión mágica de salvaguarda del sentido, manifestación de lo oculto. El mantra es incumbencia del mago-cantor, poeta por excelencia. La palabra por él pronunciada puede traer salud o muerte, de acuerdo con la imagen que este hombre tiene ante su boca. En cuanto el símbolo designa lo real, esto es, la identidad de una cosa, se vincula a la fuerza del Sol y a la visión. La palabra procede de la iluminación, y muchas veces la precede, del brillo del dios primordial o del Ser, que la calienta como el fuego. La magia del mantra , ritual de retorno al origen, repite la eclosión del Cosmos, irrumpiendo de la oscuridad, renovando y purificando la Vida.

Como veremos más adelante, el Aire, sinónimo de purificación, es el elemento celeste que designa el Día, en un horizonte en el cual el Sol surge como fuente de Poesía. Cielo y Aire también se refiere a la videncia, en el seno de la cual la Luz y el Fuego surgen como análogos.

El Prometeo de Esquilo llama al disco solar “el que todo lo ve”. En óptica, el rayo luminoso es directo e indirecto en toda la acepción del término. La nitidez, la rapidez y rectitud de la luz, es sinónimo de rectitud ética. También la intuición poética. Los Upanishad asocian constantemente la luz con la palabra y el fuego y en las leyendas egipcias y en los antiguos textos hebreos, la palabra preside la creación del universo.

La Luz designa la trascendencia, la elevación humana rumbo a un horizonte donde reluce el Sol y ondea serenamente el azul, donde el alma human reposa en medio de la armonía, traducida en las formas blancas de las nubes. Designando lo celestial, la luminosidad es el pórtico de la presencia de la Divinidad, cuyo brillo es insostenible para los ojos de los mortales. El dios celeste, puro como el Sol naciente que colorea el cielo, purifica a los enfermos, favoreciendo la resurrección de los muertos que, invocándolo, usan en sus trajes el blanco (pureza, virginidad, alegría, paz). El azul se remonta al blanco, azul y dorado al éter, a todo lo que apacigua y concede elevación. El círculo dorado del Sol es equilibrio, verticalidad, escenario de lo incorruptible.

Gracia al dorado, el oro es “gota de luz” otorgada a la visión como elemento de proximidad, asimilando a quien sabe contemplar y, a veces, al ciego, que perdiendo este don alcanza un grado máximo de videncia en la intimidad con lo que es oscuro. Como la palabra presupone también el silencio de quien la guarda en sí para poder pronunciar un contenido, y la disponibilidad de aquel a quien se dirige su mensaje, une oído y visión, en lo tocante al Lenguaje.

Concluidas las consideraciones sobre el lenguaje, conviene destacar que la brevedad del análisis aquí expuesto se debe al hecho de que la misma temática será enfocada en otros ensayos de próximas Circulares.

Por el momento quiero subrayar que la palabra vinculándose a la Luz, al Cielo y el Aire, retrata el Día, pero en cuanto se une al oído y al Fuego, es como un mantra de día que hace revelar su pertenencia a la noche, contenido también en la música de la cual brota. Estos elementos nos remiten directamente al sonido puro.

Los dioses creadores son padres protectores diurnos y por su música alada hacen nacer el Sol. Por otro lado, estos dioses son cánticos, melodías nocturnas que funden en sí mismos y en sus criaturas el enigma de fusión de la Luz al Fuego, de lo masculino a lo femenino (la Madre). Así, nombrar es el elemento diurno que, desdoblándose en el canto o naciendo de él, hace nacer todo lo que es con brillo propio. Síntesis del Día y la Noche.

                                           F      I       N

I N T E R E S A N T E

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OBRAS PUBLICADAS

Entre el silencio y los sueños (poemas)
Cuando aún es la noche (poemas)
Isla sonora (poemas)
Sexo. La energía básica  (ensayo)
El sermón de la montaña (espiritualismo)
Integración y evolución (didáctico)
33 meditaciones en Cristo  (mística)
Rumbo a la Eternidad  (esotérico)
La búsqueda del Ser (esotérico)
El cuerpo de Luz  (esotérico)
Los arcanos menores del Tarot  (cartomancia)
Eva. Desnudo de un mito (ensayo)
Tres estudios de mujer (psicológico)
Misterios revelados de la Kábala  (mística)
Los 32 Caminos del Árbol de la Vida (mística)
Reflexiones. La vida y los sueños   (ensayo)
Enseñanzas de un Maestro ignorado (ensayo)
Proceso a la espiritualidad (ensayo)
Manual del discípulo  (didáctico)
Seducción y otros ensayos (ensayos)
Experiencias de amor (místico)
Las estaciones del amor (filosófico)
Sobre la vida y la muerte (filosófico)
Prosas últimas   (pensamientos en prosa)
Aforismos místicos y literarios (aforismos)
Lecciones de una Escuela de Misterios (didáctico)
Monólogo de un hombre-dios (ensayo)
Cuentos de almas y amor (Cuentos) Isabel Navarro /Quintín
Desechos Humanos (Narración) Ruben Ávila/Isabel Navarro
Nueva Narrativa (Narraciones y poesía)Isabel Navarro/Q
Ensayo para una sola voz (Ensayo)
En el principio fue la Magia   (ensayo)
La puerta de los dioses   (ensayo)
La Memoria del tiempo Cuentos,Poesía Toni Coll/Isabel Nav.
El camino del Mago Ensayo Salvador&Quintín
Crónicas Ensayo Salvador&Quintín

  

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