ALCORAC

SALVADOR NAVARRO  

 

 

 

 

 

Dirigida a la Escuela de:

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                        Las Palmas

                                                                                 

                                                                                  Circular n10 , año XIII

                                                                                  Bunyola, 1º de Octubre de 2.007.

VIDA DE SAN PABLO.-

Hacía dos años que Pablo estaba preso. Giraba el proceso en torno de una cuestión de carácter religioso, al que los Tribunales del Imperio no encontraban salida.

Acababa el joven Nerón de despedir a sus sensatos preceptores Séneca y Burrus.

Despertaban en la sangre del príncipe los instintos salvajes heredados de su madre. En poco tiempo eliminó del número de los vivos  a Britanicus, Octavia y su propia madre Agripina. Exigió de Séneca que con su autoridad diera por bueno el matricidio que acaba de perpetrar. Se recusó el filósofo al pedido del Cesar y se retiró a su casa de campo, no lejos de la capital, donde más tarde recibió la intimación de escoger entre la muerte por su propia mano o a manos del verdugo. Optó Séneca por la primera alternativa y murió la “muerte del estoico”, abriéndose las venas con una cuchillo.

Nerón entregó el mando supremo a los pretorianos, a dos hombres peligrosos Tigelinus, cómplice de los delitos del soberano y a Rufus, hombre honesto, pero sin firmeza de carácter.

En el verano del año 63 terminó el proceso de Pablo con la absolución del reo. Con esto Roma reconocía oficialmente que profesar el cristianismo no constituía un crimen frente a las leyes del Imperio. Mucho tiempo después, el Emperandor Domiciano cambió de opinión.

Una mañana el guardia pretoriano quitó las esposas de las muñecas de Pablo y soltó al preso.

El apóstol abandonó la capital. Enfermo de cuerpo, la cabeza cubierta de cabello blanco, pero con el alma siempre joven, volvió Pablo a su apostolado. El alma no conoce la vejez. El ideal garantiza al espíritu una eterna juventud.

¿A dónde se dirigió Pablo?

Rumbo a Oriente. Más tarde ejecutaría su plan de visitar España.

En el camino a Filipos, se encontró con Timoteo. ¡Qué alegría! Después de tantos años de sombras y soledad, parecía al alma de Pablo haber acumulado un gran caudal de energías para una nueva primavera. Ante un suave sol de otoño, venía a ser como un vino generoso dando a su carácter el último fuego y la dulzura final.

Entre Grecia y Egipto se desdobla, en pleno azul del Mediterráneo, la gran isla de Creta, la famosa isla de “las cien ciudades”, como canta Homero. Tenía su historia y cultura, así como su peculiar religión. Los legendarios castillo de Cnossos, Festos y Hagia Triada, se contaban entre las mayores maravillas arquitectónicas de la antigüedad. La opulencia natural de Creta, el intenso comercio con Asia y África, la suavidad de su clima, habían creado una atmósfera de lujuria y liviandad en el espíritu de sus habitantes. El poeta Epiménides hizo célebre en el mundo conocido a sus coterráneos, apellidándolos de “mentirosos, bestias ruines y vientres de holgazanes”.

Habían asistido al prodigio del primer Pentecostés diversos cretenses, como se refiere en los Hechos de los Apóstoles. El terreno estaba preparado para la simiente evangélica.

Puso Pablo los ojos en esa isla y en ella inició un gran movimiento religioso, cuya continuación confió más tarde a su discípulo Tito.

¿Volver a Palestina?

¡Imposible! Era inmensa la anarquía religiosa en Jerusalén.

Mientras Pablo visitaba la cristiandad de Oriente, un cataclismo en forma de fuego, humo y cenizas envolvió las calles de Roma. Ríos de sangre y montañas de cadáveres llenaban la “ciudad de las siete colinas”. En los actuales jardines vaticanos no hay un palmo de tierra que no haya sido bañado con sangre de mártires.

El día 19 de Julio del año 64, recibe Nerón en su confortable villa de Antium, al sur de Ostia, la noticia de que Roma estaba en llamas. Siete día duró el gigantesco incendio, incinerando diez de las catorce zonas de la metrópoli y dejando apenas intacta cuatro.

Cinco testimonios de la antigüedad,  fuera de sospechas, atribuyen a Nerón la autoría de tan monstruoso crimen: Tácito, Suetonio, Juvenal, Cassio Dio y Séneca. Deseoso de levantar una nueva capital del Imperio, el soberano no veía otra solución que no fuera destruir primero la antigua.

Mientras tanto, necesita de un “chivo expiatorio”, para hacer patente su inocencia de semejante iniquidad, y lanzó la culpa a la odiada “secta de los nazarenos”. El pueblo no sabía distinguir entre judíos y cristianos, religiones oriundas las dos de Palestina. Pero los israelitas, por intermedio de sus validos en la Corte, especialmente Tigelinus, Alytyrus y la influyente Popeia Sabina, supieron lanzar toda la culpa del incendio a los cristianos.

En medio del fragor de esa campaña anti-cristiana de parte del paganismo y del judaísmo, viene por primera vez de la pluma de un historiador gentil, el adorable nombre del Cristo, o como él escribe, “Chrestos”.

Jesús fue crucificado entre dos ladrones y por dos facinerosos es la Iglesia del Cristo apuntada en el mundo como el gran criminal del Imperio romano y enemigo mortal de la humanidad. A partir de ahí, dos gigantescas muelas trituran el cristianismo por espacio de tres siglos; pero no desapareció de la faz de la tierra ni renegó de su carácter, y éste es el más incomprensible de todos los hechos de la historia y el más insondable misterio de la Providencia divina. El incendio de Roma fue la señal de alarma para esa epopeya que barrió la Iglesia de la faz de la tierra, soterrándola al fondo de las catacumbas, de donde surgiría siglos después más fuerte y gloriosa que nunca.

Nerón, el comediante más cruel de la historia, ilumina los jardines públicos de Roma con antorchas vivas de centenas de cristianos, cubiertos de la “túnica molesta” (vestidos empapados en alquitrán), atados en los postes e incendiados, para alegría de la plebe de las chozas y palacios.

Para que la roca de la Iglesia no se cubra de limo y barro, es necesario sea incesantemente barrida por las espesas aguas de los escarnios y por los vendavales de la oposición.

Mil veces mejor una iglesia en la cruz que una iglesia en el salón.

Antes un cristianismo con los vestidos andrajosos y las carnes en llaga viva que un cristianismo con trajes de seda y nutrido con finas viandas.

Medio siglo de “paz podrida” es para la religión mayor desastre que tres siglos a hierro y fuego.

Un “único ministro de Dios” sin el espíritu del Cristo es más funesto a la Iglesia que todos los emperadores romanos, desde Nerón a Calígula hasta Decio y Diocleciano.

El reino de Dios y su gloria están clavados en la cruz.

Sigue en la Circular de Noviembre de 2007.

LA REALIDAD OCULTA.-

La persistencia de los rasgos heredados de nuestro pasado evolutivo explica la dificultad que encontramos en comprender a fondo nuestras propias actitudes y respuestas a las situaciones de la vida. Cuando Blas Pascal escribió en el siglo XVII que “el corazón tiene razones que la razón ignora”, admitió que muchos de los determinantes de la conducta no proceden de la razón consciente y escapan a su control. En el entramado del tejido humano hay imperativos fisiológicos y de conducta que ningún sistema de educación puede borrar. Algunos de ellos quedaron establecidos durante el desarrollo evolutivo y son compartidos por todos los miembros de la especie humana; otros surgieron a partir de experiencias tan antiguas que sus orígenes son inciertos.

En el festival del Cántaro que se celebra a orillas del Ganges en primavera, hombres de largos cabellos y barbas marchan llevando tridentes de grandes conchas de caracol que utilizan como cuernos soplando a su través, cantando con voz grave y deteniéndose de vez en cuando para reanudar la marcha todos juntos. Una repentina sensación de tradición arcaica que no se remonta a dos o tres mil años, sino a cincuenta mil. Una tribu de chamanes de montaña que se pone en camino, surgido de algún estrato del Pleistoceno. Y aún con la amenaza del cólera, millones de personas asisten anualmente al festival como si formaran parte de una procesión iniciada cientos de siglos atrás en algún santuario de la Edad de Piedra.

Los orígenes de ciertas tradiciones pueden atribuirse a la peculiaridad del entorno local. En zonas boscosas al norte de San Francisco (California) los indios yurok viven en las lagunas y en las desembocaduras de los pequeños ríos: son sedentarios y viven separados del resto del mundo. La escasez de alimentos les ha llevado a adoptar prudentes medidas de aprovisionamiento y a practicar un puritano dominio de sí mismos en todas las fases de conducta social, especialmente en la educación de los hijos. Sin embargo, la vida discurre en la callada y devota espera de aquella época del año en la que los salmones “vuelven a casa”, remontando el río Klamath. Durante esos días, ellos se vuelven sensuales e indulgentes, como si todos los lazos puritanos de su sociedad se hubieran roto. Los abundantes filetes de salmón parecen conferir a la tribu una disposición orgiástica equivalente al carnaval de los países de civilización grecorromana.

Incluso las personas más eruditas creyeron hasta el siglo XVI que los rasgos característicos de cada ser humano estaban determinados por los astros. Las personas nacidas bajo el signo de Júpiter, Saturno y Mercurio, se esperaba que mostraran respectivamente un temperamento jovial, saturnino y voluble. Con su fascinación por la antigua medicina griega, los médicos creían que los caracteres optimista, flemático, malhumorado e irascible podían atribuirse respectivamente a los efectos de la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra.

Estamos lejos de aquella antigua biología, pero nuestros puntos de vista sobre el temperamento todavía descansan en muchas suposiciones no probadas. En lugar de creer en influencias astrológicas, actualmente aceptamos la idea de que nuestro bagaje hereditario es transmitido de una generación a otra por medio de mecanismos químicos presentes en el núcleo de las células. En vez de explicar el temperamento como una combinación de los cuatro humores corporales, nos servimos de una complicada jerga para afirmar que los rasgos de una persona, incluida su conducta, son resultado de la influencia de los factores ambientales sobre las expresiones fenotípicas de su carga genética. Nuestra filosofía científica del hombre afirma de forma determinante que las características del desarrollo y de la conducta son consecuencia de la interacción entre herencia y entorno. Sin embargo, pocos son los científicos que creen sinceramente que los conceptos ortodoxos del determinismo sean suficientes para dar cuenta de la vida humana. Antes de hablar de esta espinosa cuestión, pasaré a considerar brevemente algunos de los problemas obvios y otros no tanto, que plantean las respuestas del hombre a su entorno.

Emerson (1803-1882) expresó la verdad biológica de que los rasgos físicos, mentales y de la conducta se ven profundamente afectados por el entorno y los acontecimientos. “Hay vicios e insensateces que inciden sobre poblaciones y épocas enteras. Los hombres se parecen más a sus contemporáneos que a sus progenitores”.

Nos parecemos a nuestros padres porque de ellos obtenemos nuestra constitución genética, pero normalmente nos parecemos más a nuestros contemporáneos porque compartimos el mismo entorno y, por lo tanto, estamos expuestos durante las fases críticas de la vida a las mismas condiciones. Es un hecho bien conocido que durante las últimas décadas los jóvenes han alcanzado considerablemente antes la madurez en todos aquellos países que han adoptado la forma de vida la de la civilización occidental. Los niños son más altos que hace un siglo, alcanzan la madurez sexual tres o cuatro años antes y, de adultos, son más corpulentos que sus predecesores. Este cambio en el índice de crecimiento es tan acentuado entre orientales como entre occidentales.

Los japoneses eran considerados como hombres de pequeña altura, pero actualmente muchos de sus adolescentes son tal altos como los europeos de su misma edad; naturalmente, esto no se debe a que haya habido algún cambio en la constitución genética de los nipones sino a las nuevas costumbres que han imperado en el Japón después de la postguerra.

Además del tamaño del cuerpo y de la edad en que se alcanza la madurez sexual, muchos otros rasgos biológicos y psicológicos del hombre se han visto afectados por el actual entorno urbano y tecnológico. Estos efectos influirán a su vez en la conducta humana y en las formas de civilización. A medida que los japoneses se hagan más altos y pesados, deberán modificar el tamaño y diseño de sus muebles, casas, escuelas, zonas de juegos y medios de transporte. Es probable que la cultura tradicional nipona resulte alterada por los efectos cada vez mayores de la vida moderna sobre la biología y psicología de los japoneses y que estas alteraciones modifiquen a su vez las condiciones bajo las cuales este pueblo evolucionará en el futuro.

La palabra entorno se refiere casi exclusivamente a las fuerzas físicas interceptadas por los órganos sensoriales y a las fuerzas sociales creadas por la comunidad. Pero toda la biología como la conducta humana están influidas por muchos otros factores que no por pasar desapercibidos son de acción menos intensa.

Los efectos del medio ambiente que no son observados por los órganos sensoriales suelen ser esquivos, y por ello se consideran de poca importancia. Podemos citar, los efectos de las ondas electromagnéticas de longitud distinta de las ondas luminosas, o los ritmos biológicos ajustados a los ciclos diario, lunar y estacional, efectos ambos que normalmente no son tenidos en cuenta. El medio ambiente que pueda percibirse no constituye más que una parte del entorno psicoquímico total.

Además, cada ser viviente habita en un mundo de percepción que le es propio. Un perro que olfatea la brisa o el rastro de un animal se halla en un mundo que un hombre o una rana difícilmente puede percibir. Un insecto en busca de pareja, un salmón que cruza el mar hacia su lugar de desove o un pájaro que explora el tronco de un árbol para extraer de él un insecto, utilizan claves que no tienen significado para las demás especies animales. Buena parte de los rasgos que constituyen la conducta están afectados por estímulos que hacen que el entorno perceptible sea diferente de especie a especie y de un organismo individual a otro.

Continúa en la Circular de Noviembre de 2007.

¿POR QUÉ EL DIABLO?

Cuando en la Bactria entra un extranjero es bien recibido; nadie le pregunta: “¿De dónde vienes? Sólo se le exige que contribuya al trabajo común y que participe de sus beneficios; si es una mujer o un niño se la mantiene. ¿Cómo no mantenerla, si hasta se recoge al animal pacífico que se ha extraviado del rebaño o de la casa? Su munificencia llega a más; cuando ha regado sus altas llanuras , dice el iraní al agua: “Vete a producir la vida y a refrescar esos países cálidos que encontrarás más abajo; transforma en jardines las tierras que recorras, que si tú te vas, las nubes ya nos traerán otra que te reemplace”.

Dado este modo de ser del persa, ¿cuál debía ser su enemigo? El enemigo del agricultor laborioso es el pastor nómada y vagabundo, ese hijo del desierto sin patria, sin propiedad, holgazán contemplativo, ladrón por instinto, que con sus animales tala el campo del labrador, destruyendo el doble de lo que utiliza. El pastor tártaro, jefe ecuestre de un ejército de pequeños caballos semisalvajes que galopan sobre los sembrados, abatiendo las mieses, tronchando las espigas, es su enemigo nato. Este es el centauro, mitad hombre, mitad caballo, contra quien tiene que apuntar sus flechas. Este es el soldado de Arimán, al que todo un ejército de animales y vegetales malos e impuros le ayudan. La cizaña, el hongo venenoso, el cardo con sus espinas, las estepas, el lobo, el chacal, el topo, la serpiente, el escorpión, la langosta y mil otros insectos y reptiles son sus auxiliadores. Sobre todo los asquerosos reptiles son los amigos predilectos del tártaro. ¡Con qué horror no mira el persa a esos dioses diabólicos, jaspedados de verde amarillo y negro, llenos de escamas por cuyas venas circula sangre fría, cuyas bocas lanzan virus mortales, habitantes rastreros del lodazal de los pantanos, compañeros de la peste, hijos de los malsanos y áridos países del Asia inferior y del África, de esa tierra donde hasta los hombres tienen el color de las tinieblas. En Babilonia tienen su imperio, que en esa ciudad maldita tiene Angromanyus el trono. Allí se le presta adoración y culto en el fondo de los subterráneos de los templos; allí se les da el tratamiento de “señores” como a los dioses y se les quema incienso y mirra. Y compara la Caldea a un inmenso reptil de dos cabezas: Nínive y Babilonia; reptil de escamas de oro, coronado de topacios, esmeraldas y rubíes, hambriento de carne humana, que continuamente traga.

Pero el iraní no combate solo con el ejército de Angromanyus; Ahura, le da toda una cohorte de buenos amigos para que con él comparta la fatiga de la lucha. Ei el maligno tiene para destruir la armonía de la creación, Akómano, el espíritu malvado; Andra, que trata de sembrar la tristeza y el pecado; Saurva, que empuja los reyes a la tiranía y los hombres al robo y al asesinato; encuentra el persa contra estos genios maléficos siete potestades, siete genios superiores del bien; siete virtudes protectoras que son: la Ciencia, la Bondad, la Pureza, el Valor, la Dulzura, y los genios de la vida, el Productor y el Vivificador. La primera de estas virtudes, la que en sí todas las resume es Ahura mismo. Contra los demonios que no cesan de atisbar la Naturaleza para oponerse a la regularidad de sus movimientos, tiene el hombre en su ayuda a los Yazatas, genios subordinados a los siete Ameshapentas que esparcidos por todo el Universo, velan para la conservación y funcionamiento regular de todos sus organismos, reparando los desastres  que sus enemigos, los demonios, producen. Luego le siguen los Fravarshis, almas aladas, espíritus humanos, que son las series de nuestros actos, que pasan sobre nosotros, haciéndonos continuar trabajando sin decaer el ánimo ni perder la fuerza. Y a los espíritus siguen los animales puros que nunca abandonan al hombre. El caballo blanco que patea al reptil y lo aplasta; el águila que se arroja sobre la serpiente, la agarra, la levanta en los aires, la hiere con el pico y luego la arroja a lo profundo de los mares; el perro que vigila de noche la casa y el rebaño, y se lanza sobre el chacal y el lobo, mientras con sus ladridos avisa del peligro que corren él y las reses; el almizclero que le da el remedio contra el gusano intestinal que le aniquila; el erizo que destruye las hormigas que le roban el trigo; y el gallo que le despierta por la mañana al saludar con su canto la reaparición de la luz en el espacio.

El persa, en este eterno combate, sabe que nada debe esperar de un ser superior, que él debe hacerlo todo; Ormuzd sólo avanza lo que él adelanta, que bastante hace con enviarle luz y vida. El héroe iraní no sucumbe ante la fatalidad; muy al contrario, la fatalidad es destruida por su trabajo. Así es que en la literatura no existe la tragedia, pues en la Bactria el Hado no domina al hombre, ni éste lo acata, al contrario, el Hade adverso que en sí Arimán sintetiza, es cada día vencido por el trabajo y la justicia; por lo que la literatura persa sólo tiene himnos y poemas; himnos que son cantos que dan vigor al ánimo y esperanza al corazón.

A Angromanyus no se le extermina sino convirtiéndolo en principio contrario; trabajar, crear, moverse, es combatirle; pues del que se mueve, trabaja y crea, huye la pereza y la miseria. Al principio del mundo Angromanyus lo era casi todo y Ahuramazda casi nada. Ahura, o sea la luz, al crear el mundo, hizo surgir a Angromanyus por pura antítesis de la creación; y fue potentísimo, pues la creación estaba poco avanzada y las fuerzas tendían a la destrucción. Pero avanzada ésta, los principios destructores se convertían en organizadores. Y luego, gracias al esfuerzo humano, Ahuramazda va creciendo continuamente, y día vendrá en que organizado todo el Universo, llegará a serlo todo. Su contrario entonces habrá dejado de ser por completo, pues el mal no es eterno.

¡Qué idea tan diferente de la que tuvo de Satán la Edad Media! Para la Iglesia, Satán, personificación del Mal, fue la Naturaleza inculta o cultivada, el movimiento, la acción, el trabajo, la idea, a la par que la mujer, la carne, las pasiones: para el misticismo el mundo era irremediablemente malo; no se podía ser bueno en él, sino sustrayéndose de él. Por eso Satán creció tanto; la conducta del asceta consistía en abandonarlo todo y huir, reconcentrarse en sí mismo hasta para su mente, para que no entrara en ella, pues le veía en todas partes. Por esto sólo desaparece hoy al desaparecer su personificación contraria. Ahuramazda en la Bactria, avanzando cada día con el esfuerzo del hombre organizador de la Naturaleza, convertía por fín a Angromanyus y los muertos resucitaban, pasaban a ser entre los vivientes y la Tierra bañada de luz se convertía en un paraíso. El noble iraní veía, aunque a través del mito, como la filosofía de la evolución, la Edad de Oro en frente, no en el pasado; el cielo, aquí en la Tierra, no encima de nosotros ni en otra vida. Podía equivocarse creyendo posible la realización del bien absoluto, pero como a tendencia estaba en lo cierto, así es que combatía con esperanza porque tenía el ánimo fortalecido por la seguridad del éxito que le daba tal creencia.

Si Zoroastro ha existido, ha sido el profeta más grande que han visto los siglos. Cada día, a cada paso vemos al hombre convertir el mal en bien. Todo lo que nos rodea, todos estos inventos, honra de la especie humana, que registran la  ciencia y la industria no son más que “diablos” convertidos en “ángeles” como diría un poeta. Lo es el aire que por la vela lleva a la nave a través de los mares, que por las aspas del molino convierte en harina el trigo, que por la columna barométrica nos indica por adelantado los cambios de la atmósfera; lo es el vapor y la electricidad que mueve los émbolos de la locomotora, de miles de máquinas diversas que sirven a infinidad de industrias, y la hélice del buque que navega a países remotos; lo es la electricidad que transporta ideas, acontecimientos e imágenes en pocos instantes de un polo a otro polo; lo es el metal que cuela el crisol y toma forma útil en segundos según el deseo de quien lo funde; lo son todos los venenos antes, y hoy medicamentos activos en manos de los investigadores, gracias a la química que ha enseñado su efecto bueno o malo se debe a la proporción en que se usan; lo es, en fin, todo lo que el hombre ha transformado, juntado, combinado, cortado o modificado, para dominar los elementos, someterlos a la acción de su cálculo y servirse de ellos.

Si la Iglesia con su sacra ignorancia no hubiese sentado que todo lo mundano era diabólico; si hubiese distinguido y dicho en consecuencia que lo diabólico e infernal era lo inculto, lo salvaje, y por lo tanto que la pereza acrecentaba al diablo, y que éste desaparecería con la Ciencia y el Trabajo; si sus ejercicios hubieran sido ideas y experimentos en lugar de ejercicios espirituales y exorcismos; si hubiese lanzado el humo del carbón en lugar del incienso, la sociedad se hallaría de seguro a mayor altura que hoy se halla. Pero el Dios de la Iglesia no es la Luz; su palabra no es continua en todo lo creado; le aturdía la palabra del hombre; sólo podía ser oído cuando éste callaba, y el santo silencio fue impuesto; y a pesar de esto el Dios no habló, había hablado una vez, el verbo sólo era momentáneo en su emisión, con una sola enunciación ya bastaba; el verbo continuo era un sacrilegio, era el Diablo que hacía a Dios la competencia.

Sigue en la Circular de Noviembre de 2007.

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También en horario de las 20.00 a las 20,30 horas, se reunirá un grupo para meditaciones por la paz de la Tierra, dirigidas por Amanda Reynés Salas.

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Cuando aún es la noche                         (poemas)

    Isla sonora                   (poemas)

    Sexo. La energía básica           (ensayo)

    El sermón de la montaña           (espiritualismo)

    Integración y evolución           (didáctico)

    33 meditaciones en Cristo         (mística)

    Rumbo a la Eternidad              (esotérico)

    La búsqueda del Ser               (esotérico)

    El cuerpo de Luz                  (esotérico)

    Los arcanos menores del Tarot     (cartomancia)

    Eva. Desnudo de un mito           (ensayo)

    Tres estudios de mujer            (psicológico)

    Misterios revelados de la Kábala      (mística)

    Los 32 Caminos del Árbol de la Vida   (mística)

    Reflexiones. La vida y los sueños     (ensayo)

    Enseñanzas de un Maestro ignorado (ensayo)

    Proceso a la espiritualidad           (ensayo)

    Manual del discípulo              (didáctico)

    Seducción y otros ensayos         (ensayos)

    Experiencias de amor              (místico)

    Las estaciones del amor           (filosófico)

Sobre la vida y la muerte         (filosófico)

Prosas últimas                    (pensamientos en prosa)

    Aforismos místicos y literarios       (aforismos)

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