ALCORAC

SALVADOR NAVARRO                              h

 

 

Dirigida a la Escuela de:

                        Mallorca

                        Las Palmas

                                                                                 

                                                                                  Circular nº VERANO , año XIII

                                                                                  Bunyola, 1º de Agosto de 2.007.

EL DESPERTAR ESPIRITUAL.-

Desde tiempos inmemoriales, los Iluminados han establecido una diferencia entre la búsqueda genuina del alma y la sed de fenómenos psíquicos y milagrosos. En las culturas sumerias y egipcias, hace más de cinco mil años, ya existían las pitonisas, los astrólogos, los curanderos de la mente, las brujas, etc. Desde entonces, una gran cantidad de hombres y mujeres han intentado sacar provecho de estas prácticas. Miles de ellos han intentado sobresalir en estas actividades a fin de adquirir poder, fortuna, los medios para comunicar con los espíritus, destruir a los enemigos, hacer milagros o prolongar la vida y vencer a la muerte.

Es posible que, en su tiempo, muchas personas se beneficiaran de los milagros atribuidos a Cristo, pero el impacto de sus enseñanzas y la historia de su vida todavía perduran. Hoy en día, uno de los principales factores de duda en cuanto a su existencia real se basa en los milagros que, según se dice, realizó y en el milagro de su nacimiento. Nada de lo que no coincida con la ley divina sobrevive por largo tiempo. Sus enseñanzas estaban conformes con estas leyes y por ello perduran. Sus milagros ya no tienen importancia, e incluso los racionalistas de nuestra época los rechazan.

La gente bien documentada no sólo rechazan los fenómenos que las Iglesias atribuyeron a Buda, a los adeptos del yoga y a los místicos, sino que los escépticos los utilizan como arma para atacar los fundamentos de la fe, cuyo misión consistía en darles fuerza.

Muchos de los milagros atribuidos a los hombres sagrados, como la levitación y el volar, la ciencia no sólo los ha duplicado sino que los ha rebasado. En los anales de los tiempos antiguos no hay nada relativo a los hechos milagrosos o mágicos de los hombres espirituales que se pueda comparar con los milagros realizados por el intelecto. El único milagro sin precedente que ha sobrevivido al ataque del tiempo es el de la reforma, la gran revolución del pensamiento y de la conducta de generaciones de seres humanos. Es el testimonio del consuelo y la fuerza otorgados al alma, al dolor y al sufrimiento, mitigados por la fe, y la esperanza les mantiene a través de la más negra desesperación en su marcha hacia un futuro. El consuelo y la fuerza son los medicamentos necesarios para que la mente humana mantenga la confianza y el valor a todo lo largo de la difícil ascensión evolutiva. Éste es el milagro que la ciencia no puede duplicar.

Esta vida  - este pensamiento, sentimiento, conocimiento, ser, que ha nacido, crecido y muerto -  es, de hecho, el milagro del universo. Es un destello procedente de un océano infinito de fuego, el rayo de un sol vivo de dimensiones ilimitadas, de un conocimiento sin límites y de una dicha que no puede ser expresada. Es un átomo inmortal procedente de un universo infinito de la conciencia. La vida debe tener su propia experiencia para saber cuál es su medida, a fin de vivir en paz y felicidad el tiempo que le ha sido asignado en la tierra.

Creo que esta es la meta a la que aspiramos todos nosotros, una meta establecida por la naturaleza, de la cual no es posible desviarse, a menos que paguemos un precio muy alto en sufrimientos. Nuestra carrera evolutiva está predestinada. Al transgredirla, sólo retrasamos la feliz culminación, pero no cambia o se adapta a nuestro gusto.

Creo que con este propósito estamos aquí tú y yo, para conocernos a nosotros mismos. Debemos saber la verdad. Este universo, hecho de materia, es sólo un enigma en el océano de la vida a la cual pertenecemos. Ésta es la razón por la cual todos los grandes maestros espirituales insisten en una vida nueva. Esta condición no la impone el hombre. Es el mandato de la conciencia colectiva de la raza; es la ley que la naturaleza dictamina y que nos permite atravesar los límites hacia una conciencia más elevada.

La vida es completamente absurda. Cada partícula de la misma te llevaría hacia una u otra experiencia y, sin embargo, toda experiencia oculta el mensaje último de la necesidad de trascenderla o liberarse de ella. Que uno deba liberarse de algo que no es necesario iniciar es totalmente absurdo. Entonces, ¿por qué molestarse en iniciarlo?

La Iluminación es el Despertar de la seriedad de la experiencia. No significa desesperarse o destruirse a uno mismo. La desesperación es algo serio, así como el suicidio. La autoindulgencia es seria, el esfuerzo estresante es serio, la disciplina es seria, el conocimiento es serio; la muerte, el sexo, la alimentación, todo es serio. Esta tendencia a sobrevivir, a continuar de forma independiente, es profundamente seria y, al mismo tiempo, es absurda porque debe ser trascendida. Para darse cuenta de que nada es necesario es preciso restituir la Iluminación al Humor Divino. Ninguna experiencia es necesaria. Es posible que la experiencia te atraiga y la repitas, o bien la trascienda. Lo uno o lo otro. Si has trascendido la experiencia, entonces ya no es necesaria. En cualquier caso, tanto si la experiencia continúa como si no, no tiene la más mínima importancia para ti, ya que la experiencia tocará a su fin con la muerte.

Tenemos la absurda ilusión de que hay un mundo objetivo “fuera” de la Conciencia. Es una conjetura totalmente falsa. No hay ningún mundo independiente de la conciencia. El mundo es una mutación de la Conciencia, una obra de teatro sobre la Conciencia. No tiene ninguna realidad independiente ni ninguna necesidad. Es tan sólo una posibilidad. Lo que la Conciencia hace en cada momento, basándose en la posibilidad, constituye el drama de la seriedad de la existencia. Cuando el mundo despierta a la su verdadera Posición, que es el más antiguo de los fenómenos, entonces está lleno de humor y la experiencia ya no es necesaria. Sólo existe la Iluminación, la Libertad Divina.

Continuamente estás imaginando que experimentas cosas objetivas, pero no es así. En realidad, tú no ves el objeto; por ejemplo, la lámpara que está ante ti. No es el objeto lo que ves. ¿No te parece evidente que lo que estás experimentando es un fenómeno del cerebro? No puedes ver la lámpara. Tú no estás dentro de la cabeza para mirarla. Un extraño fenómeno cerebral produce la sensación de que allí hay una lámpara. De todas formas, ¿dónde está? Una imagen reflejada gira en el globo ocular, los impulsos nerviosos y las corrientes eléctricas envían destellos a la corteza cerebral con el fin de construir una ilusión, una sensación, una idea. ¿Dónde está la objetividad? Es sólo una alucinación tuya. Tu propia mente. Es tu propia Conciencia, modificada por los elementos de la experiencia. Es la mente. La mente en sí es bastante inofensiva pero, en realidad, te ha absorbido tanto que has perdido el humor. Has perdido tu verdadera posición. No estás en buenas relaciones con la experiencia.

Tener buenas relaciones con la experiencia es existir como Conciencia Trascendental, la Propia Realidad, en la cual los fenómenos surgen sin necesidad, con humor. Tener malas relaciones con los fenómenos experimentales supone que eres una persona separada, una conciencia separada en medio de un mundo del que no sabes nada pero que, de alguna manera, te incluye, que es objetivo para ti y que está separado de ti. En este caso, te das cuenta de que la experiencia es un asunto muy serio. No te queda otra alternativa que someterte a ella, dejar que te atraiga y te atormente.

La vida espiritual no es otra cosa que la vida iluminada. En realidad, la vida espiritual no existe hasta que se alcanza la Iluminación o la séptima etapa de la vida. Todas las etapas anteriores de la vida son etapas de la experiencia, de donde extraemos la Intuición de la Verdad como disciplina para aportarla a la experiencia, trascendiendo así ese nivel de la experiencia. Acometemos este proceso paso a paso, practicando esta disciplina trascendental relativa a las muchas cualidades de la experiencia hasta que se trasciende toda posible experiencia. Sólo entonces recuperamos la Trascendencia y podemos vivir la vida Iluminada. La existencia es espiritual sólo cuando se vive desde el punto de vista de la Iluminación. Antes de despertar a esa disposición, la existencia en su verdadero sentido, no es espiritual. Es sencillamente una lucha contra el impulso de la experiencia contra la falta de humor de la experiencia, contra el motivo de sobrevivir como hasta ese momento en todos sus elementos e implicaciones.

Actuar o experimentar no es una actividad del presente. No tiene nada que ver con el presente el Momento Absoluto de la Existencia. Es el pasado. Toda experiencia pertenece al pasado. No hay nada nuevo y real en la mente que experimenta. La mente es simplemente memoria, recuerdo del pasado. No es perceptiva ni auténticamente sensible a nada. Es una recopilación mecánica de pautas. El cuerpo es exactamente igual a la mente pero, como pensamos tanto, imaginamos que la mente es algo diferente del cuerpo. En realidad, el cuerpo-mente es uno, una coincidencia simultánea. Así como la mente es un recuerdo del pasado, el cuerpo también es un recuerdo del pasado.

El cuerpo es el pasado. Es como una estrella: los destellos que ahora vemos fueron emitidos hace años luz. La forma actual de una estrella no es visible, ya que está tan lejos que la luz que hoy emite tarda eones en llegar. Asimismo, estos cuerpos son reflejos del pasado remoto. Actualmente no tienen ningún significado. Deben ser trascendidos antes de que Comprendamos el Presente o la Realidad Trascendental.

Sin embargo, esta comprensión sólo tiene lugar en la séptima etapa de la vida. Mucha gente lee y piensa acerca de las enseñanzas espirituales, y sus mentes balbucean las ideas tradicionales hasta el punto de creer que ya están iluminados. No obstante, nunca han llegado al sacrificio corporal, que es esencial para esta comprensión. No se trata de un relativo estado de serenidad mental. La Iluminación es una condición absoluta de la existencia que trasciende literalmente al cuerpo-mente. No es justamente la idea que tiene el cuerpo-mente lo que hace que se sienta mejor. Desde la óptica del Iluminado no existe ningún cuerpo-mente. Así pues, para entrar en la séptima etapa de la vida uno debe pasar por la más profunda e incluso terrorífica transformación. Eso no sucede casualmente por pensar un poco. Uno debe llegar al extremo de que el cuerpo-mente, la psique o la experiencia no tengan ninguna necesidad.

Hay una gran cantidad de personas estúpidas que creen estar Iluminadas cuando, en el mejor de los casos, un día se sienten bien. Ese mediocre sentido del placer no es la Iluminación. La Iluminación supone no pensar. No hay ninguna justificación racional para la Iluminación, ningún pensamiento lógico conduce a ella. Ella es el despertar trascendental, espontáneo, absoluto, libre de toda seriedad y necesidad de la existencia corporal y mental. La muerte, el cese de la experiencia, el de los estados de la mente, el cese del cuerpo, el cese del mundo, ya no es una amenaza. Significa la liberación completa de las implicaciones de todo ese horrible destino al que todos tememos profundamente. El ser Iluminado no se siente amenazado por eso. Ríe. Es libre.

Pero uno ha de pagar el precio de esta Liberta. No se trata de una actitud hacia el mundo, que uno disfruta desde una posición convencional de separación. Está la Conciencia Trascendental Radiante. Eso es la verdadera existencia y. si la Iluminación es verdadera, así se debe comprender. Cada vez que esta comprensión ha despertado, los fenómenos de la experiencia no son necesarios. Simplemente continúan existiendo, pero no decepcionan. La seriedad de una u otra clase de experiencia es la causante de la disuasión en todas las etapas de la vida que conducen a la séptima. La experiencia comienza en el nivel más bajo, donde la experiencia supone el miedo a perder el cuerpo y la profunda relación con la alimentación, así como la pérdida del apetito sexual. Estas experiencias caracterizan a la persona corriente, a la persona de clase más baja dentro del espectro de la existencia. Los místicos se aferran fuertemente a la espiritualidad experimental: visiones, destellos cerebrales, vibraciones en medio de la cabeza, trabajos artísticos producto de su imaginación, paz infinita sin un solo pensamiento o incluso sin ver ni pensar en nada y sin tener ninguna experiencia. Pero estas son las posibilidades, altas y bajas, que tienen los seres humanos en las primeras seis etapas de la vida.

Hoy en día, es posible encontrar en los supermercados espirituales mercancías tales como éstas: grabaciones hipnóticas, sesiones que tratan de vidas pasadas, ejercicios basados en ondas cerebrales Alfa, sonidos extra-sensoriales, diversos sistemas de meditación, etc., No obstante el “consumidor” espiritual deberías preguntarse: ¿Tiene todo esto algún valor? Si es así, ¿cuál? ¿Cuál es su utilidad?

Todos esos productos, servicios y sistemas mencionados tienen poco valor; sólo tienen valor para los neófitos, para las personas que acaban de descubrir la existencia de niveles más elevados del ser que la cultura ha negado y el sistema educativo occidental ha excluido. Pero hay una idea fundamental que es preciso comprender: el valor de los estados místicos y transformadores no reside en proporcionar una nueva conciencia, sino en deshacerse del experimentador. Deshacerse, esto es, de la conciencia egocéntrica que experimenta la vida desde un punto de vista establecido, auto-centralizado, en lugar de experimentarla desde la perspectiva libre y sin límites del sabio que conoce la infinitud operativa del hombre a través de una forma finita.

La Iluminación tampoco es un fantástico despliegue de fenómenos psíquicos o poderes paranormales. No es una visión que lo traslada a uno a un mundo celestial. No se trata de estar sentado en estado de trance e inmóvil mientras se experimenta un mundo interior lleno de fascinantes colores y sonidos, o bien de quedarse con la mente en blanco. La Iluminación incluye todo eso, pero también trasciende infinitamente todo eso. Cualquier cosa que no llegue a ser última no es la respuesta y todos los fenómenos son pasajeros.

Por lo tanto, a medida que el entusiasmo puesto en las soluciones rápidas, las máquinas de felicidad, los sistemas fáciles y las curas instantáneas del ego se desvanece sin resultados positivos, a medida que la palabrería comercial se desploma y se empieza a profundizar en la naturaleza de la transformación del sí-mismo y en la búsqueda espiritual, la gente queda confusa e insatisfecha. Y una vez más surge la pregunta: ¿Qué es la Iluminación?

La sabiduría perenne es la única respuesta a esta pregunta eterna. Esta es la meta del viaje espiritual; la comprensión radical que va directamente al corazón de la experiencia humana, iluminando todas sus facetas y eliminando toda duda sobre el estudio de la existencia y la naturaleza de la realidad. No se trata de un conocimiento real como el de sentir la sabiduría; no es omnisciencia, sino certeza.

La sabiduría perenne no cambia, la verdad es única. Todos los místicos, todas las tradiciones sagradas, están de acuerdo sobre el particular. Para todos ellos, la Iluminación es la esencia de la verdad. Aún más, es la esencia de la vida, la meta de toda plenitud, del desarrollo y de la evolución. Se trata de descubrir lo que realmente somos, la respuesta a las preguntas: ¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿A dónde voy? ¿Qué es la vida?

Paradójicamente, la respuesta que buscamos no es otra que lo que ya somos en esencia. Ser, la última totalidad, que es la fuente y el fundamento del Venir a Ser. La iluminación significa darse cuenta de la verdad del Ser. Algunos maestros, Buda entre ellos, prefirieron evitar los términos teístas a fin de poder comunicarse mejor. Trataron de evitar el condicionamiento cultural que conlleva tal lenguaje y que bloquea el entendimiento. Somos manifestaciones del Ser, pero, al igual que el Cosmos, también estamos sujetos al proceso de Llegar a Ser, estamos en constante transformación, desarrollo, crecimiento y evolución hacia estados cada vez más elevados que expresan con gran belleza la perfección del origen de la existencia. No solamente somos seres humanos, sino que estamos en el camino de serlo. La Iluminación consiste en comprender el perfecto equilibrio del Ser y el Venir a Ser.

La verdad de toda existencia y experiencia no es otra que el escueto aquí y ahora, el presente, la esencia suprema de eso que investiga, lucha y pregunta: Ser. El viaje espiritual es el proceso que consiste en descubrir y vivir esa verdad. Equivale al ojo que se ve a sí mismo, o mejor dicho, al Yo viéndose a Sí Mismo. La iluminación consiste en comprender la unidad de todas las dualidades, la armoniosa composición de todas las descomposiciones, la unicidad de la infinita multiplicidad y diversidad. En términos humanísticos consiste en comprender que el viaje es la enseñanza, que el camino y el destino son por fin lo mismo.

El hecho de percatarnos de que somos atemporales, sin limitaciones y por lo tanto cósmicamente libres, hace que desaparezca la ilusión de separación, así como todas las dolorosas y destructivas defensas que erigimos individual y socialmente, para preservar la ilusión del ego a expensas de los demás. Dice los Upanishad: “Habiéndose dado cuenta de que su propio ser es el ser, el hombre se hace desinteresado….Este es el gran misterio”.

Aunque esencialmente Somos, no somos estáticos. También somos activos, también Somos dentro del proceso de cambio auto-impuesto, lo cual se llama tradicionalmente “Llegar a Ser” o evolución cósmica. Sin embargo, la evolución es solamente un aspecto misterioso, subyacente a la creación. El otro es la involución, esa “exhalación” de Dios, ese “vacío” que crea el cosmos y transforma la Divinidad en materia para que pueda actuar en las etapas de desarrollo del conocimiento, desde la ignorancia, pasando por la simple conciencia, la auto-conciencia y la conciencia cósmica, hasta la Resurrección de la misma, al igual que el Uno en el Todo.

Estamos inmersos en la materia para evolucionar como Espíritus. Evolucionamos individualmente y como raza a través de los niveles de la existencia  - física, mental y espiritualmente -  los cuales en su naturaleza última no son más que eslabones de Dios, la Gran Cadena del Ser. La creación original del cosmos fue la materialización del Espíritu; todo lo que sigue es la espiritualización de la materia en todos los mundos, altos y bajos. Así, finalmente, somos Dios en un drama auto-impuesto, un drama en el cual una parte de Dios se “olvida” de sí misma, considerándose “perdida” y de ahí surge la motivación de ir en busca de la unión con el Todo. El proceso por el cual nos perdemos y olvidamos nuestra naturaleza divina es la involución, la caída en desgracia y la evolución; es el proceso por el cual nos encontramos a nosotros mismos, recordando nuestra verdadera condición; entonces la conciencia retorna a la divinidad.

Somos  como actores sonámbulos que representan un drama. Andamos por la vida desconociendo el hecho de que todo pertenece a la obra teatral de Dios. Despertar de ese drama es la Iluminación. Entonces se descubre que Dios es el autor, el actor y el escenógrafo de un drama inmensamente divertido. Pero ¿qué haces una vez despierto? Pues exactamente lo que acostumbras: vas a tus negocios y haces lo que normalmente se hace en el mundo, en todos los mundos. En cierto sentido, te conviertes en co-creador de Dios, “salvando” al Universo, haciendo todo lo posible para ayudar a que los demás vean la luz y el amor divino que resplandece sobre todas las cosas, de hecho, como todas las cosas.

La Iluminación es un proceso sin fin, no es un acontecimiento aislado. Es evidente que hay saltos cuánticos del conocimiento que marcan el campo espiritual, pero una blanca experiencia no hace ni un místico ni a un santo. Tanto es así que incluso los más elevados espiritualmente se han encontrado con que existen estados del Ser que trascienden su propio desarrollo. El tiempo de vivir es suficiente para alcanzar la Iluminación, pero no para completarla. Conocerse a sí mismo no es igual que transformarse a sí mismo. Por radical sea la comprensión de sí mismo, no es el final del viaje. Todavía nos esperan estados más elevados de desarrollo que nos llevan a más transformaciones dentro de nuestro destino evolutivo. Se sobreentiende que todas estas futuras etapas para Llegar a Ser son expresiones del infinito y eterno presente del Ser.

El hombre sencillo cree que la Iluminación consiste en tener visiones. La Iluminación es el entendimiento más sutil o tácito inexpresable. Gracias a ella, tienen lugar toda clase de mutaciones, pero la comprensión misma es tan fundamental, tan tácita, tan simple, tan directa, tan obvia, tan trascendental, que no tiene ninguna relación con ningún fenómeno experimental o basado en el conocimiento. Esta comprensión pude transmitirla el Maestro espiritual, pero la comprensión es totalmente tácita, perfecta, simple, directa. Cuando llegues a reconocer la Identidad Divina y la condición de la manifiesta existencia, entonces estarás Iluminado.

La Iluminación consiste en experimentar la expansión de nuestra conciencia más allá de sus límites. También se podría decir que la Iluminación consiste en darse cuenta de que no tenemos absolutamente ningún límite. Significa vivir un amor infinito e incondicional a la manera del amor divino.

Para experimentar la Iluminación por sí mismo, es preciso “leer” solamente el Gran Misterio, aunque haya que leerlo con el ojo de la contemplación, no con el de la razón, y de ninguna manera mediante los artilugios de la iluminación industrial. A pesar de que se busque con ahínco y esfuerzo, la Iluminación nunca se puede alcanzar, sólo se puede descubrir. Para ello, todos dependemos de lo que las tradiciones espirituales llaman gracia.

Sin embargo, la gracia abunda, lo cual es asombroso. En cada alto del camino la inteligencia universal provee de todo aquello que necesitas. Su único propósito consiste en despertar tu verdadera naturaleza. La Iluminación es tu derecho a nacer.

Y esto no es fácil. La gracia cae como la lluvia sobre todos, pero es necesario un “recipiente” apropiado para recogerla. El cambio de conciencia también requiere una preparación. Sin ella somos como las piedras sobre las cuales la lluvia resbala; con ella, nos convertimos en piedras trabajadas y vaciadas en forma de urna o cáliz, aptas para recoger lo que cae del cielo.

Tampoco es sencillo reclamar el derecho a nacer. En el camino espiritual hay muchos senderos adyacentes, que en realidad son caminos sin salida o trampas. Hay momentos en que la mente sufre trastornos, momentos de introspección y rupturas parciales, intervalos de extenuación y completa apatía y períodos de intensa lucha y duda. En estos momentos sólo la fe en la importancia definitiva del viaje espiritual te impulsa a seguir dando traspiés hacia delante.

Las tradiciones sagradas hacen más hincapié en una vida justa y en la percepción del momento presente que en describir con detalle mundos más elevados destinos al estudio intelectual. Ello no quiere decir que no existan; en realidad sí existen. ¿Qué significa esa sabiduría para el que busca la espiritualidad? Ésta es la respuesta: la realidad no cambia, pero tu percepción de la realidad cambia a medida que tu conciencia lo hace también. El conocimiento forma parte de la conciencia. La diferencia entre el antes y el después de la Iluminación reside en ti, no en la realidad. En ti está la limitación  - en tu conciencia – y cuando trasciendes estas limitaciones percibes la existencia de modo diferente. Tu sentido de la realidad cambia.

¿Es así de sencillo? No. Aunque se diga que comprendiendo el Sí Mismo se conoce todo el universo, no es tan simple. ¿Qué más se puede decir? La verdad es un paisaje sin caminos. Pero ¿por qué volver a inventar la rueda?

Decía el poeta T.S.  Eliot:

                            No cesaremos de explorar

                            y el final de nuestra exploración

                            será llegar donde empezamos            

                            y por primera vez conoceremos el lugar.

El sentido último de nuestro nacimiento es descubrir o comprender la Verdad de nuestra vida. Para ello, en primer lugar, se requiere observar, entender y trascendernos a nosotros mismos. Las siete etapas de la vida nos proporciona los medios para conocernos a nosotros mismos.

Sólo es posible conocer o comprender lo que es mediante la comprensión de sí mismo, lo cual no solamente se convierte en una simple información, sino en la trascendencia de sí mismo. Debemos ser capaces de conseguir el dominio de sí mismo y la libre participación en lo que es prioritario para nuestra propia condición.

Así pues, las siete etapas son los medios para medir nuestro crecimiento humano y espiritual, libre de los tabúes y prejuicios de la sociedad convencional tendentes a reforzar e incluso propagar muchos falsos enfoques que nos impiden comprender la Verdad de nuestra existencia.

La primera etapa de la vida, que va desde la concepción y el nacimiento hasta la edad de siete años, es la etapa de adaptación vital y psíquica al mundo en el cual la persona nace. El ser aprende cosas “sencillas” como fijar la vista, agarrar, manipular objetos, andar y hablar, asimilando y convirtiendo el alimento y la respiración en energía.

La segunda etapa de la vida corresponde al desarrollo, integración y coordinación de la dimensión emotivo-sexual, o del sentimiento del ser con el físico. La joven personalidad crece consciente de sí misma como ser social, compartiendo la vida con una amplia esfera de relaciones. Aprendemos a alinear el cuerpo, la emoción, el sentimiento y la respiración dentro de una comprensión de la predisposición al sacrificio o al amor. Comprender que el crecimiento emotivo y sexual en la segunda etapa corresponde al desarrollo del sistema glandular y hormonal del individuo. Hemos despertado a la dimensión sentimental del corazón.

La tercera etapa de la vida corresponde al desarrollo de la mente pensante, de la voluntad y la integración de las funciones vitales y físicas, emotivo-sexuales, mentalmente intencionadas. Las dos primeras etapas de la vida son adaptadas a una inteligencia práctica y analítica y a una voluntad e intención informada, adquiriéndose responsabilidad y control sobre la vida vital.

Esta etapa no marca o significa el fin del crecimiento del potencial humano. Sólo marca el despertar de la inteligencia auto-consciente y la tendencia a objetivos de supervivencia personal e individualista. En la tercera etapa, el hombre todavía no es verdaderamente humano. Sólo aporta la fuerza individual y la forma a la experiencia elemental y vital. Amplía el frenesí del sexo y la alimentación, de la mente, de los problemas y las soluciones.

El ser humano aparece en la cuarta etapa, en la cual las funciones vitales, elementales, emotivas, sexuales y mentales más bajas entran en el dominio del corazón. La Verdad se convierte en el principio de la conciencia y el crecimiento espiritual en una posibilidad.

Las primeras tres etapas se relacionan con los primeros veintiún años de vida, pero las cuatro últimas, no se pueden considerar en términos de límites de tiempo. Cada etapa se desarrolla como un proceso de adaptación a una óptica específica relativa a la totalidad de la experiencia.

La cuarta etapa y todas las siguientes no se conciben dentro de períodos fijos de tiempo. La duración de las etapas más elevadas de la vida depende de las cualidades del individuo y de su práctica espiritual.

La cuarta etapa marca el principio de nuestra humanidad. La profundidad psíquica del ser despierta y se adapta a una profunda intimidad con el Espíritu. Es la de la religión libre o la del sometimiento y adaptación a la Vida.

Madurar a través y más allá de la mecánica de las tres primeras etapas no significa envejecer y ser más sabio. La entrada en la cuarta etapa empieza por el despertar del psiquismo. La Fuerza de la Vida siente que existe independientemente del cuerpo-mente. Se comienza a disfrutar de las cualidades del amor y la fe.

La quinta etapa se relaciona con el aspecto místico de la espiritualidad. La atención del individuo se invierte hacia las experiencias interiores o subjetivas. La experiencia llega a una altura y la persona trasciende su fascinación por las formas mentales. La atención se extiende todavía fuera del corazón.

La sexta etapa es la profunda trascendencia de la mente. Marca la transición de la meditación esotérica a la de la atención en sí mismo, o sea, a la trascendencia del sentido de ser un sujeto en contra de objetos. La práctica consiste en hacer más profundo el sentido de la identificación con la conciencia anterior a la atención de los objetos.

Es la etapa básica en la cual se produce la transición de los conceptos terrenales y cósmicos, al concepto de Identidad con todos los seres y condiciones aparentes. El proceso del sacrificio del sí mismo se transforma, pasando de ser un esfuerzo que ayuda al desarrollo del conocimiento a un esfuerzo directo de completa trascendencia.

La atención sigue una dirección opuesta a los estados toscos y a los objetos del cuerpo-mente en dirección a su propia raíz, que es la Conciencia-Testigo. El resultado final es la comprensión condicional del Sí o la intuición del Ser.

En la séptima etapa, el individuo liberado considera que todo es una mutación del Ser. Ahora el Yo no se opone al mundo fenomenal. Se considera que el mundo surge continuamente en el Ser, que coexisten ambos. Hay una identificación natural con el Ser.

Esta etapa marca el natural desarrollo evolutivo de la existencia humana desde el nacimiento egoico hasta las etapas últimas de la comprensión de Dios. Se convierte en la base de la vida y la práctica espiritual, mediante el cultivo de la comunión de cada individuo con lo Divino. Todo crecimiento y evolución se libera de los dilemas de la infelicidad, del buscar y de las ilusiones que caracterizan las primeras seis etapas de la vida cuando se viven separadamente.

                               Atención: si desea suscribirse a las Circulares mensuales, así como recibir información sobre otras publicaciones,  libros, C. D.  y cintas para radio-cassette, dirigirse a:

                                               Salvador Navarro Zamorano

                                               Madre de Dios de la Nieve nº 8. Teléf. 971 – 61 33 92

                                               07110 - Bunyola (Mallorca).

                                               Antonio del P. Viera Almeida

                                               Edificio La Lajilla. Apartamento 106. Tfno. 609 - 58 91 48

                                               35120 - Arguineguín (Mogán) Gran Canaria.

                                               Jesús Navarro Sánchez

                                               Padre Cueto nº 22. Centro de Talasoterapia. Tfno. 928-27 11 70

                                               35008. Las Palmas de Gran Canaria.

 I N T E R E S A N T E

      Si estás interesado en leer alguno de los libros, Circulares atrasadas o cualquiera de mis escritos, puedes hacerlo contactando con  las páginas web de Internet, siguientes:

GOOGLE:

                        http://es.geocities.com/tsfc2006/

                        salvador navarro zamorano

 

 

 

LIBROS ON LINE

Salvador Navarro Zamorano

 

 

Integración y Evolución

Enseñanza de Jesús de Nazareth y Grandes Religiones

Aforismos

Reflexiones

Segundo Nacimiento

Kábala

PROSAS LIBRES

Aforismos (LIBRO COMPLETO)

 

Enlaces de Interés

 

 

Revista Alcorac

Fuego Cósmico

Entrevista con las hadas

La Cueva de los Cuentos

Diccionario Esotérico

El Unicornio

Filosofia del Arte

Como ser Don Quijote en el siglo XXI

Místicos