EINSTEIN

MÍSTICO Y CIENTÍFICO

ALCORAC

SALVADOR NAVARRO ZAMORANO

      

 

 

Dirigida a la Escuela de:

                        Mallorca

                        Las Palmas

                                                                                 

                                                                                  Circular nº 8 , año XIV

                                                                                  Bunyola, 1º de Agosto de 2.008.

 

 

 

A.EINSTEIN – MÍSTICO Y CIENTÍFICO.-

En la antigua Unión Soviética, en tiempos de Lenin, se hizo un gran silencio sobre la teoría de Einstein, porque los pontífices del Gobierno habían declarado que el átomo no podía ser dividido por ser la base de la materia y sin ella no habría materialismo, uno de los pilares del comunismo.

El hecho de que Einstein hablara tanto de Dios debió haber sido otro escándalo para el ateísmo militante de aquellos tiempos.

Einstein sabía que el átomo era el embrión del Universo; si fuese destruida esa célula madre del cosmos, sería algo así como una especie de cosmocídio ¿y no sería eso una obra anti-divina?

Durante mucho tiempo Einstein contempló su fórmula, pero en lo más profundo de su consciencia, una voz misteriosa le decía que un átomo dimensional y divisible no era atómico (palabra griega para lo indivisible). Y recordaba lo matemático de aquel otro átomo del que Demócrito hablara 400 años antes de Cristo: el átomo metafísico, que ningún hombre podía dividir ni destruir, el átomo sin dimensiones, puramente cualitativo, que es la verdadera base del Cosmos.

Más de una vez, el gran matemático se llenaba de profunda admiración por ese otro autor de la teoría atómica, el auténtico descubridor del átomo, base indestructible del Universo.

En un libro de Ronald W.Clark, sobre la vida de Einstein, escribe que la “tabla del tiempo” de su protagonista, no parece ser una cosa seria como parece a primera vista. “Ese pensamiento es religioso o deberíamos llamarlo el pensamiento religioso de Einstein”.

Aquí se toca un punto importante de la cuestión, que muchos sienten y pocos saben o se atreven a expresar. La teoría de Einstein está basada en una visión de “simultaneidad” e ignora tiempo y espacio; no obedece a un análisis de sucesividades, que conoce duración de tiempo y dimensión de espacio.

En tiempos de Enmanuel Kant, cuya vida tiene muchos puntos de contacto con la de Einstein, fue discutida la tradicional concepción de tiempo y espacio, y el solitario eremita de Koenigsberg, después de más de medio siglo de paciente incubación, hizo surgir la verdad de que tiempo y espacio son categorías subjetivas de nuestros sentidos, y no realidades objetivas del mundo exterior. Tiempo y espacio son para Kant como un par de gafas que forman parte de la naturaleza humana, a través de los cuales el hombre percibe todas las cosas; pero como el hombre ignora esos anteojos que llamamos tiempo y espacio, o sea, duración – dimensión, vive en la permanente ilusión de que esa doble sucesividad forma parte del mundo objetivo. Ya observaba Kant que nada es sucesivo en sí, sino que todo es sucesivo en mí; la falsa sucesividad está en mis sentidos, no en la realidad; esta es totalmente simultánea, independiente de tiempo (sucesividad duracional) y de espacio (sucesividad dimensional). La simultaneidad sin tiempo se llama “Eterno” (ausencia de tiempo), y la simultaneidad sin dimensiones se llama “Infinito” (ausencia de espacio).

¿Por qué el hombre es una permanente víctima de tiempo y espacio?

A fin de poder existir como individuo. Dice Aldous Huxley, que nuestros sentidos son válvulas de reducción y retención, gracias a las cuales el hombre existe como indivíduo (ex – sistir) = ser colocado hacia fuera). Si el hombre sufriese el impacto total de la Realidad, de la Luz Integral del Ser, sería aniquilado. El hombre existe gracias a sus limitaciones. Tiempo y espacio son como luces suavemente dosificadas para que el humano pueda soportarlas sin peligro para su existencia.

Volviendo a nuestro punto de partida, este libro afirma que esa visión de Einstein sobre tiempo y espacio es “su pensamiento religioso”. Repetidas veces, este autor afirma con este hecho paradojal, de que Einstein era un científico que hablaba mucho en Dios. Los científicos materialistas del siglo XIX evitaban cuidadosamente usar la palabra Dios, con miedo de que empañara el esplendor de su gloria de auténticos científicos serios. Ese pavor supersticioso de muchos hombres de ciencia occidentales no ocurre en oriente donde Dios y religión nada tiene que ver con teologías, sectas, iglesias, grupos sectarios, como muchas veces ocurre en occidente; en oriente Dios es el alma del Universo, la suprema y universal Realidad; y religión es la re-ligación consciente del hombre con ese poder infinito, perfectamente compatible con la ciencia del hombre. En oriente el verdadero sabio es el santo.

Cuando Clark presente a Einstein como un hombre profundamente religioso, es cuando ve en él en la idea de simultaneidad de tiempo y espacio, como su pensamiento religioso, en el verdadero sentido de re-ligar.

Einstein nunca fue sectario de ninguna especie, sino que fue un hombre profundamente religioso, en el sentido de matemática, metafísica y mística. Para los teólogos debió haber sido un ateo, pero para los verdaderos filósofos era un místico, en el buen sentido del término.

En su visión de simultaneidad de tiempo y espacio se encontraron en el espíritu de Einstein, la suprema y única Realidad de la matemática, la metafísica y la mística.

La constante insistencia que Einstein hizo en el hecho de que “el principio creador reside en las matemáticas”, es que la concentración en el Uno del Universo hizo descubrir las leyes del Verbo, ese hecho sólo es comprensible a la luz de la única y suprema Realidad del Universo, a lo que los hombres pueden dar cuantos nombres quisieren, pero que no deja de ser la única Realidad verdadera, en la cual los hombres contemplan tantos acontecimientos ilusorios.

Para el hombre profano y sin experiencia, el silencio es una simple ausencia de ruidos, especialmente ruidos físicos.

Y, como el ego humano vive en el ruido y del ruido, el silencio representa para el hombre común la muerte. El hombre corriente se ahoga literalmente en el océano pacífico del silencio. Un sacerdote fue interrogado sobre si hacía por la mañana una hora de silencio en meditación, respondiendo que si lo hiciera enloquecería. Otro afirmó que tenía la seguridad de que ni él ni nadie era capaz de hacer media hora de meditación.

Se oye hablar mucho sobre lo que Jesús dijo e hizo, pero no se habla nada sobre lo que no dijo ni hizo, por ejemplo, sobre los dieciocho años de silencio en Nazaret y sobre los cuarenta días de silencio en el desierto.

Moisés y Elías pasaron cuarenta días de silencio en soledad con Dios.

Francisco de Asís pasó meses enteros de silencio en las alturas del Monte Alverne, después de que tuviera la visión del Cristo crucificado y le imprimió sus llagas.

Pablo de Tarso, después de su conversión en el camino de Damasco, se retiró a los desiertos de Arabia, donde permaneció tres años en soledad con Dios.

La Orden de los Trapenses, uno de cuyos miembros, Thomas Merton, se hizo célebre por sus escritos, vivió prácticamente su vida en permanente silencio. En la Trapa, cerca de París, se puede ver este leyenda: “El pesar de vivir sin placer bien vale por el placer de morir sin pesar”.

Uno de los mayores tesoros que el cristianismo oficial perdió en estos últimos siglos, fue sin duda, el tesoro del silencio dinámico. Y, tal vez, sea una de las principales razones de su ineficacia en la sociedad humana.

Silencio es reserva y ruido es dispendio. Y quien tiene más gastos que ingresos, está abocado a la ruina, a la quiebra. Esta nuestra pobre humanidad de hoy está permanentemente en la ruina.

Cuando digo a mis lectores y oyentes que hagan periódicamente Retiros de Silencio de tres o nueve días de total silencio, piensa que padezco de alguna enfermedad mental.

La razón de este horror al silencio es el concepto radicalmente falso sobre el silencio.

El hombre común entiende por silencio no hablar ni escuchar nada. Otros, más avanzados, incluyen en el silencio la ausencia de ruido mental y emocional, nada de pensar ni desear.

Pero entre mil personas no encontramos una que entienda por silencio una grandiosa actitud de presencia cósmica o una fascinante plenitud universal.  Sólo piensan en el silencio como ausencia y como vacuidad y, como la Naturaleza tiene miedo a la ausencia y al vacío, esos inexpertos no pueden amar ni querer bien al silencio, que no les parece fecundación y enriquecimiento del alma.

Hasta que el hombre no pueda escuchar en su interior la voz de los Maestros, debe ser totalmente sordo a los ruidos profanos. (Ver “Luz en el Sendero” de Mabel Collins).

Mientras el hombre viva en la falsa concepción, que casi todos aprendemos en los colegios y las iglesias, de que la meditación consiste en analizar determinados textos sagrados, todas las puertas estarán cerradas y nunca aprenderemos el divino arte del silencio fecundo y enriquecedor.

Sigue en la Circular de Septiembre de 2008.

LA REALIDAD OCULTA.-

Aunque sorprenda a las generaciones de las excavadoras y los tractores, los cambios profundos en los paisajes de la Tierra tuvieron lugar hace miles de años. Fueron obras de unos pocos millones de hombres que, por espacio de más de doscientas generaciones trabajaron con los útiles y técnicas del Neolítico y de la Edad de Bronce. Es cierto que en las últimas décadas se han construido más fábricas y autopistas que en toda la historia de la humanidad. También es cierto que la tecnología permite a mayor número de hombres moverse con mayor rapidez y a mayor distancia que en ninguna otra época. Pero es posible que estos logros no tengan consecuencias tan profundas o duraderas como las que supuso en los primeros balbuceos de la civilización, la conversión de las tierras vírgenes en tierras de cultivo.

Antes de que el hombre del Neolítico sometiese a los ríos y comenzara a hacer uso del riego, los valles del Éufrates y del Nilo no eran más que pantanos y cañaverales muy poco prometedores e infestados de animales salvajes. Fue aquélla una empresa colosal que se llevó a cabo principalmente a base de fuerza bruta. Hubo que drenar pantanos mediante canales, contener la violencia de las riadas mediante diques, desbrozar la maleza y exterminar a los animales que en ella se guarecían. Como correctivo al engreimiento de la tecnología moderna, es bueno recordar que hacia el año 2000 a.C. las civilizaciones del Mediterráneo oriental que disponían de sistemas de riego habían inventado la cestería, el telar y la alfarería, aprovechado la fuerza de los bueyes y del viento, construido barcos veleros y vehículos con ruedas, aprendido a utilizar la mayoría de metales no ferrosos, etc. El arco, el calendario solar, las notaciones numéricas y la mayoría de las instituciones sociales de la vida actual datan de esta Era, la más fructífera de la historia de la humanidad. Cuando los egipcios inventaron el arado, proporcionaron a la humanidad la innovación tecnológica que más profunda y perdurablemente ha influido en la configuración de la superficie terrestre.

Hasta los tiempos del Neolítico, las regiones templadas de la Tierra estuvieron cubiertas de bosques, y aún lo estarían de no haber sido por la intervención del hombre. En Europa, el uso del fuego y la cría de ganado que durante más de cien generaciones practicaron los campesinos hizo que, a comienzos de la Edad Media, se hubiera completado casi del todo la creación de tierras de cultivo. En Norteamérica, los incendios debidos a las tribus indias de cultura preagrícola jugaron un destacado papel en la transformación del bosque original en las actuales praderas. Allí donde se establecía el hombre convertía el bosque primitivo en un paisaje pastoril.

El primer hombre que llamó la atención sobre el impacto destructivo de la actividad humana fue George Perkins Marsh (1801-1882), un jurista que acabó por dedicar todos sus esfuerzos al conservacionismo. En su libro Man and Nature (La acción del hombre como agente modificador de la Tierra. Una nueva edición de “El hombre y la naturaleza”), Marsh asegura que, dondequiera que tuviera lugar, la intervención del hombre dejaba una huella indeleble en la naturaleza. “No se ha volteado un solo terrón ni dado un solo golpe de azada sin dejar constancia de las fatigas y aspiraciones humanas que tal acto conlleva”. Aunque, según lo dicho, las transformaciones de la naturaleza debidas a las primeras actividades humanas han tenido consecuencias permanentes, no todas han sido deseables. El fuego y el ganado permitieron al hombre romper las grandes barreras forestales de la Europa del Norte y crear ricos terrenos de labranzas, pero el resultado final de estas y otras técnicas de deforestación fue destructivo, pues supuso la erosión total del terreno en muchas partes del mundo. Como se dice en la poesía china, las hoy peladas montañas de la China central y septentrional fueron antes ricos bosques. Existen pruebas de que los desiertos del Oriente Medio son en su mayoría producto de un exceso de apacentamiento que se dio hace aproximadamente cuatro mil años. En Critias, Platón describe los efectos de la deforestación sobre el paisaje griego: “Los aguaceros arrastraron la tierra montaña abajo hasta hacerla caer al mar” y el Ática se convirtió en “el esqueleto de un cuerpo enflaquecido por la enfermedad”. Platón describe luego los extensos bosques que tiempo atrás cubrían las montañas y proporcionaban forraje a los animales, conteniendo y canalizando el agua en torrentes y ríos: “El agua no se perdía, tal como ocurre hoy, discurriendo sobre el terreno desnudo hasta el mar”. La extensión de estos bosques, muchos de los cuales habían sido talados, fue revelada por los vestigios que aún hoy prevalecen y por la situación de los santuarios que se erigían junto a las fuentes de los arroyos y ríos.

Es probable que, como ya hemos mencionado, los cazadores-recolectores de comienzos de la Edad de Piedra consiguieran alimento suficiente en unas pocas horas de trabajo diario. Sin embargo, desde el período Neolítico hasta el siglo actual, la supervivencia humana ha dependido en gran parte de las exigentes labores del campo. El hombre ha dedicado la mayor parte de su tiempo, de su energía y de su talento a limpiar los bosques, atender el ganado, labrar la tierra y construir paredes con las piedras sacadas de los campos. Paisajes que a nosotros nos parecen naturales y eternos porque apenas han cambiado desde los comienzos de la historia, son en realidad obra del hombre. Fueron moldeados por culturas más antiguas que la historia escrita.

A juzgar por los datos arqueológicos, los hombres primitivos evitaban los bosques espesos y los terrenos pantanosos para instalarse preferentemente en campo abierto y en colinas. Es probable que la civilización surgiera en zonas de greda y caliza por la sencilla razón de que los terrenos que disponían de buen drenaje eran más saludables y fáciles de cultivar que los llanos de aluvión. La influencia de los factores geológicos y topográficos sobre la evolución de las colonias humanas puede apreciarse con claridad en la prehistoria de Inglaterra. Las mesetas permeables fueron ocupadas al principio de la Edad de Piedra y desde entonces no han estado nunca despobladas. Con ayuda de fotografías aéreas tomadas recientemente se ha podido determinar que los hombres de la Edad de Bronce vivieron también en ciertos valles, como los bancales arenosos de los ríos. No obstante, los antiguos celtas poblaron sólo escasamente la parte inferior del valle del Támesis, a pesar de su potencial fertilidad, probablemente porque estas tierras arcillosas e impermeables, eran poco saludables y difíciles de arar. Posteriormente, la tecnología de que disponían romanos y sajones les permitió desarraigar los densos robledos que a su llegada cubría el arcilloso suelo del valle. A partir de entonces, la civilización se desplazó del valle de Salisbury a la parte baja del valle del Támesis a medida que éste iba siendo deforestado.

Las actividades del hombre moderno rara vez logran borrar huellas que sobre la tierra dejó el trabajo de sus antepasados. En Europa occidental se ha podido confirmar mediante fotografías aéreas que, de acuerdo con antiguos documentos, gran parte de la tierra de cultivo fue creada por los pobladores del Neolítico, que hace miles de años limpiaron los bosques y roturaron la capa superficial de la tierra. Muchas carreteras son también de origen muy antiguo. Nada menos que en la Edad de Piedra se habían abierto vías de comunicación que recorrían Europa y llegaban incluso hasta Asia. Un sistema vial de enorme extensión recorría Liberia, atravesaba los llanos de Rusia y Alemania, cruzaba el Sena por la isla que luego se convertiría en París, el valle de Loira por las inmediaciones de Poitiers, los Pirineos por Roncesvalles y se extendía después por España, hasta alcanzar tal vez el norte de África.

Sigue en la Circular de Septiembre de 2008.

¿QUÉ ES EL DIABLO?

En esto la Escuela de Alejandría da a luz varias obras para explicar estos intermediarios, agentes de los fenómenos de la Naturaleza, que el Arte sagrado puede subordinar. Plotino explica en un tratado especial las relaciones de los demonios con los hombres, y la manera de unirse a ellos en la práctica de la Teurgia. (Hay que tener en cuenta que los demonios de Plotino son sólo genios de la Naturaleza). Porfirio dice que: “la luz es el vehículo celeste de las almas que bajan a la tierra a animar las semillas de las plantas o a incorporarse a los gérmenes de los animales”. Jámblico escribe un libro que es a la vez el evangelio de la Teurgia y el Código de la Magia, y en él la receta para escapar del Mal. “Para unirse a la Divinidad, - dice – no son precisos los conocimientos racionales, sino ciertas ceremonias místicas, palabras secretas y símbolos. El don divino está reservado únicamente a los sacerdotes e iniciados”. Y luego nos explica lo que Hermes Trimegisto dijo, y lo que es la Filosofía Hermética, la cual inspira luego a los poetas y surgen los poemas “Espargíricos”. Otros desarrollan la teoría denominada “Cadena de Homero”. La leña atrae al fuego; al fuego lo acrecienta el aire; al aire el pulmón lo absorbe, etc., a semejanza de estas atracciones, existen en la Naturaleza una serie de movimientos ascendentes por medio de los cuales los seres inferiores se comunican con los superiores. Así los minerales, los animales, los hombres, se relacionan perpetuamente con los astros. En el orden natural todos los cuerpos similares se atraen; todo lo que cae bajo nuestros sentidos tiene su correlación sideral. A cada inteligencia corresponde un astro, pues que el alma y el astro pertenecen ambos al orden celeste. Todos los objetos del Universo tienen entre sí su relación simpática, pues todos emanan de la Providencia; el que sepa hallar esta correspondencia, este hilo, a ella llegará forzosamente; él será en la tierra un Dios y el mal ya no será posible en su persona.

Esto vino a ser la filosofía de las ciencias ocultas en esta época. Las ideas pitagóricas y la Cábala, dieron la idea del medio de hallar la relación, el hilo, como decían los herméticos. Como en Caldea se dio gran preponderancia al nombre sobre la cosa, y a las letras sobre los nombres. A la A, primera letra de todos los alfabetos entonces conocidos, se le juntan las últimas de cada uno de los abecedarios latino, griego y hebreo y resulta Azoth. Esta debía ser la clave de la vida, de la salud y de la riqueza del hombre. El Abracadabra, escrito en triángulo, varias líneas que se interceptan mutuamente, y los números 3, 7 y 9, vinieron a ser también la clave de mil prodigios. Y mientras tales prodigios se buscaban con avidez por unos, considerándolos como el mayor bien posible, las diversas sectas de una nueva religión, que se debatían para explicar el origen del Mal entre los hombres y la manera de poder salvarlos, iban conquistando el mundo y estaban próximas a absorberlo todo.

El egoísmo ha sido en la historia uno de los factores de la evolución progresiva. Para saber el destino, para tener poder sobre los demás, para hacer sufrir a los adversarios o aumentar los propios goces, se cultivó la Magia y practicada con tan bajos fines, se transformó en Alquimia. Y la Alquimia, evocando al Diablo, en pos de oro o de un quimérico elixir que prolongara a voluntad nuestra existencia, se volvió Química. La idea egoísta de mandar en lo creado, en provecho exclusivo de una persona, y para fines casi siempre inmorales, fue sólo el presentimiento anticipado que tuvo la Edad Antigua de la subordinación de la Naturaleza a la Humanidad, Buscando venenos, se hallaron medicamentos, buscando oro se encontró lo que ha producido valores que todo el oro de la Tierra no puede representar. Buscando el mal exclusivamente para unos cuantos se ha encontrado el bien para todos.

Hemos acabado el estudio de la evolución de la idea del Mal en la adoración de la Naturaleza. Hemos seriado los elementos que contribuyeron a determinar las formas que afectó en el judaísmo, y en el politeísmo greco-romano. Vamos a estudiar esta misma idea en la adoración de lo abstracto, ver las confluencias filosóficas que la formaron, y apreciando todas las convergentes expuestas hasta aquí, influencias orientales más o menos directas, elementos judaicos y elementos griegos, de todo lo cual surgió el cristianismo, exponer cómo la idea del Mal se presentó en él y como fue personificada.

FIN DE LA PRIMERA PARTE

Sigue en la Circular de Septiembre

EL LENGUAJE COMO METÁFORA.-

Porque el mito es un ser híbrido que proviene al mismo tiempo del discurso y del símbolo. Es la introducción de la unicidad del relato en líneas y la pluralidad de la semántica. La forma no es la estructura y en un mito una afinidad cualitativa contribuye para agrupar imágenes y símbolos. El valor semántico de un sólo término entraña el sentido de todo diacronismo y de las relaciones sincrónicas. Y si podemos reducir mitos y complejos a algunos tipos singulares, estos no son relaciones funcionales, sino estructuras semánticas y figurativas. Esto es tan cierto que no se puede separar una forma cualquier de la actividad humana de sus estructuras intencionales profundas.

En toda solemnidad festiva la Poesía estaba presente en los cultos religiosos, puesto que, como la palabra es oriunda de los dioses, el poeta cantor, como adivino, era quien tenía la capacidad de descifrarla. La fiesta otorga a una comunidad su participación en el orden de la Vida, en la cual cada miembro, evocando lo Sagrado, se renueva, sin dejar de pertenecer a una colectividad. En ella despunta el rito y el símbolo que, teniendo como centro una Divinidad o animal asociado a un determinado tipo de comportamiento, reacciona conforme el momento les solicita. Es el primer nivel de asociación que remite a lo celestial. El Lenguaje aparece como Mito y este, formándose discurso, es Metáfora que carga en sí los símbolos de la unión primordial.

El orden, la inserción en la totalidad cósmica, la unidad entre el Hombre y aquello que lo circunda, la dialéctica entre la presencia de los dioses y lo Sagrado, eternos en medio de la multiplicidad de los entes, son en líneas generales elementos fundamentales del pensamiento y mundo mítico. Estos son pasados por imágenes y sonidos, por el ritmo contenido en la danza y canto rituales, por la traslación espacial, geográfica y corporal, por la instauración de los entes en el ámbito de la transformación, un retrato que retrasa la propia circularidad y mutabilidad de la Naturaleza, sonora y silenciosa, cuya armonía es alcanzada por la existencia humana en medio de los entes y por su postura ante este modelo, para la edificación de la Verdad.

El mito aparece siempre como un esfuerzo para adaptar la evolución en el discurso al sincronismo de los acoplamientos simbólicos o de las oposiciones dialécticas. Por eso, todo mito tiene como estructura de base o como infraestructura, la distribución sintética que intenta organizar en el tiempo del discurso la intemporalidad de los símbolos. Esto hace que al lado de la singularidad extrema del Logos, el Mito aparezca siempre como el terreno que escapa como paradoja a la racionalidad del discurso. El absurdo del mito, como del sueño, no procede sino de la sobredeterminación de sus motivos explicativos. Y la fuerza que agrupa los símbolos escapa a cualquier formalidad. Al ser el mito una síntesis, concentra en sí mismo los mayores significados posibles. En ninguna parte mejor que en el mito se ve actuar el esfuerzo sintético del discurso que viene a quebrarse en las redundancias de la semántica, dado que en el discurso resiste la inmutabilidad de los arquetipos y símbolos.

Cuando la comunidad se reúne para celebrar un determinado evento que contiene en sí los gérmenes de restauración del rito y orden cósmico, el cuerpo moviéndose, acompañado por las palmas de las manos, al ritmo de instrumentos musicales, canta su integración y descubrimiento emotivo e imaginativo de lo real y celebrándolo, recibe de regalo la eclosión del Lenguaje. Todo se impregnaba por los símbolos que unían Hombre y acontecimiento, al Ser rememorado.

El pasaje de las sensaciones a las normas que controlan, estableciendo los vínculos comunitarios a los entes naturales o divinos, conteniendo en sí la captación de los ejes significativos que miden el cuerpo humano en el mundo, se hacen cuerpo en Metáforas. La palabra cantada se torna así fundamentalmente poética: emergencia en el ámbito de lo significativamente cósmico, por intermedio de la apertura y del reracionamiento existencia del Hombre con el Ser. Superando la cadena de lo visible, el Hombre penetra en las profundidades misteriosas de los entes, identificándolos y diferenciándolos: determina sus contornos, su constancia arraigada en la Memoria, que une la palabra a su sentido, evocando el contexto mismo de su adviento que incluye y agrupa elementos en el plano al cual la asociación de ideas le remite. Un significado evoca y envuelve la relación comunitaria con una circunstancia: es determinación que abarca un todo.

La Metáfora surge como raíz del Lenguaje que se instaura en la repetición de las palabras que delinean nominaciones y rompen los cerrojos que contiene el lenguaje poético, en el seno del cual una primera tentativa envía las imágenes simbólicas a sentidos figurados que conciernen a lo esencial. Esta reunión de una cosa a otra es la cimentación del Lenguaje, reveladora de la unidad del cosmos mítico y del ámbito vital, en el cual una comunidad establece su ligazón con todo aquello que la rodea. El Lenguaje implica así siempre la experiencia y el intercambio del Hombre con su medio ambiente.

El Mito es en sí mismo la Metáfora que, girando en círculo y repetidamente en su origen, rompe el Espacio envolvente de lo que se restringe a los signos, tornándose arquetipo que, rompiendo con la mutabilidad, alcanza lo esencial así como lo subyacente.

Sea como fuere, por la duplicidad de su carácter discursivo y redundante, cualquier mito implica estructuras sintéticas: se sabe de sobra que todo mito es una búsqueda del tiempo perdido y, sobre todo, esfuerzo comprensivo de reconciliación con el eufemismo de un tiempo y con la muerte vencida o transmutada en aventura paradisíaca; así se manifiesta el sentido inductor último de todos los grandes mitos. Y el sentido del mito en particular no hace más que remitirnos al significado de lo imaginario en general.

Sigue en la Circular de Septiembre de 2008.

I N T E R E S A N T E

Si estás interesado en leer alguno de los libros, Circulares atrasadas o cualquiera de mis escritos, puedes hacerlo contactando con  las páginas web de Internet, siguientes:

OBRAS PUBLICADAS

Entre el silencio y los sueños (poemas)
Cuando aún es la noche (poemas)
Isla sonora (poemas)
Sexo. La energía básica  (ensayo)
El sermón de la montaña (espiritualismo)
Integración y evolución (didáctico)
33 meditaciones en Cristo  (mística)
Rumbo a la Eternidad  (esotérico)
La búsqueda del Ser (esotérico)
El cuerpo de Luz  (esotérico)
Los arcanos menores del Tarot  (cartomancia)
Eva. Desnudo de un mito (ensayo)
Tres estudios de mujer (psicológico)
Misterios revelados de la Kábala  (mística)
Los 32 Caminos del Árbol de la Vida (mística)
Reflexiones. La vida y los sueños   (ensayo)
Enseñanzas de un Maestro ignorado (ensayo)
Proceso a la espiritualidad (ensayo)
Manual del discípulo  (didáctico)
Seducción y otros ensayos (ensayos)
Experiencias de amor (místico)
Las estaciones del amor (filosófico)
Sobre la vida y la muerte (filosófico)
Prosas últimas   (pensamientos en prosa)
Aforismos místicos y literarios (aforismos)
Lecciones de una Escuela de Misterios (didáctico)
Monólogo de un hombre-dios (ensayo)
Cuentos de almas y amor (Cuentos) Isabel Navarro /Quintín
Desechos Humanos (Narración) Ruben Ávila/Isabel Navarro
Nueva Narrativa (Narraciones y poesía)Isabel Navarro/Q
Ensayo para una sola voz (Ensayo)
En el principio fue la Magia   (ensayo)
La puerta de los dioses   (ensayo)
La Memoria del tiempo Cuentos,Poesía Toni Coll/Isabel Nav.
El camino del Mago Ensayo Salvador&Quintín
Crónicas Ensayo Salvador&Quintín

  

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