ALCORAC

Salvador Navarro

 

 

 

                                                  

Dirigida a la Escuela de:

                        Mallorca

                        Las Palmas

                                                                                 

                                                                                  Circular nº 8, año XIII

                                                                                  Bunyola, 1º de Agosto de 2.007.

VIDA DE SAN PABLO.-

Onésimo abre sus grandes ojos negros y escucha en silencio.

“Dios se hizo hombre  - prosigue Pablo -  se hizo esclavo y víctima, permitió lo crucificaran por amor a nosotros. Esclavo no es aquél que sirve a los otros, que carga cadenas y grilletes; pero sí el hombre que está a merced de sus pasiones, su orgullos, sus ambiciones y su sensualidad. Libre es aquél que es señor de sí mismo y solamente obedece a Dios y sus representantes. Él, Pablo, a pesar de encadenado (Onésimo contempla las cadenas que le ciñe las muñecas), se siente más libre ahora que hace treinta años atrás, cuando llevado por la ambición iba a Damasco para prender y matar a los discípulos del Nazareno.

El esclavo escucha pensativo tan extrañas palabras y acaba por hacer profesión de fe en el Cristo. Pide el bautismo.

Pablo toma con las manos encadenadas el tosco jarro de agua junto a la pared y deja caer el agua sobre la frente del catecúmeno en señal de consagración al Cristo.

Un ósculo de fraternidad cristiana termina la ceremonia en la cárcel de Roma. Pablo y Onésimo son hermanos  - la gracia de Dios nivela edades y condiciones sociales.

¿Y ahora? ¿Conservar al neófito consigo, en Roma? ¿Enviarlo a Filemón?

No. Para Pablo hay una firme correspondencia entre religión y moral. El paganismo divorciaba las dos cosas, yuxtaponiendo la una a la otra; aquí la religión, allá la moral. Un sujeto podía ser altamente religioso y al mismo tiempo profundamente moral  - tanto era así que había dioses morales e inmorales.

En Pablo, como en la vida de todo cristiano sincero y genuino, la moral o mejor, la ética, es la flor de la espiritualidad. Por eso, insiste Pablo con Onésimo, para que vuelva a Coloses, confiese su culpa, acepte el castigo y supla con duplicada fidelidad las faltas del pasado. En cuanto a la importancia de lo robado, Pablo se entendería después con Filemón.

Respeta el apóstol los conceptos sociales en vigor; no se juzga en la obligación de abolir la esclavitud de un día para otro. En vez de formarse como pregonero de un nuevo orden social y propugnar una súbita revolución de los usos y costumbres de la época, prefiere el prudente sociólogo preparar el terreno para una solución paulatina y suave del magno problema.

Hace ver a Filemón que, aunque dueño y señor de Onésimo, debe tratarlo como amigo, una vez que el siervo es de la misma naturaleza que su amo, y esto con dobladas razones, después que Onésimo se había tornado en su hermano en Cristo.

La intercesión de Pablo por el esclavo fugitivo es una obra prima de psicología.

“Por lo cual, aunque tendría plena libertad en Cristo para ordenarte lo que convenga, mas prefiero apelar a tu caridad. Siendo el que soy, Pablo, anciano y ahora prisionero de Cristo Jesús, te suplico por mi hijo, a quien entre cadenas engendré, por Onésimo, un tiempo inútil para ti, más ahora para tú y para mí muy útil, que te remito; a él, es decir, mis entrañas. Quería retenerlo junto a mí para que en tu lugar me sirviera en mi prisión por el Evangelio; pero sin tu consentimiento nada he querido hacer, a fin de que ese favor no me lo hicieras por necesidad, sino por voluntad”. (Epístola a Filemón 8-14)-

¡Qué hermosa escala de motivos!

El apóstol no hace valor su derecho, que tenía como padre espiritual de Filemón: solamente pide. ¿Quién es el que puede?

Primero: “Yo, Pablo”.

Segundo: “Yo, que soy viejo”.

Tercero: “Yo, el prisionero del Cristo”

Ruega ¿por quién?

“por mi hijo, Onésimo, que generé entre cadenas”.

Al oír el nombre “Onésimo”, así le parece a Pablo, arrugaría el entrecejo, y luego el apóstol acude con un gracioso juego de palabras, basado en la palabra “Onésimo” que quiere decir “útil”.

“Tiempo hubo en que fue inúitil  (un “no-Onésimo”), sin embargo, ahora es “útil” un “Onésimo” de verdad.

Y para romper la última resistencia o desvanecer el último vestigio de rencor de parte de Filemón, añade:

“A ti te lo someto. Acógelo como si fuera mi corazón”.

¡Era mucho pedir!

Después de identificar a Onésimo con su persona, pasa a nivelarlo con Filemón.

“Bien me podría prestar servicios en tu lugar, a favor del Evangelio; pero nada he querido hacer sin tu consentimiento”.

¡Cómo saber el apóstol ser un caballero!

Y más aún: ve hasta en la fuga del esclavo un designio de Dios: escapó gentil y regresa cristiano. Huyó como un extraño y vuelve como un hermano en Cristo.

“Si en algo te ofendió o algo te debe, ponlo a mi cuenta. Yo, Pablo, de mi puño lo escribo; yo te lo pagaré, por no decirte que tú mismo te me debes”.

Sin duda, Filemón sonrió en esta frase tan osada de crédito. ¿Con qué iba Pablo a pagar?

Observemos significativamente lo escrito por el apóstol. “El deudor eres tú y yo el acreedor: porque te debes a mí, hipotecaste tu persona, cuando por mi intercesión abrazaste el Evangelio e ingresaste en el reino del Cristo”.

Finalmente, promete Pablo visitar a su amigo en Coloses, después que sen vea en libertad: se invita a sí mismo, porque, entre amigos, hay comunión de bienes. “Prepárame posada porque espero ser restituido en virtud de vuestras oraciones”.

No se encuentra en la literatura antigua una carta que en gracia y delicadeza se compare con esta.

El sublime teólogo del Cristianismo saber ser también un excelente diplomático.

Sabe que la solución del problema social no está en medidas legislativas o policíacas, sino en la transformación de las almas, en la espiritualización del individuo por la fe y el amor.

Seguirá en la Circular de Septiembre de 2007.

LA REALIDAD OCULTA.-

Junto con las preferencias por cierta clase de climas y paisajes hemos heredado de nuestros antepasados de la Edad de Piedra pautas de conducta y de organización social que constituyen la base de la vida moderna.

Los cazadores del Paleolítico, y probablemente también los agricultores del Neolitico durante mucho tiempo, vivían en grupos reducidos que ocupaban un territorio limitado y tenían poco contacto con otros grupos humanos. Tales condiciones de vida debieron favorecer el desarrollo del sentido de la lealtad hacia los miembros de la propia tribu, pero seguramente propiciarían a la vez el instinto del propio territorio y la hostilidad hacia los extraños. Estas actitudes son comunes en los animales y se reflejan en nuestra propia conducta. La palabra “extraño” todavía tiene resonancias peyorativas en los idiomas europeos.

Según la tesis de algunos antropólogos, los núcleos humanos primitivos solían estar limitados a unas cincuenta personas y los grupos tribales a unas quinientas. Es probable que estos números “místicos” tuvieran origen en prácticas cinegéticas muy antiguas. Durante cientos de miles de años, los precursores del Homo sapiens se ganaron el sustento cazando en pequeños grupos y compartiendo el producto de sus esfuerzos cooperativos. Antes de los días del arco y la flecha, hacia falta la labor conjunta de un buen número de hombres para atrapar y dar muerte a las piezas de caza mayor; pero, por otra parte, y en razón de la falta de cultivos, había que mantener baja la densidad de población. Antes de la invención de las armas y de la agricultura, los aspectos prácticos de la vida debieron jugar un papel importante a la hora de determinar el número máximo y mínimo de componentes del grupo social y, consecuentemente, debieron influir en el desarrollo del cerebro humano. Incluso en la sociedad moderna, el número de seres humano con los que un individuo trata de forma realmente personal no ha aumentado significativamente a pesar de la invención del teléfono, la radio, la televisión y otros sistemas de comunicación de masas. El numero de relaciones importantes se ve menos determinado por las convenciones sociales o los avances tecnológicos que por las limitaciones biológicas.

Los conflictos sociales también están condicionados por nuestro pasado remoto. Aunque mucho se ha escrito sobre el hombre como ser que mata, no hay pruebas fehacientes de que lo haga por instinto. Es posible que, debido a la importancia que tenía la caza para la supervivencia del hombre a comienzos de la Edad de Piedra, las habilidades requeridas para la práctica cinegética constituyera una fuente de placer. Además, el cazador de la Edad de Piedra no podía permitirse sentir mas compasión por la pieza a cobrar de la que pueda sentir un gato por su victima. Incluso un hombre tan devoto del budismo zen como el poeta americano Gary Zinder, ha llegado a escribir que “el halcón, el picado y la liebre son uno”, al igual que lo son el gato, el salto y el ratón. La evolución ha creado un vínculo entre la biología, la conducta y la psicología que se refleja en los esfuerzos realizados a lo largo de la historia para considerar a la caza como un deporte noble.

El acto de matar es un rasgo común a toda especie animal predadora. Pero no podemos por ello, concluir que la agresividad es un instinto fundamental que induce al hombre a matar al hombre. Debido a su escasez en número, el hombre primitivo debió concentrar su esfuerzos en la obtención de alimentos y no en la lucha contra individuos de su propia especie. A juzgar por los pueblos que en la actualidad siguen viviendo en la cultura de la Edad de Piedra, la clase de “ayuda mutua” que el anarquista ruso príncipe Kropoktin (1842-1921) observo entre los animales salvajes puede considerarse una actitud mas característica de la vida humana primitiva que el conflicto destructivo. La conducta humana se caracterizo desde el principio por el prolongado cuidado de los pequeños y por otras cualidades altruistas. Además, la humanidad parece haber sido una especie notablemente pacifica durante los miles de años del primer periodo neolitico que procedió a la fundación de las ciudades y a la creación de las estructuras sociales de poder. Aun en la actualidad hay tribus primitivas que muestran pocos indicios de ser dadas a conflictos violentos. La caza, el conflicto ritualizado y las formas de justicia retributiva suelen constituir desfogue suficiente para la agresividad de cariz biológico. En sus relaciones internas como grupo, los aborígenes australianos parecen haber canalizado con éxito la mayor parte de sus manifestaciones de agresividad en una conducta socialmente útil. Incluso entre grupos distintos el conflicto suele estar limitado por cánones culturales como la igualdad de oportunidades y las limitaciones en el numero de bajas permisibles.

En una reunión celebrada en mayo de 1970 bajo los auspicios de la UNESCO, los especialistas en agresión allí presentes rechazaron unánimemente la teoría de que la agresividad humana es instintiva. Actuamos de forma violenta porque se no ha enseñado a hacerlo, o se nos ha obligado a hacerlo, pero no porque nazcamos agresivos. Matar no es un instinto, sino un rasgo adquirido socialmente.

Tanto en el reino animal como en las sociedades humanas primitivas, al rivalidad suele resolverse mediante conflictos ritualizados que tienden a evitar heridas mortales. Tras una corta lucha, uno de los antagonistas acepta la derrota y deja el campo libre al que parece más fuerte. Ciertas prácticas históricas, como los torneos medievales, han sido consideradas como formas de conflicto humano ritualizado. Se ha llegado incluso a sugerir que las competiciones deportivas internacionales y la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética podrían constituir una forma moderna de conflicto ritualizado que acabara  por sustituir a la guerra.

Es probable que el pasado remoto del hombre condicione incluso su reacción ante las aglomeraciones. Desde tiempo inmemorial, los seres humanos se han mostrado tolerantes con la elevada densidad de la población, al menos así lo indican el gran número de huesos animales y de útiles humanos hallados en las inmediaciones de ciertas cuevas y otros asentamientos del hombre primitivo. Los pobladores del Neolítico, las ciudades medievales fortificadas, las aldeas de los indios Pueblo en Río Grande y de los Hopi en Arizona, tenían poblaciones reducidas en comparación con la de las ciudades modernas, pero su extensión geográfica era tan restringida que su densidad debió ser notable. La Roma Imperial también estaba densamente poblada, así como Teotihuacán, la ciudad prehistórica gigante del Valle de México que tenía de 125.000 a 200.000 habitantes arracimados en construcciones de dos pisos.

Las grandes ciudades norteamericanas dan la impresión de estar atestadas de gente y, sin embargo, el número de habitantes por kilómetro cuadrado en Estados Unidos es menor que el de la mayoría de zonas urbanizadas del mundo. En las sociedades tecnológicas, la aglomeración no se mide únicamente por el número de personas, sino también por el de sus automóviles, aparatos de radio, teléfonos, televisores, en fin: todos aquellos útiles mecánicos que forman parte de la vida cotidiana y las diversas formas de contaminación que acarrean. El traumatismo de la ciudad americana no se debe propiamente a su elevada densidad de población, sino a que el impacto de cada habitante se ve multiplicado por la cantidad de tecnología de que dispone. Cada año se gasta más energía eléctrica para hacer funcionar más acondicionadores de aire y otros aparatos que, a su vez, generan calor; con ello aumenta la demanda de acondicionadores y se incrementa el consumo de energía eléctrica, formándose con ello un círculo vicioso. El habitante de la ciudad está expuesto a tal sobrecarga tecnológica que confunde a la gente con las máquinas  y la contaminación; sin embargo, ansía la compañía de sus semejantes.

Continúa en la Circular de Septiembre de 2007.

¿POR QUÉ EL DIABLO?

Que las mujeres babilónicas tenían gran libertad, una consideración y aun un gran predominio moral en esos tiempos antiguos, y en especial entre los asiáticos, lo indica bien claro leyendas y monumentos. Las de Semíramis y Nitocris, aunque meras novelas, y las figuras de Ishtar en los cilindros, muestran bien claro la importancia pública de la mujer caldea. Sobre esto se opina que de no haber sido así, no tendrían tal preferencia en las representaciones plásticas, ni ocuparían el puesto que ocupan en las historias míticas, ya que unas y otras no son más que las formas bajo las que se expresaba el espíritu de una época, como aquella, que carecía de otros medios de expresión.

Siempre las representaciones artísticas han sido trasunto fiel de la época en que se han producido, siempre han correspondido sus tipos a los de la sociedad en que han surgido. Los dioses egipcios tiene la sonrisa melancólica, la tranquilidad resignada del habitante de aquellos cálidos y monótonos países; muchos se presentan zoomórficos, pues allí tanto se amaba a la Naturaleza, que hasta el animal era sagrado. Los dioses griegos, bellos y proporcionados, representaban bien aquella sociedad en que hasta lo biológico tomaba forma humana. En la Edad Media, época de expiación y penitencia, época en que la materia es despreciada, los Cristos estaban lívidos y demacrados, tanto que a través de su piel se ve su costillaje; las vírgenes lloran angustiadas; los santos macerados en el tormento, miran al cielo donde tienen su morada. En el Renacimiento estos adquieren bellas formas, visten sedas y brocados; los Cristos representan una musculatura hercúlea; las vírgenes se vuelven hermosas y sonrientes; las de Rafael son italianas sensibles, las de Murillo andaluzas celestes; y para celebrar el retorno a la Naturaleza, aparece en todo su poderoso esplendor el Padre Eterno que la ha creado.

Sin duda así debían ser esas mujeres semitas, imágenes vivientes de la Venus Militta, mujeres de fuego, de pasión inagotable, de insaciable sed de amor, para apagar la cual no bastaba un hombre. Su deseo debía de tener algo de indefinido, de inconmensurable, que hacía necesario el panteísmo del amor, la posesión de todo el sexo opuesto. Ellas no amaban a un hombre, sino al Hombre. El goce en ellas se salía de lo individual; eran hijas de la Gran Diosa, eran la representación del sexo, y tenían en el amor grandiosidad del Todo; en el deseo, el ardor del Sol, su padre, y en la voluptuosidad la magnificencia de su madre la Tierra.

Esas mujeres fueron las que perdieron al persa y al judío, como luego al griego y al romano; ellas fueron las que revistiendo el carácter de sacerdotisas de la Divinidad propagaron la ley del amor, como destinadas por la Naturaleza a verificar la unidad de las razas. No lograda por la generación la unidad física, por contraposición se tendió luego a la unificación moral por la castidad y la matrona del Eufrates desapareció ante la virgen judaica símbolo místico del  espíritu puro. El amor carnal inspirado en la fecundación de la Naturaleza, provocó su contrario y apareció el amor casto, estéril, cuyo bello ideal fue la virginidad perpetua, inspirado por una idea de ultratumba, amor en Dios también, pero no un dios Naturaleza, sino en Dios Espíritu. La humanidad, como regida por la ley del péndulo a una tendencia en un sentido responde con otra en sentido opuesto. Toda tesis tiene su antítesis, y Militta la tuvo en María.

Ya hemos visto que en Babel como entre los Arcadios, el mal que sufrían los mortales les venía de los espíritus celestes o de los demonios infernales que eran la sombra de los malvados  que se escapaban del país de las tinieblas para atormentar a los vivientes. Pero además de éstas, se atribuía a otras causas los males que pasaban sobre la tierra. Su teogonía enseñaba que la Creación fue precedida de un tiempo en que todo eran tinieblas y agua, y que en el seno de esta agua nacieron espontáneamente infinidad de seres irregulares, cada uno de los cuales tenía miembros de otro; los había con dos cabezas, una de hombre y otra de mujer; con los dos sexos; cuadrúpedos de cuatro alas; hipocentauros; toros con cabeza humana, perros con cuatro cuerpos y cola de pescado; serpientes con cabeza de hombre; en fin, la confusión de las formas reinaba en el seno del Caos. Y presidía este desorden universal una mujer llamada Amorca.

La cortó Bel en dos pedazos para establecer el orden y la mitad superiores transformó en la Luna y el cielo estrellado y de la inferior salió la tierra y el mar. Los monstruos que vivían en su seno se desvanecieron. Entonces Bel hizo brotar sangre de su cabeza y vertiéndola sobre la tierra, creó los hombres, los cuales como salidos de su cabeza, tuvieron la inteligencia divina. Dividió luego las tinieblas, y los seres tenebrosos no pudiendo soportar la luz, murieron. Luego ordenó la creación, y desde entonces brilla resplandeciente en el espacio.

Así vemos que en Babilonia se creyó que el mal precedía al bien, el desorden al orden, sintetizado el primero en un Ser femenino y el segundo en un Dios, no creador, sino ordenador del universo que sufría en un estado que no era el adecuado.

Había también los textos cuneiformes de la lucha de un monstruo llamado Tiamad con los dioses y del monstruo Bul (el devorador) que salía periódicamente del mar para devastar el país y tragarse las doncellas que encontraba. Para matarle, cuenta la leyenda, que el rey Izdubar mandó a su hijo, el cazador Ssaid, que partiera para los dominios del monstruo con Hikirtu y Upasamru las dos mujeres más bellas del reino, las cuales debían dejar sus velos y quedarse desnudas ante su vista cuando él pasase, para atraerle a un punto donde el cazador estuviera emboscado y lo matara. Así se hizo y Ssaid entró triunfante en la villa de Erech.

Era considerada en Babel como en Asiria, causa de los males que sufren los seres en la tierra, la muerte del dios solar cuando la Naturaleza seca, languidecía triste por la pérdida del esposo que la fecundaba. Así Militta que individualizada en Zirbanit, producía cultos sensuales de amor y alegría; cuando Taaut era diosa fúnebre de la guerra y de la muerte. Lo mismo representaba Ishtar , la diosa mortífera y siniestra. La leyenda de la bajada de Ishtar a los infiernos nos da una idea de los males que estos pueblos atribuían a la muerte del dios solar, por el cual la fúnebre diosa bajaba a lo profundo. Esta leyenda es sólo una explicación mitológica de la esterilidad que afecta a la tierra durante el invierno.

En otra leyenda importante, la leyenda del “diluvio” se nos da la razón de la existencia del mal sobre la tierra, fundándolo en la desobediencia de los primeros hombres para con sus dioses. Efecto de su rebeldía se corrompieron y pecaron, y éstos les mandaron una inundación para castigarlos. Poco difiere el diluvio caldeo del referido en el Génesis. Se distingue sólo en que fueron los dioses y no Dios quien lo enviara.

Hemos descrito la idea que del mal tenían los Acadios y qué formas afectaba entre ellos. Partiendo de sus dioses telúricos, personificaciones y prácticas que, evolucionando, fueron a formar la magia caldea. Hemos visto también, a dichas divinidades confundirse con las semíticas de los pueblos que emigraron a Caldea y llegar a ser las divinidades siderales que adoraba Babilonia, Estas producen, por una parte, la astrología y la teurgia, por sus lazos con los hombres; la monarquía por su subordinación; las prácticas eclesiásticas del culto de la diosa del amor, por asimilar las funciones de la producción natural a las de la reproducción humana; y a la elevación de la mujer por la supremacía de la Gran Diosa. Hemos apuntado las varias leyendas que en Babel explicaban el mal sobre la Tierra, desde la preexistencia de éste a la creación, al castigo del pecado de los hombres, según los textos cuneiformes.

Hemos estudiado los espíritus entre los Acadios por ser los mismos que se transmitieron a los Caldeos y que influyeron en los dominios judíos., después de la cautividad del pueblo hebreo. Hemos recorrido la astrología y la sistematización de los dioses siderales por haberse presentado tal teoría más tarde en Grecia entre platónicos y pitagóricos, y por haber influido en Alejandría, transmitiéndose allí y por Grecia al cristianismo ortodoxo y gnóstico. Hemos trazado el cuadro del culto del amor, por lo que influyó sobre el pueblo hebreo por contraste. Éste rechazó tales cultos por pertenecer a sus dominadores y, por contraposición, cayó en la tendencia opuesta, tendencia que, concordando con el cansancio que de la Naturaleza empezaba a manifestarse en el mundo griego, se propagó al cristianismo y en él se acentuó, llegando a formar su base. Entonces los dioses de Babel como los del paganismo, vinieron a ser auxiliares de Satán, que empezó a reinar en este mundo como príncipe.

Podemos seguir ahora la evolución del concepto del Mal entre los persas, por la influencia que tuvo en la manera de percibir el Mal los hebreos.

Fin de la primera parte.

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ISLAS BALEARES.- En Mallorca comenzaremos el ciclo de charlas semanales de cada miércoles, en horarios de 20,30 a 22,30, en la calle Jafuda Cresques nº 17, 1º - 2ª, teléfono 971 – 75 37 19. a partir del día 19 de Septiembre. Se ruega confirmar asistencia por la escasa capacidad de la sala.

También en horario de las 20.00 a las 20,30 horas, se reunirá un grupo para meditaciones por la paz de la Tierra, dirigidas por Amanda Reynés Salas.

OBRAS PUBLICADAS

    Entre el silencio y los sueños        (poemas)

Cuando aún es la noche                         (poemas)

    Isla sonora                   (poemas)

    Sexo. La energía básica           (ensayo)

    El sermón de la montaña           (espiritualismo)

    Integración y evolución           (didáctico)

    33 meditaciones en Cristo         (mística)

    Rumbo a la Eternidad              (esotérico)

    La búsqueda del Ser               (esotérico)

    El cuerpo de Luz                  (esotérico)

    Los arcanos menores del Tarot     (cartomancia)

    Eva. Desnudo de un mito           (ensayo)

    Tres estudios de mujer            (psicológico)

    Misterios revelados de la Kábala      (mística)

    Los 32 Caminos del Árbol de la Vida   (mística)

    Reflexiones. La vida y los sueños     (ensayo)

    Enseñanzas de un Maestro ignorado (ensayo)

    Proceso a la espiritualidad           (ensayo)

    Manual del discípulo              (didáctico)

    Seducción y otros ensayos         (ensayos)

    Experiencias de amor              (místico)

    Las estaciones del amor           (filosófico)

Sobre la vida y la muerte         (filosófico)

Prosas últimas                    (pensamientos en prosa)

    Aforismos místicos y literarios       (aforismos)

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