MEDICINA NATURAL

Salvador Navarro Zamorano

MARZO 2002

 

 

 

 

 

LA DIABETES OCULTA

 

 

          Obesidad, sed excesiva, casos familiares . . . indican que puedes ser blanco de tal problema. Sepamos cómo es posible prevenirlo y hasta hacerlo desaparecer. Basta tener en cuenta algunos cuidados.

 

          Imaginemos a un paciente que no expone ninguna queja realmente concreta.Tiene un vago cansancio y a veces le parece que no ve bien. ¿Fue al oculista? Si, pero no tiene más que la vista cansada. ¿Alguna observación personal? ¡Ah, sí! Está engordando bastante. “Es la vida sedentaria, trabajo, mucha comida, poco ejercicio”. Después de un examen de orina se detecta azúcar en la sangre. Puede ser diabetes.

 

          “¿Diabetes?”. El cliente está estupefacto.

 

          La respuesta es un “puede ser”. Se estima que millares de diabéticos no saben que tienen la dolencia y llegan a saberlo accidentalmente, durante algún exámen médico rutinario; como nuestro personaje.

 

          La mayoría de las personas con diabetes no diagnosticada tienen la enfermedad en la familia y pertenecen al tipo que no depende de la insulina. Entre los síntomas más generales se pueden incluir la sed excesiva, necesidad frecuente de micción, infecciones de cura difícil, picores en el área genital, visión confusa y fatiga; usualmente son discretas molestias, hasta el punto de no requerir nuestra atención ni asociarlas a la diabetes.

 

          El precio de la ignorancia tal vez sea alto. En el transcurso del tiempo la enfermedad, todavía sin señales perceptibles, puede afectar absolutamente todo el sistema orgánico, dañando sus funciones. Así, se instala la fase de serias complicaciones: problemas cardiovasculares, impotencia, disminución de la visión, daños nerviosos, problemas en los pies y molestias renales.

 

          Ignorar la diabetes y, en consecuencia, errar en el control de sus problemas, aumenta el riesgo de todos estos males. Y disminuye la ocasión de forzarlos a retroceder.

 

          Hace tres siglos se sabía que la diabetes tenía algo que ver con el azúcar en la orina; pero esa es una pequeña parte de la historia. La diabetes mellitus es un desorden causado por el exceso de una forma de azúcar llamada glucosa, en la sangre.

 

          Voy a explicarme. Todos los hidratos de carbono que ingerimos, en última instancia son transformados por el organismo en un combustible básico: la glucosa. Ella está siempre circulando en la sangre y alimenta continuamente las células para que funcionen. Hasta para guiñar un ojo necesitamos de esta “gasolina”.

 

          Sólo que la glucosa no es “aceptada” por las células de una manera simple. Para que haya absorción es necesaria la ayuda de una hormona llamada “insulina”, producida por el páncreas. En otras palabras, la insulina es una especie de llave para que la glucosa pueda entrar en las células. Estos grupos de células son llamadas islas de Langerhans.

 

          Cuando las islas no consiguen producir suficiente insulina  o las células del organismo presentan dificultades para asimilar la glucosa a pesar de la presencia de la hormona, el “combustible” no penetra en ellas en cantidad suficiente. Como resultado, se acumula azúcar en la sangre y ella muchas veces, por exceso, pasa a la orina.

 

          En el caso de la diabetes llamada Tipo I, la cosa se complica por otro problema metabólico. No solamente el azúcar se acumula en la sangre, sino que a medida que el proceso se desarrolla (con la diabetes sin tratamiento) el organismo comienza a “asaltar” grasas y proteínas para obtener otra fuente de combustible. La indebida utilización enflaquece al paciente. Luego, como la grasa y las proteínas tienen su combustión incompleta, se forman toxinas ácidas en la sangre, de las que forman parte la acetona y el ácido acetacético, entre otros, que pueden llegar a poner en riesgo la vida del paciente.

 

          Se deduce de ello, que los responsables de síntomas y complicaciones de la enfermedad es la “subnutrición” de las células por falta de glucosa y el aumento de azúcar en la sangre. Veamos ahora en detalle lo que hace “un poco” de azúcar en la orina; la excesiva glucosa no consigue ser eliminada sin agua; el metabolismo entonces “roba” agua de las células o fuerza al paciente a micciones más frecuentes, deshidratándolas y produciendo más sed. A medida que el cuadro se complica, sobreviene los típicos síntomas: delgadez, hambre, pérdida de peso, náuseas y visión turbia.

 

          Cerca del 90% de los diabéticos que presentan el Tipo II, disfrutan de una ventaja: con el tratamiento, la enfermedad suele retroceder. Esto ocurre porque el problema no es tanto la ausencia de insulina, sino sus bajos niveles o mal aprovechamiento de las células. Tal forma de diabetes, se acostumbra llamarla “diabetes de adulto”, porque es normal en personas que están por encima de las 40 años. No se descarta que pueda presentarse en individuos más jóvenes.

 

          De manera general, en el momento que el problema es diagnosticado, del 60 al 90% de los pacientes suelen ser de constitución gruesa y tienen un historial de obesidad, lo que indica una pista importante para combatir la enfermedad.

 

          Muchos pacientes del Tipo II, obesos, se pueden curar solamente con perder peso. Probablemente, eso es posible, porque al perder peso el organismo se prepara para producir más insulina; o, porque aumenta el número de células receptoras de la hormona. Así, tanto la glucosa se absorbe perfectamente por los tejidos como la insulina producida pasa a utilizarse de manera más apropiada.

 

          La diabetes del Tipo I, insulino-dependiente, alcanza del 10 al 20% de todos los casos conocidos. Como el nombre indica, los pacientes pertenecientes a esta categoría, producen tan poca insulina que necesitan de una medicación regular de la hormona. Las personas de este Tipo acostumbran ser delgados o haber perdido peso recientemente. Tienen tendencia a la aceto-acidosis y los síntomas de la enfermedad se notan con fuerza. Aunque el Tipo I pueda atacar a personas de cualquier edad, sus preferidos son jóvenes con menos de 20 años.

         

          Visto esto, volvamos a la cuestión: ¿es posible que tengas diabetes? No hagamos burla si comenzamos por decir que sólo el médico puede dar la respuesta correcta. Él puede distinguir entre diabetes y otros problemas derivados del aprovechamiento de la insulina.

 

          Uno de ellos, para que sirva de ejemplo, es la llamada “Tolerancia Reducida de la Glucosa”, llamada erróneamente “diabetes química”, porque implica la presencia de diabetes, cuando eso no es verdad; su único síntoma está en un nivel de glucosa en la sangre, entre la normal y la diabetes.

 

          No por eso la T.R.G. debe ser ignorada, pues cerca del 25% de las personas con el problema, resultaron finalmente diabéticos. Además, presentan un mayor riesgo de arterioesclerosis (formación de placas de grasa en las arterias). El cuadro de esta enfermedad, en general, es reversible con una dieta, ejercicios y pérdida de peso.

 

          Otra disfunción del metabolismo del azúcar en personas no diabéticas es la hipoglucemia. Esa es la complicación, aunque es posible que no deje de ser una reacción severa a la diabetes. La hipoglucemia no acostumbra ser una cosa seria, pero puede hacernos miserable la vida. Los síntomas incluyen debilidad general, fatiga, incapacidad para concentrarnos, malestar estomacal y baja temperatura. Eventualmente, pueden ocurrir aceleraciones en los latidos cardíacos, sudor y ansiedad.

 

          Llegamos al momento del diagnóstico. El más común es el que se hace con la orina. Su resultado apenas sugiere la existencia de diabetes, pero no lleva a una conclusión definitiva. Para obtenerla, hay que hacer un análisis de la dosis de glucosa en la sangre. Normalmente, eso basta. Cuando los síntomas no son evidentes, pero hay sospecha de la enfermedad, será necesario hacer una curva glucémica. En ese caso, el paciente hará una dieta previa, rica en dulces y harinas. Después de un ayuno, de ocho horas como mínimo y la ingestión de cantidades medidas de glucosa, se toma varias muestras de sangre, en intervalos de dos a tres horas. Con tal examen, el médico estará preparado para emitir un diagnóstico correcto.

 

          Ultimamente, se multiplican las buenas noticias sobre la lucha contra la diabetes. Para comenzar, del 20 al 30% de los pacientes jamás sufren complicaciones serias. Y las ocasiones para detener la dolencia son mejores que nunca. El Tipo II, con dieta y ejercicios puede detenerse y hasta desaparecer. En cuanto al Tipo I, es perfectamente controlable con las mismas indicaciones sumadas a la medicación.

 

          Por eso, quien tiene diabéticos en la familia y sufre de obesidad, que no deje de consultar al médico. Y si estás embarazada y tienes parientes diabéticos, ya puedes hacer los exámenes aunque no se hayan presentado ninguno de los síntomas. Las hormonas de la placenta dificultan la acción de la insulina.

 

          ¡No hay que descuidarse! Vamos a ejercer una prevención, para sacudirnos de problemas graves en el futuro.

 

                                                                    

 

                                                                     Salvador Navarro Zamorano

                                                                     Especialista en Homeopatía.

 

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