MEDICINA NATURAL

Salvador Navarro Zamorano

JUNIO 2002 (1)

 

 

 

                                        RECETA IDEAL PARA ADELGAZAR

          Tengo una amiga que durante años intentó, sin éxito, adelgazar. Viuda, atractiva, de 43 años, pesaba 20 kilos por encima de su peso normal. Varias veces comenzó tratamientos a base de medicamentos, psicoterapia y dietas. ¡Nada! Por más que se empeñase, tenía dificultades en seguir la orientación médica.

          Ella adoraba comer. Después de algunos días de régimen, sufría de carencias y volvía a comer al mismo ritmo que antes. Después de muchas tentativas me dijo:

          “No consigo controlar el apetito. Es un deseo superior a mis fuerzas”.

          “Sigue intentándolo” respondí.

          “No es fácil. Tengo la sensación que mi paladar se alteró, regulándose para disfrutar solamente de dulces o salados”.

          Después que ella marchó seguí pensando. Su última frase, principalmente la palabra “paladar”, quedó en mi mente. A partir de ese momento, comencé a interesarme más por el asunto.

          El paladar o el gusto, es el más importante sentido para escoger un alimento. Mientras que el olfato, la visión y el tacto permiten una apreciación inicial, el gusto es el seleccionador final, quien entra en contacto con la substancia y evalúa su sabor; ahí determina el rechazo o la ingestión. El paladar constituye la última barrera para la penetración en el organismo de productos nocivos para la salud.

          Aquí, recuerdo que los animales no domesticados recogen del ambiente, a través de los sentidos, los alimentos necesarios para su manutención. Se puede afirmar que existe un vínculo instintivo entre los sentidos y los alimentos escogidos. Pero, ¿y el ser humano?

          La ligazón entre alimento y salud, tan firme en los animales, generalmente es deshecha por el hombre. Y, es claro, en su perjuicio. Un ejemplo es el alcohol. Instintivamente rechazado en los primeros contactos, acaba siendo aceptado y hasta apreciado. En este caso, el gusto instintivo desagradable fue extinguido y sustituído por la sensación por la sensación de placer y aparente bienestar.

          Observa también el ejemplo de la sal. Naturista y colonizadores constataron que, en tribus puras, los habitantes detestaban el sabor de la sal. Con la insistencia, acabaron acostumbrándose y gustando de ella. Y es de esa manera que el hambre y el apetito se entrelazan para formar nuevos hábitos alimentarios, haciendo que las personas se hagan dependientes desde el nacimiento.

          Siempre me preguntan: ¿cuál es la diferencia entre hambre y apetito? Primero, aunque anden siempre juntos, pueden variar de grado. Hambre es la necesidad fisiológica de comer; una sensación instintiva que impone al ser la obligatoriedad de alimentarse para sobrevivir y mantener su bienestar. Es percibida más a nivel de estómago y puede llegar a ser dolorosa en casos agudos. Apetito es el deseo adquirido de comer, de fondo psicológico, despertado por recuerdos de comidas agradables o la sensación de oler, ver o probar platos exquisitos. En el hambre, la exigencia por comida es menor; en el apetito preferimos platos que proporcionen placer.

          Cuando el hombre descubrió la posibilidad de alterar el paladar natural, comenzó a introducir nuevos sabores, más apetitosos, modificando la dieta primitiva. Hasta un arte, el culinario, fue inventado para dar cuerpo y alma a la imaginación humana en la fabricación de comidas sabrosas. Azúcar, sal, especias y una serie de productos pasaron a integrar el arsenal culinario a fin de preservar, dar mejor apariencia, olor y sabor a los alimentos.

          La alteración permitió que los excitantes del apetito ganasen importancia al escoger los alimentos antes que el valor nutritivo. Las circunstancias posibilitó también que los alimentos que antes no pertenecían a la dieta humana, pues no tenían un sabor gustoso en estado natural, pasaran a formar parte de ella. Como ejemplo, cito a los cereales: trigo, arroz y soja.

          Observemos nuevamente la vida de los animales no domesticados. Cada especie procura los alimentos esenciales a su nutrición, conforme sus necesidades y dentro de los límites impuestos por la satisfacción natural. En el hombre, la violación del paladar trajo una pérdida de la saciedad fisiológica, causando alteraciones en el límite cuantitativo, que pasó a ser regulado en muchas personas, por una condición mecánica. O sea, la capacidad del estómago.

          Es más: con la expansión del consumo de cereales y de azúcar, todos ricos en hidratos de carbono, se determinó una reducción en la ingestión de proteínas, lo que ocasionó una distorsión en la dieta humana. El hombre siempre vivió como cazador y colector de frutos, hojas y raíces en variadas proporciones, según la disponibilidad del ambiente. El aumento del consumo de cereales y otros granos, juntamente con el azúcar, puede ser responsable de la obesidad y otros problemas derivados.

          Generalmente, las personas asocian la obesidad al exceso de alimentos. Deben pensar: gordo es el indivíduo que come mucho, ingiere muchas calorías. Aunque la idea sea verdadera, no se aplica a todos los casos. Yo pregunto: ¿quién no conoce gente que come apenas lo normal y aun así engorda, mientras que otras comen más y permanece con el mismo peso?

          He constatado eso varias veces. He dado la misma dieta a diferentes consultantes. La mayoría mantuvo el peso, pero algunos engordaron. Eso mostró que no es sólo la cantidad de alimento lo que influye en el peso de una persona. La cualidad también es importante. La práctica indica que los alimentos ricos en hidratos de carbono, especialmente harinas y azúcar, son los más implicados en la aparición de la obesidad. En algunas personas existe un problema del metabolismo de los hidratos de carbono, de origen genético, que favorece la aparición de la gordura. En otras, el metabolismo “quema” los nutrientes muy aprisa, manteniendo delgada a la persona.

          Recientemente, otro factor fue indentificado como causante del aumento significativo del peso. Es la retención de líquidos en los que la sal y otros alimentos parecen estar implicados. Mucho peor: hay personas capaces de retener cinco o más litros de líquido, aumentando mucho el peso.

          Salvo enfermedades raras, la obesidad puede ser determinada por tres condiciones: exceso en la ingestión de alimentos, problemas metabólicos y retención de líquidos. En verdad, existe otro factor, tal vez el más importante provocador de obesidad: el hábito o dependencia a sabores agradables. De grado variable, la dependencia puede ser una verdadera enfermedad. Es bien grande el número de personas que no pueden pasar unas horas sin poner un producto dulce en la boca; otros no se resisten a algo salado. Tengo varios clientes incapaces de sentarse a la mesa sin pan; otros están viciados por los quesos. Hay personas que al sentir el olor a fritos, entran en el primer bar que encuentran. Para muchos, el aroma del café es irresistible.

          Una confidencia: yo fui un vicioso del café. Recuerdo en mi infancia, tomar diariamente café con leche. Después de casado seguí tomando hasta doce y catorce tazas diarias. Se concluye que los hábitos alimentarios adquiridos desde niño son resistentes y difíciles de vencer, como el vicio del alcohol o el tabaco.

          En medicina nutricional, hallamos que los obesos necesitan contener el deseo de comer aquello que más gusta. Y dominar el ambiente familiar y social lo inducen a ingerir con exceso o alimentos inconvenientes. No es fácil, de acuerdo. Pero, si comer es una de las raras satisfacciones de la vida actual, la obesidad representa una tortura mayor. Vencerla alivia y trae un bienestar gratificante.

          Un día dije a un consultante que el obeso necesita entender lo siguiente: la sociedad (familia, amigos) poco pueden ayudar. Cabe a cada uno la iniciativa de una actitud positiva. De hecho, he comprobado que, después de algunos días, el deseo intenso por alimentos retirados de la dieta disminuye suficientemente y podemos adaptarnos satisfactoriamente a la nueva situación.

          El tratamiento es importante y conviene seguirlo correctamente. Es porque el éxito inicial puede llevar a un relajamiento y retornar al estado anterior. Tengo amigos que han dejado el cigarro hace más de veinte años y todavía sienten deseos de fumar.

          Hace tiempo que analizo casos con éxito en el tratamiento de la obesidad y he llegado a la conclusión de que, detrás del éxito está la determinación del paciente para alcanzar un resultado. Y la fuerza para llegar a la victoria contra el exceso de grasa se encuentra en algunos estímulos que llenan nuestras vidas y nos impulsan a la acción. Amor, tener una mejor apariencia, cumplir con programas de actitud física, miedo a las enfermedades, promesas, etc., son capaces de cambiar el perfil de un obeso.

          Estoy convencido de que la aceptación pasiva de una dieta, medicamento o consejo médico, tienen poco efecto para un buen tratamiento. Ya sabemos que los presentadores de televisión tienen menor índice de obesidad que los de la radio. ¿Imagina por qué? La importancia de la apariencia es decisiva.

          El caso de la paciente que cito al principio es ilustrativo. Un día encontró la solución. Se enamoró y su novio pidió adelgazara unos kilos. Fue suficiente para que, al poco tiempo, siguiendo una dieta correcta, llegase al peso normal.

          Hay que estar siempre alerta. Motivación y dieta es la fórmula ideal para adelgazar, pero la vigilancia debe ser para el resto de la vida.

                                                                               Salvador Navarro Zamorano

                                                                               Especialista en Homeopatía.

 

 

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