MEDICINA NATURAL

Salvador Navarro Zamorano

JULIO 2002

 

 

 

 

      

  PROTEJA SUS OIDOS  

          Al caer la tarde, en un teatro de cualquier ciudad, centenares de jóvenes vibran con la música estridente de un conjunto de rock duro o heavy metal. A pocos kilómetros, un agricultor pone su tractor en marcha para volver a su masía, después de un día de trabajo intenso. Al mismo tiempo, una joven estudiante ajusta los auriculares a sus oídos para el son de su música predilecta, ponerse a leer los deberes marcados por sus profesores.

 

          Las tres escenas, aunque completamente dispares, tienen una actividad común que puede provocar serios daños en la capacidad auditiva.

          Personas particularmente sensibles, están expuestas a la pérdida parcial de la audición, cuando están expuestas a sonidos de alta intensidad.

          Música moderna, tractores ruidosos, aparatos de radio y T.V., auriculares en los oídos a todo volúmen, altavoces de autos que los convierten en discotecas ambulantes, altavoces en ferias, etc., son ejemplos de sonidos de alta intensidad.

          Algunos sonidos simplemente molestan, pero no causan lesiones. Ruidos como el de una máquina de escribir o una máquina de coser, aunque puedan provocar efectos psicológicos adversos, tal como irritación, no llegan a provocar daños físicos.

          ¿A partir de qué nivel entonces, el sonido alcanza físicamente el aparato auditivo? Antes de responder, veamos cómo el ruido afecta a la audición.

          Un sonido exageradamente alto provoca ondas (movimientos en el aire) tan intensas que al penetrar en el aparato auditivo, damnifican la cóclea (tubo espiral del oído interno). En ella existen millares de minúsculos cilios (pelos) que captan las vibraciones de ondas sonoras y, a través del nervio auditivo, las transfieren al cerebro, donde la sensación sonora es registrada.

          Cuando somos alcanzados por vibraciones muy fuertes, algunos de esos minúsculos pelos son arrancados de sus bases, como árboles durante un vendaval. Aunque algunos cilios se recuperen, muchos se pierden. Si el proceso fuera continuo, con el tiempo la persona sufrirá una significativa deficiencia de audición.

          La música puede ser un calmante o un tormento para los oídos. Algunas horas en una discoteca o en un concierto de rock hacen tanto daño como un día de trabajo dentro de un ambiente cargado de polución sonora.

          Los más animados conciertos de rock llegan fácilmente a los 110 decibelios. Veamos lo que eso significa: el decibelio es una unidad de medida de intensidad sonora y corresponde al más débil sonido que pueda captar el oído humano. Una martillo neumático perforador, usado para romper el asfalto, vibra a 85 decibelios si estamos a 15 metros de distancia. El ruido de los reactores de un avión al despegar, para quien esté a 70 metros, es de 120 decibelios, o sea, poco más que una banda de heavy metal. Un ruido de 118 decibelios provoca molestias, mientras que a 140 la mayoría de las personas sienten dolor en los oídos.

          Los parámetros del Ministerio de Trabajo establece un nivel de ruido de 90 decibelios durante 8 horas diarias como tolerable por el ser humano. Ya 92 decibelios serían admisibles por un máximo de 6 horas; 95 decibelios sólo por 4 horas. El riesgo de daño permanente comienza por encima de estos límites sonoros.

          No es de admirar que muchos jóvenes adeptos a la música de moda presenten pérdidas de audición. El problema es que el sonido a todo volúmen entontece, provoca una euforia contagiosa, un cierto “estar” que hace soportable una descarga de hasta 130 decibelios. Si el aficionado a la música está usando auriculares las cosas empeoran, pues la exageración no va a tener un testimonio. Así, es importante concienciar a los jóvenes aficionados a la música moderna de que no es que sea mala, que lo es, sino que el sonido fuera de medida es un pésimo compañero.

          Bares y restaurantes con mucha música y ruido, ambas cosas suelen ir juntas, forman un dúo desafinadísimo. Si añadimos la conexión alcohol – audición, es porque la bebida aumenta el riesgo de daños en la audición.

          Al tomar bebidas alcohólicas, el sonido parece disminuir en intensidad y la persona soporta niveles más elevados. Tranquilizantes y calmantes provocan la misma reacción. Eso es porque tales sustancias disminuyen la eficacia del mecanismo de defensa que posee el oído para enfrentarse a la polución sonora.

          Ciertos músculos en el oído medio contraen la membrana del tímpano cuando están sometidos a ruidos por encima de 90 decibelios. El alcohol y los tranquilizantes comunes provocan un relajamiento muscular, de modo que es necesario un ruido más fuerte para que las defensas entren en acción. Además, la reacción de los músculos, aunque entren en funcionamiento, es menos efectiva.

          El estudiante del ejemplo, aunque sea abstemio y deteste la música moderna, está expuesta al peligro de su inocente radio portátil. Los auriculares en el oído, a su máximo volúmen, pasan los 100 decibelios. La exposición continua a ese nivel de ruido, aunque sea un concierto de Mozart, puede causar daños permanentes de audición.

          La deficiencia auditiva tiene orígenes diversos: la edad, traumatismos, enfermedades. En muchos casos hay poco que hacer. Lo preocupante, según los especialistas, es la disminución o pérdida de audición, por puro y simple mal uso de los oídos; la sordez innecesaria, a la cual es perfectamente posible pasar luego, si no se adoptan medidas correctas de prevención. Se calcula que en el mundo hay más de 150 millones de personas que sufren problemas auditivos, relacionados con causas ambientales.

          La prevención más simple y eficiente, es usar protectores de oídos. Es importante escoger los protectores adecuados contra el ruido y no aquellos utilizados por nadadores para impedir la entrada de agua en el canal auditivo.

          Los buenos protectores atenúan los sonidos en más de 20 decibelios. Conviene usarlos antes de cualquier ruido continuo e intenso, como el provocado por una segadora de hierba o sierra eléctrica. Si los protectores no son buenos, pensemos en los del tipo usado por el personal de tierra en los aeropuertos, son eficaces.

          Un número cada vez mayor de personas que trabajan en locales ruidosos están habituados a colocar protectores en sus oídos. Pueden ser apartados fácilmente cuando se quiere conversar. Para frecuentadores de conciertos de rock o bares de moda, existen soluciones menos drásticas. Evitar estar frente a la fuente del ruido, tal como el escenario o altavoces. Además, existe una prueba simple para saber si el nivel de ruido está pasando de la medida: si fuera imposible dialogar con la persona que está al lado o siente dolor en el oído, cambie de lugar antes de que sea tarde.

          En verdad, hoy en día hay ruido por todas partes. La polución sonora, así como la atmosférica, es el precio, a veces demasiado alto, impuesto por el progreso industrial. Pero no vamos a dejar que el rugido de las máquinas o del tránsito amenaze el placer de escuchar las cosas buenas de la vida. El éxito está en cuidar la audición, luchando por más silencio en las calles, locales públicos y ambiente de trabajo. Y, si es preciso, apelando a los simples y útiles protectores de oídos que, por lo menos individualmente, evitan el desgaste prematuro de uno de los sentidos que nos mantienen conectados al mundo.

 

                                                                     Salvador Navarro Zamorano

                                                                     Especialista en Homeopatía.

 

 

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