MEDICINA NATURAL

Salvador Navarro Zamorano

EL COBRE

 

 

 

 

                                                                     EL COBRE

 

 

          Si hablo del cobre pensarás en objetos decorativos o en utensilios de cocina de primera calidad. De hecho, el color rojizo y facilidad para moldearlo lo hicieron apropiado para la confección de ollas de cocina, candelabros, pulseras, en fin, lo que la creatividad de los artesanos hacen. No es sólo eso. El metal, que tiene como símbolo químico la sigla Cu, es empleado en la industria, en la construcción civil como material de tuberías y aislamiento térmico. Es suficiente para darnos cuenta de que estamos ante un personaje versátil. Y que tiene mucho que ver con el funcionamiento del organismo.

        El cobre integra un selectísimo equipo de catorce elementos que entran en la dieta en proporciones mínimas. Representa el 0,005% del peso corporal de un ser humano adulto por día. Pero ejercen un papel fundamental en el equilibrio metabólico. La escala completa del equipo de los oligoelementos (oligo en griego significa poco) es la siguiente: arsénico, mobiledno, selenio, cromo, silicio, níquel, vanadio, hierro, yodo, zinc, manganeso, cobalto, fluor además de nuestro invitado, el cobre. Sin ellos, la vida sería imposible.

        Sólo el cobre participa de más de un centenar de reacciones químicas (procesos enzimáticos) dentro y fuera de las células, a veces como componente, otras como coadyuvante del trabajo de las enzimas. En ese papel, lleva el nombre de coenzima. En su ausencia, las sustancias encargadas de determinada función, simplemente quedan inactivas.

        El ejemplo de la ceruloplastina es bien significativo. Esta enzima, que tiene en el cobre uno de sus ingredientes, ayuda a formar la transferrina, sustancia encargada de transportar el hierro a la médula ósea, donde son fabricados los hematíes (células rojas de la sangre). Los hematíes contienen hemoglobina, proteína altamente combinable con el oxígeno, cuya función consiste en transportarlo hacia el interior de los tejidos.

        Cuando falta el cobre, la consecuencia es un déficit de hierro que compromete la producción de hematíes. Como resultado, disminuye la oxigenación de las células, o sea, la ausencia del metal rojo en la dieta provoca disturbios en la salud del cuerpo.

        De hecho, experiencias con animales de laboratorio revelaron que la ausencia o reducción del cobre en las comidas, hace que se sufra un tipo de anemia de nombre hipocrómica (de poco color), generada por la falta de hemoglobina en la sangre. Los investigadores descubrieron que para curarla no basta administrar hierro (materia prima de la hemoglobina), al organismo afectado. Si es tratado con una mezcla de de sales de hierro y cobre, la recuperación es pronta.

        Los efectos del síndrome fueron observados de forma dramática en niños desnutridos. Bebés entre 8 y 15 meses de edad, carentes de proteínas, calorías y sales minerales, tenían falta de apetito para alimentos sólidos, párpados hinchados, palidez en la piel y falta de crecimiento. Igualmente, niños nutridos con leche de vaca, tuvieron anemia hipocrómica. La explicación es simple: la leche de vaca contiene poquísimo cobre.

        Curioso es que hasta los 6 meses, los niños parecen libres de este tipo de carencia. Durante ese período, ellos queman las reservas depositadas en el hígado durante la gestación. Agotados estos “ahorros” el cobre necesita ser repuesto vía alimentación.

        La dificultad de hacer un diagnóstico de hipocopremia (deficiencia de cobre), reside en la falta de análisis específicos para detectarlo. Aún así, los especialistas imaginan que no sea un fenómeno raro, principalmente entre personas de nutrición deficiente o que adopten modos alimentarios poco variados.

        La eventual falta de metal no representa sólo riesgo de anemia. Investigadores han observado que cachorros de perros con dieta pobre en cobre están más sujetos a malformaciones óseas y frácturas espontáneas. La explicación para este fenómeno es que la enzima lisiloxidase, fundamental para la formación del colágeno, sólo entra en acción con la ayuda del cobre. Ahora, las fibras colágenas, entre otros tejidos, ayudan en la fabricación del cartílago, que sirve de matriz a los huesos. Una vez más, nuestro amigo el cobre entra en ínfimas proporciones, pero marcando toda la diferencia.

        Vamos a conocer otras proezas del cobre. Recordemos que muchos procesos orgánicos globales comienzan literalmente a flor de piel. Es el caso del bronceamiento, cuando nos exponemos al Sol. El color moreno, resultante de la producción del pigmento melanina, actúa como protección contra los rayos ultravioletas, cuyo exceso puede causar tumores malignos.

        ¿Y el cobre? Entra en la composición de la tirosinase, enzima que ayuda a transformar la tirosina (aminoácido presente en el organismo) en melanina, la substancia defensiva encontrada en la piel, mucosas y cabellos.

        Hablando de cabellos. La experiencia demuestra que la deficiencia de cobre debilita y hace perder su color. Además, la despigmentación del pelo es uno de los indicadores de la falta de cobre.

        Los estragos de la piel van mucho más lejos. Las mismas fibras colágenas y elásticas, formadoras del tejido cartilaginoso y paredes de los vasos sanguíneos, responden del soporte y elasticidad de la piel. Por esa relación directa con el “revestimiento” del cuerpo humano, el cobre ha sido asociado a la vitamina A en el tratamiento de acné y otras dermatitis con buenos resultados.

        El metal no se resiste a dar una mano al corazón. Después de pesquisas en laboratorios se ha apuntado la deficiencia de cobre, al lado del exceso de grasa, tabaco, sedentarismo, estrés, como factor que predispone a enfermedades cardíacas.

        Estudiando un grupo de adultos afectados de hipertensión moderada y niveles de colesterol levemente elevados, se encontró entre ellos un punto en común: todos consumían en sus dietas diarias, de 0,6 a 1 mg. de cobre. La tasa recomendada es de 2 a 3 mg. día.

        El dato más importante es que al recibir alimentos con alto contenido del metal, los problemas desaparecieron. Los especialistas confirman la experiencia en laboratorio. La falta de cobre combinada con situaciones de estrés, elevaron la presión sanguínea en un 15% y aumentaron drásticamente el riesgo de enfermedades cardíacas en las cobayas.

        Otras observaciones demostraron que la falta de cobre llega a provocar lesiones cardíacas. Se ha procurado descubrir la causa de una atrofia del músculo cardíaco que atacaba a un rebaño bovino. La enfermedad comenzaba con una comprensión de pequeñas áreas del órgano; al poco tiempo, un tejido fibroso iba tomando el lugar del músculo, hasta que pasado unos años, cualquier pequeño esfuerzo llevaba al animal a la muerte súbita, por insuficiencia cardíaca. El exámen de la dieta del rebaño reveló severas deficiencias de cobre.

        Curiosamente, caballos y carneros alimentados en los mismos pastos no presentaban este síndrome lo que llevó a pensar a los científicos que la falta del metal afecta a cada especie de manera diferente. Entre las vacas, la intensidad del problema se mostró variable, de acuerdo con la edad del animal.

        Otra experiencia, esta vez con gallinas, ayudó a aclarar el asunto. Después de someter a un grupo de ellas a una dieta casi nula en cobre, los científicos observaron la disminución de la enzima amina-oxidase, que interfiere en la formación de la elastina, proteína que da elasticidad a las paredes de los grandes vasos, principalmente la aorta, la mayor arteria ligada al corazón. La falta de elastina hacia los vasos de las gallinas tan frágiles que terminaban rompiéndose.

        Aunque el hombre sea un hombre y el pollo un gallo adolescente, hay buenas razones para sospechar que la ausencia de cobre en la dieta humana favorece los ataques cardiovasculares. No vale la pena descuidarlo en el menú diario.

        Ya es hora de entender como el prodigioso metal circula en el organismo. Sepamos que expulsamos fuera la mayor parte de lo que consumimos. Apenas un 40% del total ingerido por un adulto es aprovechado. Si tomamos 5 mg de cobre, sólo 2 serán absorbidos por las paredes intestinales. El resto va fuera.

        Los 2 mg que están dentro caen en la corriente sanguínea y combinándose con la albúmina (proteína del plasma) viajarán hasta el hígado, médula ósea, páncrea, riñones y cerebro. Otra porción se asocia a las enzimas para el desempeño de las funciones ya mencionadas.

        El principal almacén de este importante ingrediente es el hígado. Raramente ocurre una saturación, pero puede suceder. La manifestación aparece, por ejemplo, en el síndrome de Wilson, degeneración hepática congénita, de causa desconocida. Se caracteriza por deficiencia de ceruloplastina, enzima que tiene en el cobre un ingrediente fundamental; al mismo tiempo, el mineral aparece con exceso en el propio hígado así como en el cerebro. Como consecuencia, el paciente subre problemas neurológicos y presenta síntomas de cirrosis hepática. Se trata de un problema de difícil aparición, que por eso mismo no debe causarnos mayor preocupación.

        Personas con dieta variada no necesitan preocuparse de eventuales deficiencias. La naturaleza fue pródiga en distribuir el precioso metal en los más variados alimentos. Las mayore fuentes son las ostras, crustáceos, nueces, alubias, garbanzos, soja, almendras, coco, aguacate, camarón cocido, uvas pasas, patata, arroz, etc. La salud, principalmente la del corazón, se alegrará.

                                                   Salvador Navarro Zamorano

                                                   Especialista en Homeopatía.

 

 

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