MEDICINA NATURAL

Salvador Navarro Zamorano

DICIEMBRE 2001

 

 

                                                                LA SALUD DEL CORAZÓN

          ¿Es mejor reprimir la cólera o desatar los sentimientos? ¿De qué manera el inconsciente protege o perjudica el corazón? Descubra lo que las emociones pueden hacer para proteger su vida.

          De repente, llega un dolor leve, un malestar o inexplicable cansancio. Son pequeñas señales de que algo no va bien en el organismo. Es nuestro cuerpo que habla. Él nos alerta cuando no lo estamos cuidando bien. Si no tomamos precauciones, la situación se agrava. Es lo que suele suceder con ciertos temperamentos. Llega un día en que el corazón no soporta más y explota.

          Una jornada de trabajo de 12 a 14 horas diarias, por ejemplo, si no son compensadas por otras actividades de ocio, relaciones afectivas, etc., puede llevar a problemas serios. Lo ideal sería alternar las solicitaciones del cuerpo, tanto en términos de funciones orgánicas como psicológicas.

          En verdad, no sólo los psicólogos admiten que el cuerpo “habla” con “su dueño” , sino que el corazón es el representante de las emociones. “También su ritmo está vinculado a cada momento vivido”, dicen los expertos.

          Los pioneros en los estudios de factores de riesgo cardíaco percibieron que sus pacientes, con frecuencia, presentaban rasgos comunes de personalidad, tales como la ambición exagerada, competitividad, prisa en alcanzar objetivos y obstinación.

          En base a tales resultados los médicos dividieron las personas estudiadas en dos tipos. Tipo A, las agitadas y tipo B, las calmas. Siguieron las investigaciones y 3.000 indivíduos del sexo masculino fueron entrevistados, fichados y encuadrados como tipo  A o B.

          Los resultados posteriores confirmaron enteramente sus hipótesis: en los ocho años que siguieron a las entrevistas; el grupo A sufrió dos veces más ataques cardíacos, a pesar de que los otros factores de riesgo, tal como colesterol y tabaco, eran controlados. Desde entonces, numerosos estudios, usando diferentes test y entrevistas, confirmaron la conexión entre el comportamiento del tipo A y las enfermedades cardíacas. La mayoría concuerda con el siguiente perfil para la personalidad del tipo A: 1) Modo de vida competitivo, impetuoso; 2) Un sentido de urgencia que combina rapidez, impaciencia y necesidad obsesiva de hacer el máximo de cosas en el mínimo de tiempo posible; 3) Implicación excesiva con el trabajo.

          Para detallar aún más el análisis, un grupo de investigadores catalogó 44 características de personalidades del tipo A. Seguidamente, aisló las que surgían como factores reales de riesgo. Son estas: 1) Potencial para hostilidades; 2) Tener frecuentes accesos de rabia (más de una vez por semana); 3) Rabia dirigida hacia el exterior (a otras personas, no contra sí mismo); 4) Irritabilidad por tener que “permanecer siempre al pie del cañón”; 5) Competitividad, incluso en las horas de ocio; 6) Explosiones de voz (como tendencia a hablar en tono elevado); 7) Respuestas bruscas y violentas cuando se le pregunta (en vez de respuestas calmas y pensadas).

          El hilo que cierra los siete trazos peligrosos, es la rabia, la cólera. Hostilidad, irritabilidad, impaciencia, comportamiento explosivo, completan la imagen popular de este tipo. Pero la rabia, a pesar de ser más fuerte en el tipo A, puede aparecer en personas no explosivas del tipo B. Probablemente, la rabia y la hostilidad son elementos claves en la frecuencia de problemas cardíacos.

          La antigua afirmación de que es mejor expulsar la rabia que tragarla, mereció la atención de los investigadores. Sorprendentemente, la sabiduría popular se equivocó. Por lo menos, en lo que respecta a los ataques cardíacos, esta creencia no se confirma. No hay pruebas de que “explotar en cólera” reduzca los efectos maléficos de la cólera, así como se puede decir que esconderla hace que se diluya.

          Exteriorizada o suprimida, lo que parece destructivo es la frecuencia con que la persona es invadida por una cólera intensa. Según los especialistas, un antiguo proverbio chino ilustra bien la situación: “El fuego con que hieres a tu enemigo, casi siempre te quema a ti más que a él”. Cuanto mejor estudiamos la ira y sus efectos sobre el corazón, más conscientes nos tornamos de esa ironía. Por eso, hay poderosas razones para aprender a controlar la más egocéntrica de las emociones.

          No todos, en verdad, están de acuerdo con esta división de tipos. A veces, un paciente del tipo A no es candidato a tener problemas cardíacos, pues ciertas personas con el mismo perfil desarrollan otros tipos de dolencias. Pero los perfiles son útiles al estudio clínico en general, porque las personas con problemas cardiovasculares se parecen más entre sí que los enfermos con diabetes o úlceras gastroduodenales.

          Recientes estudios científicos indicaron que también los niños adoptan el estilo competitivo de la personalidad del tipo A. Estas investigaciones estudiaron decenas de niños: 93% del tipo A se diferenciaban de 91% del tipo B, por presentar más síntomas físicos asociados con el stress. Tenían tensión muscular, insomnio, dolores de cabeza y alergias. Igualmente se resfriaban y agripaban mucho, además de mostrar mayor inseguridad.

          En una curiosa experiencia realizada en la antigua Unión Soviética, los científicos separaron algunos chimpancés de sus respectivas hembras. En jaulas bien próximas, las hembras fueron emparejadas con otros machos, ante la vista de los antiguos compañeros. Después de algunos meses, los primeros machos presentaron hipertensión sanguínea y otras señales de dolencia cardíaca. Algunos animales tuvieron síncopes.

          El tipo de problema que lleva al infarto es el que parece insoluble o la persona queda impotente para resolverlo. Por esto, los males del corazón son comunes en un ambiente hostil, especialmente en las grandes ciudades. Y acontece más los fines de semana, cuando son más frecuentes las peleas entre familiares. Curiosamente, se soportan mejor los problemas económicos que los pasionales.

          El comportamiento agresivo, fundamental en las enfermedades coronarias, es reversible. Las personas que consiguen cambiar su modo de vida disminuyen el riesgo de sufrir ataques de corazón.

          La personalidad puede ser cambiada. Para eso es importante tener consciencia de la manera y el cómo se está viviendo.

          Los psicólogos reconocen que todo lo que ocurre a nivel emocional repercute en la parte física y viceversa. Así, la forma de tratamiento es descubrir la razón que originó el problema. La mayoría de las veces, las represiones y la sobrecarga de emociones contenidas, resumen las principales causas de los problemas físicos.

          Hasta descubrir los orígenes del problema, el terapeuta procura aliviar las emociones. A partir de ahí, en combinación con el médico, actúa también sobre el organismo. Los males cardíacos, específicamente, están relacionados con el desamor. Resueltos de manera saludable, ayudan a mejorar el resto del cuadro general del paciente.

          A pesar de llevar en cuenta los factores genéticos hereditarios, se piensa en la elección inconsciente de un camino para problemas graves de salud. Es una especie de automatismo. Si una determinada persona sabe que el padre y el abuelo tuvieron un infarto, piensa inconscientemente que él tendrá el mismo fin. Entonces acaba tornándose una predisposición.

          Todo está en la mente. Las enfermedades nacen como episodios de vida, en paralelo con los conflictos no resueltos y escondidos en el mundo inconsciente de cada persona. Los síntomas no nacen en el cuerpo sino en la conducta anormal o perturbada del paciente.

          Sería conveniente un cambio en la conducta médica actual. En primer lugar, el médico, debiendo tener profundos conocimientos de psicología dinámica, haría una investigación sobre el estado de conflictos instintivos e inconscientes del paciente. Y buscaría aliviarlos. Posteriormente, si se producen lesiones orgánicas, habría necesidad de tratamiento clínico, especialista o de cirugía.

          Cuando llega la enfermedad coronaria, no por eso se ha de descuidar la prevención. Lo importante es que el problema de salud no se repita. Y hay dos tipos de indivíduos que asumen modos diferentes de comportamiento.

          Uno de ellos cambia el estilo de vida. Ese tipo tiene una buena evolución. En general, desarrolla mejores condiciones de vida, más saludables que antes. El otro tipo, cae en la frustración y el pesimismo.

          En verdad, repensar la vida es importante. La rabia que lanzamos sobre otros alcanza al “rabioso” en pleno corazón. En la rutina diaria,  la ira que arrojamos en acontecimientos banales, en problemas de tráfico, en la voluntad de vencer al adversario, acaba alcanzando a la víctima menos pensada: a nosotros mismos.

          El control de las emociones puede tener un papel importante en la vida física, así como la dieta alimentaria, en la prevención de accidentes cardíacos. Por eso, no quedemos indiferentes al escuchar en la calle o en el trabajo, expresiones airadas. Generalmente son provocaciones para que alteremos nuestro ritmo de vida. Palabras malsonantes en el trabajo, gestos ofensivos de conductores de automóviles que van a nuestro lado, rabia contenida contra el perro del vecino, sólo nos hacen daño. El exceso de trabajo y preocupaciones exageradas también consiguen el mismo efecto. ¿Qué tal sustituir el nerviosismo y la agresividad por un poco más de amor y tolerancia? Tu corazón lo va a agradecer.

                                                                     Salvador Navarro Zamorano

                                                                     Especialista en homeopatía.

 

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