ALCORAC

Salvador Navarro

 

 

              

Dirigida a la Escuela de:

                    Mallorca

                    Las Palmas

                                                                                  

                                                                                   Circular nº 5 , año XII

                                                                                   Bunyola, 1º de Mayo de 2.006.

VIDA DE SAN PABLO.-

“Se sublevó la ciudad entera  - dice Lucas – y se formó un amotinamiento popular. Pablo fue preso y arrastrado fuera del Templo, y luego las puertas se cerraron”.

Parecía el fin del mundo. Con miedo de que la sangre humana manchase los atrios sagrados, arrastraron a Pablo hasta el área de los gentiles y luego se cerraron, con el estruendo siniestro de un trueno, las dos alas del macizo portal de bronce, que sólo podía moverse por la fuerza conjugada de veinte hombres, según cuenta la tradición.

Para Pablo era simbólico ese trueno y el cierre del Templo: estaba definitivamente expulsado de su pueblo, excomulgado de Israel, entregado a los gentiles. Por última vez vio brillar al sol de la mañana los blancos muros del santuario  - después -  una nube de sangre le cegó los ojos . . . Después . . . no vio nada más . . . Sólo oía en torno a sí el vocerío infernal de imprecaciones y gritos de venganza y sentía caer sobre su cuerpo una serie de golpes, que de milagro no lo dejaron muerto.

Pablo yacía tendido en el suelo.

En ese mismo lugar fue arrastrado, hacía más de veinte años, el joven levita Esteban. Pablo lo sabía. En unos momentos estaría él con Esteban y con el divino Maestro.

Pero no. No era llegada la hora suspirada. Pablo no había sufrido todavía bastante por el nombre de Jesús.

De súbito, el sonido estridente de un clarín cortó los aires. Y luego se oyó una voz de mando, vibrante, dura como una lámina de acero . . . Lisias, comandante de la guarnición romana, había acudido con un pelotón de soldados.

La delirante multitud abrió camino ante las puntas de las lanzas.

Con esfuerzos consiguió Lisias arrancar de las manos de los energúmenos a un hombre de vestidos rasgados y cuerpo lleno de contusiones. Finalmente, había caído en sus manos el famoso egipcio, caudillo de bandidos, al que hacía tiempo estaba dando caza. Así pensaba el comandante  y dio orden de que el preso fuese maniatado y conducido al baluarte. Llegados al pie de la escalera que daba al castillo, “fueron los soldados obligados a cargar a Pablo, por causa de la violencia de la multitud que avanzaba al grito de “¡Abajo con él!”

Así es que el anunciador máximo del Evangelio llegó a la plataforma de la escalera cargado sobre los hombros de los soldados del César. Desarrapado, cubierto de polvo, con el rostro lleno de sangre, lo llevaron hasta la plataforma de la fortaleza.

Calmo y perfectamente dueño de la situación, se dirigió el preso al comandante Lisias y le pidió cortésmente en lengua griega: “¿me es permitido decir alguna cosa?”

“¿Cómo?  - exclamó Lisias, lleno de sorpresa -  ¿sabes griego? ¿Pero, no eres tú aquél egipcio que hace poco se sublevó y huyó al desierto con 4000 sicarios?”

“No” – respondió Pablo -  yo soy judío, natural de Tarso de Cilicia, ciudad nada oscura”, - añadió con orgullo. Y sin hacer caso del espanto del oficial, añadió: “Ruego me permitas hablar al pueblo”.

Lisias accedió al pedido, midiendo con miradas inquisitoriales la silueta frágil de aquel extraño personaje que, de improviso, le había caído en las manos. ¿Qué iba ese hombre a decir a la multitud fanatizada?

“Pablo se colocó sobre las gradas e hizo señal al pueblo con la mano. Siguió un gran silencio. Entonces comenzó a hablar en lengua hebrea, diciendo: “Hermanos y padres, escuchad lo que tengo que decir en mi defensa”.

La multitud, escuchando que hablaba en hebreo, escuchó aún con mayor silencio.

Entonces comienza Pablo a relatar rápidamente su vida de fariseo y su milagrosa conversión al Evangelio. Hace ver que su vida actual no es la de un desertor, como ellos suponen, sino la de un discípulo de los profetas de Israel, que vaticinaron el Mesías que ellos adora.

Raras veces, habrá sido el Evangelio anunciado en circunstancias más singulares que la de en este día; en las gradas de una fortaleza romana, un predicador con los vestidos rotos, rostro ensangrentado y muñecas cargadas de cadenas y, abajo, un auditorio furioso: a su lado, un oficial del César y, en el fondo, un pelotón de legionarios romanos.

Los judíos escuchaban. Pero, cuando Pablo mencionó la orden que recibiera de Dios, en Jerusalén: “Vete, porque te enviaré lejos, a los gentiles”, - comenzaron a clamar furiosamente: - “¡Abajo con este hombre! ¡No puede vivir por más tiempo!”

Y, mientras vociferaban, arrojaban de sí las capas y lanzaban puñados de polvo contra Pablo.

Lisias no entendió palabra del discurso de Pablo. Extrañaba la actitud de los judíos y concluyó que debía de tratarse de alguna controversia religiosa.

En el intento de calmar las iras del pueblo, cayó en el mismo error y en la misma injustita que su patricio Pilatos: dio orden de que Pablo fuese flagelado, a fin de complacer la razón de los que así clamaban contra él.

Los soldados, condujeron al preso hacia el interior de la guarnición, atándole estrechamente a una columna y empuñaron los instrumentos de flagelación: correas de cuero terminadas en bolas de plomo y ganchos de hierro. En esto apareció un oficial para dar las órdenes competentes. Pablo volvió la cabeza, todo cuanto le permitía su estado y preguntó con calma al oficial: “Se os permite flagelar a un ciudadano romano y sin sentencia del juez?”

¡Ciudadano romano! – palabra mágica, que en un segundo cambió la situación. Inmenso era el respeto que los representantes del César tenían a ese título: civis romanus. La legítima posesión de este derecho valía para todo, así como su arrogación indebida acarreaba la pena de muerte.

El oficial mandó inmediatamente suspender la tortura prevista y corrió a dar al tribuno Lisias la noticia de que el preso era ciudadano romano y, por tanto, no podía ser flagelado.

Lisia fue personalmente a hablar con Pablo, mandó desatarlo de la columna y le preguntó con cierta confidencialidad: “me han dicho que eres ciudadano romano”.

-“Soy” – respondió Pablo.

El comandante, después de certificar la legitimidad de ese glorioso título de su prisionero, le dije con aire de misterio: “Yo adquirí los fueros de ciudadano por una gran suma de dinero . . . “  No comprendía cómo ese judío vagabundo, sin dinero, pudo adquirir título tan costoso.

Volvió Pablo a decir con firmeza y naturalidad:

- “Pues yo soy ciudadano romano de nacimiento”.

Cambiaron los papeles: el comandante estaba con miedo, por el hecho de haber mandado esposar al ciudadano romano  -  y ciudadano de nacimiento.

Dio orden para que Pablo fuese hospedado en la fortaleza y tratado con respeto.

“Al día siguiente, deseando saber con seguridad de qué era acusado por los judíos, le soltó y ordenó que se reuniesen los príncipes de los sacerdotes y todo el sanedrín, y llevando a Pablo, se lo presentó”. (Hechos de los Apóstoles 22:30).

Ocupaba en ese tiempo el cargo de sumo sacerdote un tal Ananías, de la familia de Anás, cuyo carácter conocemos por la historia de la pasión de Jesús. Hombre ambicioso y, como rezan las propias fuentes judaicas, de una sensualidad proverbial, encarnaba Ananías sintomáticamente la decadencia de la religión en la que pontificaba.

Por ese tribunal religioso adulterado fue Jesús condenado y ante la misma categoría de representantes oficiales de la religión, apareció Pablo, su mayor discípulo. Sería incomprensible si esos dos auténticos adoradores de Dios, en espíritu y en verdad, fuesen reconocidos como hombres religiosos por aquellos esclavos de un formalismo vacío.

Además de los fariseos, tenían también asiento en el Sanedrín los saduceos, especie de racionalistas y escépticos, que creían con más firmeza en la física de la materia que en la metafísica del espíritu y encontraban poco político sacrificar los placeres verdaderos de la vida presente por la problemática felicidad de una existencia futura. Se aprovechaban todavía del sentimiento religioso del pueblo para garantizar la plenitud de sus bolsas. Y más aún: para no exponer al peligro sus ventajosas relaciones con los romanos, enfriaban solícitamente cualquier inicio de entusiasmo religioso nacionalista entre los judíos; ¡Nada de política en la religión! ¡Obediencia a la autoridad constituida ¡ Relegaban al mundo de las fábulas infantiles cosas como: “ángel”, “espíritu” y “resurrección”.

Sigue en la Circular de Junio.

HOMENAJE A JOSÉ Mª VARGAS VILA.-

El dolor para nosotros no existe, sino como protesta de la sensibilidad irritada contra la disminución de la existencia, aviso de contrariedad que hay que hacer desaparecer o atenuar. Él lo ve como resultado lógico de la vida, y afirma que hay que tender a la nada para librarnos de él; si vivimos es por cobardía.

Somos el anverso y el reverso de una misma medalla. Por lo demás, las relaciones fenomenales que establecemos son iguales; sólo que las suyas van de mayor a menor, de positivo a negativo, y las nuestras de menor a mayor, de negativo a positivo. Él no admite dogmas, ni trabas, ni limitaciones en su especulación; sus reflexiones son hijas de la observación de la realidad; es un verdadero positivista en este. Sólo que a nosotros, la realidad se nos ha presentado en la vida de otra manera, gracias, más que a los accidentes fenomenales de nuestra existencia, a nuestra organización fisiológica, a nuestro temperamento. Una contrariedad se nos ha figurado, que era algo que había que vencer, una valla que había que saltar, un límite que se tenía que dejar atrás, siempre un más allá y un mejor. Se vive de la muerte, o mejor, de otras vidas orgánicas inferiores, pero se vive. V.V. es un contemplativo amargado. Tiene horror a la vida que es lucha, y amor a la muerte, que para él es reposo eterno. Y esto se lo dicta su temperamento. Si nos confesáramos ambos, tal vez resultaría que nosotros llevaríamos la mayor parte en los accidentes contrarios de nuestra existencia, en las desgracias, pues la desgracia nos ha atacado siempre al imprevisto. Una vez, cuando a fuerza de trabajo íbamos a recoger una fortuna, se estremeció la tierra, se hundieron montañas, saltaron caseríos al mar, un temblor de tierra arrojó pueblos a la llanura, y nos quedamos contrariados, sí, pero no abatidos. Y hemos continuado luchando para vencer la adversidad, bajo cualquier forma que se nos haya presentado. ¡Y siempre adelante! Este ha sido nuestro mayor placer.

V.V. tiene otro temperamento y otra organización. Ama la soledad en sí; nosotros la amamos, pero como reparadora de fuerzas y fuente de libertad y energía para el trabajo, y una vez rehechos, nos lanzamos al mundo que necesitamos frecuentar, y combatir sus defectos, sus ridiculeces, sus nulidades o sus infamias. Y esto nos templa, nos alegra, nos rejuvenece. V.V. nos hace el efecto de un genial Filósofo, de un sabio budista con vistas a un shivaísmo inactivo. Y en esto está su honradez perfecta. Ve el Mal y la Muerte, por doquiera, pero no incita a la anulación ni al daño ajeno. Ni siquiera la recompensa del agradecimiento quiere. Medita y escribe para evitar que el amor le sobreviva, ya que no podrá obtener el olvido de su alma. Si sugestiona estados de ánimo tristes, es a los que no son bastante fuertes para leerle y comprenderle.

En su primera juventud luchó por la libertad de su país, al combatir la tiranía en la América Central. A los diecisiete años tomó parte en una batalla; pero luego envainó la espada, tomó la pluma y fue sólo un contemplativo, sin atender a que la vida es lucha, y envainar la espada es firmar su esclavitud, sellar su tumba. Por esto él, para no ser esclavo, al cesar de combatir, se refugió en la soledad, y siendo un gran comprensivo, su espíritu tendió a la tumba.

No sabemos qué acontecimiento determinó en el joven V.V. este cambio de frente. Descendiente de los Vargas Machuca, uno de los cuales se quedó allí ignorado en los Andes, a donde fuera como conquistador, quien sabe si el eco lejano de este antepasado, por extraño atavismo produjo en su descendiente ese arrepentimiento de la vida intensiva y activa, que le había movido a cometer tal vez actos atroces en la raza autóctona. De procedencia catalana, por el linaje de su madre, podría ser que la raza de los Vila, lemosina, como indica el nombre, con la de los Vargas, ambas presentes en su biznieto, determinaron los dos aspectos de su vida: el activo y el contemplativo artístico. Alto trascendental de su antiguo abolengo, aún velado por su pesimismo, hay en la nobleza de su concepción, en la firmeza de sus enunciados y en el alto sentimiento estético de su pensamiento. En el Arte, que él no advierte que es el paroxismo de la vida, reaparece el lemosín. Así exclama:

“El ritmo es más que la música de la poesía, es su esencia. Donde quiera que hay ritmo hay poesía, aunque no haya verso”. Y cita a Chateaubriand, que no escribió en verso, y lo iguala con Lamartine y Victor Hugo. Y cual un greco-latino, con un superior sentido de ponderación, afirma que:

“Donde hay esfuerzo de estilo hay retórica y donde hay retórica no hay poesía”. Para él (y está en lo cierto) todo poeta obedece a un ritmo personal . . . que es como la música individual de sus emociones, y añade:

“La ley del verso debe ser la libertad, porque todo ritmo es bello y todo lo bello es libre”.

Hasta en sus máximas de filosofía de la historia reaparece el mediterráneo, cuando afirma que: “Los bárbaros se civilizan, pero a condición de barbarizar la civilización”,

La barbarie le da horror porque ella es destrucción y no construcción armónica. Y tiene el profundo sentido de la vida que tuvieron los griegos, tanto, que a veces al analizar parece Anacreonte:

La Vida no tiene sino una primavera; y, hay que apresurarse a recoger y aspirar todas sus rosas, porque mañana, ese huerto será el huerto de la muerte, y, el recuerdo, será el sólo perfume que flotará sobre él”.

Y al considerar el ideal, exclama:

“No hay ideales fuera de la vida; es al contacto de la vida, que nacen los ideales”.

Y tanto identifica el arte con la vida que para él no hay gran artista que no sea sincero, y así cree que cual Esquilo:

“Aquél que ha escrito una gran tragedia, la ha vivido, o es capaz de vivirla”.

En los momentos en que su ánimo decae, el poeta, al greco-latino artista, se opone el pesimista, el que ha renunciado: “Entre el héroe y el asceta, el tumulto y la soledad, la gloria puede estar con el héroe, pero la sabiduría está con el asceta”.

Pero ese pesimismo pronto le pasa, como si fuera una ligera nube que su radiación disipa.

Un eco lejano de su antiguo carácter liberal y luchador, en su soledad, le vuelve un rebelde, cuando exclama: “El deber  - según Kant -  es una acción, que necesariamente debe de ejecutarse por sumisión a una ley”. Luego: El deber es una esclavitud”. “Pero, ¿dónde encontrar la libertad? Fuera del deber, es decir, fuera de la ley. Pero, ¿se puede vivir fuera de la ley? ¡Sí! Dentro de sí mismo”. He aquí que, el anarquista mental aparece. Y por tanto así como no reconoce leyes, tampoco admite Estados:

“Una personalidad que sufre fronteras, no es ya una personalidad, es simplemente una persona”.

Y este espíritu anárquico lleva en el fondo un espíritu aristocrático anti-igualitario; y la diferencia la encuentra en el valer propio, en el no sujetarse a fronteras, en el no caber en una nación.

Él no reconoce más leyes que las relaciones fenomenales de los organismos. La moral de las religiones la encuentra falsa y así sienta que: “Las leyes de la Biología, son las únicas leyes de Moral posibles”.

Ante todo, y en La voz de las horas es donde se pone de relieve que es un espíritu liberal. Así ve el servilismo de los menguados hasta en el ahora de la muerte.

“El servilismo, es pasión tan incurable en el hombre, que aún en el momento de la suprema libertad, que es el de la muerte, tiene necesidad de crearse más allá de la tumba, la ficción de un Imperio, y, la necesidad de un amo, para temblar ante él”.

Su máxima fundamental puede decirse que es esta:

“Después del esclavo, yo, no he visto nada más vil que el amo”.

Ni quiere ser dominado, ni dominador, tanto es el odio que tiene a la tiranía, que él considera fuente de indignidad y de embrutecimiento:

 “La tiranía se parece a la religión, en que bajo ella “El Terror es el principio de la sabiduría”.

Y, el Temor, es la única autoridad de los que no pueden inspirar respeto; y, el único respeto de los que no tienen dignidad”.

Concluye en la Circular de Junio de 2006.

LA SABIDURÍA ANTIGUA.-

Uno de los aspectos impactantes de la vida en esta era tecnológica es la alienación de la Naturaleza, un sentimiento de estar separados, aislados. Si fuéramos habitantes de ciudades, raramente tendríamos la oportunidad de disolvernos en una puesta de Sol o perdernos en la infinitud de un cielo nocturno, o centrarnos en la geometría perfecta de una flor. La mayor parte de nuestro tiempo se consume encerrado en casas o en vehículos de transportes, a partir de los cuales podemos lanzar una mirada furtiva hacia fuera a través de una ventana.

Incluso así, somos parte intrínseca de la Naturaleza, siendo sus hijos de la misma manera que un árbol o una cascada de agua. Nuestros cuerpos están hechos de la propia materia que la Naturaleza y, de acuerdo con el espiritualismo, la propia consciencia en nosotros es un florecimiento de la consciencia que se esparce por toda la Naturaleza. Hasta nuestras potencialidades humanas más singulares constituyen la expresión de principios universales, pues la sabiduría antigua presenta al hombre como un microcosmo, una miniatura del cosmos, incorporando todos sus principios, energías y funciones. En todos los niveles, desde el Supremo Espíritu hasta la materia más densa, estamos inmersos en el proceso universal, uno con él, estableciendo un proceso de intercambio múltiple. Son inherentes en cada uno de nosotros todos los principios de la Naturaleza.

Hemos visto cómo la unidad penetra todo nuestro ser. Estamos constituidos por una totalidad dentro de la totalidad, de átomos a sistemas orgánicos. Cada uno de nosotros es una unidad total, todas las corrientes complejas de nuestra naturaleza convergen para un ser unitario. Compartimos también una unidad con la especie humana y establecemos un intercambio con otras personas de innumerables maneras, como hacemos con el medio ambiente. En un nivel más profundo, cada uno de nosotros está enraizado en la Base primordial del universo. Nuestro Yo más esencial, el núcleo de nuestro ser, el Atman, nuestro germen particular de divinidad, que es inherente en el Uno, la Fuente de todo.

Hemos visto también que la polaridad básica de consciencia y materia está destacada en nosotros. Subjetivamente, sentimos que estamos apartados del mundo objetivo y hasta de las corrientes de las sensaciones, pensamientos y sentimientos que surgen en nosotros. La división sujeto-objeto, consciencia-materia, está en la propia base de toda nuestra experiencia, pues, en el hombre, se equilibran los dos polos primordiales del ser. Integramos tanto espíritu como materia en nuestra compleja naturaleza, a veces en tensión y conflicto, a veces en armonía dinámica. El hombre fue definido en la filosofía esotérica como “aquel ser en el universo en quien el Supremo Espíritu y la materia más inferior se reúnen por la inteligencia”.

La inteligencia que une espíritu y materia en nosotros es la marca del hombre. Como en ninguna otra parte de la naturaleza física, la Mente Divina se expresa por medio de nuestras propias facultades mentales. Expresamos el principio ordenador del cosmos en todos los niveles en la medida en que incorporamos todos los grados del ser universal, los siete campos o planos distintos de la Naturaleza. Existe una “unión indisoluble entre el Hombre y el Universo, expresada en siete formas diferentes”. Pero es a nuestra mente, a nuestro principio interno de organización, de abstracción, planeamiento y significado, lo que constituye nuestra conexión más directa con la Mente Divina. Cualquier organización y orden en nuestras vidas, nuestra sociedad, nuestras artes y ciencias, en cualquier ramo de actividad humana, refleja este principio universal de orden. La capacidad de pensamiento es el aspecto que distingue nuestra especie.

El principio de los ciclos también está vivo en nosotros de muchas maneras, desde nuestros procesos respiratorios y fisiológicos hasta nuestras encarnaciones en el mundo físico, cuando periódicamente asumimos un cuerpo físico y una psiquis para después abandonarlo por un determinado período, en un ciclo de descanso y absorción entre las vidas. Es el karma, juntamente con los aspectos superiores más espirituales de nuestro ser, que asegura la continuidad de la vida para la vida. La presión oriunda de nuestra naturaleza superior evoca el crecimiento y nos impulsa hacia la evolución, mientras que la ley del karma actual como instructor de la vida, presentándose a consecuencia de nuestras acciones y decisiones pasadas. Constituimos el presente foco de la evolución, la flecha que apunta al futuro que sólo puede volar a partir del interior de nuestras mentes y corazones.

Así, todos los principios que gobiernan el universo y sus procesos están forzosamente presentes en nosotros. Tenemos conexiones cósmicas. Incorporamos principios universales. Aunque únicos de muchas maneras, no estamos apartados de la Naturaleza. Al contrario, ella trabaja dentro y a través de nosotros. Somos la revelación de sus posibilidades. En palabras de un profesor de filosofía: “Las leyes que gobernaban esta gran faja de energía dentro del Yo son las leyes que gobernaban todo en el universo”.

Es por eso que la contemplación de los principios subyacentes en el universo puede representar un proceso muy íntimo, que envuelve a la persona como un todo, y no sólo la mente. Los principios espirituales se tornan vivos en la mente consciente no cuando analizados o disecados, sino alcanzados intuitivamente, pensando sobre ellos, sumergiéndose en ellos y esperando que su significado asome como realización directa. Esta especie de estudio profundo se asemeja al concepto de Platón sobre la educación como un proceso de recuerdo. A medida que consideramos los principios universales de la Naturaleza, podríamos invocar la insinuación tenue, casi inconsciente, de esos mismos principios universales, visto que ellos forman la estructura profunda de nuestra propia naturaleza. Todos tuvimos la experiencia, en la cual, repentinamente, nuestra mente es incendiada por la comprensión y la realidad que hay a nuestro alrededor e iluminada por el significado. Las ideas esenciales del espiritualismo pueden no prender en esos momentos en que sabemos, por nosotros mismos, que son reales y que actúan a nuestro alrededor. Cuando la visión interior  estuviere cargada con tal sentimiento y entusiasmo, entonces podrá penetrar en los recesos de nuestro ser en todos los niveles, implicando nuestras vidas y acciones.

Si continuamos estudiando y contemplan do esas grandes ideas filosóficas, ellas pueden lentamente transformar nuestra visión del mundo, proyectándose hasta niveles inconscientes, donde reside gran parte de este cuadro interior. Lentamente, en la medida en que los diferentes aspectos de nuestra naturaleza son armonizados con la sabiduría antigua, podemos sentir nuestro profundo reracionamiento con el universo. Esto amplía nuestro horizonte y nos podemos abrir a nuestras innumerables y ricas interconexiones, tornándonos inmersos en el Uno en todos los niveles de nuestro ser. Entonces estaremos más unidos al mundo que nos rodea, por medio de nuestras múltiples interrelaciones y más sintonizados con la sagrada naturaleza de la vida, la esencia divina en todas las cosas. Así viviremos más y más en el recuerdo de la Base omnipresente que todo lo penetra y sustenta.

Si, como una especie, pudiésemos llegar a vernos bajo esta luz, si pudiéramos sentir nuestros cimientos cósmicos, ocuparíamos nuestro lugar en el orden natural. Conoceríamos nuestra identidad con los demás y con todas las formas de vida y viviríamos más noblemente, más compasivamente. Al revés de no preocuparnos básicamente con el interés centrado en nosotros mismos, nos expandiríamos hacia una perspectiva universal. De la misma manera como el sabio está representado en bellas y antiguas pinturas chinas, nosotros nos mezclaríamos armoniosamente con el paisaje, contemplando la vida de las montañas y del riachuelo. Esto pudiera transformar el mundo.

                                                             F   I   N

                                    OBRAS PUBLICADAS

         Cuando aún es la noche                 (poemas)

         Entre el silencio y los sueños                 (poemas)

         Isla sonora                                             (poemas)

         Sexo. La energía básica                         (ensayo)

         El sermón de la montaña                       (espiritualismo)

         Integración y evolución                           (didáctico)

         33 meditaciones en Cristo                      (mística)

         Rumbo a la Eternidad                            (esotérico)

         La búsqueda del Ser                              (esotérico)

         El cuerpo de Luz                                    (esotérico)

         Los arcanos menores del Tarot              (cartomancia)

         Eva. Desnudo de un mito                       (ensayo)

         Tres estudios de mujer                           (psicológico)

         Misterios revelados de la Kábala            (mística)

         Los 32 Caminos del Árbol de la Vida      (mística)

         Reflexiones. La vida y los sueños           (ensayo)

         Enseñanzas de un Maestro ignorado     (ensayo)

         Proceso a la espiritualidad                      (ensayo)

         Manual del discípulo                              (didáctico)

         Seducción y otros ensayos                     (ensayos)

         Experiencias de amor                             (místico)

         Las estaciones del amor                         (filosófico)

         Sobre la vida y la muerte                        (filosófico)

Próxima publicación:

         Una mirada al siglo XXI

         1000 aforismos

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                                                   OTRAS NOTICIAS

ISLAS CANARIAS.- Estos meses estoy visitando Las Palmas de G.C.,  donde en la calle Padre Cueto nº 22, (Centro de Talasoterapia),Teléfono 928 – 27 11 70, daré un Curso de Relajación y de Meditaciones, en horas de las 16 a las 17, de las 18 a las 19 y de las 20 a las 21 horas, respectivamente. En Mayo los días serán desde el 22 al 26 del mismo mes. El sábado, día 27, impartiré un Cursillo compuesto de 4 temas: “Técnicas para la Liberación Emocional, La alimentación como medicina, La paz del alma y ¿Qué es espiritualidad?”, desde las 10 a la 14,00 y de las 17 a las 21 horas.

Estos cursillos son mensuales. Consultar las fechas en que se realiza cada mes.

 EN PALMA DE MALLORCA.-  Cada miércoles se sigue dando charlas sobre diferentes temas.

El 1º de Marzo la charla ha sido sobre “Contradicciones de los Evangelios y los dogmas de la Iglesia cristiana”.

El 8 de Marzo, se dio una charla sobre “El racismo, su nacimiento y actualidad”. Y el 15 de Marzo sobre “Estudio de la magia en los pueblos primitivos y su alcance en la sociedad moderna”.  El 29 de Marzo la charla fue “¿Es posible haya vida en el interior de la Tierra?” El 4 de Abril se concluyó el tema sobre las supuestas ciudades intraterrestres. El día 11 la charla versó sobre “Vibraciones y sus leyes”; el día 18, correspondió a los Sonidos y sus efectos, como complemento de lo dicho la semana anterior.

La primera charla correspondiente al 3 de Mayo, será sobre “El conocimiento gnóstico”.

Para los interesados, la dirección es: calle Jafuda Cresques nº 17 – 1º derecha. Teléfono: 971 – 75 37 19 y 971 – 971 - 61 33 92. El horario es de las 20,30 hasta las 22,30 horas.

La entrada es libre, pero se aconseja llamar antes por la escasa capacidad del local.

                                    Atención: si desea suscribirse a las Circulares mensuales, así como recibir información sobre otras publicaciones,  libros, C. D.  y cintas para radio-cassette, dirigirse a:

                                                     Salvador Navarro Zamorano

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                                                     07110 - Bunyola (Mallorca).

                                                     Antonio del P. Viera Almeida

                                                     Edificio La Lajilla. Apartamento 106. Tfno. 609 - 58 91 48

                                                     35120 - Arguineguín (Mogán) Gran Canaria.

                                                     Jesús Navarro Sánchez

                                                     Padre Cueto nº 22. Centro de Talasoterapia. Tfno. 928-27 11 70

                                                     35008. Las Palmas de Gran Canaria.

 

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