REVISTA ALCORAC

 

Salvador Navarro Zamorano

 

 

Circular nº  6  Año V 

                                                                                               

Llubí, 1º de Junio  de   de 1.999.

 

 

          A Mª Cristina Bosch con el recuerdo

          de los días pasados en El Paradís, y

          mi gratitud por su atención y amistad.

         

 

 

 

          La religión no es un ritual. No es una cosa que tengas que hacer. Es algo en lo que tú te transformas. Por eso hay siempre la posibilidad de que exista alguna falsa religión en algun lugar de la sociedad. Una religión no es auténtica cuando la transformación interior ha sido sustituída por un ritual externo. Entonces tú sigues haciendo cosas y ella se convierte en un hábito enraízado en tí, pero no alcanzas nada. Las personas van a los templos, repiten las mismas oraciones una y otra vez y nada se transforma. En algún lugar del camino ellas perdieron la verdadera moneda y la han suplido por una falsificación.

 

          Recuerda esto: la religión real, auténtica, se refiere al ser, no al hacer. No tiene nada que ver con la vida exterior. Tiene que ver con tu centro. Naturalmente, cuando el centro cambia, la superficie lo acompaña, la vida exterior se transforma. Pero lo inverso no es real; puedes cambiar el exterior, pero no mudarás el centro. Y vivirás una vida de hipocresía, tendrás un exterior diferente a tu centro, no sólo diferente, sino opuesto. Estarás dividido en dos.

 

          La religión no es un ritual. Recuerda esto. La religión es una consciencia interna, un despertar interior. Muchas cosas en la superficie cambiarán, pero el cambio tiene que ocurrir primero dentro de tí.

 

          Piensa en ti mismo como un círculo con un centro. El círculo son los otros, toca los límites de los demás, que son otros círculos. Lo superficial vive en la sociedad de otros límites, de otros círculos. Se necesita una cierta moral para convivir, ciertas reglas, sistemas. Hasta ahí todo bien, pero eso no es religión.

 

          La moralidad es como vivir con tus semejantes y religión es como vivir con tu ser. Moralidad es no hacer mal a los demás y religión es el método de cómo no cometer errores contigo mismo. Religión es aquello que tú practicas en total soledad, en tu templo interior.

 

          Obviamente, el exterior será alterado, porque la luz vendrá del centro y se infiltrará en la superficie. Serás luminoso. Y los demás comenzarán a sentir esta luz, ese resplandor que viene de ti. Pero esa luz no será la de tus buenas acciones. No será nada relacionado con el bien o con el mal.

 

          La luz será exactamente como cuando una flor se abre y el perfume se esparce, ni bueno ni malo. El sol nace y la luz se irradia, ni buena ni mala. Las nubes llegan y llueve. Ellas no se molestan con quién es bueno o malo.

 

          Cuando la luz viene del centro, está más allá de la moral; todo lo bueno y lo malo se disuelve. Es simple luz, maravillosa en sí misma, en su valor intrínseco.

 

          La palabra "religión" es hermosa. Viene de una raíz que significa " re- ligar". Religar significa reunir, volver a agregar, unir de nuevo. ¿Con quién? Contigo mismo, con la fuente de tu ser. Y, ¿por qué reunirse? Para que estés unido a tu fuente. No es que estés alcanzando tu origen por primera vez; si fuese así, ¿ de dónde vendrías antes? Tú vienes de una Fuente. En el fondo, muy en el fondo, aún estás en la Fuente. Ahora vives en el exterior, como si las ramas hubiesen olvidado las raíces. No es que las raíces se hayan partido, porque entonces las ramas no podrían seguir viviendo. Simplemente has olvidado. En tus egos, pensando en las alturas de tus propios cielos, en tus romances y amores, has olvidado que tienes raíces que te nutren, que te sustentan, sin las cuales no podrías vivir ni un momento. Y todo ese verde, esas flores, todos los frutos, simplemente desaparecerían como sueños, si las raíces fueran cortadas. Y así sucede con el hombre. Nos movemos en las ramas, lejos de las raíces. Llegamos a las flores y quedamos encantados. Estamos rodeados por un mundo maravilloso. Y olvidamos fácilmente las raíces. Pero no estamos desconectados, es olvido y sólo olvido.

 

          Ese es el significado de la religión: reunir, recordar. La palabra "recordar" también es significativa. Significa volver a ser parte de la Fuente, ser un miembro de Ella.

 

          Religión es reunirse con la propia Fuente. Religión es recordar, volver a ser nuevamente una parte de la unidad orgánica que somos. No tiene nada que ver con los demás. El ego está siempre preocupado con el prójimo, de una manera o de otra. Cuando tú estás totalmente comprometido contigo mismo, el ego desaparece. No tiene sentido.

 

          En soledad, no tienes ego. Experiméntalo. Cuando estás sentado, totalmente solo, sin pensar en nadie, ¿encuentras tu ego? No tienes posibilidad. El ego necesita a dos para existir, así como el puente no puede existir sin las dos márgenes del río para poder sostenerse. El ego existe como un puente entre los demás y tú. De hecho, el ego no está en ti, sino entre tú y el otro.

 

          Esto es algo para recordarlo siempre: el ego no está en ti. Esta siempre entre dos personas: tú y el otro, el marido y la mujer, el amigo y el enemigo. Cuando profundizas en tí mismo, no hay ego. En tu soledad total, el ego desaparece. Por eso vienen los trucos de la mente. Comienzas a buscar la verdad y el ego te dice: "Ayuda a los otros"; "Convierte a tu prójimo". Y la religión se pierde para volverse una misión.

 

          La religión no es misionera. Los misioneros están en un camino superficial. Están preocupados con los demás en nombre de la religión, del servicio. Pero cuando te preocupas con los otros, abandonas la Fuente. Un hombre religioso también ayuda, pero no está preocupado. Es natural, porque no es una misión. No es algo en la mente, no está procurando ayudar a alguien. Él simplemente comparte sus tesoros internos. No quiere cambiar a nadie. No está detrás de nadie para moldearlo dentro de un cierto patrón de conducta. Porque esa es la violencia más sutil que es posible en este mundo: intentar cambiar a los demás, moldear al prójimo. Eso es una especie de agresividad. Significa que no aceptas a los otros tal como Dios los hizo, sino que tú tienes mejores propósitos y mejores ideas que el propio Dios. Quieres mejorar al Todo. Eso es naturalmente estúpido.

 

          Es así como el ego entra.

 

          Dicen que en una clase dominical el misionero estaba enseñando a los niños, que habían sido obligados a ir a la escuela en domingo para aprender la Historia Sagrada.

 

          Es poco humano forzar a los niños, pero podemos hacerlo. Ese es uno de los motivos del por qué muchas personas se vuelven contrarias a la religión. Se están vengando. Al principio, las forzamos a asistir a las clases de religión y después ellas toman la revancha, situándose en el otro extremo.

 

          La Navidad llegaba y el misionero decía a los niños: "Este es el deber vuestro: deben traer otros niños a las clases; cada uno debe traer a otro. Así ayudarán al trabajo de Jesús en este mundo".

 

          Los niños no estaban entusiasmados. Ellos habían sido obligados y querían escapar de la clase de alguna manera. Se miraban entre sí y nadie estaba interesado. De repente, un niño levantó la mano. El misionero le dijo: "¿Estás dispuesto a traer a otro niño a la escuela?"

 

          El niño respondió: "No es eso. Tengo un amigo con el que me peleo cada día y consigo ganar siempre. Yo le prometo traerlo aquí aunque sea a golpes".

 

          Eso es lo que los misioneros de todas las religiones han hecho en el mundo: han forzado a las personas para practicar su religión particular.

 

          Religión no tiene nada que ver con misión. No hay que forzar a nadie. Cuando nace el ansia, ella surge naturalmente. No se puede crear artificialmente, nadie puede crear una ansiedad religiosa, eso es imposible. Es parecido al ansia sexual. La persona llega a una madurez espiritual, algo madura dentro de ella, y entonces comienza a buscar. Nadie puede forzarla. Pero toda religión intenta forzar y matan la propia posibilidad del ansia.

 

          El mundo es tan poco religioso a causa de estos misioneros, de los sacerdotes de todas las religiones. Al enseñar religión ni siquiera han pensado si existe allí el ansia por ella o no. Palabras como "Dios", "religión", "oración", suenan mal para demasiada gente. Esta es la cosecha de tanto misionero, porque han forzado estas palabras. Y cuando algo maravilloso se hace a la fuerza, se vuelve feo. Puedes participar de la belleza, pero no se te puede forzar a ella, porque eso sería violencia.

 

          La religión no se refiere a los otros. Es algo muy personal, no es un fenómeno social. De hecho, no puede haber ninguna sociología religiosa; sólo puede existir una psicología. La sociedad es un asunto totalmente diferente. Religión es cuando estás tan solo que no hay persona que encontrar. En esa soledad total eres virgen, naces a otros estados de consciencia. Pero tienes que llegar a una madurez.

 

          Recuerda que la madurez lo es todo. Antes de ella, nada se puede hacer. Puedes estar pensando que estás preparado; tu curiosidad te puede dar un sentimiento erróneo, una noción de que estás a punto, incluso de que puedes dar tu vida por ella.

 

          La religión es más elevada que la vida, porque la vida es vida con los demás, la vida es un relacionamiento, y la religión no lo es. Es más alta que la vida, es la capacidad de estar solo. Es independencia total. A menos que estés pronto para morir completamente para todo lo que ha sido hasta ahora, no estarás maduro. En esa prontitud, un pequeño mensaje consigue ser tan poderoso que te puede transmutar.

 

          La religión nada dice de los demás. Y, finalmente, la religión no se refiere a escrituras o palabras. Están las palabras sagradas, sabias, pero tú no eres el blanco; nunca te fueron dirigidas. Jesús habla a sus discípulos, pero es un diálogo personal. La religión no es una transmisión electrónica. No sabes a quién le hablas. Dices palabras a las ondas eléctricas. El centro del oyente no está ante ti. No hay nadie. Y puede ser, es posible, que nadie esté oyendo. La religión es como una carta personal. Tú escribes para alguien y sólo para alguien. Cuando hay un oyente el diálogo es vivo, tiene un significado que ninguna escritura jamás podrá tener.

 

          Por tanto, busca a un maestro que esté vivo. Puedes leer las Escrituras de cualquier religión, son maravillosas. Pero es literatura, poesía, prosa, incluso mensajes cifrados y ocultos para iniciados en el lenguaje, pero no es religión. La religión ocurre entre dos personas: una que sabe y otra que no sabe, pero está preparada para saber. Así nace la religión. Ella es la tercera cosa.

 

          Recuerda estas tres cosas y podrás entender la historia que voy a contar.

 

          Un poderoso rey, gobernante de muchos dominios, estaba en tal posición de magnificencia, que los sabios eran simples servidores de él. A pesar de eso, un día se sintió confuso y los llamó.

 

          Les dijo:

 

          "No sé el motivo, pero algo me empuja a buscar cierto anillo que haga equilibrar mi estado de espíritu. Necesito tener tal anillo, que debe ser aquél que me hará alegre cuando me sienta infeliz y que, al mismo tiempo, al mirarlo, me haga triste cuando me sienta feliz".

 

          Los sabios se consultaron entre sí y se pusieron en profunda contemplación. Finalmente llegaron a una decisión en cuanto a las características del anillo que serviría al rey.

 

          El anillo que ellos imaginaron era uno sobre el cual estaba inscrita la frase:

 

          "ESTO TAMBIÉN PASARÁ"

 

          Eso es posible; puedes emplear a hombres sabios. Si tienes bastante dinero, los sabios pueden ser meros servidores tuyos, pero no vas a aprender nada por ese medio. Este rey tenía a muchos sabios empleados. Antiguamente, los emperadores y los grandes reyes tenían muchos sabios en su corte. Pero nunca oí decir que ningún emperador o rey haya aprendido algo de ellos.

 

          La humildad es una cosa básica. Aunque seas un sabio, si eres humilde, aprenderás mucho. Puedes aprender de los árboles, de las nubes y del viento. Si eres humilde, toda la existencia será tu profesora. Si no eres humilde y te encuentras con Jesús, no habrá ningún tipo de relación. No habrá afinidad. Te gustaría aprender, pero sin curvarte, sin hacer bajar tu ego.

 

          Rodearse de sabios no es difícil, pero ese no es el punto. La meta real no es traer un sabio a tu casa; la cuestión verdadera es cómo llegar a un hombre sabio, porque el propio acto de ir a él, hace que aprendas. Aunque está por saber si eran auténticos sabios, porque un sabio real no pierde su tiempo en una corte. Pueden ser intelectuales cultos, preparados, pero no sabios. El conocimiento y la sabiduría son totalmente diferentes.

 

          El conocimiento tiene respuestas muertas. Aprendes una cosa y la aplicas en todo lo que haces. La sabiduría es una respuesta viva. Miras para una situación y respondes. No es una reacción, sino una respuesta. Cuando reacciones lo haces a través de tu pasado. Cuando respondes lo haces aquí y ahora.

 

          Dicen que un emperador estaba muy ansioso para saber algo sobre la vida y la muerte después de ella. Tenía su corte llena de sabios. Les preguntó y ellos le respondieron: "Si supiéramos, no estaríamos aquí. Somos tan ignorantes como su majestad. Eres rico y nosotros pobres, esa es la única diferencia. Nosotros no sabemos. Si quiere realmente saber ha de marchar de la corte. Tendrá que buscar un Maestro. Porque el Maestro no vendrá aquí".

 

          El emperador fue a todos los maestros y santos conocidos, pero no tuvo resultados. Volvió a la corte y dijo a los sabios: "Busquen por todo el país".

 

          Los sabios contestaron: "Esa búsqueda no es correcta. Está preguntando a personas conocidas. En primer lugar, es difícil para un verdadero Maestro ser conocido. Eso es muy raro. En segundo lugar, un Maestro verdadero se esconde de muchas maneras, para que sólamente los buenos buscadores puedan encontrarlo y no la gente curiosa que hacen preguntas intrascendentes".  Y añadieron: "Conocemos un hombre aquí, pero tendrá que ir a él".

 

          Era un mendigo que vivía bajo un puente con otros mendigos. El emperador no podría creerlo, pero algo venía de él, alguna emanación, algo del más allá, que tocó su corazón, como una fuerza magnética. Sin saber por qué, sin saber lo que hacía, se inclinó tocando los pies del hombre. Inmediatamente quedó asombrado por lo que había hecho. ¡Había tocado los pies de un mendigo! Pero el mendigo le dijo: "Yo te acepto".

 

          Esta es la manera como alguien puede aprender.

 

          La sabiduría no se puede comprar.

 

          Cuando se vive demasiado tiempo con mucho dinero, llega un momento de frustración, en que sientes que hay algo más en la vida. La muerte comienza a llegar a tu puerta y entran otras miserias. No consigues protegerte contra la tristeza

 

          Este rey estaba pidiendo una llave con la cual abrir dos puertas: la de la felicidad y la de la desgracia. Pero él quería una llave que pudiera abrir ambas puertas. Tenía que haber llegado a cierta comprensión.

 

          Cuando tú vives una vida rica, con muchas experiencias, alcanzas cierta comprensión. Siento que un hombre que no vive de muchos modos: moral e inmoral, rico y pobre, bueno y malo, que no vive los opuestos, nunca llega a una comprensión profunda de la vida. Puede ser un santo, pero su santidad será pobre. Un santo auténtico es incomparable, singular. ¿De dónde viene esa singularidad? De una vida multidimensional. Ha vivido de todas las maneras posibles, y cuando es así, poco a poco se va elevando por encima de todo.

 

          Sólamente un mendigo ansía un palacio; un hombre dentro de un palacio se cansa de él. Un hombre que no conoce el contacto de una mujer siempre desea tener mujeres. El hombre que ya conoce, ha dejado de desear. Sólo el conocimiento, la experiencia, te transforma. Todos los Maestros nacen reyes. Vieron, aprovecharon, disfrutaron totalmente de todo, sin barreras. Más tarde o temprano llegaron al fondo de los fenómenos, y vieron que no había nada ahí.

 

          Es como cuando quitas la cáscara a una cebolla. Tomas una capa y otra aparece debajo, más tierna que la primera. Sacas otra capa y otra más tierna aparece. Y tú sigues. Si no quitas hasta la última capa de la cebolla, siempre pensarás que aún existe algo debajo. Pero si la pelas completamente, llega el momento en que la última capa es quitada  y no existe cosa alguna dentro. El vacío.

 

          Eso ocurrió al emperador de la historia. Va desgajando las cebollas de la vida. Un mendigo no puede hacerlo con toda la cebolla, porque él se mantiene fuera, en la superficie. Si consigue quitar la primera capa, ya sería demasiado. Siempre esperará encontrar alguna cosa en el interior: "No he alcanzado la beatitud en este mundo, pero no tengo el mundo entero en mis manos. Si fuera así, ¿quién sabe?, tal vez hubiese alcanzado la felicidad". Ese deseo fantástico permanece.

 

          Cuando vives la vida en su totalidad, cuando añades más vida a los años, ¡tienes que renunciar! Aquellos que no han vivido de esta manera, que han vivido vidas tibias  y monótonas, regulares, se apegan a las cosas. Ese apego muestra una mente ignorante, que no comprende. La renuncia es simple, es una madurez.

 

          Tú no puedes renunciar a todas las cosas porque vives una vida de mendigo. Y sólo los pobres son incapaces de renunciar. Los emperadores y los reyes están siempre dispuestos a hacerlo. ¿Cómo puede un pobre renunciar? Nunca tuvo nada y ahora, ¿renunciar? Tú renuncias a algo que ya tienes. Si no lo posees no puedes hacerlo, pues en tal caso ¿a qué renunciarías?

 

          Ese emperador en profunda crisis llegó a comprender que la felicidad y la desgracia no son distintas. Por eso pidió una llave que abriese ambas puertas. De hecho, la felicidad y la infelicidad no son dos cosas. Son un fenómeno: dos caras de la misma cosa, dos aspectos. Por eso una sola llave puede abrir las dos puertas.

 

          Observa cuando eres feliz, ¿puedes decir con certeza que no existe infelicidad a tu lado? La felicidad puede ser el centro, pero en una de las esquinas, ¿la infelicidad no estará esperando por ti? Cuándo te sientes mal, ¿estás seguro de que eres tan infeliz? ¿O existe alguna posibilidad de transformar ese sentimiento en felicidad?

 

          Es como cuando amanece; no puedes ver la noche como se aleja, porque cuando el sol sale la oscuridad se esconde. Cuándo existe la luz del mediodía, ¿quién piensa en la noche? Pero en el punto más alto del día, la semilla de la noche está presente, creciendo en la tarde, esperando su momento. En la noche oscura, la mañana está en gestación. Y lo mismo es exacto con todos los opuestos. Cuando te enamoras, el odio está como una semilla escondida en algún lugar. Cuando estás odiando, el amor está naciendo en algún espacio de tu corazón. Cuando eres feliz, estás caminando en dirección a la infelicidad. Cuando eres infeliz, espera un poco, porque la felicidad ha comenzado a entrar por otra puerta.

 

          Los opuestos están juntos. Esta es una gran comprensión. Y cuando lo comprendes, la posesión de la llave no está muy lejos.

 

          ¿Qué está pidiendo el rey? Pide dominio sobre sus estados de espíritu. ¡Y ese es el único dominio!  Y hay una fórmula. Hay un anillo con un mensaje secreto, que puede transformarlo. Puede atarte o desatarte.

          . . . y que, al mismo tiempo, al mirarlo, me haga triste cuando yo me sienta feliz".

          Con el primero, estarás de acuerdo. Con el segundo, dirás: "¿Cuál es la necesidad?" Pero ambos existen juntos. Si eres el dueño de un estado, lo serás también del segundo. Y no hay error en sentirte triste, si eres un Maestro.

          La tristeza tiene una profundidad en sí que ninguna felicidad puede jamás tener. La tristeza tiene belleza propia, suave, profunda. La felicidad tiene cierta superficialidad, vulgaridad. La tristeza tiene profundidad, una plenitud mayor que la felicidad. Tú no has vivenciado la tristeza, porque no has sido capaz de ser consciente en el momento que ella estaba presente. Cuando un hombre es consciente, lo disfruta todo, incluso la tristeza. Y la tristeza se instala en él como la noche que llega y lo llena todo de silencio. Hasta los pájaros dejan de cantar, los vientos paran de girar, todo se vuelve silencioso y en profunda relajación.

          La tristeza es hermosa si tú lo sabes. Si no sabes que aún la felicidad puede dejar de ser bella, ¿cómo puede la tristeza serlo?

          La felicidad puede llegar a cansar, porque es excitante. Demasiada felicidad sería una enfermedad para el cuerpo y la mente. Las personas no pueden ser siempre felices, porque enferman, tienen achaques de vejez y mueren.

          Ocurre que las personas miserables viven más tiempo que las felices, porque viven menos excitadas. La excitación, la tensión de la vida, es una carga para el corazón. Las personas con éxito tienen más problemas cardiacos. El infarto, la úlcera de estómago y la arterioesclerosis, son síntomas del éxito en la vida

          Las personas pobres, tristes, viven más tiempo. ¿Cuál es el problema? Que se acomodan mejor a las cosas, tienen menos expectativas, no tienen fatigas mentales ni emocionales. Sus sentimientos son más naturales, más primitivos.

          Todo es como una rueda: a veces el rayo de la felicidad está arriba y otras debajo. Y tú estás en las garras de la rueda, como si estuvieses amarrado a ella y se moviesen juntos. ¿Cómo estabilizarla?

          Siempre que un estado de espíritu venga a ti, sea de ira, odio, pasión, sexo, miseria, tristeza, felicidad, incluso cuando meditas, recuerda esto: "Esto también pasará" Deja que se convierta en un recuerdo constante.

          ¿Qué sucederá si consigues recordar esto continuamente? Que entonces la felicidad no será la felicidad, sino una fase en una nube que viene y va. ¡No eres tú! Es algo accidental, es algo que está fuera y tú eres el testigo.

          Cuando recuerdas este dicho: "Esto también pasará" y lo repites muchas veces, quedas cada vez más separado. Las cosas llegan a ti, pero no eres tú. Ellas salen, pero tú permaneces intocable. La miseria viene: deja que venga. Recuerda que esto también pasará. La felicidad viene; recuerda que esto también pasará. Y así vas creando distancia entre tus estados de ánimo y tú. Ya no te identificarás con ellos, y serás un testigo. Observa y serás un espectador. No te impliques más, aplica tu indiferencia.

          Y un silencio llegará, silencio no creado por ti, silencio que no es una quietud forzada, un silencio que viene de una Fuente desconocida, de Dios. Entonces nadie podrá romper tus bases. Nada te hará temblar. Ni la felicidad ni la infelicidad.

          Cuanto mayor es la distancia, más grande es la consciencia. Cuanto mayor es la consciencia, más grande es la distancia. Estabilidad.

Pero esto te sucederá cuando mueras para lo que eres. Será una resurrección, el nacimiento de lo absolutamente nuevo. Las viejas actitudes, conceptos, filosofías, ideologías, la vieja identidad, el viejo ego, todo tiene que ceder su lugar a lo nuevo. Y lo nuevo está siempre presente, pero tú no le dejas espacio para que él se instale. ¡Dá espacio! Hazte espacioso dentro de ti, crea el vacío. Y este es el mensaje maravilloso del plenilunio críptico del mes de Junio. La fiesta del fuego que va quemando lo viejo. Esa es la llave maestra. "Esto también pasará".

          Deja que esta frase sea un recuerdo constante. Deja que las palabras sean tan contínuas que, aún en el sueño, las repitas: ¡Esto también pasará!  Deja que sean como tu respiración, una presencia que te transformará. Esta llave maestra puede abrir la puerta más secreta dentro de tu propio ser y, desde ahí, caminarás hacia dentro del propio ser de la Vida.

 

 

Página web: Salvador Navarro Zamorano

 

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