ALCORAC

SALVADOR NAVARRO

 

 

 

                                                                             

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                                                                     Circular nº  1. Año V

                                                                     Llubí, 1º de Enero de 1.999

Esta Circular está dedicada a todos mis

lectores y alumnos, y en especial a mi

amiga Eva, en recuerdo de una sobreme

sa en su casa de El Pardo (Madrid), el 22

de Noviembre de 1.998.

 

 

          Comenzamos un nuevo año y una nueva etapa. Pienso que es el momento de iniciar esta experiencia escribiendo sobre los pensamientos, la sensibilidad, y todo lo que viene desde el corazón y va al fondo del alma, donde se atesora esta comunión entre la consciencia de vivir y el ser que despierta y se reconoce cada día en una divina tentativa de hacer la existencia más real.

          Cualquier conflicto crea barreras. Si existe miedo y comenzamos a hacer algo para evitarlo, entonces llega otro miedo: el miedo al miedo. Las cosas se pueden complicar. Por eso, la única cosa que podemos hacer es aceptarnos tal como somos. Cualquier cosa hecha a partir del miedo, creará más miedo. Cualquier cosa hecha a partir de la confusión, crea más problemas.

          Si luchamos contra estos sentimientos, crearemos más perturbaciones y eso puede continuar indefinidamente. Para huir de un sufrimiento. creamos otro; y para huir de ese otro, crearemos otro más. Y eso continúa sin parar. Todos los sufrimientos por los que no hemos pasado, están esperando por ti.

          Aceptemos el dolor y pasemos a través de él. No escapemos. El sufrimiento existe. Vamos a afrontarlo. Todo el mundo es cobarde. Las personas aparentemente valientes son sólo fachadas. En el fondo son tan cobardes como cualquier otra. El valor es una tela protectora que nos oculta.

          ¿Cómo se puede tener valor existiendo la muerte? ¿Cómo se puede decir que se es valiente, si somos en la vida como una hoja en el viento? Cuando el viento sopla, la hoja se estremece. Cuando la vida se mueve con más velocidad de la que puede asumir nuestro cerebro, temblamos por nuestra vida. Pero tú no le dices a la hoja que es cobarde. Pero sí puedes decir que la hoja parece tener vida. ¿Por qué hacer de todo esto un problema? 

          Pero la sociedad crea problemas por cualquier causa. Si un niño tiene miedo a la oscuridad le decimos que tenga valor. ¿Por qué? El niño es inocente. Naturalmente, siente miedo a lo oscuro. Y tú la fuerzas diciendo que tenga valor. Y el niño se vuelve tenso. Soporta la oscuridad pero está tenso. Se está reprimiendo. Y esa represión le acompañará toda la vida. Temer a la oscuridad era una realidad y hubiera comprendido mucho más si hubiese pasado por esa experiencia, llorando, gritando que no había nada de qué temer.

          Reprimiendo, nunca tendremos la experiencia. La sabiduría viene a través del dolor, de la aceptación del sufrimiento. Y no importa la sociedad ni su condena, ni sus juicios de valor. Tú no juzgues a los demás, ni te dejes perturbar por los juicios de los otros. Eres único. Acepta eso. Y cualquier cosa que ocurra, permite que sea, pasa por la experiencia. Y el dolor será un aprendizaje.

          El miedo te dará valor. Del odio nace el amor. Pero eso no ocurrirá en un conflicto, sino en una experiencia hecha con la consciencia despierta. Y un día llegará la muerte, que es la experiencia más intensa. La vida puede ser un periodo de setenta o de ochenta años. La muerte es intensa porque no se extiende, llega en un sólo momento. No está fragmentada, es completa en sí misma. Jamás conocerás algo tan fuerte.

          Pero si tienes miedo, si huyes cuando la muerte llega, si te escondes a causa del miedo, acabarás perdiendo una oportunidad de oro, una puerta dorada. Pero si aceptas las cosas que te ocurren durante toda tu vida, cuando llega la muerte la aceptarás pasiva y pacientemente, entrando en ella sin hacer ningún esfuerzo para escapar. Cuando Cristo te dice que eres inmortal, no está hablando de una creencia sino de una experiencia.

          Si dejas que la muerte actúe, ella dejará de existir y la llama interior, que no tiene principio ni fin, pasará a alumbrar ese momento. Ahora puedes sentirla.

          No vayas creando problemas a causa del odio, de los celos o de cualquier otra cosa. Acéptalos, pasa por ellos, y vencerás todo el dolor, toda la muerte. Y tu final será una victoria.

          Si te digo que sufras con alegría te parecerá una paradoja. Y te pondrás a pensar como puedes combinar ambos sentimientos, que para ti son contradictorios. ¿Cuál es el secreto? La primera cosa es no escapar y permitir que exista el sufrimiento. Entonces será diferente.

          El dolor existe, pero sólo a tu alrededor. No está en el centro, sino fuera de ti. El sufrimiento no está en la naturaleza de las cosas. Por eso, cuando permites que el dolor te llegue, cuando no escapas, de repente eres consciente de que está fuera de ti. Y una alegría muy sutil se esparce por todo tu ser, porque te has dado cuenta de una de las verdades básicas de la vida: que tú eres felicidad.

          Por eso, cuando te digo que disfrutes el dolor, no quiero decirte que seas un masoquista. No te digo que comiences a crear sufrimiento para gozarlo. No te digo que te arrojes desde una roca elevada y te fractures una pierna y luego disfrutes con ello. Existen personas de ese tipo, como los fáquires, los ascetas, los penitentes. Esos son masoquistas. Enfermos mentales. Personas peligrosas. Quisieran hacer sufrir a otros, pero no tienen valor y entonces la violencia se gira hacia dentro. Y se mutilan, se torturan, y disfrutan con ello.

          No te digo que seas masoquista, sino que el sufrimiento existe y no es necesario ir a buscarlo. Ya hay suficiente para tener la necesidad de ir a buscar más. La enfermedad existe, la muerte también, el cuerpo sufre. Por estas cosas se crea el dolor. Mira hacia eso con imparcialidad, aunque la mente te diga que huyas. Pero si escapas no podrás ser feliz.

          La próxima vez que estés enfermo y el médico te diga que guardes cama, toma eso como una bendición. Cierra los ojos, descansa en tu lecho y comienza a mirar para tu dolencia. Observa, mira que és. Intenta analizar, sin teorías. Tu cuerpo estará cansado, febril. Observa. Y sentirás que la fiebre envuelve tu cuerpo pero que estás llegando a un espacio, un punto fresco y tranquilo dentro de ti. La fiebre no puede tocar ese punto.Tu interior está siempre fresco. Cuanto más observas, más fresco estarás.

          Hay un espacio infinito entre ti y tu cuerpo. Es una brecha intraspasable. Todo el sufrimiento está fuera y cuando lo observas de esta manera, ya no serás el sufridor. A través del dolor serás consciente del polo opuesto, de tu ser interno. Y verás como la agonía se diluye y llega el éxtasis.

          Lo que está fuera existe con dolor. Para los que llegan a su centro no hay más que alegría. Rompe la periferia y estarás completamente vacío, recordarás tu fuente original, pues del vacío nacemos y a él regresamos. "Vacío" es una palabra que puede sustituir a "Dios", pues con "Dios" siempre pensamos en una persona. En tu centro eres un vacío, un no-ser, un vasto espacio, eternamente fresco, silencioso.

          Por eso el disfrutar viene de la observación. Y cuando te digo que disfrutes, también quiero decirte que no escapes de nada. Sírvete de la experiencia, de la observación y llegarás a la sabiduría.

          Ahora una historia, sobre la sensibilidad del alma.

          "Un estudiante se dirigió a un maestro y preguntó: "¿En qué estado de mente debo procurar la verdad?"

          El maestro respondió: "No hay mente, por tanto, no la puedes colocar en ningún estado; y no hay verdad, por tanto no la busques".

          Respondió el discípulo: "Si no hay mente ni verdad, ¿por qué los estudiantes se reúnen a tu alrededor todos los días para estudiar?"

          El maestro miró a su alrededor y dijo: "No veo a nadie".

          El discípulo volvió a preguntar: "Entonces, ¿a quién estás enseñando?"

          "No tengo lengua, ¿cómo puedo enseñar?", replicó el maestro.

          Dijo el discípulo con tristeza: "No puedo comprenderlo".

          Y el maestro le responde: "Ni yo  me entiendo a mí mismo".

          La vida es un misterio tal que nadie puede comprenderla. Quien dice que la comprende es ignorante. No tiene consciencia de lo que dice.

          Si fueses sabio, tu primera observación sería de que la vida no puede ser comprendida. Es imposible. Es lo que dice esta historia.

          El maestro concluye diciendo: "Yo no me entiendo a mí mismo". Si le preguntas a una persona sabia, esta será su respuesta. Pero si preguntas a un ignorante, te dará muchas respuestas, te proporcionará muchas doctrinas, te dará soluciones para diferentes misterios. Pero esto no es un enigma. Un misterio no puede ser resuelto, pues no es su naturaleza.

          Sócrates dijo: "Cuando yo era joven pensaba que sabía. Cuando llegué a la madurez, comprendí que no sabía nada".

          Se dice de un maestro que trabajaba con una persona joven la cual le estaba demostrando continuamente sus conocimientos. Cualquier cosa que el maestro hacía, el joven le decía que algo estaba mal, que se podía hacer de otra manera. Hasta que finalmente el maestro se puso a reír y le dijo: "Mi joven amigo, yo no soy tan niño para saber tanto".

          Eso tiene realmente significado. Dice el maestro: "Yo no soy tan joven para saber tanto". Solamente un  joven puede ser tan tonto, tan inexperto. Sócrates tenía razón.

          La vida es un misterio. Eso significa que no puede ser resuelta. Y cuando todos los esfuerzos para resolverla prueban ser inútiles, el misterio se hace evidente para ti. Entonces las puertas se abren; eres invitado a entrar. Con una mente que sabe, dejas de ser inocente. Y la puerta es la inocencia.

          El maestro estaba en lo cierto cuando decía: "Yo ni me entiendo a mí mismo". Fue una respuesta profunda. Pero esta es la última parte de la historia. Comencemos por el principio . . . 

          El discípulo pregunta: "¿En qué estado de mente puedo encontrar la verdad?"

          El maestro le responde: "No hay mente, por tanto no puede haber un estado de mente"

          Mente es ilusión, aquello que no es, pero que aparenta ser, y aparenta tanto que tú piensas que es la mente. Mente es ilusión, sueño, una proyección, una pompa de jabón flotando en el aire. Los rayos del sol entran en la pompa, se forma un arco iris, pero allí no hay nada. Cuando tocas la pompa, ella estalla y desaparece el arco iris, la belleza. Sólo queda el vacío.

          Tu mente es como una pared, una burbuja; dentro, tu vacío; fuera, mi vacío. Una burbuja. Tócala y la mente desaparece.

          El maestro dice: "No hay mente, entonces ¿a qué tipo de estado se refiere?"

          Es difícil comprender eso. Cuando hay silencio no hay mente, desaparece. Si la mente existe, el silencio muere. Por eso no puede haber una mente silenciosa ni una enfermedad saludable. Si hay salud, la enfermedad se ha ido. El silencio es la salud interna, la mente es la enfermedad interior, el disturbio interno.

          Por eso, tenemos que abandonar la ilusión. Es como si estuvieras pensando en recorrer el arco iris y me preguntaras: "¿Qué debo hacer para empezar a recorrerlo?" Yo te diría: "No hay arco iris. Es una apariencia, por eso no puedes hacer nada. El arco iris parece existir. No es una realidad. Es una falsa interpretación".

          La mente no es tu realidad. Es una falsa interpretación. Tú no eres la mente y este es tu problema. Te has identificado con algo que no existe. Eres como un mendigo que cree poseer un reino y estás preocupado por ese estado, cómo gobernarlo, administrarlo y no permitir la anarquía.

          En mi reciente viaje a Madrid, estando en el Pardo, después de la comida hablaba con mi amiga Eva, y le contaba la historia de alguien que soñó ser una mariposa. Por la mañana quedó deprimido y sus amigos le preguntaron por su estado de ánimo. El les contestó: "Estoy en un dilema y no ser qué hacer, no lo puedo entender. Durante la noche, mientras dormía, soñé que me transformaba en una mariposa". Los amigos rieron: "No es necesario que te deprimas a causa de un sueño. Cuando despertastes, el sueño desapareció. Entonces este responde: "Ese no es el problema. Ahora estoy confuso. Si puedo transformarme en una mariposa durante el sueño, también es posible que ahora, la mariposa esté durmiendo y soñando que soy yo".

          ¿Qué es lo real? Hay un sueño mayor al que llamamos vida. Cuando despiertes, no alcanzarás un estado despierto de mente, sino un estado de vacío, de no-mente. ¿Y esto qué significa? Es difícil entenderlo, pero a veces, sin saber, se puede alcanzar, aunque no lo reconozcas. Algunas veces, estando descansando, sin nada que hacer, la mente queda sin pensamientos. Cuando tú no piensas, ¿dónde está la mente? La mente es el proceso de pensar. No es una substancia sino un proceso.

          La mente es como una multitud y los pensamientos son las personas. Y porque los pensamientos están presentes, pensamos que el proceso es substancial. Elimina cada pensamiento-indivíduo y, al final, nada quedará. Pero ellos se mueven tan aprisa, que no puedes ver el espacio entre dos pensamientos. Pero el espacio existe y ese intervalo eres tú.

          En este intervalo no hay soñador ni mariposa, pues ambos son tipos de mente. La mariposa es una combinación de pensamientos y el que sueña es otra combinación, pero ambos son mente.

          Cuándo no hay mente, ¿quién eres tú? ¿Cuál es el estado? ¿Estás iluminado? Si piensas que estás en la luz, eso será un pensamiento, y si el pensamiento está, tú no existes. Si sientes que eres un Cristo, eso es un pensamiento. La mente entró en acción y ahora comienza un proceso. El cielo está nuevamente nublado, se perdió el azul.

          Entre dos pensamientos, queda atento, mirando el espacio intermedio. Verás la no-mente. Esta es tu naturaleza. Los pensamientos son accidentales, pues vienen y van, pero el espacio interior permanece siempre. Las nubes se juntan y desaparecen, son accidentales, pero el cielo permanece. Tú eres el cielo. Todo lo que va y viene no tiene relieve, importancia. No te preocupes porque no es más que humo. El cielo que permanece eternamente no cambia nunca. Entre dos pensamientos entra en ese cielo y estarás en la no-mente.

          El maestro estaba en lo cierto. No hay mente, por ello no puede haber ningún estado de mente. ¿Qué absurdo es ese?

          Pero lo absurdo tiene su propia lógica. Si encuentras que tienes una mente, comenzarás a pensar en sus estados: estados iluminados, estados ignorantes. Si aceptas la mente, lo ilusorio, dividirás. Si aceptas que la mente existe, buscarás alguna cosa. La mente existe si buscas algo continuamente. ¿Por qué? Porque buscar es desear. Buscar, aspirar, dirigirse al futuro. Buscar crea sueños. Se busca poder, política, riquezas, hasta la verdad. Pero el buscar existe, ese es el problema. La mente se agarra a cualquier cosa. Cualquier disculpa es suficiente para que la mente exista.

          El maestro dice que no hay mente, que no hay verdad. Ese es uno de los mayores mensajes que se han transmitido. Es muy difícil. No se puede concebir que no haya ninguna verdad. ¿Qué quiere decir el maestro, cuando afirma que no hay verdad? Está diciendo que para ti, para una persona que busca, no puede haber verdad.

          El buscar siempre te lleva a la mentira. Sólo la mente que no busca comprende aquello que és. Porque siempre que buscas lo dejas escapar. Buscar es moverse hacia el futuro. No puedes estar en el aquí y ahora. ¿Cómo se puede buscar en el presente? Sólo puedes ser. Buscar es desear, introducimos el futuro y el tiempo entra en el juego; perdemos el presente. La verdad está aquí y ahora.

          Si le preguntaras a un Maestro si Dios existe, él lo negará. Dios no existe. Si te dijera que El existe, crearás un buscador, comenzarás a buscar. ¿Cómo puedes estar quieto si existe un Dios que encontrar? ¿Hacia dónde irás? Así habrás creado otra ilusión.

          Cuando un Maestro dice que no hay Dios, nadie puede entenderlo. Pensarás que es ateo. El no está negando a Dios, simplemente niega al buscador. Si afirmara que Dios existe, el buscador aparecería. Y el buscador es el mundo; buscar es una ilusión. Durante millones de vidas hemos sido la persona que busca en un lugar o en otro, en este mundo o en el otro, en cualquier dimensión. Ahora estamos buscando la verdad, pero el maestro dice que no la hay. El corta la búsqueda por la raíz, tira de la alfombra bajo tus pies. Te empuja hacia el abismo.

          El discípulo pregunta: "¿Entonces, por qué todos esos discípulos a tu alrededor? Si no hay verdad ni nada que buscar, ¿para qué tanta gente?"

          El discípulo sigue sin comprender. El maestro miró a su alrededor y dijo: "No veo a nadie aquí". El discípulo sigue aún sin comprender, porque el intelecto nunca percibe la nota a seguir.

          Si no estás buscando, no existes, porque el buscar te lo dá el ego. Ahora, en este momento, si no estás en la búsqueda de nada, no estás aquí, no hay multitud. Si no te estoy enseñando nada, pues no hay nada que enseñar, ninguna verdad, si no estás aprendiendo nada, ¿quién está aquí?

          Existe sólo el vacío, el éxtasis del vacío puro. Los individuos desaparecen y todo se transforma en una inmensa consciencia. Los individuos existen a causa de la mente de cada uno. Tú tienes un deseo diferente. Por eso difieres de tu prójimo. El deseo crea distinciones. Yo busco una cosa, tú buscas otra; mi camino es diferente al tuyo, mi mete difiere de la tuya. Por eso somos diferentes. Pero, si ni tú ni yo estamos buscando, las metas desaparecen, los caminos dejan de existir. ¿Cómo puede la mente existir ahora?

          Tu sensibilidad fluye hacia mi y mi sensibilidad hacia ti. Todo se transmuta en una existencia insondable, oceánica.

          El maestro miró a su alrededor y dijo: "No veo a nadie". El intelecto continuó sin entender y el discípulo preguntó: "¿Entonces, a quién estás enseñando? Si no hay nadie, ¿quién aprende de ti?" Y el maestro responde: "No tengo lengua; ¿cómo puedo enseñar?

          El maestro sigue dando indicaciones para que el discípulo despierte, para que vea, pero él está intelectualizando en su mente. El maestro martillea en su cabeza. Le dice cosas absurdas para hacerlo salir de su intelecto.

          Si tú hubieras estado presente, habrías sido convencido por el discípulo y no por el maestro. El alumno te hubiera parecido razonable y el maestro un loco, diciendo cosas absurdas. Estaba hablando y decía que no tenía lengua para decir. El maestro le decía: "Mírame, no tengo cuerpo, no tengo forma. El cuerpo aparece a tus ojos, se te muestra, pero yo no soy un cuerpo; ¿cómo puedo hablar?"

          La mente nunca percibe nada. Esa es la miseria. Empujamos, hacemos presión, pero ella se recompone una y otra vez; tú la golpeas y, por un instante, hay un debilitamiento, pero nuevamente se restablece.

          ¿Has visto estos muñecos, construidos de tal forma que por más que los arrojes al suelo o coloques de cualquier manera, caen siempre de pie? La parte inferior es tan pesada que nada puedes hacer para que pierda el equilibrio. Pues la mente es exactamente como este juguete. Puedes golpearla, tirarla, pero no conseguirás que pierda su posición, porque la parte inferior es muy pesada.

          De la misma forma, este maestro está golpeando la mente de su discípulo, hasta que, desesperado, el alumno dijo: "No lo comprendo". Y como un golpe, final, el maestro le contesta: "Ni yo me entiendo a mi mismo".

          Yo te continúo enseñando a ti, con mis clases, mis meditaciones, mis charlas, mis Circulares, mis libros, sabiendo muy bien que no tengo nada que enseñarte. Por eso puedo seguir infinitamente. Si hubiese algo que enseñar, ya habría terminado de hacerlo durante todo este tiempo. Jesús puede continuar y continuar, porque no hay nada que enseñar. Es la historia interminable. Nunca se acaba y por eso puedo seguir toda la vida. Tú puedes acabar antes que mis enseñanzas terminen, pues no hay un fin para ellas.

          Alguien me dijo: "¿Por qué seguir dando clases? Muchas veces ni las entiendo. Algunas veces me hacen vibrar". Y yo pensé: "Es que no tengo nada que enseñar". Pero le dije: "Un día sentirás que no te estoy enseñando, que solamente estás recordando. Entonces comprenderás que soy como una alarma que te despierta para que te pongas con diligencia a trabajar. Y cuando estés completamente despierto, sabrás que no hay nada que yo te pueda enseñar, pues no hay verdad".

          ¿Que disciplina es esa? Ninguna. Una mente disciplinada es de nuevo una mente, quizás más obstinada, inflexible y más estúpida. Siempre que veas una persona actuando con disciplina, verás una mente estúpida detrás del gesto. Esa persona está tan preocupada  por hacer cualquier cosa que le digas, que no recibe ningún fluído superior. Si le dices que ha de caminar de rodillas durante doscientos metros, ella lo hará. Si le aconsejas que duerma dos horas cada noche, acatará la disciplina. Eso es debido al deseo. Si llegar a Dios es quedando en cualquier postura ridícula durante horas o días, estará preparada para hacerlo.

          No hay ningún lugar a dónde llegar. Si comprendes esto, en este exacto momento, serás perfecto. En este momento, exactamente ahora, serás como un Cristo.

          Por eso el maestro dice: "Ni yo me entiendo a mi mismo". Es difícil encontrar un maestro que diga esto, pues todos afirman que saben, para que tú puedas seguirlo interesadamente.

          Un maestro no debe afirmar que sabe, ni decir que sabe más que otros. Ni decir que todos están equivocados y que sólo él sabe. Entonces tú lo seguirás. Esa seguridad te da la sensación de que te dice la verdad y, que si lo sigues, alcanzarás a Dios.

          Dios no es una meta. Dios es lo que está aquí y ahora. Dios no es un objeto, es una fusión. Y la mente se resiste a esa entrega, está contra la rendición.

          Un maestro de verdad te enseña como no aprender. Todo lo que sabemos ha de ser dejado atrás. Hay que ser como una criatura. Sólo el corazón de un niño puede abrir las puertas del Paraíso y sólo el corazón de un niño es escuchado. Tú no puedes ser oído ni tampoco tus oraciones, porque son astutas, calculadas. Sólo un corazón que no sabe puede ser atendido.

                   

I N T E R E S A N T E

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