MEDICINA NATURAL

Salvador Navarro Zamorano

CURAR CON EL CORAZON

 

 

  

 

 

 

 

CURAR CON EL CORAZÓN

Al contrario de lo que pregona la medicina moderna, el proceso de curar con el corazón enseña al hombre a respetar los poderes sanadores inherentes a nuestro organismo y permitir que todas las memorias de curaciones espontáneas resuenen dentro de nosotros.

Poco antes de su muerte, Sócrates recordó un débito, que según él, contrajo con el dios griego de la Medicina, que había cuidado de él durante toda su vida. Refiriéndose a la tradición griega de recompensar al dios Asclépios por su atención, dijo: “Debo un gallo a Asclépios”. Estaba observando la costumbre griega de honrar el enfoque restaurador asclepiano de la Medicina, la antigua versión de la moderna medicina biomecánica. La medicina occidental continúa evolucionando como el sistema más poderoso y eficiente ya concebido para luchar contra traumas y enfermedades, pero generalmente no consigue ser tan capaz en cuanto al acercamiento al bienestar, sistema elaborado por Higia, hija de Asclepios, que está más orientada por el corazón. La Medicina higiana reconoce que el cuerpo tiene su propia sabiduría natural, una capacidad integral intuitiva que poco depende de nuestro pensamiento y actúa en todos los momentos de nuestra vida, incluso cuando dormimos. Ella reconoce el campo de inteligencia energético e informativo sutil que es nuestro cuerpo y la oscilación natural entre salud y enfermedad como partes esenciales del mismo continuum de la vida. La medicina asclepiana actúa sobre nosotros de manera tal que nos restaura la salud, pero la medicina higiana ayuda a curar lo que acontece dentro de nosotros al permitir que la natural energía vital de nuestro corazón fluya libremente.

El proceso de curar con el corazón comienza con diez preguntas y respuestas. Las respuestas del cerebro asclepiano y del corazón higiano a esas preguntas son ejemplos de sus diferentes aproximaciones.

1)    ¿Qué significa curar?

El cerebro.- Curar es la modificación biomecánica de los sistemas orgánicos por medio de tentativas directas de ajustar, corregir y restaurar un sistema mecánico y su versión de funcionamiento “normal”. La moderna medicina asclepiana es el más eficiente sistema de restauración del cuerpo.

El corazón.-  El Curar es dejar sano y unir nuevamente, es recuperar memorias moleculares que estimulan la recuperación de la salud; es estar atento a los riesgos y a nuestro bienestar, para evitar el desequilibrio con la energía de todos los sistemas que nos rodean.

Se ha hecho un estudio detallado de las iniciativas del acto de curar y su definición de la curación se ajusta a la definición cardioenergética, que es el área de estudio que agrupa los resultados de las investigaciones de cardiología, cardiopsicología, neurocardiología, etc., y los principios básicos de la física cuántica con la idea de que la energía  e informaciones sean intercambiables y que esa energía informativa es principalmente transmitida y comunicada por el corazón. Ella entiende la curación como la influencia intencional de una o más personas sobre un organismo sin la utilización de medios de intervención física conocidos. Para el proceso de curación cardioenergético, “influencia” significa concentrarse en la sabiduría y en la energía que emanan sutilmente del corazón y no sólo manipulaciones  y técnicas inventadas por el cerebro. Curar con el corazón  no es “intentar curar”, sino permitir que la energía natural sanadora del corazón y todas las memorias de curaciones que ya ocurrieron resuenen dentro de una persona y permanecer sereno y callado "meditando” lo suficiente  para permitir al corazón que establezca con los corazones una coherencia compartida en forma de oración solidaria que trasciende los límites de las palabras.

2)    ¿Por qué curar?

El cerebro.- Curamos para posibilitar a las personas a proseguir, hacer más, tener más, vivir más tiempo y obtener el máximo de su vida individual.

El corazón.- Curamos con el fin de quedar íntegros con los sistemas que nos integra y poder cuidar de sanar y proteger esos sistemas que incluye a las personas, animales y plantas, incluso espacios.

3)    ¿Quién necesita curarse?

El cerebro.- Biosistemas enfermos o “fragmentados” necesitan de reparación porque están desajustados. Quien quiera no esté “sano” y “normal” según la biociencia necesita de la intervención de ésta.

El corazón.- Todas las personas y todas las cosas en toda parte necesitan permanentemente de cura, pues la cura es el proceso de mantener la conexión de energía saludable fluyendo dentro de todos los sistemas. Son los sistemas y no los indivíduos que enferman. Salud y enfermedad no son extremidades opuestas de un continuum. Todos nosotros estamos sanos y enfermos al mismo tiempo permanentemente, porque somos sistemas energéticos caóticos en proceso de autocorrección. La estabilidad sistemática de la cardioenergética es indicada por los reajustes energéticos constantes de un sistema.

A principios del pasado siglo XX, un fisiólogo francés, Charles Richet dijo que “la inestabilidad es condición necesaria para la estabilidad del organismo”. En otras palabras, el caos significa enfermedad para un seguidor de Asclepios, pero para un higiano es una forma de salud dinámica. Entre los infinitos sistemas de copos de nieve, no hay manera de ser un copo de nieve “correcto”. El mar, cuando está encrespado, no está “enfermo”. No debemos desperdiciar la magia de conexión sanadora empleándola sólo cuando pensamos que estamos enfermos. Existe una misteriosa reciprocidad que actúa en las relaciones entre enfermedad y salud y el mejor modelo de equilibrio saludable no es el de una persona firmemente posicionada en el pavimento, sino alguien andando en una cuerda floja, asido a la barra e incesantemente reajustándose y adaptándose.

4)    ¿Cómo curamos?

El cerebro.- El credo de la medicina asclepiana, o medicina orientada por el cerebro, es: “No te quedes parado. Haz alguna cosa”. No hay mejor sistema para hacer diagnósticos más rápidos y para la toma de acción rápida e inmediata que la biomedicina moderna  y muchos de nosotros ya han experimentado su poder. Es un sistema ideado para localizar fallos en una parte biomecánica específica y, seguidamente, corregir o estabilizar el problema por medios químicos o mecánicos.

El corazón.- El credo de la medicina higiana o medicina orientada por el corazón, es: “Ho hagas nada. Queda quieto”. Si tomas una serie de medicamentos vendidos sin receta, tu resfriado probablemente marchará dentro de unos 14 días. Si no haces absolutamente nada y no te preocupas, tu resfriado probablemente se disipará en más o menos dos semanas. En el primer caso, podrás darte cuenta de que la excesiva tensión hace bajar tu inmunidad y deberías estar más tiempo dedicada a tus quehaceres cotidianos o que un fuerte resfriado frecuentemente te fuerce a hacer quedar en casa en una cama caliente, tomando caldos de gallina y leyendo un buen libro. Un resfriado puede ser la manifestación del cuerpo expresando el grito del espíritu de “querer volver a casa”. El proceso de cura es intensificado cuando recordamos que, aparentemente, tenemos el impulso interior para la salud y que la mayoría de los problemas se corrigen si permitimos que la sabiduría natural sanadora del cuerpo haga su trabajo. La cura del corazón por el proceso higiano consiste en tomar consciencia de dónde y cómo en nuestras vidas perdemos la conexión o el contacto con nuestro estabilizador principal: el corazón. La cura por el corazón exige que permitamos que ocurra por sí una conexión energética en vez de intentar hacer que ella ocurra.

          Se ha hecho referencia al valor de aquello que se llama “la espera”. Aunque existan ocasiones en que se hace necesario una acción urgente para salvar una vida, tales ocasiones son escasas comparadas con aquellas en que “dejarse estar” es justamente lo que debe hacerse. Con tranquilidad y un ritual despreocupado y repetitivo, más que una acción y procedimientos sin moderación, podemos recuperar las memorias celulares, teoría que defiende que cada una de los varios trillones de células del cuerpo tienen varios niveles de informaciones almacenadas y colocadas allí por la energía vital o energía del corazón. Esta energía puede ser recuperada dando menos atención al cerebro y más al corazón. El impacto de la memoria celular está demostrada por la capacidad manifestada por receptores de trasplantes cardíacos de recordar memorias de sus donadores. Visto que la información es una forma de energía, y así como la materia, la energía no puede ser destruida, las memorias celulares son eternas. Memorias que nos enseñan a ser nuevamente íntegros y hacer conexión con la energía que compartimos con todos los sistemas.

          Así como los equilibristas que andan en la cuerda floja, si nos esforzamos demasiado, nos preocupamos excesivamente, podemos volvernos insensibles precisamente a las señales que nos ayudan a reajustarnos y mantener el estado de equilibrio dinámico, a menudo precario, pero adaptado a mantener la vida.

5) ¿Dónde somos curados?

El cerebro.- Nos apartamos de la Naturaleza y entramos en el edificio más moderno, técnicamente avanzado y hermético que podamos encontrar, el cual está provisto del cuerpo de personal más inteligente y bien conocido, que es el objetivo mejor pagado de la ciencia de curar. Nos despedimos de nuestra ropa, vestimos un manto ritual que les permite a los demás un fácil acceso a nuestro cuerpo (en especial por detrás), nos acostamos en una cama alta que restringe cualquier fuga rápida, cedemos varios fluidos de nuestro cuerpo, nos permitimos ser estudiados por sacerdotes neófitos, frecuentemente cansados por la exigencia de tener que participar constantemente de una ceremonia de continuidad fija y entregamos nuestro cuerpo a sacerdotes y doncellas asclepianas para ser restaurado. Las visitas pueden traernos ramos de flores y otras cosas naturales al templo, pero el objetivo es restringir al máximo posible el ingreso del mundo natural y miembros cariñosos de la familia, de modo que la santidad, los códigos, los procedimientos, los programas, la jerarquía y la burocracia del templo de Asclepios no sean puestos en duda. Cuantas más máquinas hubiere y cuantas más nuevas sean, mejores serán nuestras posibilidades de curación.

El corazón.- Para curar, debemos encontrar un lugar energéticamente amistoso que nos permita establecer una conexión más intensa con los aspectos naturales de nuestro vivir. Además, debemos estar recibiendo la energía que emana de las plantas, animales y personas que nos aman y que están a nuestro alrededor. Somos parte integrante de todos ellos. Un mar o un bosque son buenos lugares para efectuar curaciones, pues están en resonancia directa con nuestro centro sanativo, el corazón.

6.- ¿Por qué somos curados?

El cerebro.- Somos separados de nuestra familia y curados por la precisión de desconocidos medios que miden trazados y aproximaciones simbólicas del funcionamiento de nuestro cuerpo y que, seguidamente, prescriben el procedimiento a adoptar y lo que debe ser hecho “a nosotros” por ellos o sus aproximaciones medicamentosas de sustancias naturales. Si somos “complacientes” podemos sanar. Caso contrario, los sacerdotes del templo  podrán considerarnos como pacientes que “no responden al tratamiento”.

El Corazón.- No somos curados “por” más “con”. Somos curados con la presencia de corazones curadores que nos rodean que se unen a nuestro corazón y no simplemente por hacerle cosas “a él”. Investigaciones muestran que la necesidad de realizar una acción quirúrgica  como una cesárea, puede ser reducida en más de un 50%, cuando la madre tiene la presencia continua de una mujer que le de confianza durante el trabajo del parto y todo el proceso de nacimiento.

La cardioenergética sugiere que examinemos el corazón y no solamente los diplomas de nuestro médico y escojamos uno que nuestro corazón indique “tiene buen corazón” y que emita “energía sanadora satisfactoria”.

7.- ¿Cuándo sabemos que estamos curados?

El Cerebro.- Sabemos que estamos curados cuando los números de determinadas máquinas nos informan que estamos “nuevamente dentro de los límites normales”, nuestro médico nos dice que estamos sanos o cuando nuestro seguro de salud nos comunica que el plazo de internación o de tratamiento al que tenemos derecho, se ha agotado. Estamos curados cuando conseguimos aplazar la muerte o estamos aptos para volver a la misma vida frenética y confusa que, a final de cuentas, provocó nuestro mal.

El Corazón.- Estemos restablecidos o no, estamos curados cuando nos sentimos íntegros, cuando los otros dicen que se sienten más unidos a nosotros, cuando algo en nuestro corazón nos hace sentir nuevamente el encanto del mundo y nos une a él energéticamente una vez más. Estamos curados cuando aprendemos a celebrar la vida en vez de apenas luchar para prolongarla y cuando aprendemos a hacernos más conscientes de la sutil inestabilidad oscilante que se encuentra después debajo de aquello que podemos experimentar como “salud estable”.

8.- ¿Cómo ocurre la curación?

El Cerebro.- Una vez que encontremos la parte del sistema mecánico que está desajustado y lo restauremos, la cura ocurre, pues recuperamos nuestro “funcionamiento normal”. Recuperar la salud nada tiene de “vitalista”, energético o espiritual. Se trata del restablecimiento de una función biomecánica.

El Corazón.- La cura ocurre cuando sentimos nuevamente dentro de nosotros el fluir de una energía afectuosa y cuando la sutil energía de la vida, nuestros ascentros, los árboles, las flores, los pájaros, los animales y el sistema de la vida nos dicen, a través de nuestras memorias celulares, que abrimos suficiente el corazón para dejar que la energía fluya libremente. La curación ocurre cuando el campo de la inteligencia energética que existe en el interior del organismo, ejercita sus poderes intuitivos para restablecer un equilibrio más adaptable entre nosotros y nuestro mundo.

9.- ¿Qué sucede después que sanamos?

El Cerebro.- Después de ser curados, volvemos a nuestra faena cotidiana. Podemos quedar más atentos a otro desarreglo en un órgano cualquiera y cambiar algunos de nuestros comportamientos, a fin de disminuir la posibilidad de recaída, pero la cura, generalmente, nos permite retomar más que cambiar nuestra vida de antes. Por lo menos, temporalmente, hasta que el cerebro retome sus presiones urgentes y olvide nuestro sufrimiento anterior, podemos volver a ser del grupo de los sanos que se preocupan en practicar la medicina preventiva.

El Corazón.- No existe el “después” de sanar, pues somos constantemente conscientes de estar íntegros, en buenas relaciones con los otros, enviando y recibiendo energía de todos los sistemas que nos rodean. Tanto la enfermedad como la salud son parte de la vida, de forma que cuando sufrimos el dolor de la enfermedad, aprendemos a dedicarnos más a una manera de vivir según el enfoque sanador. También podemos aprender con otras personas cuando sufren que, ayudándolas a curar, energetizamos nuestro proceso propio de cura. En vez de practicar la medicina preventiva, practicamos un proceso de cura más intenso con todos los sistemas.

10.- ¿Qué es una persona que cura?

El Cerebro.- Es alguien que ha aprendido de todo sobre el funcionamiento de los sistemas orgánicos y durante varios años sacrificó gran parte de su salud mental y física  a fin de conseguir aprobaciones en los exámenes exigidos para ser declarado legalmente apto para intentar curar a sus semejantes y trabajar en los templos de curación. La persona que cura es objetiva, emocionalmente distante, mecanicista, escéptica y no creyente en cualquier cosa que no pueda ser vista o tocada.

El Corazón.- Todos nosotros somos personas que curan, pero algunos tienen mayor capacidad de curar que la mayoría, porque una grave enfermedad lo hace pasar por una transformación y, consecuentemente, son más cardiosensibles, es decir, sensibles a la energía, que aquellos que todavía no se han enfrentado con su propia condición de mortales. Los cardiosensibles saben que la solicitud por sí mismo comienza con la solicitud para con los otros y con la comprensión de que ninguno de nosotros es de hecho emocionalmente distante o totalmente objetivo.

Dos criterios nos indican que una persona que cura es más sensible de corazón: 1) porque aprendió algo con una crisis; 2) en parte, debido a esa crisis, desarrolló una profunda solidaridad por la energía del propio corazón y de los corazones de los otros.

La cardioenergética es de la opinión que, en último análisis, el acto de curar es un asunto del corazón y no del cerebro. Es una elección para armonizarse con otra esfera situada más allá de aquella con la cual el cerebro se siente más a satisfacción: es el dominio de la sutil energía que danza en todos los sistemas. Es comprender lo que mi madre me decía cuando era niño. Cuando murió mi bisabuelo todos lloraban y pregunté a mi madre si todos teníamos que envejecer. Ella me dijo: “El cuerpo envejece pero el corazón nunca. Aunque el cerebro parezca que falla y el cuerpo se debilite, el corazón es siempre fuerte y la energía es eterna”. Evidentemente estas no fueron exactamente sus palabras, pero soy yo quien hoy les da sentido.

En el centro de cada corazón hay una cámara que registra y transmite; mientras que nosotros cuidamos para que el corazón no deje de enviar señales de afecto a otros corazones, aunque estemos tristes, él sigue recibiendo señales de amor como respuesta. Si lo que transmitimos es bello, animador, esperanzador y solícito, es eso lo que, inevitablemente, el corazón recibe y no importa lo que suceda al cerebro o al cuerpo, porque aquello que somos y fuimos para con los otros, hará que seamos siempre jóvenes de corazón.

Desde el primer milagro del comienzo de la vida al milagro final de la trascendencia más allá de la vida, tenemos una cámara de registro espiritual, vibrando en el centro de nuestro ser. Cada latido de nuestro corazón moldea la memoria que será nuestra herencia, los ecos infinitos del alma que continuarán sonando mucho tiempo después que nuestro cuerpo y cerebro hubieran dejado de servir las necesidades del alma. Si pusiéramos la voluntad en quedar tranquilos y callados, no tomar conocimiento de las llamadas insistentes del cerebro para levantarse y actuar, y depender todo el tiempo que fuera necesario para sentir el lenguaje sutil latiendo levemente en el corazón y en los otros corazones que nos rodea, tendremos el extraordinario privilegio de ser un testigo participando de la formación de nuestra alma.

                                                                              Salvador Navarro Z.

 

 

 

 

 

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