ALCORAC

SALVADOR NAVARRO  

 

 

                                             

Dirigida a las Escuelas de:

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                                                                                    Circular nº 10 , año VII

                                                                                    Llubí, 1º Octubre de 2.001.

          TRASCENDENCIA E INMANENCIA DE BRAHMA

          Sus consecuencias para la vida espiritual y ética del hombre.-

 ¿Brahma, Dios, es trascendente o inmanente, al mundo fenomenal?

          De la respuesta que demos a esa cuestión dependen dos concepciones de Dios y del mundo, diametralmente opuestas, y de esos dos conceptos derivan dos sistemas éticos profundamente diferentes.

          La idea de la trascendencia de Dios proviene del concepto dualista de la creación de la nada. Desde los tiempos de San Agustín, es teología normal en las iglesias católicas, como también en la iglesia griega ortodoxa, que Dios creó el mundo de la nada. Quieren decir que el mundo fenomenal no existía de forma alguna antes de ese acto creador de Dios, que fue por medio del “Hágase”, o más adecuadamente, por medio de un acto libre y espontáneo de la Divinidad, que el mundo de los hombres entró en la existencia. Consecuentemente, puede Dios aniquilar, por un acto de voluntad, éste y cualquier otro mundo que haya creado. Puede reducir a la nada absoluta lo que creó de ese vacío. Entre los dos abismos de la nada, el del pasado y el del futuro, emerge esta pequeña isla del algo, nuestro mundo presente, un algo temporal oscilando entre dos nadas eternas: Nada – Algo – Nada.

          Y esta es la teología generalmente aceptada por el mundo pensante o creyente del Occidente, judíos, cristianos, musulmanes, el mundo relativamente monoteísta, aunque no lo sea en absoluto.

          En Oriente, con una cultura mucho más antigua, conciben a Dios y sus relaciones con el mundo, de un modo completamente diverso, como ya he dicho; para los grandes pensadores de Occidente, como también del antiguo Egipto, el mundo no fue creado de la nada, sino que emanó de Dios, fluyó espontáneamente de la íntima substancia o naturaleza divina. Por otro lado, el punto de partida del universo fenomenal no fue la nada, sino el Todo; no el infinito vacío del “0”, sino la ilimitada plenitud del “Infinito”. El mundo no es un aumento de la nada para un algo, sino una disminución del Todo para el algo. Simbólicamente hablando, el movimiento creador no va en línea ascensional (nada-algo), sino en sentido descendente (Todo-algo),

          La consecuencia lógica de la idea de la creación es la trascendencia de Dios, y el dualismo de la vida humana.

          Encaremos más de cerca la trascendencia del concepto de creación, por un lado; y la inmanencia original de la idea de emanación, por otro.

          Si Dios hubiese creado el mundo de la nada, existirían más realidades después de la creación que antes, lo que es intrínsicamente imposible, una vez que Dios es la Realidad plena, total, absoluta, infinita, mucho más que todo lo que pueda existir. En este caso, el mundo fenomenal sería un crecimiento de Dios; el mundo añadiría una nueva realidad fenomenal a la antigua Realidad divina; existiría un finito o una colección de ellos, añadidos al Infinito; la llegada del mundo equivaldría a un enriquecimiento de la Realidad. En una palabra, después de la creación existiría mayor suma de realidad que antes de ella, lo que es evidentemente imposible, pues antes de la creación ya existía la Infinita Realidad, y al Infinito nada se le puede sumar, como del Infinito nada se puede restar.

          La Realidad (Dios) es infinita e ilimitada, antes, durante y después, de la llegada del mundo de los fenómenos.

          ¿Qué se debe pues, entender, por acto creador?

          La llamada creación no es sino una nueva modalidad, o un nuevo modo de ser de la infinita y eterna Realidad, así como las ondas del mar no son una suma a la realidad “mar” sino una modificación superficial de la antigua realidad del oceáno. O, sirviéndonos de otra comparación, es como el espectro de luces de colores del otro lado del prisma que no son otras luces, sino nuevos modos de ser de la luz o diferentes revelaciones y manifestaciones de aquella misma luz incolora del otro lado, que es la fuente y causa de esos colores. El prisma, correspondiendo al acto de creación o emanación, no produce nuevas realidades, sino que multiplica la antigua y única realidad de los colores. La luz incolora representa, en este caso, la única Realidad (Dios), mientras que los colores son manifestaciones de las variaciones de esa Realidad.

          Otra comparación: El pensamiento es la manifestación del pensador cuando piensa. El pensador es el sujeto, el pensar es el acto, y el pensamiento es el producto (u objeto) de ese proceso. Así como el pensamiento no aumenta desde fuera ninguna nueva realidad al pensador, sino que antes es un desdoblamiento de aquél, o mejor, el propio pensador en cuanto piensa, así el Universo no suma una nueva realidad a Dios, sino que es una manifestación parcial de Dios, como un desdoblamiento de la Divinidad, Realidad absoluta, universal, infinita, revelada constantemente en formas relativas, individuales y finitas.

          Se puede decir que Dios es uno en su ser, y muchos en su hacer.

          Los filósofos orientales gustan de definir esta idea profunda, comparándola con la araña y la red que teje. Así como la tela de araña es un producto de ella misma y no algo que viene de fuera, de igual forma emanó el mundo fenomenal de la íntima esencia de Dios. Maya, el mundo de los fenómenos, sirve al mismo tiempo, (dicen ellos) para revelar y velar a Brahma, así como la tela de araña revela (manifiesta) y vela (oculta) a la araña. Si el mundo fuese una revelación total y completa de Dios, no tendría el carácter de factor ocultante; pero, como cada mundo individual, así como todos los mundos tomados en conjunto, no equivalen a una revelación exhaustiva de la Divinidad, está claro que el mundo tiene ese carácter de duplicidad, de revelar y velar a Dios.

          Es sabido que la ignorancia e incompetencia humana acordó llamar a estas concepciones “panteísmo” (pan = todo – Theo = Dios), o sea, todo es Dios. Si panteísmo quisiera decir que el Todo absoluto es Dios, no sería falso; pero lo que, generalmente, se entiende por “panteísmo” es la idea de que cada indivíduo (piedra, planta, animal, hombre) sea Dios, o que la suma total de esos indivíduos sea Dios.

          Todo monoteísmo ( un solo Dios) culmina lógicamente en monismo (una sola Realidad).

          El monismo es el monoteísmo en su forma más pura y perfecta.

          “En el principio era el Logos” (la eterna Razón pensante), con absoluta lógica ese universo revelado no existe fuera del Dios revelado, tampoco como el pensamiento existe fuera del pensador, sino que es el propio pensador cuando piensa. Hay, ciertamente, una distinción entre el pensamiento y el pensador, pero no hay separación. La distinción está en que ninguno de los pensamientos del pensador revela plenamente el sujeto pensante, por cuanto cada uno de los pensamientos es una manifestación parcial e incompleta del pensador, lo cual puede revelarse a otros innumerables pensamientos. Si algún pensamiento fuese integralmente idéntico a él, ese pensador se habría agotado en ese único acto y su potencia pensadora, no pudiendo producir otros pensamientos. Es concebible que un sujeto pensante finito agote su potencia pensadora por sucesivas irradiaciones de pensamientos; pero es absolutamente imposible que un pensador infinito agote algún día su potencia pensadora por medio de sus actos pensantes, que son finitos. O es imposible que Dios, revelado a través de actos de manifestación (creación, emanación), agote su capacidad reveladora, por cuanto el Infinito no sufre disminución alguna por sus revelaciones finitas, una vez que el Infinito no es la suma total de los finitos. Así como el Infinito no puede recibir un aumento por ningún acto finito, así también no puede sufrir desarrollo por actividad alguna.

          La conocida expresión poética de que el alma humana u otro fenómeno del universo sea una “chispa de la Divinidad”, es inadecuada, porque implica separación entre la centella y el foco de donde salió. Dios, en la emanación de los mundos, no proyecta de sí esos mundos, en el sentido de distancia, de manera que, después de esa emanación los mundos existan fuera de Dios (aunque ese “fuera” es una simple ficción de nuestra mente, pues frente a Dios omnipresente, no puede haber ningún “fuera de Dios”). “Emanar”, “irradiar”, “fluir”, no es otra cosa sino actuar, operar, revelarse. Lo que el pensamiento o el amor es con relación al sujeto pensante o amante, esto es el universo con relación a Dios; el pensamiento o amor de Dios, del Dios pensante y amante.

          “En el principio era el Logos (la eterna Razón pensante) y el Logos estaba con Dios y el Logos era Dios. Todo fue hecho por el Logos, y nada de lo que entró en la existencia fue hecho sin Él. Y el Verbo se hizo carne  . . .”

          Aunque la más deslumbrante encarnación del divino Logos se haya realizado en Jesús de Nazaret, la encarnación del eterno Logos es un proceso constante e ininterrumpido en el escenario del universo fenomenal; todos los días y en cada instante, el eterno espíritu de Dios se encarna o revela en millares de formas individuales; la génesis del universo no es un hecho consumado, sino un proceso continuado; no es una acción del pasado, sino un acto permanente en el presente, y el presente es la eternidad. Dios está creando o emanando mundos ahora mismo; el Génesis es un libro abierto, una sinfonía inacabada, una epopeya sin fin.

          ¿Cuál es la consecuencia, para la vida espiritual y ética del hombre, la concepción de la creación de la nada, o de la emanación del Todo?

          Las siguientes explicaciones proceden del presupuesto de que el hombre sea integralmente lógico y coherente en las conclusiones sacadas de las premisas ya establecidas; de hecho, la mayor parte de los hombres no piensan lógicamente y por esto no llegan a las conclusiones que vamos a alcanzar sobre esas dos bases de creación trascendente y de emanación inmanente. Entretanto, la tendencia de la humanidad es progresiva y no regresiva; cuanto más el hombre se desarrolla en sentido ascendente, más lógicamente piensa. Con vista, pues, en esa élite de la humanidad en evolución ascendente, es que paso a exponer lo siguiente:

          Si Dios es apenas un Dios trascendente a su creación, hija de la nada, está claro que el hombre para encontrar al Creador, debe trascender la creación; que no puede encontrar a Dios dentro del mundo, sino solamente fuera o más allá del mundo. Huir del mundo es, en este caso, el imperativo categórico de todo hombre espiritual. En tal caso, en razón directa que el hombre se distancia del mundo de Dios se aproxima al Dios del mundo, porque Dios y el mundo son dos polos opuestos, antagónicos, incompatibles uno con el otro. Querer poseer a Dios y al mundo es, según los trascendentalistas extremistas, tan imposible como conciliar la luz con las tinieblas, la vida y la muerte, el bien y el mal, el sí y el no.

          El asceta, que huye del mundo a fin de encontrar a Dios, procede de un modo perfectamente lógico, sobre la base fundamental de que el mundo es hijo de la nada y que Dios está ausente del mundo; si esta suposición fuese exacta, el asceta sería el único hombre integralmente lógico, el santo por excelencia.

          Si, por otro lado, el hombre abraza la idea de emanación del mundo y, con esto, la convicción de inmanencia de Dios en el mundo y en cada indivíduo del universo, está claro que ese hombre puede encontrar a Dios en el mundo; para él no existe la menor necesidad de huir del mundo para encontrar a Dios. Hallar a Dios en el mundo es para el hombre no salir del mundo, sino entrar más mundo dentro de sí; debe romper con todas las capas externas, periféricas, aparentes y fenomenales del mundo, hasta alcanzar el último centro, la esencia, el corazón del mundo de Dios, que es el Dios del mundo, Alfa y Omega, quintaesencia del mundo y de todos los seres que lo habitan.

          El asceta emprende un viaje centrífugo en busca de Dios.

          El hombre espiritual emprende un viaje centrípeto rumbo a Dios.

          Para aquél, Dios habita más allá del universo.

          Para éste, Dios es el alma del universo.

          Para el asceta, Dios es el punto más alto, y el mundo está en el más bajo

          Para el hombre plenamente espiritual, las alturas divinas están en todos los abismos del mundo.

          Entretanto, para que el hombre pueda ver al Dios del mundo en el mundo de Dios, es necesario que adquiera una nueva facultad visual, que “vuelva a nacer por el espíritu”, a fin de poder ver el reino de Dios en el mundo y dentro de sí mismo.

          El ínfimo grado de evolución permite al hombre ver el mundo sin Dios.

          El segundo grado le permite descubrir a Dios sin el mundo.

          El grado supremo de evolución faculta al hombre ver a Dios en el mundo y el mundo en Dios.

          El hombre, en el término de su jornada evolutiva, sabe con absoluta certeza que Dios es la esencia íntima de todas las cosas; que las cosas reales son esencialmente divinas y por esto buenas en sí mismas; que el mal no es una pre – sencia (o realidad), sino una au – sencia (o irrealidad), no un algo positivo, sino un nada negativo. Saber que el mal consiste en la ausencia de un bien mayor, así como las tinieblas consisten en la ausencia de luz, como la molestia consiste en ausencia de salud, como la muerte es ausencia de vida.

          Así como la ausencia sólo puede ser eliminada por la presencia, y como el negativo sólo puede ser derrotado por el positivo, así el mal moral, el pecado, solamente puede ser destruído por el bien moral, la santidad.

          El hombre que ignora tanto al Dios trascendente como al Dios inmanente, esto es, el agnóstico integral, toma los fenómenos del mundo visible por la realidad eterna, tornándose así un cultivador de las apariencias, o sea, un materialista.

          El materialista es víctima de la ilusión.

          El asceta es un desertor del mundo.

          El hombre cósmico es un vidente de la realidad integral.

          Mientras tanto, aunque la verdad completa esté en ver a Dios en el mundo, para la mayor parte de los hombres en el presente estado de evolución, ese último estadio evolutivo no es alcanzable sino a través del penúltimo; el materialista agnóstico debe pasar por el ascetismo desertor. A fin de liberarse de la tradicional esclavitud del mundo, debe declarar la guerra a esa dimensión esclavista, hasta conquistar la plena emancipación y completa libertad. Una vez conseguida esa liberación segura e indestructible, puede el hombre vivir en medio del mundo sin ser del mundo.

          Los libros sagrados de la humanidad, tanto de Oriente como de Occidente, están de acuerdo sobre las condiciones actuales de la humanidad; por esto, en todos ellos prevalece la nota básica de disciplina ascética, como medio de alcanzar la perfecta liberación.

          El esclavo del mundo tiene que declarar la guerra al mundo a fin de poder ser señor del mundo y vivir en él con plena libertad interior.

          “El cristianismo es una afirmación del mundo que pasa sólo por la negación del mundo”, dice Schweitzer.

          DHARMA Y YOGA EN LA FILOSOFÍA ORIENTAL

          DHARMA.- Esta palabra sánscrita es traducida, generalmente, por “virtud”, “religión”, “deber”, “rectitud”. Todos esos términos dicen, más o menos, lo que se debe entender por Dharma que, propiamente quiere decir, “acción recta”.

          Dharma es la norma de la vida mejor adaptada a los requisitos de cada alma individual, para alcanzar el más alto grado de perfección integral, a través de sucesivas etapas evolutivas. El Yoga designa la suma total de las técnicas necesarias para realizar ese proceso de evolución.

          Traducido en terminología occidental esa concepción oriental, podríamos identificar al Dharma con la idea de la ética de la vida humana, esto es, la perfecta armonía de nuestros actos con la norma eterna y absoluta de la rectitud y la manifestación de esa armonía en el plano de la vida cotidiana.

          La dificultad principal está en definir lo que sea esa “norma” que deba servir de guía y orientación de nuestra vida. Hace milenios que la humanidad discute la cuestión de si hay o no una norma absoluta e inmutable para nuestros actos; y, en el caso de que las haya, cómo puede el hombre tener conocimiento cierto de esa norma. A lo que parece, los diversos pueblos y hasta los indivíduos particulares de cada pueblo, adoptan diversas especies, inconstantes y variables, de “normas de ética”; y, peor que esto, esa “norma” hasta varía con la edad y las circunstancias de cada indivíduo. Quiero decir que no es el hombre el que obedece a una cierta norma de actuar, sino que esa norma es la esclava obediente de las voluntades y veleidades del hombre. Éticamente bueno o malo es aquello que yo, mi pueblo o mi época, consideramos como tal. En este caso, la llamada “norma” es idéntica a mis instintos, opiniones o predilecciones o, en el mejor de los casos, a la costumbre general de mi pueblo en el siglo que vivo. Con la aparición de otros gustos individuales o sociales será modificada y hasta invertida tal “norma”, dejando de ser mi soberana para ser mi esclava, obediente servidora de todas mis voluntades y deseos.

          Ante todo, es necesario distinguir entre norma objetiva y norma subjetiva.

          Todos los pueblos, religiones y filosofías que admiten la existencia de una Realidad eterna, absoluta, infinita, sea cual fuere el nombre que den a esa Realidad, reconocen una norma objetiva, que no es sino esa misma Realidad, existente anterior e independientemente de mi saber y querer. Es el caso con los que profesan monoteísmo o monismo, como acontece en todas las grandes religiones y filosofías. Los que sólo admiten realidades individuales y relativas, con exclusión de cualquier Realidad universal y absoluta, lógicamente no pueden admitir una norma objetiva para su ética.

          Entretanto, la mayor dificultad surge en el momento que preguntamos: ¿Cómo puede el hombre conocer subjetivamente esa norma objetiva? Pues, para que la pueda tomar como norte y guía de su vida ética, debe ante todo, tener conocimiento suficientemente claro de esa norma. ¿Habrá, para el hombre, una norma de ética bastante conocida para hacer posible una vida moral? Por otra parte: ¿qué es éticamente, bueno o malo? ¿Es cada indivíduo quien lo decide arbitrariamente, a su gusto y talante, o habrá algo independiente de sus caprichos personales?

          La respuesta que el Dharma da a esa cuestión importantísima, es la que todos los grandes filósofos y genios religiosos dan y tienen dado a esa misma pregunta. En resúmen: No hay para todos los hombres una norma subjetiva fija, rígida e inmutable; y, a pesar de esto, la norma subjetiva no es simplemente arbitraria, a merced de los caprichos y las pasiones del indivíduo.

          Es indispensable, ante todo, basar nuestra norma ética en el hecho innegable de la evolución humana. El hombre viene de regiones inferiores de la consciencia, y va en línea ascendente rumbo a regiones superiores. Esa evolución, desde que entró en la zona de consciencia y libertad, dejó de ser automática y mecánica; obedece al saber y querer del hombre, de manera que la continua línea ascendente no es cosa garantizada de antemano; el ser consciente y libre tiene en las manos la posibilidad de crear altos y bajos, subidas y bajadas en ese plano, caminando en zig-zag, ascendiendo y descendiendo. A pesar de esas posibilidades, inherentes a la naturaleza consciente y libre del hombre es, por lo menos, probable que el resultado final de todos esos altos y bajos vengan a ser antes positivos que negativos. ¿Por qué? Porque todo ser, consciente y libre o no, viene de la misma fuente y tiende, en último análisis, a concordar con esa fuente, estando en armonía con ella, aun en el caso de haber estado contra ella. Además, es de la íntima naturaleza de cada ser querer ser feliz; pero esa felicidad no es otra cosa sino la voz de la verdad, de la armonía del indivíduo con lo Universal, lo Eterno. De esa premisa, se deriva lógicamente la imposibilidad de una aberración (pecado) eterna e irrevocable. Solamente un ser que no hubiese brotado de una Fuente Divina podría, para siempre, quedar lejos de esa Fuente; pero, como tal ser no existe, ni puede existir, se sigue que ningún ser, por más consciente y libre que sea, puede, para siempre, quedar apartado de su origen. Tarde o temprano, aunque ese lapsus de tiempo abarque siglos, milenios e incontables eones de eternidades, todo ser venido de Dios regresará a Él, si es que el universo es, de hecho, un cosmos y no un caos.

          ¿Cuál es, pues, la norma ética subjetiva para el hombre?

          Es aquello que el hombre, en el grado evolutivo en que se halla su consciencia, fuera capaz de concebir como siendo la más alta o la mejor.

          Vamos a dar ejemplos: Para un ser puramente sensitivo, es éticamente bueno todo lo que lo armoniza con el plano de la sensibilidad. Pero, para un ser que ha traspasado ese plano, existe algo superior, digamos el intelectual, que le sirve de norma y estímulo de progreso; tender hacia ese plano superior, realizarlo en sí, es para ese ser algo “bueno”, mientras que quedar en el plano sensitivo, ya superado, o descender por debajo del sensitivo al físico, vegetativo o mineral, sería “malo”. Si en el mundo vegetativo hubiese tal cosa como “pecado”, sería la recaída para el mundo simplemente mineral, mecánico, especie de apostasía del mundo superior de la vida vegetal. De la misma forma, el pecado del mundo sensitivo sería un regreso al mundo físico.

          Subir es “bueno”, descender es “malo”, porque aquello es conforme a la gran Voluntad Cósmica, mientras que esto otro está en actitud contraria.

          El animal es egoísta, pero como el mundo del altruísmo es para él un mundo inexistente subjetivamente, el egoísmo del animal no es “pecado”, en cuanto no fuere capaz de saber sobre un mundo superior. Para el hombre que sabe de ese mundo superior y altruísta, el egoísmo es pecado, porque ceder a lo inferior después de conocer lo superior es “malo”, “pecado” (palabra cuyo significado original es “error”, “aberración” de la norma de la verdad y rectitud).

          Con la sucesiva evolución ética de la raza, sabios legisladores establecieron como norma de justicia la retribución limitada: esto es, el ofendido tiene el derecho de pagar al ofensor en la misma medida la injuria recibida, equilibrando perfectamente las dos injurias y restableciendo así, como entonces se admitía, el equilibrio de la justicia y la equidad. Esa evolución ética viene expresa en la conocida fórmula “ojo por ojo, diente por diente”. La venganza, rigurosamente señalada por la injuria recibida, no era considerada en el plano evolutivo, y los que en aquel tiempo practicaban la ley del talión no pecaban subjetivamente; eran hombres “buenos”, aunque no fuesen “perfectos”. Ser bueno depende de la conformidad del acto con el más alto grado de ética subjetivamente alcanzada; ser perfecto consiste en la armonía de mi acto con la norma de rectitud objetiva. Según Jesús, no basta ser bueno, sino que es necesario ser perfecto, porque Dios lo es.

          Más tarde, algunos hombres comprendieron que mejor que pagar mal por mal, era dejar de pagarlo. El hombre que tan elevada ética comprendiese, ya no podía obedecer a la ley del talión sin cometer pecado, aunque otros, sus semejantes menos avanzados, continuasen guiados por la misma norma.

          Finalmente, algunos ejemplares de la humanidad, traspasando todos los grados inferiores, descubrieron la altísima verdad de que se debía pagar el mal con el bien, lo negativo con lo positivo. Verdad es que ese descubridor limitaba su bondad ética a una perfecta igualdad de términos: a un grado negativo oponía un grado positivo.

          Pero, conforme el incesante avance de la consciencia ética, despuntó el día glorioso en que un hombre proclamó la más alta conquista en ese terreno, afirmando que al mal se debía oponer el bien en grado ilimitado; sea cual fuere el mal que alguien haya hecho, pequeño o grande, se ha de retribuir con un bien sin medida.

          Es el estadio del Evangelio, y quien proclamó esa conquista fue el “hijo del hombre”, el hombre por excelencia. Y no solamente lo proclamó, sino que lo practicó durante toda su vida y exigió de sus verdaderos discípulos que hiciesen lo mismo, a fin de ser perfectos como Dios es perfecto. La meta suprema del cristianismo no está en ser bueno, que es el ideal de todas las religiones, sino que está en ser perfecto, en armonizar nuestros actos con la norma objetiva de toda la ética, que es Dios.

          En resumen: cada hombre debe guiarse por aquello que, en su estadio evolutivo, fuera por él percibido como siendo lo mejor, lo más alto; esto es ser bueno: lo contrario es ser malo.

          Se sigue que algo que para mí es éticamente malo, puede ser éticamente bueno para mi vecino, menos evolucionado. Digamos que para un discípulo de Cristo, la ley del talión (retribución del mal con el mal en la misma medida), es experimentada como pecado, pero es posible que esa misma ley, para un auténtico discípulo de Moisés, en el plano en que esa ley surgió, sea éticamente bueno, una virtud, lo mismo que para un cristiano no lo sería.

          Esa relatividad de la norma subjetiva es inevitable, debido a diversos grados de evolución moral. Pero esa relatividad no invalida el valor de la norma, ni hace de ella algo puramente arbitrario. Guiarse por la norma más alta que se pueda concebir no es lo mismo que ser esclavo de caprichos e instintos inferiores.

          Dharma, que siglos antes de Cristo, proclamó esa relatividad de la norma ética subjetiva, no es, pues, algo extraño al modo de ver y sentir del resto de la humanidad. La voz de la lógica y la pura verdad es una y la misma en todos los tiempos y en todos los lugares; diferente es el grado de percibir y comprender esa verdad.

          Esta parte de la filosofía oriental, concluye en la Circular de Noviembre.

                                         POEMAS DE KABIR

          Conclusión del número anterior.

          Cuando el amor renuncia a todos los límites . . .

          Existen muchos límites y nuestro amor es confinado en ellos. A causa de esto, aunque estemos amando, nunca somos felices. La infelicidad que viene por el amor no es a causa de él, sino por las limitaciones que lo rodean.

          Dejemos estar esto absolutamente claro, porque muchas personas, descubriendo que el amor trae miseria (puede traerla si existen limitaciones), se tornan contrarias al amor. Entonces, comienzan a escapar de todas las posibilidades amorosas.

          Todavía existen monasterios en Europa. Una vez que un monje entra en un monasterio, nunca sale; es un compromiso para toda la vida. En el monasterio no se permite la entrada de ninguna mujer, es solamente para hombres. Y hay otros donde sucede todo lo contrario. Todas las posibilidades de amor son abandonadas.

          Las personas huyen para estos centros religiosos; están escapando del amor, no del mundo. Tienen miedo del amor, y ese miedo tiene detrás alguna razón. Siempre que estás amando, te encuentras en una confusión. Siempre que hay amor hay dificultades, conflictos, infierno. Siempre que hay amor, otra persona entra en tu vida y, de repente, existe el conflicto, la lucha para dominar al otro. Y nace la miseria. Los amantes raramente son felices. No estoy diciendo que aquellos que no lo son, sean felices, pero nunca son tan infelices como los amantes.

          Y son tan desafortunados porque el amor promete mucho al comienzo, hay grandes expectativas y esperanzas y, entonces, todo se despedaza. El que no tiene amante no tiene expectativa, está acomodado, no espera el cielo. No puedes arrojar a un hombre al infierno, si él no está esperando por el cielo. De lo contrario, no hay posibilidad.

          En muchos países orientales,  el matrimonio no es tan infeliz como en los occidentales, no se basa en el amor. Siendo así no se espera mucho de él, casi parece que no tienes nada que ver con la boda, porque está tratada por los padres y tienen la opinión de un astrólogo y no hay nada que decir, la pareja se limita a observar y, un día, una mujer o un hombre al que nunca habías visto te es entregada, sin romance previo. Pero ninguno de los dos estaba esperando por la Luna. Es un acontecimiento cotidiano. Comienzan a vivir juntos; de la misma manera que has vivido con tu familia. De esta manera, en estos países, las mujeres aman a sus maridos y ellos a su mujer. Ambos se mueven sobre un plano horizontal. Cuanto más alto fueras, mayor es la posibilidad de caer.

          Cuando vas a escalar una montaña, puedes caer en el abismo. Cuando vas por una calle no hay miedo de caer en ninguna sima. El matrimonio se mueve sobre un piso plano. La boda es sin amor, y cualquiera que sea el amor que comience a nacer después de la boda, es más fraternal que pasional. No hay romance.

          Cuando dos personas están unidas, poco a poco, se familiarizan la una con la otra, y comienzan a gustarse, sólo gustar la una de la otra. Se ajustan. Es mundano y no hay poesía en eso.

          En los países occidentales, el matrimonio no es un mar de rosas. ¿Por qué? Si amas, tienes expectativas. Cuando las tienes, el amor se contamina. Entonces el amor deja de serlo y se transforma en una limitación. Cuando amas a alguien comienzas a poseerlo; tienes miedo de que tu amante se interese por alguien más. No puedes tolerar que esté paseando o riendo con otra persona. ¿Que se pueda divertir o distraer sin ti? Es imposible, eso te molesta. Entonces comienzas a crear una prisión para ella, una bonita jaula, a la que puedes llamar hogar o nido de amor, pero que es una limitación. Pero lo que se construye no es para uno de los dos, porque nadie puede ser carcelero sin vivir también en la prisión.

          Cuando posees alguna cosa, eres poseído por ella. Cuando fuerzas a alguien a ser esclavo, en el mismo proceso lo eres también.

          Un Maestro es alguien que nunca ha intentado que alguien fuese esclavo. Si intentas esclavizar a una persona, serás esclavizado por ella. Es un proceso simple. Apégate a alguna cosa y entrarás en un proceso de limitación.

          A causa de la limitación del amor, él se vuelve condenado y las personas sienten que es por causa del amor que están sufriendo. Intenta entender que las limitaciones son posibles.

          Kabir dice: “Cuando el amor renuncia a todos los límites, alcanza la verdad”. Los límites tienen que ser entendidos.

          Un gran pensador dividió el amor en dos maneras: A la primera la llamó yo-esto, amas tu coche, tu casa. Y cuando amas a tu marido o mujer, a tus hijos, lo llamó yo-tú. Estos son los dos tipos de amor.

          Vamos a verlo con cuidado. El caso de amor yo-esto es limitado, porque el otro es una cosa y un objeto no puede darte libertad. De hecho, cuando te apegas demasiado a una cosa, tú mismo comienzas a ser una cosa, porque tu amor determina tu ser.

          Una persona que ama su coche, ya no es una persona; amando un automóvil demuestras qué tipo de persona eres. Una persona que ama el dinero, se vuelve como él: billetes sucios. Puedes ver esto en sus ojos: si es demasiado avaro, puedes ver el dinero sucio flotando. Pierde su alma y se reduce a la cosa que ama.

          Cuidado: no ames nunca una cosa más baja que tú, de lo contrario estarás cayendo. Porque el objeto de tu amor es ahora tu objetivo, y caes en su dirección.

          Sea lo que sea ames, vas en su dirección. Nunca ames cosas, porque tu alma será reducida a ese objeto. Esta es la mayor limitación, yo-esto. Y el problema es más complicado, porque si amas el coche, entiendes que es un coche. Pero hay personas que aman a su pareja de la misma manera.

          En algún lugar llaman a la esposa de “mi tesoro”. ¿Esposa, un tesoro? Así se ha pensado siempre en todos los tiempos. En muchos países, cuando se mata a una esposa, las penas no son tan severas. Era tu esposa, tienes derechos sobre ella. Si golpeas a tu pareja, nadie te va a negar el saludo; es tu negocio y puedes hacer lo que quieras. Así han sido las cosas.

          Está claro, que la esposa, aunque no golpee al marido, puede hacerlo indirectamente. Y lo hace. En esto las mujeres se van haciendo cada vez más eficientes. Es la manera de los débiles. Porque ellas tienen que protegerse también, pero su metodología es diferente.

          Por ejemplo: una mujer llora y puedes sentirte mal con su llanto. O dejará de hacer la comida y cuidar los hijos, y se postrará en la cama diciendo que tiene dolores. Ahora ella te golpea a través de la casa y los hijos. O se vuelve frígida y siempre que te aproximas a ellas solicitando amor, ella se congela. Te mirará con ojos de condena. Hará que te sientas como un animal en celo. Te dirá que eres un maníaco sexual o algo parecido. O siempre que hagas el acto sexual con ella, se portará como si fuera un cadáver. No cooperará contigo. Se volverá celosa y posesiva. No te dará ninguna clase de libertad, porque tú tampoco lo haces con ella. Es la ley de la naturaleza. Si tienes con tu pareja una relación yo-esto, ella intentará tener la misma relación contigo. Es una respuesta natural.

          Así es como veo eso en tantas personas, viviendo este tipo de relación. Ni el marido ni la mujer son personas, sino cosas para ser poseídas, usadas. Esta es la fealdad que viene del amor si él tiene esta limitación, esta frontera de relaciones.

          Abandona esta limitación. Muévete un poco más alto, hacia un mayor concepto. El que llaman yo-tú.

          Deja que tu mujer seas , no una cosa; deja que tu hombre seas , no una cosa; deja que tus hijos sean , respétalos. El otro es un arma de inmenso valor. Comparte todo con ellos, de tal manera, que nunca pienses que son cosas.

          Nunca intentes usar a alguien; comparte, pero no uses. Respeta la dignidad del otro, nunca interfieras y, entonces, el amor tiene un espacio mayor, menos limitado. Pero, aún así, tiene límites.

          Los pensadores hablan solamente de dos: yo-esto y yo-tú. Me gustaría decirte que hay dos posibilidades más. La tercera posibilidad, más alta que estas dos, es no-yo-tú. Cuando dices: “Yo no existo, solamente tú existes”. Ahí nace la oración. “Soy totalmente uno contigo. No tengo una entidad separada”. Cuando puedes decir esto a tu amante, la relación va más allá de lo personal. Yo-esto es inferior a lo humano, yo-tú, es humano, no-yo-tú es superhumano, el estado de oración.

          Yo-esto es sexual, yo-tú es lo que llamamos normalmente amor, ni yo-ni tú es oración. Esta es la razón por la cual el devoto dice a Dios: “Yo no existo. No yo, sino Vos”. El devoto entrega su yo; un hombre en oración entrega su ego, inclina su cabeza y dice: “Solamente Tú existes. Yo soy una parte de Ti”.

          Este es el tercero: aún tienes un vasto cielo disponible para ti.

          Y al cuarto lo llamo: ni yo, ni tú, este es el estado de meditación. Cuando dices: “Yo no existo, solamente Tú eres”, un sutil sentimiento de “yo” persiste, porque para llamar a otro de tú, el yo es necesario. Sin el yo, el tú no puede existir; tal vez no conscientemente, tal vez más refinado, pero permanece como una sombra. De lo contrario, ¿quién irá a decir “tú”? Para llamar a Dios de Tú, a tu amante de “tú”, tendrás que estar ahí.

          El cuarto estado es: ni yo, ni tú. Ahora, ni siquiera hay oración. Hasta esa dualidad ha sido abandonada. Hay silencio meditativo. No hay nada que decir, no hay nadie para hablar, no hay nadie a quien decir. Esta es la razón por la cual digo que los orientales budistas alcanzaron un alto grado de espiritualidad: ni yo, ni tú.

          El budismo dice: no existe Dios ni el alma. Este es el significado de esto. No es una teoría metafísica, es una alta manifestación de amor. Yo no existo ni tampoco Tú. No hay razón para exclamar ni una palabra. Ahora el silencio puede prevalecer.

          Yo-esto, los cuerpos se encuentran. Es sexual, físico, grosero. Yo-tú, las mentes se encuentran. Es psicológico; no tan grosero, pero tampoco tan sutil. No-yo-tú, los espíritus comienzan a encontrarse, las almas también. Pero aún están separadas. Están más cerca, pero existe una sutil demarcación. El cuarto, es donde hasta las almas desaparecen, sin cuerpos, sin mentes. Has llegado a casa. Solamente uno existe, sin ninguna demarcación.

          Esto es lo que Kabir llama:

          “Cuando el amor renuncia a todos los límites,

                    alcanza la verdad”.

          Él se transforma en la propia verdad.

          “ No tiene fin, nada se interpone

                    en su camino.

          La forma de esta melodía es brillante

                    como un millón de soles; es incomparable

                    el sonido de la vina, la vina de las notas

                    de la verdad”.

          Una cosa a ser ponderada. Kabir, repetidas veces, dice que, cuando el amor florece totalmente, existe una luz brillante, como si, de repente, millones de soles surgiesen a su alrededor. Y esto no sólo lo dice Kabir; Mahoma también lo dice, y así también Jesús y todos los místicos del mundo. Ellos dijeron que, cuando llegas al núcleo más interno, hay una explosión de luz. Eso no es una metáfora: en diferentes países, en distintas lenguas, otros siglos, los místicos han concordado en una cosa; que, en el último momento, existe una explosión de luz, millares de soles surgen de repente. La luz es tan deslumbrante que no se puede abrir los ojos. Es tan brillante, que lleva mucho tiempo ajustarse a ella para mirar. De hecho, cuando sucede por primera vez, el místico siente como si hubiese caído en una noche oscura. Es tan deslumbrante . . .

          Los místicos cristianos han dicho que, antes de que llegue la luz, se ha de pasar a través de una noche oscura del alma. Es casi como si mirases directamente al Sol; por unos segundos sentirás como si fueses a quedar ciego. De repente, el Sol desaparecerá, la luz también; te sentirás envuelto por la oscuridad.

          Si el Sol fuese muy fuerte y tus ojos no pudieran absorberlo, se cerrarían; de ahí la oscuridad. Y, si millares de soles, de repente, están presentes, ¿cómo podrás concebir ser capaz de ver esto?

          Al principio será oscuro, asustador, el místico se siente ciego. Pero si estuviere oscuro, sería confortante, relajante, no le gustaría abrir los ojos para ver el mundo exterior. La oscuridad interior es mucho mejor que la luz de fuera. El místico, se relaja en la oscuridad de su ser y, poco a poco, su mirada se va ajustando, los ojos se van haciendo capaces de ver esa luz y, lentamente, su vista se va adaptando, los ojos se preparan para ver ese esplendor.

          De nuevo, me gustaría recordarlo: los físicos dicen que la materia consiste en electricidad, y si la siguen dividiendo, llegan al átomo que, cuando es dividido, da una tremenda luz donde solamente los electrones permanecen. Esta es la teoría de la energía atómica. Un único átomo, cuando entra en fisión, se transforma en una gran luz.

          Si es posible, dividiendo el átomo, que no puede ser visto con los ojos, entonces se tiene que pensar, meditar: tal vez, cuando la célula interior de la vida, el átomo de la vida y del ser explote en luz, puede ocurrir lo mismo, porque la vida es la misma energía, por fuera y por dentro. Materia y consciencia, es la misma energía.

          Los físicos dicen que el átomo explosiona en luz y los místicos dicen que el alma estalla en luz. Ellos parecen estar en profundo acuerdo. De hecho, nadie está intentando hacer un puente entre la ciencia y la religión. Ellas tienen que ser paralelas, porque la existencia es una. En algún lugar, todo lo que la ciencia descubrió y todo lo que la religión es, aunque el lenguaje sea diferente, tiene que haber una concordancia, porque estamos procurando y buscando la misma verdad, por diferentes caminos tal vez, distintas tecnologías y otros métodos.

          “La forma de esta melodía es brillante

                    como un millón de soles”.

          Una cosa más: desde tiempos muy lejanos se ha pensado que todo sonido tiene un color en particular. Esta es la razón del por qué en Oriente la melodía musical es llamada raga, que significa color. Cada sonido tiene su propio color; es una de las doctrinas más antiguas de la música oriental. Y ahora los científicos están llegando más cerca: tiene que haber una correspondencia entre el sonido y el color, porque el sonido es una vibración eléctrica, y ésta es color, luz. Cuando un rayo de luz se descompone a través de un prisma se transforma en siete colores. Cuando todos los colores se mezclan se convierten en blanco. Hay siete sonidos y siete colores. Definitivamente, existe la posibilidad de que los siete colores y sonidos tengan alguna cosa en común.

          Kabir no es sólo un místico, ni un metafísico; es músico también. Dice: “La forma de esta melodía es brillante como un millón de soles”. Es, cuando la melodía interior, el sonido interno, el sonido sin sonido explota y su color es intensamente blanco; porque ahora todas las notas y todos los sonidos desaparecen en una cosa. Exactamente como siete colores desaparecen en un color blanco, los siete sonidos desaparecen en uno, el sonido del silencio.

          En una noche oscura y profunda, a veces escuchas. O si cierras los oídos, bien apretados, de repente oyes un sonido dentro. Si te vuelves profundamente meditativo y todo pensamiento desaparece, entonces escucharás lo más profundo. Cuando la mente no funciona, el prisma es abandonado. Es a través del prisma de la mente que el sonido es dividido.

          Cualquier día puedes pasar por esto. Si meditas, un día llegarás a esa luz interior. Y este es el punto del gran creciente. La música es tremenda, así como la melodía, también la luz. Y ambas están juntas, como dos aspectos de la misma energía.

          ¡Sutil es el camino del amor!

          En él no existen las preguntas.

          Allí uno se pierde a Sus Pies;

          Allí uno se siente inmerso en la alegría de la búsqueda;

          sumergido en las profundidades del amor como el pez

          en el agua.

          El amante nunca vacila en ofrecer su cabeza en servicio

          de su Señor.

          Kabir declara el secreto de este amor”.

          Kabir es una declaración del secreto de este amor. Dice: “este es mi camino”. Y el camino del amor existe para muchos. Es más fácil moverse a partir del camino del amor que a través de cualquier otro, porque el amor está próximo al corazón.

          El único problema que surge para las personas del mundo de hoy, es que ya no llamamos a la puerta del corazón. Estamos entrenados para sentir con la cabeza y el corazón es cada vez más ignorado. Sobre los sentimientos somos más salvajes, a veces peores que los salvajes. Toda nuestra cultura está en la cabeza, mientras el corazón se encoge. No debería ser así. Esta es la mayor calamidad que ha ocurrido a la humanidad en toda la historia de la mente, de la consciencia.

          No nos permitimos tener sentimientos. Un hombre sentimental es débil, mientras que el que no tiene sentimientos parece ser fuerte. No enseñamos a las personas a tener emociones. Las enseñamos a no llorar, a no reir muy alto, a estar siempre controladas; entonces el amor no llega para nadie, porque él viene cuando estás en un estado relajado, sin control.

          El amor es una cosa mayor que tú y no puedes controlarlo. Si lo hicieras, puedes quedarte con el odio, porque este sí que puede ser controlado. Controlar el amor es perder todas las posibilidades, porque serás un ser con un amor que sólo existe en la cabeza y en el sexo, olvidando tu propio corazón.

          Kabir dice: “sutil es el camino del amor”.

          Sí, no es grosero. La cabeza sí lo es. Ella no es más que lógica, arítmética, cálculos, astucia; buena para explotar a las personas, torturarlas, para juntar dinero, tener grandes cuentas en los Bancos, para ser un político, para estar por encima de los demás, para destruir. La cabeza es grosera.

          El corazón es muy sutil, absolutamente inútil en lo que concierne al mundo. Por el corazón existe la poesía, no los cálculos. Por el corazón existe la sensibilidad, no la astucia. A través del corazón existe la compasión, no la explotación. El corazón no es necesario en el mercado social, de ninguna de las maneras, ni puede comprar ninguna clase de bienes materiales. El corazón no te hará un político ni un militar.

          Con el corazón, poco a poco, te moverás lejos de los caminos de la competición, de la lucha violenta, donde están todos contra todos. Este mundo hostil y feo . . . te irás, lentamente, moviéndote hacia otro lado. No serás parte de esta sociedad; no jugarás los juegos del nacionalismo, fascismo, socialismo, comunismo, totalitarismo; no estarás preocupado con ninguna ideología. Amarás, aprovecharás la vida y ella te dará las delicias de vivir una existencia de amor.

          Deja que estas diferencias queden bien claras para ti.

          Los que meditan dicen que sienten un gran amor por la humanidad. Pero, yo digo: “¿Por la humanidad? ¿Dónde vas a encontrar a la humanidad? Los seres humanos son suficientes. Ama a un ser humano y no a la humanidad”. La humanidad es un truco de la cabeza. ¿Cómo puedes abrazar a la humanidad?  Pero siempre encontrarás un ser humano donde quieras que vayas. Humanidad es una ideología, un concepto, una abstracción en la cabeza. La vida es siempre particular, la cabeza crea conceptos.

          Si amas a la humanidad, con el pretexto de salvarla, puedes matar hombres. Si amas la paz puedes crear la guerra. Nunca ames la paz, ni la democracia ni al totalitarismo, todas son ideologías.

          Ama a seres humanos concretos, árboles concretos, piedras concretas, todo en particular . . . y entonces sabrás lo que es el amor. Olvida las grandes abstracciones, porque ellas son peligrosas. Los hombres han luchado a causa de ellas, destruyéndose unos a otros. Un mahometano está siempre preparado para luchar por la fe islámica; matará seres humanos por amor al Islam. El cristiano está dispuesto a matar a hombres de otros pueblos cristianos, para salvar el cristianismo. ¿Qué cosa es ese cristianismo?

          Ama lo concreto, lo inmediato. Aprovecha este momento, no te prepares para el mañana. Hoy es hermoso; gózalo, deja que este día sea una fiesta.

          “¡Sutil es el camino del amor!”

          ¿Por qué sutil? Porque la persona tiene que ser sensible, tiene que estar más y más en el corazón, capaz de sentir y responder,

          Siente, llora, ríe, lamenta, grita, pero haz todo esto a partir del corazón. Y, poco a poco, sentirás un nuevo cambio, una transformación; la energía cayendo de la cabeza en dirección al corazón. Y comenzarás a moverte de manera diferente. Surgen nuevos valores porque la cabeza tiene diferentes puntos de vista.

          Te apasionas por una mujer o un hombre, pero la cabeza dice: “¿Qué estás haciendo? Esta persona es maravillosa, pero vive con otra”. La cabeza dice: “Mejor, encontrar a una persona que no esté comprometida”. La cabeza es calculadora, y el corazón loco. Por tanto, si quieres amar, tienes que ser loco. Solamente los locos (locos en el sentido de que no están calculando, de que pueden poner en riesgo lo que existe fuera de su corazón, locas en el sentido de que pueden arriesgar el mañana por el hoy), solamente estos locos pueden moverse en el camino del amor.

          “En él no existen las preguntas . . .”

          Tienes que comprender que, de nuevo, el amor puede ser de cuatro tipos. Primero: tú, simplemente, pides; este es el amor inmaduro. Un niño sólo pide, no puede dar; porque, en primer lugar, él no sabe cómo dar. Es una criatura y puede ser perdonada. Él pide a todo el mundo; exige mucho y piensa que todos deberían amarlo. Pero las personas tienen que crecer a partir de este punto. Eso es muy inmaduro. El primer tipo de amor es exigente y piensa: “Si me das, sabré que me amas”. Esta es la única manera que el niño tiene de saber si lo aman o no. Si le traes comida, juguetes, dulces, entonces él sabrá que lo amas. Sólo puede entender este lenguaje.

          Esto no es malo, porque todos los niños han de pasar por esta fase. Pero muchas personas quedan paradas en este tipo de amor. Se hacen adultas, y tienen hijos, pero siguen exigiendo. Llegan a casa y esperan que sus hijos lo besen. ¿Qué tipo de padres son estos que aún están pidiendo besos? Este tipo de hombre o mujer pedirá amor a su pareja; todos piden y ninguno está dispuesto para dar; todos son como niños, nadie es lo suficiente maduro para dar. Por eso existen tantos problemas.

          El segundo, es un amor de tipo más alto. Es cuando comienzas a dar; cuando das y no te molesta si los otros te dan o no. Pero recuerda: puedes quedar detenido en este segundo tipo; tanto, que no permitirás que alguien te de cualquier cosa. Si dejas que alguna persona haga algo por ti, y tú prohibes que ellas puedan darte algo a cambio, es posible que tu ego esté implicado en el proceso. ¿Cómo puedes recibir? Eres tan maduro que solamente das y no recibes. Eres más maduro que el primer tipo, pero hay otra inmadurez. Esto es de nuevo el ego: “Yo solamente puedo dar”.

          El tercer tipo de amor es cuando la persona puede dar y recibir; recibe fácilmente y da también sin problemas. El flujo es igual, como el respirar. Este es el tercer tipo de amor muy maduro.

          Y el cuarto, el último, es cuando tú no sabes lo que estás dando ni lo que recibes. Porque el otro no existe y tú eres parte del todo.

          “En él no existen las preguntas.

          Allí uno se pierde a Sus Pies;

          Allí uno se siente inmerso en la alegría de la búsqueda;

          sumergido en las profundidades del amor como el pez

          en el agua.

          El amante nunca vacila en ofrecer su cabeza en servicio

          de su Señor.

          Kabir declara el secreto de este amor”.

          Recuerda: solamente hay una oferta; ofrecer tu cabeza. Ofrece tu pensar, tu pensamiento, tu razón; eso irá a funcionar. Corta tu cabeza y queda con el corazón. Y Kabir dice: “este es el secreto de este amor”.

          No vas ofreciendo flores; eso no ayuda. Ofrece tu cabeza, tu pensamiento, tu voluntad. Y Kabir dice: “allí uno se siente inmerso en la alegría de la búsqueda . . .” Un amante de verdad, un real seguidor del camino del amor, no está preocupado con el objetivo. La jornada es el objetivo.

          “El cielo es todo el camino para el cielo”. Él no dice: “Yo soy el camino”.

          Él no está preocupado con lo que irá a pasar mañana, con el final. No está orientado por el resultado; el día presente es su objetivo.

          El devoto, el amante, ama buscando eso mismo. No tiene prisa en encontrar a Dios. Dice: “Sigue escondiéndote. Déjanos jugar a buscarte, porque es maravilloso este juego”. Él no está impaciente. Dice: “Esperaré. Cuando lo decidas, ven. Me econtrarás pronto, mi puerta estará abierta. Ven y haremos una fiesta. No hay prisa: tienes muchas cosas que hacer; termina de hacerlas y lleva todo el tiempo que quieras. Puedo esperar”.

          Un amante es absolutamente paciente y aprovecha el propio buscar, la propia existencia. Su objetivo no está en el Infinito, sino inmerso en el momento, en lo inmediato; esta es su meditación.

          Esto es posible si abandonas tu cabeza. Si dejas tu mente, solamente con dejarla, toda la energía se moverá para el corazón . . . y el amor florece.

          El amor es la llave secreta; él te abre la puerta de lo divino. Ríe, ama, vive, canta, permítete ser como un canal y deja que la canción de Dios fluya a través de ti.

          La flauta del dios Pan está tocando continuamente. Su canción continúa siempre. En el momento que decidas transmutarte en Su flauta, Él te tomará en Sus manos, te colocará en Sus labios y comenzará a entonar una música . . . y esta melodía es la música del amor, de la libertad, la música de la Eternidad.

                                                             F I N A L

                                            

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