ALCORAC

SALVADOR NAVARRO                             h

 

 

Dirigida a las Escuelas de:

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                                                                                    Circular nº 11  , año VIII

                                                                                    Llubí, 1º Noviembre de 2.002..

 

 

          RETORNO A LA NATURALEZA

          Jean Jacques Rousseau  (1.712-1.778).

          A principios del siglo XVIII la filosofía y civilización general en Europa había llegado a una saturación de erudición intelectual, tanto que, por todas partes, hombres no totalmente falsificados, ansiaban el retorno a una vida más simple y natural. El hombre civilizado daba la triste impresión de un monstruo, con la cabeza y el corazón grotescamente atrofiados, estando el resto de su personalidad parcialmente paralizada. Ser un hombre culto era ser un erudito, un árido intelectual, una especie de enciclopedia ambulante. Almacenar en la cabeza un enorme conjunto de conocimientos “cuantitativos”, yuxtapuestos, sin el menor sistema ni nexo “cualitativo”, era ser un hombre moderno. Muchos creían a pie juntillas en el “slogan”, más tarde popularizado por la filosofía positivista de Comte y otros eruditos, que “abrir una escuela era cerrar una cárcel”. Para muchos, la redención de la humanidad y la esperanza de días mejores estaba en la suma de conocimientos intelectuales y el “pecado original “ de la humanidad consistía simplemente en su falta de mayor erudición. Identificando sabiduría con erudición, los corifeos del intelectualismo europeo, sobre todo en Francia y Alemania, proclamaban a voces la panacea salvadora en forma de sesudos compendios o tratados de ciencia analítica.

          Quien más sufría con ese artificialismo pseudo-educacional era la infancia y la juventud, obligados a gastar los mejores años de la primavera humana en recintos escolares, con el fin de acumular penosamente la mayor cantidad posible de conocimientos científicos.

          Cuando la atmósfera de Europa, alcanzaba las alturas de lo insoportable, aparece alguien y, haciendo de portavoz de la consciencia o subconsciencia de millares y millones de sus contemporáneos, lanzó en medio de esas nubes pesadas la chispa eléctrica resumida en un grito: ¡Retorno a la Naturaleza!

          Jean Jacques Rousseau, nacido en Ginebra en 1.712, tuvo el coraje de derribar de sus pedestales los ídolos de la erudición fosilizada y plantar en su lugar el árbol vivo de una vida simple, en contacto directo con los eternos manantiales de la Naturaleza.

          “La naturaleza es buena y la civilización es mala”. En esto se resume, en último análisis, la filosofía de ese hombre enigmático, cuyas ideas son la razón de su vida: pocos hombres habran habido de carácter tan antipático conviviendo con ideas tan atractivas y simpáticas, como Rousseau.

          El hombre nace bueno, pero la civilización lo corrompe. Dios plantó el Edén, pero el hombre, intelectualizándose, abandonó ese paraíso y resolvió fundar ciudades en vez de vivir en jardines; y la primera ciudad, según el Génesis, fue edificada por el primer asesino, Caín. Hasta hoy, los “Abel” de las ciudades son espontáneamente buenos, mientras que los “Caín” de las ciudades con perversamente malos, porque la civilización creada por el Lucifer del intelecto es visceralmente perversa y corruptora.

          Importa, pues, que el hombre huya de la civilización y retorne a la Naturaleza.

          Esa indicación de Rousseau, a primera vista tan simpática, acaba en verdadero enigma, cuando se pregunta lo que se debe entender por “Naturaleza”.

          Rousseau, ante todo, no supone que el hombre moderno deba regresar a las selvas primitivas o habitar en cavernas, como los trogoloditas en la prehistoria. Entiende que el hombre debe volver a la pura naturaleza de su propio ser como humano, incontaminado por las miserias de la civilización.

          Pero ¿qué cosas vienen a ser esa “pura naturaleza humana”?

          Si el extraño profeta de Ginebra hubiese tenido una idea clara sobre la verdadera naturaleza humana, rumbo bien diferente habría tomado su filosofía y, sobre todo, su vida personal. Pero aquí es que está el problema: Rousseau no sabe lo que quiere decir “naturaleza humana”, que él identifica con algo simplemente emocional, instintivo o totalmente indisciplinado.

          De carácter voluble, inconstante, dejó el calvinismo y se convirtió al catolicismo; más tarde volvió al calvinismo, pero sin ser calvinista ni católica en su vida. Su existencia es una larga cadena de romances, cada cual más superficial. Finalmente, acabó casado con Teresa Vasseur, mujer casi analfabeta, sin inteligencia, educación ni belleza. Encuentran algunos que Rousseau fue llevado a ese extraño consorcio por un complejo de inferioridad, una vez que en compañía de una mujer en todo sentido inferior a él, podía gozar de su propia “superioridad”. Otros encuentran que fue se vehemente impulso de “retorno a la Naturaleza” que lo llevó a esa boda dispar, porque veía en aquella mujer la expresión de la naturaleza sin civilizar.

          Entretanto, no consta que haya dado amor a esa criatura, ni a los hijos que tuvo con ella, pues los abandonó y fueron recogidos en una guardería.

          Pero, ese padre sin sentimientos paternales, escribió obras célebres sobre educación, como el conocido libro “Emilio”. Publicó también el “Contrato Social” y otras obras repletas de ideas revolucionarias, que lo hizo incompatible con las instituciones conservadoras de la época. En su famoso libro “Confesiones” proclama, ante sí y del mundo, todas sus miserias internas, tal vez llevado por un impulso subconsciente de encontrar libertad psíquica en esa confesión pública de sus pecados íntimos. Además, la vida y persona de ese hombre se prestan admirablemente para un estudio de psicoanálisis.

          Rousseau fue un genio emocional, pero sin racionalidad ni sentido ético. Su influencia sobre la marcha de la evolución social de la humanidad fue grande, por más mezquina que haya sido su vida individual. Raras veces, en la historia de la humanidad, un moralista vivió de forma tan inmoral. Pocas veces ha existido un genio tan paradojal: en su libro “La nueva Eloísa” llega el autor a trazar la apoteosis del matrimonio indisoluble y las bellezas de la vida familiar bien organizada; él, que no amaba a su mujer, que rechazó a sus hijos y era desconocedor de la fidelidad conyugal. Dicen los estudiosos que, a veces, nuestras ideas son “la escritura reveladora” de nuestra vida real; quiero decir, que corren en sentido contrario, como un escrito leído en el espejo, que resulta invertido. Esos hombres, oprimidos por la ausencia de dignidad personal, crean entonces, inconscientemente, una entelequia, sustituyendo esa pureza teórica por la ausencia de su pureza práctica.

          En la filosofía de Hume estaba el empirismo sensitivo-intelectual celebrado en su más alto nivel, pero sufrido por su más terrible derrota. Estaba demostrado cientificamente, con lógica inexorable, que quien nada supone nada puede probar; que el análisis puramente intelectual acaba en excepticismo y nihilismo absoluto. De la “nada” de la suposición nace la “nada” de la conclusión, un abismo genera otro abismo.

          Hume pasó al empirismo el certificado de defunción y en la autopsia consta la causa de la muerte: el empirismo murió de hipertrofia cerebral y atrofia del corazón. Quiso alimentarse de sí mismo, sin asimilar nada de fuera y acabó en la más completa inanición.

          Hume y con él toda la escuela empírica, tiene una extraña fobia a la palabra “postulado” o su equivalente; dicen que es anti-científica. El proceso científico, para ellos, es exclusivamente inductivo, analítico, integralmente sensitivo-intelectual y nada intuitivo. Intución es mística para ellos; y ese terreno es tabú para el verdadero científico, que debe probarlo todo sin postular nada. No comprenden que la base última de toda la ciencia positiva es intuitiva; que todas las demostraciones analíticas están, en último análisis, fundamentadas en algo indemostrable, en algo inmediatamente evidente que no puede ni debe ser demostrado.

          Hay dos clases de cosas que no pueden ni deben ser demostradas; las de “media noche” y las del “medio día”, o sea, las cosas totalmente oscuras y las cosas absolutamente claras. Estas, siendo 100% claras, no pueden ser clarificadas más. Aquellas, siendo tinieblas 100%, no pueden ser iluminadas.

          La tiniebla total y la luz integral están más allá de toda y cualquier demostración o demostrabilidad. Lo que es susceptible de demostración son las cosas “crepusculares”, penumbrales, que constan de una mezcla de luz y tinieblas, las que se encuentran en la línea divisoria entre el “sí” y el “no”, entre la plena oscuridad y la plena claridad.

          Ahora, para que pueda haber principio de claridad de cualquier cosa que esté en penumbras es necesario que haya, por lo menos, un punto de apoyo meridianamente claro en sí mismo; por cuanto, de la semi-luz de la probabilidad no se puede extraer la luz total de la certeza, sin admitir a priori que esa plena luz exista en alguna parte, aunque sea más allá de todas las fronteras del análisis intelectual.

          Ese postulado pre-analítico, corresponde, en la ciencia y la filosofía a lo que, en la zona de religión, llamamos fe.

          En términos matemáticos diríamos: de un menos no se puede extraer un más; o en lenguaje de lógica, no hay efecto mayor que su causa. Ninguna probabilidad genera seguridad si, anteriormente a esa probabilidad, no existe algo inmediatamente evidente; pero ese algo no es objeto del intelecto sino de la intuición, de la razón práctica de Kant, del corazón de Pascal, del sentimiento íntimo de Schleiermacher. Descartes basó este pensamiento en la forma clásica: “Pienso, luego existo”, lo que quiere decir, el hecho de ser yo directamente consciente de mi proceso cognoscitivo (sin importar el contenido del pensamiento). Debe ser admitido como postulado el acto básico, anterior al primer inicio de cualquier análisis subsecuente. Tengo que admitir un postulado. No puedo lanzar mis fundamentos de piedra y cemento (análisis) si no supusiera una base anterior a la mía, la tierra (postulado).

          No existe “autonomía” científica o filosófica en el sentido de que el pensador pueda basar su ciencia o filosofía sobre algo originado por él desde dentro de su propia inteligencia; proceso ese que envuelve un círculo vicioso.

          Ahora, el eruditismo pseudo-científico de los siglos XVII y XVIII estaba basado esencialmente en el completo empirismo intelectual, divorciado de cualquier postulado intuitivo. Lo que Rousseau llama “Naturaleza” no es sino la llamada para ese elemento intuitivo, no propiamente “irracional”, sino pre-intelectual y, por tanto, también ultra-intelectual. Llegó a la conclusión de que la vida humana basada sobre esos cimientos puramente empírico-intelectual atrofia el alma de la vida, falsifica el ser humano, por lo que debe haber un error en las premisas que están bajo el substrato de esa conclusión inaceptable.

          Nadie puede dejar de ver que Rousseau fue, en muchos puntos, hacia el otro extremo, dando todos los derechos a la intuición y negándolos todos al intelecto.

          En su “Discurso sobre la desigualdad de los hombres” invierte completamente la filosofía tradicional de la historia humana. Generalmente se creía que el hombre había vivido en estado salvaje o semi-salvaje y que las ciencias y las artes lo hubiesen ascendido a un nivel superior. Rousseau afirma que el hombre primitivo era bueno y feliz y que la civilización lo degradó. La Naturaleza pura era el “Paraíso”; la civilización es la expulsión de ese Edén y el ingreso en un mundo de “espinas y abrojos”. La serpiente del intelecto causó la desgracia del hombre.

          Tomás Hobbes había defendido que el estado normal de todos los seres vivos, sin exceptuar al hombre, era el de todos contra todos y que sólo con el adviento de la civilización fue establecida una paz relativa entre los hombres. Hobbes enseña que la función del gobierno es mantener esa constante guerra de todos contra todos dentro de un cierto límite tolerable, aunque no sea posible establecer una paz universal y duradera que, según él, es contra la propia naturaleza humana.

          Rousseau niega que el estado natural del hombre sea la guerra y la lucha, en el sentido filosófico británico. Hay, ciertamiente, en todas las provincias de la naturaleza orgánica, una cierta rivalidad y competición entre los indivíduos, pero esta es necesaria para la evolución; pero no hay guerra de exterminio. Lo que hay es una guerra de equilibrio, sobre todo en la naturaleza infrahumana. Es necesario que unos seres devoren a los otros para que la naturaleza como tal sea mantenida y debidamente equilibrada. Esa lucha es necesaria para la armonía cósmica.

          El hombre civilizado pasó de la guerra de equilibrio a la guerra de exterminio; apostató de la naturaleza e inventó la civilización; se desnaturalizó y acabó por ser un artificio hasta el punto de adulterarse completamente.

          Todo lo que es natural es bueno; y negativo todo lo que es antinatural.

          Virtud y armonía con la naturaleza; el vicio es el divorcio de la naturaleza.

          Freud, en parte, confirma la tesis de Rousseau cuando procura reducir todos los complejos enfermizos y recalca los instintos naturales hechos en nombre de la civilización. Si el hombre tuviese la libertad de ser lo que es, no estaría enfermo ni sería infeliz, dicen los psicoanalistas.

          Hay en estas tesis de Freud y Rosseau, así como en la de muchos otros, una verdad profunda, tal vez mucho más de lo que muchos sospechan. Falta apenas saber lo que es el hombre, cual su verdadera naturaleza que debe prevalecer. Si él es, ese Yo físico-mental, como los empiristas suponen, el retorno a la naturaleza significa una cosa; si el hombre es, ante todo, su Yo racional o espiritual, bien diferente será la solución y, en este caso, no se puede propiamente hablar de un “retorno”, sino de un “descubrimiento” o de una “ascensión”. “¡Conócete a ti mismo!” “¡Se fiel a ti mismo!” Todo esto puede ser interpretado de dos modos diversos, de acuerdo con lo que entendamos por Yo humano.

          En el siglo XIX prevaleció la teoría contraria, sustentada sobre todo por Augusto Comte, esto es, el mejoramiento individual y social del hombre por el conocimiento y la civilización en general.

          Comte y los positivistas tendría ciertamente razón contra Rousseay y los naturistas o románticos, si “naturaleza” fuese apenas el nivel primitivo del hombre y “civilización” significase un nivel superior. Pero, ni el regreso al bruto ni el progreso a la erudición civilizada resuelven el problema central de la humanidad; es necesario que el hombre vaya más allá de esos dos estadios, tanto el de los sentidos (naturaleza) como el del intelecto (civilización) y alcance las alturas de la razón (cultura), que no excluye sino que incluye las dos anteriores. Todo unilateralismo, sea sensitivo o intelectual, es falso; solamente la fusión de ambos representada por la racionalidad, es verdadera y benéfica.

          Después que el siglo XIX, con todo su materialismo y miserias sociales, había probado la evidencia que la civilización intelectual y técnica no era el elixir de la felicidad eterna, surgieron nuevas voces a favor de una filosofía naturista, concibiendo la naturaleza en un sentido más vasto y profundo que el conjunto de los reinos mineral, vegetal y animal. Emerson en los Estados Unidos; Tolstoy en Rusia; Splenger en Alemania; Bergson en Francia, son en esencia gritos de retorno al alma de la naturaleza de dentro y fuera del hombre.

Continuará.

 

 

 

POEMAS DE KABIR

 

 
   

 

 

 

Conclusión

          Y el cuarto paso es: sé nada. Cuando comienzas a pensar que eres alguien, detienes el amor y dejas de fluir. El amor solamente fluye de alguien que no es nadie. El amor habita en la nada. Cuando estás vacío, el amor existe. Cuando estás lleno de ego, el amor desaparece. Amor y ego no pueden existir juntos. El amor puede existir con Dios, pero no con el ego, pues amor y Dios son sinónimos. Por eso tienes que ser nada. Ese es el significado de ser humilde. Dice Jesús: “Bienaventurado los humildes, porque de ellos es el Reino de Dios”.

          Después de estos cuatro pasos, queda más fácil comprender los versos de Kabir. Primero . . .

          “¿Con quién ire a aprender sobre mi Amado?”

          Kabir dice: “¿Dónde debo ir a aprender sobre mi Amado? ¿Dónde está mi Amado¿ ¿Dónde habita? ¿Quién me lo puede mostrar?”

          Dice Kabir: “De la misma forma que no puedes escontrar nunca el bosque si ignoras al árbol,

          así también Él nunca puede ser encontrado en abstracciones”.

          Este es un verso muy significativo, de mucho valor; es un criterio. Escucha: encuentro personas que dice que aman a la humanidad, pero que nunca han amado a un ser humano. La humanidad es una abstracción. ¿Cómo puedes amar a la humanidad? ¿Dónde encontrar la humanidad? ¿Cómo abrazar y besar a la humanidad? No: esos son trucos mentales. Siempre que encuentras a alguien, encontrarás un ser humano.

          La humanidad no existe en ningún lugar; solamente existen seres humanos. La humanidad es una abstracción, una idea que solamente existe en la mente de los filósofos y en ningún otro lugar. Pero es una idea muy ladina; puedes evitar a los seres humanos en nombre de la humanidad; incluso puedes matar seres humanos en nombre de la humanidad. Puedes decir: “Estoy sirviendo a la humanidad y tú me estás molestando, por eso te voy a destruir”. Eso es lo que han dicho los Hitler y los Stalin de la Historia. “Amamos la humanidad. Para salvarla tenemos que matar seres humanos”. Son ideas de bellacos.

          Kabir dice: “De la misma forma que nunca podrás encontrar el bosque si ignoras el árbol . . .”

          El bosque no existe: no es más que una palabra. Lo que existe es el árbol. Si comienzas a buscar el bosque e ignoras los árboles, nunca lo encontrarás. Tal vez sea por eso que tantas personas buscan a Dios y nunca lo encuentran: están procurando una abstracción. Dios es como el bosque: encontrarás un árbol, una roca, un hombre, una mujer, un serpiente, una estrella; esas cosas puedes encontrarlas, pero no encontrarás a Dios en lugar alguno. Dios es el nombre de la totalidad. Él existe en esas cosas particulares.

          Kabir está indicando algo de mucha importancia. Las personas preguntan: “¿Dónde está Dios?”  En medio del bosque, preguntan: “¿Dónde está el bosque?” Si le dijeras que está en plena floresta, te dirán: “Esto es un pino, este un roble, esta una encina, pero  ¿y el bosque?”  Negando el árbol, no hay bosque. Él existe en el roble, en el pino; se manifiesta en millones de árboles y formas. El bosque en sí no puede ser encontrado; eso es una abstracción.

          Encuentra lo particular y olvida lo general. Esa es la diferencia entre religión verdadera y falsa. La religión mentirosa se dedica a la abstracción, mientras que la verdadera se muesta en las cosas particulares. Ama a los hombres, a los animales, a los árboles, las estrellas . . . No preguntes por Dios y Lo encontrarás.

          Amando a una mujer o un hombre, un animal, un árbol, poco a poco descubres que el árbol no es solamente un árbol; se trasciende a sí mismo. Amando a una mujer, percibes que no es solamente un cuerpo, ni una mente; algo trascendental está escondido tras la forma. La mujer es una ventana para Dios. El hijo es una ventana para Dios.

          Ama lo particular, lo concreto, lo real, y podrás ver lo que las personas mal intencionadas han hecho en nombre de las abstracciones. Cristo luchando contra los musulmanes, los mahometanos luchando contra los hindúes, y sinpreguntaras por qué, dirán: “En nombre de Dios”. El Dios musulman es una abstracción, así como el Dios cristiano o hindú. Sólo existe el ser divino. Y si matas mahometanos, judíos, hindúes, cristianos, matas dioses reales en nombre de falsas ideas; matas personas reales en nombre de teorías.

          Kabir dice: “Ese no es el camino. No voy a preguntar a nadie donde está mi Amado. Voy a amar y encontrar a mi Amado, amando. No voy a preguntar: “¿Dónde está Dios?” Voy a comenzar a amar y, a través del amor, la definición de lo que es Dios llegará a mi. La comprensión vendrá a través del amor y no de ideas o pensamientos. Comenzar a amar: ese es el camino del corazón. El camino de la mente es seguir pensando”.

          Kabir dice: “A través del amor llegué al punto donde no existe más miseria”.

          “¡Oh Sadhu! Mi tierra es una tierra sin tristezas”.

          El amor no sabe lo que es tristeza. Si sabes qué es tristeza, no conoces el amor. El amor no conoce el pesar. ¿Cómo el amor puede saber de tristezas? Es imposible, pues amor es trascendencia de la vida y la muerte; va más allá de ambas. Es la pausa entre dos notas. Es más alto que la vida y la muerte . . . ¿Cómo puede haber tristeza? Es un silencio . . . ¿Cómo puede haber tristeza?

          “¡Oh Sadhu! Mi tierra es una tierra sin tristezas.

          Proclamo a todos, al rey y al mendigo,

          al emperador y al fáquir.

          A cualquiera que procura abrigo en el Altísimo,

          vengan todos y acomódense en mi tierra . . .”

          Dice Kabir: “Ven a la tierra del amor. No quedes luchando por doctrinas, dogmas. No quedes preso a minucias, no pierdas el tiempo. Yo he llegado y declaro a todos, los reyes y mendigos, emperadores y faquires: “¡Vengan a mi tierra!”

Sólo el amor puede ser descanso y refugio. Todo lo que encuentres que no sea amor traerá nuevas tensiones y nuevas cargas y ellas son pesadas . . .

          “ . . . vengan todos a acomodarse en mi tierra:

          Que vengan aquellos que están fatigados a descansar aquí de todas

          sus cargas . . .”

Solamente en el amor las cargas desaparecen. ¿Qué es, en verdad, la carga básica? La del ego: ese es el peso básico. Todos los otros se acumulan sobre ese centro. Yo soy: ese es el centro que ha de ser destruído. El amor te hace una nada y destruye tu ego completamente. El amor aniquila y mata dándote una nueva vida, simple, humilde, una vida donde Dios puede vivir a través tuyo. Tú serás como una caña hueca . . . y Su música fluirá a través de ti. Tú no volverás a ser un obstáculo, pues ya no estás.

Las personas me preguntan cómo se puede ir más allá de la tristeza. Y respondo: no se puede ir más allá. Existe la trascendencia, pero no puedes alcanzarla sin abandonarte primero. Existe un estado sin tristeza, pero no puedes entrar, quedas fuera. Algo dentro de ti entrará, pero no tú. Algo de ti entrará en esa tierra sin tristeza, pero tú no, porque eres la tristeza.

¿Has observado que cuanto mayor es tu ego más tristeza crea? Es como una herida. Cuanto menos ego, más pequeña es la herida; puedes curarla. Cuando no hay ego, no hay herida. Aunque alguien te insulte, no te sentirás lastimado, porque no existes. El insulto sólo te llega cuando la herida existe; eres derrotado porque querías vencer. Si el ego no existe, ¿cuál es la diferencia entre victoria y derrota? ¿Entre éxito y fracaso?

Todas las distinciones son creadas por el ego. Siempre que él está satisfecho hay éxito, victoria. Cuando está insatisfecho, hay fracaso. Todas las victorias y derrotas existen por causa del ego. Cuando no hay ego, vives simplemente sin victorias o fracasos; vives simplemente . . . . y esa simplicidad es la vida religiosa.

A esto Kabir lo llama “sadhu”, que significa lo simple, lo no complicado, lo humilde.

 “Vive aquí, hermano,

que atravesarás fácilmente la otra orilla”.

Puedes vivir de dos maneras: puedes vivir de tal modo que se torne tan pesada esta orilla que el viaje hacia la otra se vuelva imposible. Vive levemente . . . así, cuando llegue el día de volver al otro margen, simplemente saltarás y comenzarás a andar.

Vive de tal manera que el estar en este mundo no sea tan importante: no te obsesiones. Es bueno vivir en una casa, pero cuando llegue el momento de dejarla debes ser capaz de salir sin mirar hacia atrás. Vive con las personas, pero si alguien querido muere, debes ser capaz de decirle adios silenciosamente, con amor, sin quejas. Vive de tal manera que no quedes preso ni enredado en nada.

“Vive aquí, hermano,

que atravesarás fácilmente la otra orilla”.

Y esa otra orilla no está muy distante; te rodea por todas partes. Si empiezas a vivir correctamente . . . y ¿qué quiero decir por “correctamente”? Son estos cuatro pasos: estar aquí y ahora, aprender a transformar tus venenos en miel, compartir tu positividad y ser nada.

Si vives correctamente, en un espacio de veinticuatro horas atravesarás muchas veces de un margen a otro; muchas veces Dios penetrará en ti, brillará a través tuyo. Muchas veces estarás, de repente, en la otra orilla. Andas por la calle . . . y de pronto, estás allí. El Sol sobre ti, los rayos del Sol pasando a través de las ramas de los árboles . . . y de súbito, el otro margen aparece. No está lejos, ni en otra galaxia; está siempre aquí. Es una cualidad de tu consciencia, de tu comprensión, de tu meditación. Si eres libre, sin cargas y no apegado a las cosas mundanas . . .

Vive en el mundo, pero no permitas que el mundo viva en ti. Entonces serás un solitario en medio de la multitud . . . y aún en medio de la multitud verás la otra orilla. Ella está tan próxima que puedes cruzar la barrera en el momento que quieras. Es tan fácil como respirar, pero el arte tiene que ser aprendido. Ama, pero no dejes que tu amor se torne lujuria. Ama, pero no dejes que tu amor se convierta en apego, dependencia, esclavitud. Entonces . . . ama con todas tus fuerzas. Ya no habrá más miedo. Amando podrás atravesar la otra orilla sin dificultad alguna.

          Usa el dinero, pero no te vuelvas maníatico. No te digo que huyas de las riquezas, ni de tu esposa o esposo, ni de tus hijos y que te vayas a vivir a una cueva. No te estoy enseñando ningún tipo de tontería. Ni Kabir está a favor de esa idea. Él es tremendamente positivo en relación a la vida, totalmente a favor. En verdad, cualquiera que conozca a Dios está a favor de la vida, pues esa vida es de Dios. Si huyes de la vida, estarás huyendo de Dios, escapando de la oportunidad donde El estará disponible. No huyas a ningún lugar. En vez de poner tus esfuerzos en huír, ponlos en ser consciente. Esa será la verdadera fuga: así creas una caverna en tu corazón, un templo . . . y comenzarás a vivir allí.

          Y la otra orilla estará siempre a tu lado. Siempre que quieras, es sólo ir . . . y podrás beber de Dios cuantas veces quieras. Mirando una flor, puedes beberlo . . . y se abre la otra orilla. Es una visión; no es algo material. Mirando para una rosa, en silencio, amorosamente, sin palabras internas, en un silencio total . . . y el silencio será luz, una canción y surge la visión. La flor desaparece, tú desapareces . . . y Dios está. Al desaparecer sujeto y objeto, surge el intervalo, el espacio vacío. Entre las dos notas, la pausa . . . y, de repente, estás en la otra orilla.

          “Yo soy la pausa entre dos notas

          que raramente entran en real armonía,

          pues la nota de la muerte tiende a dominar.

          Ambas podrán ser reconciliadas,

          tremulamente, en el intervalo oscuro;

          y la canción permanece inmaculada”.

          Mira la rosa. Te estremeces y la rosa lo hace también; habrá una pulsación entre vosotros y ambos desaparecerán . . . y la otra orilla. De repente te transfiguras, eres transportado a otro mundo.

          Para un verdadero sadhu, para un devoto, para un discípulo, eso es muy simple. Cierra los ojos y estás en la otra orilla; abre los ojos y estarás en ésta. El otro margen no es algo distante, o después de la muerte; la otra orilla está aquí, entre la vida y la muerte. A cada momento está aquí, entre el pasado y el fuguro; un intervalo, una fracción de segundo.

          El presente es la presencia de Dios . . .

          “Vive aquí, hermano,

          que atravesarás fácilmente la otra orilla.

          Es un lugar sin tierra ni cielo,

          sin Luna o estrellas:

          pues solamente el brillo de la Verdad

          resplandece en las salas de mi Señor.”

          No hay tierra ni cielo; es una dimensión inmaterial. No hay nada, ni aún tú.

          “Es un lugar sin tierra ni cielo,

          sin Luna o estrellas:

          pues solamente el brillo de la Verdad

          resplandece en las salas de mi Señor.”

          Solamente el brillo de la Verdad . . . sólo la verdad está en la otra orilla; ni el que la procura, ni lo procurado, ni el observador, ni lo observado, ni la materia, ni la consciencia; solamente la verdad, la suprema ciencia. Y tú serás uno con ella; no estarás separado de ella; serás parte de esa divina melodía.

          Kabir dice: “¡Oh, amado hermano!:

          nada es esencial a no ser la Verdad.”

          Nada más es esencial. Busca, procura, intenta saber lo que es la Verdad; ella no está en abstracciones, ni en Escrituras, ni puede ser encontrada en diálogos de teólogos. La verdad está aquí y ahora. La Verdad es; tienes que quedar disponible para ella. La verdad está en la apertura de tu corazón; el amor será el puente entre tú y la Verdad.

          Ahora estás intentando vivir en un mundo con el puente del ego. El ego separa; el amor une. El amor es la única unión. El ego separa, te hace una isla, te aparta de todo. Contempla la ironía: primero cultivas el ego y luego dices que te sientes muy solo. El ego te hace sentir solitario, hace de ti una pequeña isla. Ama . . . y nuevamente serás un continente. El amor es el puente entre tú y aquello que és.

          Kabir canta la canción del amor. Dice: “A través del amor alcanzas la pausa entre dos notas . . . donde continúa la música divina . . . donde Dios está tocando su flauta”. Y eso está muy próximo. Ahora, en este momento, eso te rodea. Está a tu alcance, es sólo extender las manos, solamente un poquito más de comprensión, de consciencia. Vive conscientemente. Deja que esos cuatro pasos sean toda tu religión, todo lo demás son comentarios.

          Estar aquí y ahora . . . apenas en este momento: ¿ves la belleza de esto? En este exacto momento la bendición está aquí. Dios está aquí. Cuando estás en silencio, Él habla; cuando estás escuchando, Él canta.

          Y aprende a transformar tus venenos en dulzura, para que todas las barreras sean destruídas. Al compartir, quedarás enriquecido. No guardes. En el momento que comienzas a guardar, estás contra Dios, estás intentando depende solamente de ti mismo; pierdes la confianza en la vida. ¡Dá! Así como te da la vida, tú también, que más te será añadido.

          Sé nada. La nada es la fuente de todo, el manantial del infinito . . . nada es Dios. Se nada y así alcanzas el todo. Siendo alguna cosa, perderás; siendo nada, llegarás a casa.

          Estos son los versos de Kabir. Él es para mi uno de los mayores místicos del mundo. Medita sobre sus palabras, presta atención a lo que dice. Es un hombre muy simple, sin cultura; todo lo que dice nace nace de su experiencia. No es un estudioso, no conoce nada sobre los Vedas, sobre el Corán o sobre la Biblia. Todo lo que dice viene de su experiencia existencial. No es un teórico, ni un filósofo: es un poeta. La diferencia es que el poeta tiene, algunas veces, vislumbres de Dios y después vuelve hacia atrás de nuevo; tiene raros momentos de vuelo.

          Cuando amas la poesía y conoces al poeta, es posible que encuentres a un hombre normal, incluso más normal que las personas más comunes. Quizá encuentres a alguien feo que habla de cosas maravillosas. Puedes encontrarlo vulgar, inmoral, obsceno, siendo su poesía tan espiritual. Si amas la poesía, olvida al poeta, no vayas a verlo. Él solamente da saltos, en raros momentos de percepción vuela muy arriba, tiene visiones . . . y después se cierra nuevamente, vuelve a ser un hombre común. Algunas veces, como un relámpago, la poesía vuelve para él.

          Esa es la diferencia entre un poeta y un poeta místico. El místico ya ha llegado. No es solamente un vuelo de la imaginación, ni una visión, sino su propia vida. Él respira a Dios, vive en Dios. Por eso, cuando dice alguna cosa, no es accidental; lo que dice viene de su ser más profundo.

          Kabir es un poeta místico. Escucha su melodía, canta su canción  . . . y, si has comprendido, queda un poco más consciente. Y no busques el bosque. Hay solamente árboles. Bosque es una abstracción. No hay un Dios en el cielo, está en todas partes: en los árboles, en las piedras, en los ríos, en los hombres . . .

          Toda esta existencia es divina. Ama los árboles, si quieres conocer algo sobre bosques. Ama las personas, si quieres conocer algo sobre Dios. Cada manifestación particular puede ser una ventana, una puerta. No quedes muy obsesionado por palabras; la palabra “Dios” no es Dios, la palabra “amor” no es amor. Abandona las palabras y camina cada vez más en dirección a lo existencial.

          Siente más, en vez de pensar. A través del sentimiento su oración nacerá . . . y un día te disolverás. Y cuando desaparezcas, Dios hará acto de presencia.

FINAL.-

 

I N T E R E S A N T E

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         Madre de Dios de la Nieve nº 8

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