ALCORAC

SALVADOR NAVARRO  

 

 

 

                                              

Dirigida a las Escuelas de:

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                                                                                    Circular nº 3  , año VII

                                                                                    Llubí, 1º Marzo de 2.001.

 

            En los últimos siglos del Nuevo Testamento y en los primeros de la Era cristiana, se realizó en diversos sectores del Imperio Romano, un movimiento intenso a favor de las ideas creadoras de Platón y de sus discípulos espirituales, llamados generalmente neoplatónicos. Sobre todo el judío Philo, el gentil Plotino y el cristiano Orígenes, consideran su misión providencial legar a la humanidad una ideología que armonizase en una vasta y profunda síntesis, las experiencias básicas de Platón, Moisés y Jesús, mostrando el elemento común que une los ejes de esa corriente evolutiva aparentemente heterogénea, pero esencialmente unitaria.

          Tiempo hubo en que la élite de la humanidad pensante y espiritual era fundamentalmente neoplatónica, y el Cristianismo primitivo navegaba en aguas considerablemente más platónicas que los siglos que vinieron después.

          Entretanto, después de un período de intensa lucha de ideas, el movimiento neoplatónico, proyectado especialmente desde Alejandría, sucumbió prácticamente a la prepotencia del cristianismo, porque éste fue tomando un carácter cada vez más aristotélico, hasta alcanzar su clímax en el siglo XIII, en la persona de Tomás de Aquino, que fue el Aristóteles del Cristianismo medieval, aunque se vea, de vez en cuando, obligado a pedir un préstamo en el “banco platónico”.

          Hasta hoy, la teología cristiana eclesiástica es predominantemente aristotélica, en el mundo occidental, tanto católico-romano como protestante-evangélico.

          ¿Por qué razón, el movimiento neoplatónico, que contaba con hombres santos e inteligentes, no consiguió prevalecer en el cristianismo primitivo?

            Las razones principales son dos.

          Una de ellas tiene que ver con el carácter intrínseco del propio neoplatonismo, mientras que la otra nació de las circunstancias peculiares en que se procesó la historia del cristianismo original.

          El neoplatonismo no pudo nunca emanciparse debidamente de otras ideologías místicas del más allá, despreció las realidades del mundo concreto, material y afirmó unilateralmente las realidades vislumbradas en el mundo espiritual. Ese carácter nítidamente oriental de las escuelas neoplatónicas, hizo que sus adeptos fuesen considerados como soñadores ineficaces, visionarios de una humanidad perfecta y sin mancha, cuando en realidad era imperfecta y muy inferior al nivel por ellos soñado. La humanidad es masa, mientras que el neoplatonismo es élite. El neoplatónico, de hecho, no habla a la humanidad del presente, sino del futuro. Es visceralmente futurista y visionario. Habla a la gente de cómo ella debía ser (y, espero sea un día), y no como ella es de hecho, aquí y ahora.

          La iglesia cristiana, sin embargo, se dirige al hombre del presente, tal como es, en toda su desnuda y cruda realidad.

          El Imperio Romano era, en ese tiempo, una potencia esencialmente práctica, y el cristianismo, después de los primeros tiempos de efervescencia espiritual, fue poco a poco asumiendo el color del genio romano, su espíritu legal y jurídico, su amor por la organización y disciplina, su filosofía de autoridad y obediencia,  y su tendencia burocrática, militar y financiera.

          No es difícil al observador inteligente e imparcial verificar esa paulatina “ósmosis” entre el cristianismo y el Imperio de los Césares.

          El cristianismo se “romanizó”, mucho más que el romano se “cristianizó”.

          Con esto ya aludimos al segundo factor que motivó la caída del neoplatonismo. En efecto, las ideas neoplatónicas no son, organizables o burocratizables, como no son susceptibles de organización la luz, la vida, el espíritu, porque son realidades cósmicas que el hombre puede experimentar en sí, pero que no pueden ser capturadas en recipientes legales, fórmulas jurídicas o leyes burocráticas.

          La iglesia cristiana, sin embargo, tenía candente necesidad de organización, a fin de salvaguardar su identidad y unidad contra el tremendo impacto disolvente de las herejías que pululaban sobre todo en los primeros siglos (arrianismo, maniqueísmo, pelagianismo, montanismo,etc), ideologías varias que amenazaban decapitar a la joven iglesia cristiana y reducirla a un mosaico de piedras de colores, cada una de las cuales pretendía ser el cristianismo genuino, integral y único.

          Fenómeno análogo, como es sabido, se verifica en la evolución de los seres orgánicos que, en la lucha por la existencia y para salvaguardar su identidad individual y específica contra la peligrosa ofensiva del mundo circundante, crean esqueletos internos (huesos) o externos (cáscaras, crostas, conchas), o ambos al mismo tiempo. Con esa osificación o formaciones calcáreas del organismo, aumenta su firmeza y solidez, pero disminuye su ulterior capacidad evolutiva. Un organismo así estabilizado o cristalizado, pierde en elasticidad y adaptabilidad lo que gana en rigidez y consistencia.

          El universalismo platónico, debido a su carácter esencialmente fluido, posee indefinida capacidad evolutiva, mientras que el individualismo aristotélico, en atención a su índole predominantemente estable y rígida, no es susceptible de una gran capacidad de cambio.

          El primero es de preferencia orgánico, mientras que el segundo es, ante todo, mecánico.

          La adoración en espíritu encuentra más afinidad con la filosofía platónica que el culto de la letra, aparentado en el aristotelismo.

          En esa tremenda lucha por la unidad de la iglesia, llega un factor inesperado que le da un rumbo decisivo; aparece en el escenario el Emperador Constantino que, en virtud de una extraña visión en el cielo de Roma, se convierte (por lo menos exteriormente) al cristianismo, concediendo a esa oscura iglesia de las catacumbas, amplia libertad a la luz del Sol, acumulando sus jefes privilegios de carácter político, social y financiero.

          Lo que el factor teológico  en vano intentara realizar en el seno del cristianismo, lo realizó el factor político-militar. Las “herejías” fueron prohibidas, no sólo por la jerarquía eclesiástica, sino por el gobierno del Imperio Romano, estrechamente aliado a la Iglesia. Ser hereje era, desde entonces, no solamente pecado moral, sino también crimen civil.

          El año de conversión de Constantino y, sobre todo, el consecuente “edicto de Milán” en el año 313, representa fechas decisivas en la historia del cristianismo occidental. Se puede decir que, en ese año, fue labrada la sentencia de muerte de la filosofía espiritual neoplatónica, considerada desde entonces como “herejía” incompatible con la teología eclesiástica oficial. Los libros del mayor de los neoplatónicos cristianos, Orígenes de Alejandría, hijo del mártir Leónidas, y hombre de acendrada piedad y austero ascetismo, fueron prohibidos como heréticos. Pues era evidente que la ideología neoplatónica, facultando a cada hombre acceso directo a Dios, era impropia para la formación de una jerarquía eclesiástica fuerte y poderosa, como las circunstancias de la época reclamaban imperiosamente. Era necesario que la autoridad eclesiástica, aliada con el Estado, se proclamase como única y suprema instancia espiritual, de la cual todos sus fieles dependiesen incondicionalmente , tanto en la vida presente como en la futura. Decir al hombre que él era un ser esencialmente divino, un ánima esencialmente cristiana, decía Tertuliano, y que, como tal, era capaz de descubrir por sí mismo el camino a Dios, era lo mismo que decir que la autoridad eclesiástica era superflua o, por lo menos, disminuir su prestigio e influencia.

          Prevaleció, desde entonces, en el seno de la Iglesia la máxima: “Todo lo que favorece a la jerarquía eclesiástica es bueno; todo lo que la perjudica es malo”.

          Si el movimiento de la Reforma protestante del siglo XVI y los posteriores, hubiesen sido fieles a su principio básico, del acceso directo que el hombre tiene a Dios, el espíritu neoplatónico hubiese revivido, espíritu profesado por los grandes profetas de Israel, contra los sacerdotes de la sinagoga. Mientras tanto, los discípulos de Lutero, Calvino y Zwinglio, después de ese principio inicial profético neoplatónico, tuvieron miedo de su propia sombra y recayeron gradualmente al plano aristotélico del sacerdocio de la sinagoga y la jerarquía eclesiástica: la autoridad del Sumo Sacerdote o del Pontífice Máximo fue sustituida por la autoridad de la Biblia, pero el principio profético platónico místico de la evolución orgánica del germen divino dentro del hombre, fue abandonado en pro de la compulsión mecánica.

          Hacia la mitad de siglo antes de Cristo, conquistan las legiones de Julio César casi todo el Norte de Europa. En el año 44 el gran general es asesinado por su hijo adoptivo, Bruto, en plena sesión del Senado romano. En el año 9, después de Cristo, las legiones de Roma, bajo el mando de Quintilio Varus, son destrozadas en el histórico bosque de Teutoburgo (Alemania occidental), por el jefe de la tropas germánicas, Hermann (Arminius, en latín).

          A partir de ese tiempo, sufren los ejércitos romanos derrota sobre derrota por las hordas guerreras del Norte y del Este; las invasiones de pueblos salvajes se  suceden rápidamente y con creciente intensidad (alemanes, suevos, godos, hunos, vándalos,etc.); Roma y otras ciudades claves del Imperio de los Césares, son repetidas veces saqueadas, incendiadas y casi totalmente destruidas, hasta que en el año 476, los vándalos bajo el mando de Genserico y otros caudillos, derrotan definitivamente a las legiones romanas y toman posesión del mayor imperio del mundo de todos los tiempos, reduciéndolo en reinos grandes y pequeños.

          En este ambiente caótico de universal desorden incide la formación de la jerarquía eclesiástica del cristianismo adolescente. Disciplina, era la gran palabra de la época, y no libertad. Esta, es cierto, es compatible con aquella, pero no en ese estadio evolutivo de la humanidad.

          Prevaleció, la “disciplina”, esto es, la autoridad desde arriba y la obediencia desde abajo.

          ¿Qué otra cosa podría hacer la Iglesia, sino exigir a sus hijos obediencia ciega e incondicional a su autoridad espiritual? ¿Quiénes eran, finalmente, los hijos de la Iglesia? ¿ Quienes eran esos cristianos? Para la inmensa mayoría eran hombres espiritualmente incapaces de guiarse por sí mismos y, por tanto, necesitados de ser guiados por la Madre Iglesia. ¿Qué sabían de Dios y su Reino dentro de ellos, esos esclavos y libertos del Imperio Romano, bárbaros nórdicos de la Galia, Germania, Britania, Helvetia, etc, que en ese tiempo formaban el grueso del cristianismo? ¿Qué habría pasado si la Iglesia dijera a esas criaturas: “Tú eres un hijo de Dios; guíate, pues, por tu alma esencialmente divina, y encontrarás a Dios”?  Es cierto que esos analfabetos espirituales habrían tenido el mismo destino que una criatura de dos o tres años que los padres soltasen en la calle con orden de orientarse por sí misma a la luz de la razón que en ella habita.

          La Iglesia cristiana halló que ella era responsable, ante Dios, por la salvación de esas criaturas de todas las procedencias, y que era su deber tomarlas de la mano y guiarlas por el camino adecuado, castigándolas también cuando fuera necesario, sin apelar a la intrínseca autonomía espiritual del hombre.

          Autoridad de arriba y obediencia de abajo, era esta la única “filosofía” que la jerarquía eclesiástica admitía, y continúa siendo hasta hoy la misma ideología profesada por la iglesia católica romana, que considera a sus hijos como eternos niños en el plano espiritual, incapaces de encontrar por sí mismos el camino a Dios. Para el verdadero católico, la Iglesia y el Papa es todo, y el miembro de la Iglesia es nada. La Iglesia romana no cree en la mayoría de edad de sus hijos; son eternas criaturas menores; sólo el Jefe de la Iglesia es el mayor, el “Padre Santo” de la familia católica.

          El protestantismo, a su vez, admite una humanidad menos infantil, pero no plenamente madura; antes una humanidad adolescente que adulta. Según ellos, Dios se reveló a un único pueblo (que no representa ni el 1% de la población mundial), y durante un espacio de tiempo, unos 2.000 años aproximadamente. Mientras Dios se revelaba exclusivamente a Israel, existían paralelamente numerosos pueblos, como los sumerios, asirios, babilonios, persas, egipcios, romanos, helenos, germanos, hindúes, chinos y muchos otros, a los cuales Dios no se revelaba, aunque la Biblia afirma la revelación constante y universal de Dios al hombre.

          El protestante sustituye al Papa infalible por la Biblia con la misma característica.

          Pero era necesario que la evolución espiritual de la humanidad pasara por los estadios de infancia y de adolescencia hasta, un día, culminar en la completa madurez, anunciada por los grandes movimientos filosóficos espirituales de Egipto, la India y, en parte, de Grecia, hasta hoy sin una realización definitiva.

          Un cristianismo integralmente neoplatónico o adulto sería el de los místicos, que se guiaron por “la luz interna”, por “la voz de Dios dentro del hombre”. El místico admite la jerarquía eclesiástica y la Biblia, como auxiliares, amigos y aliados, en esa larga jornada rumbo a Dios; pero la suprema instancia es el propio Dios dentro del hombre.

          Si la humanidad fuese espiritualmente adulta, ninguna autoridad externa sería necesaria; bastaría el dictámen interno de la consciencia; haría espontáneamente, por comprensión y amor internos, lo que la humanidad no adulta hace apenas (si es que lo hace), compulsivamente, obligada por la ley.

          Ahora, la humanidad adulta no existe, aunque existan unos pocos individuos avanzados de esa futura élite. La Iglesia, no es la Iglesia de las pequeñas élites, sino de las grandes masas. Por esto, la Iglesia cristiana no puede ser neoplatónica, aunque sí cristianos individuales puedan serlo y lo han sido a través del tiempo. En un futuro lejano, cuando el hombre haga por amor interno lo que ahora hace por una ley exterior, será posible unir el cristianismo al neoplatonismo, debidamente perfeccionado; será la filosofía y la religión de una humanidad adulta y perfecta.

          El mérito del neoplatonismo está en haber descubierto al género humano de ayer y de hoy lo que puede venir a ser la humanidad del mañana, descubriendo nuevas perspectivas de madurez espiritual a una humanidad excesivamente adolescente, incapaz de comprender que el bien debe ser practicado por el propio bien, y no para conseguir algún premio, ni para evitar algún castigo.

          Por ahora y por muchos siglos más, predominará en el seno de la iglesia cristiana el dualismo aristotélico, que permite la creación y función de una poderosa jerarquía eclesíastica, o por la adopción de una Biblia infalible.

          Las leyes cósmicas no se equivocan. Día vendrá en que la humanidad llegará a concretizar las grandiosas visiones de los avanzados discípulos de Sócrates, Platón, Plotino, Orígenes y otros videntes y profetas de la humanidad.

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          Aurelio Agustín, nació en Tagaste, ciudad de la antigua provincia romana de Numidia, en el año 354, y falleció  en la ciudad de Hipona, Norte de África, el año 430, siendo uno de los hombres más extraño y polifacético de la historia de la humanidad. Después del apóstol Pablo, fue quien ejerció más decisiva influencia sobre la evolución filosófico-teológica del cristianismo en el mundo occidental. Hijo de padre gentil (Patricio) y de madre cristiana (Mónica), educado en el Gimnasio de Madaura y en la Universidad de Cartago, según el espíritu libre de la época, vivió como pagano y hombre disoluto cerca de 30 años; simpatizante de ideas neo-platónicas, adepto a la herejía de los maniqueos, abraza finalmente el cristianismo, cuando es profesor de retórica (filosofía) en Milán. Sin jamás renunciar internamente a ciertas ideologías filosóficas de la antigüedad, procura Agustín vivir como buen cristiano y, sobre todo, después de su esperada nominación para obispo de Hipona, donde comienza a promover por todos los medios a su alcance, la causa de la jerarquía eclesiástica, constantemente amenazada por el impetuoso avance de numerosas herejías de su tiempo. El robustecimiento de la Iglesia se le figuraba a este cristiano el único medio de conservar su unidad.

          Los 103 libros, entre grandes y pequeños, que nos han llegado de este fecundo escritor filósofo-religioso, están casi todos llevados de un perpetuo dualismo en busca de la unidad final, o sea, de una tendencia monística neoplatónica, en lucha con una teología eclesiástica cada vez más dualista.

          Agustín es un eterno peregrino y viajero, y sus obras recuerdan una gigantesca selva tropical en la que el lector puede encontrar de todo, desde lo más racional hasta lo más arbitrario. En su conocida autobiografía “Confesiones”, vibran intensamente las cuerdas de su Yo emocional y místico, mientras que en su obra monumental “La ciudad de Dios”, cuya elaboración le llevó unos 13 años encontramos la expresión de un raciocinio calmo y consciente, donde el gran filósofo africano lanza las bases para una futura teología escolástica de la Iglesia que, en el siglo XIII, aplaudía en Tomás de Aquino el exponente máximo de la ideología eclesiástica.

          Agustín puede ser considerado como un eje entre el gran cristiano neoplatónico, Orígenes de Alejandría, y el católico aristotélico, Tomás de Aquino. Él no podía dejar de llegar a la definitiva conclusión de que, sobre la base de la filosofía neoplatónica, no era posible edificar una jerarquía eclesiástica poderosa, como los tiempos estaban reclamando. Pues, si cada hombre traía dentro de sí el Reino de Dios en germen, si el alma humana, según la expresión de Tertuliano, era cristiana por propia naturaleza, ¿cuál era entonces la función de la Iglesia? ¿Sólo la de abrir ese germen y llevarlo a la perfección de una planta?

          Esa función de la Iglesia, de simple guía y consejera del hombre en busca de Dios, no le parece a Agustín un papel noble e importante. Para él, la Iglesia era verdadera mediadora o intermediaria entre el hombre y Dios.

          Además, ¿cómo podía el hijo de Mónica admitir la bondad natural del hombre, el cristianismo natural del alma, la divinidad de nuestro Yo espiritual, si tres largos decenios de tremendas luchas e infelicidades, eran testigos de la profunda flaqueza y perversidad natural del hombre? ¿Cómo podía él adherirse a semejante “optimismo”, si todo en su vida le hablaba de “pesimismo”?

          “El sistema de nuestra filosofía”, dijo alguien, “no es sino la historia de nuestra vida”, y esto es eminentemente verdadero en el caso de ese gran genio africano: otras habrían sido su filosofía y teología cristiana si sus experiencias humanas hubiesen sido distintas. Nada se cree más firmemente que aquello que se vive dolorosamente. La Iglesia cristiana de todos los siglos heredó de Agustín dos cosas: las dulzuras de su misticismo, y las amarguras de su pesimismo.

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          A fin de realizar esa transición de la espiritualidad inmanente hacia el trascendentalismo teológico, recurre Agustín a un expediente metafísico que dio a la escolástica medieval, y en gran parte a la Iglesia cristiana de hoy, dotándola de un colorido teológico específico.

          Agustín es un trazo de unión entre la filosofía griega y el cristianismo, entre el platonismo universal y el aristotelismo individualista. Pero, en vez de adoptar a Platón o Aristóteles, hizo de los dos una tercera ideología, que participa de ambas, sin ser ni la una ni la otra. Sobre todo, en su obra “La ciudad de Dios”, procura estructurar filosóficamente su concepción peculiar del cristianismo. Todo esto, como ya he dicho, no puede dejar de tener el color de las dolorosas experiencias personales del autor, y esa era, por encima de todo, dualista y pesimista. Aunque, en momentos menos vigilantes, la profunda inmanencia platónica surja frecuentemente a la superficie del trascendentalismo aristotélico de Agustín, y la voz de Tertuliano sobre “el alma naturalmente cristiana” suena como un eco lejano en el subconsciente espiritual del gran converso, el teólogo cristiano y el funcionario de una iglesia necesitada de organización jerárquica acaban, casi siempre, por derrotar al filósofo metafísico y al vidente místico. El hijo de Mónica no osa ser él mismo, por miedo de adulterar su cristianismo tan arduamente conquistado.

          ¿Cómo concebir el origen del mundo?

          Para Agustín el mundo no es eterno, como lo fue para Aristóteles.

          El mundo tampoco existía esencialmente en Dios, siendo emanado por Él, como para Platón y los neoplatónicos.

          Sólo quedaba al teólogo de Hipona crear una tercera teoría: el mundo vino de la nada, fue creado de la pura nada.

          Esta nada, es claro, no se debe concebir como una especie de materia prima de la cual Dios tenga hecho el mundo, porque en tal caso, esa materia prima habría co-existido con Dios, y sería otro Dios existiendo paralelamente con el Creador; o mejor, en este caso, Dios no sería el Creador en sentido propio, sino el modelador o transformador de esa materia prima amorfa en una materia formada. Para Aristóteles, Dios no es el creador, sino el formador, o el primer movimiento, el motor del universo entero. Agustín, sin embargo, defiende la idea de que Dios es tanto el primer autor como el primer motor del mundo. Dios creó todo de la purísima nada, como un acto libre de su voluntad.

Continuará en la Circular del mes de Abril de 2.001.

Concluye el poema de Kabir, que viene de la Circular anterior.

          La vida es una aventura en dirección a lo nuevo; nosotros nos apegamos a lo viejo. La vida es desconocida, y nosotros no queremos arriesgar nuestro conocimiento. Somos devueltos sin abrir. Vivimos y morimos, pero en verdad, nunca hemos vivido. Toda nuestra existencia no es más que un profundo sueño.

          Un hombre moral tiene que estar frente a la sociedad. Podemos tener esperanzas de que, un día, en un mundo futuro, la sociedad sea tan ética, que el hombre moral no precise ser anti-social. Pero no ha sido así hasta ahora.

          Un Jesús es antisocial. ¿Por qué las personas morales son anti-sociales? Porque la sociedad es inmoral. ¿Cómo puedes ajustarte a una sociedad inmoral y seguir siendo moral? La moralidad que pregona la sociedad es una mixtificación, falsa, una demostración. Ella finge, y todo lo que es inmoral está profundamente escondido.

          Los cristianos siguen diciendo: “ama a tu enemigo”, y han tenido más guerras que cualquier otra religión. Toda la historia del cristianismo está escrita con sangre.

          Parece increíble como toleramos estas cosas en el mundo. Las toleramos y somos incapaces de mirar para ellas. Las iglesias siguen haciendo anuncios sobre lo que el hombre debe hacer. Pero todo está montado sobre palabras, que nos parece vivir en una selva de ellas y estar continuamente engañados.

          Por ejemplo: ahora el mundo experimenta una superpoblación, el aborto está permitido, mientras que seguir multiplicando la raza es inmoral, porque el mundo llegará a ser inhabitable: habrá más hambre, más pobreza, más guerras. Pero la Iglesia sigue diciendo que no se permite el aborto a ningún católico; es un pecado.

          Que siga creciendo la población de este mundo será una de las cosas más inmorales. El futuro será miserable. Pero la ideología antigua nunca está consciente de la nueva realidad. Tal vez esas palabras tuvieron significado el día que se pronunciaron, pero hoy carecen de valor.

          Una religión real tiene que cambiar con los tiempos. Y ese tipo de hombre tiene una cabeza muy dura; nunca cambia, ni está dispuesto a hacerlo. Ese tipo de hombre es fanático; está preparado para ser violento en cualquier instante. Toda su violencia surge porque no tiene confianza en sí mismo, ni en su religión. Ella no es su experiencia; entonces ¿cómo puede tener confianza? Si tú argumentas con él, inmediatamente pone la armas sobre la mesa. Es el argumento de la fuerza. Es un tipo de hombre irracional, pero habla como si no lo fuera. Su racionalismo no es la razón real.

          Recuerda y observa: en algún lugar, muy profundo, de tu alma, tienes que tener esta selva. Algunas personas tienen más, otras menos, pero la diferencia es de grado. Esta selva está en todas las personas. Es tu inconsciente, tu oscura noche interior. Y, a partir de esa noche oscura, nacen muchos instintos, impulsos, obsesiones, locuras, y ellas toman a veces posesión de ti. Tu consciencia es muy frágil. Tu inconsciente tiene un 99% y tu consciente el resto. Observa y no ayudes al inconsciente. Cuando ocurre alguna cosa y tu inconsciente comienza a tomar posesión de tu consciencia, observa, ponte alerta.

          El odio surge del inconsciente; se esparce como un gas por toda tu consciencia, y quedas como borracho. Entonces puedes hacer lo que no harías nunca conscientemente. Espera. Esta no es la hora de decir palabras ni hacer algo. Cierra tu puerta, siéntate silenciosamente, observa tu rabia latiendo dentro de ti, y descubrirás una llave. Comprobarás como el odio se apacigua. No puede estar siempre ahí, porque tiene una cantidad de energía que se va desvaneciendo, se retira, y se asienta dentro de ti, y verás un cambio cualitativo en tu ser. Te haces más consciente. La energía que te estaba destruyendo ha sido usada por tu consciencia. Ahora es más brillante, a partir de la misma energía.

          Este es un método para transformar el veneno en licor. Cuando te sientas con pasión sexual . . .  yo no estoy contra el sexo sino contra la sexualidad. Permíteme una distinción: cuando te sientes excitado sexualmente, lleno de pasión, no es el momento de hacer alguna cosa. Cierra tus puertas y medita sobre tu sexualidad. Déjala salir de la noche oscura dentro de ti. A partir de esa selva, deja que se esparza; observa simplemente, debes transformarte en una llama inmóvil de consciencia. Entonces verás que ella se posa nuevamente y tu consciencia brilla más que nunca. Acabas de absorberla, y ahora es como un néctar.

          No estoy contra el sexo, sino que no permito que la pasión me engañe. Mira la diferencia. Cuando te sientes feliz y te gustaría compartir tu energía con alguien, puedes amar. Pero este no es un momento de pasión, sino un espacio de felicidad. Un momento de amor compartido.

          Observa: las personas primero hacen el acto sexual y después se enfadan y pelean. Parece un ritual. A veces pelean, y después se apasionan. Otras veces funciona al revés. La lucha alimenta la pasión. Hay personas que no se sienten apasionadas a menos que primero sean golpeadas.

          Sade y Masoch, son dos ejemplos de sadismo y masoquismo, los dos extremos de la pasión. En una escala menor, tú también haces esto inconscientemente: los matrimonios se pelean, discuten, crean resentimientos, y después hacen el acto sexual y van a dormir.

          Esto es moverse en la selva. Esto no es sexo natural. Es sexualidad.

          El sexo natural es más meditativo. Hay menos fiebre, pero más intensidad. La pasión es un estado de locura. La ternura y el afecto, es un estado de amor. Si puedes hacer el acto sexual completamente dueño de ti mismo, estarás más consciente y más centrado. Podrás salir de la selva del inconsciente.

          El segundo estado es el bosque. Es casi como la selva, pero con una pequeña diferencia: el bosque tiene senderos, caminos. Una selva no tiene ninguna dirección, aquí eres casi un animal. En el bosque un ser humano puede entrar, puedes hallar un camino.

          El bosque es como el soñar. En la selva duermes profundamente. El bosque es como el subconsciente: una tierra poco iluminada, ni es de noche ni aún es de día. Las cosas están en una nebulosa, pero no son oscuras. Puedes ver y moverte un poco. Es la tierra de las visiones y las estrellas, del buscador religioso y hasta de los viciados en las drogas, intentando descubrir un camino para salir del bosque. Es el estado donde la búsqueda comienza de una manera vacilante.

          El que busca se mueve en direcciones erradas. Buscando la meditación, hasta puedes caer en las drogas, porque te da alguna experiencia similar, pero por lo menos te mueves. El hombre de la selva no se mueve de ninguna de las maneras. Puede que no se equivoque nunca, pero no se mueve.

          Y no moverse es el mayor error que se puede cometer. ¡Muévete!  La vida es tentativa y caída; tienes que aprender de tus equivocaciones.

          Muchos caminos se abren en el segundo estadio, tanto que las personas se confunden. Es caótico. En la selva, aunque sea oscura, las creencias son claras. Un cristiano va a un sacerdote que tiene su Biblia; todo está claro. Está oscuro, pero las cosas son claras y nadie está confuso. Las personas están muertas, pero sin confusión. Con la vida llega la confusión. Es el caos. Pero las estrellas nacen a partir del caos.

          En el segundo tipo, están los poetas, los pintores, los músicos, los artistas. Ellos son los revolucionarios. El primer tipo es tradicional, el segundo es utópico. El primero camina mirando hacia el pasado y el segundo contempla el futuro. Es como el Loco en la carta del Tarot: mira hacia arriba, en dirección al cielo. Está parado ante el abismo con un pie en el aire. Pero es feliz porque mira al cielo, a las estrellas distantes. Está lleno de sueños. La muerte está próxima, pero él sueña. Es peligroso. Pero, si me preguntas que camino escogería, te diría que el segundo. Es mejor ser un loco y arriesgarse, que estar satisfecho con conocimientos falsos.

          Este es el momento en que se comienza a ver algo. No estás satisfecho con la religión en la que has nacido y te mueves por caminos extraños. Es el momento en el cual el estudiante busca al profesor. La busca no es profunda, pero ha comenzado. La semilla ha brotado. Tendrá que andar mucho, pero ahora hay una posibilidad.

          El primer tipo está muerto; el segundo está peligrosamente vivo. Vive sin equilibrio. El primero se apega a la letra muerta y el segundo no se apega a nada, no pertenece a nadie. Va de un profesor a otro, de un libro a otro libro.

          El primero cree en su libro, y el segundo está disponible para todos los libros del mundo. Te habla y no sabe lo que dice, pero pregunta: “Me entiendes”. Se mueve en dirección al corazón, es más sentimental. Aún no alcanzó la fuente del sentimiento y cree que sentimentalismo y emociones, son sentimientos.

          El tercer estado es el “jardín”. El estado de despertar. Ahora estás consciente, despierto. Libros, guías, profesores, carecen de relieve.

          El primero cree en los sacerdotes; el segundo no sabe a donde ir, no tiene brújula. Está preparado para caer a los pies de alguien, para él todos son sacerdotes. Pero el tercero no está interesado, no quiere ser un estudiante. Está interesado en un Maestro, para ser un discípulo. No le molesta lo que el Maestro dice, sino que está sujeto por las vibraciones que tiene a su alrededor. No le interesa la filosofía o la doctrina del Maestro; está atraído por su ser.

          Cuando miras el centro más interno de una persona, entonces podrás ser un discípulo. No buscas respuestas filosóficas. La única pregunta importante es: “¿Quién soy yo?”  Está preparado para desaprender. No busca conocimientos. Busca una relación personal; es un caso de amor. La persona tiene que sentir directamente.

          Un Maestro decía: “Cuando llegué a mi Maestro, estuve sentado a su lado durante tres años y él ni siquiera me miraba. Después de tres años, me miró y fue para mí una gran alegría. Tres años más pasaron y, un día, me miró y sonrió, y eso fue una bendición. Tres años más pasaron y un día tocó mi frente y fue algo increíble. Tres años más pasaron y un día me abrazó; yo desaparecí y él desapareció . . .  había unidad”.

          Encontrar un Maestro es hallar el punto más próximo donde la puerta de Dios está disponible para entrar. Alguien ha llegado antes. Pero, ¿cómo vas a decidir? Pensar te desorientará. Tendrás que sentir, ser paciente, saborearlo. Poco a poco, las cosas se van aclarando, a medida que tu mente se calma. Si él es un Maestro, podrás sumergirte totalmente. Si no lo fuera, tendrás que moverte. De ambas formas, habrás llegado a una conclusión. A veces podrá sentir que él es el Maestro, pero no es para ti. Entonces también tendrás que moverte, porque un Maestro puede ayudar si ambos encajáis.

          En este estadio, el “jardín” se abre. Este es el punto donde la cuestión: “quién soy yo” se vuelve importante y no pides una respuesta. No estás preparado para aceptar cualquier respuesta que venga del exterior. El Maestro no te la dará. De hecho, destruirá cualquier respuesta.

          Yo destruyo cualquier respuesta. Esto es lo que hago; te estoy dejando solo con tu pregunta, puro y virgen con tu pregunta.

          Cuando la pregunta es dejada no hay respuesta que llegue de fuera, tú comienzas a caer dentro de ti mismo. La pregunta entra como una flecha en la fuente de tu ser; ahí está la respuesta. Y ella no es verbal. Es una comprensión. Tú simplemente sabes. No es conocimiento, es experiencia, es existencial.

          La primera persona es dogmática, sectaria. La segunda es filosófica. La tercera es religiosa.

          El cuarto estado es el “hogar”.

          En este estado ya has llegado al propio centro de tu ser, el hogar. Llegas al punto donde el Maestro y el discípulo desaparecen, donde el religioso y Dios se funden junto con todas las dualidades. Has llegado al uno.

          Este es el lugar que todos estamos buscando, y la belleza de eso es que está aquí y ahora. Cuando llegas a tu hogar, sabes que estás en el lugar donde siempre estuviste. Verás que la selva no estaba, que era tu inconsciencia. El bosque ha desaparecido; era tu capacidad de soñar. El jardín tampoco está: era tu estado de estar despierto.

          El hogar es tu propio ser. Tu naturaleza más interna. No tiene nombre.

          Estos son los cuatro estados y he hablado de ellos con tantos detalles, porque te ayudarán a entender estos versos de Kabir.

          No hay nada más que agua en los santos lugares

          De baño; y yo sé que no sirven de nada pues

          Yo me he bañado en ellos.

          Kabir está hablando sobre la selva.

          No se purifica tomando un baño en el Ganges. Es estúpido; la propia idea lo es, porque tu impureza no es como la suciedad de tu cuerpo. El río puede limpiarlo. Pero el problema no es ese, entonces tampoco puede ser la solución. El polvo es más profundo, ningún río puede limpiarlo.

          Kabir dice: yo me he bañado en ellos. Dice: estuve en la selva de los rituales, los dogmas, las escrituras, los sacerdotes, los templos, las religiones de los domingos. Estuve y es inútil.

          Las imágenes no tienen vida, no pueden hablar;

          Lo sé, pues les he gritado.

          Kabir dice: Adoré todas las imágenes en los templos y ellas estaban muertas. No pueden ayudarte. Son hechas por el hombre y no hacen nada. El hombre no puede crear a Dios; Dios creó al hombre. Todos los símbolos son peligrosos, porque existe la posibilidad de que comiences a pensar que son cosas reales.

          Ninguna imagen representa a Dios, ninguna palabra representa la verdad. Recuerda todos los símbolos, son como el menú de un restaurante y muchas personas se alimentan con la carta; tienen hambre y no saben por qué la sufren. Las imágenes, las escrituras, las teorías, son inútiles.

          El Purana y el Corán son meras palabras;

          Levantando la cortina he visto.

          Los libros no te van a ayudar. Levantando la cortina de las palabras, de lo verbal y filosófico, llegas a ver. La verdad no tiene conexión con las palabras, porque ella no es verbal. La verdad no se puede reducir a una teoría; ella es vasta y las teorías son estrechas. La verdad es el todo. Las teorías son como pequeñas cajas y la verdad es el cielo entero.

          Levantando la cortina he visto.

          Kabir habla con palabras de experiencia;

          Y muy bien sabe que todas las demás

          Cosas son falsas.

          Y Kabir dice: No escuches cualquier cosa que no sea tu propia experiencia. Solamente la experiencia existencial puede revelarte la verdad. La belleza, la bondad, la verdad, todas ellas se experimentan, pero no tienen nada que ver contigo; la experiencia de otros no puede ser la tuya. Cada experiencia es intransferible.

          Me río al oir que el pez tiene sed

          En el agua.

          Kabir dice: Mirando para ti y viendo que estás sediento, yo río. Ríe porque no puede creer como esa cosa tan ridícula haya podido pasar: que el pez esté con sed dentro del agua. ¿Tú estás sin hogar, y él está dentro de ti? ¿Estás buscando en algún lugar aquello que siempre has llevado dentro?

          ¡No ves que lo Real está en tu hogar,

          y vagas de bosque en bosque

          lánguidamente!

          ¡Aquí está la Verdad! Ve donde quieras,

          a Benarés o a Mathura; si no

          encuentras tu alma, el mundo será

          irreal para ti!

          Vives en un mundo de ilusiones porque no has tocado tu propia realidad. Vuélvete real, a partir de este momento, y todo el mundo será una realidad para ti. El mundo está creado en tu irrealidad porque tú no eres real.

          El hombre en la selva vive en el sueño. El hombre del bosque vive en los sueños. El hombre del jardín vive en la consciencia, está llegando más cerca del hogar. Está en la puerta. Un golpe y ella se abrirá.

          Esto es lo que Jesús dice: “Busca y hallarás”.

          El tercer hombre llegó al jardín; ahora puede ver el hogar, pero aun no ha llegado. Cuando entras en casa no hay sueño ni consciencia: es una consciencia cósmica. Los tres estadios han sido transcendidos.

          Cuando Jesús dice: “El Padre y yo somos uno” él estaba en ese estado.

          El Reino de Dios está dentro de ti. Ahora depende de tu voluntad descubrirlo. No es cuestión de inventarlo, porque ya lo posees. Tienes que levantar el velo.

          Te estoy trayendo de vuelta a ti mismo. No estás perdiendo nada; ha ocurrido que has olvidado el tesoro que está dentro de ti, olvidando las maneras de mirar hacia dentro. El Loco en las cartas del Tarot . . .

          Si miras meditativamente la carta del Tarot . . .  Ellas son antiguos métodos secretos de meditación. El Loco parado en el abismo con un pie oscilando, colgado sobre la sima; y él no es consciente, mira las estrellas y es feliz; su cabeza está llena de sueño. Carga los cuatro símbolos sagrados y no es consciente de ellos. La selva, el bosque, el jardín, el hogar.

          Ahora es tu vez. Tienes que girar 180º. Eso es la conversión. Si te giras verás que no has perdido nada, y tendrás la felicidad de todas las felicidades. Nunca has dejado tu hogar; ocurrió que estabas pensando que habías marchado muy lejos.

          Estás en casa; nunca la has dejado. Cuando lo descubras, serás como un Jesús. Este es tu destino. A menos que lo alcances, nunca estarás en paz, ni tendrás descanso. Un ser humano tiene que ser desasosegado, porque somos como puentes. No somos todavía seres, pero sí una promesa.

                                                 

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