ALCORAC

SALVADOR NAVARRO                                        h

 

 

Dirigida a la Escuela de:

                        Mallorca

                                                                                 

                                                                                  Circular nº 7 , año X

                                                                                  Bunyola, 1º de Julio de 2.004.

 

 

 

            VIDA DE SAN PABLO.-

            Filipo fue una de las ciudades de las que Pablo salió en paz con las autoridades civiles y hasta con solemnidad y gloria. De casi todas las demás ciudades salió huyendo o expulsado, cuando no flagelado y apedreado.

            A finales de otoño del año 49, tal vez en el mes de Noviembre, encontramos a Pablo, Silas y Timoteo recorriendo la Vía Egnatia, camino militar que de Filipo conducía a Antípolis y desde ahí, a través de Apolonia, la Tesalónica. No se detuvieron en estas tres localidades menores, porque Pablo acostumbraba establecer su cuartel general en los grandes centros.

            Tesalónica, esa sí que prometía ser un magnífico punto estratégico para un apostolado de gran envergadura. Tenía el nombre de un hermano del gran Alejandro y gozaba desde mucho el honor de ser nombrada metrópolis de Macedonia. Situada en uno de los mayores y más seguros puertos del Mar Egeo, unía Roma y Bizancio por la vía Apia, que aquí se llamaba Vía Egnatia, se derramaba la ciudad profusamente por las faldas del monte Olimpo en cuyos nevados picachos fulguraba, según la mitología, el palacio de los dioses que gobernaban el mundo y presidían los destinos de la humanidad. Por entre el caserío, que trepaba por las terrazas de verdes rampas, recordadando un gigantesco anfiteatro de la naturaleza, negreaban los cipreses y verdeaban frondosos plátanos, proyectando sombras sobre las murallas, en las paredes de los templos y los arcos de triunfo, elocuentes testigos del poder y la estrategia de los Cesares de Roma. En las azules aguas del puerto se agitaban un incesante vaivén de navíos de todas las naciones, que mantenían intercambio material e intelectual entre los tres grandes continentes que circundaban el Mediterráneo. Hombres de todas las razas, todos los países, de todas las religiones circulaban por las calles y en los foros públicos de Tesalónica, mientras en los vastos campos deportivos bullía la bríosa mocedad de la metrópolis y las provincias.

            Si en Filipo, colonia de los antiguos legionarios, prevalecía el severo cuño romano aquí, en Tesalónica, era la jovialidad helénica la que caracterizaba la fisonomía de la capital macedónica.

            Aunque provincia del imperio romano conservaba Tesalónica su espíritu democrático, eligiendo todos los años un consejo de seis “politarcas”, para que presidieran los destinos de la ciudad.

            ¡Si el Evangelio consiguiese echar raíces en esa populosa ciudad europea!  - decía Pablo para sí, mientras que deambulaba por las calles de Tesalónica, contemplando los teatros, los palacios, los gimnasios, los hipódromos, los baños termales y el elevado número de casas de placer nocturno.

            Pero ¿cómo arrancar de la materia a esos sibaritas y levantarlos a las regiones del espíritu? ¿Cómo hablar de desinterés a esos negociantes?

            Desde el primer día Pablo decidió demorarse un poco más de tiempo en Tesalónica.

            Se hospedó en la casa de un judío llamado Jesús, pero que helenizaba su nombre llamándose Jason. Era tejedor: por tanto, colega de profesión de Pablo.

            “En Tesalónica  -dice Lucas-  tenían los judíos una sinagoga. Según costumbre, fue Pablo a dar con ellos y durante tres sábados discurrió sobre las Escrituras. Les expuso y demostró que fuera necesario que el Cristo padeciese y resucitase de entre los muertos.”

            Quiero decir que atacó pronto el punto central, la eterna piedra de tropiezo de los judíos: el Mesías padeciendo. Así lo predijo Isaías, el “evangelista” del Antiguo Testamento.

            “Algunos de ellos  -prosigue Lucas-  abrazaron la fe y se unieron a Pablo y Silas, así como numerosos gentiles temerosos de Dios y no pocas mujeres nobles.”

            Pocos judíos, muchos gentiles y muchísimas mujeres de posición elevada, fue un magnífico resultado para la prédica de Pablo.

            Lo que Pablo escribe más tarde respecto a los tesalonicenses revela un magnífico florecimiento del Evangelio en la capital de Macedonia: “Os hicisteis imitadores nuestros y del Señor, recibiendo la Palabra con gozo en el Espíritu Santo aun en medio de grandes tribulaciones hasta venir a ser ejemplo para todos los fieles de Macedonia y de Acaya. Y así de vosotros no sólo se ha difundido la palabra del Señor en Macedonia y en Acaya, sino que en todo lugar vuestra fe en Dios se ha divulgado.”

            Por eso, era grande el amor que Pablo devotaba a los cristianos de Tesalónica. “. . . hasta venir a ser ejemplo para todos los fieles de Macedonia y de Acaya. Y así de vosotros no sólo se ha difundido la palabra del Señor en Macedonia y en Acaya, sino que en todo lugar vuestra fe en Dios se ha divulgado . . .”

“ . . .  y aún pudiendo hacer pesar sobre vosotros nuestra autoridad como apóstoles de Cristo, nos hicimos como pequeñuelos y como nodriza que cría a sus niños; y así, llevados de nuestro amor por vosotros, queremos no sólo daros el Evangelio de Dios, sino aun nuestras propias vidas; tan amados vinisteis a sernos.”

            En Tesalónica grabó uno de los más bellos capítulos del cristianismo del primer siglo y pienso que de todos los tiempos de la historia. Inició con admirable tino y celo un sistema de “cura de almas a domicilio”. De casa en casa, en palacios y escritorios, difundía en compañía de Silas y Timoteo, la semilla divina del Evangelio. Es posible que Pablo, dado su talento organizador, hubiera levantando un completo catastro de la ciudad, con el fin de poder trabajar con plan y método en esa silenciosa compañía por el reino de Cristo. Lo que escribe a los Corintios no deja, ciertamente, de tener aplicación también a su permanencia en la capital de Macedonia: “Para los judíos me hice judío, a fin de ganarlos; para los cultivadores de la ley mosaica me hice cultivador de la ley, aunque no sea esclavo de la ley, con el fin de ganar a los que cultivan la ley; para los débiles me hice débil, a fin de ganar a los débiles; me hice todo para todos, a fin de en todas partes salvar algunos.”

            Todo esto hacía Pablo, no con frío cálculo, sino empujado por una solicitud paternal, animado por un amor casi maternal, como él mismo afirma: “Aunque en cualidad de embajador del Cristo, pudiésemos hacer valor nuestra autoridad, aparecemos en medio de vosotros con la suavidad de una madre que desea acariciar sus hijos. Nos sentimos atraídos por vosotros y no solamente os queríamos dar el Evangelio, sino nuestra vida, de tanto que os queríamos.”

            A juzgar por los hechos que se sucedieron, debe Pablo haber tenido la idea de la “realeza del Cristo” que es, además, el pensamiento central de nuestros hermanos en los tiempos apostólicos y de las catacumbas. Más tarde, en período de menos heroísmo y mayor suavidad mística, comenzó a prevalecer la mentalidad del Cristo-Esposo. Muchas almas devotas de nuestro siglo no conocen otro Cristo sino el “divino esposo de las almas”. Con esta orientación endulzada perdió el cristianismo gran parte de su vigor, de su dinamismo realizador.

            Hay en nuestros tiempos un vigoroso resurgimiento de estas concepciones del Cristo Rey. Y él es nuestro soberano, general en jefe, el supremo director de la huestes de la iglesia militante. Todo hombre que se quiera adherir a él debe ser “soldado del Cristo”, sea en la defensiva o en la ofensiva, como dice San Pablo: en la defensiva debe luchar por la pureza e integridad del espíritu del Evangelio; en la ofensiva debe salir al campo a fin de conquistar nuevos mundos para su Señor y Soberano. En el centro de ese drama no está la pequeñez del ego humano, sino la grandeza del Yo divino.

            En más de uno de sus sermones debe Pablo haber hablado a los tesalonicenses sobre la “parusia”, esto es, el segundo advenimiento del Cristo. Andaba en el aire, en ese tiempo, como un fluido sutil de siniestras perspectivas, de fatales presentimientos, un presagio que presentía el “fin de un ciclo.” La megalomanía de Calígula había empañado el brillo del imperio de Augusto y Tiberio. Bajo el reinado de Claudio, mujeres livianas como Mesalina y Agripina, habían puesto en peligro la seguridad del trono de los Césares. En el alma de millares de espíritus rectos se anidaba la angustiosa pregunta: “¿De quién será el imperio?” “¿Quién empuñará el cetro?” “¿Británico, hijo de Mesalina o Nerón, hijo de Agripina?”

            En medio de esas dolorosas incertidumbres se refugiaban los neófitos de Tesalónica en la esperanza de la próxima venida del Mesías, explicada en cierto modo por las alusiones de Pablo.

            Crecía rápidamente el número de los adeptos del Evangelio llegados desde el paganismo. La gente, terreno baldío en materia de religión, era campo más propicio para la semilla evangélica, que el judío con el espíritu repleto de ruinas que necesitan ser previamente removidas.

            A la vista del gran número de conversiones, muchos de ellos de elevada posición social, se exasperaron los judíos y resolvieron anular las prédicas de Pablo y sus compañeros.

            ¿Qué hacer? ¿Con qué excusa ejecutar este plan?

            Fueron en busca de hombres perdidos, de la calle, suscitaron tumultos y amotinaron a la ciudad. Se dirigieron a la casa de Jasón donde se hallaban Pablo y los suyos, en el intento de enfrentarlos al pueblo. Pero no los encontraron. Los apóstoles habían salido, recorriendo tal vez los barrios bajos de la ciudad.

            Entonces arrastraron a Jasón y otros hermanos hasta los magistrados de la ciudad, clamando: “Estos hombres ponen desorden en el mundo entero.”

            Pero, ¿de qué crimen acusarían a Pablo?

            Naturalmente, de un delito de carácter político. Era el único capaz de impresionar a las autoridades romanas. El pretexto era simple. Pablo hablaba de la realeza del Cristo, luego era reo de alta traición.

            “Todos esos hombres  - vociferaban los descontentos  -  son rebeldes a los decretos del César, afirman que hay otro rey, que es Jesús.”

            Hasta en este particular se parecen los discípulos con el Maestro. Jesús fue acusado de pretender la realeza y él no lo negó, confirmando explícitamente su carácter regio: “Sí, yo soy rey.”

            Con esto consiguieron los adversarios amotinar al pueblo y sus autoridades.

            Entretanto, cuando estos escucharon que el rey proclamado por Pablo era un rey crucificado y muerto, se sosegaron, sonriendo compasivamente de las especulaciones metafísicas de aquél judío. ¿Qué mal podía hacer al César un rey suspendido en la cruz?

            Las autoridades pidieron garantías a Jasón, a quien sabían ciudadano ordenado y pacífico, mandando poner los presos en libertad.

            Esa misma noche mandó Pablo convocar a los jefes de la iglesia en la casa de Jasón y les dio las últimas instrucciones, despidiéndose de ellos.

            Inmenso era el dolor de Pablo. . .

            ¡No poder llevar a término su tan bien iniciada campaña evangélica en Tesalónica! Los judíos estaban pendientes de ellos por todas partes. Y Pablo tenía que cumplir todavía una ingente tarea, antes de su viaje a Italia.

            Dos grandes auxiliares se granjeó el apóstol en Tesalónica: Secundus, que le acompañó y Aristarchus, que más tarde fue su compañero de prisión en Roma.

            Sería el fin de los años 50 cuando, en la callada noche, Pablo y sus amigos abandonaron la ciudad y tomaron rumbo al Oeste, por la orilla del mar.

            Al día siguiente, después de unas doce horas de marcha, dejaron el camino general y tomando un atajo se internaron por las montañas.

            Llegaron a la pequeña ciudad de Bereia (hoy  Caraferia) situada en el tercer distrito de Macedonia. En este silencioso rincón de Europa, derramado a los pies del Olimpo, salpicado de fuentes burbujeantes y amenizado por viñedos y olivares, vivía un pueblo tranquilo, que nada sabía ni quería saber del tumulto y bullicio del gran emporio comercial de la metrópolis macedónica. Trabajar en las canteras de mármoles de las montañas, cosechar los productos agrícolas de los campos y vivir en paz, tal era el ideal del pueblo de Bereia.

            Pablo tenía la intención de quedar algún tiempo en ese idílico pueblo de montañas y regresar luego a Tesalónica.

            Entretanto, las noticias que venían de allí no eran esperanzadoras y lo obligaban a quedar en Bereia.

            Los habitantes del pueblo, dice el historiador, eran de sentimientos más nobles que los de Tesalónica; recibieron la palabra de Dios con la mejor voluntad y examinaban todos los días las Escrituras a ver si las cosas eran tal como se les explicaba. Mu

chos de ellos abrazaron la fe, entre ellos gran número de mujeres y hombres gentiles.

            En Bereia, como se ve, se organizó un verdadero movimiento bíblico. Había en esa pequeña ciudad bucólica un pugilato de intelectuales, hombres y mujeres que, antes de creer, querían convencerse racionalmente de que el Nazareno era de hecho el Mesías vaticinado en los libros sagrados de los hebreos.

            También aquí ganó Pablo un prestigioso colaborador, en la persona de Sópatro. Más tarde lo encontramos entre los compañeros de viaje del apóstol.

            En ese intervalo, aparecieron en Bereia judíos de Tesalónica y comenzaron a minar el terreno. Al modo de ciertos perros que persiguen al peatón con grandes ladridos, así importunaban los judíos el apostolado de Pablo, donde quiera que apareciera. Él mismo, en la epístola a los Filipenses, compara a sus adversarios macedonios con los molestos animales.

            A fin de prevenir males mayores, insistieron los amigos de Pablo para que abandonara la ciudad. Recelaban por la vida del maestro.

            Pablo atendió sus pedidos y se encaminó al puerto. Dejó en Bereia parte de su corazón: Silas y Timoteo. Estaba con precaria salud; necesitaba de ellos, pero comprendía que sus servicios eran necesarios a la joven cristiandad de Bereia.

            En compañía de algunos amigos embarcó con destino a Grecia.

Llegando a Atenas, enfermo, triste, se despidió de sus amigos recomendándoles encarecidamente: “Decid a Silas y Timoteo que vengan cuanto antes.”

            Le parecía que era llegada su última hora. La fragilidad de su cuerpo no resistía la   sobrecarga del espíritu.

Sigue en la Circular de Agosto.

LA SABIDURÍA ANTIGUA.-

            De acuerdo con el espiritualismo, esos ciclos en nuestros cuerpos ilustran nuestra íntima relación con la Fuente Trascendental, pues reflejan el ritmo del Gran Aliento, que es la raíz de todos los ciclos. La respiración ejemplifica particularmente este poderoso principio en la Naturaleza y simboliza las sincronizaciones universales. Esta función vital, esencial para la vida, dramatiza la manera con que están relacionados y mezclados los ciclos de la naturaleza en muchos niveles. En la respiración, el sistema circulatorio opera vinculado con el respiratorio, cuando el corazón bombea sangre oxigenada y fresca de los pulmones para todo el cuerpo. En su retorno, la sangre recoge el dióxido de carbono, un producto residual de las células y lo transporta para ser expulsado por los pulmones. El cerebro y el sistema nervioso central, la química corporal y los procesos metabólicos están todos estrechamente sincronizados con la respiración. Ellos, a su vez, realizan procesos en tejidos y glándulas. La respiración participa de todo nuestro sistema corporal y hasta tiene una relación con los estados emocionales. En nosotros y en todos los seres vivos, la vida es gobernada por la acción de ciclos dentro de ciclos, que necesitan estar sincronizados como el mecanismo de un reloj, para nuestra sobrevivencia.

            La respiración ocupa un lugar central por otra razón. Tiene una zona esencial entre diferentes partes de opuestos dentro de nosotros: consciente – inconsciente, indivíduo – ambiente, interior – exterior, percepción – cuerpo, individual – universal. La respiración no simplemente oscila entre estos opuestos, sino que integra muchos niveles.

            Realizamos un proceso de permuta contínua con el medio ambiente a través de la respiración, en la medida en que inhalamos y expelemos gases. En el proceso, aquello que estaba fuera es asimilado y lo que está dentro es expirado por la respiración. De acuerdo con la filosofía oriental, además de gases absorbemos de la atmósfera una energía vital, denominada prana, a medida que respiramos. El espiritualismo reconoce el “prana” como una fuerza vital universal que fluye por toda la naturaleza, que alimenta y vivifica todas las cosas vivas. Ella participa profundamente de la salud. Así, la respiración constituye un medio para  una permuta perpetua con esta energía vital.

            La respiración se procesa de forma inconsciente durante la mayor parte del tiempo, pero podemos intervenir conscientemente en su ritmo. Es crucial tener esta habilidad, porque la respiración constituye la base del habla. Necesitamos modificar y controlar nuestra respiración siempre que hablamos, cantamos, reimos o suspiramos. Así, la respiración se conecta con la mente, la fuente del habla y con el cuerpo a través del cual se expresa.

            Además, la respiración y los estados de consciencia están estrechamente unidos entre sí y el ritmo de nuestra respiración se modifica con los estados emocionales y fisiológicos. La respiración pasa a ser más rápida cuando nos ejercitamos o cuando estamos emocionalmente excitados. Ella se hace más superficial cuando estamos tensos o ansiosos y se profundiza en el sueño o en los estados de profunda tranquilidad o meditación. Podemos ejercer algún tipo de control sobre esos estados a través de una voluntad deliberada de nuestra forma de respirar. En muchos sistemas de meditación, la respiración ocupa un lugar central. El “Pranayama” práctica de respiración controlada en el yoga, prescribe diferentes ejercicios respiratorios para energetizar el cuerpo, aquietar las emociones y alcanzar una tranquilidad y serenidad interna en que hay un flujo de fuerzas universales.

            La respiración llega a ser un vehículo de experiencia espiritual, el mediador entre mente y cuerpo. Representa el primer paso en dirección a la transformación del cuerpo, del estado de un órgano físico, que funciona más o menos pasiva e inconscientemente, en un vehículo o instrumento de una mente perfectamente desarrollada e iluminada.

            La respiración puede llevarnos al perfecto equilibrio mental y físico resultando una armonía interior de la cual surge serenidad y felicidad que penetra todo el cuerpo, dándole una sensación de suprema bienaventuranza, como el agradable frescor de una fuente que penetra en el agua de un lago de montaña.

            Aunque la respiración se inicie como un proceso inconsciente, ella puede ser conscientemente cultivada para llevarnos a elevados estados de experiencia supra-consciente. Puede constituir el medio de unión consciente con lo universal, del yo personal con el Yo espiritual. A través de la respiración, nosotros, como indivíduos, constantemente realizamos una cambio con nuestro ambiente en niveles físicos, suprafísicos y espirituales. A través de nuestra respiración, estamos apoyados en todo momento por un ambiente mayor que ampara todos los aspectos de nuestra vida. El ritmo de nuestra respiración está en armonía con  la orquestación de todo el Aliento cósmico, manteniéndonos vivos en todos los niveles por un intercambio constante con todo.

            La armonización de nuestra respiración con innumerables ciclos en nuestro interior y a nuestro alrededor puede ser considerado como símbolo de un principio que opera en toda la Naturaleza. El axioma hermético, “como está arriba así es abajo” se aplica en este caso. Un ciclo dentro de los ciclos que nos recuerda la visión holística de la totalidad dentro de las totalidades. La Naturaleza y todos sus innumerables ciclos podría ser comparada con una gran sinfonía, donde cada ciclo tiene su lugar específico, único, en el ritmo continuo del todo. Desde la división celular hasta la expansión y decadencia de las civilizaciones, cada ciclo se integra en ritmos mayores de la tierra y del cosmos. Cada ciclo individual está co-relacionado e interligado con el flujo de un patrón armonioso y abarcante.

            Ciclos profundizando en ciclos, conteniendo y contenidos en series infinitas. El embrión creciendo en su esfera pre-natal, el individuo en su familia, la familia en el Estado y el Estado en la Humanidad, la Tierra en nuestro Sistema Solar, el Sistema en la Vía Láctea, la Vía Láctea en el Cosmos y el Cosmos en la Casa Una. Todos no son más que partes de un Todo maravilloso, cuyo cuerpo es la Naturaleza y Dios el alma.

            De acuerdo con la filosofía esotérica, el molde de los ciclos no está restringido al mundo físico, sino que se repite en todos los niveles de la existencia. Hay ciclos en niveles mentales y espirituales dentro de nosotros  y en el patrón más amplio del Cosmos. Individualmente estamos sujetos a la apertura rítmica mental y espiritual y las civilizaciones así como las razas también siguen esta ley. La Humanidad como un todo se mueve hacia delante, de acuerdo con los ciclos.

            Los ciclos de materia son seguidos por ciclos de espiritualidad y por una mente plenamente evolucionada; la Humanidad es hija del Destino cíclico y ninguna de sus unidades puede escapar de su misión inconsciente, o liberarse del fardo de su trabajo cooperativo con la Naturaleza. Así, la humanidad, raza después de raza, cumplirá su peregrinación cíclica preestablecida.

Sigue en la Circular de Agosto.

           

 

 

 

 

 

 

  AFORISMOS.-  

 

32º.-Si te diriges a Nosotros iremos a tu encuentro para recibirte.

            Es Ley no escrita por el hombre, y por ello Ley Universal, que todo movimiento en una dirección, produce una aproximación en ambos sentidos.

            Así, cuando el hombre da un primer paso hacia su centro, en ese espacio interior todo se mueve con mayor velocidad hacia el punto de atención, focalizado en su corazón.

            Con la voluntad y la fé en armoniosa proporción, puestas con alegría en esa labor, sucede el divino encuentro con otra dimensión más etérea, donde el hombre sutiliza sus cuerpos y adquiere el brillo dorado de la Sabiduría.

33º.- Entréganos cuanto tienes y nosotros te daremos lo que poseemos.

            ¿Quién dará lo que posee, sin exigir antes la seguridad de una devolución con ganancias?

            Necesitamos urgentemente el don de la confianza, para entregarnos sin condiciones, sin esperar beneficios materiales, intelectuales o de poderes mágicos. Cuando esto sea realizado en su totalidad, sólo entonces y no antes, recibiremos cien por uno. Esta es la promesa que nunca ha dejado de cumplirse.

            Pero queremos poner las condiciones, los dones a recibir y, sobre todo, tenemos prisa. Lo deseamos todo ¡ya!.

            Y esperamos en vano, porque no estamos a la altura requerida para administrar debidamente tanta riqueza.

34º.- Proyectamos nuestra imagen en el hombre. La perfeccionamos en la mujer.

            La creación divina comienza con la luz y termina con el hombre que, finalmente, es dividido en macho y hembra.

            Me atrevo a decir que, en la Creación, la perfección se va haciendo más compleja en cada período, hasta que concluye en el lado femenino humano.

            Aplicamos al varón virtudes consideradas masculinas, como: fe, coraje, valor, obediencia, voluntad; la mujer es valorada por su abnegación, amor, dulzura, entrega y confianza, entre otras.

            Sabio es quien se adorna con las virtudes de ambos y en ellas encuentra su plenitud. Esa es la virtud, la unión de los polos, el justo equilibrio en la balanza de la existencia.

35º.- Haz de Dios una realidad y Él hará de ti una Verdad.

            Dios ES. Pensar y sentir con la mente de Dios,  el camino a seguir. Se llega por muchas vías. Los Maestros han dicho que hay una senda perfecta: el silencio interior.

            Cuando dentro de nosotros reina el Silencio, todo se transforma en un espejo reflejando la Realidad, sin tomar partido por nada ni nadie. Somos como montañas mirando al valle mientras las nubes pasan por las cimas o como lagos límpidos reflejando nubes y pájaros, que no detienen su paso ni dejan memoria en las aguas azules.

            Y así tocamos la Verdad con nuestra consciencia, sintiendo la Vida latiendo dentro y fuera de nosotros, el pulso de Dios. Y la canción brotará espontáneamente del corazón, con el gozo de lo Infinito cantando su melodía eterna en el sagrado Templo del Hombre.

36º.- Dios hizo al hombre. El hombre hizo el bien y el mal.

            Las leyes humanas son una pequeña copia de las Leyes Divinas. Posiblemente, la que más se acerque sea la del perdón incondicional.

            El bien y el mal fue creado por el hombre obedeciendo a sus conveniencias, fijándose límites de conducta, concediendo  a sus dioses el don de premiar o castigar en una vida más allá de la muerte. Con algunas variantes, los legisladores redactaron sus códigos morales en nombre de  Dios.

            Cuando llegaron los Maestros para poner orden en ese caos de creencias y conductas, fueron despreciados primero e interpretados después, a conveniencia de la doctrina cívico-religiosa dominante en aquel momento.

            Cuando el individuo se desembaraza de los conceptos, las reglas, los ritos, y acepta la Verdad en su corazón, vuela tan alto que ninguna Escritura le alcanza, porque la Sabiduría libera de las cadenas ficticias forjadas por la Sociedad por y para sus servidores, esclavos fieles de las obras muertas.

37º.-Da  todo lo que posea y acepta cuanto te den.

            Vivimos apegados a las personas y cosas que nos rodean. La propiedad es parte fundamental de nuestra propia estima. Dar y ser más pobre  parecen equivalentes.

            Entregar lo que poseemos es desprendernos del orgullo, la agresividad, la manipulación del poder y muchas cargas pesadas que soportamos, a veces dolorosamente, sin hacer el menor gesto para desembarazarnos de ellas.

            Aceptar lo que la vida nos da, es abandonar la protesta por lo que nos sucede, la indignación por lo que nos hacen los demás, decir no a las propuestas manipuladoras que se nos presentan.

            Dice el Evangelio: "Da todo cuanto tienes y sígueme". Vamos a desprendernos de nuestros egos y aceptemos en su totalidad el mensaje de alegría y optimismo que la vida nos ofrece cada día.

38º.- Sea cual sea el camino que escojas, recuerda que hay tras de ti

       algo poderoso que te ayuda a seguirlo.

            A veces nos preguntamos donde estamos y qué nos ha llevado hasta este punto del espacio.

            Nos ayudaría saberlo, pensar en una mano poderosa que maneja los complicados hilos del tejido de nuestras vidas y que, en su sabiduría, nos sitúa en el sitio correcto y en el momento correcto.

            Tengamos presente en nuestro pensamiento que, donde quiera estemos y cualquier cosa que hagamos, estaremos dando nuestra contribución especial a la Obra Universal, a la Fraternidad, que labora para llevar a todos los hombres hacia el Amor, la Tolerancia y la Voluntad, para proseguir camino de la Eternidad, oscura y perpetua ambición humana.

39º.- El pacificador, antes de predicar la paz por el mundo,

       comienza por conseguirla en sí mismo.

            Van por el mundo los pacificadores de la tierra, dejando gérmenes de violencia en sus actos, con enfrentamientos, oposiciones y otros movimientos de persuasión como el de la resistencia pasiva.

            Olvidamos que el verdadero pacificador comienza por desterrar la violencia de sus actos, después de abandonarla en sus sentimientos y pensamientos y se transforma en un ser inofensivo a través de su voluntad  percibiendo que las cosas de este mundo se inclinan ante él para obedecerlo.

            Este es uno de los secretos mejor guardado de la Doctrina Secreta. Cuando iniciamos el seguimiento de este Regla de Oro, la vida entera se transforma en una plenitud de paz.

40º.- La luz nació fuera del espacio, y por esa luz, el espacio se iluminó.

            La Luz viene desde un punto que está fuera del espacio y del tiempo. Y por esa Luz las tinieblas se iluminaron.

            El Capítulo 1º del Evangelio de Juan, dice de una luz no conocida, incognoscible, que viene para iluminar nuestro mundo de apariencias.

            Esa es la luz que todos buscamos en el Amor, la Alegría, la Iniciación, la Renuncia, la Paz, la Espiritualidad y en tantas otras virtudes cuyos arquetipos están siempre Más Allá.

            No por ello pienses son inalcanzables. Cierra los ojos, imagínalo, y tendrás una pequeña centella de toda la dicha que te espera desde que el tiempo comenzó. Sé tú la persona elegida para disfrutarla, porque en tus manos está.

41º.- Deposita tu confianza en Dios para que Él te ampare, y ve su mano oculta actuando a través de todo.

            La existencia es una cuestión de confianza. Nos aseguramos nuestra salud, los bienes que poseemos y muchas otras cosas pertenecientes a este mundo de ilusiones y olvidamos lo perecedero de esta vida, donde todo pasa y nada es para siempre.

            Cuando una chispa de sabiduría pone nuestro destino en las manos de Dios, las cosas se mueven con un designio inescrutable pero inexorable, hacia una vía más justa, más pura y más limpia.

            Confiar es un don que puede llevarnos a las estrellas.

42º.- Sé sincero o falso, es imposible ser ambas cosas.

            Los Maestros de todos los tiempos han condenado la tibieza. En la ambigüedad no hay posibilidades para Ser o No-Ser. El santo tiene todas las posibilidades de un malvado y el hombre diabólico encierra en sí la santidad; pero ninguno de los dos tienen el riesgo de la mediocridad.

            Y éste es el auténtico enemigo: la ausencia de color, la vulgaridad.

            Se puede estar en uno de los extremos, pero nunca simpatizar con ambos. Es del todo imposible la media verdad o la media mentira. Intentamos, vanamente,  conciliar los dos polos y el resultado es la mediocridad, el fracaso como vida, la inercia y la falsedad como negación personal.

43º.- ¡Vanidad! Eres en este mundo la fuente del vino, donde el rey celestial viene a beber.

            El hombre que se refugia en un mundo de drogas que le facilita la ocasión de olvidarse de sí mismo,  tiene la vanidad en lugar preferente, por ser uno de los estupefacientes más sutiles conocidos.

            No en vano las Escrituras Sagradas dice: "Vanidad de vanidades, todo es vanidad...".

            Venimos a beber de este vino durante nuestra existencia. Humildad, piedad, compasión, filantropía, se visten de vanidad en la vida del hombre, cegándole y cerrando en falso la herida causada por la ignorancia.

            Seamos conscientes, atentos, despiertos, para que la vanidad no se instale en nosotros bajo el disfraz de virtud y la mostremos con satisfacción irresponsable.

44º.- El dinero es, al mismo tiempo, bendición y maldición. Transforma amigos en enemigos y enemigos en amigos. Quita y da ansiedad a la vida.

            El color dorado de la Sabiduría es, como el oro, metal noble codiciado por los hombres, que todos deseamos poseer.

            Noble es el afán de atesorar todo cuanto brilla y tenga ese color, aunque su apariencia no parezca ser así. El problema está en la posesión equivocada, porque la tendencia material tiende a estancar lo que debería fluir. Entonces, la posesión es maldita en sí misma, corrompiendo al poseedor y a sus supuestos beneficiarios, que ven así frustradas sus esperanzas.

            La riqueza estancada no es poseída, sino que nos posee, actuando como un corrosivo que destruye el entendimiento y apaga la consciencia del pretendido dueño.

            La verdadera riqueza consiste en el dominio del cuerpo, sentimientos y pensamientos, dando al hombre las 7 llaves de la puerta del Reino Interno. Ante ese hombre se inclinan los reyes de los cuatro puntos cardinales y les ofrecen sus tesoros más preciados.

45º.- ¡Mi querido ideal! ¿Cuando te busqué en la tierra, no te reías de mi en el cielo?

            Los ideales humanos son como la leyenda del pájaro de la felicidad, inalcanzable, al volar desde un árbol a otro sin permitir su prisión.

            Ponemos el ideal en la hermosura física, en la salud, dinero, en cualquier clase de posesión. No es malo tener cosas, pero no es suficiente; en sí mismo es pobreza.

            Un ideal es una ilusión que parece inalcanzable, pero que seguimos con fé, creyendo poder tomarlo, pero él no estará nunca en nuestras manos. Si alguien dice que realizó su ideal, pensemos que si lo alcanzó no es en absoluto un ideal. Los ideales pertenecen al mundo astral y están en otra dimensión.

            Tened ideales y seguidlos, porque ayudan a darle sentido y valor a la vida, nos perfecciona y aportan convicción en un mundo más justo.

46º.- El placer es dificultad, sueño; el dolor, prepara el camino a la inspiración.

            La felicidad actúa como el sueño, adormece y debilita. El dolor funciona como un despertador. A veces, parece un látigo que nos obliga a seguir andando; otras, por medio de lágrimas, nos recuerda lo efímero de las cosas.

            La felicidad es positiva cuando viene de un estado interior de consciencia, cuando es un resultado, una consecuencia de una suma de virtudes que actúan en conjunto. La felicidad que llega por otros caminos, nos lleva al sueño cuyo despertar, inevitable, puede ser terrorífico.

            El dolor es positivo si añade experiencia a nuestro conocimiento. Caso contrario, embrutece y acumula odio y rencor por todo lo que parece nos niega.

47º.- El hombre razona de acuerdo con sus propias conveniencias.

            Verdad y mentira, justicia e injusticia, todo es circunstancial y depende de los hombres que legislan, de los usos y costumbres y otros condicionantes que varían geográficamente.

            Monogamia y poligamia, monoteísmo y politeísmo, xenofobia, limpieza étnica y tantos misterios de la conducta humana, escapan de la razón para formar parte del alma de los pueblos .

            ¿Entendemos la Ley de Lynch? ¿Comprenderemos la cremación de las viudas? ¿Bastan dos testigos para acusar de un delito? ¿Es lícito el aborto?

            El hombre actúa desde su particular razón y conveniencia, bien sea en su nombre o en el de la comunidad, cuya representación dice ostentar.

48º.- Aquellos que intentan ver virtudes en sus faltas son los que tantean cada vez más en las tinieblas.

            Dicen que las costumbres hacen leyes.

            No hay duda de que la legislación de los pueblos obedece al poder que de él emana. Y de acuerdo con su evolución y medios de subsistencia se confeccionan las leyes que los rigen.

            Así se constituyó la moral, que emana del fondo popular y marca la idiosincrasia de los hombres que integran la sociedad.

            Pero, quienes hacen de todo una virtud, cerrando las puertas a cualquier cambio, inmovilizando pretenciosamente la ley divina del movimiento eterno, pecan de ignorancia y sus nombres son borrados de la memoria del pueblo.

49º.- Desear la venganza es desear el veneno.

            Desde la antigüedad la venganza, como veneno de la mente y la sangre, fue conocida por los iniciados.

            Efectivamente, las personas vengativas viven como bajo los efectos de un tóxico que corroe la sangre y predispone la mente a algún tipo de demencia que nos hace actuar sin medir las consecuencias.

            No hay mejor venganza que el perdón incondicional, pues nos da acceso a la paz y la serenidad necesarias para vivir una vida armoniosa.

50º.- La verdadera fe es independiente de la razón.

            Razón y fé son vías paralelas, destinadas a la separación. ¿Por qué? Porque la fé que está en una dimensión diferente de la razón, camina en soledad y no tiene argumentos, ni filosofías ni eruditos que la justifique.

            La razón necesita pilares donde sostenerse, como son los argumentos y las tesis.

            La fé avanza en soledad, sin caminos, bajo sus propias leyes.

            Bueno es tener razón y, si tras ella actúa una fé, mil veces mejor para el hombre que guarda en sí estos dos tesoros.

51º.- La sabiduría es como el horizonte, cuanto más a él te aproximas, tanto más él retrocede.

            Esta es una verdad que necesita ampliarse. Si quien busca sabiduría se aproxima a ella y nota que ésta se aleja, ha de darse cuenta de que está ante un espejismo. Cierto es que el horizonte se amplía, dando nuevos límites, que una vez alcanzados se transforma en otros nuevos, pero estamos ganando en profundidad.

            El hombre camina y profundiza, empequeñeciéndose, para renacer en un nivel más alto y más grande.

            Este es el secreto sagrado que aguarda para revelarse, si tenemos la osadía y el coraje de dar los primeros pasos hacia el Oriente, hacia donde nace la Luz.

52º.- El ideal es el medio, pero liberarse de él es la finalidad.

            Los ideales son instrumentos inapreciables para quien busca la Verdad donde quiera ella esté. Pero quien depende de ellos para su camino, es semejante al hombre que llevaba una guía para conocer la ciudad, y el día que la extravió, se perdió sin que fuera hallado.

            Cuando se puede prescindir de los ideales, surge la madurez espiritual, capaz de seguir su camino en la más absoluta oscuridad, sin guía ni luz alguna.

            "Padre, ¿por qué me has abandonado?

   Y a continuación:

            "En tus manos encomiendo mi espíritu".

            Y la confianza vuelve al Maestro, que marcha solitario hacia su propia gloria.

53º.- El valor del sacrificio está en la espontaneidad.

            Nos fascina la niñez porque ella es todo espontaneidad. Con la llegada de la inteligencia y el raciocinio,  la mente se hace calculadora y el encanto de la inocencia desaparece.

            Volver de nuevo a la espontaneidad es lo que hacemos después de sacrificar nuestros egos más apreciados y valiosos. Cuando son transformados en paz y armonía, llega la espontaneidad, la inocencia, que no conoce el bien ni el mal, porque alcanza el estado de pureza.

54º.- Cuando el avaro practica cualquier generosidad, la propaga a los cuatro vientos. 

            El espíritu de ganancia está en todas partes con poder dominador. Hasta lo que conocemos como generosidad, se pregona en la plaza pública en honor de los filántropos.

            Damos una limosna, hacemos una acción benéfica, y pretendemos extraer beneficios por estas acciones.

            El fariseísmo es un mal endémico en nuestra sociedad. El altruísmo se anuncia en todas partes para reconocimiento popular y, por tanto, nos preparamos para recoger los intereses que producen.

            Dice la Doctrina Secreta que hagamos la limosna en secreto. Prudente y sabio es quien sigue el precepto fielmente.

55º.- Oculta tu bondad, para que ella no alcance los límites de tu vanidad.

            La bondad exteriorizada concluye en vanidad interior.

            La simplicidad consiste en una bondad natural, no manipulada. Es un estado de gracia no provocado por nada.

            Las virtudes lo son por ser ocultas, formando parte del carácter y se manifiestan espontáneamente. Si cualquiera de estas cualidades se expresara, eclipsando a las demás, la vanidad no tardaría en hacer su aparición anulando la positividad.

            Callar es condición que oculta un gran poder para aquél que sabe.

56º.- Las almas grandes se transforman en corrientes de amor.

            Fluir es condición básica para que las almas puedan ser pescadas en las redes que lanzan los Maestros desde las orillas de la Eternidad.

            Como el agua que no puede dejar de correr para no contaminarse, el hombre ha de fluir en un eterno movimiento ascendente que llamamos aprendizaje, para no caer en la muerte del inmovilismo.

            "A nadie llames Maestro", dice Jesús a un oyente que le da este título. En verdad, la maestría en la tierra no es más que un grado superior del aprendiz.

            Seamos canales limpios y las mil vías del amor fluirán sin contaminarse y podamos darlo en su estado más puro.

57º.- Cuando el alma está en armonía con Dios,  cualquier acto se transforma en música.

            No se concibe el ritmo sin música, ni ésta sin armonía. El alma divina en estado de meditación o de inspiración, escribe la música del silencio sobre el tejido nervioso, produciendo vibraciones acompasadas, a las que llamamos melodía interior.

            La mano que bendice, la voz que consuela, la sonrisa que anima, la mirada que afirma, tienen su propia música y el hombre la hace sonar desde la caja sonora de su corazón.

58º.- El éxito se reserva al creyente porque lo avala la  fé.

            La llave del éxito se fabrica con materiales llamados fé, convicción, seguridad.

            El primer paso ha de ser dado depositando fé en la propia persona. El segundo,  por la convicción en nuestra propia valía y el tercero, viene con la seguridad de que hemos corrido el velo y visto la sabiduría que poseíamos sin saberlo.

            Yo cambiaría la palabra creyente por sapiente, pues a la creencia o acaso, la puede sustituir, con ventaja, el saber consciente.

59º.- Antes de buscar conocer la justicia de Dios, debemos ser justos con nosotros mismos.

            Lo transferimos todo hacia el futuro. Hablamos de la justicia de Dios y la colocamos en el mañana. Nos juzgamos con indulgencia y complacencia y todo cuanto hacemos tiene justificación.

            Dice la Doctrina Secreta que si nos miramos imparcialmente, impersonalmente, sin juzgar, sin opinar, como simples testigos, la venda caería de nuestros ojos ciegos y veríamos, sin pensamiento de culpabilidad, lo que hay de imperfecto en nuestra superficie.

            Y, al vernos con ojos limpios, encontraríamos la justicia divina.

60º.- Cuando la llamada del alumno alcanza un determinado diapasón, llega el maestro para responder.

            Tenemos la insólita creencia de que si un día estuviésemos suficientemente preparados, vendría un Maestro a completar nuestra formación espiritual.

            El auténtico Maestro se conoce cuando nos habla desde el corazón con voz suave, a través de la intuición, de la meditación, de la contemplación, de la consciencia.

            Esa voz responde siempre y guía nuestros pasos para poder extraer lecciones desde cualquier punto de la existencia.

61º.- Todas las circunstancias en la vida es destinar a hacer  sobresalir, lo que es verdadero de lo que es falso.

            Pasamos por la vida con los ojos cerrados, como en un sueño, alterado a veces por golpes que quieren despertarnos, pero no lo consiguen.

            Todas las ocasiones que depara cada día de nuestra vida, son para que aprendamos y analicemos la lección que contiene.

            Para ello, hemos de estudiar y aprender la enseñanza que nos da la flor, el árbol, la nube, el río, el mar, la montaña, el viento, un rayo de sol y todo ser viviente, desde el más insignificante al más complejo. Y entenderemos que la sabiduría nos rodea por todas partes y el Maestro nos habla en todo momento.

                                                  

 

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