ARTÍCULOS PERIODÍSTICOS 76-80

Salvador Navarro Zamorano

 

 

 

A76

AMOR

NO es del amor universal sobre lo que que voy a reflexionar, sino del amor entre un hombre y una mujer. Es tan misterioso, tan inspirador, tan sublime,  sigue siendo tan mal comprendido por muchas parejas, que sin duda es la causa del desengaño  y la infelicidad. Voy a contar una historia.

         Había un pueblo en la antigüedad, dividido en tribus, con un conocimiento desigual entre ellas. Pero tenía algunas personas evolucionadas entre sus jefes.. No poseían conocimientos de botánica, ni de biología, pero sí experiencias en armonizarse con el universo de las cosas y captar algunas verdades. Y así escribieron la historia de Adán y Eva. Evidentemente, estos dos seres eran imaginarios, pero la historia era una profunda alegoría. Decían que Dios había hecho caer sobre Adán un sueño profundo y de una de sus costillas formó a una mujer. Eso quería decir el narrador, en su significado profundo, que cuando el ser humano apareció sobre la tierra era bisexual. Por motivos que no vienen ahora al caso, las dos partes, masculina y femenina, fueron separadas. Pues bien, toda la actividad humana con sus luchas, trabajos y sufrimientos; todos los dramas, romances, intrigas; todas las ansias y aspiraciones, no representan más que la eterna búsqueda de una de las partes por su otra mitad. Y cuando la encuentra nace ese misterioso y divino sentimiento al que llamamos amor. Esa es una ley.

         Desgraciadamente, en la práctica, la inmensa mayoría de las parejas viven en una relación equivocada, basada en la falsedad. Son uniones transitorias. Aquellas que viven con su pareja real, saben de qué estoy hablando.

         Así vemos que los niños ya son educados erróneamente, con la creencia inculcada de que, cuando sean mayores, han de casarse para constituir una familia, y que a partir de una edad pueden salir de casa, ir a fiestas, bailar, hacer reuniones, tener muchas amistades, para terminar escogiendo a una pareja.

         Nadie o casi nadie recibe la enseñanza de que el amor no se busca, sino que se encuentra, y que buscar el amor como se busca una medicina para una enfermedad, es un desacierto. Para encontrar amor hay que ser digno de él. Nadie enseña que el amor se da sin querer nada a cambio; que es la única cosa que cuanto más se da, más se tiene para seguir dando. Nadie enseña que hay que prepararse para recibir al amor

         El pueblo ha percibido esto cuando afirma que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. El hombre es como un ejército, ella es como una fortaleza. Nadie es superior al otro, pero son diferentes y se complementan. Toda la vida sobre la Tierra es de naturaleza dual, condición para que la existencia se manifieste. Este es el orden perfecto, cuyo verdadero sentido fue determinado en la Creación. Una pareja es la manifestación perfecta de las leyes naturales y el hombre sabrá que no se casa para tener un hogar, que no se casa para tener compañía, ni se casa para tener seguridad, ni se casa por obligación, ni para tener hijos, ni por cosa alguna que no sea por amor. Solamente de esta forma la unión de un hombre y una mujer será perfecta.

                                                                  Salvador Navarro Zamorano

                                                                  Escritor.

 

 

 

 

 

A77

                                            LAS CINCO COSAS

                                                                           por Salvador Navarro.

                                                                           Escritor.

         SI quisiéramos definir la realización espiritual, podemos decir que ella está en el estudio de la naturaleza humana.

         Hay cinco cosas que el hombre ansía: Vivir, tener poder, adquirir conocimientos, ser feliz y tener paz. El apetito constante que viene de la parte más profunda del ser humano es un ansia de obtener estas cinco cosas.

         Para satisfacer el deseo de vivir el hombre come, bebe y se protege de los peligros. Pero el apetito nunca se sacia plenamente, pero si pudiera escapar de todos los peligros nunca escaparía del último, el que llama la muerte.

         Para obtener poder, el hombre hace lo posible para tener fuerza física, influencia, posición social . . . . . Procura todas las formas del poder.

         Sigue el deseo de conocimientos. Eso le lleva a estudiar, pero aunque estudiara todos los libros del mundo, siempre habría en su mente una pregunta: “¿Por qué?” Y nunca tendrá una respuesta por los libros. En primer lugar, porque la naturaleza es tan profunda que la vida limitada del hombre no es suficientemente larga para investigar tanto. Podemos decir que hay personas más cultas que otras, pero nadie alcanza el verdadero saber por el estudio exterior de la vida.

         El cuarto tipo de apetito es la felicidad. El hombre intenta satisfacerlo con placeres, olvidando que ninguno da la felicidad que el alma desea realmente. Las tentativas del hombre en esa dirección son inútiles. Al final encuentra que cada esfuerzo le trae una gran pérdida y ningún beneficio. Además, lo que no es verdadero en su contenido, nunca es satisfactorio.

         El quinto apetito es la paz. Para encontrarla el hombre se aparta del ambiente que le molesta, huye de las personas, prefiere reposar, pero el que aún no está preparado para la paz, no la encontrará en ningún lugar del mundo.

         Esos cinco apetitos son los más profundos del hombre.

 

 

 

A78

                                               CÓMO LIBERARSE DE LAS ENERGÍAS NEGATIVAS

         Captar energías negativas no es privilegio de nadie, el propio día a día en que contactamos con numerosas personas, es ciertamente una fuente de esos indeseables “regalos”. Veamos algunas indicaciones de cómo liberarse de esas energías y cargarse con vibraciones positivas y saludables.

         El agua es un elemento misterioso que tiene cualidades de absorción de energías negativas que no pueden ser cuestionadas. Su acción no se limita a limpiar en el sentido material, sino que tiende a purificar el nivel etérico y psíquico. El agua es el vehículo de purificación por antonomasia.

         San Francisco de Asís, con una no habitual abundancia de adjetivos en el Cántico de las criaturas loa al Señor “por nuestra hermana agua, útil y humilde, preciosa y casta”. San Francisco llama al agua de hermana con afectuoso calificativo, pues ella deriva del Padre común a todas las cosas. Sus utilidades son exaltadas en su preciosa función purificadora que hace que a él le parezca humilde, permaneciendo al mismo tiempo casta. De hecho, después de haber liberado las cosas de sus impurezas, el agua vuelve a ser aquello que era. La sacralidad del agua en este sentido es un fenómeno que todavía no ha sido suficientemente destacado.

         El agua influye sobre el cuerpo etérico. Por eso, se comprueba que el baño actúa sobre el sistema nervioso, elimina las escorias etéricas y se obtiene así un efecto de distensión. Las cualidades del agua son también de naturaleza específica, aunque no se conozca por completo cómo funciona este misterioso elemento. Tiene, además, cualidades eléctricas de un valor específico, que van más allá de su composición química.

         El agua es la amiga que nos ayuda a liberarnos, no solamente de las escorias físicas, sino de las que deben ser eliminadas para dar lugar a fuerzas nuevas y saludables.

         Está probado que el agua absorbe los fluídos negativos que se encuentran en un determinado ambiente. La prueba de eso fue obtenida regando plantas y flores con agua que había quedado anteriormente en una taza que se colocó en un ambiente donde se ejecutaban experiencias de carácter parapsicológico. Había en aquella ocasión las condiciones más adecuadas para poner en movimiento fuerzas de diversos tipos y carácter desconocido. Se verificó que el agua actuaba como absorbente de energías, y no exactamente de las mejores pues, a continuación, se mostró nociva para las plantas que fueron regadas con ellas; las hojas amarillearon y se secaron las flores.

         La experiencia se repitió en otra oportunidad, con los mismos resultados. Por esa razón, hay personas que tienen el hábito de mantener constantemente en el ambiente donde trabaja y más donde duermen, un vaso de agua, que sirve así como absorbente de energías negativas. El agua, además, encuentra en sí misma la capacidad de liberarse de aquello que captó, si la ponemos en movimiento; corriendo, ella opera la propia regeneración. El agua estancada se carga de negatividad, se corrompe y es nociva, exactamente por no tener la posibilidad de regenerarse.

         Magnetizar es cargar algo con la propia radiación. Teniendo en cuenta que, con diferencia a los animales, el magnetismo en el hombre es potencializado por las propias energías anímicas y espirituales, dispone de una fuerza que, si es bien evaluada y aprovechada, explica lo que santos y sabios consiguieron hacer.

         Para magnetizar el agua tomemos un vaso lleno con la mano izquierda y ponemos dentro los primeros tres dedos de la mano derecha (pulgar, índice y medio), concentrando el pensamiento en el amor, la sabiduría y la verdad. Impregnemos el agua con esos pensamientos. A continuación, se bendice haciendo sobre ella la señal de la cruz, en nombre de Jesús.

         Entonces bebemos el agua, pensando que va a disolver y anular toda y cualquier escoria negativa que esté en nuestro interior.

         Para bendecir el agua u otros objetos, basta una simple fórmula; la condición es que esta sea pronunciada con verdadera fe y en la más profunda concentración: “En nombre del Poder del Padre, del Amor del Hijo y la Sabiduría del Espíritu Santo + te bendigo.” A continuación, usaremos el agua de la forma que deseemos: para beber, para lavar, para el baño, purificar cosas y ambientes, etc.

         El poder del agua, en tal caso, es grande. El baño, considerado no sólo como limpieza física, sino como purificación del etérico, es muy saludable.

         Si colocamos en el agua un poco de sal, el efecto es mayor. La sal es un elemento muy importante que recibe y retiene el magnetismo etérico, más que cualquier otra cosa. Hay personas que cargan siempre consigo una pizca de sal; otras que acostumbran esparcirla por la casa, en los rincones, en los cristales o disuelta en el agua. El agua es el símbolo de la esfera psíquica, como la sal es el emblema de la esfera de la tierra.

         Todas las substancias cristalinas reciben y retienen el magnetismo mejor que cualquier otra cosa, incluso absorben los aspectos negativos. Un baño de inmersión es mejor que una ducha, porque la purificación es más completa.

         Bendigamos el agua y la sal y la esparcimos en cualquier parte que necesite purificación, así como para hacer la señal de la cruz en la cabeza o partes doloridas del cuerpo. Fórmulas especiales carecen de utilidad, lo que importa es la fe con que hacemos estas cosas.

         La forma más simple de descargar las energías negativas, que se acumulan naturalmente en cada uno de nosotros con cualquier contacto que hacemos en la vida cotidiana, es la practicada aunque inconscientemente: lavándose.

         Con el simple acto de hundir las manos en el agua, nos sentimos liberados de tensiones. El baño es un poderoso equilibrador del sistema nervioso. Por eso, después de un baño, nos sentimos realmente vigorizados.

         Pero es posible descargar energías negativas de otra manera: con animales y plantas. Para ello, se prepara la mente de forma que descanse en un ambiente tranquilo. El animal absorbe de nosotros los elementos de agitación y enfermedad; por eso, es útil tener siempre cerca animales domésticos jóvenes, sanos y fuertes, pero no animales presos en jaulas o privados de libertad. Los animales libres, tratados con cariño, absorben de nosotros los elementos que estamos descartando continuamente; esos elementos, a falta de animales en las cercanías, pueden ser captados por nosotros, lo que sería perjudicial. Los elementos aspirados de esa forma por los animales no provocan ningún tipo de daño en ellos.

         A su vez, los animales lo descargan en las plantas, realizándose así un circuito completo: hombre, animal y planta.

         En la naturaleza, el hombre puede realizar su vida en plenitud, según las leyes que rigen el mundo. Pero él, al contrario, prefirió construir para sí una civilización sofisticada de sucedáneos y artificios, olvidándose de la naturaleza. Los bosques y las aguas son para él fuentes desconocidas de salud , donde se puede descargar toda la escoria que acumula. A veces, basta caminar sobre la hierba, abrazar los árboles, tocar las hojas y las flores o prácticar cualquier tarea de jardinería para liberarse de aquello que intoxica.

         Las energías negativas, los elementos de enfermedades que se acumulan normalmente al contacto con los ambientes malsanos y las personas, pueden ser descargados y dispersos sobre la tierra, siendo fácilmente embebidos por las plantas al simple contacto con la naturaleza: la vegetación y el agua se carga con las miasmas que absorben, porque tienen la capacidad de regeneración.

         Los fluídos negativos del hombre egoísta y materialista pueden ser neutralizados y descargados. La radiación benéfica, que es la emanación más elevada del hombre espiritual, puede anular gradualmente los fluídos negativos que fueron atraídos.

         Los sentimientos elevados y nobles, el espíritu sereno y armonioso, son luz que general fluídos que apartan influencias y espíritus inferiores, atrayendo entidades elevadas que ayudan a la obra sagrada.

         Descargarse del mal irradiando el bien; no hay fórmula mejor que esta. No hay necesidad de luchar: la luz no lucha para ahuyentar la oscuridad; ésta desaparece cuando la luz llega. Irradiar pensamientos de bondad sobre todos y en todas partes ayuda a formar en torno nuestro un aura de luz que, actuando como una poderosa coraza, nos hace invulnerables.

         Es preciso recordar: la única y verdadera protección es el bien. Eso vale para defenderse y también liberarse de influencias negativas.

         Hay un método al alcance de todos para la carga diaria de energías positivas. Acostumbra ser practicado por quien comprobó su enorme eficacia práctica con resultados positivos.

         Por la mañana, se eleva el pensamiento a la Fuente de la vida y decimos mentalmente:

                            “De lo alto desciende la virtud que me ayuda.”

         Entonces, con las manos abiertas, levantadas en forma de copa, giradas las palmas de las manos hacia lo alto como recogiendo energías que solamente pueden venir de arriba, se establece contacto con la Fuente Infinita. Manteniéndolas elevadas durante algunos minutos, sin ningún otro ritual, con el pensamiento concentrado, decimos lentamente:

                   “Elevo mis antenas y recojo las energías purísimas que desciende del cosmo infinito.”

         Las palabras, pronunciadas, encadenadas a un ritmo y traspasando su significado literal, serán reforzadas por la visualización de energías luminosas que descienden y penetran en nosotros.

         Ellas entran en cada átomo de nuestro cuerpo, vitalizando, renovando todo el organismo físico y psíquico, recorriéndonos desde la cabeza a los pies. Esta visualización se vuelve extraordinariamente energética y, cuando es hecha con profunda convicción, provoca una sensación de bienestar y alivio.

         Manteniendo las manos levantadas, después de algunos minutos, un calor en las palmas de las manos comienza a ser notado. Si el ejercicio lo hacemos cada día, el calor será percibido en el plexo solar: será una sensación de vigor y gran bienestar, indicando que la carga de energía está completa. Esta puede considerarse perfectamente realizada cuando estas energías alcanzan la parte espiritual con la oración, que da verdadera fuerza. Entonces, el bien será irradiado para nuestros semejantes.

         Todo eso no requiere un tiempo específico; bastan pocos minutos cada mañana. No es mucho en relación a las veinticuatro horas del día, pero es suficiente si con eso es posible renovar las propias energías y captar otras.

         En el camino hacia la Tierra Prometida, los judíos tuvieron que enfrentarse a los amalecitas. En el transcurso de la batalla Moisés mantuvo los brazos elevados hacia el cielo, en oración. Los soldados judíos, en ese momento tenían supremacía. Si, por el cansancio, Moisés los bajaba, los soldados judíos retrocedían. Percatándose de esto, dos hombres quedaron al lado de Moisés, manteniendo sus brazos. Fue así que los judíos vencieron al pueblo amalecita. Esta narración simbólica de la Biblia merece una meditación.

         Otra forma de cargarse con nuevas energías, experimentada con efectos positivos, es la siguiente: Cada árbol es una reserva de fuerzas emanadas de la tierra y del sol y es posible recurrir a esas fuerzas. Se escoge un árbol grande. Apoyamos en él la espalda y coloquemos la palma de la mano izquierda en el tronco del árbol, rodeándolo; al mismo tiempo, colocamos la palma de la mano derecha sobre el plexo solar. Nos concentramos en el árbol, pidiéndole nos ceda parte de sus fuerzas, comprobando asi una especie de transmisión de energías que serán recibidas con la mano izquierda y transferidas, con la mano derecha, al plexo solar. Luego damos las gracias al árbol.

         Las influencias benéficas más puras son las del campo, bosques y montañas, en la próximidad de un naciente de agua o de un río; igualmente donde habitan numerosos pájaros. Los árboles y el agua tienen emanaciones purificadoras, de las que el hombre no sabe beneficiarse satisfactoriamente. Ellas inducirán en nuestro espíritu frescor y serenidad, pues los pensamientos de que están impregnadas son diferentes de aquellos de quien ha quedado durante algún tiempo en un velatorio, en un cementerio, entre cadáveres o ataúdes, peleas o ambientes de discordia.

                                                                                     Salvador Navarro Zamorano

 

 

 

          

                                                                        

A79

                                                               FAUSTO, DON QUIJOTE Y DON JUAN

         Hay que reconocer que Fausto, el pre-ocupante de Margarita, es un meditativo, un pre-ocupado por las ideas y el afán de saber. Tan pre-ocupado, como por la justicia lo fue el solitario y gran señor Don Quijote, sublime pre-ocupante  de Dulcinea. Y mientras éste vive sumido en acción pura, hecha poema, otro solitario, Fausto, medita en una traducción del Evangelio. Y empieza: “En el principio era el Verbo, la Palabra . . . no . . . el Pensamiento . . . no  . . . era la Fuerza . . . o no . . . no . . . no . . . “ Por el fin el hallazgo; en principio era la Acción . . . Los dos grandes pre-ocupados coinciden en la exaltación de toda la alta poesía viril: el culto a la Acción. Todo lo que es pensamiento en acción. El filósofo, el investigador es fundamentalmente acción, aunque su cuerpo se hunda senilmente y flojo en las morbideces de una butaca. En cambio, la mujer, sumida en arrobos contemplativos, no es una pre-ocupada, salvo en el sentido, antedicho, de una presa, antes de ser ocupada. El niño, en sus juegos, es todo acción; la niña, en los suyos, es pasión, espera. En todo cuento para niños, debe de haber héroes que busquen la aventura; en todo cuento para niñas, hadas, madrinas y princesas sutiles y amantes que suspiran y muchachas soñadoras . . .

         Fausto y Don Quijote representan dos altas formas de virilidad. El primero personifica el pensamiento; el segundo, la valentía andante y heróica. Alonso Quijano, durante la acción, va meditando, segregando pensamientos y pre-ocupación. Fausto, a fuerza de meditar, llega a la acción como principio, esto es, como pensamiento que sueña desgranarse en realidades; aquél es acción que va naciendo del pensamiento. Como Fausto tenía dos almas, cuando se cansó de saber buscó el amor; pero es siempre su lado viril el que se exalta: sed para poder y hambre de poderío para enriquecer el ser varonil con el homenaje de los tributos y el botin de las conquistas. Entregado al pensamiento, con la lujuria por el saber no tuvo tiempo de amar, porque el saber ocupa mucho lugar en el hombre, diga el proverbio lo que quiera. La mayor parte de los sabios son malos amantes; quizá por eso la mujer ante el amor, no quiere sabios. Ninguna mujer del mundo se enamora de un hombre por su saber y su inteligencia, aun cuando puede halagar este saber a la vanidad femenina o excitarle su conveniencia económica. Cuando Fausto, por el camino del saber y de la soledad, se nota cansado y ve que su hambre de señorío persiste, se da cuenta de que su vida de hombre pide, no sólo verdades racionales , sino también verdades de vida; se da cuenta de que el señorío varonil no está sólo en el saber de los libros, sino también en el dominio de las mujeres. Pero a este señorío hay que llegar por la otra forma de la sabiduría humana: la del amor; y esa forma, sólo se alcanza por la vía de lo femenino. Es la sabiduría que nos da la mujer sin padecerla, como la hemofilia. Y así, frente a Fausto, surge Margarita, mansa, inocente, recta a la entrega, con voluntad de río y hambre de dolor, de maternidad, de inmolación y de muerte.

         Del mismo modo, Don Quijote, hecho dolorida interrogación en la llanura castellana, no concibe la acción para lograr el imperio de la justicia sin referir ambas cosas a la dulce irrealidad del cuerpo femenino, al que pone nombre y graba en su imaginación como dechado de toda feminidad. También Don Quijote, como Fausto, va a la muerte con insaciable sed de inmortalidad.

         En cambio Don Juan . . . El trabajo como un hacer y un crear es netamente varonil. La feminidad es presencia y con su presencia sólo, real o virtual, todo lo potencializa. Y ella misma, que es, ante todo, maternidad, queda hecha pura posibilidad de ser madre, por la sola virtud de lo femenino. El hombre es hambre de acción y de ser. En la conjugación de la potencia viril sobre la presencia femenina, está la esencia humana. El hombre ama la ocupación, el trabajo, como lo femenino es todo pre-ocupación. Donde quiera que un hombre ve una energía dormida, allí acude a despertarla; Todo quiere ponerlo en acción. La calle, la plaza, la ciudad, es la selva donde actualiza sus impulsos. Busca crear, inventar, alumbrar en las cosas y en los seres. El goce de la inacción permanente, del ocio, es cosa de bajas virilidades, como en Don Juan. Se comprende que el elogio del “ocio divino de los poetas” se le ocurriese a un poeta romántico como Horacio, indolente y conservador, que consideraba el navegar como una provocación a los dioses y que arrojó el escudo para huir en la batalla de Filipos, como hiciera otro charlatán bajo de hombría, Demóstenes, en Queronea. Huir de todos los peligros, de todas las aventuras, vivir sin acción, atento al íntimo regalo, es toda la ética del hombre decaído. Tampoco Don Juan ama la acción y el trabajo, sino la aventura y la nerviosa movilidad. Su vida no tiene normas; es vida sin timón, floja, de bohemia, de vagabundo, de señorito de casino. El gozo de ocupar y trabajar es viril, como el de la pre-ocupación, el de los sobresaltos de presa que teme y quiere ser cazada, es femenino. Entre ambos, está don Juan.

                                            Salvador Navarro Zamorano

                                                                  Escritor

 

 

 

                                                                           E L      T A O

            El Ser, el Tao, se desdobla en la realidad en un mundo de fenómenos. Este mundo puede ser objeto de investigaciones científicas, porque en él se encuentran las cosas cuya existencia proporciona la posibilidad de una designación abstracta. El mundo de la realidad no es, mientras tanto, algo diferente del Tao. Lao-Tse no está distante de proponer una teoría cualquiera sobre un mundo material que emane de un mundo superior, pues el mundo del Tao no es la unidad abstracta, pero en él hay variedades inmanentes. En el Tao hay imágenes, cosas, semillas. Ciertamente, esas imágenes no son fenómenos especiales aislados, pero están potencialmente en el Tao unitario. Son, esas imágenes y cosas, por eso mismo, como energía germinal de una realidad, condicionando los fenómenos de nuestro mundo.

            Para comprender lo que Lao-Tse quiere decir con esas imágenes, es necesario recurrir a  la teoría platónica de las ideas. Sin embargo, está la diferencia de que, en Lao-Tse la teoría de las ideas no se desarrolla dialecticamente. No se puede llegar a la comprensión a través de la formulación de una mera abstracción sino, al contrario, una visión primaria nacida de las profundidades internas producirá esas imágenes por sí mismas. Son inmateriales, sin dimensiones, apenas como si fuesen imágenes fugaces que pasan por la superficie clara de un espejo. Esas imágenes de las cosas son la semilla de la realidad. Así como el árbol está contenido en la semilla, inconcebible, invisible y enteramente inequívoco, como una entelequia, las cosas de la realidad están contenidas en esas “semillas-imágenes”. A veces, ellas se destacan y, seguidamente, se desarrollan de un modo bien determinado, porque esas simientes son enteramente genuinas, estando en ellas la precisión de lo tangible; jamás ocurre que de la semilla de un género pueda nacer la semilla de otro. Pero, del mismo modo, cuando se destacan de esa manera, nunca se ven solidificadas en la existencia; vuelven de nuevo a lo inmaterial y abandonan los cuerpos de los fenómenos que antes las animaron, muertas y vacías. La vida, por ello, no muere, aunque los “hombres de paja” de los fenómenos sean arrojados fuera y pisoteados.

            En esa doctrina de las ideas de Lao-Tse, vemos una continuación de la doctrina de las semillas tal como está contenida en el Libro de las mutaciones. Lo que en este es designado como simientes de la cual evoluciona todo una serie sucesiva de eventos según la ley permanente de las metamorfosis, para Lao-Tse es la imagen que, como ley inmanente invisible, dirige el nacimiento y la muerte de las cosas reales. Oportunamente, Lao-Tse extrae una deducción interesante de tal teoría, apoyado también en el Libro de las mutaciones, cuando dice que la unidad genera la duplicidad, la duplicidad genera la trinidad  y esta genera todas las cosas. Así es desarrollado el complemento de los opuestos. Al establecer la unidad como decisión, límite, línea, o cualquier otra cosa, con eso está dado simultáneamente todo lo que no es unidad; se produce el segundo. Pero como la duplicidad se junta con la unidad, se produce la trinidad. Esos tres vuelven a formar una unidad de tipo ampliado, que incluye en sí una variedad. Además, no se puede proseguir con el proceso sin llegarse a la multiplicidad. Por eso se dice que la trinidad produce todas las cosas. Para comprender esa especulación, basta recurrir al neo-platonismo en la filosofía antigua. Ese pensamiento tiene parentesco con la antigua teoría cristiana sobre la Trinidad, cuya continuación hasta cuatro da origen a Lucifer. Conceptos semejantes pueden ser encontrados hasta en las más recientes filosofías actuales. El movimiento dialéctico de Hegel, que comprende la tesis, la antitesis y la síntesis, en el cual la síntesis se convierte en tesis y punto de partida de la continuidad, se basa rigurosamente en el mismo concepto enunciado por Lao-Tse.

            Esas dos fuerzas primordiales de las cuales nace, como tercer término, el mundo visible, son el cielo y la Tierra, el Yang (la fuerza clara) y el Yin (la fuerza oscura), la serie positiva y negativa, lo temporal y lo espacial, en suma, los opuestos del que se origina el fenómeno. El cielo y la Tierra son comparados a un instrumento musical de viento, como una flauta. El mismo instrumento está vacío, pero el soplo hace brotar sonidos y, cuanto mayor es la duración del soplo, más grande es la variedad de sonidos producidos en el instrumento. Todas las infinitas melodías nacen en secuencia interminable, pero son captadas por el instrumento, que por sí solo no es el sonido. La flauta es la Tierra; el soplo, el cielo. Pero, ¿quién produce el sonido? ¿Quién es el músico de esa flauta mágica, de donde brota el mundo de color? En último análisis, es el Tao. El no tiene como base alguna la causa externa, pero se mueve con libre naturalidad a partir de su propio ser.

            Así, el Tao ocupa una doble posición en el mundo de los fenómenos. Emite los gérmenes de las ideas para la existencia donde estas evolucionan en cosas que se extienden en el espacio – tiempo. Es el gran flautista con su flauta mágica. Es lo ancestral en toda criatura, la raíz del cielo y la Tierra, el origen de todas las cosas. De ese modo, tiene un aspecto dirigido para la existencia. Pero, si se quisiese tomarlo o escucharlo, eso no sería posible. Se retiraría nuevamente para el no-ser, donde es intangible y eterno. Porque todas las cosas bajo el cielo nacen del ser, pero el ser nace del no-ser y a él retorna, al cual nunca deja de estar ligado por la raíz. Porque ese Tao, ese no-ser, es la fuerza motriz de todo cuanto se mueve en el mundo fenomenal. La función, el efecto de todo lo que “existe” tiene base en lo “no existente”. La realidad es, por así decirlo, desarticulada por los espacios vacíos y, de esa manera, es utilizable, por el hecho de ser "“a nada"” esto es, el vacío, que hace girar las ruedas del carro o que hace que los recipientes y las habitaciones sean utilizables juntamente con la “nada”, por los espacios vacíos que contienen. Así, el Tao actúa en el mundo de los fenómenos juntamente por la no-acción.

            Después de haber seguido el modo cómo, a través de la transmisión de las ideas, el mundo de los fenómenos “nace” a través del Tao, queda aún lanzar una mirada sobre la teoría del conocimiento, a saber, la doctrina basada en los conceptos, tal como ella existe en Lao-Tse. En la filosofía china de aquella época, desempeñaba un importante papel el problema de la relación “nombre y realidad”. En cuanto bajo la influencia de los racionalistas posteriores, se ampliaba cada vez más el nominalismo, que consideraba el “nombre” como algo puramente arbitrario que nunca alcanzaba la realidad. La filosofía clásica de Confucio y Lao-Tse estaba de acuerdo plenamente en que las nociones, los “nombres”, correspondiesen de algún modo a la realidad, o sea, podía ser vistos tal como ella era considerada, de tal modo que fueran el medio de establecer el orden en la realidad. De ese modo, la “rectificación de los conceptos” era para Confucio el medio más importante para organizar la sociedad humana; las designaciones empíricas deben ser preparadas para armonizar con las designaciones racionales, a fin de que entonces la sociedad quedase ordenada. Así, por ejemplo, en la familia, el hombre que recibe la designación de “padre”, tiene que ser de tal naturaleza que corresponda a lo que encierra el concepto racional de padre, del mismo modo que el hijo tiene que ser hijo y los demás miembros de la familia deben corresponder a sus respectivas posiciones; de esa forma, la familia alcanza un orden. Así debe ser en todos los dominios, para que se cree un orden. Ese pensamiento tiene origen en el Libro de las Mutaciones. Hay en él la idea de que el cielo muestra las “imágenes” esto es, las imágenes arquetípicas tomadas por los líderes autorizados y los profetas, como medida orientadora de sus constituciones culturales (re-trato). Así, por ejemplo, los signos del Libro de las mutaciones retratan las posibles situaciones mundiales y, por eso, podemos tomar de las leyes de sus transformaciones conclusiones sobre el tipo de transformación de situaciones cósmicas.

            Deparemos también en Lao-Tse, con una doctrina de las nociones. Las “imágenes” presentes de modo inmanente en el Tao, pueden ser, de algún modo, designadas por “nombres”, pero estas son, por así decir, nombres ocultos impronunciables. Como el Tao, ellos tampoco son pronunciados. Hay, naturalmente, nombres que también pueden ser dichos, pero no son los más elevados y eternos. Aun así, los nombres pronunciables, cuando son bien escogidos, se aproximan de algún modo  al ser, aunque sólo como “huéspedes de la realidad”, y no como señores. Por mediación de estos nombres después se puede crear el orden y transmitir de cierta forma la tradición y así preservar la continuidad del evento humano.

            Así, por ejemplo, se puede designar con el nombre de “no-ser” al mundo de la esencia y con el nombre de “ser” al mundo de los fenómenos. El “no-ser” es, entonces, el principio del cielo y la Tierra; el “ser” sería el origen de todos los entes. Por eso, concentrándonos sobre el “no-ser”, contemplamos los secretos de la esencia y, concentrándonos sobre el “ser”, contemplamos la apariencia externa, espacial de las cosas. Mientras tanto, no se debe pensar que se trata de un mundo dual, de un a quién y de un más allá. Al contrario, la diferencia reside sólo en el nombre. El nombre de uno es “ser”; el del otro es “no-ser”. Pero, a pesar de las diferencias de los nombres, se trata de un único y mismo acto: oscuro secreto de cuya profundidad brotan todos los milagros.

            Pero, cuando se tiene nombres pronunciables, se tiene en ellos los instrumentos del conocimiento. Por las nociones que son adjuntas como nombres de las cosas, se tiene un medio de conocer una cosa y, el pensar representarla con un nombre, tal como hacemos con el álgebra, que se colocan letras en lugar de números y por ellas se pueden expresar leyes matemáticas, como fórmulas a las que los números han de someterse. En la medida en que las realidades, esto es, las cosas, corrigen los nombres, ellos son útiles. Los nombres pueden ser usados para definir el conocimiento. Cada una de esas definiciones tiene, en verdad, la necesaria propiedad de la división. Cuando todos los hombres reconocen lo bello como bello, sólo por eso ya está establecido lo feo. El conocimiento se obtiene por la comparación y la definición y, por eso, está forzosamente atado a los mundos de los fenómenos, que es multi-partido en pares de polaridades opuestas.

            Eso, sin embargo, va más allá. Al tener en los conceptos  instrumentos de conocimiento de la realidad, puede el hombre manejar también esos conceptos de manera autónoma. El puede producir conceptos a los cuales, en su realidad, no corresponde ninguna imagen arquetípica. Puede aislar cosas situadas en otro relacionamiento existencial y establecer así algo que no existe con el objetivo de esfuerzo. De ese modo, los nombres pasan a ser productores de deseos. Con su ayuda se puede constatar no sólo o que tienen sino también lo que no se posee. Para Lao-Tse, es en ese punto que se sitúa el pecado original del conocimiento, porque la realidad aunque siendo la apariencia y el lado exterior del Tao, no obstante está relacionada de alguna forma con el Tao y se enfrenta ahora con un mundo de finalidades que no son reales, pero son deseadas y deben ser alcanzadas por la actividad humana. Nace así el deseo por la propiedad ajena. Pero como el propietario no la quiere ceder, sin más ni menos, de eso resulta la disputa y la lucha  y, finalmente, el robo y el asesinato, lo contrario del Tao.

            Por tanto, para Lao-Tse, el mundo de los fenómenos se convierte en el mundo del mal por el deseo, que está relacionado con la existencia de los nombres. De esa forma, los hombres se enredan en las mallas del engaño. Ahora las percepciones ya no son ideas puras en las cuales la voluntad permanece silenciosa, sino que ofuscan y seducen y la alucinación del deseo enloquece al hombre. El raciocinio trabaja: aumentan los conocimientos. Pero, cuanto más agudamente trabaja el raciocinio, más agudos resultan los conocimientos y más se aparta la humanidad del Tao. Por eso, Lao-Tse es de la opinión de que no se debe incentivar más el desarrollo de la cultura y el conocimiento, sino asimilarlo inofensivamente en el contexto de la naturaleza. En oposición a la exagerada evolución de lo racional es necesario retornar a la simplicidad, al estado en el cual aún se permite la actuación inocente del Tao, sin pretender designarlo con un nombre, por haberse restablecido el eje entre la Gran Madre y su Hijo, el ser humano.

                                                                          Salvador Navarro Zamorano

                                                                                              Escritor.

           

 

 

 

 

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